domingo, 12 de junio de 2011

Ivana Bodrožić, la guerra en la retina

Foto: Inma Luna

Ivana Bodrožić era una niña. La he conocido ahora y tiene los ojos acuosos, como dos pantallas en las que se pudiesen contemplar algunos fotogramas de su infancia. Infancia igual a guerra. Infancia igual a siete años de exilio en un hotel croata. Infancia igual a padre, a ausencia de padre, igual a padre encontrado en una fosa común, al final.
Acaba de publicar en España el poemario Primer paso a la oscuridad, premios Goranov vijenac y Kvirin de poesía joven en Croacia. Los poemas de este libro suenan igual que una uña que araña un encerado. Ella dice que no ha dejado que la madurez arrasase con la voz de la niña, que ha dejado que la niña hable. Se nota, los niños saben dónde se han herido exactamente al caer por el terraplén.
Su primera novela, Hotel Zagorje, también es relatada por la Ivana pequeña, la que juega a vivir sin ser consciente de que todo se derrumba alrededor. La infancia debería ponernos a salvo de todos los males.


10:18h. del Sábado, 16 de abril
Inma Luna – laRepúblicaCultural.es
Ivana Bodrožić era una niña. La he conocido ahora y tiene los ojos acuosos, como dos pantallas en las que se pudiesen contemplar algunos fotogramas de su infancia. Infancia igual a guerra. Infancia igual a siete años de exilio en un hotel croata. Infancia igual a padre, a ausencia de padre, igual a padre encontrado en una fosa común, al final.
Acaba de publicar en España el poemario Primer paso a la oscuridad, premios Goranov vijenac y Kvirin de poesía joven en Croacia. Los poemas de este libro suenan igual que una uña que araña un encerado. Ella dice que no ha dejado que la madurez arrasase con la voz de la niña, que ha dejado que la niña hable. Se nota, los niños saben dónde se han herido exactamente al caer por el terraplén.
Su primera novela, Hotel Zagorje, también es relatada por la Ivana pequeña, la que juega a vivir sin ser consciente de que todo se derrumba alrededor. La infancia debería ponernos a salvo de todos los males.
Ivana sonríe con resaca, agradece al papel su receptividad y deja testimonio, en letra y verbo, del daño sutil, el desamparo que provoca una guerra en toda una generación.
Las preguntas que le hago a Ivana, las responden los poemas de Primer paso a la oscuridad.
¿Dónde vive Ivana, en la poesía, en la narrativa, en el recuerdo?
Yo vivo en un hotel/ y todos los días cuando voy a la escuela/ dejo la llave en recepción/ en la pequeña casilla 325/ un poco más pequeña que la habitación en la que/ vivimos/ mi madre, mi hermano y yo/ y el televisor que un día/ tal vez nos diga/ dónde está mi padre.
¿Alguien o algo puede salvarnos del sufrimiento?
A mi madre nadie/ nadie/ la salvará/ ella pasará años en el pequeño baño/ de la habitación 325/ escribiendo cartas a mi padre/ que está DESAPARECIDO./ Ése es el término oficial.
¿Por qué la poesía?
Yo estaba sentada a su lado y leía el poema/ de Charles Bukowsky/ sobre su primera visita a un burdel/ se mencionaba principalmente a las putas/ y a algunos amigos suyos./ En aquella época empecé a publicar poesía/ y quería escribir algo sobre la vida.
¿De qué modo el amor convive con la muerte?
Digo: esta noche me siento tan lejos de ti./ Dices: pues quédate donde estás./ La mayoría de la gente murió en la frontera./ Tardaron veinte horas en llevar a una chica/ al hospital./ Gracias a su edad se encuentra en estado/ estable./ Por desgracia, sobrevivirá, pero seguramente/ paralizada./ Digo: por eso me siento tan lejos de ti,/ consciente de que a una velocidad increíble/ y por los grandes malentendidos del destino/ me acerco/ a aquella vida, a mi vida, a la vida/ de la que jamás se podrá rodar una película/ de amor./
¿Qué te queda después de la guerra?
Nos dividimos/ en los que cuentan agujeros en sí mismos/ y en los que cuentan agujeros de los demás/ yo me escondo de unos y de otros./ Te dejo sólo una tarjeta de visita en el regazo/ como la rabia de un perro pequeño, impotente.
¿Cómo te ves ahora?
Me entra el pánico,/ a veces,/ cuando me desvisto por la noche,/ y descubro mis rodillas desnudas,/ podrían ser de cualquiera./ Me gustaría que entre ellas/ hubiera un violonchelo,/ sería una chica de cara formal,/ de nariz pequeña y aristocrática,/ y que mis preocupaciones no fuesen de este planeta,/ así son mis rodillas.
¿Sobre qué seguirás escribiendo?
Me queda sólo escribir algo/ sobre el Danubio en verano y el tiempo/ en que pensaba que todo era posible./ Porque tenía siete años,/ y un cubo azul con un pez/ que llené con el río y arrastré hasta casa,/ para ponerlo debajo del grifo,/ lavarlo y después bebérmelo./ Esas son las cosas que merece la pena recordar.
Mi dedo en su llaga
Este poema resume el espíritu del libro, el espíritu de Ivana Bodrožić.

    El Hotel Dunav

    Estos brazos tan delgados los tengo como él
    a veces también me gusta emborracharme bien
    como corresponde a la hija del jefe de sala del hotel
    pequeña payasa, lo veía en el acto
    escondida detrás de las máquinas de póquer, bien
    sobornada
    con el chocolate de duty free que a
    Vukovar
    llegó demasiado tarde
    como la Cruz Roja Internacional
    como la humanidad
    como, en general, todo lo bueno llega con retraso
    eterno
    a esta parte del mundo
    estos brazos tan delgados los tengo como él
    no me da pena por mí
    sino por, cómo podía defenderse con ellos cuando le
    pegaban.
[|Primer paso a la oscuridad,
Ivana Bodrožić (Baile del Sol, 2011)|]


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