miércoles, 10 de agosto de 2011

Contra el monstruo humano

Némesis
.
Autor: Alfred Nobel
Edita: Baile del Sol, Tenerife, 2008
.
El sueco Alfred Nobel es mundialmente famoso por los premios que dejó como legado. Aunque conocido por su faceta como ingeniero e inventor de la dinamita, también escribió poesía y, en 1896, una obra de teatro titulada Némesis. Se editó en París, aunque él no llegó a ver los ejemplares impresos. A su muerte, el pastor de la legación sueca en París, Nathan Söderblom, decidió junto con sus herederos destruir todos los ejemplares excepto tres para que la reputación de Nobel no quedara marcada. En la actualidad sólo se conoce un ejemplar, depositado en el Archivo Nacional de Suecia. Más de un siglo después de su muerte, en diciembre de 2005 el teatro Strindbergs Intima de Estocolmo estrenó la obra, texto que en su tiempo se censuró por sacrílega e irreverente, acusada de tratar asuntos tan escabrosos como el incesto y la venganza violenta. En realidad el asunto que trata es una revisión, una versión más (ya había varias, entre ellas la del poeta inglés que Nobel admiraba, Percy Bysshe Shelley) de la historia verídica de una muchacha italiana de veinte años llamada Beatrice Cenci. Al parecer esta joven mató a su padre por abusar de ella, lo que la llevó a ser condenada y ejecutada junto a sus cómplices en 1598.
Esta joyilla acaba de ser traducida por primera vez al castellano y publicada por la editorial independiente Baile del Sol. Al respecto de la dureza del texto, el lector no debe recelar. Existen hoy día novelas y películas que han tratado el tema de la violencia sádica con absoluto realismo (incluso en primera persona, como en American Psycho, lo cual resulta estremecedor). No soy admirador de este género, ni siquiera de las películas sobre la mafia, pero entiendo que no era justo que las páginas de Némesis estuvieran en la sombra, en la oscuridad de aquel pozo del cuento de Poe. Trataré de explicar por qué.
Hay algo muy interesante en la obra: el punto de vista religioso y moral. Brilla una gran modernidad en el tratamiento desmitificador y trasgresor de ambos conceptos. En el texto se entabla un duelo que, en realidad, no radica en el clásico litigio entre el Bien y el Mal. No es así porque queda latente que el Bien, representado por una Iglesia corrupta, enfermiza y poderosa, no existe como tal. El duelo, la tensión dramática, el hilo conductor de la tragedia radica en que el conflicto late entre el Mal y la Necesidad de sobrevivir. Sobrevivir incluso asumiendo el odio y la idea de la venganza, porque asumir la resignación es antinatural. Antinatura parece la pretensión del conde Cenci, que lleva su perversidad y su lujuria hasta el límite: la tortura y el incesto. El lector-espectador no llega a saber si el conde es el padre biológico de su hija o no. Cenci niega su paternidad varias veces, alegando que ella es hija bastarda, aunque Beatrice duda de sus palabras. Aun suponiendo que esa afirmación sea cierta, la dureza de este hombre, capaz de torturar a sus otros hijos hasta límites insospechados, es atroz y desalmada. Por ello, la idea de la venganza late con tal fuerza en la mente de la protagonista que ella misma justifica las visiones de la Virgen y del diablo. Según ella ambos le asesoran y le dictan la orden de consumar esa venganza aderezada con la tortura. Le instan a poner en práctica la ley del talión.
Las partes más interesantes de Némesis son acaso las que reflexionan acerca de la doble moral de la Iglesia, esa falsa religión (en diferentes épocas totalitaria o cómplice de algún totalitarismo) que auspicia un desamparo total de quienes sufren la verdadera injusticia aplicada por la tenaza del poder. Asegura el propio torturador, hablando de la hipocresía eclesiástica: Martirizan y matan por un credo del cual ellos no conservan ni la más mínima huella.
Páginas más adelante dice el prometido y cómplice de Beatrice: Cristo predicó el respeto y la hermandad entre los hombres. Sus representantes y su falso séquito utilizan torturas y humillaciones que sólo unos salvajes inhumanos podrían inventar. Y más adelante añade: ¿Qué puede ser más peligroso que el grupo de corruptos y locos que dirigen el mundo y su orientación espiritual? Los excesos del pueblo llano, por muy graves que parezcan, serán un juego infantil comparados con la abominación organizada, bajo la cual el pueblo se lamenta, sufre y es moralmente contaminado.
Esta lectura en clave ética y humana encierra gran interés. Por un lado, porque la historia se desarrolla en tiempos de la Inquisición, época oscura para la libertad humana. Segundo, porque el equilibrio entre el Bien y el Mal, como conceptos sólidos, es puesta en tela de juicio por una muchacha que siente el ansia y el deseo del odio. Necesita odiar para sentirse viva. Necesita creer en una fórmula de respuesta (violenta, incluso) para poder darle algún sentido a todo lo que ha padecido junto con sus hermanos.
Precisamente ahora que ha salido a la luz el asunto del pervertido monstruo de Austria que encerró y violó a su hija durante más de veinte años, estamos ante un texto que ilustra precisamente lo que podría pensar y sentir una muchacha acosada por ese horror: quizás un odio más allá de lo terrenal, un odio casi religioso. Creo que ésa es la clave del libro.
Nobel logra que, en un caso tan extremo, la venganza sea una comunión, un modo de penetrar de nuevo en el sentido de la vida, un anhelo de existir que, en los periodos álgidos de sufrimiento, parecía perdido. Tras muchos rezos y plegarias infructuosas, cuando nada tenía sentido ya salvo acaso desear la muerte como única evasión posible, Beatrice finalmente se revela. Su deseo de vivir late merced a ese deseo de destruir la fuente de tanto dolor, de extinguir la personificación del Mal.

(artículo publicado también en la revista on-line Luke) 


F.Palazuelos

No hay comentarios:

Publicar un comentario