viernes, 30 de diciembre de 2016

Reseña de STONER, de John Williams en Isla de Gont

Stoner de John Williams

Stoner, el libro de John Williams
Stoner es un hombre normal el libro habla de una vida normal, con sus peculiaridades, como todas, sus alegrías y sus penas. Un libro sin sobresaltos, ni adrenalina, sin acción trepidante ni un final sorprendente. Tan solo conocemos la vida completa de Stoner. Lento, pausado y sin embargo el libro me ha parecido genial.
Me ha encantado el libro de John Williams. No es un thriller, ni un libro de aventuras, ni ciencia ficción, ni tiene giros espectaculares ni como he dicho un final inesperado.
Y sin embargo … consigue transmitir las emociones de una forma sorprendente. Aún a pesar de tratarse de otra época.
Puedes comprar la novela desde enlace  Stoner, pero vamos con la reseña y sus citas 🙂
Stoner es una persona introvertida, estudia, trabaja, forma una familia y mientras vamos pasando las páginas vemos como vive. Nada más y nada menos. Una vida como podría ser la de cualquier otro, con sus alegrías y sus decepciones, pero siendo feliz a su manera.
“¿Pero no lo sabe, señor Stoner?”, preguntó Sloane. “¿Aún no se comprende a sí mismo? usted va a ser profesor”.
De repente Sloane parecía muy distante y los muros del despacho se alejaron. Stoner se sentía suspendido en el aire y oyó su voz preguntar: “¿Está seguro?”.
“Estoy seguro”, dijo Sloane suavemente.
“¿Cómo lo sabe? ¿Cómo puede estar seguro?”
“Es amor, señor Stoner”, dijo Sloane jovial. “Usted está enamorado. Así de sencillo”.
Era así de sencillo. Se daba cuenta de que asentía a Sloane y dijo algo inconsecuente. Luego salió del despacho.
Y así pasan los años, con sus ambiciones, disputas, desengaños, y la resignación de la vida que lleva. Una vida como la que podría tener millones de personas, quizás por eso conecte tanto y puedas sentir en todo momento los sentimientos de los personajes. Quien no ha sentido la rabia y desesperación de situaciones claramente injustas.
Tras varios minutos, William Stoner se inclinó hacia delante y habló, con una voz más alta y fuerte de lo que habría pretendido. “Tenía que habérselo contado antes. Tenía que habérselo contado el verano pasado, o esta mañana”.
Los rostros de sus padres permanecían apagados e inexpresivos a la luz de la lámpara.
“Lo que intento decir es que no vuelvo con ustedes a la granja”.
Su mundo empieza realmente a cambiar. La relación con sus padres, con la granja. Con su vida.
Pero a él no se le ocurría nada que decirles. Se había percatado de que sus padres y él habían comenzado a sentirse como extraños y se dio cuenta de que su amor por ellos se intensificaba con la pérdida.
A veces, inmerso en sus libros le venía a la cabeza la conciencia de todo lo que no sabía, de todo lo que no había leído y la serenidad con la que trabajaba se hacía trizas cuando caía en la cuenta del poco tiempo que tenía en la vida para leer tantas cosas, para aprender todo lo que tenía que saber.
Llegan momentos difíciles como la guerra, momentos donde tomar decisiones. Decisiones difíciles, como muchas de las que nos siguen en la vida y que moldean nuestro destino y nuestra personalidad y que traen consecuencias con las que hay que vivir.
“Debe recordar lo que es, lo que ha elegido ser y el significado de lo que hace. Hay guerras, derrotas y victorias de la raza humana que no son militares. Recuerde eso mientras decide qué hacer”.
En el libro se nos presentan momentos duros. Momentos muy duros durante toda la novela.
Stoner discutió con ella, pero ella no cedió. Al final se dio cuenta de que sólo deseaba morir, y deseaba hacerlo en el lugar en el que había vivido, y él sabía que ella merecía esa pequeña dignidad que hallaba en hacerlo como quería.
El amor…la vida es amor. A veces nos hunde a veces lo toleramos y otras veces nos sube hasta el cielo.
Ella continuó hablando y al cabo de un rato Stoner empezó a escuchar lo que decía. Años más tarde se daría cuenta de que en esa hora y media, de aquella tarde de diciembre, durante su primer lapso largo de tiempo juntos, le contó más sobre sí misma que ninguna otra vez. Y cuando hubo terminado, sintió que eran desconocidos de una manera impensable y supo que se había enamorado.
No es una novela de amor, no puedo meterla dentro de mi lista de libros de amor preferido. Esos libros de amor que no son empalagosos. Pero Stoner tiene su dosis de amor y desamor. ¿Qué vida no la tiene?
En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, muchos más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra.
Momentos muy duros que recuerdan situaciones actuales y en un país diferente al nuestro, hay cosas que en épocas de crisis parece que siempre son iguales
Vio hombres buenos caer en una lenta decadencia de desesperanza, destruidos al ver destruido su concepto de una vida decente, les veía caminar desanimados por las calles, con la mirada vacía como añicos de cristal roto; les veía encaminarse hacia las puertas de atrás, con el amargo orgullo de los hombres que avanzan hacia su propia ejecución, a mendigar el pan que les permitiera volver a mendigar, y vio hombres que una vez caminaron erguidos por efecto de su propia identidad mirarle con envidia y odio por la débil seguridad que él disfrutaba como empleado de una institución que, no se sabe por qué, no podía caer.
Es un libro sobre la vida y así se llega al final como siempre echando la vista atrás y evaluando lo que hemos hecho, si ha valido la pena…
No se consideraba viejo. A veces, cuando se afeitaba por la mañana, miraba su imagen en el espejo y no se sentía identificado con el rostro que se reflejaba asombrado con los ojos claros de una máscara grotesca; era como si llevara por una razón oscura, un disfraz atroz, como si pudiese, si así lo deseara, despojarse de las cejas canosas, las greñas blancas, la carne que colgaba sobre sus nítidos huesos, las arrugas que aparentaban vejez.
En algunas ocasiones te sientes identificado con la situación y los sentimientos que experimenta el personaje, en otras lo identificas con algún conocido, pero siempre es la vida, dura y en su máximo esplendor.
El propio autor John Williams en una de las pocas entrevistas que concedió decía:
Pienso que es un héroe real. Mucha gente que ha leído la novela piensa que Stoner tuvo una vida triste y mala. Yo pienso que tuvo una vida muy buena. Realmente, tuvo una vida mucho mejor que la que mucha gente tiene. Hizo lo que quería hacer. Sabía lo que estaba haciendo y entendía la importante del trabajo que estaba realizando. Lo importante para mí en la novela es el sentido del trabajo… un trabajo bueno y honorable en el propio sentido de la palabra. Su trabajo le di un tipo particular de identidad y le hizo ser lo que era.
Pues sí, me parece una vida gris, es cierto que mucha gente vive mucho peor. Y que su trabajo lo cubría todo, lo llenaba todo y le hacía feliz, pero tanto su vida amorosa, como sus relaciones personales y sobre todo la relación con su hija tienen muchas más sombras que luces. Os dejo con un artículo sobre la novela que ha salido recientemente en The Guardian.
“Deseo y aprendizaje”, dijo una vez Katherine. “En realidad eso es todo, ¿verdad?”.
https://www.isladegont.com/libro/stoner/ 


sábado, 17 de diciembre de 2016

Reseña de El misterio de los filiichristi de Agulo de Daniel María en El Escobillón

Una historia mágica de La Gomera



A finales de los años veinte en Agulo, un pequeño pueblo del norte de La Gomera, sus habitantes no dejaban de sorprenderse cuando un pequeño grupo de vecinos acudía algunas noches y en procesión al cementerio para entonar extraños cantos y ritos.

Este grupo, conocido como los filiichristi, ha pasado a la historia de la comunidad con una mezcla de misterio y leyenda, ingredientes más que suficientes para llamar la atención de Daniel María (Agulo, 1985) e iniciase una investigación que comenzó hace ahora tres años mientras investigaba sobre poetas y escritores nacidos en la localidad.

“Los filiichristi pululaban en la memoria colectiva de Agulo”, dice.

Este investigación terminó convirtiéndose en un libro que bajo el título de El misterio de los filiichristi de Agulo, edita Baile del Sol en la colección Texto del desorden, y volumen en el que María intenta reconstruir el relato de un grupo de amigos que “llegaron a crear una congregación  teosófico-cristiana” en La Gomera durante los felices años veinte.

La teosofía fue una corriente que tuvo mucho éxito a finales del XIX y principios del XX al combinar religión, filosofía y esoterismo. Sus adeptos buscaban la Sabiduría Divina, a la que llamaban la Verdad y contaban con numerosos símbolos, mitos y rituales.

En el caso de los filiichristi de Agulo, como los conoce Daniel María y quienes ahora se acercan a su historia, las ceremonias las realizaban con absoluta discreción aunque los vecinos del pueblo sabían de sus misteriosas reuniones en el cementerio y en el Garajonay. También hay testimonios de encuentros en el faro de San Sebastián, capital de La Gomera y parece ser que establecieron un pequeña grupo en Vallehermoso, pero no existen muchas referencias en este caso, explica.

El guía, el maestro de los filiichristi de Agulo fue Agustín Bethencourt Padilla, un personaje que continúa siendo “todo un enigma”.

Políglota, viajero, profesor de latín y griego, Bethencourt Padilla se inició en la Sociedad Teosófica de Madrid y su último paradero conocido es Portugal, país en el que desaparecen sus huellas tras estallar la Guerra Civil. Corre el rumor, dice Daniel María, que acabó sus días en el Tíbet, probablemente como monje, pero es una leyenda. Una leyenda más de las tantas leyendas que rodean a los miembros de este grupo. Bethencourt es el autor del libro La misa y sus misterios aunque ya forma parte de la historia de Agulo por ser el fundador de esa congregación teosófica de corte cristiano.

El misterio de los filiichristi de Agulo podría servir de base para una novela de misterio sobrenatural, ya que además de ritos y cantos en cementerios o en lo más profundo de los bosques gomeros, aparecen personajes con innegable atractivo pese al paso de los años. Uno de ellos es Mario Rosso de Luna con el que los filiichristi mantuvieron una estrecha relación cuando un grupo se estableció en la capital de España y asistieron a algunas de las charlas que impartía en el Ateneo madrileño.

Los filiichristi durante su estancia en Madrid, aprovecharon además para iniciarse en la masonería, en concreto en la logia Fuerza Numantina No 355 (1914-1922), en la que entraron de la mano de Mario Rosso de Luna.

Que se tenga constancia, cuatro de los filiichristi fueron masones que asistieron a las tenidas que se celebraba en la logia de Añaza, en Tenerife y en la de Fuerza Numantina, en Madrid. Ellos fueron los hermanos Agustín y Pedro Bethencourt Padilla, además de Pascasio Trujillo y el pintor José Aguiar, que fue un filiichristi a medias, dice Daniel María.

El destino de los filiichristi de Agulo se truncó tras el estallido de la Guerra Civil española. Los cuatro masones fueron procesados y condenados por el ejército rebelde aunque Agustín Bethencourt Padilla desapareció. Su hermano Pedro y Pascasio Trujillo fallecieron en Madrid, mientras que José Bethencourt Padilla, Domingo Montesinos y Pedro Sánchez murieron a edades muy avanzadas en Tenerife y Luz López, la única mujer del grupo, en Madrid.

El misterio de los filiichristi de Agulo es un libro curioso por el hecho que narra, y atractivo porque aporta información sobre la obra literaria que dejaron algunos de los miembros de la congregación así como informa de los ambientes esotéricos que existían en Canarias en los años veinte.

En cuanto a la producción literaria de sus miembros, Daniel María destaca la obra de Pedro Bethencourt Padilla, autor del poemario Salterio y del ensayo La corrupción del mundo o el imperio de la magia y la obra de su hermano, José Bethencourt Padilla, con las novelas La efigie de cera y El salmo de la bruja.

La efigie de cera fue calificada por su autor como un relato “de amor y de misterio” aunque esconde, a juicio de María, “un racimo de referencias al mundo ocultista del grupo, y se sirve de la trama amorosa para exponerlos en el texto.”

En esta novela se cruza la magia negra, los hechizos y la brujería, un cóctel de ciencias ocultistas que cuenta también con referencias al magnetismo, el cuerpo astral y el karma, e incluso el vampirismo. El salmo de la bruja se concentra más en la brujería de La Gomera, explica María, quien ha armado esta investigación recurriendo a fuentes orales y bibliográficas.

Las fuentes orales son resultado de largas entrevistas con los vecinos de Agulo, sacando información de un memoria colectiva que se resiste a olvidar a los miembros de esta congregación que casi parece confundirse con las leyendas que tejen el espíritu de la localidad.

“Según los testimonios recogidos, muchas personas acudían a ellos para encontrar objetos perdidos, saber del paradero de familiares durante la guerra y la emigración y para contactar con seres de otra dimensión”, opina María, quien concluye con una idea que ya planea en el prólogo de La corrupción del mundo o el imperio de la magia: “seres de otro mundo me han elegido para redactar las advertencias que ofrece esta obra, por lo que no soy el autor sino el medio del que se han servido los otros…”

Saludos, ¡la verdad!, desde este lado del ordenador.

http://www.elescobillon.com/2016/12/una-historia-magica-de-la-gomera/

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Entrevista a Fernando Luis Chivite, autor de EL INVERNADERO en TodoLiteratura.es

 HAY QUE COGER AIRE EN LO AJENO



El invernadero es una historia contemporánea. De cosas que les pasan a la gente de ahora. Un escritor viaja a Berlín tras las huellas de un científico con el que compartió la juventud y encuentra a una misteriosa joven uruguaya que huye de algo. El tema de fondo de la novela es el individuo en constante movimiento, la reflexión sobre la identidad, la incertidumbre moral y la necesidad de salir y coger aire en lo ajeno. La narración se ramifica a medida que cada personaje nos lleva a otro. Podríamos decir que se trata de una novela de personajes secundarios cuyas trayectorias vitales se entrecruzan durante un instante y luego se pierden. Una obra sobre el transitar en el mundo de hoy, escrita en el tono inmediato y urgente de la primera persona, con una prosa transparente, de frases cortas y lectura rápida.




¿Qué quería contar cuando empezó a escribir El invernadero?
No estaba muy seguro de lo que quería contar.

Algo tendría en la cabeza
Empecé a escribir sin un verdadero plan, esa es la verdad. Sin una historia definida. Sin una arquitectura. Pero lo cierto es que siempre ha sido así, en todas mis novelas anteriores. Supongo que no sé escribir de otro modo. Solo tenía el principio, la voz del narrador.

¿Qué voz era esa?
La voz de alguien que se aleja de su ciudad, de su país, de su zona de seguridad, básicamente eso. Para mí, lo más importante al comenzar cada nueva novela es encontrar esa voz del narrador, el tono en el que habla. Encontrarlo y mantenerlo. Es como cuando empiezas un poema: solo tienes un verso, un comienzo, pero en ese verso inicial está el germen o el motor de todo lo que va a venir después.

O sea, que no sabía la historia que al final acabaría saliéndole.
Exacto. Para eso me pongo a escribir, creo. En realidad no sé para qué me pongo a escribir, pero me gusta pensar que es para eso: para descubrir esa historia, para ver qué encuentro y a dónde llego. Es como una búsqueda, como un viaje.

De hecho, ¿no podría decirse que El invernadero es precisamente la historia de una búsqueda?
Bueno, sí. Me parece que eso describe bastante bien la espina dorsal de la novela. En el origen hay una búsqueda. Es la historia de un hombre que necesita aunque solo sea temporalmente salir de su rutina, de su entorno, de lo que se supone que conforma su mundo. La excusa es que va a buscar a un viejo amigo, o lo que queda de él. La historia es una historia contemporánea de cierta intriga y está ambientada en el Berlín actual.

O sea, que no hay elfos
Es cierto, siempre suelo decir eso: no hay elfos. Ni zombies. Ni crímenes de psicópatas. Es una pena. Yo mismo lo lamento a veces, pero soy incapaz de hacer ese tipo de literatura fantástica tan en boga hoy en día.

¿Por qué en Berlín?
Me atraían dos cosas de Berlín: por una parte, el hecho de que es un lugar que conozco solo muy superficialmente, y por otra, el frío. La novela dura lo que dura el invierno. Me interesaba que ese fuera el fondo. Me interesaba que fuera una novela de invierno porque creía que eso le iba a venir bien tanto al ritmo de la historia como a mi estilo narrativo. Quería que la novela funcionara como una nevada: contenida y pausada en sus aspectos formales, pero en la que poco a poco se va acumulando una sensación de peso y extrañeza.

¿Pero, por qué situar la historia en un  lugar que no conoce bien?
Lo bueno de eso es que así te remites a lo esencial. Cuando conoces demasiado bien un lugar, pierdes la capacidad de "verlo" con ojos nuevos. Berlín se ha convertido en una especie de símbolo europeo, es un nudo, una confluencia de ideas, memoria y emociones colectivas muy diversas. Me interesaba eso. Y el hecho de que había estado recientemente en el Prenzlauer Berg, la zona en la que ocurren los hechos.

Abre el libro con una cita de Max Frisch
Sí. Hay tres o cuatro momentos de la novela en los que se pueden encontrar pequeños homenajes a la obra del gran Max Frisch. En particular a Montauk, una novela breve, escrita en 1975, que me resulta especialmente honesta y que me parece que incluso para su autor tuvo que resultar en aquella época un hallazgo sorprendente.

La cita dice: “Un anhelo de gente nueva para quienes uno mismo sería también desconocido”.
Claro. De hecho, la novela iba a titularse Gente nueva. “Hay que coger aire en lo ajeno”, esta frase aparece en la novela, creo. Y en gran medida, en un sentido profundo, va de eso: de la necesidad de salir de lo propio, de lo identitario y mezclarse con lo ajeno, con lo diferente.

Entonces, ¿por qué se titula El invernadero?
Me gustó la palabra. Me gustó cómo sonaba, lo que sugiere: la atmósfera cerrada. Hay un invernadero que alberga a un personaje especial para la trama. Por otro lado, la novela (como ya he dicho antes), dura lo que dura un invierno; empieza poco antes de navidad y acaba a finales de marzo. Es como un tiempo entre paréntesis.

Creo recordar que en alguna parte usted ha dicho que busca la claridad y que huye de toda retórica.
Bueno, sí. Supongo que no siempre ha sido así.    A ciertas edades uno tiende a ponerse enfático. Es natural. Pero acabas aburriéndote de eso. La solemnidad suele ser un poco pesada y yo quería hacer una novela que fuera todo lo contrario a pesada. Luego, además, hay una cosa que inevitablemente ocurre: la vida te acaba enseñando a no tomarte demasiado en serio. En esta novela he tratado de huir del exceso de literatura. Para mí lo más importante es encontrar el tono: un tono creíble. Y mantenerlo hasta el final.
           
¿A qué se refiere cuando habla del tono?
Al tono de la voz, ya sabes. “La voz es el alma”, decía Aristóteles. Para un escritor, el tono de voz lo es todo. Escucha a ese tipo que te habla: en su tono de voz puedes percibir de inmediato si te habla con respeto o no. Si te trata como a una persona inteligente o te trata de imbécil. O te habla como a un niño. Si pretende asustarte, sorpren-derte, contarte una bobada inverosímil. Por otra parte, en la mayoría de los casos el lector se da cuenta con bastante rapidez si un libro está escrito para él o no lo está.

Siempre escribe todas sus novelas en primera persona, ¿por qué?
Tiene algo que ver con lo anterior, creo. Quizá no acaben de ser perfectas novelas. El yo en la narrativa es cosa del siglo XX y pretende ser una aproximación a la apariencia de verdad. Se supone que el narrador que habla en primera persona no inventa, cuenta lo que ve. Más que contar un cuento parece que esté dando un testimonio, no solo de lo que le rodea sino también de sí mismo: de sus propias experiencias y reflexiones. De hecho, la mayor parte del material de esta novela esta sacado de historias reales de gente más o menos cercana a mí. Lo que pasa es que al final todo es ficción. Adoptas unas posición, un punto de vista y un tono de voz, y acto seguido eliges los detalles que prefieres destacar. Al final se trata de hacer una obra que tenga alma o algo así. Como  una melodía. Quieres que tenga algo tuyo.

Diga algo de la novela que pueda animar a los posibles lectores.

No sé, es una novela sencilla: mejor no intentar decir cosas demasiado ambiciosas sobre ella. Creo que se lee con facilidad y eso ya es algo. Se puede leer en un fin de semana. Por otro lado, como decía, trata del mundo real y de las cosas que les están pasando o pueden pasarles a las personas de hoy en día. Es una historia compuesta de muchas pequeñas historias cruzadas.


lunes, 12 de diciembre de 2016

Reseña de A LA SOMBRA DE LOS ANDES de Isuko Larrinaga en Culturamas

Por Ricardo Martínez Llorca

A la sombra de los Andes (viaje en bicicleta por Sudamérica)
Isusko Larringa Basarrate
Baile del sol
Tenerife, 2016
130 páginas

Se pedalea despacio. A no ser que estemos hablando de una contrarreloj o cualquier otra carrera. Se narra deprisa. Porque se narra lo que se pedalea. Y cada ciclo son seis vueltas al engranaje de los platos y los piñones.
En la primera vuelta, Isusko Larringa Basarrate relata lo que supone el cicloturismo como actividad física. El sufrimiento del huracán o el gozoso roce de la brisa. El sudor, los momentos de anemia, la plenitud de saberse libre.
En la segunda, Isusko se detiene en la recompensa del viaje en bicicleta, en el que ve, huele y escucha el paisaje sin barreras. Sobre la bicicleta, uno es su propia carrocería.
A continuación, nos vamos encontrando con la gente. O con la gente con la que merece la pena encontrarse: viajeros curiosos, buscavidas, los que le ayudan como forma natural de hacer las cosas.
En la cuarta vuelta, surge una cuestión clave a resolver en un viaje en que nada hay organizado y las guías sirven de poca ayuda: ¿cómo voy a pasar esta noche? La tienda de campaña, dormir al raso, los porches de las iglesias, algún hostal y la ayuda, otra vez, de gente de bien le salen al encuentro.
Y luego está la tribu propia. Los otros cicloturistas. Gente de muy variado pelaje pero con una única motivación: el virus del cicloturismo. Como él, recorren en canal América. Algunos vienen desde Alaska. Él parte de Ushuaia y su determinación es arribar a Cartagena de Indias.
Y por último, la sexta vuelta de pedal, son las anécdotas propias de los lugares por los que transita. Qué tipo de gente opta por la vida solitaria en la Patagonia chilena, o quiénes son esos bomberos que le acogen noche tras noche, o el bebedor que terminará robando, o el sacerdote, el vividor y las leyendas y la historia. Y también la breve descripción de la aldea o la ciudad.
Así es como transcurre este A la sombra de los Andes, sin apenas permitirnos respirar. Lo leemos casi sin resuello. Isusko Larringa Basarrate elimina cualquier accesorio literario y deja su relato en los huesos. Es como si reprodujera una revisión de los apuntes de su carrera hacia el norte. Con frases breves, para no confundirse, y un lenguaje muy directo. Recurriendo a la frase hecha para no complicarse. Describiendo a la gente con dos pinceladas. El efecto que consigue es que los acontecimientos sucedan sin descanso. La frescura con que se lee el libro contrasta con una duda inevitable que jamás se expone, pero que deducimos, sobre todo, de sus encuentros con la gente de la tribu: ¿estaré siendo egoísta?
Lo cierto es que todos somos egoístas cuando soñamos. Pero no siempre cuando realizamos nuestros sueños. Ser un soñador y practicarlo sin que a los demás les duela es, en cualquier caso, una forma de vida no solo lícita, sino que, además, es una forma de vivir. Y eso es mucho en un planeta donde tanta gente elige no tener atributos. Para aquellos que no puedan, siempre nos queda la suerte de hacer realidad nuestros sueños a través de los otros. Esa es la primera vuelta de pedales y piñones de la literatura, del cine, del relato.


jueves, 8 de diciembre de 2016

Reseá de LA CASA SIN VENTANAS, de Alberto García-Teresa en LaRepúblicaCultural.es

La casa sin ventanas, de Alberto García-Teresa

Asomarse al interior y abrirnos paso

por Julio Castro // La República Cultural

En su tema Ventanas, el cantautor Antonio de Pinto dice “¿Detrás de que ventana está el paisaje que pintamos, / qué tipo de astronave nos conducirá hasta allí? / ¿En qué escalón se llegará a echar los sueños a vivir?”. Y es que Antonio imagina una casa repleta de ventanas entre las que busca el exterior. En cambio, Alberto García-Teresa, en su poemario publicado en la editorial Baile del Sol, viene a hablar de esa parte de la construcción en la que no hay ventanas.
El poeta madrileño, siempre preocupado por ese “yo” interior de cada autor, no puede evitar en su poética reflejar esa misma relación, y aprovecha esta colección de textos poéticos para mostrarse, para enseñar recovecos intrínsecos a su naturaleza exploratoria, en la que se mira o se piensa, a la vez que se analiza. Pero hace sus pequeñas trampas, porque cuando habla del interior de su casa, en algún lugar se abre a comparar, ya que no cabe otra manera de describir ese espacio, sin haber echado primero al entorno que le rodea “¿Dónde queda el otro? / ¿Dónde nosotros mismos / en la casa sin ventanas?”. Sin embargo, y aunque abre pequeñas espitas al interior de otros exteriores, no deja de subrayar cada poco a quién pertenece la estructura de esta casa “En la casa sin ventanas / no hay agua corriente. / Nos lavamos perpetuamente / con los restos de nuestras escamas. / Nuestro pozo es nuestra historia”.
El conjunto de textos que presenta Alberto García-Teresa refleja la parte exterior de su interior, y se recoge en una secuencia que, pareciendo desordenada, es fruto de una línea concienzuda, que refleja tiempos, crecimientos, temas, en los que evoluciona hacia un punto, pero de manera espiral, regresando una y otra vez a la puntualización de cuestiones que no quiere dejar de subrayar, como ese pretendido aislamiento total del “yo” “El exterior / son píxeles / y líneas mecanoscritas / en la casa sin ventanas”. En el recorrido del texto, percibo la sensación de encontrarme en los círculos de la Divina Commedia de Dante, como si el trayecto fuese un ascenso de sanación o de liberación paralela, en la que no puede abandonar las referencias a la parte social, incluso señalando a su casa “Sin ventanas… / pero con alambradas, / con puertas de seguridad, / con tarjetas de vigilancia, / controles de paso / de visado, / vallas, espacios de internamiento, / antesalas de la expulsión, / patrullas en los soportales / pasaportes electrificados. / Casa sin ventanas: / fortaleza para los de fuera; / cárcel para los de dentro”, y vuelve a referirse a un exterior que, aún quedando aislado, no es ignoto, luego hay conexión.
Las salidas de emergencia / de la casa sin ventanas / siempre señalan / al piso de arriba”, y nos va ofreciendo un punto de enganche hacia el final, donde parece que ya hay hueco para la geografía de intrusos, aunque siempre desde la negación de la presencia “La sorpresa ha desaparecido del diálogo / Las conversaciones se reducen / a quién arregla las camas / o el grado exacto de temperatura de la leche […]” y sigue hablando de diálogos, más bien debates, pero de diálogos consigo mismo frente a nada o dentro de la casa.
Una tarde de presentaciones literarias diversas, le planto el libro delante para una dedicatoria. Pausadamente busca en su bolsa, saca un estuche del que extrae lápices de colores. Unos quince o veinte minutos más tarde, me lo devuelve, y las dos primeras páginas del libro tienen ya su muro, donde no ha podido resistir la tentación de romper los ladrillos para abrir la ventana al exterior.
Alberto García-Teresa, que nos advertía de que saldría a comerse El mundo a dentelladas, y que aborda la poesía como parte inseparable de una vida de lucha desde su literatura y sus contornos, ahora se atreve a mostrar ese interior profundo que contiene la casa desde la que habla e imagina verse. Entre los textos que he leído de Alberto, es de los más interesantes, algo inquietante, pero a la vez sanador de una mirada infinita al interior. Basado en la introspección que parece marcarle en su análisis, no deja de mostrar el lado divertido de ciertas situaciones internas, a la vez que apunta algunos horrores del intelecto. Hay evolución, análisis, deterioro, seguramente muerte, pero hay un concepto encerrado en esa casa que provoca respirar al exterior de una manera más libre, abierta hacia la vida que aguarda en la salida del piso de arriba, que deja al propio autor expuesto a sus lector@s


Publicado el Martes 6 de diciembre de 2016


martes, 6 de diciembre de 2016

Reseña de LOS ARTISTAS, de Javier Cánaves en el blog El Fescambre








martes, 29 de noviembre de 2016

Adicción al vértigo


En Ávidas pretensiones (2014), una divertida novela de Fernando Aramburu, hay un episodio en el que uno de los personajes, poeta atrabiliario, para más señas, trata de poner la verdadera distancia entre la poesía y la novela con la siguiente argumentación: “Para que el poema obre un efecto poético es indispensable que el lector lo asuma como propio. Si no, no funciona. Ocurre al revés que con las novelas. En ellas el lector puede a lo sumo identificarse con las figuras de ficción, en modo alguno asumir directamente la experiencia de estas. Te puedes reír de don Quijote, pero nunca serás el manchego que sale al campo de aquella época lejana vestido con unas latas de caballero andante. O puedes apenarte de Anna Karenina cuando se tira al tren, pero en todos los casos eres el espectador de una historia, conmovido o no, ese es otro asunto”.

Pero, ¿qué ocurre cuando el lector tiene entre sus manos una historia introspectiva, una narración poética de alguien que expone su propia biografía para sacudirse de aquello que lo abrasa y ahoga? Quizá ya no baste apenarte, como lo hiciste con la heroína rusa, ni tampoco compadecerte, como sobrellevaste las desventuras del caballero andante. Los artistas (Ediciones Baile del Sol, 2011) del poeta Javier Cánaves (Palma de Mallorca, 1973) es una novela sentimental y existencialista, con mucha carga lírica, que rompe en buena medida esa línea determinante que postula el personaje de la novela citada del escritor donostiarra.

En esa intersección, Julio Cantallops, el protagonista de la historia de Cánaves, explora la trastienda de sus vicisitudes: necesidad de huida, apagones creativos, malestar o fracasos amorosos... La voz del narrador en segunda persona, opresiva y propensa al recuerdo le interpela incesantemente sobre su inconsistencia artística, a pesar de haber conseguido algunos premios en varios certámenes literarios, pero también se invoca permanentemente al lector, no solo como confidente, sino como si fuera miembro de un jurado popular que examinara un caso.

A veces ocurre que llegar tarde a la lectura de un libro publicado hace tiempo y enlazar la reseña de dicho libro con una cita, escrita con posterioridad, para engarzarla en la misma, pudiera parecer un contratiempo, pero el azar propicia caprichosamente estos hallazgos que favorecen inopinadamente la perspectiva de lo que uno desea expresar sobre lo último que acaba de leer, especialmente, cuando obtiene suficientes réditos del mismo. El resultado para el lector no es otro que verse involucrado activamente en la encrucijada vital que propone el artista. En esta ocasión, Cánaves lo logra gracias a su prosa poética y al despliegue que hace de voces narrativas que vivifican la historia de su personaje, un ser apesadumbrado que no cesa de cuestionar el sentido de su existencia y la valía de su obra.

Hay capítulos, los más breves, narrados en primera persona por boca de Samantha Roten, una de las mujeres que Cantallops conoce en uno de los bares de copas que frecuenta. Los otros capítulos, trazados en forma de diario, sostienen al personaje en un estado de vigilia sobre la situación crítica que atraviesa su autoestima creativa. Aparecen también varios artículos que el personaje ha publicado en el periódico local, así como algún poema. Toda esta cadena de recursos literarios parecen anunciarnos un desenlace que invita a pensar hasta dónde será capaz el protagonista de aguantar y si resarcirá su incompleta trayectoria o asumirá directamente su propio descrédito.

Javier Cánaves ha escrito una historia que no se asienta en la impostura del mundo artístico, y eso no quita para que aparezca alguna mácula de artificiosidad en algunas opiniones de sus protagonistas. Pero debemos disculparla, habida cuenta de que son expresadas cuando el alcohol se hace dueño del desencanto que ellos mismos se brindan, y el autor no repara en evitarlo, dejando actuar como cree que debería hacerlo cada personaje cuando interviene.

Los artistas es un libro breve, lírico e intenso, una estupenda novela que tiene puestas las bisagras narrativas en la autoficción y sus goznes literarios en la difícil tarea de la creación artística y su reconocimiento. La adicción a ese vértigo conlleva incluso quemarse gozosamente.

Publicado por Jimy Ruiz Vega en 12:12:00


domingo, 4 de diciembre de 2016

Reseña de EXPLICACIÓN DE LA NOCHE de Edem Awumey en Afribuku

El exilio y la imposibilidad de ahuyentar los fantasmas del pasado

Alejandro de los Santos29 noviembre, 2016
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¿Cómo ahuyentar los fantasmas del pasado ante la ferocidad de una dictadura? Esto es lo que narra la novela Explicación de la noche del escritor togolés Edem Awumey, publicada en español este mismo año por la editorial Baile del SolEl exilio en tierras lejanas ante el impedimento de vivir en la tierra de origen se encuentra en el centro de esta obra, la quinta novela del autor, segunda traducida por la editorial canaria después de Los pies sucios.
Ito Baraka, el protagonista, trata de escribir una novela antes de morir en la que rememora la brutalidad de la tiranía que mal gobernaba su país, los días vividos entre la tortura y el cautiverio de la cárcel y la posterior huida hacia la irremediable opción del refugio en otro lugar que le permita continuar existiendo. Ito se ahoga a diario en vasos cargados de alcohol, que emborrachan el desasosiego que le asalta por haber abandonado su patria y por desconocer el devenir de sus compañeros de la universidad. Con ellos montaría una versión particular de la obra Fin de Partida de Samuel Beckett. En el texto del dramaturgo irlandés encuentran juntos las mismas caras y las mismas actitudes de los despojos sociales con los que tropiezan cada día en las calles de una capital del África tropical. Él y el grupo de actores principiantes deciden imprimir octavillas que esparcen por diferentes rincones de la ciudad con mensajes sacados directamente de la obra de Becket: “Nuestra tierra está minada por la estupidez y mancillada de sangre. De nuestro agujero se puede salir”, decía uno de los textos. Por semejante acción Ito es encarcelado y sometido a monstruosos episodios de tortura.
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Durante ese tiempo, Ito Baraka sofoca su desazón conversando con Koli Lem, un ciego con quien comparte celda. Durante la noche, mientras los guardias sucumben ante los efectos del alcohol, Koli le pide a Ito que le lea a los clásicos de la literatura universal. A Koli le faltan los ojos, a Ito la luz. El anciano se hace con un candil de la cocina y todas las noches recorren juntos una y otra vez las páginas de El maestro y MargaritaCien años de soledad, Todo se desmorona, El tambor de hojalata, Rayuela o El ruido y la furia. La literatura funciona como catarsis en todo momento, es el bálsamo que atenúa el dolor de las palizas, las páginas que explican la noche de los desaventurados que son tratados como ratas por aspirar a un futuro más libre.
El relato de Awumey deja pocos resquicios de luz para la esperanza. La narración es cruda, a semejanza de la vida que depara a quien se ve forzado a rehacer su vida en Canadá, en un entorno hostil dominado por el frío. El alcohol y la marihuana son dos válvulas de escape a las que recurre para escapar de los momentos de lucidez, para anestesiar el desaliento de quien parte sin billete de vuelta. La literatura, la escritura y la lectura de sus relatos le hacen sentirse más cerca de un mundo que puede contar porque un día pudo escapar. Ni si quiera la lealtad que muestra Kimi, mujer indígena abocada a la marginalidad, alivian los momentos de mayor ansiedad. Su compañera comparte igualmente el destierro dentro de una nación que se viste de multicultural pero que, al mismo tiempo, empuja con sordina a la separación de las familias indígenas y a la pérdida de referentes al llegar a la gran ciudad. Nos encontramos pues con dos exiliados internos que, pese al abuso de drogas y el sufrimiento, se consuelan con la simple compañía.
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“El exiliado, ese ser devorado por la historia… una historia cruenta. Ese desconocido. Ese ser que no tiene lugar en el mundo, ni geográfico, ni político, ni social, ni ontológico”, escribió María Zambrano, exiliada durante medio siglo fuera de España. Y  esa idea del ser engullido por la historia es la que prevalece en Explicación de la noche y en otras novelas sobre el exilio. Incluso enfrentándonos a situaciones de exilio diferentes se llega automáticamente a la misma conclusión. Podemos comparar a Ito Baraka con Emilia, protagonista de la novela Purgatorio del argentino Tomás Eloy Martínez, una mujer que después de 40 años de la desaparición de su marido, durante la dictadura de Videla, es incapaz de aceptar la muerte de su esposo, lo busca por diferentes países e imagina encontrarlo, lo siente en el cuerpo de otras personas. Ella exhala ilusión y esperanza, mientras que en Baraka sucede todo lo contrario. Pero, al fin y al cabo, estos dos personajes contrapuestos están marcados a sangre y fuego por la tiranía de las dictaduras, la desaparición y el exilio, interior o no.
Merece una especial mención la excelente traducción de Iballa López Hernández, quien hace de la lectura de Explicación de la noche un verdadero placer. Ya decía Édouard Glissant que la traducción es el arte de la aproximación, del encuentro con el Otro, que en este caso se daría con el propio autor. Fuera de calcos innecesarios, López Hernández interpreta el texto con una marcada personalidad, concertando un verdadero encuentro sobre el papel con el propio Awumey. Para un lector habituado a la lectura en la lengua original, la traducción siempre siembra una duda de la fidelidad en cuanto al texto original, el miedo a la pérdida de matices y del estilo del autor. Sin embargo, la riqueza de léxico empleada por la traductora hace que la lectura fluya y la obra de Awumey se convierta en una lectura obligada para los amantes de una literatura más que necesaria.
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explicacion-noche-libros-prohibidosPublicado por la editorial Baile del Sol
Colección África, 2015
170 páginas
Precio: 12 €

viernes, 2 de diciembre de 2016

Reseña de CÓMEME, de Agnés Desarthe en Acantilados de papel

Cómeme, de Agnés Desarthe (Reseña nº 792)


Agnés Desarthe
Cómeme
Baile del Sol Ediciones, 2016


La contraportada de esta novela nos dice que no nos dejemos engañar por la sinopsis, pues Cómeme no es una novela amable. Y no lo es en tanto iremos descubriendo, entre recetas, platos y comandas, a Myriam, quien considera que su vida no guarda la proporción debida y nunca está a la altura de lo que decide hacer.

Ella, nómada de la vida durante los últimos seis años, decide abrir un restaurante, al que pondrá por nombre Mi Casa, y ese nombre le sienta, a su local, como anillo al dedo. Y será, a partir de ese momento, aunque todos los indicios apuntan al más catasatrófico desastre, cuando su vida comience a cambiar. Ella, que en el pasado se preguntó cuándo descubrió que era necesario esforzarse mucho antes de seguir viviendo. Simplemente viviendo, se decía. Ella, que siempre se había figurado que la existencia tenía forma de montaña, veía como la apertura de Mi Casa se convertía en un Col du Tourmalet al que pretendía coronar con una bicicleta de ruedas pinchadas.

Todos tenemos un pasado, y el de Myriam esconde zonas muy oscuras, que el lector irá descubriendo a lo largo de la narración, y conozca a Vincent, el vecino de la floristería; a Simone y Hannah, dos clientas, quienes le presentarán a Ben, el mejor camarero de París, después vendrá un personaje de su pasado por el circo: Ali Slimane. Y Bárbara y… será otro personaje, al que lleva seis años sin ver, desde la falta de la cual se declara única culpable, el que termine de dar sentido al cambio que se ha ido produciendo en ella entre carnes, verduras y pescado, entre recetas, entre sus trampas al juego de las siete familias, en sus esfuerzos de transcategorización, porque hace lo que piensa que los alimentos esperan de ella.

Como os digo, la autora, nos depara un final posiblemente inesperado, en un libro de agradable lectura, que combina los sabores y olores de la cocina, con la literatura, la poesía, cierto humor, el sabor agrio del dolor y una búsqueda del motivo de la vida. 

Francisco Javier Illán Vivas


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