domingo, 18 de noviembre de 2012

Olvidar el olvido, de Patricio Rascón



Alberto García-Teresa – laRepúblicaCultural.es

Comparte Patricio Rascón una poesía de corte narrativo, casi exenta de metáforas, que juega con los símbolos, hasta el punto de que, consciente de su registro, afirma que escribe “poemas sin poesía”. En cualquier caso, el autor ubica toda la tensión de los textos en sus cierres, que consisten a veces en giros sorpresivos.

Desde esa base, Olvidar el olvido se compone de versos de denuncia, muy críticos con la sociedad de consumo, y especialmente con la asimilación de su ideología por parte de los trabajadores; momentos en los que mantiene una gran beligerancia su discurso. Al respecto, proclama la traición de los grandes sindicatos a los obreros. También arremete contra la sumisión, y, de hecho, introduce un componente de autocrítica, y asume la responsabilidad que le corresponde en ese sentido: “Perecería fuera de mi jaula”. El poeta manifiesta las dudas y las contradicciones de trabajar como guardia de seguridad en un hotel de lujo y una estación de transportes. De hecho, el volumen se divide en tres partes: Hotel, Estación, y Otros lugares (además de un Apéndice). En esos espacios se ubican los poemas, que parten de la observación de elementos concretos y de personas en esos entornos. Cuenta conversaciones que oye, noticias que lee, sucesos que acontecen… Así, constituye una poesía atenta a lo que pasa alrededor aunque se enuncia desde el “yo”. Patricio Rascón extrae lecturas globales de la sociedad, y construye una radiografía sociológica del presente. Por tanto, se trata de versos que se escriben de y desde la explotación laboral.

Por otra parte, estas piezas se intercalan con otras, plasmadas en cursiva, que hablan desde el recuerdo de la infancia y de la adolescencia, más anclados en las relaciones personales y familiares, pero en lo que se extrae, igualmente, conclusiones generales sobre nuestro mundo y sus pobladores.

Con todo, los textos de Olvidar el olvido revelan una poesía desesperanzada, abatida por el sufrimiento y la desigualdad social, donde el autor bascula entre la rabia, la indignación, y el abatimiento: “No intento encontrarle / Sentido a la vida”.

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