miércoles, 19 de noviembre de 2014

AMADOU NDOYE África más allá del tópico

AMADOU NDOYE
África más allá del tópico
Ed. Baile del Sol. 2014

            A veces bromeábamos con Amadou diciéndole que más que un estudioso ensayista, era la gran promesa de un novelista espectacular. El se reía, sonreía y decía: ¡eso no puede ser muchacho! Pero ninguno le creíamos porque su habilidad para enlazar y capitular relatos inverosímiles era la prueba irrefutable de que era un homo narrator.
-         ¿Cómo está Olga, cómo está Mariano, cómo está Pepín? – sonaba su voz inconfundible al teléfono.
            Al día siguiente ya estábamos comiendo los sabrosos manises tostados y macerando las hojas para hacer el bissap. Eran los cacahuetes con un sabor único, como los que vendía en cucuruchos el manisero de la canción. Con el mismo aroma de las canciones acubanadas y paternas de timbre inconfundible y el recuerdo de unas manos arrollando cucuruchos para con el pico divertir nuestros más alejados recuerdos de inviernos, laureles y charcos en la niñez de nuestros barrios.
-         ¿Cómo estáis los caballeros? Nos despertaba en aquellos días mágicos en su casa de la gran Medina, acercándose a la ventana del patio, mientras la nurse de sus hijos todavía pequeños, nos acercaba el desayuno.
            Y es que los sincronismos de la vida nos llevaron a coincidir con él en una entrevista radiofónica a principios de los ochenta. El era un perfecto desconocido y nosotros unos músicos atrevidos que compartimos la mesa del estudio, sin pensar que años más tarde nuestros caminos se encontrarían.
            Hasta tal punto esto fue así que he tenido la enorme suerte de presentar sus tres libros publicados por la emprendedora editorial Baile del Sol. Los  comentarios han sido unánimes, nuestro hombre en África nos ha ido desentrañando lo que una visión extraviada y llena de tópicos instalada en nuestra aculturación había propiciado.
            Se necesitan clarificar muchas cosas, casi deconstruir como cita el prologuista de esta obra, y por ello una de las afirmaciones más reiteradas por Amadou Ndoye ha sido habitualmente la contenida en esta frase: el pasado africano de Canarias es mileranio, mientras que el pasado europeo de las islas sólo es centenario.  Y esto viene a colación en ese común pasado de esclavitud remota, colonialismo y aculturación en que Amadou Ndoye ha sido y continúa siendo un referente para la dicha deconstrucción de una identidad sumida exactamente igual que la africana, en el tipismo y en toda clase de tópicos padecidos por el hombre insular.
            Es de esperar y desear que los libros de Ndoye ocupen de forma definitiva el lugar que les corresponde en nuestro acervo cultural y si hace falta repetirlo habrá que hacerlo. Por su profundidad intelectual, por su calidad literaria expresada con acierto total en una lengua que además no es la suya materna, precisamente.
            De los variados ensayos que contiene este libro y para dejar intacta la curiosidad del futuro lector me centraré en tres de ellos: La presencia del bolero en Senegal, tema etnomusicológico que desarrolla con verdadera maestría antropológica, Las creencias africanas a ambos lados del Atlántico que recorre el tema del espiritismo y la magia en Canarias y África, y también Esas voces de narradoras y narradores senegaleses tan lejanas y tan cercanas.
            Comienzo por el tema musicológico porque éste es como dije al principio el que me llevó a entablar una relación epistolar con Amadou que se continuaría más tarde en diversos viajes al país africano en visitas a clubes de jazz, escuela de artes, aprendizaje de la kora y conocimiento de afamados músicos del continente como Papa Seck, Pap Niang, Baba Maal, Les Freres Guissé o Youssou N´dour. Y es que fue tal la insistencia por mi parte en este tema que a nuestro autor no le quedó otro remedio que escribir un artículo para el primer número de la revista El Vigía bajo el rótulo La Música africana. Él había escrito un texto de título Jazz y Literatura que había presentado y leído en Madrid y en Francia, pero que era largo como una tesis y nosotros necesitábamos algo más fresco y acorde al impacto de la música africana de aquellos momentos de finales de los ochenta cuando los sones de la salsa parecían menguar y la música étnica aflorar. Uno de los primeros nombres que aparece en este capítulo IV de África más allá de los tópicos es el de Johnny Pacheco, con quien precisamente tuve ocasión de departir largo y tendido en el camerino de la Plaza de toros en Santa Cruz de Tenerife durante el gran festival de salsa auspiciado por la tabaquera Coronas. Había regresado entonces de Senegal hacía pocas semanas y charlé con Johnny precisamente  de ello, de Papa Seck y su flauta travesera, de los ancestros isleños del propio Pacheco y hasta de los super equipos de sonido de ahora y sus conciertos multitudinarios en Nueva York con la cuarto parte de vatios.
   
         Johnny Pacheco, dice Amadou “es el dominicano más conocido en mi país” y en el bolero siempre ha sido decisiva la impronta africana, recogen los estudiosos cubanos de este género. Buenaventura Ferrer hace alusión a este género como datado en 1708: bailes en La Habana que se abrían con el minué y seguían con la contradanza, zapateos, congos, boleros y guarachas. Amadou se mueve asimismo en el terreno de la oralidad, busca informantes y nos habla del Senegal años 20 con cuatro ayuntamientos y cada uno con su orquesta. La capital era Saint Louis y los colonizadores desembarcan ahí todo lo que venía de Francia: el son, el tango, el vals, la rumba y el beguine. El bolero de Ravel data de 1928 y en los 20 y 30 grupos caribeños pasaban por Francia y grupos franceses recalaban en Saint Louis. Nos relata así que en 1930 se unen las orquestas de Goree y Dakar bautizadas como La Lira africana. Es una época donde se conoce a Matamoros, Piñero, Mª. Teresa Vera de Cuba y las llamadas batucadas que llegan de Brasil gracias a emigrantes caboverdianos.
            En los cincuenta nos cita a Abelardo Barroso, el caruso cubano y así nos confirma que muchas vocaciones de hispanistas nacieron, porque africanos del oeste escucharon a boleristas, guaracheros y charangueros. Los africanos se adueñaron plenamente del bolero, el cha cha chá y la rumba a finales de los cincuenta y así hasta los 70 con la orquesta Baobab, la Number one y locales como La estrella polar, El molino rojo, el Miami, donde diera sus primeros pasos Youssou N´dour que cantaba salsa antes de ser una estrella del mbalax.
            A partir de esas fechas la racha nacionalista se traduce en instrumentos, vestidos, baile tradicional y los sonidos del Caribe dejarán paso a ritmos nacionales y étnicos. Magnífica exposición diríamos donde la perspectiva difusionista es clave, pero también el funcionalismo y evolucionismo etnomusicológico, para concluir con unas frases memorables cuando dice que para entender el dolor y el amor no es preciso ser latinoamericano, basta ser humano simplemente y que africanos y afrodescendientes saben mucho del dolor...“hemos tenido que desplegar tesoros de un amor inoxidable para sobrevivir a congojas y desazones en un mundo en que nos ha tocado a menudo luchar con armas desiguales”. O esta otra de Art Blakey “nuestra música es un reto permanente a todas las humillaciones e injusticias que hemos tenido que aguantar desde hace generaciones”. Para concluir con una cita de Fabio Betancort: “la confluencia musical supone pliegues y repliegues etnomusicales, préstamos, puntos de encuentro de tradiciones musicales existentes, hibridismos, tentativas aleatorias, desplazamientos sonoros y hasta fusiones de géneros y estilos“.
            Con todo esto concluye Ndoye: Quien se entera de que sonidos negros se colaron en el flamenco y el tango no se extrañará de que el bolero, como el son, la guaracha o el mambo hayan vuelto a casa para ser acogidos con brazos y corazones sorprendidos y abiertos.
            En el capítulo II encuentra Amadou el entronque de la magia en ese triángulo del que reiteradamente nos habló y no sólo en el terreno musical como es obvio, entre África, Cuba y Canarias. Y lo halla en lo mágico de la obra tan conocida de Luis León Barreto: Los espiritistas de Telde: “el médium por excelencia en la obra es Juan Camacho, es el enlace entre los espíritus y la futura víctima, Ariadna. Es el nexo entre razas, culturas, sistemas religiosos, espacios y tiempos. Vincula a Canarias y Cuba, ya que se traslada del archipiélago a las Antillas a principios del siglo XX y recibe una iniciación por adeptos lucumíes y congos en la isla caribeña”. Si el lector precisa una clarificación mayor, ésta se encuentra en la página 96 donde Amadou hace responder al narrador a su pregunta ¿Cómo entender la persistencia de ciertas creencias y actitudes? El narrador sume a su lector, nos dice, en las aguas de la historia canaria, descubriendo de paso elementos de los condicionamientos socioétnicos y socioculturales de la isla, que se tenía tendencia a olvidar, ritos de magua de conversos berberiscos, negros de Cabo Verde y Guinea, danza del pámpano roto, ritos de adivinas y de iniciados del Corán y fe judía de los expulsados. En la página 97 encontramos esto: “Del África del Norte son oriundos los guanches, primeros habitantes del archipiélago, que dejaron su impronta en las distintas superficies y subsuelos de las islas. A ellos se unieron europeos y africanos negros. Esos llegaron con su cosmovisión y aportaron su contribución cultural a la construcción de la idiosincrasia pese al modo en que se ha escrito la historia hasta la fecha.”
            En el capítulo V nos advierte el autor que van a desfilar en la antología de narradores y narradoras que nos presenta varios períodos de la historia de Senegal, desde la independencia y antes hasta el principio del siglo XXI. La historia, nos dice, está en los personajes, los acontecimientos sean estos ficticios o reales y también en los silencios.
            Lo que fue perder la hacienda, la autonomía de milenios y explicarlo con palabras sencillas aparece en Los tambores de la memoria. Las matanzas y trabajos forzados y el compartir con los blancos solidarios se perciben con claridad en Excelencia, sus esposas. Lo que supone que un poder se vaya y otro aparezca dando lugar al cuestionamiento de la situación y su continuismo se ve con claridad en El cubo de basura. Y ese desorden económico según Amadou quien mejor lo ilustra es la novela Xala. La aceptación del multipartidismo a raíz del mayo 68 senegalés se ilustra en El vientre del Atlántico. El puro cuidado de las apariencias en Bueno como el pan. El collar de paja es otra buena novela a juicio de Amadou que desvela una crítica a la poligamia y varios aspectos de la tradición, el sitio reservado a las mujeres. La huelga de los battu o El juego del mar, son otras obras cuyo análisis detallado encontrará el lector en estas páginas. Ndoye concluye enumerando los obstáculos que le quedan por superar a la narrativa senegalesa. Un escaso número de lectores, la flaqueza del poder adquisitivo, el idioma y la difícil distribución de las obras. Cheickh Aliou Ndao, Ousmane Sembene y Boris Diop tienen la convicción de que su identidad remite al vacío al escribir en otra lengua; algunos de ellos han decidido escribir en wolof, idioma materno mientras que Ousmane Sembene, llevó sus novelas al cine para acceder al público menos culto.
            Sólo me resta felicitar a la editorial Baile del Sol por poner a nuestro alcance esta obra y a su prologuista Antonio Lozano por haberme introducido en estos ensayos de una manera tan adecuada, con datos y citas como esta, contestando a un desafortunado discurso de Sarkozy en Dakar: que mientras su país (Francia) y el resto de Europa, se sumían en el siglo XIII en la sombría Edad Media, en las orillas del Níger florecía un Imperio, el fundado por Sundiata Keita, que gozaba de una ley magna, llamada de Kurukanfuga, considerada por muchos como la primera constitución de la historia, que consagraba la libertad, la solidaridad y la tolerancia como ejes sociales fundamentales y que, entre otras cosas, afirmaba que “las mujeres, además de a sus tareas cotidianas, deben ser asociadas a todos nuestros gobiernos”  o esta otra: “Tombuctú, una ciudad que disponía en el siglo XV de una universidad que albergaba a más de veinticinco mil alumnos de varios países, y por cuyas calles transitaban sabios de todas las disciplinas, humanísticas o científicas, que componían el saber de aquella época”, que nos posicionan del lado de un futuro  compartido y solidario.

© Roberto Cabrera


viernes, 14 de noviembre de 2014

Karmelo C. Iribarren “La piel de la vida”

Karmelo C. Iribarren “La piel de la vida” (Baile del Sol 2013)

Karmelo C. Iribarren “La piel de la vida” (Baile del Sol 2013)

Hablar de Karmelo C. Iribarren va a resultar harto complicado si tomamos la premisa de que es un poeta que admiro, lo admiro muchísimo. Esta admiración por el donostiarra no es pasajera, es algo que se ha ido fraguando con el paso de los años, la profunda y concienzuda lectura de sus obras y sobre todo por esa capacidad de asombro que no deja de producirme con cada nuevo poemario que decide lanzar al aire.
Me gusta Karmelo por su poesía, la cual ha sido etiquetada de realismo sucio y minimalista, cosa que honestamente me da igual, me refiero a las etiquetas. Me gusta porque es humilde, sencilla, de la calle (sin caer en la pesadez que a estas alturas me produce el exceso de la poesía reivindicativa) y porque habla de él, sí de él, sin caer en el egocentrismo. No destacan sus poemas por ser recargados, por abusar del almíbar o por la presencia de figuras literarias. Iribarren sabe cómo debe hablarnos, usa el canal de comunicación de tal modo que incluso los no partidarios de la poesía se sentirán identificados en algún momento con alguno de los pasajes que nos narra, y digo bien cuando digo “nos narra”, su vida `vivida o malvivida´ según palabras deAbelardo Linares. Pero ojo, independientemente de que figuras de la literatura norteamericana sobrevuelen su cabeza, como CarverShepard Fante, ha logrado tener una fuerza propia que a día de hoy pocos poetas vivos, creo, pueden alardear de poseer.
Entrando en materia y dejando de lado la admiración/respeto que me produce este señor, quiero hablar de su último libro editado con Baile del Sol bajo el título “La piel de la vida”.
Se trata de un pequeño volumen de unas 60 páginas, que si uno dispone de tres cuartos de hora será capaz de leerlo de una sentada. Sin embargo hay un magnetismo especial que me impide dejar quieto este libro en los estantes de mi casa más de una semana. Sus poemas son como esas canciones melancólicas que a todos, sin excepción, se nos pegan en algún momento de la vida y nos acompañan el resto del trayecto. Canciones que de vez en cuando, y sin saber muy bien el motivo, nos gusta rescatar. Algo similar sucede, me sucede, con muchos versos de Karmelo, y estos últimos no son una excepción.
La estructura de “La piel de la vida” es sencilla. Tres partes, sin título, solo numeradas. El primer grupo de poemas son escenas cotidianas de su día a día, del día a día de cualquiera que él tiene la capacidad de transformar en algo sencillamente especial. Es una primera capa de su vida, de la vida de todos, nuestro día a día. Al ser todo contado desde la primera persona nos hace partícipes directos pero sin caer en el egocentrismo, algo ya mencionado más arriba. Como muestra un par de botones.

CREPUSCULAR
Tengo 53 años
y estoy aquí
mirando por la ventana
eso que sucede ahí fuera,
en el mundo,
como llevo haciéndolo
desde no recuerdo cuándo,
desde siempre.
Pero algo ha cambiado:
ya apenas tengo ganas
de moverme.

IMPOSIBLE BALANCE
Me levanté
a beber un vaso de agua.
                         Y allí,
a las tres de la madrugada,
con la vista clavada en el suelo
y el sonido de la nevera
como música de fondo,
sólo Dios sabrá por qué,
decidí hacer balance de mi vida.
Tuve suerte: el sueño
llegó enseguida.

Se hace evidente, cuando uno lee estos versos, el profundo poso de melancolía que todo lo envuelve, cosa que sigue sucediendo en la segunda parte bastante más corta en cuanto al número de poemas. Aquí se centra en el amor. Por supuesto nadie pondrá en duda que el amor es otra capa fundamental en la piel de la vida de todas las personas, entendiendo el amor en cualquiera de sus acepciones, sin embargo Iribarren nos habla de su propio concepto de amor como si fuesen tristes baladas otoñales.

PERDONA A ESTE LADRÓN
A veces
mi alma se acerca
hasta tu sueño,
y allí
-cuando no le ve nadie-
separa un poco
las pestañas
y te mira.
No soporta que te vayas
demasiado lejos,
ni dormida. 

ASÍ
Como el machetero
en la selva,
tu sonrisa
en mi tristeza. 

Llegamos al final y lo hacemos con dos únicos poemas. La tercera capa de su vida es el balance que él mismo hace de su recorrido literario con el paso de los años. Se cuestiona si todo lo aprendido, si todo sobre lo que ha trabajado en algún momento llegará a tener algún valor o no, si trascenderá.
GLORIA EFÍMERA
Ayer me vi
en una monumental
“Historia de la literatura española”.
Aparecía en una nota
al pie,
minúscula,
en cursiva,
como atravesando la página…
Tendré que mirar mañana,
-me dije-,
lo mismo ya no estoy.

No sé si me creerán cuando les digo que realmente me ha costado vomitar todo esto sin dejarme llevar en exceso por la admiración, y por supuesto lo que aún creo menos es en la posibilidad de que me haya acercado con profundidad a la poética de Karmelo C. Iribarren. Aún así sentía la necesidad, la imperante necesidad, de que este señor sea conocido y leído por más gente. Lo merece.

Ángel Muñoz Rodríguez

jueves, 13 de noviembre de 2014

Cabotaje

portada de Cabotajepor Esteban Gutiérrez Gómez

Autora: Marisol Torres Galán
Ed. Baile del Sol
Nº páginas: 124

/Antes de comentar este libro de relatos de Marisol Torres Galán lo primero que tengo que decir es que es amiga mía. Pero es que, además, tenemos una complicidad especial porque miramos la vida y la literatura de la misma manera. Eso hace que nuestra amistad trascienda más allá. A veces, juntos, hacemos magia.
Así que, dicho esto, no me extraña que sienta la pulsión de muchos de estos relatos en mis dedos. Algunos ya los conocía, su ritmo medido y sus ganas de transmitir sensaciones mientras se cuenta una historia. Trabaja tanto la forma como el contenido, dejándose llevar por la emoción que siente cuando escribe. Es imposible no sentir ese deseo de llegar al lector.
Me ha gustado la evolución y la estructura de las historias de «Cabotaje», que transita desde los primeros recuerdos de la infancia hasta la pérdida de los mismos recuerdos en la vejez. También he visto el hilvanado que Marisol Torres Galán ha ideado para darles continuidad. Un hilado nata forzado, natural, que no llama la atención. No deja ver las costuras de su escritura, el trabajo que hay detrás. Eso también lo agradezco, porque últimamente me estoy encontrando con autores que prefieren imponer su voz narrativa a la voz de los personajes, haciendo que el lector se fije más en ellos como autores que en la historia que cuentan.
En muchos de los relatos aparece el dúplice de Marisol Torres Galán. Se llama Amanda y le gusta amar y ser amada (bien amada, debería decir). Es entonces cuando la reconozco mejor. En esos relatos llenos de erotismo, sensuales, todo fluye y se vuelve líquido y apetecible. Domina las situaciones, las estaciones del camino al éxtasis, los puntos «ges» que erizan el vello y llevan a la extenuación. Amanda, la hechicera del deseo, la diosa de la felicidad, está muy presente en el libro.
La sorpresa llega al final de «Cabotaje», cuando reconozco en uno de los relatos una historia que me hace estremecer y comparto con Marisol Torres el sabor agridulce de la vida. Les cuento: el personaje principal es un señor maduro pero no anciano, enfermo de Alzheimer. La enfermedad progresa lenta e inexorablemente, pero todavía puede reconocer una imagen, a su familia, un sabor. El personaje acude cada tarde a su cita con la lectura frente a la chimenea. Del montón de libros que hay sobre la mesilla elige uno. Es una novela corta que acaba de leer hora y media después, justo antes de cenar. La familia le pregunta por el libro, si le ha gustado, de qué va, y él les cuenta algo de la narración que le ha llamado la atención, apenas un apunte, una pincelada. La tarde siguiente, frente a la chimenea y después de mirar la portada, elige el mismo libro para leer. No, no lo he leído antes, responde a la pregunta obligada, y les cuenta algo nuevo del libro que se ha quedado marcado por un momento en su memoria. Al día siguiente, y al otro, y al otro. Cada tarde coge de la mesilla el mismo libro que no, no lo he leído antes, y del que detalla una nueva anécdota ante el titilar compasivo de todos los ojos y el asombro por el poder que otorga encontrar la novedad cada día en el mismo libro.
La vida, la vida no nos dejará de sorprender. Y de eso debe tratar saber vivir, de estar dispuestos siempre para el asombro.
Pues bien, esta historia está basada en la realidad. El libro que el personaje maduro pero no anciano lee cada tarde es mi novela «La enfermedad del lado izquierdo» y el protagonista desmemoriado de este relato es el padre de Marisol Torres Galán.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Entrevista con Fernando Palazuelos sobre su nueva novela FUNÁMBULOS CIEGOS

¿Cómo definirías esta novela?

Es una fábula. Trata de poner en palabras algo que es imposible de comprender. El autismo es un universo paralelo, una dimensión que está muy relacionada, simbólicamente, con ese otro ámbito del otro lado del espejo que son la literatura y otras modalidades artísticas. No me refiero a los autores, sino al cosmos de lo imaginario, a esa otra realidad. Para penetrar en los misterios cifrados del mundo quizá sólo es útil la mirada sensible y el poder mágico de una metáfora.

¿Cuál es el argumento?

Un psicopedagogo se traslada a un pueblo del sur para trabajar con niños autistas. A través de su diario vemos su modo de entender esa misión, pero descubrimos también que en su vida hay una clara senda de reconstrucción. Ése es el segundo tema del libro: el afán de superación de alguien que sabe que nadie es perfecto.
 
Una vez más se cumple una premisa ya firme en tu carrera literaria; tu gran apertura temática y de estilos. Escribes novela, relatos, poesía y teatro, incluso has realizado las ilustraciones de tus libros de narraciones breves. ¿Cuál es la razón de plantearte así la creación?

Evito el camino trillado. Cada proyecto ha de atraerme y cautivarme por completo. No comienzo a escribir de lo que sé y domino, sino de aquello que en principio desconozco. Indago, profundizo y comparto. Es el proceso lo que me enriquece. Reflexiono sobre un tema, y por ello busco el camino adecuado para cada libro o cada obra teatral, un sendero único, distinto de las vías usadas en otras obras.

¿No es arriesgado trabajar así?

Claro. Pero ahí reside mi satisfacción. Cada proyecto es un nuevo desafío. Invito al lector a que se sitúe a mi lado y se pregunte cuestiones hondas, asuntos que nos conciernen como seres humanos. Trabajo mucho los textos para dejar páginas lo más pulidas y sensatas posible.

¿Por qué ese interés por siete niños autistas?

En el humilde barrio de viviendas sociales en el que crecí, en un entorno de unos pocos portales había siete muchachos con retraso mental o con síndrome de Down. Desde niño sentí simpatía y lástima por este tipo de personas. Eran niños grandes, seres inocentes y vulnerables. También había dos hermanos que estuvieron en mi clase, dos niños que nacieron con una malformación congénita y apenas podían caminar. Para sostenerse de pie tenían que llevar unos aparatosos hierros atados a las piernas con correas. Crecí con una honda pena por personas que por algún designio del azar sufrían cierto tipo de tara. Era cuestión de tiempo que en algún momento decidiera escribir sobre seres tan especiales.

Has confesado que el proceso de creación de este libro ha sido muy largo.

Sí. Es cierto. Escribí una de mis novelas en seis meses, otras en año y medio. En este caso lo delicado del tema me ha hecho invertir doce años. Evidentemente he dejado reposar el texto larguísimas temporadas, preparando obras de teatro y libros muy distintos. De cuando en cuando retomaba el proyecto y de nuevo lo dejaba reposar, para conseguir distancia y objetividad. En cierto momento llegó a ser finalista en dos certámenes literarios. En lugar de tomar eso como un signo desfavorable, lo tomé por el lado optimista. Hay esencia, pensé; tengo la oportunidad de pulir y mejorar el texto para lograr lo que pretendo. Kurt Vonnegut escribió más de dos mil folios para al final elegir las doscientas páginas que consideró definitivas para su magnífica novela Matadero Cinco. En mi caso necesitaba pulir lo más posible para que el libro fuera una visión realista, pero cargada de ternura y sensibilidad.

Algunos críticos han señalado que tus libros ahondan de un modo muy emotivo en la esencia humana. ¿Qué hay de eso en Funámbulos ciegos?

Quizás sea el libro más tierno que haya escrito hasta ahora. El gran problema era el peligro de caer en la ñoñería. Mi plan era crear una historia realista y conmovedora, aun sin que ofreciera soluciones a un asunto que no tiene explicación. El lector ha de sacar sus propias conclusiones. Con sus sentimientos y emociones remata la esencia del libro. El lector es inteligente. No sólo permite que las metáforas y el lenguaje de los silencios penetren en su cerebro, sino que se siente encendido por dentro cuando descubre sentimientos y empatía.


¿Hay en el libro algún otro elemento narrativo que destacarías?

Por supuesto hay muchos temas que subyacen: la duda respecto a la existencia o no del destino, la fe o el escepticismo, la paternidad, la dedicación de un psicopedagogo, la necesidad del ser humano de buscar explicaciones tangibles para hechos que no puede comprender... Y claro, también hay un secreto, la particular mochila del protagonista, cuya personalidad vamos conociendo poco a poco.

No es un libro para desgajar datos clínicos. Se intuye que la pretensión de la novela es ofrecer una visión tierna, casi poética, de una realidad muy difícil. No obstante, hay algunas anécdotas muy interesantes, por ejemplo la de una niña que nunca ha hablado.

Sí, la página que lleva por título La voz de Ana. Quizá a algún lector le parezca una osada licencia de la imaginación, algo increíble o al menos muy poco probable en el mundo real. Pero precisamente ese pasaje está inspirado en un hecho verídico experimentado por el terapeuta Bruno Bettelheim.

Una última pregunta. ¿La portada es obra tuya?


Sí, suelo diseñarlas yo. Es un capricho personal, y en esta ocasión reconozco que no ha sido nada fácil. Recuerdo la leyenda china del artista al que el emperador le encargó pintar un cangrejo, el mejor cangrejo jamás pintado. De vez en cuando el mandatario le preguntaba por el trabajo, pero el artista le daba largas. Diez años dedicó a pensar cómo realizar el encargo, trabajo que finalmente realizó de un solo trazo, en un gesto o impulso medido. Si el proceso de maduración del libro ha sido largo, también lo ha sido éste: he tardado esos mismos doce años en lograr condensar en una imagen la esencia del libro. De vez en cuando pensaba en ello. Y al final, cuando la visualicé mentalmente, la confeccioné en unas dos horas. Ha merecido la pena esperar. A mí me parece sugerente y sutil, emotiva pero a la vez con un informal toque de simpatía.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Alejandro Palomas publica el poemario Aunque no haya nadie, un itinerario de ausencias de alta intensidad emocional

Alejandro Palomas, autor de la exitosa novela Una madre, publica ahora su poemario Aunque no haya nadie, un recorrido íntimo y compartido por un itinerario de ausencias que conmueve por su profundidad y se convierte en un emocionante acercamiento a la memoria y la soledad consciente.
Después de publicar en esta misma editorial Entre el ruido y la vida el pasado año, el nuevo libro de poemas de este prolífico autor nos revela su mirada hacia los hábitos medidos de un solitario, la eternidad de sus preguntas y el diccionario de su búsqueda.
Éste es el Alejandro más reflexivo, el más sabio. Si en sus novelas nos muestra el discurrir vital de sus personajes, en la poesía conocemos a un autor que se arriesga con lo insondable, que se adentra en los caminos de los gestos más trascendentes para explorar sus consecuencias vitales.

Sobre Aunque no haya nadie han opinado:
"Nunca la ausencia ha sido tan dolorosa y tan real como en los versos de este libro",
Luis Alberto de Cuenca

"Aunque no haya nadie no es sólo poemario; es además un tratado sobre las distintas formas de la ausencia y el relato de un hombre que se amiga con los recuerdos y los hace memoria. Alejandro Palomas desarrolla la paradoja perfecta: la soledad acompaña a quien la cuenta y a quien la lee."
Ana Pérez Cañamares

En medio de un panorama poético que todavía sigue anclado entre la pirotecnia verbal y el laconismo expresivo, abrimos este nuevo libro de Alejandro Palomas para encontrarnos con eso que la escritura de poesía nunca debió soslayar: la intensidad emocional, desprovista aquí de cualquier efectismo exhibicionista.
Juan Vico. Escritor y redactor jefe de Quimera. Revista de Literatura

Alejandro Palomas reflexiona sobre las elecciones y derrotas de un corazón solitario y lo hace sin amargura, con esa calmada inteligencia que otorgan los años. Este libro de extraña sabiduría alumbra verdades complejas: defiende que las ausencias pesan como si estuviesen presentes, que ser mayor no supone un declive sino una conquista, que también experimenta el desamparo quien tiene pareja o que en el silencio de una casa vacía hay asimismo algo de milagro. Es muy difícil no sentirse íntimamente reconocido en las páginas de este poemario, que como todas las obras de Palomas, mantiene un diálogo, honesto y plagado de preguntas, con la vida.
Braulio Ortiz, Diario de Sevilla

No se puede leer la poesía de Palomas desprevenido. En cualquier verso acecha un fogonazo de lucidez que pone en marcha algún resorte emocional que estaba latente. Él sólo lo ilumina. El resto del trabajo es nuestro.
Xavi Vidal, Librería Nollegiu (Barcelona)

martes, 4 de noviembre de 2014

STONER, JOHN WILLIAMS

Stoner de John Williams  (Texas 1922-1994) publicada en 1965, no llega a España hasta el año 2010, rescatada del olvido por la editorial Baile del Sol. La primera vez que escuché este título fue en un encuentro literario con el escritor Garriga Vela, que tuvimos en el club de lectura. Poco después llegó a mí de la mano de buen amigo, que acertó de pleno cuando me dijo que me iba a apasionar su lectura.
Escrita de una forma lineal va desgranando la vida de su protagonista, William Stoner, un muchacho que crece con pocos afectos en la granja de sus padres, donde trabaja desde los seis años ordeñando vacas entre otras tareas, hasta que en la adolescencia deciden enviarlo a estudiar Agricultura en la Universidad, haciendo un enorme sacrificio. Recuerda en cierto modo el ambiente rural y humilde que se describe en algunas novelas de Miguel Delibes.  

Ya en la Universidad durante una clase de literatura, el profesor Sloane le descubre su pasión por esta materia, al leer un soneto de Shakespeare «Esto percibes, lo que hace tu amor más fuerte,/ amar bien aquello que debes abandonar pronto». Se produce una especie de epifanía, decide abandonar su carrera agrícola para pasarse, a espaldas de sus padres, a la de letras: « El amor a la literatura, al lenguaje, al misterio de la mente y el corazón manifestándose en la nimia, extraña e inesperada combinación de letras y palabras, en la tinta más negra y fría… el amor que había ocultado, como si fuese ilícito y peligroso, empezó a exhibirse, vacilante en un principio, luego con temeridad y finalmente con orgullo».
          Un personaje solitario, tímido y taciturno, carente de ambición profesional, embebido en su pasión por la lectura que le hace ser un profesor brillante en ocasiones. Pero debido a su carácter, pasa por la vida dejándose avasallar en el ámbito profesional por un superior al que se enfrenta de forma tozuda, negándose a aprobar a su favorito y soportando las consecuencias estoicamente. Tampoco podemos olvidar la batalla silenciosa y encarnizada que mantiene contra él su propia mujer, Edith, que lo va arrinconando y haciéndole la vida imposible, incluso alejándolo de su propia hija con la que mantiene un vínculo muy especial en la infancia.
Su única válvula de escape y refugio son los libros «Se decía que debía de estar agradecido por tener la oportunidad de leer en soledad, libre de la presión de tener que preparar clases en concreto, libre de direcciones predeterminadas en su aprendizaje. Intentaba leer al azar, por propio placer e indulgencia, muchas de las cosas que había estado años esperando poder leer».
Hasta que de una manera un tanto torpe encuentra el verdadero amor «En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra».
Un nuevo fracaso porque no es capaz de luchar contra las convenciones sociales de la época y se deja manipular por sus propios enemigos. Es casi al final de su vida cuando, con una astucia inusitada, logra darle la vuelta a la tortilla haciéndose respetar frente a su adversario más empedernido en la universidad, y también por Edith en su propio hogar.


«¿Qué esperabas?»
Es la pregunta que se hace en sus últimos días, a la que el lector asiste preguntándose por qué se ha encogido como un caracol dentro de su concha y no ha luchado por cambiar su vida, por mantenerse cerca de las personas que más le importaban, y ha sido un personaje normal, indefenso, muy parecido a mayoría de los mortales.
Una novela escrita con un estilo sencillo y directo, quizá con tintes autobiográficos y con reminiscencias de la generación perdida. Muestra las distintas caras del amor, de la amistad, de la guerra que no solo destruye a los que van, sino de alguna forma a los que se quedaron. Señala las luchas internas en el mundo docente, pero sobre todo revela, haciendo especial hincapié, la forma de dejarse arrastrar y casi ahogar por la propia vida.

Un libro que todo apasionado por la literatura debería leer.

Loli Pérez