lunes, 10 de noviembre de 2014

Alejandro Palomas publica el poemario Aunque no haya nadie, un itinerario de ausencias de alta intensidad emocional

Alejandro Palomas, autor de la exitosa novela Una madre, publica ahora su poemario Aunque no haya nadie, un recorrido íntimo y compartido por un itinerario de ausencias que conmueve por su profundidad y se convierte en un emocionante acercamiento a la memoria y la soledad consciente.
Después de publicar en esta misma editorial Entre el ruido y la vida el pasado año, el nuevo libro de poemas de este prolífico autor nos revela su mirada hacia los hábitos medidos de un solitario, la eternidad de sus preguntas y el diccionario de su búsqueda.
Éste es el Alejandro más reflexivo, el más sabio. Si en sus novelas nos muestra el discurrir vital de sus personajes, en la poesía conocemos a un autor que se arriesga con lo insondable, que se adentra en los caminos de los gestos más trascendentes para explorar sus consecuencias vitales.

Sobre Aunque no haya nadie han opinado:
"Nunca la ausencia ha sido tan dolorosa y tan real como en los versos de este libro",
Luis Alberto de Cuenca

"Aunque no haya nadie no es sólo poemario; es además un tratado sobre las distintas formas de la ausencia y el relato de un hombre que se amiga con los recuerdos y los hace memoria. Alejandro Palomas desarrolla la paradoja perfecta: la soledad acompaña a quien la cuenta y a quien la lee."
Ana Pérez Cañamares

En medio de un panorama poético que todavía sigue anclado entre la pirotecnia verbal y el laconismo expresivo, abrimos este nuevo libro de Alejandro Palomas para encontrarnos con eso que la escritura de poesía nunca debió soslayar: la intensidad emocional, desprovista aquí de cualquier efectismo exhibicionista.
Juan Vico. Escritor y redactor jefe de Quimera. Revista de Literatura

Alejandro Palomas reflexiona sobre las elecciones y derrotas de un corazón solitario y lo hace sin amargura, con esa calmada inteligencia que otorgan los años. Este libro de extraña sabiduría alumbra verdades complejas: defiende que las ausencias pesan como si estuviesen presentes, que ser mayor no supone un declive sino una conquista, que también experimenta el desamparo quien tiene pareja o que en el silencio de una casa vacía hay asimismo algo de milagro. Es muy difícil no sentirse íntimamente reconocido en las páginas de este poemario, que como todas las obras de Palomas, mantiene un diálogo, honesto y plagado de preguntas, con la vida.
Braulio Ortiz, Diario de Sevilla

No se puede leer la poesía de Palomas desprevenido. En cualquier verso acecha un fogonazo de lucidez que pone en marcha algún resorte emocional que estaba latente. Él sólo lo ilumina. El resto del trabajo es nuestro.
Xavi Vidal, Librería Nollegiu (Barcelona)

martes, 4 de noviembre de 2014

STONER, JOHN WILLIAMS

Stoner de John Williams  (Texas 1922-1994) publicada en 1965, no llega a España hasta el año 2010, rescatada del olvido por la editorial Baile del Sol. La primera vez que escuché este título fue en un encuentro literario con el escritor Garriga Vela, que tuvimos en el club de lectura. Poco después llegó a mí de la mano de buen amigo, que acertó de pleno cuando me dijo que me iba a apasionar su lectura.
Escrita de una forma lineal va desgranando la vida de su protagonista, William Stoner, un muchacho que crece con pocos afectos en la granja de sus padres, donde trabaja desde los seis años ordeñando vacas entre otras tareas, hasta que en la adolescencia deciden enviarlo a estudiar Agricultura en la Universidad, haciendo un enorme sacrificio. Recuerda en cierto modo el ambiente rural y humilde que se describe en algunas novelas de Miguel Delibes.  

Ya en la Universidad durante una clase de literatura, el profesor Sloane le descubre su pasión por esta materia, al leer un soneto de Shakespeare «Esto percibes, lo que hace tu amor más fuerte,/ amar bien aquello que debes abandonar pronto». Se produce una especie de epifanía, decide abandonar su carrera agrícola para pasarse, a espaldas de sus padres, a la de letras: « El amor a la literatura, al lenguaje, al misterio de la mente y el corazón manifestándose en la nimia, extraña e inesperada combinación de letras y palabras, en la tinta más negra y fría… el amor que había ocultado, como si fuese ilícito y peligroso, empezó a exhibirse, vacilante en un principio, luego con temeridad y finalmente con orgullo».
          Un personaje solitario, tímido y taciturno, carente de ambición profesional, embebido en su pasión por la lectura que le hace ser un profesor brillante en ocasiones. Pero debido a su carácter, pasa por la vida dejándose avasallar en el ámbito profesional por un superior al que se enfrenta de forma tozuda, negándose a aprobar a su favorito y soportando las consecuencias estoicamente. Tampoco podemos olvidar la batalla silenciosa y encarnizada que mantiene contra él su propia mujer, Edith, que lo va arrinconando y haciéndole la vida imposible, incluso alejándolo de su propia hija con la que mantiene un vínculo muy especial en la infancia.
Su única válvula de escape y refugio son los libros «Se decía que debía de estar agradecido por tener la oportunidad de leer en soledad, libre de la presión de tener que preparar clases en concreto, libre de direcciones predeterminadas en su aprendizaje. Intentaba leer al azar, por propio placer e indulgencia, muchas de las cosas que había estado años esperando poder leer».
Hasta que de una manera un tanto torpe encuentra el verdadero amor «En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra».
Un nuevo fracaso porque no es capaz de luchar contra las convenciones sociales de la época y se deja manipular por sus propios enemigos. Es casi al final de su vida cuando, con una astucia inusitada, logra darle la vuelta a la tortilla haciéndose respetar frente a su adversario más empedernido en la universidad, y también por Edith en su propio hogar.


«¿Qué esperabas?»
Es la pregunta que se hace en sus últimos días, a la que el lector asiste preguntándose por qué se ha encogido como un caracol dentro de su concha y no ha luchado por cambiar su vida, por mantenerse cerca de las personas que más le importaban, y ha sido un personaje normal, indefenso, muy parecido a mayoría de los mortales.
Una novela escrita con un estilo sencillo y directo, quizá con tintes autobiográficos y con reminiscencias de la generación perdida. Muestra las distintas caras del amor, de la amistad, de la guerra que no solo destruye a los que van, sino de alguna forma a los que se quedaron. Señala las luchas internas en el mundo docente, pero sobre todo revela, haciendo especial hincapié, la forma de dejarse arrastrar y casi ahogar por la propia vida.

Un libro que todo apasionado por la literatura debería leer.

Loli Pérez

miércoles, 22 de octubre de 2014

GraceLand, por Chris Abani

Editorial Baile del Sol. 365 páginas. 1ª edición de 2004; esta de 2013.
Traducción de Alicia Moreno Delgado.

La editorial canaria Baile del Solse ha embarcado en el proyecto de hacer visible la literatura del continente africano, dar voz a ese inmenso territorio que permanece casi olvidado para Occidente. Estaba tratando de recordar cuál era la editorial española que hace ya más de una década tenía una colección de literatura africana y me parece que era RBA; en la actualidad alguna de las editoriales punteras publican algún libro de autores africanos, pero yo diría que es Baile del Sol la única que ahora mismo mantiene una colección entera para estos libros. Desde que empecé con el blog (hace ya cinco años) no he leído ningún libro de África. Con anterioridad sí que me había acercado a algunos autores de países del norte del continente (Marruecos o Egipto) o a novelas de J. M. Coetzee, que al fin y cabo es un africano blanco que escribe en inglés.

La idea de Baile del Sol me pareció muy atractiva y les solicité varios libros de esta colección, que yo pago a precios de autor de la editorial.
GraceLand de Chris Abani (1966, Afikpo, Nigeria) me llegó con una faja promocional, en la que se cita a Los Angeles Times: “Uno de los 25 mejores libros del año”. Leo en la wikipedia que en 2005, Abani consiguió varios premios en Estados Unidos gracias a la publicación de este libro: ganador del premio Hemingway Foundation/PEN Award, ganador del premio Hurston-Wright Legacy award, medalla de plata del premio California Book Award for Fiction, finalista del premio de Los Angeles Times Book Prize for Fiction y finalista delCommonwealth Writers Prize, Best Books (Africa Region).
Chris Abani nació en Afikpo, una pequeña ciudad a más de mil kilómetros de la capital de Nigeria, Lagos. La historia de Chris Abani es una historia de extrañeza: nace en una pequeña ciudad del interior de África, pero su madre es una inglesa blanca, que conoce a su padre (nigeriano del clan Igbo, y profesor de profesión) en Oxford, cuando ella trabaja allí de secretaria y él es un estudiante de posdoctorado. Con dieciséis años Abani publica una novela titulada Masters of the Board, cuyas críticas políticas hacen que sufra prisión en su país durante seis meses. Más tarde, sus nuevos libros le conducirán de nuevo a la cárcel. Abani emigra a Estados Unidos, donde trabaja como profesor universitario y escritor.
El protagonista de GraceLand es Elvis, un joven de dieciséis años al que su madre puso este nombre como homenaje a su admirado cantante norteamericano. Elvis vive con su padre –Sunday– en Maroko, un suburbio marginal de Lagos. Han llegado allí desde Afikpo, una pequeña ciudad del interior del país, una vez que la madre ha fallecido de cáncer y que el padre haya fracasado en su intento de hacer una carrera política.
Elvis ha dejado el colegio y su sueño es ganarse la vida como bailarín. El padre está en paro y cada vez se abandona más al bar, la bebida y la desidia del suburbio. Elvis, para intentar ganar algo de dinero, hace imitaciones de Elvis en la playa para los turistas. En el primer capítulo de la novela se muestra una escena significativa: Elvis, disfrazado como el cantante que le ha dado nombre, baila y canta en la playa ante la extrañeza de los turistas occidentales, que no conciben que un chico africano tenga los mismos mitos en la cabeza que un norteamericano, ni tan siquiera que sepa hablar inglés (idioma oficial en Nigeria), a pesar de que el lector ha acompañado a Elvis a la playa desde su casa y sabe que estaba leyendo unas horas antes El hombre invisible deRalph Ellison, uno de los libros más significativos de la literatura afroamericana sobre la lucha del hombre negro en Estados Unidos.
Con el baile Elvis no parece poder ganarse la vida y trata de encontrar un trabajo más convencional en la construcción, que perderá en breve debido a su indolencia. Redemption, un joven de su edad que conoció en su corta etapa de escolarización en Lagos, empezará a ofrecerle trabajos que se irán volviendo cada vez más peligrosos. Además Elvis conoce a varias personas marginales que se van a ir haciendo cada vez más importantes en la trama, como el Rey de los Mendigos, quien le intentarán transmitir una conciencia política, que chocará con la mentalidad de buscavidas nihilista de Redemption.
La novela está dividida en dos partes. La primera, más extensa, alterna capítulos del presente de Elvis, todos ellos con indicación de un lugar y una fecha: Lagos, 1983; con otros de su pasado en Afikpo, que comienzan en 1972 y se van acercando hasta el momento del traslado a la capital del país. El tempo narrativo de los dos bloques de capítulos es diferente: en el presente la narración se acerca a la vida de Elvis en el periodo de unas cuantas semanas, y en los capítulos del pasado asistimos a episodios claves de la vida del personaje (entre uno y otro han podido pasar dos o tres años). En la segunda parte se abandonan los capítulos del pasado y todo se vuelve presente en la narración: la vida se vuelve cada vez más amenazante para Elvis y el lector le acompañará durante unas páginas cada vez más frenéticas, donde además de su vida está en juego la de su padre u otros personajes significativos del libro o del propio suburbio donde viven.
GraceLand es una novela sobre África –más concretamente sobre los problemas de la Nigeria moderna–, escrita en inglés por un nigeriano (de madre inglesa) que sabe que el público que va a leerle es principalmente norteamericano. Me percato de que leer una novela de un africano negro escrita para el público de su país debe ser casi imposible. Para que esta novela llegue a España ha tenido que tener previamente algún tipo de repercusión en países como Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, y estar escrita por tanto en inglés o francés; también podría darse el caso de que estuviera escrita en español por un ciudadano de Guinea Ecuatorial y que por tanto el primer país de recepción occidental fuese España (aunque dadas las características de nuestro mercado, me parece más probable que aquí se traduzca primero lo que tuvo éxito en Estados Unidos o Francia antes de potenciar un libro en nuestro idioma). Leer un libro de un africano negro escrito en un idioma no europeo me parece casi imposible: en su país de origen lo más probable es que no haya mercado editorial, así que ese libro no podría aparecer ni llamar la atención lo suficiente como para que se traduzca a los idiomas occidentales. Escrito en inglés, francés, español o portugués tendría como función la de mostrar África a una persona no africana, y en gran medida esto es lo que ocurre conGraceLand, una novela escrita conscientemente para explicar cómo era Nigeria en 1983 a un norteamericano. En este sentido podemos encontrar párrafos como el siguiente: “Las mujeres mayores, de cincuenta y sesenta años, a menudo iban por ahí con el busto al aire (...). Era una costumbre que los británicos no habían logrado erradicar a pesar de las multas y los decretos, y que los curas católicos permitían alegremente” (pág. 53); o “Eran libritos, escritos entre 1910 y 1970, salían de pequeñas imprentas del pueblo comercial de Onitsha, al este, de donde recibían su nombre. Eran el equivalente nigeriano a la literatura barata o ‘pulp fiction’ mezclada con los populares libros de autoayuda a bajo coste” (pág. 131).

En cualquier caso, la forma de mostrar Lagos al lector es más natural que la de mostrar el país entero, ya que Elvis ha llegado hace poco a la capital y observa su entorno con una doble extrañeza: la del provinciano en la gran ciudad y la del adolescente que trata de hacerse un sitio en el mundo: “¿Qué tengo que ver yo con todo esto?”, se pregunta Elvis, mirando la ciudad tras los cristales de un autobús.
Encontramos a Elvis en las primeras páginas de la novela leyendo libros como El hombre invisible de Ralph Ellison o Cartas a un joven poeta de Rilke. He de apuntar que este detalle me chirrió un poco al principio, ya que a pesar de que la madre de Elvis era maestra, su padre no parece tener ninguna inclinación hacia la cultura, y Elvis lo que quiere ser es bailarín y no escritor. Esto me hizo pensar que, para la construcción del personaje, Chris Abani ha tomado elementos de su propia vida: un joven lector apasionado que sueña con ser escritor en un país pobre. Pero Abani proviene de un hogar africano con más apego por la cultura del que parece haber dibujado para Elvis, personaje para el que crea una historia más marginal que la vida que el propio autor parece haber llevado.
Otro aspecto débil de la novela es que, durante la primera parte, el autor nos muestra escenas del presente o el pasado del protagonista y la trama no acaba de arrancar. Cuando lo hace, hacia el final de la primera parte y en la segunda, el acelerón será potente, sin embargo.
En cualquier caso, pese a los dos aspectos negativos que me ha parecido detectar (sobre la creación del personaje y la muestra inicial de escenas sin que avance la trama), he disfrutado de la lectura deGraceLand; sus logros se me han hecho muy superiores a sus posibles carencias. Nunca había leído una novela de un africano negro que me mostrase la vida en su país, y algunas de las escenas dibujadas son realmente muy potentes: la pobreza y el pensamiento mágico que le acompaña, como herramienta para entender el mundo; la corrupción policial e institucional; la violencia en la calle (el capítulo en el que se narra el linchamiento de un supuesto ladrón es impactante).

Tengo también en casa dos títulos más de esta colección de literatura africana: Los pies sucios del togolés Edem Awumey y Vínculos secretos del liberiano Vamba Sherif. Ya hablaré de ellos.

lunes, 13 de octubre de 2014

Comida para perros, de Gsús Bonilla

Gsus Bonilla
Published on octubre 6th, 2014 | by Ismael Cabezas
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Fotografía: Julia D. Velázquez
Comida para perrosGsús Bonilla, para quien aún no lo conozca, es un francotirador apostado con su verso para defender a los más desfavorecidos, a los que no tienen voz, a los nadies, como afirmaba Eduardo Galeano. Es el heredero directo del Blas de Otero más social y combativo, practica una poesía del adoquín arrancado en la calle para construir la barricada, para construir el nosotros desde el yo. Puede que su nombre, junto al de otros poetas como David González o Ana Pérez Cañamares, no sea pronunciado en las aulas de las facultades de filología, pero sí es nombrado en las calles, en los bares, en los mercados, lugares que a él le son más propicios.
Comida para perros es su último poemario, publicado en Baile del Sol, sello que se ha caracterizado por editar algunos de los libros más brillantes, de eso que los exégetas han venido en llamar, “poesía de la conciencia crítica”, aunque a Bonilla, junto a otros poetas encuadrados en esa tendencia por la crítica, le interesa más la palabra desnuda que las meras etiquetas.
Es Bonilla un autor en el cual el poema no se decanta simplemente por esa mitificación de corte pequeñoburgues que es la inspiración, sino por el ejercicio de la concienzuda escritura poética y sus muchas lecturas donde ha aprendido el oficio, no en vano acota su material poético con citas de Nicolas Guillén, Enrique Falcón o Juan Carlos Mestre, por citar sólo a algunos.
El territorio poético, el mapa por donde figuran los personajes poéticos de Gsús Bonilla, es el de los excluidos, los sin voz, los outsiders, los que viven al margen; por el hollín de sus chimeneas comprendí el fuego en los orfelinatos, de los asilos, de las casas de acogida… en los sanatorios, afirma en el primer poema en prosa que abre la primera sección del libro, “Los perros policía”. Existe una clara dialéctica en este poemario, un claro enfrentamiento entre opresores y oprimidos; el que se sitúa en el vértice de la pirámide de explotación, es el que mete a los perros en las asambleas y en las reuniones de las comunidades de vecinos, el que escarba en el pecho del enfermo, el que hurga en su sonda. El animal es de naturaleza bondadosa, capaz de la más extrema empatía hacía el ser humano, sin embargo es el poder el que lo pervierte: sus perros ladran, olisquean a nuestros niños, a menudo babean y se orinan en los bastones de los ancianos. El perro policía deviene como símbolo de la tiranía en el poemario; tu perro confunde a sus vecinos, ladra a la tercera edad; a la vecina de enfrente, a su hijo parapléjico, mordisquea los tobillos a la infancia. Pero ante el poder opresor se erige la fuerza salvadora y redentora de la palabra: seremos sinceros / y escribiremos: Asco, /con nuestra caligrafía de mierda / con toda la violencia de la poesía. La palabra poética sirve para maldecir, especialmente a todos aquellos sin entrañas, que idolatran / las cuchillas de las alambradas / en las fronteras.
Pero el poeta, además de esta mirada de combate, crítica, también adopta otro registro y es capaz de encontrar la belleza en la irrupción de lo cotidiano: la grandeza de los pájaros no estaba en su vuelo sino en el / descanso sobre los cables eléctricos, empapándose de agua de lluvia. El poeta, ante el hecho trivial, casi sin trascendencia, denota una mirada que va más allá de lo convencional, y es esto, entre otras cosas, lo que le concede a un hombre la categoría de poeta.
No es Bonilla un poeta que esté en su torre de marfil ajeno a lo que sucede a su alrededor, sino que vive en contacto con la realidad más inmediata; acontecimientos como la convocatoria del 25 de septiembre para rodear el congreso asaltan sus poemas y una vez más son los excluidos, los marginados, a los que presta su voz, afirmando así: un ejército de agonizantes. los desprovistos. los finalizados, el colectivo de los consumidos. todos ellos forman un corro. es el baile de los terminales y os hace gracia.
El enemigo del pueblo es el capital, pero a un tiempo se siente una especial emoción cuando un individuo se dispone a defender lo que honestamente considera que es justo: consigo entender que mi cuerpo se prepara para la defensa de una causa justa; es emocionante que una parte de mi pueblo sigue preparada y planta cara a esta bestia capital que nos clava, día a día, sus uñas.
En Comida para perros, encontramos a un poeta que antepone el nosotros al yo, dándole voz, como ya hemos afirmado, a los que no la poseen, pero no por ello deja de practicar una poesía con una voz muy personal y que intenta deconstruir los entresijos del poder, cómo éste se infiltra en el día a día cotidiano, para subliminalmente, casi sin que nos demos cuenta, someternos y sojuzgarnos. En su último libro, Bonilla viene a confirmarse como una de las voces críticas más importantes del panorama poético español.
Autor: Gsús Bonilla, TítuloComida para perros. Editorial: Baile del Sol, Año: 2014, Páginas: 93

sábado, 11 de octubre de 2014

La invisible inmigración caboverdiana en Lisboa


El escritor caboverdiano Joaquim Arena. Fuente: A Semana
El escritor caboverdiano Joaquim Arena. Fuente: A Semana
Joaquim Arena es el autor de La verdad sobre Chindo Luz. El estilo del novelista caboverdiano que ha pasado la mayor parte de su vida en Portugal puede resultarnos poco atractivo, pero tiene un mérito indudable. Arena ha sido, posiblemente, el primer escritor del archipiélago africano que ha visibilizado la situación de los caboverdianos inmigrados a la metrópoli. La verdad sobre Chindo Luz esconde varias tramas, entre ellas un argumento misterioso y otro analítico, pero la mayor aportación de Arena es dibujar con maestría la vida en los barrios populares de Lisboa que en la década de los setenta albergaban considerables cantidades de recién llegados de las aún colonias portuguesas.
Portada de la edición de Baile del Sol
Portada de la edición de Baile del Sol
La literatura de los países africanos de la esfera lusófona es, seguramente, la menos conocida del continente, no sólo en España (donde el conocimiento de la literatura africana, en general, es escaso) sino en todo el mundo. Los académicos consideran que la lengua portuguesa tiene muchos menos prestigio internacional que el francés o el inglés y eso ha hecho que las traducciones de estos autores sean escasas. Estos dos factores explican por qué hay menos autores africanos lusófonos con proyección mundial que de otras antiguas esferas coloniales. De la misma manera, el espíritu de la administración colonial no favorecía la proyección de los escritores. Arena es, así, un desconocido en el que se fijó la editorial Baile del Sol, dentro de la colección Macraronesia. La editorial canaria no lo enmarcó en su colección África, sino en la compilación en la que pretendían dar visibilidad a la literatura de las islas.
El argumento de La verdad sobre Chindo Luz relata la historia de Baldo Luz, el hermano del Gumercindo “Chindo” que aparece en el título. Baldo se ha desvivido por encontrar a su hermano que ha desaparecido como si se lo tragase la tierra, después de alcanzar una popularidad televisiva poco habitual para el hijo de una familia inmigrada. Con esta excusa, Arena repasa la vida de los africanos que en los setenta abandonaban las colonias portuguesas, para instalarse en la metrópoli. El autor hace una incursión también en los últimos tiempos de la administración colonial a partir de variopintos personajes. Y, de la misma, manera da una idea de la propia sociedad portuguesa en los años inmediatamente posteriores a la dictadura.
El principio y el final del primer párrafo de la novela son ya bastante representativos: “La primera vez que vi a Gumercindo da Luz él era todavía un chavalín delgado que jugaba a la bola en la calle. La familia acababa de mudarse al barrio. Nunca imaginé que veinte años después acabaría convirtiéndose en la figura pública que fue, ni que yo estaría aquí sentado intentando escribir un libro sobre él. Tampoco pasó por la cabeza de nadie que Joel Tocadiscos, el hijo canijo del sindicalista Moreira, fuera un día elegido diputado de la Asamblea de la República. Y que junto a Chindo, Pinela, Luego-luego y Zé Bidón estaría metido en la historia que originó este relato. (…) Llegaron en 1977 ó 1978 y se fueron a vivir a una casa antigua al fondo de la calle. Todos los conocían. Eran los únicos negros del barrio en unos tiempos en que todavía había pocos negros en esta zona de Lisboa”.
A partir de este momento, el narrador explica cómo vivía la familia da Luz en su barrio, las penurias que pasaban y los obstáculos a los que se enfrentaban, lo que convierte a La verdad sobre Chindo Luz en una novela sobre la inmigración caboverdiana. Y, también, sobre una de las caras del final del colonialismo portugués.

Portada de la edición original en portugués.
Portada de la edición original en portugués.
Joaquim Arena puede escribir sobre esta realidad con la proximidad que da la experiencia. Nacido en Cabo Verde, este escritor se trasladó junto a su familia a Portugal poco antes del tiempo en el que se desarrolla la novela. Lo hizo a finales de los años sesenta, cuando tenía cinco años. A partir de ahí pasó la mayor parte de su vida en Portugal, pero decidió regresar a Cabo Verde, a finales de los años noventa, pasados los 30 años, un poco como un viaje de regreso a sus raíces. Arena que se había licenciado en Derecho y había trabajado para revistas africanistas, no da el salto a la literatura, precisamente, hasta que no regresa a su tierra natal. En el año 2000 publicó una novela corta, Um farol no deserto, y en 2006 fue el turno de A verdade de Chindo Luz, que tradujo Baile del Sol para publicar en 2008. Para ese momento, el escritor había realizado un periplo en busca de su identidad cultural, un proceso que de alguna manera se produce también en la novela.
Algunos lectores se han quejado de la dificultad de seguir el hilo de la narración de Arena, la mayor parte elogian la idea del argumento que les ha resultado atractiva pero consideran poco acertada la ejecución. Es cierto, que en algún momento el relato se hace complicado, básicamente porque está construido a base de los jirones de la vida de Chindo que su hermano Baldo va recuperando en su búsqueda. Por otro lado, el estilo de Arena recuerda en algo al de otros escritores caboverdianos como Germano Almeida, un estilo que tiende hacia lo abrupto, en el que a veces parece que se han omitido piezas.
En todo caso, el mérito de Arenas es incuestionable y su capacidad para dibujar un momento y un lugar, un ambiente y una realidad poco conocida hace que La verdad sobre Chindo Luz resulte, cuando menos, una lectura interesante.

jueves, 9 de octubre de 2014

Caza mayor

por Pedro M. Domene

/ Autor.- Manuel Moya
Editorial.- Baile del Sol, 2014
Nº Páginas.- 202

            / La cuestión es contar callando y cuantas leyes se deriven de ese hecho, o tal vez establecer algunas consideraciones sobre la estética de lo mínimo que en estas últimas décadas cuantificamos en número suficiente 2como para establecer un canon y una serie de tesis en torno al género, y cuya identidad se remonta a la estética modernista con Darío a la cabeza tras la publicación de su revolucionario, Azul, asombrosa apuesta que seguirán Torri, Reyes o Lugones, entre otros. Las dos últimas décadas del siglo XX han sido, especialmente, proclives a poner en el mercado una serie de interesantes libros que confirman el auge de un género olvidado por la crítica durante años, y que una forma regular se ha intensificado en los 90 para entrar en el siglo XXI con el auge suficiente como para sopesar la importancia de un buen puñado de libros a lo largo de todo un año. Los nombres de consagrados se han ido alternando con jóvenes incorporaciones que hacían del microcuento o microrrelato su apuesta literaria, casos de Alberto Escudero, Javier Tomeo, Pedro Ugarte, Luis Mateo Díez, José Jiménez Lozano, Rafael Pérez Estrada, Julia Otxoa o Juan José Millás, junto a Ángel Oleoso, Miguel A. Zapata y Manuel Moyano, por citar algunos.
            Manuel Moya (Fuenteheridos, Huelva, 1960) nunca ha sido amigo de dogmatismos, de establecer cánones, de ensayar con una literatura al uso, más bien su actitud ha sido la de un provocador, en un amplio sentido, así que entrega un voluminoso libro de microrrelatos titulado, Caza Mayor (2014) que supone un paso más en su heterogénea obra, cuyos límites establece el mismo autor y la diversidad de la msima ha quedado patente a lo largo de estos años. Caza Mayor ofrece un auténtico caleidoscopio de relatos, un pequeño puzle donde las piezas encajan a la perfección. Tema y forma de estos relatos varían aunque se sintetizan en una inexcusable brevedad que nunca excede la página y, en ocasiones, no más de una decena de líneas. La imagen del laberinto subyace en la narrativa breve de Moya que explora en ocasiones la incapacidad humana para descifrar los misterios de una cotidianidad, así que utiliza la metaficción para hablar de la complejidad de una realidad, convirtiendo los dos planos de nuestra existencia en ficción y vida, reivindicando así cualquier imagen que proceda de esa irreconciliable realidad. Moya es maestro en la concisión, la sugerencia, la síntesis narrativa, su capacidad poética, demostrada ampliamente, se proyecta en estos microrrelatos, y los rasgos de humor con cierto aire negro o absurdo y abundantes dosis de ironía y de sarcasmo salpican a los numerosos textos y convierten a estos en hipertextos de una realidad donde el paroxismo nos ofrece una versión distinta de las leyes que rigen nuestro mundo. Sobresalen las series, “Historia abreviada”, “De conspiraciones” o las variadas y no menos jocosas, “Carta a los Reyes Magos”, y del resto de los numerosos textos del volumen, Caza Mayor, subrayamos cuanto Manuel Moya entiende como recurrencias, repeticiones, variaciones, homenajes a una red intrincada de simetrías y artimañas que espoleen la curiosidad del lector, y afirmamos que, una vez leído el conjunto, el propósito cumple todas las expectativas.