Mostrando entradas con la etiqueta la piel de la lefaa. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta la piel de la lefaa. Mostrar todas las entradas

jueves, 14 de abril de 2016

Reseña de La piel de la Lefaa, de Juan R. Tramunt en La República Cultural

Julio Castro – La República Cultural

Hay aspectos de la descripción de los personajes que hace Juan R. Tramunt en su novela que llaman la atención, por lo antagónico de sus intenciones. Por una parte deja entrever una forma contundente y casi exhaustiva de trabajarlos, porque casi a cada pasaje está inundando con sus características y sentimientos el texto, hasta tal punto que los ojos con los que vemos los paisajes y ciudades que se recorren, rara vez se alejan de los ojos de sus protagonistas. Sin embargo, el desarrollo de esta novela del género negro deja claro que, como digo, las intenciones van más allá, que esconde mucho, no sólo en lo que se refiere a la intriga, sino en cuanto a la personalidad de cada uno, que a veces queda en el aire.

Estamos ante una intriga que no es inocente, que aborda problemas de entornos geográficos distantes, pero comunes en una cuestión: los hilos del poder y del contrapoder. Un policía destinado en Canarias descubre casualmente un punto de conexión entre un informe genérico de Interpol, y la posibilidad de un atentado de gran relevancia en el entorno de África Occidental. Esa será su perdición y su destino en la novela. Por otra parte, una fotógrafa, pareja de un reportero de un diario nacional francés, decide trasladarse a Marruecos porque no aguanta más tiempo de separación

Los conflictos y el lugar

El autor decide incluir más que de soslayo la cuestión saharaui en el nudo argumental, donde se muestra el compromiso contra la opresión, y es cierto que, en determinados momentos, la narración puede inducir a dudar de la deriva del texto respecto al conflicto que encierra Marruecos contra el pueblo saharaui, pero en un momento dado queda clara la forma de exponerlo, sin neutralidades.

Las dos líneas argumentales se sustentan en los capítulos duales, que recogen momentos casi siempre paralelos y, en ocasiones, lugares comunes. El recorrido aparentemente más contemplativo, casi onírico podría decir, dirige un trayecto a través de la geografía aparentemente recreada en las imágenes de la fotógrafa, hasta la frontera sur del Atlas, donde cada cual tomará definitivamente el camino hacia su destino. Entre tanto hay realidades encontradas, que se irán despejando en el camino y, sobre todo, entre la mente de sus personajes y la del lector.

Dos venenos, el del argumento y el del viaje

Encontramos una dualidad generalizada, la que se refiere a los universos que trata es una de ellas, contrastando la vida europea con la punta del iceberg africano, que surge del continente a través del mundo árabe marroquí, el más “occidentalizado” que, aún debiendo ser muy próximo al nuestro, se traduce en un modo de vida diferente, desde el color, el olor y el sabor, hasta la luz y el paisaje.

Otra manera de encontrar la dualidad está en la de sus personajes, que afrontan universos tan opuestos como el de un hombre y una mujer, un policía y una fotógrafa, aunque, finalmente, ambos buscan un fin concreto: la estabilidad y la comodidad de una vida tangible en su entorno habitual.

Pero, como quiera que el título marca los hechos, la lefaa, además del apodo del buscado protagonista principal, es el de una mortal serpiente del desierto africano, un encuentro que, en aquellos parajes, significa el final seguro del viaje, como así será. Y digo que hay dos venenos, porque uno es el de la propia serpiente, y otro es el del estilo de este libro, que atrapa los ojos del lector hasta el final, para luego asesinarlo de forma traicionera: el veneno del libro se extenderá desde la trama hasta después de cerrar la contraportada.

Los argumentos que rodean la intriga

El contenido del libro aborda temas colaterales, pero de gran importancia, desde la ineptitud que parece generalizada en las fuerzas policiales, a la indiferencia del poder frente a la realidad social de los pueblos. Es importante, porque definen, como ya señalaba antes, el marco en el que se sustenta la parte principal y decisiva de la narración.

El desarrollo argumental contiene la intriga principal, que se dota de otras curiosidades adicionales que rodean la narración, despertando la curiosidad del lector hacia los personajes y su manera de ser: es fundamental dejarse llevar por cada un@ de ell@s, porque serán quienes nos arrastren a ese entorno colosal y también a los otros más diminutos. Ahí es posible ver rasgos poéticos en lo más ornamental que no se expresa literalmente en las descripciones, pero que queda sobrevolando algunos momentos.

Definitivamente, la aventura no sólo está en la historia principal, por más que suelte su veneno al final, sino en los recorridos que hacemos con el autor.

viernes, 4 de marzo de 2016

Reseña de LA PIEL DE LA LEFAA de Juan R. Tramunt en Libros Prohibidos

978-84-16320-73-8_72cf9444
0

Juan R. Tramunt: La piel de la Lefaa

Año: 2015
Editorial: Baile del Sol
Género: Novela Policíaca
Valoración: Está bien
Hay un refrán que me gusta mucho, en todos sitios cuecen habas. Esta novela es una prueba de que los territorios que puede explorar una historia policíaca son muchos y que por esa vía, estas obras que hoy viven su nueva edad de oro, aún tienen capacidad para sorprendernos. Porque La piel de la Lefaa no es ni más ni menos que una novela negra ambientada en un lugar muy soleado y pocas veces transitado por los cánones en los que suelen moverse este tipo de propuestas. No encontramos ambientes nórdicos opresivos ni detectives clásicos del género, tampoco el crimen que se destripa es habitual ya que se trata de un caso de terrorismo potencial. Todas estas facetas poco usuales hacen que se despierte nuestro apetito lector porque la curiosidad es un motivo muy poderoso para perseverar en nuestra lectura.
Se podría decir que la estructura de la novela es convergente. Los personajes y la trama van descendiendo por un embudo hasta que desembocan en una sorpresa final. Conocemos al inicio a Víctor Fargas, joven inspector destinado en las Islas Canarias, que se ve mezclado sin querer en un embrollo con la Interpol a causa de un informe residual que su superior le encomienda pero que se acaba convirtiendo en el desencadenante de la acción. Por otro lado, Claire Blanchard, una fotógrafa asentada en París, va al encuentro de su esposo, corresponsal en Marrakech. Al llegar cambiará los miedos y prejuicios que la acompañaban por una fascinación avasalladora. Marruecos la conquista, se convierte en su inspiración y, tras decidir quedarse después de que su marido es deportado a Francia, también en su mayor quebradero de cabeza. Ambos personajes van estrechando su relación a lo largo de la obra, vemos como la narración avanza saltando entre sus dos puntos de vista. Poco a poco la gente con la que se relacionan, los lugares que transitan y sus intereses acaban siendo los mismos y se encuentran, sin que puedan hacer nada más que seguir la corriente, en el ojo del huracán.
La primera parte de la obra es más pausada, el autor se toma su tiempo para presentar a los personajes y sus motivaciones. Se podría decir incluso que le falta un poco de pulso, pero este defecto queda compensado con la aceleración progresiva de la trama. Hacia la mitad de la historia comienzan a pasar muchas cosas, el hastío inicial de los dos protagonistas que se encuentran contra su voluntad en un país que no entienden se transforma en tensión y en incertidumbre, la sensación de que están predestinados a implicarse en la búsqueda de la Lefaa se convierte en su obsesión. Este viraje de intereses está muy bien plasmado por el autor que consigue avivar la intriga justo cuando empezábamos a convertirnos en lectores quejumbrosos y a no entender muy bien qué hacíamos perdiendo el tiempo varados en las calles de Marrakech.
Además de los principales encontramos al personaje de la Lefaa que no es más que un fantasma que va tomando cuerpo, que pasa de una hipótesis apuntada en el informe de Víctor Fargas a tener rostro, voz e intención; a ser algo muy real, más maligno y dañino de lo que parecía cuando aún era una mera conjetura. La persona que hay detrás del mito es uno de los grandes aciertos de la novela, un personaje con carisma y que ayuda a mantener la tensión narrativa ya que su identidad no queda al descubierto hasta bien avanzada la trama. Tramunt utiliza un juego literario basado en la semántica de este nombre que en nuestro idioma tiene connotaciones sexuales y un marcado componente vulgar. Así la mención de la Lefaa que nos hace sonreír como quinceañeros inmaduros pronto se transforma en una amenaza temible cuando se nos desvela lo que para un marroquí significa este término. Tendrán que leer el libro para saber más.
Esta tendencia a explicar conceptos de otras culturas para contrastarlos con referentes que nos puedan resultar más comunes se acaba convirtiendo sin embargo en un lastre. El autor abusa de este recurso pecando en ocasiones de paternalismo y no confiando en la curiosidad del lector. Además de una piedra en el zapato, esta manera de proceder es innecesaria porque la ambientación general de la obra es uno de sus valores, engancha y a medida que leemos queremos conocer más de un entorno, como dije al principio, poco visitado en este tipo de historias policíacas. Canarias, Marruecos, el Sahara Occidental y las relaciones que se establecen entre estos tres ámbitos geográficos son alicientes que encontramos para quedarnos al lado los personajes. A todos nos gusta conocer lugares nuevos, matices adicionales, rincones que nos disparen la imaginación; pues bien, esta novela los tiene y los explota y explora a la perfección.
También los temas tocados son poco frecuentes y salen bien parados al pasarlos por el tamiz de los clichés del género: terrorismo internacional y tensas relaciones diplomáticas, burocracia policial, laten y asoman detrás de la acción. También se detecta un tono crítico con la situación política de Marruecos, sobre todo con su manera de gobernar, con mano de hierro, la región del Sahara Occidental.
En definitiva La piel de la Lefaa es una novela de lectura ágil, con características propias del género negro que atraerán a los lectores habituales de este tipo de obras, pero también con una ambientación que invita a que cualquier lector en busca de lo desconocido pueda sentirse cómodo entre sus páginas. Aunque lo que de verdad nos enseña Juan R. Tramunt con su historia es a mirar por dónde pisamos, con quién andamos y a cuidarnos de las apariencias en entornos hostiles. La muerte y el terror pueden haber sido cualquiera al que hayas querido u odiado, que te haya ayudado o hecho la vida imposible; la muerte se disfraza de persona corriente para esperar el momento oportuno y ponerse manos a la obra.