viernes, 9 de octubre de 2020

Entrevista a Andrés Ortiz Tafur en El Observador

«A la vida le quitas el sexo y las alegrías y los berrinches del amor y se queda en nada»

23 de septiembre de 2020



Andrés Ortiz Tafur (Linares, 1972) acaba de lanzar al mercado su quinto libro. Lleva por título El Agua del Buitre (Editorial Baile del Sol) y en él aborda con visión pedagógica la figura del perdedor.

Urbanita hasta que se mudó a la Sierra de Segura, en la que ha encontrado el hábitat perfecto para desarrollar de manera plena y libre su faceta de escritor, este linarense es un tipo duro con corazón sensible y alma alborotada por las cicatrices de la vida.

Su sociabilidad lo convierte en un animal observador y detectivesco. Sus gestos nacen de la mirada de un hombre que ama lo cercano y aprecia las cosas sencillas.

Es uno de los autores jiennenses más apreciados del momento, gracias a esa química que ha conseguido establecer con el público. Habla rápido, alternando sentencias lapidarias con un humor algo exasperado muy presente en sus tuits, no tan oscuros como parecen al primer vistazo.

Conversamos sobre su nueva obra, el amor, la cultura, la sociedad, la sierra, su Linares natal… para acabar descubriendo que en su trabajo tiene bastante claro cómo quiere hacer las cosas: a su manera.



—¿Qué nos vamos a encontrar en El Agua del buitre?

—Regreso al cuento. Justo ahora se cumplen cuatro años de la publicación de Tipos duros, mi última incursión en el género. Y tenía muchas ganas.

Personajes en tránsito. Con eso se van a encontrar los lectores. A veces, mudamos de piel y nos sentimos tan a gusto con la nueva que no echamos cuenta de dónde quedó la anterior; otras muchas sucede lo contrario: vivimos añorando lo perdido y, lo que es peor, averiguando por qué lo perdimos. Ya lo dije: necesitamos una escuela que en la que se nos enseñe a perder y, sobre todo, a saborear lo perdido.

También hago mi propia radiografía de este tiempo: nuestros fracasos, nuestros logros. Hay una montaña y un cráter profundo en cada cuento, en algunos el viaje es de ida y en otros de vuelta.

No obstante, me cuesta trasmitir ahora qué lugares comunes comparten los 18 relatos que componen el libro. Siempre me pasa, necesito un tiempo para digerir la creación; probablemente, porque son los lectores los que terminan de indicar qué encierra una obra.

—¿Cuándo lo podremos tener en nuestras manos?

—Ya. Por fin ha llegado a las librerías. He pasado miedo: Tito Expósito, el editor de Baile del Sol, me dijo que sí, que apostaba por el manuscrito, a finales de enero, y que hablábamos en abril, para cerrar los detalles. De inmediato, llegó la pandemia, el parón generalizado, y temí que el proyecto se fuera al traste. Pero qué va, el 23 de abril, día internacional del libro, recibí un correo suyo con las primeras galeradas. Nos poníamos en marcha… Y ya estamos aquí.

—Es su quinto libro. ¿Qué diferencia hay entre el primero y el último? ¿Ha madurado como escritor? ¿Se siente más libre?

—Espero que mucha, porque haya conseguido eso, madurar como escritor y mejorar el estilo literario y la calidad de las historias que lo componen. Sin embargo, he buscado cierto paralelismo entre Caminos que conducen a esto, mi primer libro de cuentos, y El agua del buitre. Abunda el surrealismo de entonces, lo echaba de menos. Y se trata, además, de un libro más dispar que Yo soy la locura o Tipos duros, en los que me obsesioné bastante con el sentido de unidad. Siempre me he sentido completamente libre a la hora de escribir. En ese plano ni Dios me pone límites.



—¿Cuántos pinchazos de nostalgia tienen sus obras?

—Cicatrices. Hasta hace poco insistía en que ni yo ni mi vida protagonizaban mis libros, que todo obedecía a la ficción. Y sigo penándolo; reivindicando la ficción, la inventiva, como el arma más poderosa de la que disponemos los escritores. Pero también soy consciente de que voy encontrando trazos gruesos de mi existencia en las historias que escribo. Supongo que me hago mayor, y que el abuelo cebolleta que todos llevamos dentro acaba asomándose también en mis cuentos.

—El amor, los amores, es un tema recurrente en sus relatos.

—No venimos al mundo para ninguna otra cosa. Lo demás son solo añadidos para poder superar el tiempo que no pasamos enamorándonos o desenamorándonos. A la vida le quitas el sexo y las alegrías y los berrinches que da el amor y se te queda en nada.

—Destaca también ahora por su faceta periodística. ¿Qué le aporta?

—Lo primero y más importante: un dinerico que me viene de perlas para alcanzar el final de cada mes. Sin bromas, carajo.

Y tengo muchísima suerte, además. Diario JAÉN me permite escribir sobre lo que me place. Empecé colaborando con unos reportajes sobre la sierra que habito. De ahí pasamos a los artículos; y recuerdo que Juan Espejo me comentó entonces que intentara que versaran sobre la provincia y tal. No sé exactamente cuántos llevo: 60, 70…

El caso es que ninguno se ciñe a Jaén ni a la rabiosa actualidad. Disfruto mucho: es un reto entregar un texto cada semana, en el que pretendo que prime el valor literario al informativo. Y, por otra parte, me aporta rutina, algo que para mí, que soy la indisciplina personificada, pesa lo suyo.



—¿Qué le ha dado la Sierra de Segura?

—Perspectiva. Tiempo. Paz. Los paseos más hermosos de mi vida. Un paisaje que me enamora a cada rato. Un mundo nuevo: con menos recursos económicos, pero también con cero urgencias, sin lunes. Sí, justo, eso me ha dado, un mundo sin lunes.

—Dejar atrás Linares, ¿fue una huída hacia adelante?


—Dejé un empleo, Linares nunca. Me independicé, me fui a vivir a una casa distinta a la de mi mamá. Eso es todo: Linares es la mamá, no se puede dejar.

—¿Qué responsabilidad tiene un escritor en los tiempos que corren?


—La misma que el resto: toda. Solo varía el altavoz. Fíjese, en la actualidad casi todas las personas, al menos en nuestro país, contamos con la posibilidad de expresar nuestra opinión. Lo malo está en los medios de comunicación y en la clase política, que no dejan de empujarnos hacia los polos. Así nos quieren: divididos en dos, no en cien, ni doscientos, ni trescientos, en dos. Y precisamente para que perdamos nuestra opinión, para que se difumine y nos alineemos en un bando u otro.

—¿El mundo está cada vez un poco más loco?

—El mundo se ha ido a la mierda. Le voy a contar un secreto: solo cuando tengo la certeza de que un puñado de cuentos pueden conformar un nuevo libro los agrupo en una misma carpeta. Y encontrar un nombre para esa carpeta es muy importante para mí, porque comienzo la búsqueda de un título. Bien, pues El agua del buitre, hasta poco antes de ponerle el punto y final, se llamó Un mundo de mierda.

—¿Sigue componiendo canciones en la intimidad o ya lo ha dejado?


—Muy poco. Quiero regalarme una guitarra acústica para incentivar las ganas. A ver si ahorro.

—¿Cuándo lo veremos en su ciudad natal con El agua del buitre?

—Pronto, en apenas unos días, el próximo sábado 3 de octubre, a las 12 de la mañana, con los amigos de la librería Entrelibros. Pero debido a la Covid-19 lo haremos en el patio del Centro Cultural Poveda, en la calle Pontón, 51. Y me acompañan Isabel Padilla y Alfredo Márquez, ese regalazo me hago.


domingo, 4 de octubre de 2020

Entrevista a Begoña Paz en Praza

Entrevista | Begoña Paz
Cultura

“A cuestión é que queda despois da ferida. Bostela, cicatriz? Vida, de calquera xeito”

Montse Dopico @montsedopicoViernes 28 de agosto de 2020


Begoña Paz, poeta CC-BY-SA Santos Díez y Eduardo Castro Bal (AELG)



Begoña Paz publica o seu segundo poemario, ‘Caixa das bestas’, en edición bilingüe, e reflexiona sobre as bestas, o corpo, a dor 

La pasión. La fiebre. La intuición del monstruo, de la bestia. Sumisión, abuso. Entregas aprendidas. La negación del yo. De nosotros. Admisión de heridas. Una bostela. La piel renovada, endurecida. La liberación. Solo, íntegro y más sabio. Este es el proceso que describe Begoña Paz en 'Caixa das bestas' (Baile del Sol), su segundo poemario, publicado en edición bilingüe. Hablamos con ella.

'Caixa das bestas' fue publicada en edición bilingüe en gallego y castellano por la editorial Baile del Sol. Has publicado previamente tus libros en gallego en editoriales gallegas. ¿Pasó algo para que no salieras antes?

Dio la casualidad de que lo envié a una decena de premios de poesía -la forma más fácil de publicar poesía en Galicia- y a varias editoriales gallegas. Que la obra no ganó ningún premio y que las editoriales o no respondieron o lo hicieron diciendo que no encajaba en sus colecciones, que se habían comprometido a publicar poesía durante varios años, o que era un libro caro de publicar. El libro, que ya tiene unos años, fue traducido mucho más tarde para que BK, mi hermana malagueña, pudiera leerlo. Su primer comentario sobre el libro fue una maravillosa maldición que restauró mi fe.

Fue ella quien me animó a enviárselo a Baile del Sol, una editorial canaria que ya publicó mis poemas -también bilingües- en una antología de poesía, 23 Pandoras. Envié el pdf a la editorial un viernes y el lunes tenía el contrato en mi buzón. "-¿Original y traducción?" "-Seguro." "-¿Con collages de colores?" "-Seguro." Aquí está la diferencia entre frío y calor. Pero ese calor ya se siente. Mi primer libro de poemas, 'A mala vida', fue publicado por una editorial mallorquina, La Baragaña. El editor había leído mis poemas en antologías editadas fuera de Galicia y me propuso publicarlos. Tan simple, a veces, todo.

El texto va acompañado de collages y, como dice el propio libro, ambos son tuyos. ¿Qué papel querías que desempeñaran los collages?

La primera idea de 'Caixa das bestas' fue visual. Llevaba un tiempo despertando para recuperar mi afición por los collages, una amiga me pidió que le dedicara uno de mis libros, y como detesto dedicar, pegué un collage en la contraportada del libro. Ese collage es el primero en aparecer en el libro. De ella nació el primer poema. De otros collages, más poemas; de otros poemas, más collages, en los que se cruzan reflexión y herida, desconcierto, pasión y ferocidad. Con los títulos añadiendo ironía al conjunto. Para mí son un todo indivisible.
'Caja de las Bestias' (Baile del Sol), de Begoña Paz, publicado en edición bilingüe © Baile del Sol


'Caixa das bestas'’ se enuncia en plural, a partir de un nodo femenino que podría ser mujeres en general. Especialmente en un principio parece conectar con la literatura clásica: el lenguaje de la mitología… ¿Por qué lo hacemos y cuál sería la posible influencia de la literatura clásica?


“A mitoloxía grega está presente no libro porque fun unha nena namorada dos deuses mesquiños e arroutados do Olimpo”

La mitología griega está presente en el libro - la gorgoniana Medusa, una palabra que se niega a salir de la boca de piedra, la caja de Pandora - porque yo era una chica enamorada de los mezquinos y duros dioses del Olimpo. Y sí, algunos de los poemas tienen aire de coro griego, de hecho se pueden leer en varias voces. Pero la razón de esa voz plural es tanto la complejidad humana -tantas dentro de mí, tantas dentro de ella- y la sensación de que lo que estaba contando era hasta cierto punto extrapolable a otras experiencias de vida, no exclusivamente al amor, de las mujeres de mi generación.

Los versos son de longitud variable pero los más cortos caen como cascadas, verticalmente, y así la palabra gana intensidad. Hacia el final, cuando la voz poética se recupera del dolor, el verso crece. ¿Qué importancia tiene esta parte visual, la disposición del verso, en esta colección de poemas? ¿Por qué esta evolución?


“Nos últimos poemas o ritmo cambia. Quizais porque, rematado o soño, faise inventario das feridas. E reflexionamos”

Cuando las escribía me abrumaban los puntos y comas, quería que el texto fluyera, que el ritmo se arrastrara, pero también que la palabra -con todo su significado- pesara. Como una niña que arroja piedras al río; no impide su curso, sino que causa una perturbación. La disposición vertical responde de forma natural a ese ritmo. Mi pregunta, habiendo terminado el libro, era si esa lectura funcionaría en la otra.

En los últimos poemas el ritmo cambia. Quizás porque, una vez terminado el sueño, se hace un inventario de las heridas. Y reflexionamos. La reflexión necesita más personajes que fiebre. La disposición del verso también tiene una función estética, por supuesto -si fuera por mí, todavía serían espacios en movimiento en algunos poemas- pero no es la principal.


'O Feirón do amor' comienza con un poema pasional de gran belleza. Aunque insinúa un concepto, la entrega, del que luego vemos las consecuencias. 'A caixa das arelas' y 'O Feirón do Amor' exploran la pasión, pero deja que el monstruo intuya. Es como si esa voz colectiva sintiera el desastre, y al mismo tiempo se dejara arrastrar por algo que no puede y no quiere controlar. ¿Ese era un poco el objetivo?


“Aínda que a voz poética ve con claridade as bestas que a arrodean, fica inmóbil nunha situación da que non sabe/quere fuxir”

Era. El hambre indica deficiencias, la fiebre, una palabra que se repite en el texto, es a menudo una señal de que algo anda mal; fragmentación, de inseguridad. Y aunque la voz poética ve claramente a las bestias que la rodean, permanece inmóvil en una situación de la que no sabe / quiere escapar.

Es un libro construido sobre imágenes y de hecho es fácil imaginar lo que cuenta. Con seres mitológicos y de carne y hueso. ¿Por qué la imagen de las bestias? ¿Y las cajas? ¿Por qué la imagen como figura literaria dominante? (Con lenguaje sencillo y directo, en cambio).


“Coido que todos agochamos dentro algunha besta. Unhas son terribles e devórannos, outras son asumibles, afacémonos a convivir con elas”

Creo que todos escondimos alguna bestia dentro. Algunas son terribles y nos devoran, otras son llevaderas, nos acostumbramos a vivir con ellas. El problema es cuando entramos en contacto íntimo con las bestias de los demás. Y la lobada decide, consciente o no, que somos comestibles. Y esa intimidad de la relación, esa caja, esa casa, ese espacio cerrado compartido se convierte en una amenaza; y la tierra debajo de tus pies, en arenas movedizas.

Hablo de la caja y la casa porque en el libro hay un juego constante entre ambas palabras. La casa, la intimidad de la pareja. La caja, todo lo que hay en la relación que debe ocultarse a los demás. La caja y la casa se abren y cierran a voluntad. Lo único que puede abrir es la puerta de salida. ¿Por qué las fotos? Porque prefiero mostrar para contar, aunque no siempre lo consigo. Y porque las imágenes visualizan magníficamente la pasión, el dolor; y se distancian cuando necesitas poner distancia. 

Collage del libro de Begoña Paz © Begoña Paz


En 'Caixa das bestas'’, la tercera parte, ya está claro que estamos hablando de una relación de sumisión, dominación y abuso por lo que parece ser una especie de Dios caprichoso, egocéntrico, que los quiere sumisos y disponibles. Y ese parece, de hecho, ser el tema subyacente: dominación y abuso. ¿Fue la idea?


“Elas están nacendo ao amor; a ese ideal do amor romántico que mestura paixón e entrega incondicional, que alimenta en nós a idea de que só estamos vivas cando amamos”

Al comienzo del libro hay un poema que coloca el relato en el útero, con esa voz poética plural que aguarda, descrita, su nacimiento: "sabemos que / allá afuera / nadie / va a pegar / por nosotros". Pero no están naciendo para vivir. Están naciendo para amar; a ese ideal de amor romántico que mezcla pasión y entrega incondicional, que alimenta en nosotros la idea de que solo estamos vivos cuando amamos, que necesitamos amar por encima de todo. Por encima de nosotros.

Y sí, como todos los dioses, ocupa el centro de la imagen. Pero me interesan. Descubriendo la devoción, el amor. Perplejo. Reflexivo. Inmóvil ante la inminencia del desastre. Los masoquistas siguen huyendo. Contando las heridas. Reconociéndose a sí mismos. Tratando de entender.

La voz poética habla aquí más directamente de herida, como en "parte de heridas". Y esas heridas, que ya en la parte anterior faltaban en la piel, ahora parecen más abiertas. ¿Por qué el dolor recorre tanto el cuerpo, en este libro de poemas?

Te podría decir que hay relaciones en las que el cuerpo se conquista territorio. Y sería verdad. Pero también me equivoco. La devoción transfiere al otro cierto poder sobre su cuerpo. Amor no correspondido, influye en tu estado de ánimo. La sandía, el miedo a la pérdida, puede ser intensamente físico. Tanto poder, en las manos equivocadas, puede ser devastador.


Pero lo más relevante del poema es que ocurre en la cuarta parte: caja de bostelas. Porque la voz poética renueva la piel después de las heridas. Porque aprenden a ser ellos mismos (solos y completos) y no a alguien basado el uno en el otro. ¿Querías que siguiéramos con esa idea, sobre cómo volver a ser libres después de la presentación?

Si. Esa fue la idea. El caso es que queda después de la lesión. Bostela, cicatriz? La vida, de todos modos.

¿Cómo fue la redacción de esta obra? ¿Cómo fue volver a la poesía después de tanto tiempo sin publicar?

Lo único difícil fue encontrar y mantener el tono tras unos años sin escribir. La idea fue muy clara. Por suerte los collages fueron una gran ayuda en los bloqueos y una inspiración permanente en los poemas. Quizás por la libertad que me dio para trabajar sin ideas preconcebidas. Simplemente tome recortes de revistas, papel de regalo usado, cuerdas, cartón, papel de desecho, cajas de madera y vea qué sale. Siempre salía 'Caja de bestias'.

En 'Las mejores intenciones' ya había amor y odio, amores obsesivos... Parece que vuelves esta vez para cuestionar la perspectiva socialmente dominante del amor, con todos sus peligros. ¿Cuál es la conexión, a este respecto, entre los dos libros?

La conexión soy yo y mis obsesiones. Soledad, incomunicación, dolor, la idea, sí, del amor romántico como veneno, pero también la esperanza de que haya otra forma de amar (a nosotros). Incluso con todos nuestros desastres detrás de nosotros.

Collage de 'Caixa das bestas' © Begoña Paz






domingo, 27 de septiembre de 2020

Reseña de CARCOMA, de Yurena González Herrera en El Escobillón

Carcoma, de Yurena González Herrera





Si algo bueno ha tenido la maldita pandemia es que tras convertirse en esto que ahora llaman nueva normalidad reinició una serie de publicaciones que habían permanecido en hibernación durante el largo, agotador y ahora poco recordado confinamiento.

Las novedades comenzaron a brotar a finales de la primavera y ya ocupaban las librerías a inicios de un verano raro, extraño, que no ha tenido nada que ver con los anteriores. Un verano que pasa como si pasaran las otras estaciones del año, un trámite diario hasta que se le acabe la cuerda a muchos de nosotros y empiece la de otros, actores que abren sus ojos a un mundo nuevo y diría que más hostil. Un mundo que establece los límites entre uno y otro y en el que están prohibidos hasta nuevo aviso los besos y los abrazos.

En este escenario tan desolador han ido apareciendo afortunadamente novelas y cuentos que pueden entenderse como un anticipo de lo que se avecinaba. Todas estas obras fueron escritas antes del día que todo cambió y si algo coincide en ellas es su mensaje pesimista y que la mayoría de los títulos están escritos por escritoras. Y me centro solo en lo que genera la literatura que se produce en las islas y la que escriben las escritoras y los escritores nacidos en las islas que residen en ellas o en otro lugar que no son las islas aunque a veces se trate de una isla.

La lista es larga, por fortuna, pero destacaría entre otras a Andrea Abreu, quien con Panza de burro ha puesto las cosas del revés al derecho. Se trata de una escritora que ha revolucionado nuestra perspectiva de ver las cosas al acercar con un lenguaje que explora la riqueza del habla canaria y otro mixturado por ella a unos protagonistas y un paisaje muy nuestro solo que observado con cercana y en ocasiones trágica ironía.

Esa misma trágica y si quieren también rural ironía la encuentro en los textos de Naira Marco en su notable Diecisiete relatos sobre la decepción y otros tantos sencillamente decepcionantes, libro seleccionado en el Concurso con Editores del Festival Índice 2018, testigo que recoge Yurena González Herrera en Carcoma (Baile del Sol Ediciones, 2020) del mismo certamen en su edición de 2019. Historias cortas que, escritas en clave poética en muchas ocasiones, tienen pegada, saben llegar al corazón y erizar la piel.

Llegué a Yurena González Herrera a través de un libro de microrrelatos que, tiempo al tiempo, está llamado a convertirse en un título de culto: El diablo se esconde en los detalles (2016), breves historias breves que basculaban entre los negro en su vertiente más negra con el terror en sus vertiente igual de tenebrosa y oscura con el fin de generar desasosiego.

Aquel puñado de cuentos cumplía su cometido y no dejaba indiferente a nadie. Estaban sumamente trabajados y solían estar cerrados con finales desconcertantes, vueltas de tuercas que engrandecían no reducían su fuerza narrativa.
La escritora vuelve ahora hacer lo mismo con Carcoma (Bailes del sol, 2020), solo que con un estilo más depurado y certero. Los microrrelatos se ocupan ahora más en explorar el secreto de las palabras que en redondearse con un final que corte la respiración por lo que se aprecia que como escritora Yurena González ha crecido, madurado aunque no sea ésta una idea que me resulte apropiada para definir la riqueza que como narradora ha alcanzado.

Carcoma, ya lo avisa el título, resulta un libro de sobresaliente voracidad porque sabe contagiar en el lector una incierta incomodidad que pesa en cada uno de sus relatos. Dividido en cinco secciones: Caja de insectos, Desperdicio cero, Patrón larvario, Entre la savia y Triturador de pesadillas se nota y se aprecia que la obra está escrita a modo de exorcismo con el fin de perseguir y acabar con los demonios que a todos nos asaltan de tanto en tanto. Y no hay tregua con ellos. Destacan de estas historias que no llegan ni a media página la capacidad que tiene la escritora para condensar en tan pocas líneas tanta experiencia. La labor de sintetizar estos universos, muchos de ellos salidos de un mal sueño o una pesadilla, es notable sobre todo porque producen una sensación de inquietud que obliga a repetir la lectura de la mayoría de los textos, si no de todos.

Tal y como se presenta el panorama ante el próximo curso literario, me veo en la obligación de llamar la atención sobre un libro, Carcoma, y sobre una escritora, Yurena González Herrera, que va camino de convertirse en una de las mejores narradoras de historias cortas a este lado del Atlántico y, tiempo al tiempo, con alcance en otros territorios.

Su literatura, porque Yurena González hace literatura, es concentrada y tiene señas de identidad propia. Detrás se encuentra una narradora que, como las anteriormente citadas, sabe expresar sus contradicciones privadas y convertirlas en manantial a través del cual saciar su sed de venganza. Venganza contra esos demonios que, ahora en franco retroceso, le sirven para mostrarnos sus pesadillas y la visión íntima y personal de cómo observa las cosas.
Para ilustrarlo con un ejemplo y a modo de conclusión, reproducimos el microrrelato Pelo de Gato, texto que corresponde a la sección Triturador de pesadillas:

“Todo regresa a su sitio, el maíz vuelve a crecer y el viento esconde secretos allí. Agudizo el oído desde mi cama, la última vez me arriesgué demasiado. Cae pelo de gato de este cielo extraño, humedece el campo. Todo vuelve a empezar. Y solo nos queda escondernos con la esperanza de que sea el final”.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador

http://www.elescobillon.com/2020/09/carcoma-de-yurena-gonzalez-herrera/

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domingo, 20 de septiembre de 2020

Reseña de Caja de las bestias/Caixa das bestas, de Begoña Paz en Caderno da crítica


Caderno da crítica


Literatura galega. Blog de Ramón Nicolás

Caja de las bestias/Caixa das bestas, de Begoña Paz




Begoña Paz
Caja de las bestias / Caixa das bestas
Baile del Sol Ediciones, Tenerife, 158 páxinas, 15 €, 2020



Hai xa algúns anos, Begoña Paz, a escritora coruñesa que se dera a coñecer no ano 2004 cunha proposta desacougante e intensa, de memoria permanente, como foi A ferida, respondera neste mesmo blog que a súa devoción na poesía eran as cicatrices.

Non atopo mellor definición para este libro, publicado en edición bilingüe, que se nuclea arredor do concepto das cicatrices que deixa a existencia e o amor, abordadas desde un punto de vista moi persoal onde o corpo da muller absorbe a práctica totalidade do seu discurso expresado nun rexistro breve, conciso, esencialista, rotundo e efectivo, acompañado por un apreciable corpus de collages da súa autoría, marcado asemade pola continua sorpresa, polo inagardado e o subversivo.

Os poemas, alén da introdución titulada “Citoloxía”, distribúense en catro espazos concretos, isto é, depósitos máis ou menos ordenados que se destapan e que clasifican en caixas de arelas, de bostelas e sombras; ademais dunha segunda sección estruturada baixo o título de “O feirón do amor”. Ao destaparmos as devanditas caixas xorde unha voz espida e directa: nunca hai ambaxes nin ambigüidades, antes ben aflora o desexado, a capa dura que permite a cicatrización da ferida, tamén aquilo oculto que se intenta iluminar alén da desesperanza, do desasogo, da dor e, talvez sobretodo, desa focalización permanente nunha historia de amor e o pouso físico e emocional que esta deixa pois, na realidade, Caixa das bestas vén sendo un percorrido intenso, e aguilloante en moitas ocasións, que discorre polo ámbito dos sentimentos, do que nos alimenta, da propia vida.


jueves, 10 de septiembre de 2020

Reseña de LA SALUD DEL MUERTO de Luis Fernando en Literáfricas

 

Un recorrido por “La salud del muerto” bañado por el espíritu de Gabo que le sale por los poros

Nos comenta el escritor Luis Fernando (Tomessa, 1961) que llegó a Cuba para estudiar la carrera de periodismo salido de un mundo de magia que es Angola y su campo y añade que “fue la lectura de Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez, más que todo, el empujón definitivo para que cayera, de lleno, en ese mar de fiesta eterna que es lo real maravilloso”. Y es este escritor colombiano el que nombra en primer lugar, a pesar de  identificarse con la narrativa de Pepetela por su uso del humor, sobre todo.

Periodista primero, como muchos otros escritores angoleños, Luis Fernando es un gran oidor. Las historias que escuchó desde niño alimentaron su cosmogonía íntima que, gracias a su sensibilidad, emergieron vertiéndose años después en papel. Su primera obra de ficción, La salud del muerto, surgió de esa mezcla entre ficción y realidad que él mismo vivió y que tuvo la necesidad de recrear.

Lo mágico de la realidad y la necesidad de unirse a la naturaleza y al entorno rural, tiene como punto de partida su lugar de origen; un pueblo al que vuelve huyendo de la urbe siempre que puede. Así, lo imaginado rural, un espacio atemporal, sin nombre, se une a lo cimentado sobre un lugar que existe en la realidad de nombre Kapa (a escasos 5 kilómetros de la Tomessa natal) y que se edificó tal y como se cuenta en el libro por la voluntad del hombre más enigmático de su época: João Kyomba. Tras la idea original de la novela, que nada en la oralidad, subyace un deseo deliberado del escritor “de eternizar la saga de un pueblo extraño, misterioso, poco común, aun en las circunstancias de África en que la poligamia es un rasgo fuerte de la identidad del continente”, explica.

João Kyomba, el brujo más famoso del territorio Uíge, y su eterno rival, Soares Mulengo, centran la narración. El duelo entre dos hombres sin tregua muestra que el ámbito rural puede estar alejado de la idea romántica e idílica para visionar un lugar de confrontación. Si bien nada parece inmutar la vida de estos pueblos, todo transcurre según lo que está acordado, sin sobresaltos ni interés por los cambios y donde la mujer es valorada por su juventud y capacidad reproductiva, la narración nos muestra que también son sociedades que dan lecciones de convivencia basadas en la ayuda mutua y la solidaridad.

La tradición manda, se cuentan historias inexplicables y se recurre al hechizo como el modo más sencillo de explicar lo que sucede. Pero surgen las dudas y la necesidad de buscar la razón de las cosas. Frente a la simplicidad, surge la complicación, frente al pasivo comportamiento, ante hombres “que consiguen ser lo que querían”, que levantan civilizaciones a golpe de conspiraciones políticas y violaciones, se levanta otra generación que quiere despegarse de aquello, mana la alteración y el agitar el pensamiento que busca la ruptura para engendrar un descontento tratando de alcanzar el grial de la sabiduría.

La vivencia pacata del entorno rural se contrapone a la nueva necesidad de dar explicación a situaciones que se creen nuevas, pero que siempre han existido (como la condición de hermafrodita), y a las que el obcecamiento lleva a la crueldad, en su ansia por saber, o a la vanidad, aun cuando su descubrimiento no sea siempre compartido, lo que se traduce en un nuevo hermetismo del ámbito en el que se origina.

Luis Fernando escribe con palabras hermosas, dejando volar su imaginario sin trabas interpuestas. La historia se sustenta en sí misma, como si fuera contada al igual que lo fueron las narraciones que de niño el escritor escuchó y que forjaron el mundo mítico de su infancia rural, a veces sin que podamos determinar a dónde nos lleva, como si estuviera dentro del bucle que conforma su propio universo y eso bastara.

La vida excesiva del aventurero mago africano, capaz de vencer a la misma muerte, nos sorprende y nos inquieta. Se suceden las situaciones inverosímiles que parecen conformar por si mismas narraciones completas y que se yuxtaponen a otras como burbujas.  Y entre medias, la ironía, el humor, que surge de las situaciones más rocambolescas, sus falsedades escritas a las que el escritor da rienda suelta, “es una literatura de puro placer, para disfrutar, divertirse, relajarse, la que me propongo abrazar”, afirma el autor.

Está inventando, pensamos. Quién sabe.

La salud del muerto (A saúde do morto, 2002) de Luis Fernando. Trad. Ana María Iglesias. Baile del Sol y Casa África, 2020.

https://literafrica.wordpress.com/2020/08/16/un-recorrido-por-la-salud-del-muerto-banado-por-el-espiritu-de-gabo-que-le-sale-por-los-poros/

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domingo, 6 de septiembre de 2020

Reseña de LAS PALMAS A DAKAR, de Eduardo Suárez Socorro en El Escobillón


De Las Palmas a Dakar, un libro de Eduardo Suárez Socorro

Más allá de lo estrictamente literario, el interés que puede suscitar un libro como De Las Palmas a Dakar (Ediciones Baile del Sol, 2020), que firma Eduardo Suárez Socorro, es su carácter de rareza en el actual panorama literario que se escribe en Canarias. O al menos en la producción narrativa reciente que se está produciendo en las islas.

Este libro tiene algo también de literatura que mira más allá de su entorno y aprovecha su itinerario por otras geografías para tomar el pulso a unos años que resultan fundamentales para entender la segunda mitad del siglo XX

De Las Palmas a Dakar recoge las memorias del empresario Eduardo Suárez Socorro, uno de esos personajes cuya vida parece sacada de una novela de aventuras y no de la realidad.

Una realidad durísima que, leyendo estas páginas, forjó el carácter de un hombre que supo superar rencores y otras trampas con las que solemos manipular nuestro pasado con el fin de adecentar nuestro presente.

Sorprende por eso en estos recuerdos la lúcida inocencia que en ocasiones desgrana para describir algunos de los capítulos más intensos de su periplo existencial y la manera con la que se enfrentó ante las adversidades para convertirse en un hombre que transita respetando a los demás pero sobre todo a sí mismo.

Antes de dar inicio a este repaso existencial, a esta aventura por vivir apasionante y por ello tan aleccionadora para lectores de todo pelaje, De Las Palmas a Dakar advierte que fue redactado “tal y como salían de mi memoria” y avisa que “aunque he procurado poner en orden mis recuerdos, en algunos momentos su lectura puede dar saltos en el tiempo”.

Estos “saltos” como los llama, no interrumpen ni van en detrimento sino que ofrecen una mayor perspectiva de una vida que hace pensar que aquellas generaciones, las que padecieron la postguerra de “nuestra” Guerra Civil, fueron labradas con otra pasta. Libros como éste hacen creer que, efectivamente, aquellas generaciones se forjaron con el material con el que están hechos lo sueños. Un espíritu que los alienta y que los acostumbra a los reveses del destino.

Por singular, esta es una clave que hace tan necesaria la lectura de libros con estas características en estos tiempos que vivimos, invadidos ahora por el miedo a una enfermedad que amenaza con trastocar el mundo que conocíamos antes de su sorprendente propagación.

De Las Palmas a Dakar comienza en la capital grancanaria, ciudad en la que su padre, diputado comunista durante la II República, muere fusilado por las tropas rebeldes. Ser hijo de rojo marcará los días del protagonista hasta que, a finales de los años 40, su madre vende sus pertenencias para emigrar a Venezuela a bordo de un velero que, sin embargo y por lo complicado de la travesía, tiene que atracar en Dakar donde el protagonista se queda a vivir durante 18 años con su madre y su hermana. Con el paso del tiempo, contraerá matrimonio y pondrá en marcha algunos negocios.

De Las Palmas a Dakar ofrece una interesante visión de la capital de Senegal durante la colonización francesa, de cómo vivía la colonia europea allí radicada y su relación con la población nativa.

El libro destaca por su robusto humanismo y transmite al lector las sensaciones que invaden a su protagonistas a medida que van sucediéndose los capítulos que recuerda de su vida. Una vida salpicada de golpes, muchos inesperados durante sus años de aprendizaje y que contribuyeron a fraguar su carácter, mirar de frente, y a exigir lo mismo en sus relaciones con los demás.

De Las Palmas a Dakar adquiere también un interesante valor como documento histórico al desgranar sus experiencias no solo en este país africano sino también en otros del área y que el autor describe con los ojos del que estuvo allí.

Las memorias, que previamente se editaron en francés, dan un atractivo retrato de un hombre y su época. Una mirada que no tiñe de nostalgia porque son retratos de una vida.

El libro, que no plantea desequilibrios de ningún tipo, es notable por franco desde el principio hasta el final y se lee con celeridad mientra se desentrañan los momentos más intensos y productivos de alguien con mucho mundo, y que da lecciones para entender África o al menos parte del África occidental, conviviendo, conociendo a sus gentes. La mayoría, dice a modo de conclusión y con independencia de su credo y raza, hombres y mujeres que quieren vivir. En definitiva, esta es una memoria que parecen pero no es, una novela.

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