jueves, 17 de julio de 2014

Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa

Libro del desasosiego (Fernando Pessoa)-Trabalibros
Libro del desasosiego
FICHA TÉCNICA:
Autor:Fernando Pessoa
Editorial:Baile del Sol
ISBN: 978-84-15700-90-6
Número de páginas: 478
Género: Biografías-diarios


"Mira cómo aquel que se cree ser uno no es uno, sino que parece tener tantas personalidades como estados de ánimo".
(Orígenes, "In Libros Regnorum Omiliae")

Álvaro de Campos, heterónimo pesoano, cuya poesía tumultuosa a lo Walt Whitman desnuda como nadie hizo a Pessoa, afirmaba que "propiamente hablando, Fernando Pessoa no existe". Tampoco existe el "Libro del desasosiego", al menos no como composición literaria de carácter unitario. Existen más de 500 fragmentos de diferente extensión y en diversos grados de elaboración que van desde el simple apunte o boceto al texto acabado ya e incluso publicado con anterioridad. No hay una clara intención programática  que aúne estos textos. Respecto a ellos, Pessoa sólo dejó ciertas indicaciones poco exhaustivas y a veces contradictorias, en lo referente a su ensamblaje como libro homogéneo. Han sido los diferentes traductores de esta obra los que han organizado los materiales existentes en función de criterios cronológicos -existen fragmentos fechados- temáticos -"manchas temáticas"- o formales. Siendo las traducciones más acertadas las que combinan los criterios anteriores, de forma que los fragmentos datados crearían una estructura temporal en la que se irían insertando los diferentes núcleos temáticos. En cualquier caso, el carácter inacabado o abierto de la obra permite al lector diseñar su propio itinerario de lectura. Su aparente forma caótica invita a perderse y a vagabundear entre sus páginas en busca de la experiencia literaria perfecta. Cuando abrimos el "Libro del desasosiego" lo que nos encontramos "no es un libro -como asegura Richar Zenith- sino su negación y subversión, el libro en potencia, el libro en plena ruina, el libro sueño, el libro desesperación, el anti-libro, más allá de toda literatura. Lo que tenemos en estas páginas es el genio de Pessoa en su momento cumbre.

Pese a que el gran poeta portugués atribuyó esta obra a uno de sus heterónimos -Bernardo Soares- como reza en la primera portada mecanografiada de este libro: "Do livro do desasocego / composto por Bernardo Soares / ajudante de guarda-livros na cidade de Lisboa / por Fernando Pessoa", Ángel Crespo está convencido de que estamos ante un diario íntimo del propio Pessoa, una obra ortónima en la que Bernardo Soares sería un "semiheterónimo" o una personalidad literaria no muy diferente de la de Pessoa, en realidad "una simple mutilación de ella". De hecho, el estudioso español de la obra pesoana maneja pruebas suficientes de la existencia de numerosas coincidencias biográficas, estilísticas y temáticas entre elPessoa ortónimo y el Soares heterónimo. Según él, este último funcionaría como una "máscara transparente de Pessoa que éste se quita en numerosas ocasiones". Queda claro pues que a través de este diario Pessoa interpone a Soares, pero se muestra a sí mismo en las intermitencias de un texto que refleja a su vez el carácter fragmentario y plural de su compleja personalidad.

Aclarado el tema de que nos encontramos ante un diario íntimo y que como tal tiene un valor confesional y autobiográfico, cabe decir que el "Libro del desasosiego" es posiblemente el texto que mejor nos muestra al genio lisboeta, aunque como él mismo dice en una entrada del diario, "no sin verdades, pero con mentiras". Un texto realmente desasosegante en el que Pessoa mantiene esa constante dialéctica entre el yo y el otro que caracteriza toda su obra y que le permite mostrarse y ocultarse al mismo tiempo. Una dialéctica que obedece -según Ángel Crespo- no sólo a la aceptación de ser muchos, sino también al deseo de ser otro. A través de este texto Pessoa conversa consigo mismo para responder a las preguntas ¿quién es yo? y ¿cuántos soy? y también para "otrarse" (neologismo pesoano) por medio de la prosa, atacando así la coherencia del yo, constructo psicológico que pretende ahormar la inconsistencia y voluble personalidad humana.

¿Dónde está Dios aunque no exista? ¿Quién soy yo cuando no juego? ¿Hay que abdicar de la vida para no abdicar de sí mismo? ¿Poseer es ser poseído y por lo tanto perderse? ¿No estamos destinados para la realidad, pero ésta se empeña en venir a vernos? ¿Sentir es desasosegante, pensar desconsolador y querer es inútil? ¿Gracias al recuerdo regresamos a la única verdad, que es la literatura? ¿Más vale pensar que vivir? ¿El artificio y el absurdo es el signo de lo humano? ¿Viviendo mentalmente de lo que no existe ni puede existir acabamos por no poder pensar en lo que puede existir? ¿Todo lo que no es nuestra alma no es más que escenario y decoración? ¿Se puede volver a la infancia de antes del análisis y la voluntad? ¿La búsqueda de la verdad trae siempre consigo el conocimiento último de su inexistencia? ¿Prestamos suficiente atención al hecho de que los demás también son almas? ¿Nuestro tamaño exacto es el de aquello que somos capaces de ver? ¿El arte nos libra ilusoriamente de la sordidez del ser? Estas y otras muchas cuestiones tapizan la senda del desasosiego que Pessoa transitó durante toda su vida bajo el signo de un malestar intelectual y emocional derivado de una realidad social y personal insatisfactoria. Su objetivo vital fue conseguir una "espiritualidad de materia, sin criterio, sin sensibilidad, sin dónde poner sentimientos, ni pensamientos, ni desasosiegos de espíritu". Al final de su vida parece que lo consiguió, conquistó el sosiego, y lo hizo mediante la observación, la transformación imaginativa y la abolición de la realidad. Le ayudaron en ello ciertas prácticas esotéricas y un espíritu pagano, mezcla de estoicismo y epicureísmo, filosofía que destila su último poemario atribuido al heterónimo Ricardo Reis, en el que Pessoa confesó haber puesto toda su disciplina mental vestida con la música que le era propia.
Enviado Por: Bruno Montano
CURIOSIDADES:
- Quizá lo más conocido de este gran poeta portugués sea la creación deheterónimos, voces literarias con biografía, personalidad y estilo diferentes en los que se desdobla el propio Pessoa para componer el "drama em gente" que constituye su obra. Según el propio poeta, "en la vasta colonia de nuestro ser hay gente de muchas especies pensando y sintiendo de manera diferente", siendo el mismo Pessoa una escena viva por la que irían pasando diferentes actores representando una serie de variadas piezas. Mediante un ejercicio de introspección psicológica, creación literaria y proyección esotérica el poeta da a cada emoción una personalidad y a cada estado del alma un alma y construye una fascinante galería de heterónimos que han pasado ya a la historia de la Literatura: Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis...

sábado, 5 de julio de 2014

Vínculos secretos, una novela de Vamba Sherif




“La escena le fascinó: el pueblo fronterizo dormía a merced del calor. Mientras viajaba hacia el pueblo, el extraño había jugado con la idea de rendirse, como aquellos ancianos, al letárgico hechizo del calor sin importarle nada más.”


(Vínculos secretos, Vamba Sherif. Traductor: Alicia Moreno Delgado. Colección: África, Baile del Sol Ediciones, 2014)



El inicio de Vínculos secretos, una novela de Vamba Sherif, recuerda al de la película Conspiración de silencio (John Sturges, 1955): un extraño tullido llega a un pueblo fronterizo donde nada es lo que parece, sumido en una narcótica somnolencia en la que los viejos del lugar, tirados en hamacas o colchonetas, “dejan pasar las horas más sofocantes a la sombra de un árbol de pan.”

En Vínculos secretos este pueblo fronterizo se encuentra en algún lugar sin identificar de África, y lo que comienza siendo una investigación –como sucedía en el filme de Sturges– termina por convertirse en un alucinado viaje al corazón de las tinieblas. Al alma de un continente donde no termina de cuajar tradición y progreso.

El itinerario que propone Sherif a través de su personaje, William Mawolo, es el de auscultar, y tomar pulso al principio, la realidad de un territorio donde verdad y mentira se confunde para crear leyendas. Y tiene mucho de leyenda Vínculos secretos, pero una leyenda sin aliento épico y sí mucho de enfrentamiento con ese mundo que las alimenta. Una geografía donde lo sobrenatural convive con lo aparentemente real.

Vínculos secretos comienza como una novela policíaca cualquiera. La llegada de un extraño a un pueblo donde es recibido con hostilidad por sus habitantes. Su misión es la de encontrar al cacique local, desaparecido en extrañas circunstancias. Tan extrañas como las que marcan la existencia de una aldea en la que, aparentemente en esta novela de apariencias, no pasa nada pero en la que sí pasan muchas cosas si se rasga el velo de, precisamente, lo aparente.

A lo largo de las pesquisas, Mawolo irá reencubriendo una realidad que permanecía dormida en algún lugar de su cabeza, más cuando asume hacerse cargo del pueblo para inflar un ego mordido por el peso de una tradición que forma parte inevitable de su persona.

Para contar todo esto, y muchas historias dentro de la misma historia, Vamba Sherif, recurre a un lenguaje sencillo, a la clásica fórmula del sujeto verbo predicado porque es la única forma de contar historias que van más allá de su línea de flotación. La fuerza de Vínculos secretos está, en este sentido, más allá del relato. Late y respira dentro de él.

Y en ese proceso de desconcertante redescubrimiento que transforma al protagonista, asistimos a un fascinante conflicto entre lo viejo y lo nuevo. A que Mawolo aprenda –o no, porque se resiste asustado– a convivir con unas fuerzas que están más allá de la razón que le han inculcado.

A lo largo de este camino que tiene mucho de aventura, de aventura iniciática, Sherif disemina las piezas de un rompecabezas que no termina de encajar del todo al finalizar la novela, pero que sí tienen la suficiente sustancia para generar sospecha y atención en el lector.

Vínculos secretos resulta un atractivo y a ratos hipnótico itinerario por el desmoronamiento de un hombre al que las circunstancias le superan. A su alrededor se mueve una galería de personajes entre las que destacan los femeninos, de alguna manera los guardianes de un misterio que va más allá de la realidad.

De secretos ancestrales que como venas han terminado en convertir el pueblo en un órgano vivo, pese a su somnolencia. Un pueblo fronterizo al límite de una tierra que no le pertenece a nadie salvo a los que habitan en comunión con ella.

Vamba Sherif escribe sobre esto en apenas 150 páginas. Páginas apretadas y que, pese a su sencillez, obliga a una lectura sosegada. Mientras tanto, el lector salta de sorpresa en sorpresa.

Rindiéndose, como se rinde Mawolo, al asombro.

“Cómo deseó entonces que su tía estuviera allí para verlo dirigir a esos milicianos, a ese grupo de gente que había puesto fin a su idílica existencia en su pueblo natal. Le habría aplaudido, habría suspirado de alivio, y habría cantado sus alabanzas. No era la alegría ni la satisfacción de haber logrado su venganza lo que crecía en su interior, sino una sensación más poderosa: darse cuenta de que había pasado de ser un niño cuyo futuro parecía confinado a un pueblecito a ser un hombre que dirigía un ejército.”

Saludos, en algún lugar de África…, desde este lado del ordenador.

viernes, 4 de julio de 2014

Los dientes del corazón, un libro de Baile del Sol que recoge las recetas más sabrosas de la gastronomía y el amor

m159Baile del Sol ha publicado recientemente la recopilación de relatos de Ramón J. Soria Breña, también conocido entre los blogueros como Gastropitecus Glotón, Los dientes del corazón, en la que este antropólogo experto en cocina nos regala una magnífica degustación de sus mejores recetas noveladas, un recorrido exquisito por la gastronomía, el amor, el sexo y la vida.
Con prólogos del periodista experto en gastronomía, Miquel Sen, y del reconocido Chef Abraham García, el libro de Ramón J. Soria Breña enlaza con los textos clásicos de la literatura gastronómica de autores como Balzac o Maupassant renovándola sin perder ese transgresor aroma que conecta la buena cocina con otros placeres carnales, pero también con emociones muy profundas que dejan en la boca del lector sabores poco comunes y muy sugerentes.
Nos encontramos ante un autor amante de la cocina y de la vida, pero también de las palabras, de su sutileza y su cadencia. Soria Breña sabe transmitir como pocos la importancia de los alimentos como detonantes de la memoria, de la evocación, del universal efecto de un sabor que es capaz de trasladarnos a otros tiempos gracias al ya consabido viaje a bordo de la magdalena de Proust.
Estos relatos que recrean recetas, amores, miedos, recuerdos y olvidos, nos descubren a un autor delicado y meticuloso que adereza cada historia con los ingredientes oportunos, sin excesos y con toda la elegancia de la buena literatura. Los dientes del corazón es un libro para tener a mano tanto en la cocina como en la cama.

ramonsoriawebSobre el autor: Jarandilla de la Vera (1965) Escritor. Bloguero. Antropólogo. Durante treinta años ha investigado como consultor los hábitos alimenticios en la sociedades de consumo. Apasionado de la selva Amazónica y de la pesca a mosca, es colaborador habitual de la prensa de naturaleza. En su juventud anduvo por Brasil estudiando “la caza de la ayahuasca” y “los sistemas de censo para felinos: el caso del Jaguarundí o Gato Nutria". De regreso a Madrid con una amplia experiencia en supervivencia en la selva y costumbres alimenticias no muy recomendables -algún día quizá cuente como se prepara una brocheta de cucarachas o un guisado de mono con frijoles- tuvo que trabajar de cocinero en una churrasquería, monitor de cursos de supervivencia para ejecutivos agresivos y profesor de pesca a mosca.  Ha escrito las novelas de aventuras, ambientadas en la guerra civil: “Los Últimos hijos del lince” y “Cartas de amor que nunca escribiste” y las historias gastronómicas “el Barco Caníbal” y “Por Rutas Cerderistas”.
En la infinita oferta de la moda de los blogs de gastronomía, lanzó la propuesta minimalista y novedosa de un blog de “recetas noveladas” titulado “Gastropitecus Glotón”. Baile del Sol recupera las mejores de estas recetas LOS DIENTES DEL CORAZÓN (Tenerife, 2014), guisos adecuados para engordar la imaginación.

miércoles, 2 de julio de 2014

DIVINA

Por Miguel Baquero

/ Autora: Inma Luna.
Editorial: Baile del Sol.
Nº páginas: 74
 
/ Autora de extensa trayectoria (el que reseñamos es su sexto libro de poemas, y cuenta además con una novela y una colección de relatos que alcanzó gran proyección: “Las mujeres no tienen que machacar con ajos su inma-luna-divina-1-L-U8sulycorazón en el mortero”), Inma Luna (Madrid, 1966) publica en esa ocasión un poemario, “Divina”, donde parece ajustar cuentas con su pasado. Ignoro si parte de una realidad o se trata de una historia fingida, “ambientada”, pero en todo caso lo que sí parece cierto de todo punto es la calidad del desgarro, la sinceridad y valentía con que la autora vuelve sobre sus días de infancia y adolescencia. “Este es el relato…”, dice en la contraportada del libro, y, en efecto, “Divina” tiene mucha naturaleza de relato, en la manera en que no sitúa en un colegio de monjas y nos va mostrando cómo, progresivamente, las religiosas van coartando la libertad de las internas; cómo, “engordando a merced / de cada una / de mis tristezas pedagógicas” (aprovecho para hacer notar aquí la calidad y la atracción que tiene la música que se desprende de los versos) la autora-protagonista va deshaciéndose de su espontaneidad, de su alegría, de su afán de atrapar el mundo, de todo lo que suponga relaciones sanas con su exterior y, un poco más adelante, con los chicos “que sabían hacerse felices con las manos”.

“Los versos del amor eran agua podrida”.

Fruto, sin duda, de esta educación restrictiva sobreviene, al parecer, un embarazo no deseado, un matrimonio forzado por las circunstancias, un fracaso evidente… Sin embargo, mientras la autora va avanzando en esta penosa ruta personal que parece le va apartando de la vida, así aumenta paralelamente su compromiso con la poesía. En un hermoso poema como “Vía de escape” (“Podría haberme escapado entre las páginas…”) el lector asiste (sobre el fondo de ese tono musical, que, insisto, Inma Luna sabe susurrar en sus poemas) a una poesía que va creciendo mientras la realidad en torno es cada vez más insulsa y hasta emite chirridos desagradables: (“…las ganas de llorar / sobre la ropa recogida, / los gusanos diminutos y blancos / debajo de la alfombra, / la miel endurecida, / y el sonido del módem / agrietando la tarde y mi cabeza”).

Vienen páginas luego de descubrimiento, la poesía como símbolo de esa vida que se resiste a agotarse y morir en el interior de uno, los versos como único escalón al que subirse e intentar mirar por encima de la rutina cotidiana. Así, igualmente, página a página, los poemas van cogiendo forma, profundidad, el tono incluso (esa música al fondo) que sonaba inocente va haciéndose cada vez más duro, las frases más largas, pero sin perder ese color personal de la autora. En este sentido, “Divina” puede ser un libro excelente para mostrar, en un solo poemario, la evolución de una voz, desde el ingenuo silabeo del principio hasta este final desgarrador y escalofriante (por lo hermosamente rasgador —esa j, esa z—que suenan las palabras): “Aunque me hubieses arrancado de cuajo los cabellos / habrías sido incapaz de conocer mi historia”. Ignoro, como creo que he dicho arriba, si este “Divina” está compuesto, sobre una base verdadera, de versos guardados desde la infancia y ahora reunidos, o si  la autora ha recurrido a volver a “meterse en situación”; en todo caso (en este segundo mucho más) la manera en que vemos avanzar, aunque sea a oscuras, pero avanzar, a una poeta a lo largo de estas páginas es una emocionante lectura de poesía.

lunes, 30 de junio de 2014

"Petroglifos" de Luis Vea

El último libro del poeta barcelonés Luis Vea, Petroglifos (Baile del Sol, 2014), es un viaje al encuentro de lo ancestral, del lenguaje de raíz, que nos permite agarrarnos a lo auténtico, a lo que perdura en medio del desmoronamiento que nos rodea actualmente. También nos habla del instante de la escritura en el transcurrir de la vida para aferrarnos a todo lo que amamos. Petroglifos es la búsqueda de lo humanamente propio: cuando las identidades y las fronteras no nos definen como personas, debemos aferrarnos a las convicciones y a la intimidad personal como sana superación de cualquier alienación atávica.

Tu vida es tu lugar.
(Pág, 28)

Así, la isla -las islas-, como metáfora del individuo, permite a Luis Vea dibujar el paisaje como retrato, como expresión de lo que subyace, pero también como naturaleza viva y cambiante. Petroglifos es poesía que se ha labrado en la piedra más dura para perdurar y para que fertilice su interpretación, y que convierte el lenguaje en fascinante singladura.

http://proyectodesvelos.blogspot.com.es/2014/06/petroglifos-de-luis-vea.html

viernes, 27 de junio de 2014

Alfabeto de cicatrices, de Ana Pérez Cañamares

Ana cañamares
Published on June 24th, 2014 | by Ismael Cabezas
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Si se realizase una antología poética de los casi quince años que llevamos agotados de este siglo XXI, marcado ineludiblemente por la fractura a nivel mundial, que ha supuesto la crisis económica de 2008, en ella, no podría faltar el nombre de Ana Pérez Cañamares. La poeta tinerfeña, residente en Madrid –dato más que anecdótico, pues el escenario cotidiano de su poesía, es la ciudad- ha demostrado con su reciente Las sumas y los restos, galardonado con el Premio de poesía “Blas de Otero”, ser uno de los referentes ineludibles dentro de la nueva lírica española de comienzos de siglo.

Ana Pérez Cañamares es una poeta meticulosa, devota de la poesía, que delimita sus poemas con diversas citas de autores tan dispares como Yehuda Amijai, pasando por Anne Sexton, o por poetas casi olvidadas, de lectura de culto, como Ángela Figuera Aymerich, sin olvidar a su muy amada Wislawa Szymborska. Una poeta que es a un tiempo, capaz de sostener dos registros muy distintos, pero que ella sabe compatibilizar de forma extraordinaria, nos referimos a un registro colectivo y a otro individual. En el colectivo, Cañamares, aparece quizás, como una poeta perteneciente a eso que se ha dado en llamar “poesía de la conciencia crítica”, donde denuncia el estado de enajenación de la naturaleza al que el capitalismo ha sometido al hombre, sujeto a las rigídeces de unos horarios y prácticas laborales, que son incompatibles con el desarrollo de una vida acorde a los dictados de la naturaleza. En clave individual, Ana Pérez Cañamares, semeja esa amiga que conocemos desde hace más de veinte años, y que sentada muy cerca de nosotros, nos toma de la mano, y nos habla en voz baja de la muerte de sus padres, con unas palabras, en las que podemos reconocer nuestro propio dolor.
Alfabeto de cicatrices (Baile del Sol, 2010, reedición 2013), es tal vez uno de los títulos más leídos de la poeta, donde puede comprobarse esa dualidad de registros que antes afirmaba, esa enajenación del ser humano frente a la naturaleza, como se afirma en “Estaciones”, porque los poemas que los árboles dictan / están escritos en un idioma exótico/ que no entendemos los que vamos a recluirnos en nuestras casas.
La ciudad, decía al principio, es el escenario donde la poesía de Ana Pérez Cañamares se desarrolla, una ciudad inhóspita, árida; Sólo sé que los árboles / con su tronco negro por el humo / me están susurrando: nuestro sitio no es éste; una ciudad poblada por hombres alienados, alejados de su más profunda esencia humana, […] las miradas –vacías y oscuras como túneles- /de los desconocidos. Una mirada, la de Cañamares que busca casi instintivamente, cualquier destello de naturaleza que pueda abrirse paso en la feroz ciudad: Al atardecer la ciudad / rezuma nostalgia de campopero sin embargo, sólo en los cementerios / crecen flores salvajes / y la nieve permanece / sin derretirse / de un día para otro. No sólo la propia ciudad, Madrid, sino otras, como Londres,se muestran hostiles: ¿Era así todo Londres? /¿O era sólo porque vivíamos / en un barrio pobre / y todos teníamos miedo?, afirma en el poema titulado “Londres”. Es en el ritmo frenético de la ciudad donde el hiriente capitalismo hunde sus fauces en un aterido ser humano, que puede ser, cualquiera de nosotros: pero entre la arena / se esconde el lunes: ese escorpión traidor, o también, cada lunes recuerdo / que la sorpresa / es una libélula / a la que arranqué las alas, (“La Agenda”).
Cuando Ana Pérez Cañamares se inclina por un registro más individual, más confesional si cabe, alejándose de esa conciencia de lo colectivo, no abandona sin embargo esa pretensión de que en sus palabras podamos reconocernos todos cuantos hemos sufrido, siendo así, cuando se afirma el yo, un “yo plural”: una moneda, un hueso, un corazón seco / que te recuerde que todo error / se cobra un precio. Ahora bien, un tono decididamente confesional, que nos remitiría a Anne Sexton o a Sharon Olds –poeta muy querida por Cañamares-, se encuentra de forma bastante descarnada en poemas como “Si un día me oyes”, cuando afirma, los adictos a los aplausos / también necesitamos testigos / cuando nos quitamos / el maquillaje. “La engañada” continúa con ese acento marcadamente confesional y dolorido. En Por qué escribo”, se enuncia casi una poética, y entre tantas razones para dedicarse a la escritura poética argumenta: no quiero dejar que nadie / se invente mi vida, aunque en otros poemas, como “Tregua”, también se da razón de ser de la escritura poética: sólo un instante de tregua / porque si no lo paro y lo cuento / la avalancha me traga entera. Se puede considerar toda una declaración de principios, una poética cercana a las grandes confesionales –de nuevo Plath, Sexton, Olds, a las que Cañamares ha leído sin duda con detenimiento- , cuando afirma en “Al aire”, amo tanto mi intimidad / que la arranco de cuajo / y la muestro.
En las vivencias individuales de la poeta, las que más estremecen son las concernientes a la pérdida de los padres; en “La madre de Claudia”, se afirma, mira a los ojos de la muerte / y podrás ver lo que nunca viviste: / la infancia de tu madre, y en “Mi padre se llamaba Daniel”; ya no estoy enfadada contigo. / Cada vez que te pienso / es domingo por la mañana. Sin embargo, si tuviéramos que escoger unos versos que pudiesen resumir todo cuanto es Alfabeto de cicatrices, toda esa altiva dignidad y profunda fraternidad que se desprende de la obra poética de Ana Pérez Cañamares, estos serían, elegí pronunciar la palabra hermano / y contemplar el temblor de los que yerran. Es la poesía que se encuentra, que se reconoce en el otro, la poesía de la dignidad, de una de nuestras poetas contemporáneas más a seguir teniendo en cuenta, y a rastrear su ya consolidada trayectoria poética.
Pérez Cañamares, Ana. Alfabeto de cicatricesTenerife. Ediciones Baile del Sol, 2013, 110 pags.

jueves, 26 de junio de 2014

Stoner (John Williams)

Título original: Stoner
Traductor: Antonio Díez Fernández
Páginas: 240
Publicación: 2003 (2012)
Editorial: Baile del Sol
ISBN: 9788415700616
Sinopsis: No hay, ni falta que hace.



Tú también estás entre los enfermos, tú eres el soñador, el loco en el mundo de los locos, nuestro Don Quijote de El Medio Oeste sin su Sancho, retozando bajo el cielo azul. Eres lo bastante listo. Pero tienes el mal, la vieja enfermedad. Crees que hay algo aquí, algo que encontrar. Tú también estás destinado al fracaso; no es que te vayas a enfrentar al mundo, dejarías que te masticara y que te escupiera y te quedarías ahí pensando qué salió mal. Porque siempre esperaste que el mundo fuera algo que no es, algo que no deseó ser. El gorgojo en el algodón, el gusano en el frijol, el insecto barredor en el maíz. Nos podrías mirarles a la cara y no podrías enfrentarte a ellos porque eres demasiado débil y eres demasiado fuerte. Y no tienes a donde ir en el mundo.

Aquí estoy, intentando escribir sobre la lectura de un libro que por no tener no tiene ni sinopsis. Un libro que está entre las joyas de muchos, muchísimos blogueros, pero oculto o inexistente en la mayoría de las librerías y bibliotecas. Un libro que ha estado mucho tiempo en mi estantería y que he leído ahora, gracias al tierno empujón de una amiga. Y no sé qué decir, o mejor dicho, no sé cómo decir. Tengo las palabras en rebeldía. Quiero escribir y sólo salen palabras grises, una detrás de otra, como hormigas anodinas, vacías de contenido. Palabras-hormiga.

Afronté la lectura con miedo, con ese respeto con el que coges un libro tan elogiado ¿y si a mí no me decía nada? Tenle paciencia, me dijeron. No hizo falta. Porque desde la primera página quedé cautivada por la forma de escribir de John Williams. Y luego, poco a poco, fui stonerizada, inoculada ya de por vida del espíritu Stoner. Stoner en vena, diluyéndose en mi torrente sanguíneo y haciendo bombear el corazón. Bum. Bum. Bum.

Página 17:
“Esto percibes, lo que hace tu amor más fuerte,
amar bien aquello que debes abandonar pronto” (William Shakespeare)
El señor Shakespeare le habla a través de trescientas años señor Stoner ¿le escucha?

¡Qué escena!, qué tensión, qué instante tan grandioso… Ahí ya estoy arrodillada ante John Williams, en ese describir un momento que cambia la vida de un hombre, que hace que se convierta en alguien diferente a quien había sido hasta entonces. Momentos que te cambian la vida. La tensión recreada en esa escena es de tal nivel que muchos escritores debieran de tenerlo en su cabecera para recordar cómo sin artificios innecesarios se puede evocar y provocar que el lector aguante la respiración y se le olvide espirar, inspirar, espirar, inspirar... Sin dramas recargados, sin ficción, sin acción.Convocando lo cotidiano y contándolo.

Y sigues leyendo, visualizando las imágenes que Williams nos muestra con suavidad, sin estridencias, sin juzgar. Pero la mirada va más allá de esas imágenes, va a la esencia de las personas, al alma misma de cualquier ser humano. De un ser humano cualquiera.

Se había percatado de que sus padres y él habían comenzado a sentirse como extraños y se dio cuenta de que su amor por ellos se intensificaba con la pérdida.

Me ha pasado mucho a lo largo de esta lectura. Quedarme detenida ante una frase, un párrafo. Así, tan fácil, Williams describe taaaantas cosas. Como por casualidad, como quien no quiere la cosa. Sin esfuerzo.

¿Quién es Stoner? Stoner parece un hombre débil, comedido, anodino, un sinsangre, conformista, poco luchador, sin ambiciones, un hombre sencillo, simple. Y lo es. Un hombre común. Absolutamente normal, si es que ser normal es ser un hombre honesto, coherente y honrado. Una persona que quiere hacer lo correcto, enamorarse, casarse, tener una familia, trabajar, tener amigos, que lo dejen tranquilo. Y se casa, trabaja en lo que le gusta, se enamora, tiene amigos, tiene una hija, tiene una amante… Y espera que le consideren por lo que hace. Todo muy vulgar y corriente, pero detrás de las vidas más prosaicas y anodinas siempre hay historias, historias normales. Historias que contar, porque lo normal también se puede contar. Pero hay que ser John Williams para hacerlo… así.

El amor, intenso y fijo, siempre había estado ahí. En su juventud lo había dado sin pensar. Lo había ido dando, de manera extraña, en cada momento de su vida y quizás lo había dado más cuando no era consciente de estar dándolo.

Un hombre como hay tantos, hombres y mujeres, aparentemente invisibles, sin brillo pero con una tremenda luz interior que no consiguen proyectar al exterior, salvo breves destellos que los demás pueden alcanzar a ver y retener… o no. Héroes anónimos del devenir de la vida, titanes del día a día que se mantienen firmes en sus convicciones y creencias.Su verdad, su coherencia, su integridad. Colosos cotidianos que toman pequeñas y grandes decisiones, y, mierda, a veces se equivocan. Y asumen sus equivocaciones. Y en algún momento se preguntan si su vida ha merecido la pena. Y se llenan de ysis (¿y si hubiera hecho o dicho esto, y si no hubiera hecho o dicho lo otro..?). Todo absolutamente corriente. La normalidad con sus claroscuros.

Superhombres de andar por casa, palmarios, que a veces no saben qué decir o qué hacer, dentro tienen la actitud y la decisión adecuada, sólo les falta dar el paso hacia afuera. Pero se quedan ahí, en medio del salón, sin saber qué hacer porque ya ha pasado el momento. Y callan, no hacen nada. Un microsegundo y de hacer lo correcto, lo que debiera hacer, a no hacer nada. Dejarlo estar. Cuántas veces he tenido esa sensación, querer decir o hacer algo y en un momento darme cuenta que ya no, ya es tarde. En un segundo el escenario ha cambiado, ya no tiene sentido. O abres la boca y las palabras-hormiga se van deslizando y mostrando a otra persona que no eres tú. Nadie se da cuenta y te sumerges en el gris. Los precipicios entre lo que sucede en nuestro interior y lo que proyectas al exterior. Podrías despeñarte por ellos, pero Stoner no, sigue viviendo. Microcismas que asumimos con naturalidad, desmembraciones que provocamos y recomponemos casi sin darnos cuenta. Abismos que se producen detrás de detalles insignificantes.

Pensé que en algún momento querría zarandear a Stoner, agitarlo. Pero no. Cuando en una ecuación eres el factor decorativo, lo suyo es retirarse y dejar que la lógica, matemática, siga su curso. Y mientras, Stoner se sumerge en otras cábalas en las que se encuentra y se reconoce, tal vez esperando a que algún algoritmo se interese por conocer sus posibilidades numéricas.

Así que no, no he tenido tantas ganas de menear a Stoner como pensaba. Lo he comprendido tan bien, en ese contexto dela realidad cotidiana superando a la ficción. Porque si algo hace que John Williams sea un escritor descomunal es que nos cuenta la vida de un hombre como hay cientos, miles, millones, en la calle, ahora mismo podemos mirar alrededor o mirar un espejo, y encontrar a Stoner. Y lo cuenta de una manera que nos engrandece a todos, da sentido a esas vidas aparentemente anodinas, pone el foco, enciende la luz e ilumina esas vidas. Nos dignifica. En 240 páginas. Sin artimañas. Transparente, claro, objetivo, sólo poniendo luz en esas partes que normalmente aparecen en la sombra.

Conozco a Stoner. Hay un Stoner cerca de mí y lo he reconocido al leer este libro. Un Stoner que hace unos días al separarnos después de una curiosa charla de pie en medio del campo, estando a cuatro metros de distancia mientras me alejaba, le oí susurrar gracias por escucharme, tan bajito que no supe si había oído su voz o su pensamiento. Y ahora sé por qué mi Stoner me atrae tanto, por qué quiero conocerle más: he visto sus destellos, su normalidad. Su honestidad. Un hombre cabal y anodino.


Y llego al final de la lectura. Y tengo que ponerme de pie. Lo termino de pie porque no puedo estar sentada. Parada, en medio de la cocina, leo el final de este enorme, enorme, libro. Termino de leerlo. Cierro el libro. Cierro los ojos. Abrazo el libro mientras que en su interior Stoner abraza otro libro. Porque los abrazos nos resumen y nos explican. Sí, lloro. Como lloré con El niño perdido, con Primavera sombría, con La niña del faro… porque es un grandísimo libro. Y lloré por Stoner. Con Stoner. No es tristeza, es agradecimiento. Gracias, más por favor… ¿Qué esperabas?

Bum bum. Bum bum. Bum bum...