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jueves, 29 de enero de 2015

Inercia, por Ariadna G. García

Editorial Baile del Sol,  301 páginas. 1ª edición de 2014.

En la Feria del Libro de Madrid de 2014 los editores de Baile del Solconsiguieron que pudiera firmar mi nuevo libro, recién aparecido, –El hombre ajeno- en la caseta de la librería Atticus-Finch, junto aAriadna G. García(Madrid, 1977), que debutaba en la editorial y en el género novelístico conInercia. Ese día de la firma intercambiamos nuestros libros.

Ariadna, hasta la aparición de Inercia, se había dado a conocer en el mundo de la literatura como poeta; cosechando algunos premios importantes como el Hiperión de poesía con Napalm en 2001, o el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández con su poemario La guerra de invierno en 2013. También ha elaborado varias antologías de poesía española, y ha aparecido en más de una.

Ariadna sitúa la acción de Inercia en un futuro cercano, a principios de la segunda década del siglo XXI, en torno a 2023 o 2024; y su escenario principal es el del aeropuerto de Madrid, ampliadas sus zonas de embarque hasta la T7.
Como se presupone que ha de ser la buena ciencia ficción, la novela futurista de Ariadna es una proyección, a una década vista, de los miedos sociales del presente: en la década de 2020 que nos dibuja la autora, España ha vuelto a la peseta, expulsada del euro; el acuerdo de Schengen ha sido revocada y por tanto el tránsito de personas en los aeropuertos está mucho más restringido; y la sanidad y la educación pública del país no parecen ir tampoco por buen camino. En la página 40 podemos leer: “Thais hizo un repaso mental de las transformaciones producidas en España en los últimos años. Unión de los poderes ejecutivo y judicial para ahorrar presupuesto. Instauración de la Tercera República, por cuyo control pugnaban el partido en el gobierno (Partido Socialdemócrata de España) y la oposición (Partido de los Trabajadores). En cualquier caso, ninguno garantizaba la gratuidad de la justicia, pues se había demostrado que esta representaba un negocio lucrativo muy rentable; y el estado necesitaba liquidez para saldar su deuda. Desaparición de las autonomías. Abolición del estado de derecho. Descenso demográfico…”.

Según pude escuchar a Ariadna en la presentación conjunta de las novedades de Baile del Sol que se hizo en la librería El dinosaurio todavía estaba allí de Malasaña, ella trabajó en el aeropuerto de Madrid, y según leo en un epílogo del libro ha estado documentándose durante años para escribir Inercia. La experiencia personal y el estudio, hacen que el conocimiento sobre cómo funciona un aeropuerto sea apabullante: el vocabulario para describir las actividades de policías, guardias de seguridad, controladores de seguridad o maleteros; así como los espacios físicos o las características de los aviones; realmente convencen.

Uno podría esperar que alguien como Ariadna, que hasta ahora ha sido, durante más de una década, principalmente poeta, escriba una primera novela de tono lírico e intimista, donde la acción quede en segundo plano. No ha sido así. Ariadna ha escrito un libro repleto de acción y de prosa precisa y frase escueta (aunque tampoco exenta de juego metafórico). En Inercia nos encontraremos con mafias chinas o albanokosovares, tráfico de drogas o de personas, policías y guardias de seguridad entregados a su tarea o corruptos; siendo la novela un gran mosaico de personajes y caracteres.

En el día en el que transcurre el tiempo de la novela, enInercia tendrán lugar asesinatos a sangre fría, atentados terroristas (o, tal vez ¿venganzas entre mafias por el control de tráfico de drogas y de personas?), asistiremos a estrategias de acoso laboral, a tomas de conciencia morales e incluso al florecimiento de historias de amor.

La novela –además de contar con un prólogo y dos epílogos- está organizada en trece partes, y cada una de ellas está dividida en capítulos, normalmente cortos. Inercia está escrita en tercera persona, pero en algún caso se recurre al diario íntimo. La diversidad de enfoques, al seguir a un gran elenco de personajes, es elevada: asesinos, corruptos, trabajadores que no pueden más, inmigrantes al borde del colapso…

Podría señalar que, sobre todo al comienzo de Inercia, el gran número de personajes que se despliegan sobre el papel hace que uno lea el libro sin tener muy claro hacia dónde se dirigen, perdido en la minuciosa descripción del grandioso escenario en el que se mueven. En algunos casos, la narradora, mediante el recurso de la analepsis, nos habla del pasado de más de un personaje. Pasado que en muchos casos tiene que ver con conflictos internacionales, como la guerra de la ex Yugoslavia, o la precariedad vital de los inmigrantes (chinos o expulsados de una Grecia donde triunfó el fascismo) que desean traspasar las fronteras con la esperanza de tener una vida mejor (en Estados Unidos). Aquí también –en la descripción de la vida en la China industrial o en la Yugoslavia de la guerra- se aprecia el hondo trabajo de documentación.
En la parte número X, la historia se focaliza más sobre Anibal, encargado del control de pasaportes, y podremos conocer, mejor que en el caso de los otros personajes, su pasado (procede de un hogar desestructurado por un padre violento) y sus motivaciones (tiene miedo al cambio y no le gusta comprometerse, aunque en el tiempo de la novela quizás pueda comenzar una prometedora historia de amor). Sus motivaciones psicológicas explicarán su comportamiento antiprofesional (pero ético) de ese día. Me ha parecido que quizás en esta parte número X, Ariadna se ha dejado llevar demasiado por el discurso moral (por el querer señalar qué es lo importante aquí, por si el lector no lo descubre por sí mismo a través de los actos narrados), y éste discurso moral ha preponderado sobre la creación de caracteres, con características morales demasiado remarcadas en el caso de Anibal. Y quizás también el mayor desarrollo de este personaje, transcurridos ya los dos tercios de la novela, quede un tanto descompensado frente al andamiaje que se estaba empleando -de novela coral- hasta ahora.

Teniendo puntos por mejorar, como los señalados, quisiera acabar esta entrada destacando los logros de esta ambiciosa primera novela: lejos de la historia mínima, detenida o intimista que me esperaba leer de una poeta de gran trayectoria, Ariadna se ha lanzado, asumiendo riesgos –y, por tanto, cayéndose a veces- a por todas en su primera novela: ha creado un escenario contundente y original –muy bien descrito- y ha dibujado un marco social muy inquietante, proyectando los miedos del presente sobre la década futura y ha sabido crear una trama que ponía en movimiento a un importante número de personajes.

Es difícil poder pedir más a una primera novela.

martes, 27 de enero de 2015

En busca de las alturas

Inercia. Cubierta

Inercia
Ariadna G. García
Baile del Sol, 2014. Colección “Sitio de fuego”
ISBN: 978-84-942719-5-3
308 páginas
13 €



Luis Manuel Ruiz 
De un tiempo a esta parte, se ha generalizado el uso del término “distopía” para referirse a un subgénero de la ciencia ficción caracterizado por la profecía y el pesimismo. La palabra es una distorsión de otro neologismo venerable que acuñó Thomas More en el siglo XVI, y en el que quiso encerrar la nobleza de aspiraciones de quienes desean vivir en un mundo más cómodo y solidario: “utopía”. La utopía clásica, encarnada en el texto de More (o Moro), y luego en los de Campanella,BaconButlerProudhon, es una obra de esperanza: nuestro mundo es malo, la situación que padecemos resulta difícil de soportar, pero mañana, cuando otros hombres más cabales tomen el control de nuestros asuntos, todo se volverá distinto. Contrariamente, la distopía apuesta por la derrota. El futuro que pintan los referentes fundacionales (HuxleyOrwellBradbury) consiste en un infierno retorcido donde se ahondan y amplifican los males del ahora: hay menos lugar en sus páginas para la confianza que para el aviso. Las recientes conmociones económicas y sociales que ha sufrido el capitalismo explican el éxito que favorece en nuestros días a esta forma de la literatura fantástica; baste reseñar que una antología de textos catastrofistas, Mañana todavía (Fantascy) ha sido uno de los libros más vendidos el año pasado en el ámbito de la ciencia ficción española. Con matices, puede considerarse que Inercia, la novela que reseño hoy, es también una distopía.
Ariadna G. García ha escogido el aeropuerto como metáfora del mundo que quiere denunciar. Una elección de curioso acierto: porque el aeropuerto, ese no-lugar, ese enclave situado en el centro de ninguna parte, donde la gente ya no está, sino que siempre se dirige mucho más lejos, constituye un perfecto reflejo de nuestra posmodernidad líquida. El aeropuerto es la patria del aire, donde, lentamente, se forman las nubes; el portal del espacio aéreo internacional, la tierra de nadie, en que todos podemos ser otra cosa, hacernos a nosotros mismos, sin las rémoras que nos imponen el nombre, la genealogía, el código civil; el aeropuerto es el pasaporte a la libertad, al comienzo de una nueva vida, tal vez plena, que nos depure de los sinsabores y la ceniza de la que llevamos arrastrada hasta este punto. Y sobre pasaportes, precisamente, versa también la parábola de la autora: aeropuerto y pasaportes, la pista de despegue hacia el otro mundo y lo que la bloquea. En un futuro indeterminado pero próximo, que se reconoce sin dificultad, un grupo de personajes intercambiables coinciden en la terminal internacional de Barajas. La España y el planeta Tierra que estos seres habitan son los nuestros pero no son los nuestros: son estos de aquí y ahora deformados por los malos hábitos y el lento declive de la corrupción moral. La ley de inmigración se ha endurecido hasta puntos insoportables, convirtiendo los viajes en un calvario de visados, registros, hologramas; el mercado laboral es una jungla sangrienta, donde pocos pueden conservar intacta la salud de su contrato; la vida en las ciudades, de las que muchos huyen espantados, se ve estrangulada por las tenazas opuestas del vandalismo y el control policial del Estado. Un mundo crepuscular, angosto, que ofrece pocas esperanzas y pocas posibilidades de respirar a gusto: y que motiva que haya tantas personas que busquen las alturas, donde es más abundante el oxígeno.
Inercia es una novela coral, de múltiples personajes. Sobre el escenario de apocalipsis social y político, en el contexto hermético del aeropuerto, las vidas sin cuajar de varios personajes tratan de encontrar definición, de ser del todo, deslizándose bajo la gran máquina del presente que trata de aplastarlos. Un agente de seguridad que se enamora de una compañera de trabajo; un inmigrante ilegal que espera reunirse algún día con su familia; un controlador abrumado por su paso por diversos ETT que estudia en secreto para convertirse en funcionario; unas terroristas alumbradas por un oscuro horizonte; mafiosos, azafatas, camareros. Pequeñas teselas de un mosaico mayor y más rotundo, que se revela a través de los detalles y las esquinas, eludiendo siempre, eso sí, el aleccionamiento directo al lector. La estructura, forzosamente, es quebrada: para seguir la estela de su muchedumbre de criaturas, la autora ha de variar repetidamente el foco de atención y alterar su perspectiva, ofreciéndonos tomas simultáneas, yuxtapuestas, de la sala de almacenes y la cantina, del amor y la indiferencia, la miseria y el heroísmo, el presente negro y el futuro peor.
Ariadna García es mayormente poeta, y esto se muestra a las claras en su primera novela. El cuidado en el idioma, en la elección de adjetivos y la búsqueda de la metáfora apropiada (siempre visual y de una rara contundencia) aportan valor al relato, que no por fantástico o distópico ha de plegarse (ay) a los peores hábitos estilísticos de los subgéneros. Muy al contrario: salpicando sus episodios de ocasionales tonos líricos, García ha conseguido una novela extrañamente emotiva, que horroriza y seduce a la vez, y donde la crudeza turbia de lo que cuenta se ve apaciguada, y aun iluminada, por el brillo de la prosa. Que da gusto leerla, vamos.