lunes, 14 de febrero de 2022

NOS TRASLADAMOS

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jueves, 13 de enero de 2022

Reseña de HORMIGAS EN LA LENGUA, de Lena Yau en Letralia

 CRÓNICAS DEL OLVIDO

Hormigas en la lengua

 
lunes 26 de octubre de 2015

Hormigas en la lengua
Lena Yau


En este libro hay mucha invención, poca revelación. Hay experiencias. Hay instantes. Hay voces que acaparan las páginas. Propias y ajenas. Pérdidas y encuentros. Páginas que hablan e intercambian tonos. Es una agenda donde caben muchas historias. Entonces es un libro de historias fragmentadas. De tendencias y tentaciones. Quien lo lee hace un largo recorrido por versos que se reproducen y por una prosa que se mueve y se hace detención, que se estaciona en medio de un diálogo, en la intemporalidad de dos o más sujetos que recorren un largo trecho.

“Para comenzar tuve que encontrar mi nombre”, dice la voz que luego se hace muchas voces en un coro polifónico.

Es la vida de un grupo de imágenes, porque los personajes, sus voces, son recurrentes. Son personajes que se asoman. Se miran con la emergencia de un tiempo que logra estancarse en quien viaja por todo el libro, desde el comienzo hasta el final.

Por eso,

Cada palabra descubierta / duraba lo justo / para conducirme / a otra / y otra / y otra / Buscar mi nombre.

Y en la búsqueda, una larga travesía entre curiosidades, prohibiciones, inocentes libertades y escarceos infantiles con nombre propio:

Pina Chica recolecta las puntas partidas de los creyones.

El colegio de monjas es una marca. Pero también la familia, algunos amigos de aquellos años que aún suenan en los versos y la prosa hechos puerta de acceso a la madurez.

 

2

¿Qué nos sugiere el título de este libro? ¿Qué sensación se experimenta cuando se nos llena la boca de hormigas? ¿Son palabras, sabores de palabras, de sonidos, de ecos que vienen desde adentro? La imagen, la metáfora, el recorrido de sensaciones van más allá de la percepción del texto. ¿Relatos y poemas encriptados, convertidos en mensajes públicos sin necesidad de contraseña? Una suerte de trashumancia verbal, una “Caja de poemas” de la que emergen textos/reflejo que son el “Otros” de la autora.

La comida y su preparación: una teoría en la que abundan recuerdos, olores, sabores: la gastronomía como tesis narrativa.

Errante es la voz de quien escribe. Me acerco a “La balada del viejo marinero”, de Coleridge, por la presencia de un personaje esencial que respira en el texto —o en este caso, en el relato que también es poema si se quiere. Por estas líneas se anda y se desanda. En el texto del viejo poeta sajón un personaje surca el mar. Un albatros se hace su compañero, hasta que el navegante se cansa de él y lo mata. Aunque este no es el caso de este libro, quien lo lee siente que alguien se sale de sus hojas e intenta abrirse camino solo.

Este es un libro cuya estructura simula un acto novelesco. La insistencia de la anécdota así lo confirma. La autora nos cuenta una historia (o unas historias) que se desarrolla a través de un discurso en el que narración y diálogos se tejen. Los textos se entrelazan y vertebran a través de una atmósfera no uniforme, aunque hay momentos en que bastan cuatro o cinco líneas para hacer posible el tránsito de un sujeto que luego aparecerá en otro texto con otro rostro. Es decir, este es un libro que goza de una extrema libertad. Quien lo escribió trazó en sus páginas la biografía de un entorno. Deslizó trozos de argumentos, narrativas múltiples, pero también fogonazos en alusión a dibujos que, como afirma Guillermo Sucre, representan una “fragmentación irreparable”, toda vez que nos encontramos con un texto “desensamblado” con la mirada puesta en escenas de nuestra más inquieta modernidad.

El lector se pasea sin tropiezos, pese a la extensión de un poema que parece un cuento o de un cuento que parece un poema. Total: Hormigas en la lengua concita una extrañeza. Nos lleva a preguntas: ¿Somos alguno de los personajes que por allí pasan? ¿Son reales, son ficticios? ¿Es Lena Yau quien se relata para desmantelar la realidad, una realidad? ¿Ficcionaliza para conjurar el nombre que anda buscando? ¿El que ya creemos encontró? ¿Terminamos siendo los lectores los protagonistas?

Los que leemos, los que formamos parte de ciertas claves, como curiosos de estas páginas, entreverados en los cruces y las voces que nombran platos, el pan diario, las lentejas, la empanada gallega, los dulces y las frutas, manjares que crecen con el personaje, con los que prueban las palabras, la sopa, los porotos, los helados, el aroma del trópico en ciertos jugos: la voz de una niña que se hace mujer prorrumpe, se relata donde los platos alcanzan el menú en cada recuerdo.

 

3

La autora ha inventado todo pese a que se siente que ha vivido ese “invento”, su creación. No fue visitada por un ángel que le reveló cada uno de los pasos dados en la escritura de esta obra. No hubo milagro: el texto era el milagro antes de escribirse, porque se cuenta desde la memoria, desde la boca que habla, desde la comodidad del decir diario. Trazar la historia desde tantas perspectivas, desde tantas miradas, lo convierten en un evento que como lectores nos lleva a desdoblarnos. A descansar de una voz para luego retomar el tono de otra. No se agota en ella misma. Texto camaleón: nos disimula como lectores mientras la narradora se desnuda para mostrarnos sin ambages todo el universo de unas biografías. Historias de vida traducidas en literatura, en el espejo de quien no deja de mirarse en las palabras.

Desde el lector, el que se aleja de los sentimientos del autor y sus personajes, hay un trecho que se acorta cuando aparece otra “lectura”: una Addenda et corrigenda, firmada por Jordi Blanes, un invitado sorpresivo. Unos correos electrónicos que participan como parte de la narrativa: la carnavalización de un evento, el uso de lo virtual como herramienta de una estética.

Es un viaje, definitivamente, y como todo viaje en él nos topamos con sorpresas: paisajes, sombras, luces y el mar. Un gran mar que divide la vida, que nos dice de distancias. Lena Yau finalmente agrega para fijar la ruta:

Detrás del Atlántico están las palabras.

Sentimos el rasguño del exilio, del desarraigo, de la ida sin vuelta, del animal que brota lentamente del silencio e irrumpe en la otra tierra que nuevamente habrá de mirar y respirar.

La lengua calla, las hormigas emergen y se convierten en las palabras que ya no le pertenecen.

https://letralia.com/ciudad-letralia/cronicas-del-olvido/2015/10/26/hormigas-en-la-lengua/

miércoles, 12 de enero de 2022

Reseña de NOS TRAGARÁ EL SILENCIO, de Miguel A. Zapata en La Opinión de Málaga

‘Nos tragará el silencio’, la última novela de Miguel A. Zapata, plantea un escenario futurista en el que el estado, transformado en ‘La Hiedra’, ejerce una dictadura no explícita, pero asfixiante

Juan Gaitán

09·01·22 | 07:00 | Actualizado a las 14:23




La distopía es un género que tiene un alto poder adictivo a condición de que esté bien construida. Si alguna vez he afirmado que la ciencia ficción tiende a la arqueología, es indudable que la distopía tiende a ser el periódico de esta mañana. Porque, aunque como afirma el crítico Gregory Claeys, lo primero que evoca la palabra distopía en el imaginario popular son imágenes de ciudades sumergidas, de edificios en ruinas y torres de basura tóxica, la distopía no es exactamente esto (más bien solo es alguno sus posibles escenarios). La naturaleza devastada, el cambio climático, las guerras bacteriológicas y las pandemias alimentan ficciones pobladas de zombis y vampiros que, si bien contienen elementos distópicos, no son distopías en sentido estricto. Una distopía «canónica» debe referirse en última instancia al poder y sus complejos entramados. La distopía ensaya una pintura parcial del futuro a partir de una crítica de elementos reconocibles del presente que proyecta hacia una sociedad imaginativamente materializada. Sociedad alterna que al final resulta ser una metáfora de la sociedad efectiva.

En ‘Nos tragará el silencio’ Miguel Á. Zapata, uno de los narradores españoles más firmes y talentosos, constructor de una obra sin fisuras marcadas por un firme compromiso literario y estético, nos presenta una rigurosa distopía en la que el lector va entrando lentamente en lo que desde el principio sospecha que será una forma de cárcel.

Miguel A. Zapata plantea un mundo inquietantemente reconocible, una mirada inteligentísima, crítica y veraz sobre nuestra sociedad, analizándola en todos sus aspectos. Se podrá reconstruir la sociología de nuestro tiempo con esta novela, especialmente con alguno de sus fragmentos, como ‘Revelaciones II’.

Lo más inquietante que tienen las distopías, como decía, es lo que tienen de retrato. Leyendo esta hipnótica novela uno entiende no que algún día seremos así, sino que ya lo somos, que este libro habla del presente, que es una mirada al espejo, el periódico de esta mañana.

Y si inquietante resulta ese estado que ejerce la opresión con una violencia cortés, con un modo de terror sin amenaza directa, más inquietante resulta, finalmente, comprender que ninguno de los personajes tiene salvación ni futuro, lo que nos lleva de la distopía a la pesadilla, que es, suele ser, otra de las constantes del género.

Nos tragará el silencio
Autor: Miguel A. Zapata
Editorial: Baile del sol
Precio: 22 €

domingo, 9 de enero de 2022

Hablando con ISABEL BONO, de Rodrigo Blanco

Isabel Bono es una poeta y novelista malagueña cuya obra fue mi gran descubrimiento como lector en 2021. En esta conversación, hicimos un repaso azaroso por algunos de sus libros, lo que nos permitió detenernos en la particularidades del proceso creativo, así como echar un vistazo a su vasto, atrayente y plácido mundo interior. Para Isabel Bono, los amigos forman parte fundamental de la vida y de la escritura, por lo que no podíamos dejar de mencionar a algunas de sus amistades que han tenido una influencia decisiva en su quehacer literario, como Antonio Muñoz Quintana o Fernando Luis Chivite.

sábado, 8 de enero de 2022

Sobre ARCHIPIÉLAGO BIDASOA, de Esther Zorrozua en DEIA

Esther Zorrozua: "Los milenials están viviendo un retroceso, como en época de guerras"

LA ESCRITORA Y DOCENTE VIZCAINA ESTHER ZORROZUA PUBLICA SU SÉPTIMA NOVELA, 'ARCHIPIÉLAGO BIDASOA'

06.01.2022 | 00:33
Esther Zorrozua sostiene un ejemplar de su última novela. 

Entre dos crisis, los milenials llevan más de una década tratando de abrirse paso en un precario ámbito laboral que condiciona cada una de sus decisiones vitales, desde el momento idóneo para emanciparse hasta para tener descendencia. El debacle del coronavirus ha apuntalado esta situación que sigue vigente para toda una generación a la que han cambiado las reglas por las que se guiaron los boombers. Esta realidad se plasma en Archipiélago Bidasoa (Baile del sol), séptima novela de la escritora Esther Zorrozua. A través de una mirada intimista, sin analizarlo como fenómeno sociológico, la autora ejemplifica mediante la protagonista principal, Ariana, la incertidumbre que gobierna el futuro inmediato de toda una generación. "Los milenials están viviendo un retroceso, como en época de guerras", asevera la vizcaina.

Esther Zorrozua ya había puesto el punto final a su novela antes del azote de la pandemia. "Todo se ha dilatado muchísimo en el tiempo y el manuscrito ha estado durmiendo en la editorial hasta ahora", explica la escritora, que compagina su labor literaria con la docencia en centros de educación secundaria. "Me suele gustar tener cierta perspectiva, no abordar los temas en el momento en el que están sucediendo. Por eso busco temas amplios, que tiendan a la universalidad", describe la autora, que en su anterior trabajo, Vida secreta del ornitorrinco, trató la censura en relación a la cantidad de asuntos relacionados con la Ley Mordaza que habían saltado a la palestra: las polémicas con el libro Farinha, el rapero Valtònyc o el actor Willy Toledo, entre otros.

En esta ocasión, Zorrozua expone que la situación poco a variado tras la crisis sanitaria en relación al tema central que trata en Archipiélago Bidasoa, donde narra indirectamente aquellos problemas a los que se enfrentan los "jóvenes que ahora tienen entre 25 y 40 años". La aproximación a esta temática ha sido sencilla para la escritora que, además de tener dos hijos que pertenecen a esta generación, ha sido profesora durante cuarenta años y, por lo tanto, ha seguido de cerca la trayectoria de muchos exalumnos. "Estoy viviendo muy de cerca lo que les está costando hacerse un hueco y pelear. Todo está en el alambre, nada es definitivo. No hay manera de hacer un proyecto de vida", considera Zorrozua, quien afirma que todas esas "dificultades para posicionarse en el mundo" afectan tanto al día a día de estos jóvenes que "muchos de ellos van a tener que renunciar a tener hijos".

La escritora emplea una cita de Mario Benedetti –"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas de pronto nos cambiaron las preguntas"– para describir cómo han cambiado las reglas del juego. "A nosotros nos dieron unas herramientas para saber por dónde ir: fórmate y prepárate y tendrás un puesto en la vida, una seguridad. Hemos transmitido lo mismo, pensando que hacíamos lo mejor, y todo se ha ido al garete", expone sobre una generación, la de los milenials, que si bien creció en una época de bonanza económica su contexto ha cambiado completamente. "La historia nos ha enseñado que cada generación supera a la anterior. Esta es la primera que sin haber una guerra no está sucediendo eso, sino todo lo contrario. Es algo que nos desconcierta", añade la autora vizcaina.

INCERTIDUMBRE 

Con ese síndrome de la incertidumbre convive Ariana, la protagonista principal de Archipiélago Bidasoa. "La línea estructural de la novela es un largo viaje en tren, de Bilbao a París. No hay momento de paz ni de calma, todo está en movimiento. Es mi manera de reflejar cómo están viviendo los milenials, no tienen tiempo para detenerse y reflexionar", considera. Así, Ariana, que vive en Bilbao con una pareja con la que no ha conseguido estabilizarse, inicia el viaje con una primera parada en Hendaia, a donde se ve obligada a acudir por el fallecimiento de una hermana como consecuencia de un accidente de tráfico. Paralelamente, Ariana deberá lidiar con tres hombres muy distintos entre sí que no le proporcionan la seguridad que necesita. "¿El problema está en ella? ¿Está en los demás?", pregunta retóricamente la autora. "A partir de ahí suceden una serie de episodios que le llevan a tomar otra vez rumbo al norte para terminar en París con una tía suya, un poco perro verde como ella, poco asentada", explica Zorrozua sobre el argumento de la novela, que tiene un final abierto.

A su juicio, Archipiélago Bidasoa no tiene un enfoque sociológico, sino que va a lo individual. "No es una novela denuncia, sino que es una puesta en escena de una realidad que existe", concreta Zorrozua quien, por otra parte, asevera que en otros momentos históricos también ha habido personas que han tenido que vivir bajo el mismo paradigma. "Pero ahora es una minoría muy numerosa", puntualiza la escritora, quien se recuerda a sí misma ideando historias desde los 8 años. "He escrito siempre, pero he sido muy exigente conmigo misma y he roto mucho. He empezado a publicar muy tarde, no sé si porque ahora me perdono más a mí misma", confiesa esta vizcaina, que ha publicado sus últimas tres novelas con una editorial independiente canaria. A partir de la semana que viene, su séptima novela, repleta de protagonistas conscientes de la contingencia histórica que les ha tocado vivir, estará disponible en las librerías.

"La línea estructural de la novela es un largo viaje en tren, de Bilbao a París. Sin paz ni calma"

 

"No es una novela denuncia, sino que es una puesta en escena de una realidad que existe"

ESTHER ZORROZUA. Escritora 


https://www.deia.eus/cultura/2022/01/06/milenials-viviendo-retroceso-epoca-guerras/1180336.html

viernes, 7 de enero de 2022

Reseña de NOS TRAGARÁ EL SILENCIO, de Miguel A. Zapata en Que la ciudad se acabe pronto




La lectura de Nos tragará el silencio (Baile del sol, 2021) no me ha inspirado una reseña al estilo tradicional, sino una reflexión. Aunque presentado en formato de novela, Miguel Ángel Zapata firma una crítica al sistema actual y proyecta las devastadoras consecuencias futuribles que podría sufrir nuestro estado de bienestar. La libertad no existe, no es un derecho, sino una contraprestación asumida sin posibilidad de réplica. La idea, que es el punto de partida de la tesis, es terrorífica. Zapata no deja detalle sin analizar en una danza dialéctica que nos hace sentir inmersos en un agujero negro, mecidos por un estilo cuidado, excelso y, en ocasiones, asfixiante, pero que se va desenrollando como la espiral de un reloj, abarcando cada vez mayor espacio, con una suerte de fuerza centrífuga, alcanzando una mayor densidad de capas sociales. Lo subterráneo como cárcel, la mayoría de edad concebida como medida de control, un estado que ha alcanzado la autonomía y en el que todo es opaco, en el que se persigue la invisibilidad de las personas a través de la digitalización, donde el error no se justifica, simplemente se asume. Me ha recordado a Kafka y a 1984, también a Tomás Moro (hay una referencia, al final y casi de pasada, a Mein Kampf que me parece de los más acertada). Este libro no es una utopía, ni una distopía, aunque ambas ideas confluyen en él. Tal vez podría encasillarse en la ucronía, como visión alternativa de un estado premonitorio, la narración no recurre a excesos propios de la ficción, sino que se apoya en la extrapolación del presente por la vía del realismo.

Hay algo que nos es familiar en todo momento, un aura casi acogedor y, por lo tanto, inquietante. La narración se derrama en siglas, certificados, divisiones de funcionariados en cadena, un sistema presidiario encubierto y plenamente aceptado como contraprestación a un pacto de bonhomía ciudadana sin fisuras. En esta sociedad que presenta Zapata no existe opción para huir del sistema; ya que este lo acoge todo, te encuentra allá donde estés, desde la producción agrícola hasta el sistema sanitario o el educativo (que es diana de la crítica desde el principio), pues el estado proporciona todos los recursos necesarios a cambio de una desorbitada carga de impuestos. Nada queda al azar. La desaparición de la Historia se produce de manera progresiva, casi imperceptible, mediante la simplificación, eliminación o modificación del contenido de los libros que la contienen (en ocasiones la realidad supera a la ficción). Es una especie de proceso de limpieza, de “regeneración” en la que van desapareciendo piezas del pasado. ¿Hay una referencia indirecta a Fahrenheit 451? No se destruyen los libros, pero se violan, se usan con un fin corrupto, se esclavizan. No se parte de cero, sino que se reciclan para oscurecer el pasado, lo que se me antoja aún más atroz.

La vida es un ciclo marcado, como el recorrido de un hámster, si te sales del circuito vuelves al principio. Siempre hay una casilla de salida a la que volver, en la que recuperar tus derechos y regenerarte. Las familias quedan encadenadas entre sí, nuestros fallos los heredarán nuestros hijos. Zapata apunta hacia la digitalización de nuestra existencia como el mal endémico del siglo XXI, el cual nos dirige hacia una involución social que deriva en una especie de estado soviético moderno, más disimuladamente controlable mediante bases de datos y documentación cifrada por la vía cibernética. Todo puede desaparecer sin dejar rastro. Un aspecto que me ha parecido especialmente interesante es la percepción del funcionario como un soldado al servicio de La Hiedra. Una suerte de lobotomía general, lenta y machacante, tras el que todos acaban por sentirse Hiedra, tallos, ramificaciones, savia… Todos pasamos por el aro, tarde o temprano bajamos al subsuelo por un error burocrático, un desliz propio o por puro desconocimiento. El ciudadano obtiene en La Hiedra lo que ha sembrado por omisión, por agachar la cabeza, por asumir su incapacidad para cambiar las cosas. En el fondo, nuestro silencio siempre tiene un precio y podemos vivir mirando eternamente hacia otro lado.


El libro apunta hacia la digitalización de nuestra existencia como el mal endémico del siglo XXI

No podemos apreciar Nos tragará el silencio como un ejercicio literario al uso, sino como un juego híbrido entre el ensayo y la novela. Una especie de rompecabezas cuyos pedazos dan vueltas en un torbellino. Hay tristeza en este libro. Hay derrota. Lo leo, de hecho, como un llanto interminable de quien intuye la destrucción del mundo tal y como lo conocemos. Ese temor callado que tenemos a que nuestra información esté en la red, digitalizada, hackeable. ¿Es posible que nos puedan robar la vida y que ni siquiera el estado se entere? La respuesta es sí. El estado no es Dios, de hecho ni siquiera existe como tal, es un constructo que fluye, varía, se modifica, una serie de engranajes siempre susceptibles de fallar. La ausencia de partidos políticos lleva al pensamiento único, al adocenamiento, a la dictadura aceptada, al desgaste sutil de la libertad, como el aire erosiona las montañas. Pero hay también una profunda reflexión crítica, económica y social, apoyada en la visión cosmogónica del hombre como mero conducto por el que fluye y sucede su contexto. El contexto es más importante que el hombre. El contexto se ha tragado al hombre. El auténtico protagonista no es quien habla, quien escribe, sino aquello que le rodea. Existe un solo yo, que es La Hiedra. El Hombre ha muerto.


https://laciudadseacaba.com/nos-tragara-el-silencio-de-miguel-angel-zapata/

lunes, 3 de enero de 2022

Reseña de BERLINALE, de Elio Quiroga en El Perseguidor

FUNDIDO EN NEGRO


Eduardo García Rojas/El Perseguidor  

“Los gobiernos son tratados como intrusos en los mercados del cine, siempre ha sido así, porque este es un negocio en el que los inversores privados se juegan mucho dinero, y los Estados, sus burocracias bienintencionadas y sus películas de “arte” no son precisamente bienvenidos. Averiguar eso no requiere de demasiadas neuronas, pero así son las cosas. Nuestro querido gobierno aún no lo sabe, a pesar de que cada año vuelven a España con el rabo entre las piernas”.

(Berlinale, Elio Quiroga, colección Narrativa, Baile del Sol, 2021)




Escritor y cineasta en el que confluye una sorprendente capacidad de adaptación, Berlinale (Baile del Sol, 
2021), su más reciente novela, nos revela también a un autor políticamente incorrecto, que sabe jugar con la sátira sin caer en la parodia.

Berlinale es el relato de una investigación en clave negra y criminal pero con un fondo de chiste. O mejor, de comedia bufa. Hay que saber leer lo subtextos que Quiroga plantea en su nuevo libro y entender con una sonrisa que a veces termina en carcajada que todo cuanto cuenta puede resultar, nos tememos, verdad.

La novela se plantea así como una sátira inteligente no solo sobre el mundo del cine y sus zonas oscuras, que son aquellas en las que se hace negocio, sino por su refrescante tendencia a la provocación primero presentando a un personaje francamente repugnante, y que sin embargo cae bien porque demonios, él mismo es quién nos cuenta la historia; segundo porque sobre todo la parte que da inicio a este enredo de altos vuelos con muertos por en medio, le sirve al escritor y cineasta para criticar cómo nos las gastamos a este lado del Atlántico, Canarias, el tan cacareado archipiélago eje de una tricontinentalidad que más parece un trabalenguas que otra cosa, y el país al que pertenece, esta Expaña nuestra que cada día que amanece, amanece de una manera distinta.

Al margen de los argumentos de los que se sirve el autor para demoler todo lo que encuentra a su alrededor, la farsa de un sistema que ya evidencia signos de caducidad, Berlinale es también una novela policiaca al uso, solo que quien inicia y desarrolla página tras página la investigación es un personaje ruinito, un detective privado, mitad agente del CNI, que busca y rebusca en la capital alemana algo que como pasa en casi todas las grandes novelas del género negro sirve más bien como gancho que otra cosa. En este aspecto, y más allá de la resolución de las diversas tramas que se van desplegando en la novela a medida que se avanza hacia su final, lo mejor de este libro salpicado de referencias cinéfilas, es, precisamente, seguir los pasos de un personaje, Delfino Almeida, llamado a convertirse en socio honorario de ese club que cuenta entre sus miembros con tipos como Eladio Monroy, Mat Fernández, Jeque, Ricardo Blanco y José García Gago, por mencionar solo a sus más ilustres compañeros del archipiélago. Esa rama canaria que ya mira cara a cara a sus compañeros peninsulares sin renunciar a su acento.

Hacía tiempo, y es algo de agradecer, que no leía un libro y mucho menos un libro escrito en estas tierras insulares, con una sonrisa casi perpetua dibujada en los labios. Una sonrisa, cabe añadir, en ocasiones algo inquieta porque los callejones en los que se mete Almeida son tan inescrutables como el caso en el que se mete de cabeza.

El libro, al modo de Sebald pero sin las pretensiones de Sebald, incluye fotografías que ilustran los escenarios en los que se introduce nuestro más que héroe, anti héroe, y cuenta con partes realmente antológicas, sobre todo cuando en ellas se habla de cine, de cine de verdad. Sobre todo el que no supo hablar, el mudo, el silente, ese que aprendió a contar historias sin necesidad de palabras sino de 
imágenes.

Poesía imposible de imaginar hoy, y testimonio de un pasado que pasen los años se antoja si no más interesante sí que más emocionante. Una clave que el propio Elio Quiroga deja en boca de uno de los personajes de la novela, quien aporta además un queja, y es lo poco que nos ha llegado de aquel cine que no supo hablar. No supo o no quiso, mejor dejémoslo, así.

La novela recorre las entretelas de la industria cinematográfica actual en el marco de uno de los festivales de cine europeos más importantes del mundo y bucea en el mercado que confluye en el European Film Market (EFM), lo que aclara un poco más los tiras y aflojas que intervienen en la compra y venta de películas. Toda esta información no es baladí y refuerza los contenidos de una novela que se toma más en serio de lo que parece porque como dejó escrito nuestro admirado Boris Vian, la risa es la única manera que tenemos de tomarnos las cosas en serio.

Una mujer, como ya nos ha acostumbrado la novela policiaca, o la novela que se inspira en la policiaca para contar una historia, tendrá un protagonismo especial a medida que se van desatando algunos de los nudos que Elio Quiroga ha ido dejando amarrados a lo largo de la novela. Una historia que salvo su final, un final que no termina de convence, me revela a un escritor dotado si no para la comedia sí que para la sátira feroz que no necesita de palabras inapropiadas para ridiculizar lo que se quiere ridiculizar.

A la espera de una nueva incursión del escritor y cineasta en las procelosas y oscuras aguas del género, recuerdo que a este hombre más apegado a las incontinencias del fantástico que a reflejar nuestra realidad bajo la mirada de la literatura negra y criminal, cuenta en su haber con la adaptación al cine de la que sigue siendo a mi juicio la mejor novela de Alexis Ravelo, La estrategia del pequinés, y de un puñado de películas y novelas que transitan desde lo terrorífico a la ciencia ficción con -afortunadamente- denominación de origen. Es decir, que pese a sus irregularidades y algún que otro desacierto, ahí detrás late, se percibe y se encuentra un escritor y también un cineasta con estilo y mirada tremendamente personal. Cien por cien Elio Quiroga.