miércoles, 21 de mayo de 2014

Baile del Sol publica Vínculos secretos, de Vamba Sherif, en su colección África

af6Fiel a su interés por dar a conocer en España nuevos autores del continente africano, la Editorial Baile del Sol acaba de publicar la novela Vínculos secretos, del liberiano Vamba Sherif.

En Vínculos secretos, su joven autor se adentra en una historia que sigue la estela de la ficción de investigadores de lo sobrenatural y explora el uso y el abuso del poder en los gobiernos disfuncionales. La mirada de Vamba Sherif lleva al lector por caminos insólitos y desconocidos a través de unos personajes que esconden secretos inimaginables. La muerte y el misterio planean permanentemente por las páginas de esta novela que respira leyendas y tradiciones ancestrales para criticar sin paliativos el sometimiento de los pueblos a sus caciques y políticos corruptos.
Sin duda Vínculos secretos es una apuesta arriesgada de la colección África que sorprenderá a los lectores por el especial universo que recrea y su adictiva fórmula narrativa.

Sobre el autor: nació en el norte de Liberia en 1973 y pasó parte de su juventud en Kuwait, donde completó su educación secundaria. Habla muchos idiomas, incluyendo árabe, francés, Inglés y holandés, y algunas lenguas africanas como Mande, Bandi, Mende en Lomah. Después de la primera Guerra del Golfo, Vamba se instaló en los Países Bajos y estudió derecho. Ha escrito cuatro novelas. La primera, La tierra de los padres, trata de la fundación de Liberia con el retorno de los esclavos liberados de Estados Unidos en el siglo XIX. Esta novela fue publicada con gran éxito de crítica y éxito comercial. La segunda, El Reino de Sebah, trata de la vida de una familia de inmigrantes en los Países Bajos, contada desde la perspectiva del hijo, que es un escritor. Su tercera novela, VÍNCULOS SECRETOS (Tenerife, 2014), ha sido publicada en los Países Bajos, Inglaterra, Francia, Alemania y Polonia. La cuarta, El Testigo, trata de un viejo hombre blanco, Onno, que conoce y está fascinado por una mujer de color con un misterioso pasado, como trasfondo la guerra civil de Liberia.
Además de su amor por la escritura y los libros, ha desarrollado una gran pasión por el cine.

vambaweb


  • ISBN-10(13): 978-84-15700-08-1
  • Fecha de publicación: 2014
  • Número de páginas: 142
  • Traductora: Alicia Delgado Moreno

martes, 13 de mayo de 2014

Sonia San Román ha publicado 'Anillos de Saturno', su cuarto poemario y el más personal



Sonia San Román ha publicado su cuarto poemario. Lleva por título ‘Anillos de Saturno’. Asegura que en esta colección de poemas hay mucho de sí misma. Apunta que ha escarbado mucho en su propia persona, que ha profundizado en algunas zanjas abiertas. También, apunta, que existe un mayor toque social y un juego de paradojas con el tiempo como elemento catalizador. Escribe desde siempre, desde niña, desde que su bisabuela le regalaba versos y está convencida de que de no hacerlo, enfermaría. Profesora de Lengua y Literatura cree que la poesía “se ensaña fatal”./Javi Muro

S.- ¿Qué es ‘Anillos de Saturno? ¿Si abrimos sus páginas y comenzamos a leerlo qué no vamos a encontrar?

Es mi cuarto poemario y creo que es uno de los lugares donde más se puede encontrar de mí. En los libros anteriores había cosas, pero creo que aquí, en ‘Anillos de Saturno’, es donde más se escarba. Ya tenía zanjas abiertas en libros anteriores, pero aquí he seguido profundizando. Así que nos podemos encontrar con zanjas muy personales, pero también procuro hacer poemas en los que esa parte personal puede ser también de todos. Es decir, que no sea sólo vomitar emociones, sino que si tú lo lees también puedas conectar con lo que estás leyendo.

S.- ¿Es un poemario introspectivo, pero que busca empatía con el lector?
Sí, eso es. Igual es un poco pretencioso decir que busca lo universal, pero eso es. Es buscar en lo particular lo común. He indagado en heridas, en aspectos, que a lo mejor sí que me causaron cierto run run por dentro y me gusta desenmascarar qué era lo que también nos lo podía causar a todos como sociedad, qué causaba ese run run. Así que puedes encontrarte poemas que son muy personales, pero también otros con un mayor toque social. Precisamente, por lo que cuento, porque en esa búsqueda a lo mejor encuentro aspectos comunes, a lo mejor encuentro un pulso que no es sólo mío, sino que es un latido que compartimos unos cuantos.

S.- Por un lado hablas de reflexión interior, pero el título del poemario, de alguna manera, habla de un lugar lejano…

Me gusta jugar con las paradojas. No pensaba con la relación con el espacio, pero sí quería jugar con dos conceptos relativos al tiempo. Saturno, como el tiempo que nos devora, que nos acerca más a la muerte, el tiempo lineal, con el que no podemos luchar y, por otro lado, lo circular, ese tiempo amable, ese tiempo que tiene un toque eufemístico, el de los ciclos, el de vuelve la primavera, el que nos hace sentirnos inmortales. De alguna manera, había querido jugar con eso. Por otro lado, también juego con una faceta generacional o familiar del padre que quiere devorar a los hijos pero que finalmente es devorado. Con la idea de Saturno hago referencia a lo generacional y también al tiempo.


S.- ¿Juego también de contradicciones?

Bueno, en el fondo me sé contradictoria; creo todos en el fondo. La propia vida tiene esas contradicciones. El festejar los ciclos, las estaciones, que parece que todo vuelve, que nada cambia, pero en el fondo hay un tiempo implacable que va avanzando… Esa contradicción con la que tenemos que vivir es la que pretendo reflejar y para hacerlo he escavado un poquito en mí misma.

S.- Quienes han leído ‘Anillos de Saturno’ hablan de un nuevo camino en tus poemas, de haber soltado lastre, incluso… hasta la amputación…

Sí, se refiere a un poema que habla de ‘soltar lastre hasta la amputación’. Habla de eso que estamos comentando, de cuando uno intenta moverse dentro de los engranajes familiares o sociales, cuando sabe que tiene que ocupar determinado espacio pero el anterior no sabe retirarse… pues eso, que uno también tiene que saber soltar lastre, saber cuáles son las raíces buenas, como con los árboles… ese soltar lastre es también, un poco, saber avanzar.

S.- … y un nuevo camino en tu poesía…

Sí, incluso desde el aspecto técnico. Sí que es verdad que igual mis primeros poemarios era más prosaicos y aunque sí que me gusta el lenguaje sencillo, las palabras sencillas, está vez quizá he creado metáforas más potentes, muchas veces oníricas, incluso alucinaciones. En este sentido me ha influido mucho la poetisa Isabel Bono. Tiene un blog maravilloso, ‘Espuma de las noches’, en el que ella construye poemas en prosa con lo que ha soñado la noche anterior. Ella me sugirió "coge un cuaderno, póntelo en la mesilla, y esas imágenes del sueño apúntalas, que algunas te servirán para poemas". En ese sentido, José Hierro, que lo he estado trabajando durante 2012 realizando una antología homenaje, tiene también apartado poético muy interesante de alucinaciones. Me interesaba, porque a veces intentamos decir con palabras cosas, pero a veces las palabras también nos engañan. Entonces, el sueño con esas metáforas tan potentes es capaz de decir lo que algunas palabras no son capaces. Son imágenes más potentes y me ha gustado trabajar con ese tipo de imágenes.
S.- Al hilo de lo que cuentas, ¿Cuál es la evolución que percibes entre tus primeros poemarios y ‘Anillos de Saturno’?

Para empezar, hay una diferencia vital porque yo no soy la misma que escribí aquellos libros…no sé si por suerte o por desgracia…, pero la evolución también está ahí. Por lo tanto, si yo, que soy el filtro por el que pasan todas esas sensaciones, que soy la antena, el catalizador, no soy la misma… pues difícilmente puede tener mis poemas el mismo estilo, aunque sí que hay parte de mí parecida a la del comienzo. Hay muchas más lecturas, vivencias nuevas, me he ido alimentando, me he ido enriqueciendo, y he realizado una búsqueda todavía mayor. Son cincos años de trabajo y creo que se tiene que notar.

S.- ¿Por qué escribes? ¿Cuándo comienzas a escribir?

… creo que es una enfermedad… creo que si dejara de hacerlo enfermaría… Lo hago por sobrevivir, porque necesito quitarme de dentro muchas cosas. Poeta no es sólo el que escribe. Hay cineastas que son poetas, hay fotógrafos que son verdaderos poetas, yo creo que soy simplemente un catalizador, un filtro, una antena, que está abierta para hacer visible lo que es prácticamente invisible y utilizo como herramienta la palabra. Soy un filtro y cuando llegas a filtrar tanto tienes ese atasco y con ese atasco es con el que hay que construir el poema al final. Hay que hacer poesía de esos acumulados de realidad y cotidianidad, con esos pequeños detalles que parecen invisibles es con los que hay que tratar de construir poemas.

S.- Igual es exagerado, pero escuchándote da la impresión de que ese proceso creativo del que hablas tiene algo de doloroso, ¿no?

No lo sé en el caso de los demás poetas, pero en el mío, a veces, sí. A veces, el hecho de haber construido un poema resulta una liberación. Te sacas algo, te vacías, te abres y cuando estás abierto das mucho de ti. Por eso, te advertía que soy muy pudorosa en las entrevistas porque los poemarios son tan íntimos, hay mucho de mí ahí, es desnudarte.

S.- ¿Concluir, finalizar un poema, verlo terminado, es terapéutico, es medicinal para ese dolor del que hablabas?

Sí, muchas veces sí. Otras, pasado un tiempo, no te reconoces en el poema. En los primeros poemarios sucede así, no soy la misma persona que hace diez años cuando escribí el primero. Ahora lo lees y dices ¡Madre mía!, como ha pasado el tiempo, ya no escribiría esto. Sí es cierto que terminar un poema tiene mucho de liberador, no me atrevería a decir terapéutico porque estaríamos rozando los libros de autoayuda, pero sí es liberador, como si te extirparas ese acumulado. En el fondo, es como dicen los chinos, el ojo sólo ve lo que busca. Tu sí que andas buscando en la realidad algún tipo de cosas con las que conectas, por tus raíces, por tu pasado, por tus vivencias, por tus lecturas, por tus dolores o por tus alegrías…. Andas buscando ese tipo de cosas con las que conectas, pero sí que es verdad que buscas tanto que luego es necesario vaciarte y que mejor cosa que vaciarte con el arte. A otros les da por hacer guerras, invadir países…

S.- ¿… supone también un descanso?

Sí. Sí, sí, descansas, descansas.

S.- Los poetas acostumbráis a participar en recitales en los que leéis vuestros poemas. Por un lado es la presentación de la obra, pero también, por otro, está la exposición personal. ¿Cómo llevas ese mostrarte?

Es complicado porque cuando la gente se entera de que has publicado otro libro piensa que estás súper feliz, súper orgullosa de ti misma… y yo me encuentro al contrario, tengo una sensación de vértigo, de estar en la orilla del abismo y de decir sí, por un lado estoy feliz porque he reunido una serie de poemas de los que me siento orgullosa, pero también me siento muy expuesta, es muy impúdico el hecho de mostrarse tanto. Creo que en el momento en que se produce la comunicación con el lector, en el momento en que, por ejemplo, alguien te escribe y compruebas que la conexión poética se ha producido, eso te produce felicidad. Compruebas que has conectado, que les has arañado por dentro y entonces, ya ha merecido la pena. Pero sí, el exponerte, produce un vértigo bastante importante.

S.- ¿Cómo interpretas las reacciones de los lectores a tus poemas?

Suele ser muy agradable. Depende de quien venga también; aduladores hay muchos. Me creo la crítica que tiene también un pelín de negativo. Ese lector que te dice que a pesar de algunos poemas no me han dicho nada, este, este otro y este, sí que me han gustado y me han parecido muy potentes. Con esa crítica que me quedo, la que valora, la que me da una de cal y otra de arena, con la que me aporta argumentos que se ve que son fruto de la lectura. Hay es cuando digo, que bien, se ha producido la comunicación.

S.- Ese tipo de crítica es también una pista, ¿no? Supongo que resulta muy complicado creer que alguien te diga me ha gustado tu poemario desde el primer poema hasta el último, más teniendo en cuenta, como dices, que ‘Anillos de Saturno’ es muy personal…

Claro. Valoras cuando compruebas que ha habido una lectura, cuando alguien te dice me gusta más la última parte del poemario, me parece la mejor y, sin embargo, a otro lector, le gusta más la primera parte. Claro, cada uno somos hijos de un padre y una madre y el poemario es bastante diverso, incluso en extensión de los poemas y temática, maternidad, lo social… cada uno ve lo que busca…

S.- También es cierto que vivimos un momento en que lo que tiene que ver con lo social nos llama más la atención…

Sí, nos toca más la fibra. Lo buscamos, necesitamos encontrar compañeros de viaje en estos tiempos revueltos. Así surgen antologías como ‘En legítima defensa’, de Bartleby, en la que también he participado y cuya temática es totalmente social. Aborda cómo están viviendo los poetas estos tiempos. Si eres poeta de tu tiempo tienes que reflejarlo de alguna forma.

S.- Y llegados a ese punto, ¿Cómo están viviendo los poetas estos tiempos?

Deberíamos meternos en el barro, pero pienso que debemos huir de lo panfletario. Hay quien cree que el mensaje justifica ya el poema, que vale con que el mensaje sea muy justo. Pienso que hay que saber construir un poema, estás haciendo una obra de arte, tienes que cuidar las expresiones. Intentar decir lo mismo, pero cuidándolo.


S.- Coincide contigo el poeta Abraham Gragera, que pasó hace unas semanas por las Jornadas de Poesía en Castellano…

Claro, es que a veces la poesía social cuando la oyes dices, lo comparto, pero ¿dónde está el poema? Tiene que haber un equilibrio entre la buena construcción del poema y el mensaje, entre la forma y el fondo. No se puede descuidar la forma; me parece imprescindible porque sino la poesía se pierde.

S.- ¿Qué importancia le concedes a las redes sociales como canal de expresión para la poesía, para un poeta?

Yo soy muy fan de las redes sociales. Sobre todo, como nexo de unión con otras personas que están haciendo lo mismo que tu, te conectan con compañeros, te conectan con lectores, es también una manera de potenciar tu obra y promocionarla. Me parece una plataforma estupenda. He conocido a muchísima gente que quizá no hubiera podido descubrir en una librería porque han publicado en editoriales pequeñas o marginales que las distribuidoras no las han hecho llegar aquí. Así he llegado a sus poemas y los he podido leer. Las redes me parecen algo fantástico, en ese sentido.

S.- ¿Al comenzar a escribir tenías claro que tu camino era la poesía?

Sí, sí. Sí, el camino ha sido la poesía desde niña. Mi bisabuela es la que me metió el virus. Ella hacía versos. No sé ni siquiera había llegado a terminar la escuela. Había nacido a finales del XIX, pero tenía una gran capacidad para hacer versos. Cuando llegaban los cumpleaños o cualquier celebración familiar, ella te regalaba un poema. Cuando yo tuve edad de leer y capacidad de recitar, me utilizaba de rapsoda. Ese virus lo tengo desde la infancia y aunque alguna vez he escrito relatos me encuentro mucho más cómoda en la poesía. Es que no lo puedo remediar, es lo que gusta.

S.- ¿Una poeta lee sólo poesía?

No, no, leo de todo. Soy profesora de Lengua y Literatura y tengo que leer de todo por mi trabajo, pero también por places. Sí es cierto que leo más poesía porque también aprendo mucho. Veo las herramientas de otros y a veces digo… yo quiero escribir así.

S.- Y como profesora de Lengua y Literatura… la poesía siempre ha sido algo que producía cierto miedo en el colegio, en el instituto…

Normal, se enseña falta.

S.- Igual que sucede con otras artes, ¿no sería más adecuado en vez de iniciar el temario por los clásicos, que provocan cierto temor, hacerlo por poetas contemporáneos e ir buscando las referencias con los clásicos hasta hacerlos atractivos a la lectura?

Es lo que pienso. No sé quien lo dijo, pero llevaba mucha razón: “Empezar a enseñar poesía por los clásicos es como en matemáticas, empezar por las derivadas en vez de por las tablas de multiplicar”. Claro, los chavales llegan asustados a la poesía. Primera vez que ven un poema, venga a analizarlo, a encontrar las metáforas de Garcilaso o de Góngora…. No entienden nada… es mejor empezar con poetas contemporáneos, con imágenes más sencillas que las que se encuentran en las metáforas de los clásicos…

S.- Eso permite luego ir hacia atrás en el tiempo, hacia los clásicos…

Por supuesto. Es un entrenamiento. No le puedes pedir a un chaval de quince años que aún no ha escarbado en su propia persona, que entienda una metáfora sobre el paso del tiempo o sobre la muerte… Hay que ofrecer un lenguaje más próximo a su tiempo, con metáforas que puedan comprender, que trabajen su sensibilidad, que pique ese gusanillo… pero empezar por Góngora… A mí me encanta Góngora, pero porque llevo muchas lecturas ya. No puedes mostrar a los chavales la imagen de que el poeta es alguien que vive en el Parnaso y escupe versos…



miércoles, 7 de mayo de 2014

Soneto inspirador




¿Es posible que los versos de un soneto sean capaces de cambiar el rumbo de la vida de un hombre?

Eso es lo que le ocurre a William Stoner cuando el raro profesor de literatura inglesa Sloane, auxiliado por un rayo de luz que se filtra por la ventana del aula, espeta:

“El señor Shakespeare le habla a través de 300 años, señor Stoner, ¿le escucha?”.

Instante iluminatorio para el protagonista de la novela "Stoner"; como si se tratara de una revelación divina decide abandonar sus estudios en la Facultad de Agricultura –donde fue enviado con gran esfuerzo por sus padres campesinos- y matricularse en la de Literatura Inglesa para convertirse, con el tiempo, en profesor de la Universidad de Misuri (EE.UU.).

Stoner, básicamente narra la biografía de su protagonista, un hombre a quien podríamos catalogar de auténtico “antihéroe” y cuyo íntegro e inalterable carácter se rige bajo los principios de trabajo, sacrificio y renuncia (tanta que consigue poner de mal humor al lector que siente empatía por él). Una vida vacua, árida y cruel que él acepta estoicamente y que soportará refugiándose en el más puro de los sentimientos humanos: el amor. Amor a la literatura, al lenguaje, a su profesión, al aprendizaje, a una esposa que lo desprecia, a su única hija de quien será alejado, a una alumna amante que no sabrá retener...

“En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra”.

Es una novela de una sencillez descarnada. No ocurren grandes sucesos, es una historia esencialmente “humana” mediante la que se intenta mostrar la futilidad de la vida, la soledad del hombre frente al mundo. 

Tom Hanks tras leerla argumentó:

“Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he encontrado”.

Se publicó en el año 1965 pero durante mucho tiempo pasó inadvertida. La editorial Baile de Sol la editó en lengua castellana en el año 2010.

Su autor, John Williams, también fue profesor en la Universidad de Misuri donde obtuvo su Doctorado. Sin embargo, en la dedicatoria de su novela incluye una advertencia en la que asegura que todos los personajes que aparecen en ella son inventados, incluso altera algunas descripciones físicas e históricas para que todo en ella sea ficción.




Hace unos días en el diario El País, se publicó un artículo de Javier Marías a propósito de la influencia de Shakespeare en su obra titulado "Shakespeare, el mayor inspirador". Al leerlo irremediablemente recordé al difunto personaje, Wiliam Stoner, y de ahí que hoy le dedique mi post.

lunes, 5 de mayo de 2014

Bailando con Juan-Manuel García Ramos: "Nos falta reescribir nuestra historia de una manera menos parcial e interesada".


Baile del Sol.-¿Qué van a encontrarse las personas que se acerquen a El guanche enVenecia?
Juan-Manuel García Ramos.-Van a encontrarse con un episodio histórico de las Islas Canarias de la época de los Reyes Católicos tratado literariamente. La literatura rescata acontecimientos desatendidos y los resucita con sus inmensos recursos.
BdS.- ¿Estamos ante una novela histórica o de ficción histórica?

JMGR.-Pues mitad y mitad. El viaje de los siete menceyes a Almazán, Soria, en 1496, es historia, el regalo de uno de ellos al dux de Venecia, es historia, la llegada de ese mencey a Venecia, es historia, su realojo en Padua es historia. Luego, lo que le sucede a ese guanche a partir de su llegada a Padua, empieza a ser literatura, ficción. Aunque, en realidad, toda la historia del El guanche en Venecia, de la novela, desde el principio está envuelta por el ámbito y la ambición de lo literario.

BdS.-¿Por qué te ha interesado este espacio temporal?

JMGR.-Porque era uno de los hechos de la conquista europea de Canarias que mayores atractivos tenía para mí. Siempre me puse en lugar de esos indígenas canarios, con sus retinas neolíticas, puestos de pronto ante la magnificencia de la corte española o el poderío y el lujo de la República veneciana, con sus 100.000 habitantes de entonces, la urbe de mayor influencia comercial y cultural del Renacimiento, la puerta de entrada de todo el enigma que significaba Oriente para el mundo occidental.
BdS.- ¿Qué destacarías de los personajes principales de la novela?

JMGR.-Me tomo la libertad de llamar Bencomo de Taoro al mencey guanche que marcha a Venecia, y así aprovecho para rendirle un homenaje a ese líder de la resistencia guanche caído en combate durante la conquista de Tenerife. Luego me detengo en las figuras del intrigante Alonso Fernández de Lugo y de una de sus esposas: la siempre atractiva Beatriz de Bobadilla. Estos tres forman el triángulo de los protagonistas principales, aunque después están presentes el embajador Francesco Capello, el capitán que se hace cargo del guanche y su asesor, Fantin de Pésaro y Ursulo de la Maestranza,
El maligno Alfredo Giustiniani, uno de los dirigentes del Consejo de los Diez, aparece Colón y sus conciliábulos de Corte, y otros personajes que ahora sería prolijo enumerar.


http://bailedelsol.org/index.php?option=com_content&view=article&id=587&itemid=426

BdS- ¿Has precisado de mucha documentación para enmarcar el relato?, ¿te ha costado encontrarla?

JMGR.- En un momento determinado pensé que nunca escribiría esta novela. Me supuso tres viajes a Venecia y a Padua en busca infructuosa de documentación, y la lectura de muchos libros de historia, entre ellos, y de modo principal, lo salvado por don Antonio Rumeu de Armas, una persona que siempre me animó a escribir este libro. Me entretenía tanto contando el argumento que llegué a pensar que nunca lo iba a llevar a la escritura literaria. Al fin pudo ser y es una obra que me ha dado muchas satisfacciones como autor.
BdS.- ¿Cómo crees que ha influido el pasado histórico de las Islas Canarias en el carácter de sus habitantes y en su presente?

JMGR.-Nos falta conexión solvente con el pasado, pues el problema añadido que tenemos es que ese pasado ha sido siempre interpretado por los conquistadores. Nos falta reescribir nuestra historia de una manera menos parcial, subjetiva e interesada. Quizá sea la literatura la encargada de contar en adelante lo que la historia canónica nos ha negado. La literatura siempre se encarga de resucitar lo muerto, lo que se creía perdido.
BdS- ¿Quedan aún muchos interrogantes sobre la conquista?

JMGR.-Como dije antes, nos queda saber la otra parte que nos ha sido ocultada por las interpretaciones de los que vinieron a conquistar y a colonizar. Nos falta la visión del otro, como ahora tanto se insiste desde el protocolo de los estudios culturales.
BdS.- ¿Qué es lo que más te ha interesado de la historia que relatas en El guanche en Venecia?

JMGR.-La capacidad de revivir acontecimientos y de interpretarlos desde otro punto de vista distinto del que los historiadores académicos españolizados nos han impuesto. El reconstruir a mi antojo, pero sirviéndome de las lecturas pertinentes, los escenarios de la conquista de Tenerife, de la corte española, de la Venecia próspera, de la discreta Padua, y de lo que significaron las rutas caravaneras que se iniciaban en el profundas provincias de Egipto y venían a parar hasta Mauritania.


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jueves, 1 de mayo de 2014

John Williams nació en Texas en agosto de 1922. Su vida no es precisamente la de una estrella de la literatura, de hecho seguramente su nombre sonará más por ser homónimo del compositor de la banda sonora de Star Wars. Pero ese cierto anonimato es también una de las características de los rincones donde las sorpresas se encuentran. Están ahí, pasan desapercibidos, pero encierran maravillas o grandes secretos. Esto es lo que sucede con sus cuatro novelas y el par de poemarios que constituyen su modesto pero importante legado.
Sus seis trabajos se concentran entre 1948 y 1973: Nothing but the NightThe Broken LandscapeButcher’s CrossingThe Necessary LieStoner, y Augustus. Sólo las dos últimas cuentan con traducción al español, aunque Augustus ha cambiado su nombre por el de El hijo de César. Pero por ahora nos centraremos en la novela Stoner esa a la que Enrique Vila-Matas calificó como una “obra maestra ignorada”.  La experiencia en el campo de combate que forma parte de la biografía del autor contrasta con lo sencillo de la historia de William Stoner que es justamente a la que nos enfrentamos en el libro. El personaje principal de la novela nació y creció en una granja en Missouri hasta que se matriculó en la Facultad de Agricultura con la finalidad de aprender nuevas y mejores formas de trabajar la tierra; empresa truncada por un fortuito encuentro que le haría seguir el camino de las letras. Y aquí se enuncia ya la constante del relato: ensayo y error, un perfecto retrato de la vida humana. No hay batallas espectaculares ni grandes prodigios de la magia, sino decisiones (casi siempre equivocadas) de un individuo nacido a finales del XIX cuyo mayor logro fue haber estado en el momento histórico justo para ser nombrado profesor asistente en la Universidad de Missouri.
“Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases”. Y aún así la vida del profesor Stoner nos atrapa y nos conmueve a cada instante. ¿Será que es más sencillo reconocerse e identificarse en este tono gris, es decir, medio? John Williams tiene la magnifica virtud de relatar los episodios cotidianos de manera que podamos encontrar en su palidez un destello de universalidad. Un hombre sencillo de valores campestres, apegado a la tradición, logra despertar un sentimiento bastante olvidado en nuestros días: el que sigue al reconocimiento de las buenas costumbres, el cálido cobijo de una acción bondadosa que no desemboca siempre en la recompensa que se esperaría. En una palabra, la compasión y la ternura ante una vida que, sin ser extraordinaria, resulta ejemplar.
No se trata de un texto moralizante, sino de un desfile de personajes perfectamente construidos, que van mostrando los distintos rostros de lo humano. El del cansado campesino y su vida que pasa bajo el látigo del sol, el de la esposa resignada y resentida, el del profesor ejemplar y modelo, el del oportunista, el conquistador mujeriego, el del celo profesional, el del la tortura moral, el del padre responsable, el del hartazgo en un contexto de guerra… Todos ellos desde la simplicidad que se encuentra en los muros del hogar y del trabajo, pues los escenarios son casi siempre éstos. El amor en sus distintas facetas, la honestidad, la justicia y la lealtad encuentran un perfecto retrato en esta historia que no les muestra en modo fastuoso o exacerbado, sino simple y cercano. Quizá por ello resulte tan difícil el no añorar la posibilidad de encontrarse cara a cara con un personaje como Stoner. Aunque hablemos un profesor de mediana calidad en cuya vida no ha acontecido nada fuera de lo ordinario. Un perfecto ejemplo del individuo melancólico que me hace recordar el lamento de Don Quijote al abandonar Barcelona:
Lo que te sé decir es que no hay fortuna en el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen acaso, sino por particular providencia de los cielos, y de aquí viene lo que suele decirse: que cada uno es artífice de su ventura.
John Williams toma la vida, su propia ventura en rica mezcla de ficción, y arma un relato en el que muestra la bella complejidad que cualquiera de nosotros puede encontrar en el gris de la propia existencia. Sin grandes promesas ni sobresaltos, Stoner conmueve, emociona y muestra que no es necesario contar con una obra extensa para derrochar calidad. Novela altamente recomendable que, como su protagonista, ha vivido injustamente en el anonimato durante mucho tiempo. Una oportunidad para mirarse en el espejo de lo cotidiano. Lejos del contexto de su homónimo compositor con guerras estelares, superhéroes, peligrosos tiburones o cazadores de tesoros, el escritor John Williams nos brinda una auténtica obra maestra con esta novela que, si te llegas a topar con ella, te recomiendo que no la dejes pasar.