jueves, 18 de noviembre de 2010

Conversando en diferido con Juan Manuel Uría en La Biblioteca Imaginaria

¿Cómo llegaste a la poesía?

A través de cantautores como Silvio Rodríguez, Aute, Serrat, Pablo Milanés o Víctor Jara, que uno de mis hermanos mayores ponía constantemente en casa y he escuchado desde muy pequeño. Fueron ellos los que me aproximaron a la palabra y a la poesía. De hecho, en principio, yo iba encaminado a ser cantautor, pero como lo de cantar no se me daba demasiado bien, aparqué la guitarra y me dediqué exclusivamente a las palabras. Tendría unos 16 años, aproximadamente, cuando ya lo tuve medianamente claro y comencé a escribir poesía con regularidad y siendo más o menos consciente de lo que hacía.

¿Cómo nació este poemario “Transformaciones”?

El relato de las transformaciones de Nietzsche (Camello-León-Niño) siempre lo he tenido, desde que lo leí por primera vez, dando vueltas en mi cabeza. Forma parte de mis obsesiones particulares. Creo que ese relato retrata muy bien una realidad social y antropológica: cómo comenzamos cargando con un mundo que no es el nuestro (Camello); cómo nos revelamos para decir No a ese mundo (León), y cómo intentamos construir, a partir de esa negación, otro mundo distinto, otra identidad, esgrimiendo el poderoso y creativo Sí del niño. Y de esta constatación, de su necesidad y, sobre todo, de mi mencionada obsesión, surge el libro.



 



Y Nietzsche ¿cómo se coló en esta aventura poética?

El libro, como indico en la pregunta anterior, se inspira en su relato de las Tres Transformaciones, dentro del “Así habló Zaratustra”, con lo que Nietzsche estaba presente desde el principio. Digo que se “inspira”, con lo que hay mucho de libertad posterior en los temas que trato y en el libro en general. El libro, eso sí, se estructura en tres partes, siendo cada parte una de las transformaciones y respondiendo cada parte al tono que exige cada transformación. Por otro lado a Nietzsche lo llevo leyendo y releyendo desde la adolescencia. Creo que era un poeta que escribía filosofía, o viceversa, como se quiera; en cualquier caso era del tipo filosófico que gustaba a María Zambrano. El “Así habló Zaratustra” es en este sentido, en mi opinión, un poema largo que no deja de impresionarme, al margen del contenido, muchas veces controvertible, claro. Pero yo recomiendo al que lo lea que lo lea en esa clave poética, y además que lo lea en voz alta; esto último parecerá una tontería, pero todo lo contrario: es, como todo poeta sabe, imprescindible (y si se lee en el original en alemán mejor que mejor).

Este poemario no deja indiferente al lector, lo transforma ¿Cómo cambió este poemario a su autor?

Cada proceso creativo transforma al autor (o debería hacerlo). Y es así porque el autor intenta conseguir también una transformación en el lector-espectador (o debería hacerlo). El arte debe ser algo distinto de un entretenimiento para ociosos. Debe servir para transformar los espíritus y, por ende, para transformar el mundo y la vida. Esto ya lo propugnaban las vanguardias, por lo que no digo nada original, pero sí insoslayable. Es una cuestión de principios tanto estéticos como éticos. Y volviendo a mi transformación: sí, claro, también me vi transformado, porque además de la toma de posición estética, cada proyecto que afronto lo hago poniéndolo todo en juego, abismándome. No me gustan las medias tintas. Mi arquetipo es el funámbulo.

¿Qué lugar ocupa la enfermedad en tu vida?

Soy asmático. Padecer una enfermedad crónica siempre determina o, como poco, condiciona la vida, más si se trata de los pulmones y, en el caso del asma, de unos pulmones que a menudo no quieren funcionar. Afortunadamente hoy disponemos de los inhaladores, que para los asmáticos es algo imprescindible (vital, más bien), y que hacen que siempre se nos vea como con un bultito sospechoso sobresaliendo de uno de los bolsillos del pantalón, (creo que fue Benedetti, también asmático, el que escribió un cuento sobre este fenómeno). A mí el asma me recuerda todos los días mi vulnerabilidad y que el sistema puede fallar en cualquier momento, lo que ha acabado por convertirme, inevitablemente, en todo un neurótico.



 



¿Qué le duele a Juan Manuel Uría por la infancia perdida?

Sin recurrir al mito fácil y manido de la infancia sí he de reconocer que vivo el recuerdo de mi infancia con nostalgia y, efectivamente, considero que siempre es una pérdida la infancia que se va, sea ésta buena o mala. Voy a emplear una expresión muy manoseada pero, perdóneme, ahora no se me ocurre otra más reveladora: es un paraíso perdido. Ser niño es algo irrepetible de lo que no nos damos cuenta cuando está sucediendo, en donde la magia existe verdaderamente (recuerde, recuerde), y donde el tiempo se dilata o se contrae hasta desaparecer. A su vez todas las posibilidades las creemos abiertas, y todos los poderes alcanzables o en nuestras manos (que en los niños van parejas a la imaginación). No en vano, la tercera transformación de la que nos habla Nietzsche es precisamente la del niño, la del Sí, la de la creación, la de lo nuevo.

¿Por qué es Dios tan mencionado en este poemario?

Supongo que será por mi educación católica. Hasta los 13 o 14 años yo era de rezo diario, imagínese. Luego ya empecé a sospechar, a tomar conciencia, hasta llegar a mi ateísmo razonado actual. En todo caso Dios sigue ahí como concepto, materia literaria, y temo que como un poso psicológico difícil de obviar.



 



¿Crees que los escritores (en especial los poetas) sienten la vida de manera distinta que los demás?

No, no creo que los poetas sintamos la vida de otra forma. Lo que sí hacemos es mirar el mundo con curiosidad, con otros ojos quizá, y después lo que intentamos es describir lo que vemos en un papel, aunque muchas veces lo que veamos sea algo inexpresable. Varía cierta actitud y óptica, cierto comportamiento, cierto filtraje, pero no sentimos de otra manera u otras cosas que no sienta el común de las personas; decir lo contrario es totalmente pretencioso y elitista.

¿En qué trabajas últimamente?

Estoy corrigiendo un poemario y pergeñando una novela. Además quiero escribir una serie de obras de teatro poéticas muy breves. Como miembro del grupo “Gatza” (www.gatza.org), codirijo la revista de pensamiento y literatura “Solïloquïo” y el cuaderno de poesía “Pidgin”, de los que queremos sacar sendos números antes de que finalice el año.

Recomiéndanos dos libros de poesía.

¿Sólo dos? A ver, a vuelapluma: “A la misteriosa. Las tinieblas”, de Robert Desnos, y cualquiera de René Char.

Pedro Crenes Castro

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