lunes, 7 de febrero de 2011

Arder en el invierno, de Marcelo Luján

Goizeder Lamariano Martín/Cuéntate la vida

Título: Arder en el invierno
Autor: Marcelo Luján
Editorial: Baile del sol
Año de publicación: 2010
Páginas: 101
ISBN: 9788492528936

Anillos, babeles, cartografías, disfraces, espejos, fechas, gérmenes, hogueras, ídolos, jinetes, kilómetros, lienzos, medicinas, norias, ñoquis, ojos, pirámides, quijotes, regalos, sirenas, tumbas, umbrales, visiones, whiskys, xenofobias, yunques y zonas. Estas son las 27 palabras que dan forma a un libro muy especial de Marcelo Luján.

Tengo que confesar que no conocía a Marcelo Luján ni su obra Arder en el invierno hasta que la editorial Baile del sol me la envió hace unos meses a casa, por lo que desde aquí les doy las gracias. No solo por el generoso detalle de mandarme el libro, sino sobre todo porque esta obra me ha encantado y me ha entusiasmado. Me ha seducido, me ha atrapado. ¿Y por qué? Porque es corta pero intensa, injusta pero dulce, triste pero alegre, nostálgica pero esperanzadora. Y tantas y tantas otras cosas.


La obra está dividida en tres partes y cada una de ellas está formada por 27 relatos titulados con cada una de las palabras que he escrito anteriormente. Unos relatos son más cortos y otros más largos, pero todos ocupan únicamente una página del libro. Un libro que se lee disfrutando al máximo, maravillándose en cada página, en cada frase, en cada palabra. Porque cada relato es mejor que el anterior. Más intenso, más conmovedor, más íntimo.

Aunque yo he leído el libro en orden, siguiendo las tres partes, Arder en primera, Arder en segunda y Arder en tercera, conforme pasaba las páginas me iba dando cuenta de que también es posible leerlo no por partes, sino por capítulos, es decir, leyendo seguidos los tres relatos de cada una de las 27 palabras. Me ha gustado tanto que no creo que tarde mucho en volver a leerlo, pero esta vez siguiendo este orden.

Arder en invierno nos cuenta, parte a parte, relato a relato, palabra a palabra, una historia de amor y de desamor. Pero Marcelo Luján, como buen argentino, nos habla de todo y de nada a la vez. Nos engatusa, nos envuelve, nos hipnotiza, nos encandila y nos seduce con su acento argentino. Porque nos habla de la vida tal y como es. Sus textos están llenos de melancolía, de nostalgia, de pasión, de recuerdos de infancia, de anécdotas familiares, de los amigos que estuvieron, de los que están y de los que estarán, de derrotas y de victorias. Pero también, cómo no, de la inolvidable pasión por el fútbol y del también inolvidable sabor del mate.

Este delicioso libro son relatos, sí, son letras del abecedario, pero también son historias cercanas, próximas, humanas. Por eso hacen reflexionar y, sobre todo, sentir. Porque es poesía en forma de prosa. O quizá prosa en forma de poesía. Quién sabe. Eso no importa. Lo único importante es que este libro transmite calor, dulzura, cariño, es una obra acogedora, tierna, con la que resulta muy sencillo llenarse de pasión, de intensidad, para hacer frente a las desgracias, las derrotas, las injusticias, la tristeza, las pérdidas, los fracasos, los desamores y todas las pruebas que nos va poniendo la vida, especialmente durante el invierno.

Para que os hagáis una idea de lo muchísimo que me ha gustado este libro, a la vez que lo iba leyendo iba seleccionando alguno de los relatos que más me habían gustado para compartirlo aquí con todos vosotros. Al final, de los 81 relatos que forman Arder en el invierno, he terminado eligiendo nueve. Pero como no puedo ponerlos todos, os dejo con uno de los que más me han encantado. Espero que a vosotros también os guste. Y ya sabéis lo que tenéis que hacer si no queréis sufrir el frío y el tiempo desagradable y desapacible del invierno.


53- Yunques

Es lo que pesa: tu valor. Es lo que tiene: tu coraje. Valor y coraje viajan juntos en el foco de tus átomos. Hierro que golpea el hierro, lanza que flota y también golpea. El hierro. Corazón golpeado con brazos y piernas incansables. Firme y paciente. Prisma de hierro acerado. Manos santas -laboriosas-. Así sos. Pero en tu lanzadera metálica dejaste pasar lo que más querías: los paseos jubilosos, las tardes jubilosas y ardientes, la ilusión, el hilo de la memoria. Dejaste de volar porque el recuerdo te anega tontamente. Dejaste después de tanto luchar, de tanto arriesgar, de tanto. Dejaste de buscar, también: de crear: de posar tus ojitos firmes y pacientes en el verdadero supermercado de la vida. Seguí siendo asidua, perseverante. Seguí siendo alma y motor y placer. Seguí. No te olvides del mar. De lo que fuiste. De lo que todo el mundo sabe o intuye. Sos valor y coraje. Rescatalo y rescatate. Eso es el mar. Eso es el hierro. Eso sos vos. 
 
 
 
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