martes, 28 de julio de 2015

UN ABRIGO CON HOMBRERAS

Realismo de extrarradio y surrealismo absurdo se dan la mano para crear un libro de relatos fascinante, triste, divertido y sorprendente

Antonio Paniagua indaga en el dolor por la hermana muerta, la soledad y la frustración en un ‘Un abrigo con hombreras’


Los niños comienzan por amar a los padres, luego los juzgan y, algunas veces, hasta los perdonan, decía Oscar Wilde. Y esta parece ser la intención de Antonio Paniagua con estos cuentos;  una revisión de la infancia desde el perdón de la madurez. Hay mucho de perdón, sí, pero también de juicio crudo, y de humor, a veces muy negro, y de frustración y de dolor, y de miedo. 
El libro de relatos Un abrigo con hombreras (Baile del Sol) está claramente diferenciado en dos partes. Dos estilos, dos propuestas estilísticas completamente opuestas que, sin embargo, de una forma profunda, se complementan. Una primera parte realista que podría tener mucho de autobiográfico y una segunda parte de cuentos surrealistas y enloquecidos que parecen  consecuencia inevitable de una realidad previa demasiado oscura de la que se quiere escapar.  
La primera parte se compone de tres cuentos que se entrelazan y que relatan la infancia, la adolescencia y primera juventud de un chaval de extrarradio madrileño de los años setenta. Sus primeros escarceos con el sexo opuesto, la compleja relación con sus amigos y su entorno, su primer amor no correspondido, y, sobre todo, la relación con su madre, una madre omnipresente, fuerte, dominante, víctima también de sí misma. Son tres cuentos que con el estilo barroco  de Paniagua se transforman en una suerte de tragedia clásica suburbana. Qué mayor tragedia. Tres cuentos que son como tres puñaladas, donde no hay clemencia por los personajes, ni siquiera por ese niño indefenso, tímido, extrañado en un mundo que  no entiende.
Tanto en el primer cuento, el que da nombre al libro, como en el segundo, Humo, se relata la adolescencia de Paco y, sobre todo, la influencia de la madre y su sentimiento trágico de la vida que lo contamina todo. Una madre factótum de la familia, una hermana con síndrome de Down y un padre que ha tirado hace mucho la toalla y que encontrará una solución desesperada para escapar.  Y es esa tragedia que envuelve el día a día, la que el autor trufa de un impío humor negro que no se detiene ante nada, y también de momentos inolvidables, desternillantes unos por la vuelta de tuerca de lo cotidiano,  dolorosos otros, en los que el lector se sentirá profundamente identificado con el desvalimiento del niño que fue el narrador.
En Teresa o la combustión interna, Paco está ya en la universidad y es víctima consentida de una compañera de clase por la que bebe los vientos, una atractiva manipuladora  que lleva a Paco por la calle de la amargura y que, a golpe de desengaños, convertirá al adolescente triste en un hombre preparado para los avatares que le esperan en la vida adulta.
Consecuencia inevitable de estos tres cuentos son los que se recogen en la segunda y tercera parte del libro. El autor rompe ataduras, se lanza al abismo, conjuga un derroche de fantasía, de imágenes poderosas, de situaciones surrealistas, y nos sumerge en un universo de personajes frenéticos, víctimas o verdugos de las más sorprendentes circunstancias.
Así, se asiste fascinado a los lances taurinos de un torero del Bronx, a la lucha del empleado sin nombre para conseguir un lugar en la palangana de quisquillas donde retozan los pies de su jefe, a la conversación de un muerto reciente con su abuelo en la tumba que comparten, al periplo del hombre que se cortó la mano en busca de atención en un mundo sordo y ciego, al maravilloso viaje de un hombre diminuto por los recovecos de una mano, o a la odisea diaria de una cerda convertida en animal de compañía. 
Personajes dementes en un mundo racional o quizá personajes que buscan un lugar imposible en un mundo delirante.
Este es el tercer libro de Paniagua,  quizá el más personal, pero que comparte con sus dos anteriores, las novelas Amputados y Corriente alterna un estilo suculento, ornamentado, un uso generoso del adjetivo siempre justo, un gusto especial por las imágenes, las atmósferas envolventes y las descripciones precisas como un bisturí.  A Antonio Paniagua le gusta el lenguaje y lo conoce, lo mima, lo utiliza sin prejuicios y eso se nota en cada página de este incalificable libro de relatos que son memoria y relato, realidad y ficción.






SOBRE EL AUTOR

Antonio Paniagua (Madrid, 1966) es escritor y periodista. En 1999 quedó finalista del premio ‘La sonrisa vertical’ con el libro de cuentos ‘Allegro nada moderato’, obra del colectivo Cori Ambó. Ha  publicado las novelas ‘Amputados’ (2003), que quedó finalista del premio ‘Ojo Crítico’, y ‘Corriente alterna (2008)’.

miércoles, 22 de julio de 2015

Títulos de la colección Deleste, de Baile del Sol, en las plataformas digitales


Gracias a la colaboración del Cabildo insular de Tenerife, ya se están comenzando a encontrar disponibles en las plataformas digitales (Amazon, lectus, itunes Barnes&Noble, books, waltzbooks, jpc, kobo, tagus…) algunas de las publicaciones de la Colección Deleste de Baile del Sol.

La primera en aparecer ha sido la compilación de relatos del David Albahari, Canción muda. Se trata de un relato posmoderno y fragmentario que ensambla personajes y situaciones delirantes entre California y Belgrado pasando por Calgary y Zagreb, cierra y da nombre a esta antología de relatos seleccionada por el propio autor en 2009. El libro articula un viaje temporal desde sus inicios, partiendo de una narrativa más introspectiva y enfocada a lo familiar, hasta la pluralidad de técnicas e intereses temáticos propios de la escritura madura de Albahari. Una relectura (¿auto?)irónica del simulacro de una inexistente rebelión contracultural en la Yugoslavia titista (Canción muda), la experiencia agridulce de la comunicación incompleta del emigrante en otro continente (Loco país, Otro idioma, Aprendizaje de cirílico) o una insólita recreación de la vida interior del Papa (El Papa) son algunas de las múltiples direcciones en que el autor guiará tomando de la mano al lector para que no se pierda entre las turbulencias de la vida real y los fuegos de artificio elevados a magnitud catedralicia (La basílica de Lyon) de los proteicos planos narrativos de algunos de los cuentos.

El autor, nacido en Peć, Yugoslavia, en 1948 es probablemente el prosista en lengua serbocroata vivo más relevante. Comenzó su andadura literaria en 1973 con un libro de cuentos, Tiempo familiar (Porodično vreme), género en el que ha brillado especialmente a lo largo de quince libros, incluyendo varios de micronarrativa. Ha escrito asimismo trece novelas y es un autor plenamente reconocido en el área cultural centroeuropea. Ha dejado testimonio del holocausto judío y sus huellas en los Balcanes, que se cebó especialmente con su familia, en novelas como El anzuelo (Mamac ) o Goetz y Meyer. En 1991, presidiendo la federación de comunidades judías de Yugoslavia, colaboró en la coordinación de la evacuación de judíos de Sarajevo. De 1994 a 2013 vivió en la ciudad canadiense de Calgary, donde creó cualitativa y cuantitativamente la parte más importante de su obra. Recientemente ha vuelto a Belgrado, a su domicilio familiar de Zemun, centro gravitatorio de algunas de sus mejores historias. CANCIÓN MUDA (Tenerife, 2014) es el primier libro de relatos editado por esta editorial.
Próximamente, se editará en papel y en digital Punto de control, la última novela de este autor.

Así mismo, Baile del Sol ha digitalizado, merced a la colaboración con el Cabildo insular de Tenerife, el libro de relatos del croata Roman Simić, De qué nos enamoramos, que se encuentra ya disponible para la venta en las diferentes plataformas digitales, y pertenece también a la colección Deleste.
Con un estilo cristalino y envolvente, los cuentos de Roman Simić bucean en la vida cotidiana de sus personajes para sacar a la superficie aquello que más les define: dudas, miedos, esperanzas, silencios... Como toda buena literatura, una vez cerrado el libro, sus historias te siguen acompañando y te reconfortan cuando más lo necesitas. Jordi Punti Nadie como Roman Simić para describir con dolor, rapidez e ironía el paisaje humano de postguerra en ese lugar que hasta hace algunos años llamábamos Yugoslavia. No sólo porque como todo croata ha vivido la guerra en primera persona (es decir, con suficiente lucidez como para después no-narrarla), sino, porque en De qué nos enamoramos ha sabido prescindir de todo odio y mostrarnos el momento en que el hombre se convierte en animal, sujeto extraño ante sí mismo. Y para esto, no sólo ha echado mano a experiencias propias, a personajes que se mueven perversamente entre Zadar y Nuevo Zagreb o a chistes sobre el reconocido arte naiv croata –tan elogiado por el nacionalismo político de los años 90–. Sino, que ha echado mano al estilo. Uno concentrado y ligero, que no se demora en concesiones, y muchas veces deja gran parte de la información debajo, tal y como le gustaba a Hemingway explicar su teoría del iceberg. Uno afilado, como si en un gesto de locura y delante de la madre de nuestra esposa, encajásemos con rabia un cuchillo en el centro de la mesa y después riéramos, riéramos...

Simic es Licenciado en Literatura Comparada y Filología Española por la Universidad de Zagreb. Editor de la revista literaria Relations y la colección Živi jezici [Lenguas vivas], una antología de relatos cortos europeos. Organizador y editor del Festival del Relato Corto Europeo http://www.festival-price.profil.hr/. Ha sido incluido en varias antologías y relaciones de la prosa croata contemporánea y sus relatos han sido traducidos al francés, sueco, esloveno, alemán, polaco, checo, búlgaro, lituano, español e inglés. Ha publicado las poesías U trenutku kao u divljini [En el momento como en la selva; finalista premio Goran para poetas jóvenes, 1996], los relatos Mjesto na kojem ćemo provesti noć [Lugar donde pasaremos la noche, 2000] y U što se zaljubljujemo [DE QUÉ NOS ENAMORAMOS, 2005 (Tenerife, 2008)]. Su obra Mjesto na kojem ćemo provesti noć ha sido traducida al polaco (2003) y esloveno (2004). U što se zaljubljujemo ha sido galardonado con el premio del diario Jutarnji list para el mejor libro croata de prosa en 2005. En 2007 fue publicado en Alemania y Serbia y a principios de 2008 también en lengua eslovena.

Para finales de año, aparecerá un nuevo volumen de relatos de Simić, De todas las historias increíbles.

martes, 21 de julio de 2015

Juan Manuel Uría a propósito de ‘Las huellas del límite’, su último trabajo

«Ante todo el grito. Cierta rabia y cierto llanto que se arrojan. Ante todo la náusea, el alma abismándose, ciega. Ante todo el rostro esculpido a navaja y enfrentado a su mueca; el espejo en el que nos miramos, temblando. Todo y huesos, también, y el rastro de voces pasadas que repercuten, de rutas equivocadas y de muertos que llevan nuestro nombre en el ojal».
huellas-limite
Las huellas del límite, de Juan Manuel Uría.
Juan Manuel Uría (Rentería, 1976) es licenciado en Pedagogía y ha publicado ya diversos libros de poesía: Puerta de Coral(2005), ¿Quién es Werther? (2009), Transformaciones (2009),Manzana de vaho (2012) y Hablar porque la muerte (2014) y este su último trabajo, Las huellas del límite, donde recoge los pasos del ser humano que conformando su historia, se convierten en poemas. Fue miembro del mítico grupo GATZA.
Las huellas del límite. Juan Manuel Uría. Editorial Baile del Sol. 92 páginas. 8,00 €
Cuando la huella del ser humano, su propia historia, se hace conciencia, el paso trasciende al hecho para transformarse en poema. El hombre se convierte, así, en creador, en poeta. Su huella se desdobla, es la misma y otra, es la verdad y el espejo. La vida, una tesela de su misterio, en ese paso, queda desvelada. Huella límite de investigador puro, de curiosidad, de niñez sin tacha. Así, por ejemplo, la huella del pintor de Altamira, de Rodin, de Van Gogh, de Lorca, de Chopin, de Cervantes… Huellas que abren trocha ahí donde no había nada, conquistando el vacío… en el límite donde, a decir del poeta, “la luz y la oscuridad nos son madres”, donde la existencia se viste y desviste de sí misma.
.
P.- ¿Cómo nació y se gestó Las huellas del límite? ¿Una manera quizá de cómo bien dices, conquistar el vacío, dejar un recuerdo vivido de nuestro paso?
Las huellas nace como nace un poema: sin permiso y para contarnos cosas que no sabíamos de nosotros mismos, que diría Gamoneda. Al final, en todo caso, todo responde, cada libro que uno escribe, a las obsesiones que le rondan. Ahí están las huellas, esas huellas que son como hitos en el silencio, que nos han dejado poetas, artistas, hombres en definitiva que ha dado sentido y música al mundo, con la palabra, con la pintura, que han tratado de dar un significado a la vida. Yo sigo a una tradición de poetas que podríamos llamar del espíritu, que trataban de aflorar eso que nos forma en lo profundo y nos define y que es transversal a las épocas, a las culturas, a cualquier frontera. Eso que por ser indefinible e inexpresable (como lo es el alma) es poético. Tratar de expresar lo indecible será entonces el trabajo del poeta.
P.- Tu relación con el arte (amén de ser poeta) es notable. Las series “Seis cuadros” y “Nostalgias” así lo atestiguan.
Sí. “Seis cuadros” son seis poemas que escribí para acompañar a sendos cuadros del pintor Detritus, y en Nostalgias hay una selección de poemas escritos para una exposición de fotografía de Aitor Lazkano. No creo en los departamentos estancos. La interdisciplinariedad, la contaminación y el mestizaje entre las artes y los lenguajes son imprescindibles para un creador. Juan Ramón Jiménez dijo que la poesía puede estar en cualquier disciplina artística siempre que hunda su raíz en la esencia poética. Y dijo bien. No importa qué medio de expresión se use, al final se trata de lo mismo: darle un sentido al silencio, al vacío, al mundo, a ti. He de decir, además, que mi primera vocación, si podemos llamarlo así, fue la pintura; luego, por causas borrosas, pasé a la palabra. Y, por supuesto, la pintura es para mí una fuente de inspiración permanente.
P.- ¿Es quizás el temor al paso del tiempo lo que condiciona más al ser humano? ¿Igualmente a Uría como poeta?
El temor al paso del tiempo no es otra cosa que el temor a la muerte. Tenemos noción del tiempo porque podemos proyectarnos al futuro y al pasado desde un presente esquivo y frágil. Esa proyección nos lleva a la conciencia de nuestra vulnerabilidad, de nuestra mortalidad. Y esto es lo que causa ese vértigo y ese temor. Para un poeta, para cualquier creador, el tiempo y la muerte son temas centrales. Dan definición al ser, al hombre, a lo que somos. Desde el principio, desde que tomamos conciencia de que existimos (o sea, de la muerte) está esa obsesión en nosotros.
juan_manuel_uria
Juan Manuel Uría.
P.- En esa búsqueda de las raíces y las huellas, ¿qué resulta más duro transmitir los momentos compartidos o los silencios arrumbados?
Van de la mano. La memoria necesita de todas sus teselas. Los silencios son los intersticios necesarios, la articulación que permite que el pensamiento flexione y el corazón siga latiendo a intervalos. Sin silencio todo sería un continuo de ruido insoportable. La huella, la raíz, se hunde en una esencia colectiva y atávica donde está la fuente del mito, la fuente oscura de donde mana la poesía. Aquí viene el poeta a beber, aquí baja, para luego ascender y tratar de contárnoslo entre balbuceos.
P.- El acercamiento que haces al propio yo, ¿tiene más de reflexión literaria que de ejercicio liberador, o en la poesía ambos se complementan?
La poesía además de aquello que dijo Machado de que es palabra en el tiempo, es sentido y música. La palabra poética es sonido y sentido. La poesía no es literatura (o sólo literatura), sino ciencia, un método de conocimiento, con su epistemología y sus métodos. No me descabalgo de esta idea que ya positivaron las vanguardias. Y es una ciencia de liberación, de liberación del Yo lábil y multiforme, de la subjetividad e inconsciente presos, y de transformación del otro a través de la palabra transustanciada, elevada a categoría de potencia. Aquí, claro, entra también el factor estético, el oficio: aprender a escribir bien. Y el ético: siempre con la verdad, “yo escribo sólo la verdad” que dijo Blas de Otero. Sin imposturas. Vertiéndose el poeta en el papel. En cualquier caso, si la poesía tiene alguna virtud es la de buscar siempre la unidad de los contrarios, complementar planos, unir, casar lo imposible.
P.- ¿Cuáles son las palabras que consideras innecesarias y a las que aludes en alguno de tus poemas?
Las que actúan como lastre. Como esos adjetivos innecesarios que sobran. En un poema debe quedar lo imprescindible. Todo lo demás sobra. Creo que la vida es igual. Uno con lo años aprende a saber qué cosas son necesarias y cuáles nos impiden caminar. La retórica existencial o poética es una traba para llegar al conocimiento y transformación de lo que somos. La retórica es barroquismo. Esto no tiene que ver (porque a veces se confunde) con ser más claro o más oscuro. O con la poesía clara o hermética. Hay poetas realistas, claros, directos, que son huecos, que mienten. Y poetas herméticos (ah, Celan) que son puro tuétano, verdad, y nos hablan desde un estado poético. Entonces, hay que usar las palabras precisas, las necesarias, para objetivar lo que queremos decir. Y el poeta, si es honesto, sólo lo podrá hacerlo con esas palabras y no otras, sea claro u oscuro, realista o no. Es un trabajo, por lo tanto, arduo, de análisis, de corrección, de cincelar la piedra de la poesía como una escultura (así lo visualizo yo). Sin esta labor de corrección y análisis casi científica de la obra no hay un resultado bueno. A la intuición y al corazón ha de sumarse la razón y el modelado. Si no es pura arbitrariedad sin objetivo.
P.- Dices en uno de tus poemas que la felicidad es un desmayo de luz… ¿sin resquicios quizás para otros caminos?
No en ese instante. En ese poema. Pero este mismo poema, si se sigue leyendo, se abre a otros caminos, amplía el marco y dice luego que la felicidad es “la simpleza de un niño jugando en la calle. Su risa pura”; o “No el lenguaje sino el gruñido. No la libertad sino palpar cuidadosamente la celda interior”. Entonces, en el mismo poema hay un perímetro de espejos que nos muestra horizontes de felicidad posibles y propios que han sido y que, con suerte, serán.
P.- ¿Qué queda hoy de ese diario del vértigo que te acompañó durante un tiempo?
Sigue ahí, en paralelo a todo lo que escribo. Son vasos comunicantes. No soy, sin embargo, de los que están todo el rato anotando. Sí soy observador, curioso, y mantenga esa actitud, supongo que infantil, de “mirar debajo de la cama y detrás de las cortinas”. Desvelar y velar es tarea de poetas, sabiendo que la realidad es más de lo que vemos, mucho más. Traducir eso en el poema es su tarea, presentárselo al lector para que se produzca el pequeño estallido, la conmoción, la epifanía.
P.- Textos breves cargados de belleza y profundidad. El origen, dios, alma, amor, el tiempo, el límite, la huella… ¿es la poesía el mejor camino para esa búsqueda?
Sí. La poesía es una tarea de indagación y búsqueda. Estética y de conocimiento. La Belleza con mayúscula.
P.- ¿De qué fuentes poéticas bebe Juan Manuel Uría?
De muchas. De la tradición, de donde hay que beber hasta hartarse, porque ahí está la huella primera, segunda y tercera, que llega hasta nosotros. De las vanguardias, que liberaron las formas y el lenguaje de algunas de sus ataduras. En definitiva, bebo de todas las fuentes, porque de todas mana poesía. Luego, evidentemente, hay algunas fuentes de las que abuso más, y otras de las que bebí y ya no bebo. Pero esto es lo habitual, o debería serlo, en quien forma un criterio y va quedándose con unos y descartando a otros, según una poética propia que debe ir formando.
P.- ¿Tienes ya algún nuevo proyecto entre manos?
Estoy con varias cosas que irán publicándose. O no.
.
Por Benito Garrido (@benitogarridog).

viernes, 17 de julio de 2015

La claridad de la confusión

Javier Dámaso.- La obra de Mario Pérez Antolín, poeta inicialmente y aforista desde hace años en este ya su tercer libro de pequeñas prosas entre filosóficas y literarias, discurre siempre alrededor del pensamiento y el domino de la palabra, de la sorpresa temática y la sonoridad verbal. Esta nueva entrega aforística, después de Profanación del poder (Los Libros del Lince, Barcelona, 2011) y La más cruel de las certezas (Baile del Sol, Tegueste, 2013) vuelve a la pluralidad temática y a mostrarnos ráfagas de inteligencia que permiten componer una visión del mundo en sus disparatadas incoherencias.

Probablemente si de algo está profusamente poblada esta obra variada y múltiple es de aparentes contradicciones, de descubrimientos de contrastes que expresan bien la complejidad del momento presente, el permanente intento de ordenación del caos en que nos movemos: carteristas que aspiran a que no les roben la cartera, lugares de paso convertidos en residencias definitivas, responsables imposibles de responsabilizar, una Bolsa sensible que en realidad padece de nerviosismo sistémico, el ejercicio de una compasión en la distancia, la injusticia de la generosidad, elementos deformables e indeformables… La contradicción y la paradoja es la materia prima con que se ha construido esta Oscura lucidez que va destilando, como una letanía, cada uno de sus términos con una cadencia implacable. Un aforismo llama al siguiente y este al siguiente y así sin detención hasta el final. Frente a la poesía, que llama a pararse en cada poema como un instante detenido, la aforística llama a seguir para encontrar de nuevo una insólita sorpresa. Y Mario Pérez Antolín no decepciona, página a página envuelve en sus agudas reflexiones, en sus descargas de pensamiento, como un prestidigitador de las ideas, un domador de juicios y ponderaciones.

Con todo, el poeta acecha y de vez en cuando, tras pasar una hoja, salta un breve poema. Como un asaltante parecería, extraño pero coherente en la constante paradójica, un intruso que no molesta y da un tono distinto y nuevo al texto que exige seguir y avanzar. ¿Hacia dónde? Pues con toda seguridad hacia la inteligencia artificial. No como premonición, sino como constatación del enunciado final del último aforismo: "En la fase actual, no somos capaces de hacer nada sin las máquinas: dependencia colaborativa. En la siguiente, ellas lo harán todo sin nosotros: autonomía del automatismo. En la última, quién dice que no tomen el control: primacía de la inteligencia artificial". 

Aclarar la confusión exige ordenar el mundo, poner cada cosa en su sitio por disparatado que parezca, así es este libro de Mario Pérez Antolín.

Mario Pérez Antolín, Oscura lucidez. Baile del Sol, Tegueste, 2015. 168 páginas. 


http://www.microfilias.org/2015/07/la-claridad-de-la-confusion.html

jueves, 9 de julio de 2015

Hombres en silencio, mujeres sin maquillaje, de David Yáñez, y Prohibido silbar, de Sofía Castañón, dos poemarios que hablan claro

so185Baile del Sol ha publicado recientemente en su colección de poesías dos nuevos títulos: Hombres en silencio, mujeres sin maquillaje, de David Yáñez, y Prohibido silbar, de Sofía Castañón. Si buscamos algún denominador común entre ellos es el de que ninguno de los autores aprovecha el ramaje lírico para perderse en disquisiciones, sino que ambos ofertan un verso claro con el que dan cuenta de la realidad, de las imágenes que les ofrece el presente y de los posos que arrastran del pasado; un pasado por otra parte breve ya que ambos nacieron en los años 80.
Para David Yáñez Hombres en silencio, mujeres sin maquillajees su segundo trabajo poético y en él encontramos una mirada certera a algunos de los que él mismo define en el título de un poema como “momentos absurdamente líricos”. Gracias a este punto de vista, ligeramente cínico, pero lleno de matices que van de lo amoroso a lo critico, Yánez aporta un lenguaje poético con el que resulta sencillo identificarse.
Por su parte, la poeta Sofía Castañón, autora ya con varios poemarios en su haber, se asoma en Prohibido silbar a un escenario en el que aboga por la inconformidad, por la necesidad de hacer grito de la palabra y del verso. Con la vista puesta en lo que pasa por fuera y lo que pasa también por dentro va a través de la interrogación a la búsqueda de algunas posibles certezas, como la que recuerda en uno de sus poemas: No olvidéis que polvo somos /…/ en pólvora nos convertiremos.
Con estos dos nuevos poemarios Baile del Sol continúa en su apuesta por la publicación de nuevas voces potentes y definidas que hablan de las cosas que nos incumben con poéticas contemporáneas.

Sobre los autores
so177David Yáñez: (Cáceres 1982) es escritor, cineasta y docente. Ha publicado los poemarios “Resistir al presente” (Ed. Littera Libros), “Extrarradio” (Ed. Gobierno de Aragón), HOMBRES EN SILENCIO, MUJERES SIN MAQUILLAJE (Tenerife, 2015) y ha participado en las antologías “El sol desmantelado (W. H. Revisitado)” (Ed. Alb@trospress) y en el libro de relatos “A la sombra del bonsái” (Ed. Comuniter). Poemas suyos han aparecido en revistas y fancines de España y Latinoamérica como El Perro, Ohio, Bar Sobia, Los Avengers o Valiant 76. Accésit del certamen “Literatura Jóven” de Aragón en 2010, finalista del certamen “La voz + joven” de Caja Madrid en 2009 y accesit de poesía en el certamen “Jóvenes Creadores” de la ciudad de Salamanca en 2002.
Más información en www.davidyanez.net

Sofía Castañón: (Gijón, 1983), trabaja como realizadora en la productora Señor Paraguas. Ha publicado los poemarios Animales interiores (Premio Asturias Joven 2006), Últimas cartas a Kansas (Premio Pablo García Baena 2007), La noche así (2012), La otra hija (2013) y PROHIBIDO SILBAR (Tenerife, 2014); y los cuadernos  La sombra de Peter Pan (2009) y Culpa de Pavlov (Premio Jóvenes Creadores del Ayto. de Madrid). Es autora también de los poemarios en asturiano Tiempu de render (Premio Nené Losada 2009) y Destruimientu del xardín (2012). Ha sido becaria de creación del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes en el año 2009-2010. Es una de las poetas Voz + Joven 2010 de La Casa Encendida. Pertenece con orgullo a la Fundición Príncipe de Astucias.

miércoles, 8 de julio de 2015

MARIO PÉREZ ANTOLÍN, EL HOMBRE QUE NOS MIRA, por Ester Bueno Palacios

Portada Oscura lucidezEntrar a formar parte de la vida de Mario Pérez Antolín, a través de su universo literario, es sumergirse de lleno en una suerte de vaivén incombustible, ajeno a cualquier tipo de influencia que no sea más que la de integrarnos en una forma de mirar e interpretar la existencia, a veces de una manera puramente conceptual, otras desde lo más íntimo y esencial de “ser”, la dicotomía perfecta entre la razón y una sinrazón, sin embargo, profundamente meditada.
Cáustico y recio, descarnado, coherente y fatalista en ocasiones, Mario desgrana en sus aforismos las más bajas pasiones, las más altas virtudes, haciendo un dibujo perfecto de lo que somos y de lo que creemos ser, esta lucha en que nos debatimos sin remedio: “Nos pasamos media vida, cuando toca ufanarse, desdeñando y otra media, cuando toca resignarse, recuperando lo desdeñado”.
Y es en este encuentro con la vida donde el mapa que dibuja nos traslada de la calma y la circunspección: “Poco importan las alteraciones, siempre se nos brinda la opción de ser de otra manera. Lo auténticamente valioso está dentro del rasgo peculiar que la identidad proporciona a un <algo>”, a la frialdad y la impavidez sobre el destino del hombre, la muerte y las batallas no libradas porque serán las últimas: “De haber sabido que la vida era esto, no digo yo que fuera a no nacer, pero sería un nacimiento para una prematura muerte”.
Pero este hombre que nos mira, que mira al mundo desde la atalaya del conocimiento, desde una apaciguamiento antiguo y sosegado, este hombre que se esconde tras la ecuanimidad y la contención de un flemático decimonónico, se desborda en oleadas cuando escribe sobre el amor, el carnal y el del espíritu. La mesura aquí adquiere una dimensión menos relevante y la moderación da paso a la serena suavidad: “Permanece a mi lado/ sin que mis manos te toquen./ Acércate y evita/ que mis labios te besen./ No permitas que yo/ consiga abrazarte./ Mantenme a distancia;/ ni tan cerca/ como para que sientas mi calor,/ ni tan lejos/ como para que dejes de verme./ Pese a tus precauciones,/ nunca conseguirás impedir/ que mi sombra/ ocupe tu sombra/ enteramente enamorada.”
La obra aforística de Mario Pérez Antolín es, en resumen, un canto a la libertad, a esa libertad encontrada de manera fortuita y a la adquirida por asalto. Nos invita a ponernos ante nosotros mismos para que probemos a tomar la verdadera medida de las cosas, sin los absurdos dramas a que nos sometemos en una suerte de flagelación incoherente. El autor entabla así, con facilidad, un diálogo preciso con sus lectores, porque no hay ni una línea de sus textos en la que no veamos reflejados aspectos de nuestros propios anhelos e inseguridades.
Darse un baño de realidad en las pocas palabras que contiene un pequeño y meditado texto, viajar por las debilidades, trepar por las inquietudes, rebasar el miedo a los infiernos, ver en el amor un aliado o un maldito, hacer las maletas para viajes sin rumbo, pulular en lugares de miseria, entrar en los templos del averno, pensar, soñar… ésta es la invitación para los que se sumerjan en la obra de un escritor que contempla la vida con emoción y con distancia.

http://www.subverso.es/?p=3448

jueves, 2 de julio de 2015

Xandru Fernández: Las Ruinas

Título original: Les ruines
Idioma original: 
Asturiano
Año: 
2014
Editorial: Baile del Sol (2014)
Género: Novela
Valoración: Muy recomendable
He de comenzar confesándome: mis raíces están en Asturias, en las cuencas mineras. Mi abuelo se ganó la vida dentro de las montañas, entre carbón, como muchos otros familiares. Esa es la razón por la que este libro (con el castillete de una mina de carbón en la portada) me atrajo antes de leerla. La razón por la que me atrajo según la iba leyendo es sencillamente que se trata de una gran novela.
Publicada por primera vez en asturiano en 2004, esta novela es considerada ya una de las obras clave de la literatura asturiana de las últimas décadas, pero no la hemos podido disfrutar en castellano hasta el año 2014, de la mano de la editorial canaria Baile del sol (gracias por el ejemplar).
Lo de que sea una gran novela no es una conclusión final del crítico tras la lectura, es un hecho que cualquier lector puede observar desde las primeras páginas del libro. Las primeras páginas siempre son cruciales, y en las de Las Ruinas el autor consigue algo muy difícil: plasmar un retrato perfecto del protagonista sin hablar directamente de él, sino sólo de lo que le rodea. Tras las seis primeras páginas el lector tiene una idea clara de él, sabe que es un profesor de universidad que vive en la ciudad pero que viene de las cuencas mineras, que su mujer está embarazada y que tiene una relación con una prostituta. Y eso sin haber leído las palabras profesor, cuencas mineras, embarazada o prostituta.
Ésa es la presentación de David, que puede ser considerado el protagonista pero que en realidad es sólo un eslabón de la larga cadena de personajes que recorren el libro: una cadena temporal que incluye al abuelo de David, a sus padres y a sus hermanos, y que llega hasta sus sobrinos y su futuro hijo. Porque Las Ruinas es una novela con muchos tiempos (la Guerra Civil, las huelgas mineras de los ’60, la Transición, la decadencia de la minería, los ’80, la actualidad…), pero con un único espacio: un valle asturiano (dos laderas agujereadas por infinitas galerías y unas pocas aldeas). En cada uno de los capítulos se alternan los diferentes tiempos, manteniendo el mismo escenario, llegando a simultanearse los relatos de épocas diferentes que ocurrieron dentro de una misma habitación. Así pues, la novela presenta una estructura original e inteligente que, a su vez, precisa de la inteligencia del lector para unir toda la línea temporal de la trama. Una trama cuyas claves están distribuidas a lo largo de la novela, haciendo que el final suponga la suma de todas las incógnitas o intrigas generadas a lo largo de la lectura.
Igual de inteligente resulta el lenguaje, en el que se mezclan registros populares, rurales o vulgares, con registros cultos, en un sorprendente equilibrio. Al igual que se equilibran referencias a Aristófanes o Pollock, con menciones a la música de Massive Attack o David Bowie.
En resumen, Las Ruinas supone una lectura muy gratificante, que implica al lector y que no le deja indiferente, pues transmite con agudeza la situación actual de las cuencas mineras asturianas: el drama de una sociedad dominada por mineros prejubilados a los 45. Una novela que mete el dedo en la llaga de maridos alcohólicos, esposas invisibles e hijos sin futuro, indagando en las raíces de la decadencia de toda una sociedad, excavando en sus ruinas.