martes, 30 de diciembre de 2014

Encuentro azul

Siento curiosidad por este escritor. Hemos intercambiado alguna frase que ahora no consigo recordar. He leído fragmentos de sus obras. Pero, sobre todo, me he emocionado  -hasta experimentar casi una reacción física- con las píldoras literarias que suelta cuando menos te lo esperas en su muro de Facebook. Estoy hablando de Juan Pardo Vidal.
Al fin llega el día. Una mañana cualquiera de este mes de diciembre. A las doce. En el Café París, en el Paseo Marítimo de Almería. Un encuentro azul porque el Mediterráneo lo envuelve todo. No trae su último título, Arquímedes está en el tejado (Baile del Sol, 2014), porque todavía no ha llegado a las librerías (en el momento en el que leáis este post sí que estará disponible). Sin embargo, tiene sobre la mesa un MacBook con todo tipo de resúmenes de la obra que me ofrece amablemente para facilitar mi labor. Pasamos de ellos y nos enfrascamos en ese viejo género periodístico llamado entrevista. Viejo y al mismo tiempo tan nuevo como lo hace cada uno de sus protagonistas.
Pronto el gran sentido del humor y la absoluta modestia de este filólogo nacido en Almería en 1967 rompen el hielo. Para quien no lo conozca (¿de verdad hay alguien que todavía no lo conoce?), diré que es licenciado en Filología Hispánica y trabaja como educador social. Ha escrito poesía, novela y cuentos, muchos cuentos. Es autor de títulos como ‘Poemas de amor a una piedra’, ‘35 maneras de sentirse solo’ y ‘La luz de la mesita de noche’.
Juan Pardo Vidal
Aquí reproduzco, sin colorantes ni conservantes, lo que dio de sí aquella conversación. Y me despido no sin antes advertiros de que estaréis dejando pasar una gran oportunidad si no lo leéis. Para muestra, las páginas iniciales de su último trabajo que nos ha cedido a modo de generosa propina.
Arquímedes está en el tejado supone tu incursión en la novela histórica. ¿Tenías ganas de adentrarte en este género?
Sí, precisamente por el afán de adentrarme en géneros que no controlo. Como nunca había escrito una novela histórica, me apetecía hacerlo. La literatura no está profesionalizada, salvo algunas excepciones. Yo tengo mi trabajo y, por muy en serio que me la tome, me gusta más juguetear con ella que dedicarme a ella. Enfrentarme a algo que no había hecho me ponía mucho. 

En la forma no es una novela histórica al uso, pero sí en el rigor con el que te has documentado.Sí, esa es la clave. Intentar hacer una novela histórica que no sea una novela histórica. El Quijote es un libro de caballerías que no es un libro de caballerías, Anna Karenina es una novela sobre adulterios, algo que estaba de moda a finales del siglo XIX, que en realidad es mucho más. Porque, ante todo, las dos eran intentos de hacer una novela que no fuera realmente la que se estaba haciendo.
Yo, en mi humilde situación, porque no soy nadie, he intentado hacer una novela histórica que no responda a los patrones y clichés del género. Y dentro de lo que a mí me gusta, que es moverme en el territorio de la ciencia. Quería hacer una novela histórica que fuera ágil. No quería de ninguna manera que sobrepasara las 200 páginas y me costó. Quitando las 20 primeras páginas en las que he querido dármelas de escritor y son un poco más lentas, después el ritmo se acelera. Quizá en exceso. Al lector le debe de agradar de esto. No me cabía todo lo que quería contar en 200 páginas.
En esta obra, cada palabra es trascendental. Yo he publicado novelas cortas y soy cuentista, entre otras cosas porque me gusta que cada palabra sea esencial. Y lo he conseguido a base de revisar mucho y corregir mucho. No se trata de contar una anécdota sino de contarla cómo yo quiero. Eso no quiere decir que acierte, sino que es adrede.
Para documentarte has pedido ayuda a una profesora. ¿Cómo ha sido?No me ha ayudado tanto en la documentación como en la corrección porque tenía miedo de meter la pata, ya que soy filólogo, no historiador, y hay cosas que se me escapan. Cuando lo revisé con la profesora de Historia Antigua de la Universidad de Almería María Juana López, efectivamente había muchas cosas que no estaban bien. Fuimos corrigiendo y acepté sus sugerencias.
¿Cómo nace tu interés por Arquímedes?Hace años escribí un cuento sobre Arquímedes y, al leer su biografía, me di cuenta de que estaba llena de lagunas, obviamente porque hace mucho tiempo de su existencia. Pero hay espacios de su vida en los que no se sabe qué ocurrió, lo que me permitía novelar. Y por otro lado, era matemático y me encantan las matemáticas aunque sea de letras, lo que es paradójico. Él fue el mayor ingeniero e inventor de la historia, más grande que los que vinieron después, pues descubrió e inventó cosas que eran impensables en el año 200 antes de Cristo. Mi intención era hablar de alguien que me dejaba espacio para moverme y luego inventarme una solución para un par de enigmas sobre su muerte. Varios historiadores dicen que murió haciendo círculos en el suelo y que dijo una frase: “No molestéis a mis círculos”. Simplemente he pretendido dar una versión de qué pudo pasar, de qué quería decir. 
El gran protagonista de esta historia es Vinci, un personaje de ficción. Háblame de él.Sí, es un personaje inventado. Es un niño que al ser raptado y vivir de una forma determinada se convierte en una bestia, una máquina de matar que no tiene muchos sentimientos, pero sí cierta inteligencia para controlar sus emociones. Tiene buen corazón, pero a la vez ha sido educado para matar. Es muy contradictorio.
Vinci representa lo que hemos sido en todo el Mediterráneo porque ésta es una novela sobre el Mediterráneo. Un niño fenicio que es raptado en Cádiz, termina sirviendo en Messana, en Italia, y habla griego. Encarna todo el mestizaje que había en aquella época en la que la gente andaba de un lado para otro. El mar no era un obstáculo, era un camino por el que se podía comunicar porque por tierra tardaban la vida entera. El Mediterráneo era un país donde se tenía más en común con la gente de Creta o Sicilia que con la gente del centro de la Península Ibérica.
En esta novela, he jugado con algo con lo que no había jugado antes: ambientar una historia que podría ocurrir en el oeste americano o en Andrómeda en la Sicilia de la época de Arquímedes. Porque al final siempre cuentas lo mismo, son historias de personas a las que le pasan cosas y piensan cosas. Dónde las piensan y cómo las cuento son los únicos elementos que varían. Las historias son todo lo sencillas o complejas que tú quieras.
¿Cuáles son los temas que palpitan en las páginas de Arquímedes está en el tejado?
Hay varios temas centrales. Uno es el deseo del hombre de perdurar porque tampoco se sabe si Arquímedes tuvo hijos. Ese deseo que todos tenemos de tener hijos como si fuera una manera de quedarse o ser trascendental. Esto está en la novela. Aunque el tema principal es si la ciencia nos hace más felices y para qué sirve. Arquímedes tenía esa duda, un hombre que vivió hasta los 70 años cuando nadie duraba tanto, que estuvo con todos los grandes en Alejandría y con una mente que estaba lejos de los de su generación se preguntaba: “¿Nos hace más felices la ciencia? ¿Hacia dónde vamos a través de ella? ¿Nos está llevando por un buen camino?”.
¿Por qué la editorial Baile del Sol?Nunca había publicado con ellos y es una editorial que me gusta mucho. De hecho, nunca he repetido con el mismo sello y mira que tengo libros. Lo mismo que me gusta cambiar de género, también me gusta cambiar de editorial.
¿Cómo tomas la decisión de compartir las primeras páginas de este libro con los lectores de LA VOZ después de ofrecerles gratis hace un año tu novela corta completa La memoria de los peces?Me siento orgullosísimo de lo que hicimos con La memoria de los peces porque hubo muchas descargas. No siempre te tienes que sujetar al mercado. Yo estoy en contra de la piratería en Internet, pero estoy a favor de que haya muchas cosas ahí para compartirlas. Esto es otra cuestión, otro pequeño experimento, pero me parece bien que alguien que quiera comprar la novela pueda leer antes el principio. Nadie se casa con otra persona si no han salido antes.
Esta novela en realidad son dos novelas.Sí, una es la historia de los nueves meses que duró el sitio a Siracusa (en realidad duró cuatro años, pero me centro en los últimos nueve meses). Estaban en plenas guerras púnicas y quien controlase Siracusa, controlaba el Mediterráneo. Al final de ese asedio, muere Arquímedes. Esto ocupa los capítulos impares.
Y luego hay otra novela, la de Vinci. Los capítulos pares cuentan la historia de ese niño que es raptado y que termina siendo el legionario. No me vuelvo loco como Cortázar en Rayuela. Es muy evidente los capítulos que se refieren a cada parte. Son dos novelitas distintas en el tono y en la forma de estar escritas. La del niño es más breve y está gustando mucho a mi círculo más cercano.
Hay una parte de la novela que transcurre en el siglo II antes de Cristo, pero está narrada en presente. ¿Por qué?
Sí, eso ha sido una pesadilla para mí porque no puedes reflexionar apenas, se reflexiona en pasado. Cuando estaba escribiendo la novela, me di cuenta de que lo mismo había bajas y podía asfixiar a algún lector. Eso era una pesadilla. Todo ocurría en presente demasiado rápido. Era ágil, pero podía morir alguien. Cuando iba hacia la mitad, me inventé hablar de la historia del chico, con lo cual ya podía usar el pasado como contrapunto.
Y luego otro detalle. A la comunidad gay le puede gustar mucho. Hay un par de personajes muy leales en los que el protagonista puede confiar y ambos son homosexuales. 
Trabajas en un centro de menores. ¿Te inspiras en tus propias vivencias a la hora de escribir?
Bueno, en La memoria de los peces hay un niño que va a un centro de menores. Todo lo que haces te pertenece, entonces no es que te inspires es que es tuyo y ya está digerido. Yo he estado muchos años trabajando con niños delincuentes y la violencia es algo que no me incomoda. En Arquímedes está en el tejado hay mucha violencia y probablemente venga de digerir todo eso.

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