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domingo, 6 de febrero de 2011
sábado, 5 de febrero de 2011
viernes, 4 de febrero de 2011
EL DESCUBRIMIENTO DE JOHN WILLIAMS
Álfonso González Jerez/El Perseguidor (Diario de Avisos)
29/01/2010
En la narrativa norteamericana contemporánea no es inusual la parábola moral. Frente a la tradición de los grandes escritores sureños y sus heroicidades técnicas, la novela social de entreguerras o las retóricas de la ironía de Bellow, su gran discípulo Roth, Updike o incluso Auster, la parábola moral es un ejercicio hacia al que los escritores estadounidenses muestran una querencia irreprimible, y que atraviesa autores, tendencias y escuelas. Parábolas morales distintas pero inconfundibles son El viejo y el mar de Ernest Hemingway, El nadador de John Cheever,El Centauro de John Updike y hasta cierto punto, El guardián en el centeno (que es la peor). Ninguna de ellas, sin embargo, tiene el valor literario, la lucidez y la emoción de Stoner, la novela de John Williams que acaba de ser editada por Baile del Sol en traducción de Antonio Díez Fernández.
John Williams (1922-1994) es un escritor casi desconocido en España. Nieto de campesinos, en su infancia y adolescencia en Texas demostró una casi invariable propensión a las fugas y a los castigos disciplinarios. En plena II Guerra Mundial se enroló en la Fuerza Aérea y a finales de los años cuarenta ingresó en la Universidad de Denver, donde se licenció en Literatura Inglesa. Más tarde obtuvo el doctorado y ejerció la docencia en la Universidad de Missouri y, de nuevo, en Denver, donde dirigió la revista literaria University of Denver Quaterly y coordinó un taller de escritura narrativa. Williams publicó cuatro novelas (la última publicada, Augustus, ganó el National Book Award en 1973) y varios libros de poemas.
Stoner, publicada originariamente en 1965, es un prodigio de inteligencia, sencillez y hondura. Narra la vida de un profesor de una pequeña universidad del medio oeste norteamericano, un hijo de agricultores que se enamora de la lengua y la literatura y termina dedicando cuarenta años a la enseñanza, aunque nunca deja de ser un profesor asociado. En alguna reseña he leído que Stoner es la historia de un hombre íntegro con mala suerte. Me parece un error. William Stoner es una magnífica persona pero no es un hombre íntegro. Un hombre íntegro no es un ser débil que admite una vida limitada y grisácea, que permite el hundimiento de su hija y deja escapar un amor milagroso que le llega cuando se ha olvidado incluso lo que significaba la esperanza. La novela de Williams no es el relato de un perdedor que se merecía algo mejor, sino una incisiva reflexión sobre las pérdidas, naufragios, decepciones y mentiras de cualquier vida y sobre una incapacidad radical para la felicidad. Williams se cuida mucho de la necesidad de presentar personajes simpáticos o antipáticos, aunque puedan ser y sobre todo hacer cosas estúpidas, egoístas o íntimamente abominables. William Stoner, sus familiares y sus compañeros se dejan vivir entre falsedades, mezquindades y equívocos hasta que los borra la muerte. En su universo, que es el de cualquiera de nosotros, la amistad es una nostalgia no compartida y el amor o el desamor una herida a la que debe enseñarse a no sangrar diariamente.
El insignificante Stoner es un personaje inolvidable en su zaherida dignidad, en su amor por la literatura y enseñanza, en su infinita y al final indiferente resignación ante todas las ofensas de la mediocridad quintaesenciada: la propia y la de los demás. No cabe mayor sencillez en los procedimientos técnicos de la novela, que humildemente comienza con el nacimiento y acaba con la muerte de su protagonista. La eficacia invariable de una prosa precisa, remansada y transparente, que renuncia a cualquier distracción y que aparenta no hacer otra cosa que narrar linealmente una historia, contribuye al impacto emocional del relato y está matizada por una asombrosa capacidad de observación y de síntesis. Quizás Stoner no sea una de las grandes novelas de nuestro tiempo, pero es una novela narrativamente perfecta, emocionante y perdurable. Un libro que se convierte en imprescindible en la biblioteca selecta de cualquier lector.
Solo cabe felicitar a Baile del Sol -que quizás sea actualmente la mejor editorial canaria- por incorporar a John Williams a su cada vez más sólido y coherente catálogo: una apuesta que evidencia la inteligencia profesional de Tito Expósito y Ángeles Alonso, su olfato literario, su porfiado compromiso con la calidad y su sentido del riesgo. Es un acontecimiento admirable que la introducción de Williams en el mercado editorial español, y en nuestro idioma, llegue de la mano de una editorial del Archipiélago. Profesionalidad, intuición, exigencia de calidad, rigor en el catálogo, sentido del riesgo: las principales virtudes de un editor que, desgraciadamente, cada vez son más infrecuentes en las Islas.
29/01/2010
En la narrativa norteamericana contemporánea no es inusual la parábola moral. Frente a la tradición de los grandes escritores sureños y sus heroicidades técnicas, la novela social de entreguerras o las retóricas de la ironía de Bellow, su gran discípulo Roth, Updike o incluso Auster, la parábola moral es un ejercicio hacia al que los escritores estadounidenses muestran una querencia irreprimible, y que atraviesa autores, tendencias y escuelas. Parábolas morales distintas pero inconfundibles son El viejo y el mar de Ernest Hemingway, El nadador de John Cheever,El Centauro de John Updike y hasta cierto punto, El guardián en el centeno (que es la peor). Ninguna de ellas, sin embargo, tiene el valor literario, la lucidez y la emoción de Stoner, la novela de John Williams que acaba de ser editada por Baile del Sol en traducción de Antonio Díez Fernández.
John Williams (1922-1994) es un escritor casi desconocido en España. Nieto de campesinos, en su infancia y adolescencia en Texas demostró una casi invariable propensión a las fugas y a los castigos disciplinarios. En plena II Guerra Mundial se enroló en la Fuerza Aérea y a finales de los años cuarenta ingresó en la Universidad de Denver, donde se licenció en Literatura Inglesa. Más tarde obtuvo el doctorado y ejerció la docencia en la Universidad de Missouri y, de nuevo, en Denver, donde dirigió la revista literaria University of Denver Quaterly y coordinó un taller de escritura narrativa. Williams publicó cuatro novelas (la última publicada, Augustus, ganó el National Book Award en 1973) y varios libros de poemas.
Stoner, publicada originariamente en 1965, es un prodigio de inteligencia, sencillez y hondura. Narra la vida de un profesor de una pequeña universidad del medio oeste norteamericano, un hijo de agricultores que se enamora de la lengua y la literatura y termina dedicando cuarenta años a la enseñanza, aunque nunca deja de ser un profesor asociado. En alguna reseña he leído que Stoner es la historia de un hombre íntegro con mala suerte. Me parece un error. William Stoner es una magnífica persona pero no es un hombre íntegro. Un hombre íntegro no es un ser débil que admite una vida limitada y grisácea, que permite el hundimiento de su hija y deja escapar un amor milagroso que le llega cuando se ha olvidado incluso lo que significaba la esperanza. La novela de Williams no es el relato de un perdedor que se merecía algo mejor, sino una incisiva reflexión sobre las pérdidas, naufragios, decepciones y mentiras de cualquier vida y sobre una incapacidad radical para la felicidad. Williams se cuida mucho de la necesidad de presentar personajes simpáticos o antipáticos, aunque puedan ser y sobre todo hacer cosas estúpidas, egoístas o íntimamente abominables. William Stoner, sus familiares y sus compañeros se dejan vivir entre falsedades, mezquindades y equívocos hasta que los borra la muerte. En su universo, que es el de cualquiera de nosotros, la amistad es una nostalgia no compartida y el amor o el desamor una herida a la que debe enseñarse a no sangrar diariamente.
El insignificante Stoner es un personaje inolvidable en su zaherida dignidad, en su amor por la literatura y enseñanza, en su infinita y al final indiferente resignación ante todas las ofensas de la mediocridad quintaesenciada: la propia y la de los demás. No cabe mayor sencillez en los procedimientos técnicos de la novela, que humildemente comienza con el nacimiento y acaba con la muerte de su protagonista. La eficacia invariable de una prosa precisa, remansada y transparente, que renuncia a cualquier distracción y que aparenta no hacer otra cosa que narrar linealmente una historia, contribuye al impacto emocional del relato y está matizada por una asombrosa capacidad de observación y de síntesis. Quizás Stoner no sea una de las grandes novelas de nuestro tiempo, pero es una novela narrativamente perfecta, emocionante y perdurable. Un libro que se convierte en imprescindible en la biblioteca selecta de cualquier lector.
Solo cabe felicitar a Baile del Sol -que quizás sea actualmente la mejor editorial canaria- por incorporar a John Williams a su cada vez más sólido y coherente catálogo: una apuesta que evidencia la inteligencia profesional de Tito Expósito y Ángeles Alonso, su olfato literario, su porfiado compromiso con la calidad y su sentido del riesgo. Es un acontecimiento admirable que la introducción de Williams en el mercado editorial español, y en nuestro idioma, llegue de la mano de una editorial del Archipiélago. Profesionalidad, intuición, exigencia de calidad, rigor en el catálogo, sentido del riesgo: las principales virtudes de un editor que, desgraciadamente, cada vez son más infrecuentes en las Islas.
jueves, 3 de febrero de 2011
De la orfandad
Daniel Bellón
Pocos poemarios conozco que arranquen con una triada de versos de tanto impacto:
Pocos poemarios conozco que arranquen con una triada de versos de tanto impacto:
Por la precisiónsupe que el tirovino de dentro.
Estos tres versos abren “Huérfanos aún”, y, desde mi punto de vista, de algún modo concentran todo lo que va a venir después: un tratado sobre algo que no deja tal vez de ser una sensación, pero que araña físicamente las tripas de tantas personas: la sensación de que cierta configuración del mundo con la que crecimos varias generaciones se descompone, se deshace, y no acabamos de encontrar categorías para integrar lo que viene, y de ahí deriva la sensación de orfandad, la desazón, y la receptividad ante las políticas del miedo.
Viktor Gómez escribe desde esa fractura social y generacional. Y lo hace con un discurso fracturado, con un lenguaje que no puede ser sino difícil y aparentemente incoherente; hay que buscar los hilos que lazan las palabras en un contexto en el que“a decir verdad / todo se diluye“. Estos dos versos me trajeron a la cabeza de inmediato el título de la famosa novela de Chinua Achebe “Todo se derrumba” (All fall apart), en la que se cuenta cómo su protagonista afronta la disolución de la sociedad tradicional por la presión del nuevo modelo que el colonialismo impone. Un mundo se deshace y el otro llega ofreciendo inicialmente más incertidumbres que certezas.Y los mundos chocan. Guerra de los mundos. Este es el tiempo presente, tal vez. Tratando de dar respuestas sin darnos cuenta de que las preguntas han cambiado, y que a lo que dábamos por cierto e inamovible le tiemblan los cimientos. En este turbión el poeta teme que el olvido arramble tantos sacrificios, decide ser testimonio y ser memoria.
Es dificil no percibir la dimensión catástrófica de los cambios que hemos vivido (sufrido, disfrutado) en los últimos treinta años… que veo habitar el poemario de Viktor Gómez. Libro duro, poemas difíciles como estos tiempos, valor de decir los miedos que se esconden entre tanta tontería. “Niños sin guía” de resultas, “invidentes” habitan “Huérfanos aún”, pero fragilidad resistente. El tiro viene de dentro, pero tal vez haga falta para soltar todo el lastre y atisbar una miriada de futuros posibles por construir.
Huérfanos que la zarza retrasa
niños en la perdida tarde sin niños
noticias de otra ciudad escombrada
y de la pérdida
oscilación en lo más alto de los acantilados.
.
¿Qué he visto que no recuerdo y me hace
huérfano en daño de estos niños sin mí?——Errar brote a brote en la ceguera,
raspada carne viva,
opaca sangre
sobre la arena negra ¿espejo o charca?
.
No, ronda, trasiego, tropiezo, caída de los avanzados
horror y——-De verdad, la belleza
no puede ser sino el atrevimiento
de la fragilidad a darse.
Huérfanos aún de Viktor Gómez lo publica BAILE DEL SOL.

ANTONIO ORIHUELA "Narración de la llovizna"
Manuel Garrido Palacios

Hay poemas que rozan lo mágico y que te concilian con un libro por razones que quizá vayan más allá de la razón. Te paras en sus versos porque notas que su latido trasciende de la individualidad del poeta al universo común, al sentir de todos. La editora me envía el poemario “Narración de la llovizna”, de Antonio Orihuela, y lo abro, y lo leo:
“Somos extraños en el único lugar donde no somos / extranjeros, / aunque a nadie conoce el río como a nosotros, / ni su fondo de fango e historias podridas. / Extraña nuestra forma de mirar las puertas, / el amor, / las mayorías. / Igual que otros, / extravagantes temporeros / llegados por la cosecha de recuerdos amarillos. / Tejemos con ellos un viejo mantel de tiempo / un lugar a donde trasladarnos un día, todos juntos / cuando sucesivamente caduquen los salvoconductos / los cuerpos y los labios. / Un lugar / no extranjero / a todas partes extraño”.
Antonio Orihuela nace en Moguer. Profesor, escritor, investigador, Doctor en Historia, ha publicado en poesía libros como “Comiendo Tierra”, “Piedra, corazón del mundo”, (Valencia, con 2" Edición), “Tú quién eres tú” (Tenerife, 2006), “La ciudad de las croquetas confiadas”. (Tenerife, 2006), “Para una política de las luciérnagas”, (Madrid, 2007), Durruti en budilandia (Tenerife, 2007), “Que el fuego recuerde nuestros nombres”, (Huelva, 2007) y “La destrucción del mundo”, (México, 2007). Autor de la novela experimental “x Antonio Orihuela”, (Béjar, 2005) y de los ensayos “La Voz Común: una poética para reocupar la vida”, (Madrid, 2004), “Archivo de Poesía Experimental”, (Málaga, 2007) y “Libro de Tesoros”, (Sevilla, 2007). Coordina los Encuentros Voces del Extremo, de la Fundación Juan Ramón Jiménez, desde 1999.
“Narración de la llovizna” (Baile del Sol. Tenerife) es un poemario que sale en 2ª edición, cosa no frecuente en los libros de versos (la 1ª es de 2003) y el autor agrupa los poemas en tres partes: “Lluvia”: “Infiernos del agua / ahora me paseo lineal y suave, / abriendo una brecha en la memoria para que salga / lo que quede de todo lo que fue... / cartoncito, / dolor de piernas, / me alegro, igual que la fina proa recta de mi barca, / así nos vemos, sin rumbo, / no vinimos aquí para ganar concursos, / sino para pasar disfrutones en el concurso / que es vivir con otros vivos / sin juicio. / Es hermoso salir de este agua de marisma / y respirar la noche sin humo / y sin más ruido que el de los astros desplazándose, / regalo extendido que nos han hecho seres muy brillantes, / dividiéndonos entre la azucena, / los maestros naranjas / y este resoplar de perro que se atraganta de sol en los atardeceres... / ¡Ay de ti!, si pruebas / un sorbo de todo esto”.
La siguiente es “La púrpura”: “Otro día / para la taba que hemos recuperado de debajo del laurel, / para el fragmento de terra sigilata / que Ángela ha encontrado en el jardín, / para la extraña piedrita que ha recogido Mar entre los aromos / y que limpia es un as de época de Galieno. / Otro día / para el bifaz que Dor trae en la boca desde el río / y del que me sorprende su perfecto acabado, su filo / cuando, a modo de raedera, entre risas, / lo uso sobre él. / Otro día para todos nosotros, / seres y pedazos / de tan frágil duración / mientras, / en la casa de los vecinos, / una pala excavadora precipita todo esto mismo / en un camión / y en su estruendo, / creo ver la ternura barrida / y el amarillo / de las últimas páginas / de un libro”.
La que cierra es “La muerte”, a la que pertenece el poema que sigue: “Un niño / suspendido en las ramas de la higuera / mira un paraguas roto aún más alto. / El no sabe que es pronto para llegar allí. / Yo ya no soy / ese niño. / Inútil, como entonces, / me afano en arrancar algunas notas a la flauta / escondida / de sus ramas. / Ellas caen sobre mí / a través de un paraguas roto. / Me dicen que es tarde para el niño, / que es pronto para mí”.
Todo el libro responde a lo dicho al principio, a esa magia que te une a sus páginas más allá de la lectura. Y siempre hay un poema que hace de llave. En mi caso, no sé por qué, o sí lo sé, es “Con su mano en la mía”, que dice: “Le dijo a su compañera de cama que yo era su hijo / pero que no me gustaban los hospitales. / Hacia frío en la calle / y los árboles estaban pelados / a ella le gustaban las flores / y los días de estío / murió esa noche / vino a decírmelo”.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Déborah Vukušić, la fingidora
En Perversiones y ternuras
(Tegueste, Baile del Sol, 2009), la poeta y actriz Déborah Vukušić
plantea una interesante poética a caballo entre la dramaturgia y la
poesía.
Javier Gato/Sevilla Actualidad. Déborah
Vukušić, o dos escuadrones en el cuerpo de una mujer. Actriz y poeta.
Gallega y croata. Perversa y tierna. Don Carnal y doña Cuaresma librando
una teatral batalla en un campo femenino de minas. Ella es, o ellas
son, todo esto en Perversiones y ternuras, libro -como no podía ser de otro modo- dividido en dos partes, y en edición bilingüe.
La
poética de Déborah Vukušić en este libro recuerda, como bien apunta
Carlos Salem en la contraportada, el efecto de distanciamiento que
proponía Bertolt Brecht en su teatro épico. La autora nos niega el
consuelo que proporcionan las expectativas de subjetivismo -ay, qué daño
ha hecho el Romanticismo- a la hora de enfrentarnos a su poesía.
El
yo que habla es un yo poético, indudablemente; ¿pero es también un yo
empírico? ¿Es Déborah la dominátrix, la prostituta hambrienta, la
lesbiana, la mujer violada, la que aún oye a los muertos en la Guerra de
Bosnia, o son éstos personajes de una dramaturgia en verso? La duda nos
mantiene en tensión a lo largo de toda la lectura, ahogándonos a veces
en una marea de humor sarcástico, cuando no en el profundo caos que rige
el mundo.
Junto a
Bertolt Brecht, la personalidad polimórfica de Fernando Pessoa. El
poeta como fingidor nato. Pero ante todo -siento la reiteración-, el
hibridismo entre discurso lírico y dramático. La propia autora no sabe
si calificar estos textos como “poemas o monólogos de dramaturgia
contemporánea”, y en su “Poética o vómito onanista” ironiza sobre su
propia condición de poeta, declarando que sólo llama a veces poesía a su obra “porque me gusta gráficamente la pausa versal”.
La
“Poética” con la que Vukušić inicia su doble libro contiene reflexiones
muy interesantes. En primer lugar, la poeta otorga a la creación
poética una función de catarsis y sublimación, de “vómito onanista” que
la ayuda a liberarse de “la costra de lo callado”.
Consecuentemente, reniega de la poesía como techné
al afirmar “yo no hago literatura” (“¿o si?”, parece rectificar más
tarde), y apuesta por una concepción del proceso de creación como una
experiencia de autoexploración y autodesarrollo con la cual le toma el
pulso al “ritmo de mis propios pasos”. Pasos, todo hay que decirlo,
similares a esos pasos del peregrino errante con los que se inician las Soledades de Luis de Góngora, peregrino que podría ser un trasunto del autor... o no.
El
ritmo de sus pasos se fusiona, en una actitud decididamente moderna y
con ecos de Marinetti, con “los ritmos anti-rítmicos de la ciudad”,
frente a los cuales los sonetos, en tanto que estructuras métricas
cerradas y perfectamente talladas, no son más que fósiles. Pero también
se fusiona con las voces de sus personajes, que parecen asaltarla al
final de su “Poética”.
Esta
“polifonía estrecha”, que diría Eduardo Haro Ibars, crea las
condiciones óptimas para el trabajo personal de Déborah, que se centra
en el enfrentamiento con sus propios límites y el ahondamiento en la
parte más oscura y primordial de su naturaleza humana. “Me violento a mí
misma”. Me revuelvo, trastoco, desordeno, me derribo, me echo abajo.
Todo esto significa el verbo latino perverto, “pervertir”.
Las Perversiones
comienzan con un texto, “Persona-personaje”, en el que la actriz, desde
su posición de pervertidora (en el sentido etimológico de “perturbar el
orden o estado de las cosas” en la escena y en las conciencias de los
espectadores) denuncia la hipocresía de un modo muy sugerente pero
rotundo -gracias a la agilidad del verso corto- la hipocresía de una
sociedad en la que las personas se han convertido en personajes, hasta
el punto de hacerse totalmente necesario el pleonasmo vallejiano de
“hombres humanos”.
Desde
la absoluta teatralidad rococó del vestuario de época (“nada más”: la
voz entrega al personaje, no su persona) hasta el cómic Valentina de
Crepax, la mujer fatal del celuloide o la erotomanía de la atractiva
secretaria que, en un paródico soneto, rescata el collige virgo rosas
de Ausonio, Déborah Vukušić pasa revista a las más conocidas fantasías
sexuales de nuestra cultura, burlándose de ellas a la vez. Se trata del
arma de la parodia: Déborah se hace con todos los tópicos eróticos más
manidos precisamente para remarcar su obsolescencia y derribarlos.
Con todo, la selección de Perversiones
no es del todo aleatoria; en “Météo”, por ejemplo, los celos son
significativamente incluidos dentro de lo perverso, y al final de “Trío o
Consecuencia”, la mujer que se oculta tras la máscara (en griego prósopon, y de ahí “persona”) no puede evitar que se le escape el instinto de posesión que lleva dentro.
Particularmente interesante es la última Perversión,
“Sternberg”: en ella, la poesía de Vukušić -ángel azul- ha llegado al
final del proceso de autoexploración de la autora y ha perdido su
sublime color modernista para teñirse de otro color, probablemente más
oscuro.
Definitivamente, oscuro es el catálogo de Ternuras
que la autora nos despliega a continuación. Porque como bien explica en
la nota preliminar del libro, la ternura no es para ella un sentimiento
de afectación en colores pastel, sino la máxima expresión de fragilidad
y desamparo a que nos vemos expuestos los seres humanos en un mundo
presidido por el horror.
Casi
al comienzo de esta parte, “Confesiones de bar” nos traslada a la
cruenta posguerra croata. La voz narradora parece apagarse
estremecedoramente en los últimos seis versos, como si estuviera ahogada
por el llanto. Las referencias a Croacia, tema del que ya trató la
autora en su anterior libro Guerra de identidad, se repetirán
en “Ternura 0” a la vez que cae sobre nosotros como filos cortantes una
tromba de crueldades infantiles, maltratos domésticos, violaciones,
torturas durante la dictadura chilena -o en cualquier lugar donde una
mujer caiga a manos de un hombre-, abortos.
La
sempiterna duda sobre si todos estos sucesos han sido vividos por la
autora o no nos mantiene en alerta pánica, plenamente conscientes de la
violencia que invade nuestro mundo, generándose así el mencionado efecto
de distanciamiento brechtiano. Afortunadamente, nos encontramos en
ocasiones con momentos de respiro, como la entrañable denuncia del
analfabetismo femenino en “Maruxa” o la sentimental Ternura “Honey moon, darlin', sweet honey moon”.
Aquí concluiría un somero análisis de Perversiones y Ternuras,
si bien algunos motivos, como el complejo de Electra en la obra de
Déborah Vukušić, merecerían una atención monográfica. Y es que Déborah
rebosa vidas, como un nuevo Cristo que parte su cuerpo y lo comparte con
nosotros. Porque, aparte del onanismo de su vómito, ella tiene “una
puta necesidad de contar / de comunicarme contigo”.
martes, 1 de febrero de 2011
Stoner, de John Williams. Todo son elogios para la novela del autor americano.
27/01/2011. Estandarte
Qué: Stoner Autor: John Williams Editorial: Baile del Sol Año: 2010 Páginas: 244 Dónde: xxx Precio: 15 €
Hoy queremos llamar la atención sobre Stoner, editada en España por Baile del Sol, una novela que no alcanzó un reconocimiento inmediato tras su lanzamiento en Estados Unidos, en 1965, pero que poco a poco fue conquistando a críticos como Irving Howe, CP Snow o Morris Dickstein. Este último, en 2007 y en The New York Times, escribió: "Stoner es algo más raro que una gran novela: es una novela perfecta, tan bien contada, muy bien escrita, y de manera conmovedora, que quita el aliento”. En otra revista muy fiable, The Believer (la revista fundada por Dave Eggers), Stephen Elliott declaró: "El mejor libro que he leído en 2007 fue Stoner de John Williams. Es quizás el mejor libro que he leído en años." Y, para rematar, los elogios del actor y director Tom Hanks: “Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he encontrado”. Con invitaciones así, ¿quién no se anima a leerla?
Su autor, John Williams (1922-1994), nació y se crió en el noreste de Texas. Después de desempeñar varios empleos en periódicos y estaciones de radio, Williams se enroló en el ejército en 1942. Varios años después de la Segunda Guerra Mundial fue a la Universidad de Denver, donde obtuvo su licenciatura en 1949, y su maestría en 1950. Durante este periodo publicó su primera novela, Nothing But the Night (1948), y su primera colección de poemas, The Broken Landscape (1949). La segunda novela en publicarse fue Butcher's Crossing (1960). Su segundo libro de poemas, The Necessary Lie se publicó en 1965, año en el que se convirtió en editor de la revista literaria University of Denver Quarterly, hasta 1970. Ese mismo año apareció su tercera novela, Stoner (Tenerife, 2010). Su última obra publicada, Augustus, fue ganadora del National Book Award de ficción en 1973.
http://www.estandarte.com/noticias/libros/novela/stoner-de-john-williams_337.html
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