miércoles, 14 de diciembre de 2016

Entrevista a Fernando Luis Chivite, autor de EL INVERNADERO en TodoLiteratura.es

 HAY QUE COGER AIRE EN LO AJENO



El invernadero es una historia contemporánea. De cosas que les pasan a la gente de ahora. Un escritor viaja a Berlín tras las huellas de un científico con el que compartió la juventud y encuentra a una misteriosa joven uruguaya que huye de algo. El tema de fondo de la novela es el individuo en constante movimiento, la reflexión sobre la identidad, la incertidumbre moral y la necesidad de salir y coger aire en lo ajeno. La narración se ramifica a medida que cada personaje nos lleva a otro. Podríamos decir que se trata de una novela de personajes secundarios cuyas trayectorias vitales se entrecruzan durante un instante y luego se pierden. Una obra sobre el transitar en el mundo de hoy, escrita en el tono inmediato y urgente de la primera persona, con una prosa transparente, de frases cortas y lectura rápida.




¿Qué quería contar cuando empezó a escribir El invernadero?
No estaba muy seguro de lo que quería contar.

Algo tendría en la cabeza
Empecé a escribir sin un verdadero plan, esa es la verdad. Sin una historia definida. Sin una arquitectura. Pero lo cierto es que siempre ha sido así, en todas mis novelas anteriores. Supongo que no sé escribir de otro modo. Solo tenía el principio, la voz del narrador.

¿Qué voz era esa?
La voz de alguien que se aleja de su ciudad, de su país, de su zona de seguridad, básicamente eso. Para mí, lo más importante al comenzar cada nueva novela es encontrar esa voz del narrador, el tono en el que habla. Encontrarlo y mantenerlo. Es como cuando empiezas un poema: solo tienes un verso, un comienzo, pero en ese verso inicial está el germen o el motor de todo lo que va a venir después.

O sea, que no sabía la historia que al final acabaría saliéndole.
Exacto. Para eso me pongo a escribir, creo. En realidad no sé para qué me pongo a escribir, pero me gusta pensar que es para eso: para descubrir esa historia, para ver qué encuentro y a dónde llego. Es como una búsqueda, como un viaje.

De hecho, ¿no podría decirse que El invernadero es precisamente la historia de una búsqueda?
Bueno, sí. Me parece que eso describe bastante bien la espina dorsal de la novela. En el origen hay una búsqueda. Es la historia de un hombre que necesita aunque solo sea temporalmente salir de su rutina, de su entorno, de lo que se supone que conforma su mundo. La excusa es que va a buscar a un viejo amigo, o lo que queda de él. La historia es una historia contemporánea de cierta intriga y está ambientada en el Berlín actual.

O sea, que no hay elfos
Es cierto, siempre suelo decir eso: no hay elfos. Ni zombies. Ni crímenes de psicópatas. Es una pena. Yo mismo lo lamento a veces, pero soy incapaz de hacer ese tipo de literatura fantástica tan en boga hoy en día.

¿Por qué en Berlín?
Me atraían dos cosas de Berlín: por una parte, el hecho de que es un lugar que conozco solo muy superficialmente, y por otra, el frío. La novela dura lo que dura el invierno. Me interesaba que ese fuera el fondo. Me interesaba que fuera una novela de invierno porque creía que eso le iba a venir bien tanto al ritmo de la historia como a mi estilo narrativo. Quería que la novela funcionara como una nevada: contenida y pausada en sus aspectos formales, pero en la que poco a poco se va acumulando una sensación de peso y extrañeza.

¿Pero, por qué situar la historia en un  lugar que no conoce bien?
Lo bueno de eso es que así te remites a lo esencial. Cuando conoces demasiado bien un lugar, pierdes la capacidad de "verlo" con ojos nuevos. Berlín se ha convertido en una especie de símbolo europeo, es un nudo, una confluencia de ideas, memoria y emociones colectivas muy diversas. Me interesaba eso. Y el hecho de que había estado recientemente en el Prenzlauer Berg, la zona en la que ocurren los hechos.

Abre el libro con una cita de Max Frisch
Sí. Hay tres o cuatro momentos de la novela en los que se pueden encontrar pequeños homenajes a la obra del gran Max Frisch. En particular a Montauk, una novela breve, escrita en 1975, que me resulta especialmente honesta y que me parece que incluso para su autor tuvo que resultar en aquella época un hallazgo sorprendente.

La cita dice: “Un anhelo de gente nueva para quienes uno mismo sería también desconocido”.
Claro. De hecho, la novela iba a titularse Gente nueva. “Hay que coger aire en lo ajeno”, esta frase aparece en la novela, creo. Y en gran medida, en un sentido profundo, va de eso: de la necesidad de salir de lo propio, de lo identitario y mezclarse con lo ajeno, con lo diferente.

Entonces, ¿por qué se titula El invernadero?
Me gustó la palabra. Me gustó cómo sonaba, lo que sugiere: la atmósfera cerrada. Hay un invernadero que alberga a un personaje especial para la trama. Por otro lado, la novela (como ya he dicho antes), dura lo que dura un invierno; empieza poco antes de navidad y acaba a finales de marzo. Es como un tiempo entre paréntesis.

Creo recordar que en alguna parte usted ha dicho que busca la claridad y que huye de toda retórica.
Bueno, sí. Supongo que no siempre ha sido así.    A ciertas edades uno tiende a ponerse enfático. Es natural. Pero acabas aburriéndote de eso. La solemnidad suele ser un poco pesada y yo quería hacer una novela que fuera todo lo contrario a pesada. Luego, además, hay una cosa que inevitablemente ocurre: la vida te acaba enseñando a no tomarte demasiado en serio. En esta novela he tratado de huir del exceso de literatura. Para mí lo más importante es encontrar el tono: un tono creíble. Y mantenerlo hasta el final.
           
¿A qué se refiere cuando habla del tono?
Al tono de la voz, ya sabes. “La voz es el alma”, decía Aristóteles. Para un escritor, el tono de voz lo es todo. Escucha a ese tipo que te habla: en su tono de voz puedes percibir de inmediato si te habla con respeto o no. Si te trata como a una persona inteligente o te trata de imbécil. O te habla como a un niño. Si pretende asustarte, sorpren-derte, contarte una bobada inverosímil. Por otra parte, en la mayoría de los casos el lector se da cuenta con bastante rapidez si un libro está escrito para él o no lo está.

Siempre escribe todas sus novelas en primera persona, ¿por qué?
Tiene algo que ver con lo anterior, creo. Quizá no acaben de ser perfectas novelas. El yo en la narrativa es cosa del siglo XX y pretende ser una aproximación a la apariencia de verdad. Se supone que el narrador que habla en primera persona no inventa, cuenta lo que ve. Más que contar un cuento parece que esté dando un testimonio, no solo de lo que le rodea sino también de sí mismo: de sus propias experiencias y reflexiones. De hecho, la mayor parte del material de esta novela esta sacado de historias reales de gente más o menos cercana a mí. Lo que pasa es que al final todo es ficción. Adoptas unas posición, un punto de vista y un tono de voz, y acto seguido eliges los detalles que prefieres destacar. Al final se trata de hacer una obra que tenga alma o algo así. Como  una melodía. Quieres que tenga algo tuyo.

Diga algo de la novela que pueda animar a los posibles lectores.

No sé, es una novela sencilla: mejor no intentar decir cosas demasiado ambiciosas sobre ella. Creo que se lee con facilidad y eso ya es algo. Se puede leer en un fin de semana. Por otro lado, como decía, trata del mundo real y de las cosas que les están pasando o pueden pasarles a las personas de hoy en día. Es una historia compuesta de muchas pequeñas historias cruzadas.


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