viernes, 30 de enero de 2015

Ramón Betancor: «Quizá el éxito de Dylan o Picasso no fue casual


 
(Foto: Arcadio Suárez.)

Ramón Betancor.
Carmen Delia Aranda  / Las Palmas de Gran Canaria

Las redes sociales nos están inoculando la enfermedad de la popularidad. Un mal que comparte muchos rasgos con la ansiedad por triunfar en el ámbito artístico.  Este es uno de los aspectos que aborda Ramón Betancor en El reino de los suelos, una trilogía de la que acaba de publicar su segunda entrega, avalada por el sorprendente éxito de su primer volumen, Caídos del suelo.
Las redes sociales son un escaparate en el que acabamos convirtiéndonos en productos que lucen sus mejores propiedades. Esta metamorfosis es más intensa en el caso de los creadores, cuya ambición artística les puede empujar a vender su alma por un poco de notoriedad.
Así lo entiende Ramón Betancor (La Palma, 1972), que aborda este tipo de cuestiones en su trilogía El reino de los suelos, cuya segunda parte, Colgados del suelo, se ha publicado recientemente.
Su irrupción en el panorama editorial no fue convencional. Después de llamar a las puertas de varias editoriales con distinta suerte, decidió ponerse manos a la obra y promocionar él mismo su primera novela, Caídos del suelo. «El primer libro, básicamente, es la historia de Mario Rojas. Así que decidí darle vida al personaje. Cree perfiles en redes sociales, mandé su currículum, pidió trabajo... Nadie sabía que era un personaje de novela. Rojas decidió poner su vida a la venta en Internet», comentó el autor, que dio carta de naturaleza a su vástago literario a través de un blog que llegó a tener 15.000 seguidores.
Tras confesar este juego, Betancor publicó la versión digital de Caídos del suelo en Amazon y, en poco tiempo, sumó 3.000 ejemplares vendidos. Fue entonces cuando Baile del Sol le propuso editar su obra en papel. Un debut literario que recibió muchos elogios, entre ellos, los del escritor Juan Cruz.
Las novelas de su saga, que son aparentemente independientes aunque comparten algunos personajes, mezclan algo de fantasía, mucha realidad y grandes dosis de suspense. «La trama trata de un clan internacional que se nutre de los sentimientos, las lágrimas y las risas de la gente de su entorno para hacer obras de arte maravillosas. Son depredadores de almas. Quizá el éxito de Dylan, de Picasso, de Dalí o de Lennon no fue ninguna casualidad», explica este periodista que ha hecho de la escritura su entretenimiento favorito. «Para mí la escritura ha sido un hobby tardío, que ha surgido a los 30 y tantos y que se ha convertido en un proyecto de futuro», comenta el autor que, al contrario que sus personajes, dice, no tiene entre sus principales prioridades el éxito editorial.
En esta segunda novela, donde se intercalan tres narraciones de historias sucedidas en el pasado, el presente y en un mundo paralelo, aparecen diez de sus personajes basados en personas reales. «En la primera novela, el personaje principal se convirtió en una persona real. Ahora, diez personas se convierten en personajes de novela. Van a interpretar el papel que yo les ponga, con sus aspecto y sus rasgos de personalidad. El cásting está orientado a los lectores. Para participar tenían que enviarme una foto con el libro. Es una estrategia de márketing», confiesa Betancor que, sin embargo, opina que la mejor promoción es el boca a boca de los lectores satisfechos .
Presentaciones. En los próximos meses, Betancor prevé presentar su nuevo libro en Gran Canaria, Tenerife, Madrid y Barcelona.
Trayectoria. Aunque tiene varios poemarios inéditos, Betancor solo ha publicado Caídos del suelo y Colgados del suelo. La saga se cerrará con Camino del suelo, que publicará el año que viene.  Actualmente está escribiendo su cuarta novela.
Profesión. Betancor no aspira a vivir de la literatura. Reconoce que en España muy pocos lo han conseguido. «Se puede vivir del entorno de la escritura, de dar talleres, escribir columnas... Me gustaría vivir de eso, pero no es una aspiración, es un sueño», confiesa este periodista, que trabaja en Telenoticias 1 de  Televisión Canaria.

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=363428

jueves, 29 de enero de 2015

Inercia, por Ariadna G. García

Editorial Baile del Sol,  301 páginas. 1ª edición de 2014.

En la Feria del Libro de Madrid de 2014 los editores de Baile del Solconsiguieron que pudiera firmar mi nuevo libro, recién aparecido, –El hombre ajeno- en la caseta de la librería Atticus-Finch, junto aAriadna G. García(Madrid, 1977), que debutaba en la editorial y en el género novelístico conInercia. Ese día de la firma intercambiamos nuestros libros.

Ariadna, hasta la aparición de Inercia, se había dado a conocer en el mundo de la literatura como poeta; cosechando algunos premios importantes como el Hiperión de poesía con Napalm en 2001, o el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández con su poemario La guerra de invierno en 2013. También ha elaborado varias antologías de poesía española, y ha aparecido en más de una.

Ariadna sitúa la acción de Inercia en un futuro cercano, a principios de la segunda década del siglo XXI, en torno a 2023 o 2024; y su escenario principal es el del aeropuerto de Madrid, ampliadas sus zonas de embarque hasta la T7.
Como se presupone que ha de ser la buena ciencia ficción, la novela futurista de Ariadna es una proyección, a una década vista, de los miedos sociales del presente: en la década de 2020 que nos dibuja la autora, España ha vuelto a la peseta, expulsada del euro; el acuerdo de Schengen ha sido revocada y por tanto el tránsito de personas en los aeropuertos está mucho más restringido; y la sanidad y la educación pública del país no parecen ir tampoco por buen camino. En la página 40 podemos leer: “Thais hizo un repaso mental de las transformaciones producidas en España en los últimos años. Unión de los poderes ejecutivo y judicial para ahorrar presupuesto. Instauración de la Tercera República, por cuyo control pugnaban el partido en el gobierno (Partido Socialdemócrata de España) y la oposición (Partido de los Trabajadores). En cualquier caso, ninguno garantizaba la gratuidad de la justicia, pues se había demostrado que esta representaba un negocio lucrativo muy rentable; y el estado necesitaba liquidez para saldar su deuda. Desaparición de las autonomías. Abolición del estado de derecho. Descenso demográfico…”.

Según pude escuchar a Ariadna en la presentación conjunta de las novedades de Baile del Sol que se hizo en la librería El dinosaurio todavía estaba allí de Malasaña, ella trabajó en el aeropuerto de Madrid, y según leo en un epílogo del libro ha estado documentándose durante años para escribir Inercia. La experiencia personal y el estudio, hacen que el conocimiento sobre cómo funciona un aeropuerto sea apabullante: el vocabulario para describir las actividades de policías, guardias de seguridad, controladores de seguridad o maleteros; así como los espacios físicos o las características de los aviones; realmente convencen.

Uno podría esperar que alguien como Ariadna, que hasta ahora ha sido, durante más de una década, principalmente poeta, escriba una primera novela de tono lírico e intimista, donde la acción quede en segundo plano. No ha sido así. Ariadna ha escrito un libro repleto de acción y de prosa precisa y frase escueta (aunque tampoco exenta de juego metafórico). En Inercia nos encontraremos con mafias chinas o albanokosovares, tráfico de drogas o de personas, policías y guardias de seguridad entregados a su tarea o corruptos; siendo la novela un gran mosaico de personajes y caracteres.

En el día en el que transcurre el tiempo de la novela, enInercia tendrán lugar asesinatos a sangre fría, atentados terroristas (o, tal vez ¿venganzas entre mafias por el control de tráfico de drogas y de personas?), asistiremos a estrategias de acoso laboral, a tomas de conciencia morales e incluso al florecimiento de historias de amor.

La novela –además de contar con un prólogo y dos epílogos- está organizada en trece partes, y cada una de ellas está dividida en capítulos, normalmente cortos. Inercia está escrita en tercera persona, pero en algún caso se recurre al diario íntimo. La diversidad de enfoques, al seguir a un gran elenco de personajes, es elevada: asesinos, corruptos, trabajadores que no pueden más, inmigrantes al borde del colapso…

Podría señalar que, sobre todo al comienzo de Inercia, el gran número de personajes que se despliegan sobre el papel hace que uno lea el libro sin tener muy claro hacia dónde se dirigen, perdido en la minuciosa descripción del grandioso escenario en el que se mueven. En algunos casos, la narradora, mediante el recurso de la analepsis, nos habla del pasado de más de un personaje. Pasado que en muchos casos tiene que ver con conflictos internacionales, como la guerra de la ex Yugoslavia, o la precariedad vital de los inmigrantes (chinos o expulsados de una Grecia donde triunfó el fascismo) que desean traspasar las fronteras con la esperanza de tener una vida mejor (en Estados Unidos). Aquí también –en la descripción de la vida en la China industrial o en la Yugoslavia de la guerra- se aprecia el hondo trabajo de documentación.
En la parte número X, la historia se focaliza más sobre Anibal, encargado del control de pasaportes, y podremos conocer, mejor que en el caso de los otros personajes, su pasado (procede de un hogar desestructurado por un padre violento) y sus motivaciones (tiene miedo al cambio y no le gusta comprometerse, aunque en el tiempo de la novela quizás pueda comenzar una prometedora historia de amor). Sus motivaciones psicológicas explicarán su comportamiento antiprofesional (pero ético) de ese día. Me ha parecido que quizás en esta parte número X, Ariadna se ha dejado llevar demasiado por el discurso moral (por el querer señalar qué es lo importante aquí, por si el lector no lo descubre por sí mismo a través de los actos narrados), y éste discurso moral ha preponderado sobre la creación de caracteres, con características morales demasiado remarcadas en el caso de Anibal. Y quizás también el mayor desarrollo de este personaje, transcurridos ya los dos tercios de la novela, quede un tanto descompensado frente al andamiaje que se estaba empleando -de novela coral- hasta ahora.

Teniendo puntos por mejorar, como los señalados, quisiera acabar esta entrada destacando los logros de esta ambiciosa primera novela: lejos de la historia mínima, detenida o intimista que me esperaba leer de una poeta de gran trayectoria, Ariadna se ha lanzado, asumiendo riesgos –y, por tanto, cayéndose a veces- a por todas en su primera novela: ha creado un escenario contundente y original –muy bien descrito- y ha dibujado un marco social muy inquietante, proyectando los miedos del presente sobre la década futura y ha sabido crear una trama que ponía en movimiento a un importante número de personajes.

Es difícil poder pedir más a una primera novela.

miércoles, 28 de enero de 2015

Arquímedes está en el tejado, una paradójica novela histórica de Juan Pardo Vidal


m163Juan Pardo Vidal, narrador y poeta almeriense, se estrena en nuestra editorial con su novela Arquímedes está en el tejado, un relato, con ambientación histórica, que narra las peripecias de un soldado llamado Vinci, que sirve en la guardia del famoso matemático. La acción transcurre en el año 212 a.C., en Siracusa. La influencia de la ciencia, del propio Arquímedes y de su hija convertirán a este soldado en una persona muy diferente a la que era antes de entrar en contacto con ellos.

La novela, bien documentada con la asesoría de la profesora de Historia Antigua de la Universidad de Almería, María Juana López Medina, nos cuenta, por un lado, los últimos nueve meses del asedio a Siracusa por parte del general romano Marcelo y, por otro, la historia de Vinci, un niño raptado en las costas de Cádiz y vendido como esclavo que acaba trabajando en la guardia que protege a Arquímedes.

La biografía de Arquímedes deja suficientes lagunas y misterios para poder novelar lo que de ella no sabemos. Los historiadores romanos coinciden en decir que, a pesar de la orden expresa del general romano Marcelo de capturarlo con vida, Arquímedes murió durante la toma de Siracusa a manos de un legionario romano y que sus últimas y enigmáticas palabras fueron: “No molestéis a mis círculos”. ¿Qué quiso decir Arquímedes con esta última frase?, pues nadie lo sabe a ciencia cierta. Juan Pardo Vidal se atreve a fabular sobre esta y otras muchas incógnitas en un libro cuya estructura se aleja de las novelas históricas convencionales y en la que se permite jugar con múltiples paradojas convirtiendo así su lectura en un emocionante y sorprendente periplo.


juanpardovidalJuan Pardo Vidal (Almería, 1967) es licenciado en Filología Hispánica, educador social en centros de protección de menores de la Junta de Andalucía, columnista, poeta (Poemas de amor a una piedra, La mujer sin brazos, Poesía para insensibles) y, sobre todo, narrador. Como cuentista destacan las colecciones de relatos Tus muertos y 35 maneras de sentirse solo. Con la novela corta La luz de la mesita de noche consiguió un notable éxito de crítica y público. Sus últimas novelas son La memoria de los peces y ARQUÍMIDES ESTÁ EN EL TEJADO.


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martes, 27 de enero de 2015

En busca de las alturas

Inercia. Cubierta

Inercia
Ariadna G. García
Baile del Sol, 2014. Colección “Sitio de fuego”
ISBN: 978-84-942719-5-3
308 páginas
13 €



Luis Manuel Ruiz 
De un tiempo a esta parte, se ha generalizado el uso del término “distopía” para referirse a un subgénero de la ciencia ficción caracterizado por la profecía y el pesimismo. La palabra es una distorsión de otro neologismo venerable que acuñó Thomas More en el siglo XVI, y en el que quiso encerrar la nobleza de aspiraciones de quienes desean vivir en un mundo más cómodo y solidario: “utopía”. La utopía clásica, encarnada en el texto de More (o Moro), y luego en los de Campanella,BaconButlerProudhon, es una obra de esperanza: nuestro mundo es malo, la situación que padecemos resulta difícil de soportar, pero mañana, cuando otros hombres más cabales tomen el control de nuestros asuntos, todo se volverá distinto. Contrariamente, la distopía apuesta por la derrota. El futuro que pintan los referentes fundacionales (HuxleyOrwellBradbury) consiste en un infierno retorcido donde se ahondan y amplifican los males del ahora: hay menos lugar en sus páginas para la confianza que para el aviso. Las recientes conmociones económicas y sociales que ha sufrido el capitalismo explican el éxito que favorece en nuestros días a esta forma de la literatura fantástica; baste reseñar que una antología de textos catastrofistas, Mañana todavía (Fantascy) ha sido uno de los libros más vendidos el año pasado en el ámbito de la ciencia ficción española. Con matices, puede considerarse que Inercia, la novela que reseño hoy, es también una distopía.
Ariadna G. García ha escogido el aeropuerto como metáfora del mundo que quiere denunciar. Una elección de curioso acierto: porque el aeropuerto, ese no-lugar, ese enclave situado en el centro de ninguna parte, donde la gente ya no está, sino que siempre se dirige mucho más lejos, constituye un perfecto reflejo de nuestra posmodernidad líquida. El aeropuerto es la patria del aire, donde, lentamente, se forman las nubes; el portal del espacio aéreo internacional, la tierra de nadie, en que todos podemos ser otra cosa, hacernos a nosotros mismos, sin las rémoras que nos imponen el nombre, la genealogía, el código civil; el aeropuerto es el pasaporte a la libertad, al comienzo de una nueva vida, tal vez plena, que nos depure de los sinsabores y la ceniza de la que llevamos arrastrada hasta este punto. Y sobre pasaportes, precisamente, versa también la parábola de la autora: aeropuerto y pasaportes, la pista de despegue hacia el otro mundo y lo que la bloquea. En un futuro indeterminado pero próximo, que se reconoce sin dificultad, un grupo de personajes intercambiables coinciden en la terminal internacional de Barajas. La España y el planeta Tierra que estos seres habitan son los nuestros pero no son los nuestros: son estos de aquí y ahora deformados por los malos hábitos y el lento declive de la corrupción moral. La ley de inmigración se ha endurecido hasta puntos insoportables, convirtiendo los viajes en un calvario de visados, registros, hologramas; el mercado laboral es una jungla sangrienta, donde pocos pueden conservar intacta la salud de su contrato; la vida en las ciudades, de las que muchos huyen espantados, se ve estrangulada por las tenazas opuestas del vandalismo y el control policial del Estado. Un mundo crepuscular, angosto, que ofrece pocas esperanzas y pocas posibilidades de respirar a gusto: y que motiva que haya tantas personas que busquen las alturas, donde es más abundante el oxígeno.
Inercia es una novela coral, de múltiples personajes. Sobre el escenario de apocalipsis social y político, en el contexto hermético del aeropuerto, las vidas sin cuajar de varios personajes tratan de encontrar definición, de ser del todo, deslizándose bajo la gran máquina del presente que trata de aplastarlos. Un agente de seguridad que se enamora de una compañera de trabajo; un inmigrante ilegal que espera reunirse algún día con su familia; un controlador abrumado por su paso por diversos ETT que estudia en secreto para convertirse en funcionario; unas terroristas alumbradas por un oscuro horizonte; mafiosos, azafatas, camareros. Pequeñas teselas de un mosaico mayor y más rotundo, que se revela a través de los detalles y las esquinas, eludiendo siempre, eso sí, el aleccionamiento directo al lector. La estructura, forzosamente, es quebrada: para seguir la estela de su muchedumbre de criaturas, la autora ha de variar repetidamente el foco de atención y alterar su perspectiva, ofreciéndonos tomas simultáneas, yuxtapuestas, de la sala de almacenes y la cantina, del amor y la indiferencia, la miseria y el heroísmo, el presente negro y el futuro peor.
Ariadna García es mayormente poeta, y esto se muestra a las claras en su primera novela. El cuidado en el idioma, en la elección de adjetivos y la búsqueda de la metáfora apropiada (siempre visual y de una rara contundencia) aportan valor al relato, que no por fantástico o distópico ha de plegarse (ay) a los peores hábitos estilísticos de los subgéneros. Muy al contrario: salpicando sus episodios de ocasionales tonos líricos, García ha conseguido una novela extrañamente emotiva, que horroriza y seduce a la vez, y donde la crudeza turbia de lo que cuenta se ve apaciguada, y aun iluminada, por el brillo de la prosa. Que da gusto leerla, vamos.

lunes, 26 de enero de 2015

«Stoner», de John Williams



William Stoner entró como estudiante en la Universidad de Misuri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años más tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título de Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases. Cuando murió, sus colegas donaron en su memoria un manuscrito medieval a la biblioteca de la Universidad. Este manuscrito aún puede encontrarse en la Colección de Libros Raros, portando la siguiente inscripción: «Donado a la Biblioteca de la Universidad de Misuri, en memoria de William Stoner, Departamento de Inglés. Por sus colegas».

Creo que es una de las mejores cosas que he leído en mucho tiempo, no sabría exactamente decir por qué, es algo desconcertante. No contiene grandes acontecimientos ni grandes momentos de tensión, ni siquiera se apoya en una narración densa y sólida y a simple vista uno podría decir que la novela no deja de caer en lugares comunes, continuamente; todo eso será un error. Quizá no contenga ninguno de esos elementos de forma notoria, y sin embargo llega a un equilibrio asombroso, de manera que todo —y creo que no me arriesgo al hablar así—, todo en esta obra está bien contado, bien situado, todo en ella respira literatura y vida sin abusar de ellas, de hecho sin abusar de nada, si acaso de los fracasos de Stoner. Cuenta con una fuerza maravillosa el drama desapasionado (la nada) de William Stoner, hijo de campesinos de Misuri nacido en 1891 y enviado a estudiar a la reciente Facultad de Agricultura, que abandonará para acabar comprometiéndose con la Literatura y encontrar ahí un reducto de sosiego o algo parecido.

Stoner se mueve, estoico, entre resignaciones y aparentes fracasos, inmerso en una normalidad que no llega a asfixiar, que tiene que ser así, y se conforma y continúa. No hay nada en su vida que pueda ser diferente de la de cualquier otro, y ahí —y en la forma en que es contada, claro— reside, paradójicamente, la grandeza y lucidez de esta historia. Parece que todo lo que ocurre está plagado de mediocridad, de cierta sombra, de cierto abismo que se va superando con la propia marcha: su entrada en la universidad, la relación con algunos compañeros, su conciencia y esfuerzo férreos (no quiero decir románticos), su matrimonio, la relación con su hija, la forma de abordar las clases y de sondearse a sí mismo.
Puede ser una novela sencilla, pero más compleja de lo que pueda parecer, y desagradablemente humana; tanto más cuanto más se acerca a su final.

Y había querido ser profesor, y lo fue, aunque sabía, siempre lo supo, que durante la mayor parte de su vida había sido uno cualquiera. Había soñado con un tipo de integridad, un tipo de pureza cabal, había hallado compromiso y la desviación violenta de la trivialidad. Se le había concedido la sabiduría y al cabo de largos años había encontrado ignorancia. ¿Y qué más?, pensó. ¿Qué más?
¿Qué esperabas?, se preguntó.


Publicado por Ignacio Germán en 13:55

domingo, 25 de enero de 2015




El periodista y escritor palmero Ramón Betancor, que puso a la venta la vida del personaje de su novela en internet, ya tiene en las librerías la obra "Colgados del Suelo", segundo título de su trilogía.
Raúl Gorroño, S/C de Tenerife /EL DÍA



"Colgados del Suelo" es el título del segundo libro de la trilogía "El Reino de los Suelos", ya en las librerías de la mano de Baile del Sol Ediciones, mundo creado por la probada imaginación del periodista y escritor palmero Ramón Betancor (Santa Cruz de La Palma, 1972), que consiguió abrirse camino en el difícil mercado literario con la ayuda de internet.

Este original escritor, cuyo debut literario fue "Caídos del suelo", está considerado uno de los autores revelación de 2014 gracias a la historia que desarrolla uno de sus principales aliados, Mario Rojas, personaje central de su obra de ficción que paseó detalles de su propia existencia por distintas redes sociales como si de una persona real se tratase, donde incluso puso en venta su propia vida, una genial estrategia de marketing que desplegó el propio Betancor.

Al parecer, tras acabar la trilogía, cuya tercera parte en papel se espera que salga en septiembre, se puso en contacto con diversas editoriales españolas para tratar de publicar su trabajo, pero le dieron largas. El destino quiso que decidiera hacerlo por su cuenta.

"Subí la novela en formato digital y me inventé una estrategia de marketing. Le di vida al personaje de la primera novela, Mario Rojas, como si fuera de verdad sin que nadie lo supiera. Le cree una vida virtual en internet, con perfiles en redes sociales, un blog... De repente decidí poner en venta su vida en internet. Él todos los días escribía en su blog contando su vida, el porqué estaba tan triste... Cuando me di cuenta ya estaban siguiéndolo miles de personas en todo el mundo, de donde me llegaban correos electrónicos. Es entonces cuando desvelé todo y subí la novela a Amazon, donde fue una de las que más se vendió en el mundo en formato electrónico durante las primeras semanas de salida".

Este creador, que ya está embarcado en su cuarta novela, ya liberado del yugo de los Suelos, explicó que lo "más curioso de esta historia, aparte de la novela de intriga, es que aborda la trastienda del mundo del arte y algunas dosis de fantasía de personas capaces de alimentarse de los sentimientos de otros para poder crear obras de arte maravillosas. Especula sobre con que de John Lennon, Dalí y todo esa gente no fue una casualidad, sino que hay un Clan internacional con poderes para convertir los sentimientos".

El primer libro, "Caídos del Suelo", cuenta la historia de Mario Rojas, que es un escritor que "conoce este mundo que estoy contando. Es una historia que se puede leer de forma independiente. Ahora empieza el segundo, pero los tres libros giran en torno al mismo tema, los ladrones de sentimientos, de almas, de arte... Son personajes de la primera parte, pero no con los mismos protagonistas. El lector va a tener que ir descifrando, al mismo tiempo que los protagonistas, una serie de jeroglíficos, de claves que les van llevando de un sitio a otro, y que presuntamente podría terminar con este clan mundial y deja la puerta abierta a la tercera entrega".

La trilogía está ambientada en la época actual y localizada en diversos escenarios de Canarias, además de en Madrid, Barcelona y Dublín. "La primera novela transcurre en treinta años. Empieza en 1982 y acaba en 2012. La segunda en un mes del verano de 2012, un día después de terminar la primera. Es mucho más rápida y trepidante. La tercera va a desvelar toda la historia y tiene tres partes. La escrita en negrita es lo que pasó antes de la primera novela y cómo se formó todo este clan de ladrones de almas. La normal es lo que está ocurriendo mientras se averigua ese pasado, y la cursiva es lo que pasa en el Reino de los Suelos, que es un mundo paralelo entre la realidad y la ficción en el que podemos quedar atrapados".

Este fantasioso escritor comentó que Mario Rojas, personaje que no tiene nada de autobiográfico, es canario. "Es una persona entrañable, soñadora, sensible y simpática, pero al mismo tiempo con muchas ganas de triunfar al precio que sea. Deja atrás toda su vida, su familia y sus relaciones con el único objetivo de ser el que más libros va a vender en todo el mundo".

Ramón Betancor, que practica un género literario que denomina "intriga reflexiva", con cierta dosis de aforismos y poesía, aseguró que "nunca me había propuesto escribir y se me han dibujado novelas completas en la cabeza. Tengo claro todo lo que va a pasar. El estilo de la cuarta va a ser similar, una novela de intriga, pero siempre intento que haya partes que inviten a reflexionar o a meterte en el interior de los personajes, que te atrapen".

Con respecto a sus gustos literarios, confesó que "soy de obsesiones cíclicas a la hora de leer. No reconozco ninguna influencia a la hora de escribir. Leo de todo sin ningún tipo de prejuicio y luego escribo lo que me sale".

http://eldia.es/cultura/2015-01-19/11-habia-propuesto-escribir-han-dibujado-novelas-cabeza.htm

viernes, 23 de enero de 2015

La esencia de una educación sentimental: "Divina", de Inma Luna


Inma Luna (Madrid, 1966) es una poeta experimentada que a lo largo de su trayectoria (cinco poemarios en menos de una década), iniciada en 2006 con Nada para cenar ha combinado  una intimidad conflictiva con la atención a una realidad social dura, difícil. En Divina, su sexto libro poético, recorre, con palabra afilada en la que se revela una sensibilidad a flor de piel, su educación sentimental. Una peripecia que, aunque se base en la experiencia del propio sujeto poético, tiene en gran medida un carácter generacional: en ella es reconocible la trayectoria de la mujer en una sociedad marcada por la moral católica y su prolongación “civil”. Mujeres nacidas en los años sesenta formadas, cultural y sentimentalmente, en entornos lastrados por la herencia del franquismo: en la familia, en la escuela, en las relaciones fuera de la casa.

La infancia, el choque entre la ternura inocente de la niña y la brutalidad que no entiende de emociones, de miedos; la perplejidad y el desconcierto ante injusticias acuñadas como  justas, la adolescencia  como tiempo de sumisión, de crecimiento, de culpa, de emociones confrontadas; la juventud y la madurez que desembocan en un matrimonio obligado y en cierto modo inexplicable, la maternidad…. Estaciones de un trayecto que lleva a la soledad y a la desconfianza, a la contemplación del mundo con la lente de un rencor sutil, dolorido, perdurable. Las lecciones recibidas por la mujer que protagoniza Divina forman parte de un catálogo de prohibiciones: negación de lo imaginario, elusión y castigo del deseo, sexualidad oculta y, a la vez, pervertida, difuminación de la carne, de la intuición, destierro de la naturaleza, madre de toda tentación… Todo ello, cruzado por la conciencia de ser de una clase diferente (algo que Luna expresa de modo sintético en el poema “Caína”: "Tenía menos juguetes / y muchas más horquillas en el pelo, / ni una sola flor, / ni una. / Ella era rubia con germen de elegancia. / Envidiaba sus escaleras de madera, / su boca enorme, / sus juguetes", escribe) y por la condena de la pereza y del placer, de todo asomo de hedonismo. La necesidad de sobrevivir en medio tan hostil conduce a la simulación, a la esquizofrenia de la doble personalidad, algo que ha marcado, en buena medida, la condición femenina en nuestra civilización. Es ilustrativo a este respecto el desolador poema “El engaño”:  “Mis padres no han sabido / la clase de hija que tenían, / mi marido ignoraba / de qué se alimentaba su mujer,  / mis hijos desconocen / qué raquítica madre les ha tocado en suerte. / Cumplí perfectamente el cometido / de engañarnos a todos”.

Inma Luna escribe con un lenguaje despojado, directo, pero lleno de sutilezas, impregnado por un temblor emotivo y no carente de chispa lírica: “Vendad la sangre / con una gasa blanca, / dad varias vueltas para aquietar, / si tropezáis con alguna bandada de pájaros / apartaos de ellas”. Su estética tiene cierto paralelismo con la pulsión dolorida de ciertos poemas de la Pizarnik o de Amájtova aunque con menos dosis de metafísica. Su poesía es transparente, nada elusiva, puro esqueleto a veces, y tiene en la realidad y en la vida, en la experiencia de lo cotidiano, su material de partida, su proteína.

Al texto de Inma Luna se añade, en esta edición, el magnífico trabajo de ilustración de Loreto Rodera, lo que convierte el libro en un objeto integral, pura obra de arte, que confiere a los poemas un sentido más hondo, más diversificado y enriquecedor. La imagen al servicio de la poesía. Y viceversa. 

Divina / Inma Luna / Ilustraciones de Loreto Rodera / Baile del Sol. Tenerife, 2014 / 69 pags.  

martes, 20 de enero de 2015

Bailando con Alejandro Palomas: "Lo curioso es que el amor siga existiendo... aunque no haya nadie".

Baile del Sol.- ¿Qué supone Aunque no haya nadie en tu recorrido poético?
Alejandro Palomas.- Supone un paso más. Una porción más de esa voz que voy ampliando a medida que llegan los poemarios. Hay un color distinto en él y también un calor diferente. Me atrevo más. Juego más. Hay más Alejandros sumándose al de los poemarios anteriores.
 
BdS.- La soledad, las ausencias, aparecen de forma evidente en el libro, pero tanto una como las otras parecen llenas de significado, de trascendencia.
A.P.- Para mí la soledad, el trabajo con la soledad lo es todo en todo momento y en toda mi expresión literaria. La ausencia es lo que confiere a la soledad un peso específico, pero no la vertebra. Y yo disfruto de las dos, sumo con las dos, me acerco a mí desde las dos.
 
BdS.- El libro se divide en tres partes: hoy no ha venido nadie, hoy no ha de venir nadie, hoy no vendrá nadie. ¿A qué obedecen estas constataciones?
A.P.- A la intuición. Es un poemario escrito en tiempo real, en tres fases. Quería que la columna vertebral fuera la carencia de presencias, las que hubo, las que hay y las que sin duda habrá porque yo lo elijo así y porque la intuición me dice que es algo que no va a cambiar. Las partes del poemario son pasado, presente y futuro de una observación, no es más -ni menos- que eso.
 
BdS.- Y los hábitos, que también aparecen como un listado en el poemario, ¿qué peso tienen en la vida de un solitario?
A.P.- Los hábitos son un espejo de lo que nos ancla a este plano de realidad, lo que nos define como hombres y mujeres que queremos seguir aquí, viviendo esto, tocando esto. Y a menudo son cárceles que hay que derribar para poder despegar a otros paisajes distintos. Son el miedo.
 
 
 
 
 
BdS.- También se intercala en algunos poemas una suerte de hilo narrativo en el que una pareja aparece en el punto de mira, ¿cuál es el objeto de esta observación poética?
A.P.- No sabría decirte. Es curioso, con el tiempo y con la edad, mi obra poética cada vez está más influenciada por mi obra narrativa y no sé si es tanto así al contrario. Es un poco como lo de los signos del zodíaco: lo de que cuanto mayores nos hacemos, más somos nuestro ascendente y menos nuestro signo. Necesito narrativa en mis poemarios, ese hilo que los une, ese pasar algo mientras la poesía pasa a su vez. Necesito a alguien que oiga lo que digo, que vea lo que veo, pero que lo haga desde dentro, desde las páginas.
 
BdS.-¿La poesía nos ayuda a comprender nuestra manera de vivir o crees que no es ese uno de sus objetivos?
A.P.- La poesía es intimidad, es la expresión de lo que no puede definirse. ¿Comprender? No estoy seguro. A mí me ayuda a conectar, a vibrar, a sintonizar... a oír voces que de otro modo no alcanzo a oír. Quizá sea esa la respuesta a esta pregunta. El objetivo es vibrar. 
 
BdS.- Aunque no haya nadie...
A.P.- Seguimos estando. Y lo curioso es que el amor siga existiendo... aunque no haya nadie.
 
 
 

lunes, 19 de enero de 2015

Ocho cuentos y medio, Javier Morales Ortiz

Epílogo de Gonzalo Calcedo. Baile del Sol, Tegueste (Tenerife), 2014. 104 pp. 9 € 

Pedro M. Domene 

Eso y poco más es lo que interesa: contar historias. Esas que surgen de la realidad inmediata y se traducen en relaciones personales, pese a las insatisfacciones, los fracasos, o la soledad más absoluta, y alguna que otra alegría, aunque eso sí inmersos en los problemas cotidianos que se acercan a una realidad, y se traducen en unas historias que se miran, una y otra vez, en ese espejo que produce la incertidumbre diaria. Y en este sentido se mueve, Ocho cuentos y medio(2014), la nueva apuesta narrativa breve deJavier Morales Ortiz (Plasencia, 1968), que ya se había ejercitado en el género y publicado, La despedida (2008) y Lisboa(2011), dos colecciones que sobresalían por ofrecer la realidad moral de toda una vida y, sobre todo, porque sobre sus personajes recaía o, mejor, se edificaban las historias que giraban en torno a ese divino mundo cotidiano. Autor de profunda tradición chejoviana, a Morales le importa que sus textos contengan abundantes elipsis, y así va dejando el hueco necesario en sus historias para que el lector sea capaz de interpretar y aun más, en ocasiones, de reinterpretar. El narrador arranca de una realidad inmediata como punto de partida, y en ocasiones el resultado de esta resulta tan desolador como dramático porque quizá, como protagonistas únicos, no reflexionamos acerca de la percepción inconsciente del conocimiento de una vida cotidiana. Por otra parte, no encontramos en los relatos de Javier Morales detalles pormenorizados que ofrezcan una idea total de la historia que estamos leyendo, lejos de eso nos enteramos por sus personajes que ellos mismos tienen la decepcionante capacidad de mostrarse superfluos en su actitud vital, como si esa insignificancia fuese una muestra más de este complejo mundo; la mayoría han modificado sus rutinas, y de golpe y porrazo sus vidas dan un giro inesperado y se perfilan así, como incompletos y parece que no hubieran encontrado su camino en esta vida
En las historias de Ocho cuentos y medio se nos habla del profético divorcio de unos padres enmarcado en un final de año decisivo de su vida, o del inocente descubrimiento de la verdad de unos niños, y como a través del “mito de la caverna” dos seres solitarios se conocen, Gladys, una uruguaya, y el narrador, vislumbrado por la vida que esta lleva en el semisótano de un edificio viejo, y de mala construcción; o los problemas laborales que se mezclan con la vida personal, y la vida adolescente que se interrumpe frente a una responsabilidad que atormenta a los dos jóvenes, y ese espacio futuro en blanco sin que podamos discernir qué o debe ocurrir; la absoluta soledad de Bruno, o la cómica o asfixiante situación de una plaga de chinches y su descontaminación que hace aguas una relación de pareja; y el homenaje al maestroChéjov en el que, tal vez, sea el mejor relato de la colección, “Regreso a Sajalín”, el descubrimiento de su protagonista, una joven investigadora canadiense para llegar a Guantánamo, un relato paralelo que descubre y parafrasea la magia del narrador ruso.
Javier Morales concreta sus textos, hasta la expresión mínima, utilizando un lenguaje conciso y eficaz, que redondea con una aparente sencillez que se asemeja a un fogonazo que busca complacer al lector y dejarle el regusto de la buena literatura, un sano concepto de hacer las cosas bien, lejos de una retórica ampulosa que enmaraña las historias sin sentido alguno. Ocho cuentos, y ese medio, a modo de epílogo de Gonzalo Calcedo, o mejor ese relato que, de la mano de un maestro, ensaya en sus textos unas equivocas situaciones en las que todos y cada uno podemos vernos como “Caídos del cielo”.

domingo, 18 de enero de 2015

´El mono en el espejo´, una obra premiada en el Lueiro Rey, se lanza en español desde Tenerife

La obra ganadora del concurso de relatos cortos celebrado en el año 2002 en O Grove es de Xabier López y fue traducida por Marta García
FARO DE VIGO Manuel Méndez O Grove 15.01.2015 | 02:48


El escritor Xabier López López, ganador del premio "Xerais" en el año 2013. // FdV

El Premio Manuel Lueiro Rey de Novela Corta, que organiza anualmente el Concello de O Grove, se ha convertido en una buena plataforma de lanzamiento a nivel autonómico y nacional para muchos autores y sus respectivas obras. Uno de los que han triunfado en este certamen es Xabier López López (Bergondo, 1974), quien logró el primer puesto en el año 2002 con la obra titulada "O mono no espello", y con ella los 3.000 euros correspondientes, además del derecho a ver publicada su obra en la editorial Sotelo Blanco.
Ahora Xabier López vuelve a ser noticia, después de que ese trabajo que le dio el triunfo en O Grove fuera traducido al castellano y editado nuevamente.
Así lo resalta la Rede de Bibliotecas do Grove, que explica que la obra ganadora de la décima edición del Premio Lueiro puede ser leída también en español, una vez traducida por Marta García Seoane para la editorial tinerfeña Baile del Sol.
"¿Nadie ha pensado alguna vez en la suerte de esos niños que se pierden en la playa? El protagonista de este relato, un solitario profesor obsesionado con sus lecturas, obtiene información de primera mano al rescatar de su desamparo a un misterioso pequeño que nadie ha ido a recoger a la caseta de socorrismo con la llegada del crepúsculo". De este modo presenta la empresa editora esta obra de 94 páginas lanzada con el título "El mono en el espejo" a un precio de once euros.
Se trata, apostilla la editorial aludiendo a la obra original, de "una revisión posmoderna del mito del niño-salvaje; 'El mono en el espejo' es una novela que mezcla intriga, humor y la obsesión existencialista por 'la mirada del otro', esa que 'nos deforma y crea de nuevo a cada instante'. Esta fuerza camaleónica, presente en toda la obra de Xabier López López, cala también en la propia atmósfera de la narración: lo que empieza como observación casi costumbrista, cercana incluso al voyeurismo, cobra lentamente un aliento sonámbulo, sofocante, para dibujar poco a poco una geografía fantasmagórica cargada de simbolismo. Sin embargo, en este juego de reflexiones y refracciones, de sombras chinescas, de apariencias, en ese laberinto interior donde soplan de cuando en vez los vientos del surrealismo y del absurdo, se hace reconocible una realidad próxima y desalentadora".
Y terminan diciendo que esta novela "no es tan solo un relato a medio camino entre lo fantástico y lo alegórico, el reencuentro con nuestro yo más oculto, sino una desesperada y por veces sarcástica disección de esa crisálida que el hombre de hoy ha tejido a su alrededor para preservarse de la derrota y la soledad".

El escritor Xesús Alonso Montero, miembro del jurado del Premio Lueiro, ya destacaba en 2002, cuando se entregó el cheque al autor, que "O mono no espello" era una novela de inspiración fantástica que presentaba "una revisión posmoderna del mito del niño salvaje".

jueves, 15 de enero de 2015


El mono en el espejo
Xabier López López
Traducción de Marta García Seoane
Ediciones de Baile del Sol, Tenerife, 2014, 90 páginas

   Tuve la oportunidad de leer el original gallego de esta novela breve de Xabier López López en el año 2002. La releí ya editada y como ganadora del Premio Manuel Lueiro Rey de Novela Curta 2002, al año siguiente. Y tengo ahora el placer de acercarme a la versión española y sigo pensando que El mono en el espejo es una pieza de ficción cuya valía va más allá del interés de su trama argumental, porque, a lo largo del escaso centenar de páginas de la novela, Xabier López López lleva a cabo una verdadera disección de la condición humana. O mono no espello, título de la edición original gallega, fue la tercera aproximación del escritor a la narrativa. Desde entonces, y sin ser un autor que se prodiga en exceso, han salido de su pluma algunas de las propuestas ficcionales más interesantes de la narrativa gallega, escritas con el mismo rigor, la misma tonalidad, la misma calidad de este autor de culto. Novelas como A vida que nos mata(2003), Cadeas (2013), Olympia ring, 1934 (2014), muy alejadas del solaz de los best sellers  de consumo masivo, cimentadas por el contrario en una narrativa reflexiva que no solamente nos traslada una historia, sino que pretende ir más allá, hacer que nos interroguemos, invitarnos a dar respuestas.
   El mono en el espejo, a pesar de su formato de novela breve, comparte esas mismas coordenadas y puedo decir que no ha envejecido. Pero en ella también hay una historia que el autor desgrana a lo largo de ocho capítulos y cuya sinopsis recojo en las siguientes líneas. En una playa repleta de gente se pierden niños con mucha frecuencia. Por los altavoces anuncian repetidamente el extravío de un niño de seis años al que nadie se acerca a recoger. Se aproxima la noche y el protagonista, un profesor solitario y obsesionado con sus lecturas, sube al niño en su motocicleta y lo lleva para su casa, temiendo no obstante que lo consideren un raptor de menores de edad. Le da techo, “comida”, vestido y con eso cree haber cubierto el expediente del buen corazón. Lo único que el chiquillo hace es sonreír con una de esas risas que hacen apartar la vista. Desde ese momento el protagonista cambia sus rutinas de ser solitario. Y se ve sometido a múltiples tensiones y ahogos interiores. Piensa entregarlo a la policía, mas en el último segundo se vuelve para atrás. Cavila consultar a un viejo catedrático jubilado que tiene soluciones para todo. También a un periodista, pero no lo hace. Juega al buen samaritano, mas, sin darse cuenta, es él el que se convierte en muñeco de esta nueva versión del niño-salvaje (sordomudo, engullidor de pescado crudo) que actúa con indiferencia y con el  automatismo de un juguete a pilas. Un desenlace trágico, terrorífico e inesperado sutura Eros y Tánatos, la muerte y los sueños eróticos del protagonista y pincela en buena medida la atmósfera de la novela.
   Por detrás de las pocas páginas del libro, un relato simbólico, con muchos elementos fantásticos y alegóricos, se ocultan las claves del macrotexto de Xabier López López: la creación de atmósferas narrativas cimentadas en el “juego de reflexiones y refracciones, de sombras chinescas, de apariencias, en ese laberinto interior donde soplan de cuando en vez los vientos del surrealismo y del absurdo” y se nos hace presente un ámbito de la realidad próxima y opresiva.
   Las citas de Ánxel Fole, Herman Melville e Alfred Russell Wallace, epígrafes en el pórtico de libro, nos sitúan en la pista del mensaje oculto de la novela. El fundido de este mundo en el ultramundo, de los colores del arco iris  con la imposibilidad de fijar la línea de demarcación, son una verdadera transposición de las dificultades con las que nos encontramos muchas veces a la hora de marcar la frontera que, en nuestro mundo humano, separa la cordura de la demencia. Es esa, en mi opinión, la meta de esta versión posmoderna del mito del niño salvaje, que el escritor desenvuelve a caballo entre la realidad y la fantasía.
   Lo más relevante de la novela de Xabier López López es la creación de un clima que poco a poco, y a medida que avanza el relato, se va fortaleciendo. Un clima sofocante y poblado de silencios inmundos. Un aire que nos envuelve como esas campanadas llenas de fatiga que llegan de lejos, o de muy cerca, por ejemplo de la mirada profunda, terrible y enrarecida del niño que mira al protagonista-samaritano sin quitar de su rostro su siniestra sonrisa de hoja seca.
    Novela erguida con una arquitectura interna muy sencilla, basada en un narrador omnisciente que conduce el relato de forma lineal y recrea ese clima existencial en el que vive el protagonista. El mono en el espejo, es sin embargo una narración densa y compleja. Una lengua concisa, un ritmo apropiado, aunque a primera vista pueda parecer demasiado lento para una obra cuyo formato exige condensación. Pero no sobran las minuciosas descripciones y reflexiones del protagonista que quizás no tengan demasiada influencia en la trama, pero a través de ellas aquel rumia sus problemas, manifiesta su forma de pensar y contribuyen a crear la atmósfera opresiva y sofocante de la novela. En resumen, una literatura en estado puro, mas con la presencia da abundantes referencias literarias, de elementos paródicos y claves simbólicas. La carta de presentación de un autor de culto capaz de deleitarnos con importantes y estimulantes cosechas literarias.

Francisco Martínez Bouzas

                                                     
Xabier López López
Fragmentos

“En la caseta de salvamento y socorrismo espera un niño de seis años que no sabe decir cómo se llama. Lleva una gorra amarilla, bañador negro y tiene el pelo largo. Se ruega a sus familiares que pasen a recogerlo. Repito: en la caseta de salvamento y socorrismo…
Dirigió instintivamente la mirada hacia los postes de los altavoces. Si uno ya reacciona al escuchar las señales sonoras que anuncian la canción de los pequeños desaparecidos, con más razón debe reaccionar cuando dan un mensaje tan peculiar. «No sabe decir cómo se llama»…¿Y entonces que era, un niño mudo? ¡En ese caso cómo pueden saber su edad! ¿A ojo? Se golpeó la frente. Con la …mano. Bastaba usar los dedos de la mano, qué tonto, y se sorprendió a sí mismo contando hasta seis con pequeños golpes en las uñas.”

…..

“El pequeño giró la cara y de repente reparó, con ese andar lento y húmedo de las sorpresas, en aquel, su masticar demorado y viscoso, lleno de mucosidad y tripada. Parecía que estuviese mordiendo un trozo de papel de plata manchado de sangre cuajada, de minúsculos capilares, negros y gelatinosos. Pescado crudo. Una pescadilla. Se la arrebató y la tiró a la basura. Se anticipó a su mano y alcanzó la bandeja donde se apretaba el resto de los peces, aquellos espárragos de mercurio con la boca mordiendo aire, los ojos mirando blando, las agallas irisadas segregando saburra. La levantó sobre su cabeza, mientras el pequeño, repentinamente enloquecido, saltaba a su alrededor para alcanzarla. Lo hizo; se puso a sollozar. Agrietó el rostro con una mueca, dejó escapar el berrido del llanto.
 Pasó del asco al miedo en el tiempo de un suspiro. ¿Pero por qué grita este…? Miró hacia todos los lados, como si los estantes, la fresquera, la mesa, la puerta, la ventana, fuesen a asomar las caras de los vecinos de un momento a otro. Se enervó; se quedó sin resuello. Ya no supo si taparle la boca o coger y darle sin más la bandeja.”


(Xabier López López, El mono en el espejo, páginas 21-22, 47)