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lunes, 30 de octubre de 2017

Reseña de ALIMÉNTAME de Roman Simić en Cuentos pendientes

Volver al cuento I: Aliméntame, de Roman Simic

Volver al cuento I: Aliméntame, de Roman Simic (Ed. Baile del Sol)

Hay épocas en las que se nos pasan incluso meses sin ver a nuestros amigos. A esos amigos de verdad, pocos, escogidos, decantados por el tiempo. Y no por ello dejan de ser nuestros amigos. A veces me pasa algo parecido con algunos autores, o incluso con todo un género (el relato corto) y una manera de entender la literatura y hasta diría que la vida (la del cuentista). En los últimos meses, después de más de un año trabajando en una novela larga, estoy dedicado, como escritor, al cuento. Por apetencia y por la beca de la Fundación Antonio Ródenas García – Nieto, que también impulsa y hasta cierto punto dirige el enfoque creativo de estos meses de trabajo. En ocasiones estás escribiendo novela y te apetece leer de todo menos novela, ahora yo estaba escribiendo cuento y me apetecía leer cuentos mientras tanto, pero cuentos que ya conocía y a autores que ya he leído y releído mil veces (aprovecho para apuntar un valor del relato: por mucho que nos guste una novela, el número de veces que podremos releerla a lo largo de una vida es necesariamente limitada, y ciertos cuentos podríamos releerlos casi a diario), más pendiente de los recursos técnicos o de buscar soluciones narrativas a mis propios problemas que de simplemente leer y disfrutar. Esos pocos autores o esos pocos libros o incluso esos pocos relatos escogidos que forman lo que los psicólogos llamarían mi zona de confort, por la que mis ojos se deslizan sin esfuerzo, y que me permite detenerme solamente en aquellos detalles en los que quiero detenerme.

La mejor manera de salir de esa zona de confort siempre es con brusquedad, con una patada que desequilibre la silla en la que estás y te arroje al suelo. Me han tumbado dos autores que han vuelto a recolocarme como lector. El primero del que voy a hablar es Roman Simic. Tenía desde hace un par de meses en casa su libro Aliméntame, y no lo había abierto. Y es uno de esos libros que te recibe con un buen puñetazo. Es un libro violento, también poético, también tierno, también lleno de recovecos y detalles que vale la pena degustar como lector, pero no por ello menos violento.

En cualquier caso, hace tiempo ya, en tu calle había un perro callejero, y un niño escribió sobre él: Croacia; otro lo ahorcó por eso, y empezó la guerra, por el perro y los niños. En otoño de 1991 yo venía de alistarme en un cuartel del Ejército Popular Yugoslavo al sur de Serbia, tú alargabas a la fuerza tus vacaciones de verano en una isla del Adriático y tu padre desaparecía en Vukovar. Y dices desaparecía como si fuese algo durativo, y explicas que entonces, hasta cierto punto, aún existía.

Simic trabaja en el equilibrio de tiempos verbales entre pasados continuos y presentes estancados, y creo que ese párrafo lo representa muy bien. Roman Simic es un autor más o menos situado en el star system (un término muy lejano al mundo del cuento, lo sé; hablaba hace un par de meses con un amigo de quién podía ser, para nosotros, el Messi del relato breve, y acabamos coincidiendo en que muy probablemente lo fuera Etgar Keret; pues bien, no tiene problemas para llegar a los aeropuertos y que los fans lo acosen, en demasiadas bibliotecas públicas ni siquiera tienen ninguno de sus libros) del relato breve europeo actual. Nacido en Croacia a principios de los 70, Simic ha dirigido un festival europeo de relato. Ha ganado los mejores premios de narrativa en Croacia, está traducido en Alemania y como destacan en la solapa, incluso en Serbia (destacable por las tensiones que siguen existiendo).

Baile del Sol sigue aumentando su catálogo balcánico, alimentando su valiosa colección DelEste. Y yo sigo cayendo rendido a los pies de cualquiera que trate de explicarme un poco más esa guerra absurda e innecesaria (y sí, ya sé que todas lo son, claro, pero esta más, esta es una guerra post – caída del Muro, una guerra nacionalista en los albores de la globalización, la guerra de los poetas que a falta de un mayor talento le cantaban a su pueblo y la guerra que nació del patriotismo deportivo, una salvajada alimentada desde dentro y desde fuera como si todos pensaran: no serán capaces, y oh, vaya, sorpresa, fueron capaces) que fue la de Yugoslavia. Roman Simic era un niño o era un adolescente o era un joven al que alistaron, o se alistó, en aquella década de los 90. Pudo ser todo eso y juega a esas múltiples recreaciones. Roman Simic nos mete en la piel de todos esos posibles yugoslavos y nos deja sudar dentro de esa colección de trajes humanos. Pero también vemos que la gente, incluso en la guerra, es gente. Y los adolescentes son adolescentes que se mueren de deseo por su vecina, o se acuerdan de algo, y hay quien siempre saca provecho de cualquier situación. Y luego se acaba la guerra y a quien más y a quien menos se le queda cara de posguerra. Y hay que seguir viviendo. O sobreviviendo.

Abro un tema de debate: ¿estarán en Croacia, en Eslovenia, en Serbia, en Bosnia tan cansados de las historias que parece que brotan en sus múltiples ópticas y versiones sobre la guerra de Yugoslavia en los 90 como lo estamos aquí de las novelas y películas ambientadas en la Guerra Civil española? ¿O les faltan otros 40 o 50 años para llegar a ese punto de hartazgo? No lo sé, sinceramente, por motivos tan obvios como que no conozco los países ni su prensa, ni siquiera un poco de sus idiomas, no puedo acceder a esa información. Pero como lector, creo que no. O creo al menos que no tienen por qué estarlo. Todos los libros que he leído en los que este conflicto es parte importante de lo narrado, aunque a veces no lo sea todo, me transmiten la sensación de viveza, de complejidad, de trabajo narrativo bien hecho, de autenticidad. En los libros que Baile del Sol ha ido sacando en DelEste (el gran David Albahari, pero no solo), pero también en Manual de exilio y Los bosnios, de Velibor Coliç (Periférica), en Esquirlas, de Ismet Prsic (Blackie Books), en los libros de Miljenko Jergovic (Siruela), me encuentro con narradores que dicen: éramos todos unos hijos de puta. Y a la vez éramos todos unos idiotas a los que manipularon. Y se señala a los instigadores, y se reparten cartas de la baraja de la culpa, pero no se exime a nadie, y desde luego nunca se exime al nosotros, sea cual sea en cada caso. Las historias de la Guerra Civil son siempre tan maniqueas, los personajes tan acartonados, los escenarios tan copiados, los malos tan malos y los buenos tan idealistas y buenos, que no sé, cuando empieza la película o la novela ya sé por dónde va a ir siempre. Y lo digo desde el convencimiento personal de que hubo unos que fueron los malos que dieron un Golpe de Estado contra un gobierno democrático y legal.

El libro no es una colección de relatos de los tiempos de la guerra. Ese es un sesgo lector mío. Yo veo algo que viene de la península balcánica y pienso en Karadzic y Mladic, y en aquellos geniales deportistas que estuvieron alimentando odios, al menos no frenándolos, en aquellos Boban, Divac y tantos más irresponsables. La sombra de la guerra está, pero no es la única. Hay década de los 2.000 y hay crisis, económica, social, existencial, no pasan en Croacia cosas muy distintas a las de cualquier otro lugar de Europa. Hay parejas que se hacen y se deshacen, hay enfermos, hay falta de expectativas laborales, hay hijos, sueños, desilusiones, pensamientos sobre la creación artística, hay precariedad croata. Destaco la cuchillada inicial de Zorros, y destaco la historia de amor desesperado de Esas chicas. Destaco también la crudeza con la que se abre la puerta trasera de la paternidad y la maternidad en Dos niños, un tema muy poco tratado en la narrativa contemporánea, y mucho menos por un autor que sea hombre, disfruto con el juego cruel y desmemoriado de Aliméntame y la figura del poeta loco de ecos bíblicos en Así habló Mayakovski.

No me gusta nada el título elegido para la colección, pero el autor manda, y el traductor (a lo que he colegido gracias a los traductores online) se ha limitado a respetarlo. No obstante, le doy la razón en que necesitamos quien nos alimente. Me inquieta esa mano casi zombi que nos saluda desde la portada. Uno de los instintos que siempre necesitan alimento es el del niño que fuimos al que le gustaba que le contaran cuentos antes de apagar la luz y tener que dormir. Ahora los cuentos nos los cuentan señores nacidos en un país que ya no existe y debemos leerlos nosotros mismos, pero parte de esa sensación se recupera cada vez. Decía John Cheever que un cuento es lo que te cuentas a ti mismo cuando estás en la sala de espera del dentista, en ese momento de tensión y angustia casi máximo, solo comparable (y perdón por la frivolidad que esta comparación supone) al corredor de la muerte. Es una alegría que de vez en cuando autores tan buenos y tan crudos, tan terriblemente sinceros, bellos y crueles, te lo recuerden.

Seguiremos leyendo, no solo cuentos.

Felices lecturas


jueves, 5 de octubre de 2017

Reseña de ALIMÉNTAME de Roman Simić en LIBROS PROHIBIDOS

Roman Simić: Aliméntame

Aliméntame. Libros Prohibidos
Título: Aliméntame
Título original: Nahrani me
Autor: Roman Simić
Traducción: Juan Cristóbal Diaz Beltrán
Año: 2012
Editorial: Baile del Sol (2016)
Género: Relatos (Narrativa)

Una visión agridulce de la paternidad

Afortunadamente, hay vida más allá del best seller americano, de la novela negra sueca, de las distopías chinas y demás booms, viejunos o emergentes, que acaparan las estanterías de las librerías generalistas. Sólo hace falta rebuscar un poco y arriesgarse con propuestas, que, a pesar de ser minoritarias, pueden darnos agradables sorpresas.
Aliméntame, del autor croata Roman Simić (en la foto) es una de esas pequeñas joyas ocultas que vale la pena descubrir. Premio a la mejor obra en prosa de 2005 otorgada por el diario Jutarnji List con su anterior novela De qué nos enamoramos, Simić nos ofrece ahora un libro de relatos con un tema común: la visión, casi siempre agridulce y muchas veces dolorosa, de la paternidad. En Aliméntame, más que relatos, nos encontramos con pedazos de vida, narraciones sin apenas estructura que a pesar de su aparente linealidad, resultan terriblemente emotivos.
Tenía dos niños y era incapaz de pensar. Dos niños, dos niños de la mañana a la noche, del crepúsculo al alba, por donde ellos pasaban no quedaba piedra sobre piedra, ¡táctica de tierra quemada, polvo y ceniza! Dos niños, angelitos morenos, un niño y una niña. Eran hijos del amor pero esto ya no se mencionaba, sobre todo mi mujer.
De la misma manera que hacían otros cuentistas ilustres como CapoteHemingway y, sobre todo, Raymond CarverSimić se acerca a la vida de sus personajes en un momento en el que parece que no pasa nada. Lo interesante ya pasó o pasará en el futuro. Nosotros no lo veremos, pero la tensión, la sensación de tristeza o de amenaza que se desprende de ellos es tan intensa que la falta de giros en la historia no se echa en falta en ningún momento.

Croacia, años 90

Todos los relatos se inician con un hecho aparentemente irrelevante, un macguffinque, en la mayoría de ocasiones, no volverá a aparecer pero que sirve para irrumpir en la vida de los personajes sin avisar, como si entráramos en su casa a horas intempestivas y los encontráramos todavía en pijama.Recibir una carta sin nada escrito, el deseo incumplido de tener un caballo, la visita de un comercial de una compañía de telefonía móvil… Se trata de situaciones cotidianas y totalmente extraliterarias que confieren realismo y autenticidad a la narración y que sirven para introducirnos en las vidas, tristes, erráticas y descolocadas, de los personajes que deambulan por esta obra.
Al tratarse de una novela ambientada en la Croacia de los años 90, la guerra de los Balcanes está presente, pero de una forma casi circunstancial, como un ruido de fondo molesto pero tan integrado que apenas se percibe. No se nos muestra la guerra, pero sí sus consecuencias. La Croacia de Aliméntame es un país triste, pobre y desangelado, con ausencias y desapariciones, familiares y amigos que un día dejan de verse y no vuelven nunca más o, si lo hacen, resultan irreconocibles.
Con ella estaban su marido y su hijo; era verano; en el país había estallado la guerra –¿Qué tipo de guerra fue esa?–; había mosquitos, adolescentes retrasados, apenas se acuerda de poco más que de lo infinitamente triste que estuvo, que no podía dormir y que, tras ese verano, todo se transformó en alguna medida, todo se vino abajo, como si, en esa encrucijada, le hubiera permitido a aquella guerra cabalgar subida a su espalda…
El libro abre de forma magistral con «Zorros», la carta de amor que un chico escribe en un zoo y que nunca llegará a entregar a su destinataria. Es un relato en segunda persona con un trono profundamente poético y con la presencia, tangencial pero decisiva, de la guerra balcánica. En «De todas las cosas increíbles», destacaría la excelente composición de personaje, el misterioso Radovan Sprajcer, antiguo compañero de armas del protagonista. En «Telefonía», se narra la angustia de una mujer embarazada cuya única esperanza es consultar una línea telefónica de astrología, y en «Cosas que se hunden», asistimos al dolor de un padre de una joven maltratada. El humor está presente en «Dos niños» y la introspección personal en el que, bajo mi opinión, es el relato más brillante de esta antología: «Vacaciones estivales en invierno», la historia de una mujer en la cincuentena que vuelve al lugar, triste y desolado, en el que veraneaba años atrás.
Desde fuera, desde la noche, la casa no iluminada parecía un árbol, un arbusto o una roca, algo que podía ofrecerle refugio apenas a un pájaro. Ella era ese pájaro, eso es seguro; el vino la había vuelto cálida y pesada, así el viento no podría nada contra ella.
Todos los relatos están escritos con un tono poético pero, al mismo tiempo, cotidiano y natural, una prosa con una cadencia única conseguida a base de frases largas y con numerosas subordinaciones. Una filigrana literaria arriesgada pero bien resuelta, un esfuerzo por escapar de la excesiva simpleza narrativa que impera hoy en día.
Aliméntame es, en definitiva, un conjunto de piezas en apariencia inconexas pero que, tras la lectura, quedan perfectamente ensambladas, un análisis desde distintos puntos de vista del que posiblemente es el acontecimiento más catártico que puede experimentar un ser humano, el hecho de alumbrar una nueva vida.

OBRAS SON AMORES: Roman Simić, ALIMÉNTAME


lunes, 25 de septiembre de 2017

Texto de Juan Miguel Contreras para la presentación del volumen de relatos ALIMÉNTAME de Roman Simić

He de empezar confesando algo: la tarde que leí el escueto mensaje de Inma proponiéndome participar en la presentación de “Aliméntame”, literalmente, me puse malo. Nada el plan escatológico; simplemente me puse colorado hasta las orejas y tuve una serie de sudores fríos un tanto desagradables. Los que me conocen dicen que no sé mentir, o más exactamente dicen que salta a la vista cuando miento; me pongo rojo como un tomate y sudo como si estuviera al borde de un infarto.

Supongo que esa es una de las razones por las que escribo, porque puedo fabular lo que quiera sin que nadie se fije en cómo mi cuerpo reacciona a todo eso que mi cabeza crea. No siempre es así, la mayoría de las veces, cuando escribo,  logro controlarlo, pero la vida es otra cosa. Sin embargo a veces lo paso mal, pero es poco el peaje y siempre me gusto a mí mismo cuando consigo llegar al final, sea este cual sea: punto y final, the end, continuará, capítulo, artículo, relato o primer acto, pues hay una certeza terrible en el hecho de escribir, una certeza que todos olvidamos o fingimos haber olvidado, y es que un texto nunca se acaba, ni por parte del que lo escribe, que podía pasarse la vida corrigiéndolo si pudiera o le dejaran, ni por parte del que lo lee, ya que es bien sabido que no hay dos personas que lean de igual modo el mismo texto. Mi Anna Karenina no se parece a la de nadie más, y no es porque yo sea especialmente desgraciado, sino porque es solamente mía. Mi Kolja, el inmenso personaje del relato de Roman, “El hombre con bragas de mujer”, tiene la cara de mi otorrino; una vez le vi reír mientras le contaba mis últimos dolores de oído y pensé: “así reiría Kolja si yo fuese Bruno”. Y el hospital donde ambos fabulan sobre la historia de los muertos que estudian, se parece mucho al hospital 12 de Octubre en 2002, cuando estaba en obras y de los techos colgaban cables, apestaba a lejía y yeso y metían a los pacientes de cardiología en la planta de geriatría.

De todo esto que acabo de decir quédense solamente con una cosa: que fue leer que Inma Luna me proponía presentar el libro de Roman Simic, y me puse a sudar mientras la piel de mi rosto se incendiaba. Normalmente una persona reacciona de este modo cuando siente vergüenza por algo o de algo, vergüenza de algo propio, por algo que está dentro de nosotros y que nos incomoda. A mí lo que me incomodó de la propuesta de presentar este libro no fue que esté enamorado de la literatura de Roman Simic y que Inma Luna pensase en mí para hacerlo; lo que me incomodó fue yo mismo, y sentir inmediatamente, de manera física, que lo que podría decir sobre “Aliméntame”, puede decirlo cualquier otra persona mucho mejor y que, vaya, igual no merezco tanta suerte.

Realmente el verdadero dilema es que, hablar de “Aliméntame” me obliga a pensar, a dejar de ser algo así como un fan más o menos entusiasta, un lector anónimo, y me veo forzado a tener que descubrir los resortes de su literatura. Hablar de “Aliméntame” me obliga a articular lo que puedo sentir al leerlo para explicarlo razonadamente y que, además, alguno de los que están escuchando estas palabras, sientan la necesidad no solo de comprar este libro, sino de leerlo con avidez. El problema es que hay cosas que no se pueden razonar, o al menos yo no sé. ¿Por qué me acelera el pulso la música de Coltrane o de Iron Maiden, por qué me hace llorar la pintura de Pavel Filónov, por qué me sonrojo cuando veo a Julie Christie interpretando a Lara en Doctor Zhivago, por qué no puedo dormir cuando leo a Bulgakov o a Miljenko Jergovic? No lo sé. Pero me pasa. Me gusta responder del mismo modo cuando algo me interpela visceralmente. Dejando de lado el tema de “la otra mejilla”, me gusta responder con pasión a la pasión, me gusta responder al trabajo con trabajo, y también me gusta responder con desdén al desdén. Y la literatura va de eso, de interpelar al lector contándole una historia de la mejor manera que uno sea capaz esperando una reacción. Empatía de alto espectro, podríamos llamarlo, no es algo que uno deba aplicar a todos los aspectos d ela vida, pero tampoco está mal cuando hablamos de arte.

Salta a la vista cuando un escritor te mira a los ojos y te reta, cuando se ha dejado un trozo de su vida por contar la de alguien que no existe, o que no existe al menos en teoría; se nota cuando el talento de un escritor ha conseguido salir y te lo ha dejado a la vista en un párrafo genial. Y también al revés: uno con el tiempo puede saber cuándo le dan gato por liebre. Como dice Rafael Reig, lo que más me molesta en la literatura es cuando me intentan vender como jamón de pata negra lo que no es más que mortadela. Entonces, ¿por qué creo que la literatura de Roman Simic me partió por la mitad? Intentaré articular una pequeña explicación.

“Aliméntame”, el libro, tiene la embaucadora verborrea fabulosa que oculta lo que de verdad merece ser contado pero nunca se dice. Relatos como “Objetos que se hunden” o “Telefonía”  son pequeñas estampas que te reconcilian con la literatura y echan el freno a la fugacidad con la que nos obligan a vivir la vida. Relatos cortos que tienen el mismo peso que otros más largos, como “De todas las cosas increíbles”, donde Strajcer, La cubana, Neda o Lada son las imprescindibles teselas de un mosaico terriblemente hermoso. Leer a Roman Simic te sumerge en una especie de ebriedad literaria y sí, deja resaca, pero no es la dolorosa y típica resaca de la mediana edad, sino la de los veinte años, cuando los libros resultaban tan vitales e imprescindibles como los amigos o unos hombros desnudos iluminados por una persiana a medio cerrar.

Curiosamente yo no estoy aquí hoy, frente a ustedes, y la mayoría de los presentes pensará que ese es el motivo por el que he empezado mi presentación de ese modo, porque la timidez me resulta patológica y me hace no estar donde debería, pero no es así. No estoy aquí porque no he podido. Nada me hubiera gustado más que hablar con Inma Luna, conocer a Lucía Sesma y poder estrechar la mano de Roman Simic y balbucear un torpe “gracias”, aunque solamente fuese para poder decirle a mi hijo, dentro de diez años, mientras le doy uno de sus libros recomendándoselo, que una vez le conocí y hablé un rato con él. Eso no hay timidez que lo impida. Pero, lamentablemente para mí, no estoy aquí por obligaciones laborales, que son las peores obligaciones a las que uno puede sentirse atado; de hecho la únicas obligaciones que deberían existir son las obligaciones morales, eso que Kant llamó el imperativo categórico; el resto de las obligaciones son una mierda, pero la vida es así, dicen. ¿Y cómo es la vida? Pues en estos momentos pienso que la vida es como la cuenta Roman Simic. Seguramente ese debería ser el argumento que tendría que esgrimir para invitarles a leer el libro que hoy presentamos. ¿Por qué leer este libro? Porque cuenta cómo es la vida, hoy, en Europa, con nuestro pasado, quizá no común pero sí compartido, con todo lo que merece ser salvado o expurgado como humano, y lo hace de una manera que es menos habitual de lo que parece, pues si hay algo en los libros de Roman Simic que no resulta habitual es precisamente el brillo en el lodo, tanto en la forma como en el fondo, la maravilla en la medianía, la perla en el tumulto. Escribe como yo sueño con escribir.

En el relato que da título a este libro, Roman cuenta cómo un padre le dice a su hija de 13 años cuando la encuentra intentando dibujar unas peras sobre una manzana, o una manzana sobre una peras: “Inténtalo… No dibujes lo que es importante para ti. Dibújalo todo menos eso.”
Así veo yo su literatura, y por extensión, la demás.

En “La rendición de Breda”, el cuadro de Velázquez también conocido como “La Lanzas”, se supone que lo importante es la entrega de las llaves de la ciudad por parte de Justino de Nassau al general Spínola; sin embargo uno no puede dejar de ver también al personaje de la derecha, con pechera blanca, que parece que se acaba de sacar un moco, o el magnífico trasero del caballo que realmente preside la escena, o mirar a esos personajes aparentemente secundarios que nos miran o están perdidos dentro de sí mismos, o contar las 34 lanzas que intentan desviar la atención del humo de la contienda tras la cual yacen cientos de cuerpos ensangrentados. Es el truco del vacío. Es un truco sencillo, pero precisamente por eso hay pocos que saben hacerlo bien. He puesto un ejemplo demasiado obvio para explicar algo igual de obvio, pero no quiero que piensen que Roman Simic escribe humanamente épico, lleno de trampas y lugares comunes, al contrario; su escritura tiene poco que ver con las grandes gestas, pero aún así no olvida que la escena, que lo que está contando, es la misma: está la silenciosa presencia de la guerra o su recuerdo latente, está el desmembramiento que genera, pero todo está lleno de gente, de personas que quieren saber dónde están y porqué. Para entender cómo se siente Helena, la protagonista del relato “Aliméntame”, hay que leer todo lo que la rodea, su pasado y su presente, en un relato que es como los destellos de flash de te ciegan durante un instante antes de que puedas ver la foto, una foto que se resuelve, tanto en este relato como en el cuadro de don Diego, en unas manos que se buscan, ofreciendo consuelo, ayuda o rendición.

Y como ese relato, los demás. El segundo párrafo del relato que abre el libro, titulado “Zorros”, se lee: “En otoño de 1991 yo salía del cuartel del JNA en el sur de Serbia, tú alargabas a la fuerza tus vacaciones de verano en una isla del Adriático y tu padre desaparecía en Vukovar”. He ahí la maravilla.

La pirueta final de todo es cuando descubres que lo importante tienes que descubrirlo tú, pues Roman Simic no lo ha escrito en ningún lado; eso sí, te ha dejado una montaña de miguitas esparcidas al tu alrededor, pero resolver el puzle es cosa tuya. Él bastante ha hecho con  escribir como escribe, dejándote en el rostro la sonrisa del boxeador a punto de caer noqueado sobre la lona, no entendiendo nada pero comprendiéndolo todo. Como le dice Helena a su padre muchos años después de que le desvelara el truco del vacío, viéndole perdido en el bullicio de un aeropuerto: “El truco está en leer los letreros. Lees. Sigues.”

miércoles, 22 de julio de 2015

Títulos de la colección Deleste, de Baile del Sol, en las plataformas digitales


Gracias a la colaboración del Cabildo insular de Tenerife, ya se están comenzando a encontrar disponibles en las plataformas digitales (Amazon, lectus, itunes Barnes&Noble, books, waltzbooks, jpc, kobo, tagus…) algunas de las publicaciones de la Colección Deleste de Baile del Sol.

La primera en aparecer ha sido la compilación de relatos del David Albahari, Canción muda. Se trata de un relato posmoderno y fragmentario que ensambla personajes y situaciones delirantes entre California y Belgrado pasando por Calgary y Zagreb, cierra y da nombre a esta antología de relatos seleccionada por el propio autor en 2009. El libro articula un viaje temporal desde sus inicios, partiendo de una narrativa más introspectiva y enfocada a lo familiar, hasta la pluralidad de técnicas e intereses temáticos propios de la escritura madura de Albahari. Una relectura (¿auto?)irónica del simulacro de una inexistente rebelión contracultural en la Yugoslavia titista (Canción muda), la experiencia agridulce de la comunicación incompleta del emigrante en otro continente (Loco país, Otro idioma, Aprendizaje de cirílico) o una insólita recreación de la vida interior del Papa (El Papa) son algunas de las múltiples direcciones en que el autor guiará tomando de la mano al lector para que no se pierda entre las turbulencias de la vida real y los fuegos de artificio elevados a magnitud catedralicia (La basílica de Lyon) de los proteicos planos narrativos de algunos de los cuentos.

El autor, nacido en Peć, Yugoslavia, en 1948 es probablemente el prosista en lengua serbocroata vivo más relevante. Comenzó su andadura literaria en 1973 con un libro de cuentos, Tiempo familiar (Porodično vreme), género en el que ha brillado especialmente a lo largo de quince libros, incluyendo varios de micronarrativa. Ha escrito asimismo trece novelas y es un autor plenamente reconocido en el área cultural centroeuropea. Ha dejado testimonio del holocausto judío y sus huellas en los Balcanes, que se cebó especialmente con su familia, en novelas como El anzuelo (Mamac ) o Goetz y Meyer. En 1991, presidiendo la federación de comunidades judías de Yugoslavia, colaboró en la coordinación de la evacuación de judíos de Sarajevo. De 1994 a 2013 vivió en la ciudad canadiense de Calgary, donde creó cualitativa y cuantitativamente la parte más importante de su obra. Recientemente ha vuelto a Belgrado, a su domicilio familiar de Zemun, centro gravitatorio de algunas de sus mejores historias. CANCIÓN MUDA (Tenerife, 2014) es el primier libro de relatos editado por esta editorial.
Próximamente, se editará en papel y en digital Punto de control, la última novela de este autor.

Así mismo, Baile del Sol ha digitalizado, merced a la colaboración con el Cabildo insular de Tenerife, el libro de relatos del croata Roman Simić, De qué nos enamoramos, que se encuentra ya disponible para la venta en las diferentes plataformas digitales, y pertenece también a la colección Deleste.
Con un estilo cristalino y envolvente, los cuentos de Roman Simić bucean en la vida cotidiana de sus personajes para sacar a la superficie aquello que más les define: dudas, miedos, esperanzas, silencios... Como toda buena literatura, una vez cerrado el libro, sus historias te siguen acompañando y te reconfortan cuando más lo necesitas. Jordi Punti Nadie como Roman Simić para describir con dolor, rapidez e ironía el paisaje humano de postguerra en ese lugar que hasta hace algunos años llamábamos Yugoslavia. No sólo porque como todo croata ha vivido la guerra en primera persona (es decir, con suficiente lucidez como para después no-narrarla), sino, porque en De qué nos enamoramos ha sabido prescindir de todo odio y mostrarnos el momento en que el hombre se convierte en animal, sujeto extraño ante sí mismo. Y para esto, no sólo ha echado mano a experiencias propias, a personajes que se mueven perversamente entre Zadar y Nuevo Zagreb o a chistes sobre el reconocido arte naiv croata –tan elogiado por el nacionalismo político de los años 90–. Sino, que ha echado mano al estilo. Uno concentrado y ligero, que no se demora en concesiones, y muchas veces deja gran parte de la información debajo, tal y como le gustaba a Hemingway explicar su teoría del iceberg. Uno afilado, como si en un gesto de locura y delante de la madre de nuestra esposa, encajásemos con rabia un cuchillo en el centro de la mesa y después riéramos, riéramos...

Simic es Licenciado en Literatura Comparada y Filología Española por la Universidad de Zagreb. Editor de la revista literaria Relations y la colección Živi jezici [Lenguas vivas], una antología de relatos cortos europeos. Organizador y editor del Festival del Relato Corto Europeo http://www.festival-price.profil.hr/. Ha sido incluido en varias antologías y relaciones de la prosa croata contemporánea y sus relatos han sido traducidos al francés, sueco, esloveno, alemán, polaco, checo, búlgaro, lituano, español e inglés. Ha publicado las poesías U trenutku kao u divljini [En el momento como en la selva; finalista premio Goran para poetas jóvenes, 1996], los relatos Mjesto na kojem ćemo provesti noć [Lugar donde pasaremos la noche, 2000] y U što se zaljubljujemo [DE QUÉ NOS ENAMORAMOS, 2005 (Tenerife, 2008)]. Su obra Mjesto na kojem ćemo provesti noć ha sido traducida al polaco (2003) y esloveno (2004). U što se zaljubljujemo ha sido galardonado con el premio del diario Jutarnji list para el mejor libro croata de prosa en 2005. En 2007 fue publicado en Alemania y Serbia y a principios de 2008 también en lengua eslovena.

Para finales de año, aparecerá un nuevo volumen de relatos de Simić, De todas las historias increíbles.

miércoles, 6 de abril de 2011

Acercamiento a la literatura joven croata en Madrid y en Alcalá de Henares


Primer paso a la oscuridad
Primer paso a la oscuridad
Portada del libro de Ivana Bodrožić

Nota de prensa
El jueves 7 de abril, tendrá lugar la presentación de los libros de Roman Simić Bodrožić y de Ivana Simić Bodrožić en un acto de acercamiento a la literatura joven croata. Participará tambien Dr. Francisco Javier Juez Gálvez, Filólogo y Profesor de Filología Eslava en la Universidad Complutense de Madrid, quien hara una introduccion y comentara la obra de Ivana y Roman y David Prpa como moderador/traductor.

Roman Simić es un joven escritor croata que está despuntando en Europa. Licenciado en Literatura Comparada y Filología Española por la Universidad de Zagreb y editor de la revista literaria Relations y la colección Lenguas vivas, una antología de relatos cortos europeos, también es organizador del Festival del Relato Corto Europeo y autor de En el momento como en la selva, finalista del premio Goran para poetas jóvenes; y de los relatos Lugar donde pasaremos la noche y De qué nos enamoramos, 2005, publicada en español por la editorial canaria Baile del Sol. Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas (inglés, lituano, español, francés, sueco, polaco, checo, búlgaro).

Ivana Simić Bodrožić, cursó estudios de Literatura y Filosofía en Zagreb. Poemas suyos han sido publicados en la revista literaria Marcos y el programa de radio Dragojevic Danijela (Poesía en voz alta). En el año 2005 obtiene el premio para jóvenes poetas y la poesía publicando su primer poemario Primer paso a la oscuridad. Por el mismo libro obtiene el premio al mejor poemario Kvirin en 2005 de autores hasta 35 años.
En 2010 publica su primera novela Hotel Zagorje que se convirtió en un éxito instantáneo ganándole todos los premios más importantes, elogio de la crítica y gran popularidad entre los lectores.
De momento está trabajando en el guión para la película que llevará el mismo nombre.



 
Galileo, 52
28015 Madrid

Metro: Línea 2: Quevedo
Líneas 3, 4 y 6: Argüelles – Moncloa
Línea 7: Islas Filipinas
Autobuses: 1-2-202-3-12-16-21-37-40-44-46
61-C1-C2-82-83-G-A-132-133-147-149-160-161-162

http://www.larepublicacultural.es/article4092.html

lunes, 4 de abril de 2011

Acercamiento a la literatura joven croata en Madrid y en Alcalá de Henares


 
 Acercamiento a la literatura joven croata

 charla con

Roman Simić Bodrožić
e
 Ivana Simić Bodrožić

Y presentación de los libros de Roman Simić Bodrožić:
De qué nos enamoramos?
 y de Ivana Simić Bodrožić :
Primer paso a la oscuridad

Participan:

Roman Simić Bodrožić e Ivana Simić Bodrožić, autores;  Dr. Francisco Javier Juez Gálvez, Filólogo y Profesor de Filología Eslava en la Universidad Complutense de Madrid; Petra Briški, traductora  y David Prpa, lector de croata en la UAH.

Jueves 7 de abril a las 20 h

Entrada libre y gratuita


Roman Simić es un joven escritor croata que está despuntando en Europa. Licenciado en Literatura Comparada y Filología Española por la Universidad de Zagreb y editor de la revista literaria Relations y la colección Lenguas vivas, una antología de relatos cortos europeos, también es organizador del Festival del Relato Corto Europeo y autor de En el momento como en la selva, finalista del premio Goran para poetas jóvenes; y de los relatos Lugar donde pasaremos la noche y De qué nos enamoramos, 2005, publicada en español por la editorial canaria Baile del Sol. Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas (inglés, lituano, español, francés, sueco, polaco, checo, búlgaro)



Ivana Simić Bodrožić, cursó estudios de Literatura y Filosofía en Zagreb. Poemas suyos han sido publicados en la revista literaria Marcos y el programa de radio Dragojevic Danijela ―Poesía en voz alta. En el año 2005 obtiene el premio para jóvenes poetas y la poesía publicando su primer poemario ― Primer paso a la oscuridad. Por el mismo libro obtiene el premio al mejor poemario Kvirin en 2005 de autores hasta 35 años.
En 2010 publica su primera novela Hotel Zagorje que se convirtió en un éxito instantáneo ganándole todos los premios más importantes, elogio de la crítica y gran popularidad entre los lectores.
De momento está trabajando en el guion para la película que llevará el mismo nombre.
            



 
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Acercamiento a la literatura croata
Charla con Roman Simić-Bodrožić e Ivana Simić-Bodrožić.

Viernes 8 de abril de 2011, 16,00 h - Universidad de Alcalá de Henares, Colegio Malaga, Salón de grados

Participará tambien Dr. Francisco Javier Juez Gálvez, Filólogo y Profesor de Filología Eslava en la Universidad Complutense de Madrid,
quien hara una introduccion y comentara la obra de Ivana y Roman y David Prpa como moderador/traductor.



Colaboran: