martes, 13 de enero de 2015

El hombre ajeno, de David Pérez Vega

Sinopsis
¿Es el salvadoreño Héctor Meier Peláez uno de los más grandes poetas ocultos de las últimas décadas? ¿O es más bien un guerrillero sanguinario, muerto prematuramente en la vorágine de la violencia centroamericana? Juan Linares, que ha dedicado varios años a investigar la vida y la obra del salvadoreño, se inclina por la primera opción, aunque frente a sí mismo ha de reconocer que, además de la obra de Meier, también le fascina su estrecha relación con la violencia.

Mientras compagina sus investigaciones literarias con un trabajo de carga y descarga de camiones en una nave industrial, Juan tendrá la oportunidad de indagar en su relación conflictiva con los hechos violentos que marcaron el fin de su infancia.

Deudora de algunos de los más relevantes escritores hispanoamericanos de los últimos años, como Roberto Bolaño o Rodrigo Rey Rosa, El hombre ajeno es una novela en la que el protagonista busca, en la biografía de un poeta maldito, las pistas para entender su propia vida.
Suelo empezar las reseñas con citas extraídas de los libros. Si esta vez empiezo con la sinopsis editorial es porque quizás la veo algo alejada de lo que ha sido mi experiencia como lector. La sinopsis, si bien es un buen resumen de lo que encontramos en la obra, parece dar prioridad a la vida de Héctor Meier Peláez cuando el protagonista absoluto es Juan Linares. Empezamos:
"Al menos a esta chica no la había conocido en un hospital psiquiátrico entre personas con tendencias suicidas. Alberto parecía enamorado, lo que no dejaba de sorprender a Juan, que- como había leído en Proust- pensaba que el sentimiento de estar enamorado solo podía surgir en la más tierna adolescencia, cuando aún no somos lo suficientemente inocentes como para proyectar en otro todos nuestros anhelos, sin percatarnos de que parten de nosotros mismos" 
"Juan había sentido muchas veces su vida como una vida ajena, la de un huido: sus notas en el instituto, su carrera de Filología , como si solo fueran las coartadas que reúne el criminal para cubrirse las espaldas"
Como decimos, la obra se centra en Juan, un joven responsable que se está doctorando en Filología y que escribe una tesis sobre Héctor Meier Peláez, un autor ficticio, creación de Pérez Vega. Para ganar algo de dinero extra trabaja en unas naves de carga y descarga en las que interactúa con otros jóvenes en su rango de edad estableciéndose el contraste entre unos y otros. Juan, a diferencia de sus compañeros, es taciturno y reservado, responsable y meticuloso en todos los aspectos de su vida. Un hecho trágico en su infancia puede ser la clave del comportamiento de Juan que toma una vía muy distinta a la de su hermano Alberto, un delincuente toxicodependiente. Y es este hecho trágico el que queda pendiente de un hilo que se retoma tras un capítulo central que versa sobre el poeta creado por el autor y que conforma una segunda la segunda parte del libro.

A través de la biografía de un poeta ficticio, "homosexual y comunista", Pérez Vega repasa algunos hechos relevantes de la historia de El Salvador como la "mal llamada" Guerra del Fútbol, un conflicto entre Honduras y El Salvador en la que se usaron aviones obsoletos para el combate  cuyos nombres serán tomados como títulos por Meier Pelaez para los textos de su corta bibliografía.

En la tercera parte retomamos la vida de Juan, su relación incierta con una inmigrante ilegal ucraniana, profundizamos en la vida familiar del protagonista y sobre todo asistimos a un cara a cara de él mismo con su pasado.

Casi resulta un alivio que algunos de los escritores jóvenes del país se escindan de la línea tan recurrente que parece haber tomado la literatura contemporánea, novelas negras de fórmula fácil. El nuevo libro de Pérez Vega posee varios paralelismos con su obra anterior. Personajes cercanos, del día a día, con los que resulta fácil identificarse aunque esta vez el autor opta de forma más contundente por recoger los ecos de sus influencias literarias directas, principalmente de Roberto Bolaño, del que se perciben, en el capítulo central, alusiones a obras como "La literatura nazi en América" o incluso Los detectives salvajes , además, aparecen citados varios poetas y escritores sudamericanos como Roque Dalton. Se trata pues de una novela más arriesgada y madura del joven escritor madrileño.

Podéis encontrar más información del autor y de su obra en su blog literarioDesde la ciudad sin cines

Muchas gracias a David Pérez Vega.

viernes, 9 de enero de 2015

“Con este libro no vas a aburrirte”: entrevista a Santiago Raúl Bailez Chayé

Santiago Raúl Bailez Chayé es un joven escritor que vive en Junín, una ciudad al noroeste de la provincia de Buenos Aires, con mucho verde y aire puro. La editorial Baile del sol publicó hace muy poco su libro De Adanes y animales, una antología de cuentos que, además, tiene la particularidad de estar acompañada por unas muy buenas ilustraciones de Rocío D. Limón. El hablar pausado de Santiago invita a un diálogo ameno donde nos cuenta sobre la publicación.

¿Por qué no empezamos hablando del origen de este proyecto? ¿Qué fue primero el texto o la imagen?

El origen fue, en realidad, un punto y seguido, digamos que es una constante universal: causa y consecuencia. El primer cuento del libro “El jabalí y la semilla”, obtuvo el cuarto premio en un concurso literario de cuento y poesía organizado por la filial ATSA. A partir del premio llegó la idea del libro de cuentos. En 2011, Baile del sol me informó que estaba interesada en publicar, pero que, por cuestiones del mercado, no sería posible hasta 2014 y dejaron la decisión en mis manos. Decidí esperar, y fue en ese tránsito acalambrado de la espera que se me ocurrió sazonar los relatos de alguna forma. A esta altura, juro que no recuerdo cómo entablé contacto con Rocío, lo único que sé es que era un contacto más de Facebook. Le propuse una suerte de coautoría, leyó el libro y aceptó de inmediato.

¿Cómo fue la interacción con Rocío?

Fluida, concreta, una interacción en la que cada uno mantuvo una total independencia, por sobre todas las cosas. Se trataba de entrelazar algo que, sí sabíamos, establecería un contraste. El lector camina por el texto, y de pronto “choca” contra la ilustración, y cuando vuelve al texto, “choca” otra vez. Pero es la idea que persigue esta fusión de texto e imagen: el choque. El contraste. Y tal vez no te guste el texto y te deleites con la imagen; y tal vez la imagen no te diga tanto como el texto. Pero si tu paladar es amplio ¡qué suerte! Has comprado “tu” libro.

¿Cómo definirías los cuentos de esta antología?

Las preguntas cuyas respuestas son difíciles de encontrar suelen ser de las mejores. ¿Qué podría decirte, Adriana? Por 2011 apenas sí había leído algo de Quiroga, apenas sí recordaba El Principito, no sé, De adanes y animales, para mí, en aquel entonces, fue un tubo de ensayo. Y salió bien, un accidente. Es un estilo muy mío, lo digo teniendo en claro que no he leído nada que se le parezca. Hay realismo mágico, hay un poco de argentinidad, pero de pronto te cruzás con “El abismo” y es prosa poética, y hay un cambio de marcha cuando pasás del estilo cuento al estilo fábula. Lo que es seguro es que no vas a aburrirte. Podría definirlos como cuentos divertidos, que no graciosos, ¿no? Son cosas diferentes.

¿Sentís que siguen alguna línea con respecto a tu literatura anterior o se diferencian en uno o varios puntos?

Es como un actor que se hace cantante, o viceversa. No hay parangón. Primer libro de cuentos, primera vez que incursionaba en el género, primera vez que tomaba distancia de los autores que me habían marcado hasta ese momento, Shakespeare, C. S. Lewis y Tolkien (en ese orden), primera vez que pensaba más en la historia que en el decorado, por así decir.

¿Pensaron con Rocío en alguna franja de público en particular?

En realidad, no. Y esto también tiene que ver con la independencia con la que trabajamos. Por un lado, mientras escribía, en mi fantasía rondaba la imagen de un padre leyéndole el libro a alguno de sus hijos, disfrutando, además, él mismo la lectura, y llevándose el libro a la cama para continuar leyéndolo. La imagen se esfumó en cuanto escribí “El abismo”. No es un cuento para niños. De todas maneras, pienso que, más allá de que está mal visto decir que un libro es “para todas las edades”, debo resignarme a mis propias consideraciones. He recibido pulgares altos de gente pequeña, coetánea, y, para mi gran sorpresa, de gente adulta en todo el sentido de la palabra; gente que ha reconocido que gustaba de leer los cuentos dos, tres veces en el marco de pocos días. Las palabras eran “me acompañan”, “me hacen pensar”, “me distraen”. Y estoy seguro de que es tanto más satisfactorio que una sola persona te lea tres veces, a que tres personas te lean una vez. En cuanto a Rocío, tendríamos que preguntarle a ella. Su arte es reconocido y su estilo, muy marcado. Fue fiel a sí misma, eso puedo decirlo. Y lo digo con gran satisfacción, ya que no buscamos sino la pureza.

¿Considerás que la imagen acompaña el significado de los textos, los resignifica o amplía su significado?

Amplía el significado, sin dudas. El lector irá generando sus propias imágenes en el transcurso de la lectura y, cuando menos lo espere, llegará a un cruce de calles y apenas caerá en la cuenta de que se le venía un camión encima. Creo que Rocío logra un impacto estupendo con sus imágenes. Es cierto, podría decirse también que, de alguna forma, quizás en algún caso llegue a resignificar el texto. Y eso, particularmente, me parece un gran acierto.

¿Lo de las imágenes solo en blanco y negro obedece a una cuestión de costos o tiene algún motivo en particular?

En un principio las ilustraciones eran en color, pero la editorial nos indicó que debían ser en blanco y negro. Por suerte. El resultado, según Rocío, llevó su trabajo a otro nivel. Aunque, una vez más, no pretendo hablar por ella, más teniendo en cuenta que soy prácticamente un ciego en la contemplación del arte de la pintura.

¿Qué siente un escritor joven cuando una editorial le ofrece publicarle su texto?

Puedo hablar por mí. Fue increíble. Llegué a la publicación sin contactos, sin antecedentes en el mundo editorial, sin referencias, sin padrinos literarios, solitos mi libro y yo en un mundo que, si lo que llevás en la canasta son monedas de esperanza, tratá de pensar que siempre vas a estar a un paso de la bancarrota. Entonces, genial. Se siente estupendo. Es el Nirvana del autor novel que llega como llegué yo. Dura un momento, pero vale la pena vivirlo.

Santiago se levanta y enciende un cigarrillo, piensa la respuesta y, como a lo largo de toda la entrevista, se nota que él está acostumbrado a encontrar las mejores palabras para cada situación.

Si tuvieras que darles a los lectores una razón para comprar De Adanes y animales, ¿Cuál sería?

Lo mejor para el final. Es una pregunta que me fascina. ¿Por qué alguien debería comprar De adanes y animales? Empecemos por lo importante: porque es arte. No me interesa tanto venderme a mí o a Rocío sino vender la pasión por el arte. El arte es el alimento de la humanidad, o eso quiero creer. Compren De adanes y animales, sí, y compren otro libro, y otro, y muchos más, y no dejen de leer. A veces perdemos noción de todos los mundos que existen dentro de nuestro planeta. Hay una frase que escribí y que forma parte de mi presentación en el blog de microrrelatos que tenemos Rocío y yo: “En lo que otros escriben queda la huella de pensamiento más clara que un ser humano pueda plasmar; (…) creo que encontramos la huella de aquello que no pueden ver los ojos y que, al fin y al cabo, es lo que más nos distancia de comprobar que la vida no es un sueño, sino un hecho en el tiempo y el espacio. En otras palabras: pienso que cuando leés, sos el náufrago que se creía solo en la isla y de pronto se topa con un río de huellas en la arena”. De adanes y animales divierte, intenta dejar enseñanzas y mostrar realidades; mi padre ha soltado alguna lágrima al leer “La casa de los 250 vidrios”, mis amigos se han reído con “El mal momento de Don Jorge”, mi madre se ha asustado con “El abismo”, mi entorno específicamente literario encontró una hermosa y triste metáfora al leer “A la ciudad, ida”. Si comprás De adanes y animales, si te lo prestan, si te lo regalan, vas a encontrar un pequeño mundo. Vas a encontrar un sendero de huellas más. Vas a pensar “no estoy solo”, y probablemente vengas de otro pequeño mundo, y gracias al Cielo, continuarás con el turismo literario interplanetario, continuarás enriqueciéndote, continuarás creciendo.


Lic. Adriana Santa Cruz

Profesora y licenciada en Letras (UBA). Actualmente, es docente secundaria y terciaria (Instituto Mallea). Corrige y redacta textos de diferentes géneros, y da cursos de redacción. Escribe reseñas literarias para el portal Leedor.com y para la Revista Lecturas, de Chile. Dirige la revista cultural Dosier. Asimismo, escribe para #AsíSeEscribe (http://blogs.infobae.com/asi-se-escribe/), además de participar en diversas actividades vinculadas al mundo literario y académico. 

martes, 30 de diciembre de 2014

Encuentro azul

Siento curiosidad por este escritor. Hemos intercambiado alguna frase que ahora no consigo recordar. He leído fragmentos de sus obras. Pero, sobre todo, me he emocionado  -hasta experimentar casi una reacción física- con las píldoras literarias que suelta cuando menos te lo esperas en su muro de Facebook. Estoy hablando de Juan Pardo Vidal.
Al fin llega el día. Una mañana cualquiera de este mes de diciembre. A las doce. En el Café París, en el Paseo Marítimo de Almería. Un encuentro azul porque el Mediterráneo lo envuelve todo. No trae su último título, Arquímedes está en el tejado (Baile del Sol, 2014), porque todavía no ha llegado a las librerías (en el momento en el que leáis este post sí que estará disponible). Sin embargo, tiene sobre la mesa un MacBook con todo tipo de resúmenes de la obra que me ofrece amablemente para facilitar mi labor. Pasamos de ellos y nos enfrascamos en ese viejo género periodístico llamado entrevista. Viejo y al mismo tiempo tan nuevo como lo hace cada uno de sus protagonistas.
Pronto el gran sentido del humor y la absoluta modestia de este filólogo nacido en Almería en 1967 rompen el hielo. Para quien no lo conozca (¿de verdad hay alguien que todavía no lo conoce?), diré que es licenciado en Filología Hispánica y trabaja como educador social. Ha escrito poesía, novela y cuentos, muchos cuentos. Es autor de títulos como ‘Poemas de amor a una piedra’, ‘35 maneras de sentirse solo’ y ‘La luz de la mesita de noche’.
Juan Pardo Vidal
Aquí reproduzco, sin colorantes ni conservantes, lo que dio de sí aquella conversación. Y me despido no sin antes advertiros de que estaréis dejando pasar una gran oportunidad si no lo leéis. Para muestra, las páginas iniciales de su último trabajo que nos ha cedido a modo de generosa propina.
Arquímedes está en el tejado supone tu incursión en la novela histórica. ¿Tenías ganas de adentrarte en este género?
Sí, precisamente por el afán de adentrarme en géneros que no controlo. Como nunca había escrito una novela histórica, me apetecía hacerlo. La literatura no está profesionalizada, salvo algunas excepciones. Yo tengo mi trabajo y, por muy en serio que me la tome, me gusta más juguetear con ella que dedicarme a ella. Enfrentarme a algo que no había hecho me ponía mucho. 

En la forma no es una novela histórica al uso, pero sí en el rigor con el que te has documentado.Sí, esa es la clave. Intentar hacer una novela histórica que no sea una novela histórica. El Quijote es un libro de caballerías que no es un libro de caballerías, Anna Karenina es una novela sobre adulterios, algo que estaba de moda a finales del siglo XIX, que en realidad es mucho más. Porque, ante todo, las dos eran intentos de hacer una novela que no fuera realmente la que se estaba haciendo.
Yo, en mi humilde situación, porque no soy nadie, he intentado hacer una novela histórica que no responda a los patrones y clichés del género. Y dentro de lo que a mí me gusta, que es moverme en el territorio de la ciencia. Quería hacer una novela histórica que fuera ágil. No quería de ninguna manera que sobrepasara las 200 páginas y me costó. Quitando las 20 primeras páginas en las que he querido dármelas de escritor y son un poco más lentas, después el ritmo se acelera. Quizá en exceso. Al lector le debe de agradar de esto. No me cabía todo lo que quería contar en 200 páginas.
En esta obra, cada palabra es trascendental. Yo he publicado novelas cortas y soy cuentista, entre otras cosas porque me gusta que cada palabra sea esencial. Y lo he conseguido a base de revisar mucho y corregir mucho. No se trata de contar una anécdota sino de contarla cómo yo quiero. Eso no quiere decir que acierte, sino que es adrede.
Para documentarte has pedido ayuda a una profesora. ¿Cómo ha sido?No me ha ayudado tanto en la documentación como en la corrección porque tenía miedo de meter la pata, ya que soy filólogo, no historiador, y hay cosas que se me escapan. Cuando lo revisé con la profesora de Historia Antigua de la Universidad de Almería María Juana López, efectivamente había muchas cosas que no estaban bien. Fuimos corrigiendo y acepté sus sugerencias.
¿Cómo nace tu interés por Arquímedes?Hace años escribí un cuento sobre Arquímedes y, al leer su biografía, me di cuenta de que estaba llena de lagunas, obviamente porque hace mucho tiempo de su existencia. Pero hay espacios de su vida en los que no se sabe qué ocurrió, lo que me permitía novelar. Y por otro lado, era matemático y me encantan las matemáticas aunque sea de letras, lo que es paradójico. Él fue el mayor ingeniero e inventor de la historia, más grande que los que vinieron después, pues descubrió e inventó cosas que eran impensables en el año 200 antes de Cristo. Mi intención era hablar de alguien que me dejaba espacio para moverme y luego inventarme una solución para un par de enigmas sobre su muerte. Varios historiadores dicen que murió haciendo círculos en el suelo y que dijo una frase: “No molestéis a mis círculos”. Simplemente he pretendido dar una versión de qué pudo pasar, de qué quería decir. 
El gran protagonista de esta historia es Vinci, un personaje de ficción. Háblame de él.Sí, es un personaje inventado. Es un niño que al ser raptado y vivir de una forma determinada se convierte en una bestia, una máquina de matar que no tiene muchos sentimientos, pero sí cierta inteligencia para controlar sus emociones. Tiene buen corazón, pero a la vez ha sido educado para matar. Es muy contradictorio.
Vinci representa lo que hemos sido en todo el Mediterráneo porque ésta es una novela sobre el Mediterráneo. Un niño fenicio que es raptado en Cádiz, termina sirviendo en Messana, en Italia, y habla griego. Encarna todo el mestizaje que había en aquella época en la que la gente andaba de un lado para otro. El mar no era un obstáculo, era un camino por el que se podía comunicar porque por tierra tardaban la vida entera. El Mediterráneo era un país donde se tenía más en común con la gente de Creta o Sicilia que con la gente del centro de la Península Ibérica.
En esta novela, he jugado con algo con lo que no había jugado antes: ambientar una historia que podría ocurrir en el oeste americano o en Andrómeda en la Sicilia de la época de Arquímedes. Porque al final siempre cuentas lo mismo, son historias de personas a las que le pasan cosas y piensan cosas. Dónde las piensan y cómo las cuento son los únicos elementos que varían. Las historias son todo lo sencillas o complejas que tú quieras.
¿Cuáles son los temas que palpitan en las páginas de Arquímedes está en el tejado?
Hay varios temas centrales. Uno es el deseo del hombre de perdurar porque tampoco se sabe si Arquímedes tuvo hijos. Ese deseo que todos tenemos de tener hijos como si fuera una manera de quedarse o ser trascendental. Esto está en la novela. Aunque el tema principal es si la ciencia nos hace más felices y para qué sirve. Arquímedes tenía esa duda, un hombre que vivió hasta los 70 años cuando nadie duraba tanto, que estuvo con todos los grandes en Alejandría y con una mente que estaba lejos de los de su generación se preguntaba: “¿Nos hace más felices la ciencia? ¿Hacia dónde vamos a través de ella? ¿Nos está llevando por un buen camino?”.
¿Por qué la editorial Baile del Sol?Nunca había publicado con ellos y es una editorial que me gusta mucho. De hecho, nunca he repetido con el mismo sello y mira que tengo libros. Lo mismo que me gusta cambiar de género, también me gusta cambiar de editorial.
¿Cómo tomas la decisión de compartir las primeras páginas de este libro con los lectores de LA VOZ después de ofrecerles gratis hace un año tu novela corta completa La memoria de los peces?Me siento orgullosísimo de lo que hicimos con La memoria de los peces porque hubo muchas descargas. No siempre te tienes que sujetar al mercado. Yo estoy en contra de la piratería en Internet, pero estoy a favor de que haya muchas cosas ahí para compartirlas. Esto es otra cuestión, otro pequeño experimento, pero me parece bien que alguien que quiera comprar la novela pueda leer antes el principio. Nadie se casa con otra persona si no han salido antes.
Esta novela en realidad son dos novelas.Sí, una es la historia de los nueves meses que duró el sitio a Siracusa (en realidad duró cuatro años, pero me centro en los últimos nueve meses). Estaban en plenas guerras púnicas y quien controlase Siracusa, controlaba el Mediterráneo. Al final de ese asedio, muere Arquímedes. Esto ocupa los capítulos impares.
Y luego hay otra novela, la de Vinci. Los capítulos pares cuentan la historia de ese niño que es raptado y que termina siendo el legionario. No me vuelvo loco como Cortázar en Rayuela. Es muy evidente los capítulos que se refieren a cada parte. Son dos novelitas distintas en el tono y en la forma de estar escritas. La del niño es más breve y está gustando mucho a mi círculo más cercano.
Hay una parte de la novela que transcurre en el siglo II antes de Cristo, pero está narrada en presente. ¿Por qué?
Sí, eso ha sido una pesadilla para mí porque no puedes reflexionar apenas, se reflexiona en pasado. Cuando estaba escribiendo la novela, me di cuenta de que lo mismo había bajas y podía asfixiar a algún lector. Eso era una pesadilla. Todo ocurría en presente demasiado rápido. Era ágil, pero podía morir alguien. Cuando iba hacia la mitad, me inventé hablar de la historia del chico, con lo cual ya podía usar el pasado como contrapunto.
Y luego otro detalle. A la comunidad gay le puede gustar mucho. Hay un par de personajes muy leales en los que el protagonista puede confiar y ambos son homosexuales. 
Trabajas en un centro de menores. ¿Te inspiras en tus propias vivencias a la hora de escribir?
Bueno, en La memoria de los peces hay un niño que va a un centro de menores. Todo lo que haces te pertenece, entonces no es que te inspires es que es tuyo y ya está digerido. Yo he estado muchos años trabajando con niños delincuentes y la violencia es algo que no me incomoda. En Arquímedes está en el tejado hay mucha violencia y probablemente venga de digerir todo eso.

viernes, 19 de diciembre de 2014

EL LIBRERO RECOMIENDA Librería Leo

Librería Leo

Nuestras vidas no serían iguales sin las librerías y sin los libreros. Por eso, este año, hemos querido que sean los protagonistas navideños de Verlanga. Cada día lectivo (hasta la víspera de Reyes), uno de ellos se asomará a nuestras páginas para recomendar un libro. No necesariamente tendrá que ser una novedad. La única condición es que no esté descatalogado. Esperemos que os sirva de ayuda cuando tengáis que hacer un regalo.

Clara Moltó Gisbert

Librería Leo (abierta en septiembre de 2011) recomienda:
Foto: Eva Muñoz.
Foto: Eva Muñoz.
Stoner, de John Williams (Baile del Sol)Stoner
«Hemos seleccionado como recomendación “Stoner”, ya que es uno de nuestros libros emblema. Fue una de nuestras más intensas lecturas al poco tiempo de abrir la librería. Cada uno y una de los que trabajamos en Leo, hemos llegado a la misma conclusión: Stoner es un personaje entrañable que no nos ha dejado indiferentes, un espejo donde reflejarnos o una pregunta certera acerca de las elecciones.
John Williams era un autor que fuera de Estados Unidos, a priori, pasa desapercibido, pero que en su país ha sido galardonado en vida con el National Book Award por su novela “Augustus”.
“Stoner” es un libro que pasa de boca en boca, llegando a calar hondo en cada lector».

miércoles, 17 de diciembre de 2014

JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ. LLEGADA A LAS ISLAS

JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ. LLEGADA A LAS ISLAS
(Baile del Sol, Tenerife, 2014)



por DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR

No estoy cantando, ¿no lo ves?
Sólo trato de hablar de cómo hacerlo.


Llegada a las islas, el último poemario de José Óscar López, es un libro inmenso, ambicioso y, como ya habrán deducido de los adjetivos anteriores, arriesgado. Más de cien páginas, combinación de verso y prosa, citas infinitas, samplers, poemas de tres páginas y poemas de un verso... Podría pensarse en una anomalía, en un libro raro de alguien que ha tenido un repentino rapto de inspiración delirante. Pero no. Tomemos su anterior libro de poemas. Pongamos Vigilia del asesino junto aLlegada a las islas, y nos daremos cuenta de que, lo que pasa, es que José Óscar López es de una especie de poeta que escasea. Es de la especie de los genios, de los grandes de verdad. De esos que conciben la poesía como un proyecto infinito, como un arte inmenso y sin límites; que no se conforma con exprimir una imagen brillante, o con mimar un sentimiento íntimo entre los algodones de un estandarizado concepto de belleza. José Óscar pertenece a la estirpe de los grandes vanguardistas, de los osados, de los héroes exploradores que, alucinados, cavan trincheras en la noche, mientras todos duermen, y disparan contra eso que, invisible, se mueve ahí delante, en la oscuridad.

Pero lleguemos a las islas. Los primeros islotes que nos encontramos en esta alucinada travesía tienen nombres propios; estamos en el arrecife de las citas previas: Barthes, Ashbery, Deleuze, Derrida, Valente, P.I.L., Rimbaud… A través de estas citas, o mejor dicho, de las firmas de esas citas, podemos entresacar, de entre la gran sinfonía de ruido que es Llegada a las islas, algunos de los vectores que suenan ahí dentro y que sostienen los principios estéticos de la obra.



Empecemos por Derrida, y metamos ahí también a Deleuze y a Barthes. Con estos nombres como brújula podemos intentar entender un poco el planteamiento filosófico y literario de esta obra. Y ahí está la primera clave. Significado y lenguaje. Los tres autores citados pertenecen a esa corriente de la filosofía de la sospecha y la deconstrucción, empeñada en demostrarnos que no hay pensamiento sin lenguaje, que no hay realidad que no sea construcción; que ese mito de un significado previo, ideal, que luego el escritor intenta plasmar de la mejor manera posible a través de la “herramienta” de la palabra, es una ingenuidad heredada del platonismo que llevamos de serie. La manera de escribir de José Óscar, el estilo de Llegada a las islas responde de una manera radical a ese planteamiento, en mi opinión. El significado se genera después de cada verso, de cada imagen, de cada giro. El significado se va creando y destruyendo verso a verso, el significado es un mito, una Ítaca inexistente que hace zarpar nuestro barco y lo mantiene en un movimiento perpetuo, en un continuo cambio de rumbos, para llegar, finalmente, no a Ítaca, sino a las islas, porque el hogar, o el sentido inamovible, son siempre una ficción.

Si Derrida ha sido durante mucho tiempo el filósofo favorito de los escritores, es porque nosotros, más que los filósofos, hemos sabido eso desde siempre. Y para José Óscar, ese ha sido su principio estético: el lenguaje manda. El significado siempre va detrás, y siempre es una cadena infinita de referencias, de metáforas que hacen referencia a otras metáforas; y cuando encontramos tierra firme, seguimos avanzando y nos encontramos de nuevo con el mar, y nos damos cuenta de que estamos en otra isla.

(pero se trata de buscar un río y no un muro, y todo va a seguir moviéndose igual que un río que no existe, y sin embargo fluye)

Así nos sentiremos en este libro, que lleva esa propuesta también al estilo, a las interrogaciones continuas, preguntas que no esperan respuesta alguna, que son simplemente una forma de enunciar un contenido que se niega a sí mismo, que revela la ignorancia. Y también a las oraciones larguísimas, infinitas, llenas de paréntesis, de digresiones que postergan el sujeto del predicado, que predican sin sujeto, que se enredan en sí mismas y progresan hacia lugares en espiral o en fuga y que terminan muy lejos de donde parecía que iban a llevarnos al comienzo.

(Una inquietud mueve las fontanelas de la Tierra. Una conversación que no se acaba está abocada, irremediablemente, al estertor de los monólogos. A todo lo que dice, imperturbable, su vacío. Parto en la multiplicidad, voces imaginarias, que suplen al que espera.)


© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

Pasemos a otro de los islotes que nos daban la bienvenida al libro. Elijo ahora a Rimbaud. Es decir, elijo la imagen. El poeta francés ha quedado como el liberador de la imagen. El visionario que desliga el poder de la imagen de su anterior trabajo de ejemplificadora o ilustradora de un pensamiento previo. El alucinado. Y José Óscar es un poeta (y un narrador) de una imaginación inmensa. Lo demuestra en cada uno de sus libros. Este está lleno de ellas.

(Pasaban cielos como escualos sin dientes)

Imágenes que se suceden y abren de repente cielos, mares y tierras con la velocidad de un relámpago, que iluminan trozos de rutas que desaparecen inmediatamente, para dar paso a otras posibles rutas, porque todo es posible e imposible a la vez en esta travesía. Cada imagen inventa un mundo, pero los mundos son infinitos, y no hemos de esperar estar mucho tiempo en ellos, ni conocer su historia y leyes.

(Y un tipo con orejas puntiagudas nos instaba a volar)

Podríamos, no obstante, destacar la cantidad de imágenes referidas al origen, a la fuente, al manantial, a la raíz, así como a lo ambiguo, lo anfibio, lo que es al mismo tiempo una cosa y otra. Me interesa destacar ese conjunto de imágenes, que van surgiendo en el libro una y otra vez, en muy variadas formas, y que estarían ya anunciadas por la cita inicial de José Ángel Valente, uno de los grandes poetas del espacio del origen. En este viaje extraño estas imágenes nos sitúan en un espacio muy conocido también para los escritores que no aceptan que sus palabras deban traducir un sentido previo. El espacio en que la imagen libre, sin el horizonte de una Itaca a la que dirigirse, crea ella misma un espacio de indeterminación que abre mil caminos y, a la vez, destruye cualquier posibilidad de un camino o un sentido único. Muchas veces ese espacio vacío y múltiple a la vez, es el propio yo, la individualidad del poeta que intenta afirmarse, definirse como algo sólido, como un sujeto estable, pero que se convierte una y otra vez en ausencia, en caos, en vacío en el que caben todas las voces, payaso y carnaval. En este libro habitamos muchas veces ese espacio, que es confuso, peligroso, caótico, pero es también un espacio donde se puede sentir una especie de revelación, aunque la revelación sea al final la de la insignificancia, la de la ausencia.

(Antes de entregarle un ligero trozo de ébano, le dijo: escucha y luego agárralo bien, pues ésa es toda tu porción del misterio. // Y al estrellarlo contra el basamento de unas columnas cercanas, se escuchaba hueco.)


© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

Por último, está el islote de P.I.L., el grupo punk. Más adelante encontraremos también la isla de Jesus and Mary Chain. Caos, ruido, música. La negación convertida en música, el caos convertido en arte; el ruido, convertido en melodía. Sería la música de este libro. Una música, si se me permite, derrideana. Para Derrida, el problema de los filósofos idealistas es que pensaban que el lenguaje era un “ruido” que molestaba la pureza de la idea: él reclamó el ruido del lenguaje como única realidad del pensamiento. Así la música de José Óscar (Él amaba el ruido, lo amaba enfebrecido) y de este libro, el punk y el noise: el ruido de la guitarra no es el problema que hay que evitar, sino el auténtico cuerpo de la música, que hay que hacer sonar a todo volumen. Uno de los versos más sintéticos del libro, con el que cierra gloriosamente un poema, dice simplemente: Guitarrazos, guitarrazos. Este es un libro punk, un libro noise.

El ruido y la confusión llegan también al género. Yo estoy hablando todo el tiempo de poemario, de conjunto de poemas. Pero José Óscar López siempre ha tenido problemas con los géneros. Aquí los ha vuelto a tener, y la editorial, ante lo inclasificable y radical del texto, optó por publicarlo en su colección de narrativa, en lugar de la de poesía. Y en cierto modo han acertado, por varias razones.

La primera, es que José Óscar, casi siempre, es un poeta épico. Lo era en Vigilia del asesino, y lo es también enLlegada a las islas. Este libro es épico en varios sentidos. En primer lugar, ya desde el título, y desde las referencias de muchos de los poemas (a La Odisea, a La Ilíada, a La Eneida…), puede considerarse este texto como una variante de una epopeya originaria. Una epopeya del lenguaje y de la poesía, una epopeya individual que, como la variante de James Joyce, asume que todo viaje, y que todo lenguaje, que toda narración, ya está contada, que la vida es un conjunto de personajes y de voces que no son nuestras, o lo son como parodia, como imitación o variación. También es fácil ver la idea borgiana de El inmortal, todos somos Homero, la cadena del lenguaje y sus mitos es infinita y múltiple.

No obstante, no solamente es un libro épico por estas referencias a la épica clásica. Es una épica del ruido, o el ruido de la épica. Porque el libro está lleno de personajes, de escenas de cine o de literatura de género: detectives, novela gótica, terror, cómics, ciencia ficción…

(¿Y si, después de todo, esta nada apacible, hospitalaria, constituyese/ una nueva y paranoide Eneida, formulación nueva y a la vez antigua/ de vistas fulgurantes bajo el cuádruple atardecer de Star Wars/ mientras tú, sencillamente, la estabas jodiendo -que es lo mismo que decir/ que te preocupabas en vano, tontamente- todo el rato?)


© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

Pero no hay historias, sino fragmentos de historias, como si el barco de todas las ficciones literarias o fílmicas de la historia se hubiera hundido, y José Óscar fuera recogiendo fragmentos, a veces grandes y con cierto sentido: un planteamiento completo (Se conocieron una noche en el desierto, en un club de jazz del Sahara), o un desenlace (Salió del trullo, le dio un libro ilustrado de Jack London / y un poco de dinero, antes de afeitarse y despedirse.//Las tardes son largas en los aeropuertos, desde entonces); a veces mínimos, extraños, piezas de algo mayor que no sabemos realmente para qué pueden servir, pero que explotan en la imaginación (Él vacilaba en las preguntas pero parecía honrado. / Ella era peligrosa como un jaguar en nochebuena).

Este libro es, en definitiva, un viaje que hay que hacer, un peligro que hay que correr.



por HÉCTOR TARANCÓN ROYO

La selección de la información tergiversa, en alguna medida, los libros y condiciona al lector. Si esto es cierto, lo es en la medida en que cualquier recuento -reseña, crítica o artículo académico- implica una selección interesada de la información (…) Toda lectura, como nos enseña la Escuela de Yale, es una misreading, una lectura sesgada, y toda interpretación es, en alguna medida, ficcional.

Eloy Fernández Porta


Falsa, el teatro de esta conversación se abre una vez más como una caja diminuta. La vida es una acumulación de imposturas y errores de los que sólo te acabas dando cuenta después, de manera parcial, cuando los cimientos han cedido y la torre ha caído haciendo un ruido sordo del que deja, apenas, unos pocos marcos rotos y unos cristales demasiado afilados, senderos sin oxígeno: un recorrido anfibio, abierto por cuchillos. Sin hogar, te llegaría una carta que pondría: destinatario ausente / desconocido. Esto sería, efectivamente, un camino por recorrer y, lamentablemente, los obstáculos serían numerosos. No importaría nada más que la mirada puesta en el horizonte. El futuro es pura incertidumbre,sé justo, porque sé que no serás benévolo.

Por eso, quizá, era mejor centrarse en el pasado. Todo, incluso la escritura, parte de la experiencia. Me veía escribiendo sobre el propio acto de escribir mientras intentaba recordar algo que valiera la pena ser contado a la vez que transformaba todos aquellos recuerdos en algo ficticio que fuera capaz de imprimir un movimiento acorde con la historia de, a saber, una suerte de persona que, matando monos y animales, llegaba al final del camino, apesadumbrado por su dificultad lingüística (mataba para expresarse), y entre sollozos se convertía en un escritor que, transformando la sangre y el dolor, relataba la vida normal en un pueblo haciendo un retrato de costumbres, añadiendo por encima de todo, por algún devenir azaroso, la necesidad de dar vueltas para no decir la verdad, la injusticia, la necesidad del amor, y la dificultad para expresar lo inexpresable, por algún casual, quién sabe, todo lo que intentamos traducir de nuestras experiencias a las palabras, sean escritas o habladas, no importa, si al final no ¿va a quedar nada? (añade en su delirio esquizo-paranoide).

Como aquel viaje, sí. El callejón estaba oscuro, no había nadie en aquella zona. Si me llegara a pasar algo, lo cual era muy probable, serviría de pasto en un kebap, lo que confirmaría aquello de “lo que no te mata engorda”. Estaba buscando una solución para los numerosos problemas que me estaban asaltando últimamente. Situaciones desesperadas requieren medidas urgentes. Tenía la dirección apuntada en aquella carta, llamé a la puerta con cierta reserva, que no miedo, un asesino nunca lo tiene, y me abrieron. Estoy bien jodido esta vez.


Fue muy extraño, la puerta estaba entornada y al fondo de la habitación había alguien en un sofá, pero no había nadie más. Ni un alma. ¿Quién me había abierto? Pero con el primer paso que di la voz del fondo me llegó por resonancia: «me llamo Ulises, encantado de conocerle».

Podría haber salido corriendo, pero eso habría significado caer en lo normal: me gustaban demasiado las paradojas. Me senté junto a él, aunque su mirada estaba dispuesta hacia el infinito, como si pudiese ver el cielo, las estrellas brillar, o una zarza sagrada llameante que le hablaba revelándole el sentido de la vida. Sin previo aviso comenzó a hablar, de manera nerviosa e ininterrumpida, sobre muchas cosas. Yo apunté lo que pude, acaso un leve fragmento de todo: «me atropello sin parar, no sé por dónde empezar y me está dando la sensación de que ya lo he dicho todo, No puedo hablar con nadie, ni verlos —a ellos, a ninguno de ellos, pero sé qué están ahí, al otro lado, que aguardan resultados, y trabajo: sumo, resto, rehago; me esfuerzo, se me va la vida en ello—. Doy por finalizado, y vuelvo a comenzar, ¿el qué? Y vuelvo, sí, ¿pero hacia dónde?

Me pasó algo envuelto en una servilleta, «es la sustancia definitiva, Ítaca, pero es altamente volátil, así que ten cuidado. No sé si lo sabes, pero es una pasada, ir y volver, partir hacia la Nada, ir hacia algún lugar, llegar a una dimensión completamente distinta, terminar en otro sitio diferente, sufrir la iluminación, el instante de revelación. Merece la pena. A veces lo ves claramente, es decir. No sé. A ver. Casi siempre, después de vagar y vagar, haces un círculo, el último lugar es el inicial. La casilla de salida siempre es el punto cero».

Aquella persona estaba obsesionada por algo, se llevaba algo entre manos, y hasta que no terminara de decirlo todo no se iba a quedar tranquilo. Yo creía que era un escritor, pero ahora no lo sé, rememorarlo es como destapar la fragancia de un sueño. Con la droga, eso sí, había algo escrito: sólo si olvidas que has llegado habrás llegado. Me estaba empezando a cabrear, me habían prometido la solución a todos mis problemas y lo único que me estaba entrando era un dolor de cabeza descomunal. Le dije, ya un poco cabreado, invierte la energía que te dicte costumbre o corazón. Era una frase tonta, lo sé, pero tampoco me veía capaz de interrumpirle del todo. Se ataba y desataba, y mi intervención lo había abierto en canal.

Las gotas de la tubería caían al suelo.

«¿Me estás escuchando? siento borracho de palabras, como entonces febril y agradecido, lejos de mí, hablando por hablar, brillando para nadie. Estoy comenzando a dudar, me paro pero eso es peor, retrasa el discurso y luego no sabes cómo concluir aquello porque tus amigos están aburridos, tú has perdido el ritmo y el tema se ha difuminado. Y seguimos moviéndonos, viajando, tan despacio, pero también tan necesariamente».

Una rata corría por alrededor buscando comida.

«Espera, lo estoy viendo. Todavía no la ha consumido. Guárdala, buscaste una mentira que ayudase a vivir, ¿verdad? ¿En qué estabas pensando, qué todo se iba a solucionar, así, mágicamente? Si sólo pueden decirse fragmentos, ¿no debiera recurrirse a aquellos que mejor explican todo o nada?».

La luz no paraba de parpadear.

Estaba ahí sentado, en ninguna parte, ¿qué puede hacer cualquiera?, pensé, ¿había salvación?

El rumor del calefactor acompañaba el discurso.


© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

«No he terminado. Por favor, no sigas el camino de la enésima generación de héroes mandados de vuelta a casa. No es una buena idea. No sé. Sí. Vale. Quizá. Ya no sé cuál es mi voz. Oigo demasiado, y guardo silencio en demasiadas ocasiones. Ni habla plena ni círculo perfecto. Más y menos, ni más ni menos. Acaso una pregunta completamente diferente».

La respiración se hacía más intensa.

«Lo sé, lo sé, aquí no hay nadie. Apunto sin parar en mi cuaderno rojo».

Y el ambiente se estaba cargando.

«Te lo prometo, iba a hacerlo todo en mi cabeza: no me llevé papel, piedras, tijeras, nada. Ahí estaba yo, era lo único que iba a construir».

Guitarrazos. Guitarrazos.

Ficción y realidad se estaban fusionando, si es que alguna vez llegaron a estar separadas. El cuarto era una gigantesca caja de resonancia en la que los ritmos se habían convertido en una serie de sonidos remezclados que acompañaban toda aquella situación en conjunto, in crescendo, impulsándolo todo hacia una última nota que, sin embargo, como buena historia de iniciación, no sería el final de sus días sino el principio de todo un universo que respirar, experimentar y tocar, algo así como…

«¿Un sampleo? Una cierta deficiencia que todavía no es, o no es ya ausencia, la simulación es la mejor arma para penetrar en la complejidad del mundo. ¿A decide marchar en dirección a B o es B quien deja que A se acerque? ¿Puede A atraer a B y hacerlo A, o viceversa? ¿Han sido A y B siempre distintos?».

«¿Puedes imaginar mi soledad mientras creaba el mundo? En realidad, la vida sólo dura cierto tiempo, ¿entiendes? Todo lo demás está aquí en este cuarto, con mi oscuridad, con mi lenguaje, mis gritos y mi sufrimiento. Aquí lo soy todo, algo hermoso que brilla y lo inunda todo. Quizá pueda recordar algo que merezca la pena, no lo sé. Soy José Óscar López. Ése no es mi verdadero nombre. Muchas gracias».

Se había hecho ya de noche en el cuarto.

© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

--Me miró como si fuese idiota. Papá, todo eso está muy bien pero no se parece mucho a un cuento, la verdad. Redactas como el culo, y no se entiende nada (risas), ni siquiera tiene ecos poéticos. ¿No me ibas a contar cómo os conocisteis?

—Sí, llevas razón, em, lo siento. Me he embrollado, hay tanto que contar y tan poco tiempo que a veces… No sé. La verdad. He intentado explicar todos los efectos colaterales, los problemas… Para llegar a esto. Allá va, esta vez de verdad.

«Había un faro, al fondo, aquella torre, ¿no presagiaba a un mimo bajo la luna dando una vuelta por un campo de minas falsas?, se oía el rumor de las olas, las estrellas parecían brillar, esta vez sí, por nosotros. Quizá no fuera nada, aunque en nuestro interior sabíamos que aquello iba a ser para toda una vida. Los obstáculos, y las malas experiencias, nos habían servido para desembocar aquí, en esta isla tan particular. Sucedió de pronto, en esa típica iluminación cotidiana, cuando le dije: solamente los actos expresan un sentido, y yo te he amado con todo lo quehe tenido».




© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

http://elcoloquiodelosperros.weebly.com/la-biblioteca-de-alonso-quijano/llegada-a-las-islas

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Llegada a las islas, José Óscar López

Baile del Sol, Tegueste (Tenerife), 2014. 102 pp. 9,36 € 

Pedro Pujante 

Cuando lees un libro de José Óscar López no sabes qué te vas a encontrar. Ya sea poesía, relato… A veces tampoco se tiene claro en qué género te estás adentrando. Y quizá estas afirmaciones previas estén revestidas de más conveniencia y sean más oportunas cuando nos referimos a Llegada a las islas. Un libro que recién ha visto la luz pero que su autor revela haber comenzado hace ahora ya diez años. No obstante es imposible detectar algún anacronismo, inmadurez o vestigio del paso del tiempo en él.
En Llegada a las islas observamos algunas de las obsesiones que pueblan el imaginario delJosé Óscar más extraño, oblicuo e introspectivo. El viaje como metáfora de ese otro desplazamiento que sufrimos al confrontar nuestra experiencia con la razón; un "mundo flotante", frágil, onírico que se desmorona, explota y nos sumerge en una oscuridad repleta de luces, músicas y brillos inconcebibles. El tiempo, los dioses, la metarrealidad, las pesadillas. Ciudades posmodernas que quizás estén habitadas por un solo ser, por el poeta insomne que las ha fundado, por el lector desprevenido que se acerca a sus barrios. Alguien desde un rascacielos puede estar observando un ocaso, el fin del mundo, la estela de un avión que jamás regresará. Un ángel bostezando en la parada de autobús. Dioses marinos, lectores de Jung, video juegos…
López es un lecto-escritor caleidoscópico, que todo lo retiene, lo asimila y lo convierte en experiencia literaria. Desde los clásicos, el posestructuralismo, el cómic o la música de vanguardia. Nada escapa del vórtice de su escritura, todo confluye y se transmuta en otra cosa, en poema, flash, quimera o sentencia. De Homero, por ejemplo, rescata ese personaje, Tersites, el antihéroe, el único ser con defectos que aparece en La Ilíada, y que tan bien refleja la decadencia de un mundo indefinido y lejano. También desfilan por sus poemas personajes de la Marvel, directores de cine, hombres y mujeres sin nombre. Quizá tú, lector. La intertextualidad, la reflexión filosófica y la ironía son algunas de las señas de identidad de JOL. Pero hay en la ironía de este poemario un rasgo de seriedad, de solemnidad que soslaya todo indicio de broma casual. Y si ese intento de trivializar está (que lo está), palpita bajo una gruesa capa de sinceridad, de emoción, de mirada aguda e inmediata. Todo es inmediato aquí. Todo fluye y nada queda en reposo. Hay una fuga hacia… cada lector habrá de encontrar su punto de llegada.
Leemos estos fragmentos, estas bocanadas de fuego comprimido, y comprendemos que nunca llegaremos a la isla, que Heráclito tenía razón, porque siempre somos otro. Y también le damos la razón a Zenón, porque nuestro viaje es en vano. No hay viaje que no sea hacia nosotros mismos, nos advierte JOL, viajamos por ríos que no existen. Soñamos que dormimos…
En Vigila del asesino, su anterior poemario, un viaje alucinógeno nos conducía por las avenidas mentales de una ciudad extraña. En estas Islas, el viaje es cósmico, plural, sin brújula, y jamás albergaremos la certeza de hacia dónde vamos, qué intenciones nos mueven.
Quizá toda buena literatura debiera de apostar por fórmulas desconcertantes, por vías nuevas como las aquí sugeridas.