miércoles, 18 de junio de 2014

Si nos encontramos de nuevo, por Ana Teresa Pereira

Editorial Baile del Sol. 151 páginas. 1ª edición de 2012.
Traducción de Silvia Capón.

Este libro, Si nos encontramos de nuevo, me llegó a la oficina de correos cercana a mi casa en la misma caja que el deCrisis de Jorge Majfud, comentado hace unas semanas. Si bien este último lo pagué yo –a precio de autor de la editorial–, el deAna Teresa Pereira(Madeira, Portugal, 1958) fue un regalo de mis editores. De entrada, si sobre el de Crisis dije que tenía, a mi juicio, la mejor portada de un libro de Baile del Sol, sobre este de Pereira no puedo decir lo mismo. Ese corazón formado por un nudo marinero hace pensar en una novela romántica; y ésta es, en realidad, una novela romántica, pero de calado literario y no puramente cursi como parece sugerir la imagen. No sé si este pequeño detalle ha podido quitarle lectores a esta novela, en la que los editores de Baile del Sol tenían puestas unas esperanzas similares a las que consiguieron con Stoner, la gran novela de John Williams con la que mi editorial se apuntó un gran tanto en 2010.

Ana Teresa Pereira es una autora que publicó su primer libro en 1989, y que en 2012, año de la publicación de Si nos encontramos de nuevo, llevaba más de treinta títulos editados. Desconozco su nivel de notoriedad en Portugal, pero desde luego, después de leer su novela, puedo afirmar que es una escritora con mucho oficio a sus espaldas.

Empecé a leer el libro el miércoles 14 de mayo, víspera de fiesta en Madrid, sobre las 11 de la noche, después de haber salido a cenar fuera y tomar unas copas de vino; además de haberme levantado a las 6.26 am, y estar bajo los efectos sedantes de las pastillas contra la alergia al polen. Dejé de leer a las 12 de la noche, sin tener muy claro si al día siguiente iba a continuar con el libro. Los cuatro capítulos que había leído me habían resultado cuanto menos confusos. Cuando al día siguiente tomé de nuevo la novela y traté de continuar por el capítulo cinco me di cuenta de que, si quería enterarme de algo, iba a tener que empezarlo de nuevo. Lo hice. Como sospechaba, la escritura del libro no era confusa, confusa estaba mi cabeza la noche que empecé a leerlo. Si nos encontramos de nuevo requiere, en cualquier caso, de un lector atento, porque en cada capítulo (sobre todo al comienzo) se da información parcial sobre los personajes que será revelada en más detalle páginas más adelante, y será labor del lector el rastrear esos detalles sutiles del texto.

Byrne tiene cincuenta y dos años y, tras una larga temporada de vagar por el mundo, ha regresado a Inglaterra para ser profesor universitario en Oxford. Labor que acaba de abandonar en el tiempo de la novela para dedicarse durante un año a escribir un ensayo sobre la escritora Iris Murdoch. Su amigo Ed le ha buscado una casa en Londres para que viva durante su año sabático. Así, alquila el ático de una casa en la céntrica New Row. Lee a Iris Murdoch, pasea cerca del río, acude a los museos o las librerías y por las noches se emborracha en los pubs con sus viejos amigos. Podrá disfrutar de la casa alquilada en soledad hasta que regrese a ella la atormentada Ashley, una pintora de treinta y cinco años, que arrastra tras de sí una historia exageradamente trágica de soledad. Casi todo el mundo importante en su vida parece haber muerto.
Byrne se ha enamorado de Ashley antes de conocerla por lo que ella ha dejado de sí misma en la casa: sus libros, las reproducciones de cuadros famosos colgados en las paredes, sus películas...: “Tal vez sea posible amar a una mujer por un libro, un poema subrayado, una película en blanco y negro, una casa, la mirada de un hombre cuando habla de ella, la forma en que su perro la espera”. Con esta frase comienza la novela.

La estructura está muy trabajada: escrita en tercera persona, el narrador nos acercará a la visión del mundo de sus dos personajes principales –Byrne y Ashley– en capítulos alternos (doce capítulos para Byrne, doce para Ashley), de un mismo número de páginas (no exactamente, pero casi del mismo número de palabras), que en la edición de Baile del Sol siempre es de cinco. La tercera persona, en estilo indirecto libre, en más de una ocasión cede la voz narrativa a los dos personajes.
Ya he comentado que el lector tiene que estar atento a la información que suministra el narrador para reconstruir el pasado de los personajes; y, según avanza la novela, la estructura dibujada desde el principio empieza a cobrar un papel más relevante: cuando los personajes comparten la casa de New Row el lector puede acercarse a la descripción de la misma escena desde el punto de vista primero de Byrne (capítulos impares) y luego de Ashley (capítulos pares).

En Si nos encontramos de nuevo el arte es omnipresente: tanto Byrne como Ashley parecen vivir dentro de las páginas de un libro, los fotogramas de una película o llegan, incluso, a viajar a una ciudad extranjera porque echan de menos estar frente al cuadro de un museo que visitaron en el pasado. Así, por ejemplo, Byrne “había estado en Rusia siguiendo el rastro de Rilke” (pág. 21); o bien Ashley: “Estaba en Londres, se dio cuenta de repente, había vuelto, un impulso muy fuerte había crecido en ella los últimos días y había tenido que volver. No sabía para qué, tenía algo que ver con los cuadros de la National Gallery, con las librerías” (pág. 16).
De hecho, su relación con el arte define a los personajes, así como la relación que se establece entre ellos. Su primer encuentro se describe de la siguiente forma: “No hablaron de nada íntimo, de nada personal, hablaron de la nieve, de la marca de la champaña, del árbol de navidad en Trafalgar Square, de los cuadros de Turner de la National Gallery, de los cuadros de Turner de la Tate, de la sala etrusca del British Museum, de un libro de Richard Crompton que ella había comprado por la mañana en la Marhpane, de una película de George Cukor con Ingrid Bergman y Charles Boyer” (pág. 48).

Además del amor al arte (sobre todo a la literatura y a la pintura) que se desprende de sus páginas, me ha gustado reencontrarme en esta novela con las calles de Londres.
Quizás el lector percibe la dramática historia de amor de Si nos encontramos de nuevo casi siempre a través de un espeso velo de referencias artísticas, y me habría gustado que las vivencias cotidianas de los personajes se hubieran desarrollado más (es decir, una novela más larga). Pero ese es el tono crepuscular y poético elegido por la veterana escritora Ana Teresa Pereira para hablarnos de Byrne y Ashley, sus amantes heridos de arte, y está conseguido. Es posible, me aventuro, que esta novela esté concebida como un homenaje a la escritora inglesa Iris Murdoch, a la que yo no he leído (y ciertamente, esta novela ha hecho que me apetezca acercarme a su obra), y cuya presencia referencial en la novela la convierte casi en un personaje más del drama.

He investigado un poco en internet y he observado que se ha hablado poco en España de Si nos encontramos de nuevo, una novela que se merecía –sin duda– haberse encontrado con un número mayor de lectores, que bien podrían haber disfrutado de ella.

jueves, 12 de junio de 2014

Por qué el fenómeno literario de los últimos años no llega a España

Una novela de 1965 se ha convertido en improbable 'best-seller' en EE UU en varios países de Europa... menos España


Escribió George Orwell que el único crítico literario válido es el tiempo. Y ese único crítico literario de fiar, los años, es el que ha bendecido con creces Stoner.
Esta novela, del estadounidense John Williams, que en su día ganó el National Book Award pero que nunca fue consagrado como un escritor memorable, se publicó en 1965. Pero ha sido este año, medio siglo después, cuando ha encontrado cientos de miles de lectores en todo el mundo. Es un extraño fenómeno que se ha venido fraguando desde hace tiempo: en la primera década de este milenio, Stonerapenas había vendido 5.000 ejemplares. Pero 2013, medio siglo después de que el autor le explicara a su agente que para él era consuelo suficiente haber presenciado cómo su tipógrafa lloraba de emoción mientras tecleaba el capítulo número 15, fue su año: entre junio y noviembre, por ejemplo, vendió casi 150.000 ejemplares en EE UU.
“Stoner' es una discreta oda al trabajo bien hecho y lo han comprado 20.000 personas en nuestro país. Que amen el trabajo bien y hecho y sepan leer de verdad debe de haber 30.000 personas en todo el país. Las demás, ramonean por las praderas. Por eso estamos tan mal”.
-Enrique Vila-Matas
Dicen los especialistas que en un país en el que el autobombo marca el ritmo del progreso y del éxito es extraño que funcione una novela sobre un tipo que representa precisamente la renuncia a lo espectacular y en cierto modo el conformismo (que, incluso, elude ir a la guerra), pero es que en Europa ha explotado aún más. Desde que triunfó en Francia en 2011, ha vendido unas 200.000 copias en Holanda y unas 80.000 en Italia.
Sin embargo el primer país europeo donde se editó es precisamente donde el fenómeno no ha terminado de cuajar: España. A nuestras fronteras lo trajo Baile del Sol, una editorial tinerfeña que la ha seguido reimprimiéndolo, mimando de cerca su progresión como se cuida a una mascota querida. El editor Tito Expósito recuerda que olió el boom: “En 2009, leyendo una entrevista a una autora francesa a la que admiro, Anna Gavalda, decía que había leído una novela que le había gustado mucho y que le había propuesto a su editor que comprara los derechos para publicarla en Francia y ella se encargaría de traducirla. Me dije que si a Gavalda le gustaba esta novela y a mí me gustaba Gavalda, seguramente me gustaría también Stoner. Después de contactar con la editorial norteamericana que la había reeditado, pudimos hacernos con los derechos para castellano. Nuestra primera edición salió en diciembre de 2010, por lo tanto fuimos los primeros en editarla en Europa”.
Así, el libro fue la primera promoción a gran escala de Expósito.Stoner se vio inmersa en el carrusel promocional, rodeada de otros ejemplares de promoción ensobrados que se acumulan como torres de Watts en las mesas de los periodistas y los brotes fueron naciendo pronto: una reseña de Rodrigo Fresán la dio a conocer al público. Después de que Enrique Vila-Matas publicara otra en EL PAÍS, el libro llegó a los 20.000 lectores.

"'Stoner' le habla. ¿Le escucha?"

Su protagonista, William Stoner, hijo de unos campesinos de Misuri que lo envían con gran esfuerzo a estudiar a la Facultad de Agricultura, encuentra su vocación en una pregunta, la que le formula uno de sus primeros profesores: “El señor Shakespeare le habla a través de 300 años, señor Stoner, ¿le escucha?”.
El protagonista quiere escuchar, pero no entiende. Shakespeare le habla aún en un idioma incomprensible, tan inútil como el esperanto y tan raro como el kazajo. Pero en esa incógnita, y no en una certeza, encuentra la epifanía que lo empuja a abandonar su carrera y a dedicarse a una vida de abnegación monacal para estudiar lo que realmente le quiere decir. John Williams procede luego a explicar la vida de este antihéroe, que encaja humillaciones sin esbozar muecas de Bisolgrip forte, sin alardes, con estoicismo casi sadomasoquista. Su historia de vida, un elogio de la anécdota mínima y de la importancia de los gestos, nos habla ahora a través de cincuenta años.
“La gente está deseando que le recomienden libros que no procedan del marketing que lo domina todo", recuerda ahora Vila-Matas. "Fue raro que gustara tanto Stoner, pues a fin de cuentas narra una existencia inmóvil y sin colorido. Pero su éxito viene del eficaz estilo de John Williams, que, por ejemplo, satiriza con genio la sordidez del mundo universitario o transforma una mínima disputa conyugal en tragedia. Todo lo anodino cobra el sabor de los viejos mitos”.
Sin embargo, esas cifras son llamativamente inferiores a las de otros países. ¿Es una cuestión cultural? Puede, pero Stoner está triunfando en Europa y América a la vez. ¿Es una cuestión de tiempo? “Creemos que seguirán sus ventas y seguirá ampliándose su número de lectores", comenta Expósito. "No se trata de un libro de consumo inmediato y temporal sino, como toda obra maestra, un libro que se va conociendo gracias al boca a boca y al gran número de fans que va adquiriendo. Su difusión se comporta como la humedad, que va penetrando poco a poco pero termina abarcando lo inimaginable, en el fondo, se ha convertido en un producto de transmisión viral”.
Vila-Matas es más pesimista: “Es, además, una discreta oda al trabajo bien hecho. Stoner lo han comprado 20.000 personas en nuestro país”, explica Vila-Matas, “Que amen el trabajo bien y hecho y sepan leer de verdad debe de haber 30.000 personas en todo el país. Las demás, ramonean por las praderas. Por eso estamos tan mal”.
¿Qué tiene esta novela haber triunfado 50 años después?
John Williams le dijo a su agente en que no quería que vendieran su libro como una “novela de campus” más. Sin embargo, en las novelas de campus todo tiene una lógica interna que las vuelve irresistibles. El azar cómico puede derivar en tragedia (como cuando en La mancha humana, de Philip Roth, el profesor se refiere a dos alumnos ausentes con el término spook, que sirve tanto para hablar de fantasmas como para menospreciar a los afroamericanos) y la cadencia vital más monótona puede resultar tronchante, como enDecadencia y caída, de Evelyn Waugh, o como en La suerte de Jim, de Kingsley Amis (en el que el profesor en cuestión acaba sufriendo un colapso nervioso que lo empuja a decir en público, tras encadenar demasiadas resacas, que la Vieja Inglaterra, tema de la asignatura que imparte, sólo interesa a los “aficionados a la cerámica artesanal, a la agricultura orgánica, a la flauta de pico, al esperanto…”).
Sin embargo no hay distancia irónica ni vocación de chanza enStoner más allá de lo paradójico del nombre del protagonista. Si Stoner podría sonar a personaje de película de Cheech y Chong (en la acepción de fumador de marihuana), en realidad él sólo quiere vivir una vida convencional de reposo y estudio, de educación y descanso, que se ve saboteada una y otra vez por las maniobras pasivoagresivas y altamente arteras de su esposa infeliz. “El autor condensa con verdadero genio, en 400 páginas, sesenta años de vida, sin olvidarse de ningún personaje”, apunta Vila-Matas.
William Stoner vive así: “Cuando no estudiaba ni escribía peparaba clases, corregía ejercicios o leía tesis”. Una vida tan anodina como la de otra novela que salió publicada a contracorriente, en el momento de la algarada de la beat generation: El hombre del traje gris, de Sloan Wilson. Allí, en una casa también en ruinas, el matrimonio protagonista porfiaba por su porvenir y solo cosechaba interrogantes: “Tom y Betsy, de rodillas, se afanaron en revocar la grieta y repintaron toda la pared; pero cuando la pintura estuvo seca la gran escotadura junto al suelo quedó perfectamente visible y arrancando de ella el trozo curvado que subía hasta el techo dibujaba un signo de interrogación”.
Un signo de interrogación con el que arranca, también, Stoner. Cuando vive su epifanía, William mira el cielo gris del campus que ya no lo oprime, “como si viera una posibilidad que no sabía nombrar” (aunque, como se apunta en otra novela de formación, Las tribulaciones del estudiante Törless: “Apenas expresamos algo lo empobrecemos singularmente. Creemos que hemos descubierto en una gruta maravillosos tesoros y cuando volvemos a la luz del día sólo traemos con nosotros piedras falsas y trozos de vidrio”).
En esa incógnita crece una historia en la que el hombre humilde que salva su futuro por la vía del humanismo pronto ve cómo se aleja de sus padres más primarios (una mezcla de desapego tierno, de empatía penosa y a contrapelo, similar a la que siente John Fante por sus progenitores italoamericanos en novelas como Llenos de vida).Stoner plantea una paleta de personajes increíblemente mezquinos que presentan como favores las peores tretas. Un libro en el que cada gesto cuenta, del mismo modo que una fotografía robada a alguien cuando no posa explica mucho más de esa persona que una confesión católica o una autobiografía.

martes, 10 de junio de 2014

Ramón J. Soria Breña : “Nuestra cultura gastronómica es un tesoro que debe estar vivo en cada casa y no en los libros de recetas o en los restaurantes de postín”

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Por Alonso Barán
Hola lectores de Entretanto Magazine. Hoy tengo el gusto de poder entrevistar a Ramón J. Soria, un gran escritor y mejor persona. Colabora con Entretanto Magazine desde sus inicios, así que es toda una autoridad en esta revista cultural y ya es hora de que le conozcamos un poco su persona y no sólo desde la óptica de redactor y crítico gastronómico a la que nos tiene acostumbrados.

Hola, Ramón. Es un placer hablar contigo.
Hola, Alonso. Es placer es mío.

¿Por qué decidiste ser escritor?
Es algo que no se decide, Pero más que escritor soy sobre todo lector. De todas formas creo que todos somos escritores, todos llevamos en la vida muchas novelas vividas, a veces aburridísimas, unas pocas interesantes, varias imaginadas. Algunos inconscientes nos ponemos a traducir a palabras esas historias, siempre para no olvidarlas.

Paraísos glotones es una sección de ET en la que colaboras. Háblanos de cómo surgió esta idea y qué objetivos consideras que has cumplido tras su escritura.
Estábamos hartos de los críticos gastronómicos tipo gurú u obispo preconciliar o cazador de tendencias o pijo obeso chulito al que le gusta comer raro. Los críticos eruditos y con fundamento son muy escasos, casi todos ya están muertos: Domingo, Luján, Montalbán… Quedan unos pocos muy brillantes y libres, yo admiro por ejemplo a Miquel Sen, que aúna experiencia con erudición, claridad con un sentido crítico insobornable. Pero faltaba una crítica más íntima y subjetiva, basada en una experiencia glotona que pudiera ser novelada con libertad. “Paraísos glotones” va de eso, de analizar los mejores restaurantes del mundo que son además raros, desconocidos, algunos extintos, pero desde los ojos de un glotón curioso e irreverente, no de un gourmet. El reto era demostrar que el objetivo de un restaurante es darnos guisos bien cocinados, realizados con alimentos de calidad con los que el glotón se entusiasme, sea feliz por un rato y desee repetir el guiso. Si un plato no te incita y te seduce como para desear otra ración es que no vale nada.

Tu libro Los dientes del corazón, ¿por qué decidiste escribirlo?
Hay miles de blogs de cocina, miles de libros de recetas, cualquier famoso que se precie debe escribir un libro de guisotes aunque no sepa hacer ni un huevo frito. Por otra parte, como sociólogo investigador y experto en el sector de la alimentación y bebidas, los datos son demoledores, cada día los españoles comemos peor, la obesidad y el sobrepeso son una epidemia médica, se hace cada vez menos “cocina de diario”, Arguiñano sigue luchando por evitarlo, pero va perdiendo esa batalla. Parece todo lo contario con la moda de los cocineros en la TV, pero las estadísticas del Instituto Nacional de Consumo son muy claras, de ellas se puede deducir que la “dieta mediterránea” está en peligro de extinción, la cocina tradicional es pura arqueología y cada vez hay menos españoles y españolas que sepan cocinar y cocinen cada día, con gusto, por necesidad, salud y placer. La excusa fundamental, a parte de la pérdida de la cultura gastronómica familiar, es la falta de tiempo, el considerar la cocina como innecesaria o no imprescindible, poco más o menos que un entretenimiento, un hobby. Están de moda los grandes cocineros españoles, los guisos innovadores, la cocina étnica, los productos gourmet y todo eso está muy bien siempre que no se pierda lo más valioso, que es la cultura culinaria de cada pueblo, de cada familia. Ahora hay una iniciativa legislativa para introducir la cultura gastronómica como asignatura en la educación obligatoria, sólo espero que ya no sea demasiado tarde. Otros países han perdido totalmente esas culturas alimentarias en una o dos generaciones y nosotros vamos hoy por el mismo camino.
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En parte la intención de esta colección de recetas noveladas es esa, explicar que cocinar “nos hizo humanos” y que nuestra cultura gastronómica es un tesoro que debe estar vivo en cada casa y no en los libros de recetas o en los restaurantes de postín. Cocinar, preocuparnos por lo que comemos y comen los nuestros es muy importante, primero porque de ello depende nuestra salud, pero también porque cocinar y comer es una de las actividades más creativas, reconfortantes, terapéuticas y filosóficas que conozco. Cocinar no es una actividad que nos robe tiempo, al contrario, nos regala un tiempo de disfrute cuyo resultado hace feliz a quien come lo que nosotros guisamos. Al menos por unos minutos, y eso ya es mucho.
Mis recetas noveladas proponen algunos guisos que cualquiera puede repetir, pero también cuenta lo que de invisible hay siempre en esa experiencia, lo que sueña o vive el cocinero, cualquiera que cocine, lo que tiene de aventura, de placer, de vivencia memorable. Cocinar es siempre un viaje hacia lugares que inventaron otros, pero cuando llegamos a ellos, descubrimos que esa invención es también nuestra.

Me gustaría que los lectores escribieran sus propias recetas noveladas, sería una forma preciosa de recuperar nuestra cultura gastronómica perdida.

Resulta obvio que tienes un buen paladar. ¿Qué es lo que más te gusta comer?
Como de todo y me gusta comer de todo, no tengo ningún prejuicio, ninguna filia o fobia especial. Por mi formación como antropólogo sé que los alimentos “buenos para comer” son el producto de un larguísimo destilado de sabiduría tanto en la elección de la materia prima como en su preparación culinaria. Así que si un pueblo come algo con una determinada preparación, aun los alimentos en apariencia más raros, extraños o repugnantes, es porque son nutritivos, no son tóxicos y están ricos. A veces nuestro paladar lo rechaza, claro, no lo entendemos, pero en general comer guisos de otras culturas suele sorprendernos por lo contrario, porque nos gusta, aunque jamás lo hayamos comido antes.
Pero también, como antropólogo sé que no puedo escapar de mi memoria gustativa, lo que más nos gusta comer es lo que nos formó el paladar como glotones, los guisos de nuestra infancia. Así que me gusta mucho la cocina tradicional que me toca la memoria, las legumbres, las fritangas, perdón, las frituras, las frutas maduras de temporada.  Por eso es tan importante que los niños de hoy  no pierdan los sabores cotidianos de la dieta mediterránea, porque si no la experimentan, los sabores añorados de su memoria serán los snacks, los choripanes, los precocinados cargados de saborizantes, los dulces hiperedulcorados y cargados de química, añorarán de adultos todo eso y no el sabor de un tomate en sazón, un melocotón maduro, un pedazo de pan recién salido de la tahona, unos salmonetes fritos o un pilpil de momia, perdón, de bacalao en salazón.
Me gustan sobre todo los guisos cocinados con alimentos de temporada, cercanos, baratos, que ya comían mi abuela, mi bisabuela y mi tatarabuela, aunque ahora utilice técnicas y tecnologías de mi siglo XXI para prepararlos y hacerlos apetitosos.

¿Qué opinión tienes sobre la comida rápida?
La comida rápida no es sana o, mejor dicho, comer rápido no es sano, eso dice la nueva pirámide de los alimentos elaborada por los médicos expertos en nutrición europeos. No sólo importa comer alimentos de calidad sino hacerlo despacio, sobre la mesa del comedor, con la televisión apagada y teniendo una conversación agradable con quienes nos acompañan. La industria de la comida rápida es potentísima y con unas estrategias de propaganda muy efectivas y muy estudiadas, pero su uso cotidiano implica delegar nuestra responsabilidad como ciudadanos autónomos, soberanos de su alimentación, en unas corporaciones cuyo objetivo es tener millones de dólares de beneficios, no que tengamos una dieta saludable. Cada cual es libre de alimentarse como guste y de morir como le apetezca, pero la comida rápida es una costumbre propia de un estilo de vida muy poco saludable. No hace falta hacer ciencia ficción con esta idea, basta ver los datos estadísticos atroces de obesidad, sobrepeso y graves enfermedades producidas por esa dieta en los Estados Unidos.

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Has ganado varios premios como escritor. ¿Cuál es el que te hizo más ilusión y por qué?
Premios pocos, pero me hizo mucha ilusión el de recetas noveladas convocado por la revista Gastronomía Alternativa cuyo cuento está en este último libro y se titula “sopa de tierra”, primero porque el jurado estaba lleno de exigentes gastrónomos y segundo porque el premio era en especie, en este caso muchas botellas de excelentes vinos y cavas de las mejores marcas. También me hizo mucha ilusión otro convocado por la Cofradía del queso de Cantabría, el premio, además del monetario, espléndido, constaba de una gran cesta con una selección de quesos cántabros cuya lenta degustación me hizo muy feliz. En cuanto salga un concurso cuyo regalo sea un Jamón Ibérico Puro de Bellota me presentaré con todas las armas.

¿Tienes algún proyecto literario en mente?
Siempre. Muchos. Te hablo de los que tienen que ver con los pucheros. Estoy terminando una novela de aventuras que es la historia de amistad entre una jovencísima cocinera marginal y borroka y un gran y famoso cocinero retirado debido al alzheimer. Siguiendo con la cocina, preparo junto a mi amigo Luis Felipe Torrente Sánchez-Guisande un libro de viajes que se titulará: “Por Rutas Cerderistas o Cerdícolas” en el marcaremos los caminos invisibles y heterodoxos de los amantes del cerdo en España. Este país es muy cerdófilo, sin embargo las formas y ritos de consumo de su carne, las preparaciones culinarias y el significado cultural de ese canibalismo es muy distinto de una zonas a otras hasta el punto de que, por ejemplo, bajo la denominación de “morcilla” está tanto una morcilla fabricada con sangre y arroz como otra cuyos ingredientes son calabaza, pimentón y tocino, nada que ver una con otra. Así, en lugar de El Camino de Santiago o La Ruta de la Plata o una ruta Verde, la gente podrá hacer una Ruta Cerderista y sorprenderse hasta qué punto el cerdo une a los pueblos y alimenta los mitos de las patrias, sobre todo de las chicas…

¿Te ves más con un gorro de Chef o con una pluma de escritor?
Desde que me emancipé de mi familia con veinte años he cocinado todos los días de forma habitual, siempre he sido “amo de casa” y también por esas fechas comencé a escribir ficción, siento que ambos trabajos son muy similares. Otra cosa es ser cocinero profesional, esa ya es otra historia, ese trabajo es de los más duros, precarios, arriesgados, inciertos y peligrosos que hay, además de ser uno de los trabajos más difíciles. Yo admiro muchísimo a los cocineros profesionales, anónimos o famosos, en especial a uno que además de gran cocinero, de esos que pasarán a los libros de historia, es un estupendo escritor, me refiero a Abraham García, su cocina toca nuestra memoria, aunque juegue con alimentos exóticos y preparaciones modernas. Lo que hace Abraham es muy, muy difícil, porque inventar sin referencias culturales un guiso es muy fácil, es el arte por el arte, pero tocar el cielo sin dejar de estar en la tierra y en la memoria es muy complicado. Abraham hace ese tipo de cocina que no sólo está rica y es sorprendente, sino que te apetece repetir el plato al momento y volver otra vez.

Sé que te gusta la pesca. Yo nunca he entendido este deporte. ¿Qué es lo que te aporta a ti y por qué te gusta tanto?
Practico la pesca a mosca sin muerte en ríos salvajes y con peces salvajes, en lugares bellísimos, poco conocidos.  Se trata además de una pesca muy activa, para la que hay que estar muy en forma porque no paras de caminar, saltar, vadear ríos rápidos, torrentes de montaña en los que si no andas listo te juegas el tipo. Lo considero un deporte de riesgo, nada que ver con el tópico del pescador sedentario dormitando en una silla bajo una sombrilla. Pero explicar que significa pescar así es muy largo de contar. Hace algunos años comencé un blog en el que intento explicar despacio todo eso:
http://mihijoelpescador.blogspot.com.es/

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Recomienda algún restaurante a los lectores de Entretanto Magazine.
Ahí si me pillas. Todos los que aparecen en Entretanto Magazine son muy, muy recomendables, pero ya que admiro mucho a Abraham García recomendaría el Viridiana. Ve a comer a su casa en compañía de quién ames y te aseguro que esa noche triunfas. No digo más.

jueves, 5 de junio de 2014

Crisis, por Jorge Majfud


Editorial Baile del Sol. 141 páginas. 1ª edición de 2012.

Creo que conocí el nombre de Jorge Majfud (Tacuarembó, Uruguay – 1969) cuando, en la Feria del Libro de Madrid de 2009, algunas editoriales independientes tuvieron la simpática idea de intentar promocionar -a través de un encuentro en el que se hablaba sobre la calidad de las obras y los pocos frutos que había dado su promoción- al worst seller de la editorial. Baile del Sol presentó a este encuentro la novela La reina de América de Jorge Majfud.
El año pasado hice un pedido de mis propios libros a Baile del Sol, y a la lista añadí algunos de los títulos de la editorial que me apetecía leer; y que yo compro al precio especial de autor. Entre estos libros, que recogí en la estación de correos cercana a mi casa, me llegó Crisis (2012) de Majfud. Creo que su portada –a mi juicio la más atractiva de un libro de Baile del Sol-, elaborada con un dibujo de Ernesto Camacho Jr. y diseñada por Ramón Buzón, contribuyó al interés por esta obra del extenso catálogo de Baile del Sol. A este detalle casi aleatorio de la portada, se unía mi interés por los autores hispanoamericanos y el tema de esta novela: la comunidad latina de Estados Unidos.

En la contraportada del libro (imagino que escrita por el propio autor) se nos dice: “Crisis es una novela-mosaico cuyos protagonistas son múltiples y son uno solo. El mosaico, sin principio ni final, se compone de diferentes momentos del drama, las angustias y las esperanzas de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos en el contexto de la Gran Recesión. (…) El mosaico, la unidad hecha de fragmentos, es la gran nación hispana en el corazón del gran país anglosajón.”

La novela se compone de diferentes fragmentos narrativos, que bien podrían ser tomados por microrrelatos. Su presentación es siempre la misma: Fecha, evolución del índice bursátil Dow Jones, un lugar y una hora. Por ejemplo:

Miércoles 15 de octubre. Dow Jones: 8.577
Orofino, Idaho. 6:30 PM

El índice Dow Jones marca la evolución de la crisis financiera que, como al resto del mundo, afecto a Estados Unidos entre los años 2008 y 2009. Así, en la primera anotación del libro, en la página 11, nos encontramos con un Dow Jones que marca los 13.058, y que en la página 65 ha descendido hasta los 6.598. Entre esos números se desarrolla los dramas propuestos en la novela.
En los fragmentos de Crisis nos acercamos a diversos personajes latinos que han de enfrentarse a una situación que normalmente les provoca un choque cultural. En muchos casos, estos choques culturales tienen que ver con la mirada con la que los norteamericanos observan a los latinos, una mirada cargada, en más de un caso de clichés culturales: los latinos son machistas, violentos, no saben mantener la distancia adecuada entre las personas… Y los latinos que pueblan las páginas de esta novela habrán de enfrentarse a las limitaciones que esos tópicos les imponen como ciudadanos, en un contexto en el que el trabajo se está empezado a volver cada vez más precario para los menos favorecidos, entre los que se encuentran ellos mismos. Y la “crisis” a la que alude el título de esta novela será, por tanto, económica, pero también será una crisis de identidad. En este sentido me ha conmovido la escena en la que un grupo de personas en un restaurante aplauden a unos veteranos de guerra y una mujer latina empieza a aplaudir también por no sentirse excluida, ante la indiferencia de un anglosajón, que parece mostrar así su rechazo a la guerra. Esta escena será luego narrada por la mujer a su marido latino, quien cargará sus palabras contra el anglosajón no patriótico.

Los contrastes culturales de los que se ocupa esta novela se pueden observar, con claridad, en este párrafo de las páginas 54-55: “Mira sentado al borde del río de la Fifth. Nadie se toca al pasar. Es ese espacio que meten los anglos entre uno y otro. El mismo espacio que meten entre una voz y la otra. Los latinos se tocan, se interrumpen y se solapan en sus discusiones. Hay un metro normal entre dos amigos que hablan y un segundo entre un argumento y el otro. Ellos son más fríos, más crueles, más respetuosos. Indiferentes. Uno no se imagina cómo se miran y se seducen sin correr el riesgo de ser demandados por acoso. Uno no se imagina cómo hacen el amor con veinte centímetros de distancia entre uno y otro.”

Los enfoques de la novela son múltiples: se usa la primera persona, la segunda o la tercera; se habla de inmigrantes recién llegados, o de segunda o tercera generación, que critican a los recién llegados porque no se “adaptan”; se muestran las voces de políticos en un debate de televisión enfocado a latinos; hombre, mujeres; jóvenes pandilleros violentos o profesores universitarios intelectuales; también aparecen bastantes páginas en las que un profesor comenta ideas sobre una tesis universitaria sobre el valor simbólico de los superhéroes en la cultura norteamericana…

Los personajes son múltiples, aunque en muchos casos se repitan los nombres (principalmente los de Ernesto y Lupe); y en más de un caso parece que se esté hablando de la misma persona de la que ya leímos fragmentos de texto anteriormente, con otro nombre y localizado en otro lugar de Estados Unidos. En más de un caso hay un persona –normalmente identificado con el nombre de Ernesto- que nos podía hacer pensar en un trasunto del propio autor: en Nueva York nos encontramos con “Ernesto, el uruguayo de la libretita de cuero” (pág. 54); y en la página 66 aparece otro Ernesto que es escritor, y que ahora se encuentra en California; en otras páginas y otros lugares habrá más Ernestos que parecen ser profesores de universidad interesados por el contraste entre la cultura norteamericana y la latina.

La construcción del lenguaje de la novela parecía, a priori, algo complicado: si se quiere dar voz a toda la comunidad latina de Estados Unidos ¿cómo hacerlo?: ¿Mezclando todas las variantes idiomáticas del español de Hispanoamérica con construcciones propias del inglés? ¿Un personaje habla con deje mexicano, otro chileno y otro salvadoreño? Jorge Majfud elige para escribir Crisisun registro del español culto; y en realidad casi todos sus latinos (o el narrador que habla de esos latinos) se expresan con un lenguaje cuidado, cargado de una leve poesía melancólica, bastante parecido; salvo por alguna pequeña variante que consigue dar al texto un sabor localista. Así, en la página 11 nos encontramos con términos como “perros hermanos” y “jimadores”, que identifico con mexicanismos. Me interesa detenerme en una construcción lingüística como la siguiente: “un día me había cruzado con una mara, una patota como le dicen allá”, en la que gracias a esas palabras contrastadas (“mara” y “patota”) conviven dos variantes latinas en la misma comunidad.

Al pensar en Crisis me viene a la cabeza la obra del escritor Junot Díaz. Sus tres libros publicados, dos de cuentos (Los boys y Así es como la pierdes) y una novela (La maravillosa vida breve de Óscar Wao); aunque están escritos originalmente en inglés, tratan de temas parecidos a los de Crisis: la integración de una comunidad latina (en su caso la dominicana) en Estados Unidos. Pero podría apuntar, que las historias de Díaz, partiendo de una mirada más estrecha (la comunidad a la que él pertenece, la dominicana) logra un cercanía mayor con el lector porque nos habla de personajes concretos con unas peripecias más desarrolladas que las del libro de Majfud.

Creo que me hubiera gustado más leer una novela sobre la experiencia concreta (con una secuenciación de escenas) de uno sólo de los “Ernestos” propuestos en la novela (reflexiono sobre la construcción novelística: desde lo concreto uno debe aspirar a la experiencia universal); pero la apuesta de Majfud me parece compleja, y como lector agradezco los riesgos que toma. Me ha gustado acompañar en esta aventura-mosaico latina a un nuevo autor hispanoamericano, acercarme a la obra de Jorge Majfud, compañero de editorial.