martes, 12 de octubre de 2010

Los que están llegando: CASA DEL PARTIDO de Georgi Ténev


DE-5. Narrativa. 2010. 148 páginas. ISBN: 978-84-15019-26-8. 12 €.
Traducción de: Francisco Javier Juez Gálvez


Casa del Partido (Партиен дом, 2006): 
novela generacional búlgara
por Francisco Javier Juez Gálvez


El socialismo:
la sumisión y los privilegios,
el erotismo de la violencia,
el poder de la partitocracia...
el socialismo no ha terminado.
Lo seguimos viviendo.
Marín Bodákov



La literatura búlgara a partir de 1989 ha sufrido, o gozado, lo que siguiendo las palabras del renombrado crítico literario e historiador de la literatura búlgara Svetlozar Ígov podemos llamar «apertura final».
No deja de ser un tópico que entonces empieza el llamado «postmodernismo búlgaro». En realidad esto es mucho más válido para la poesía que para la prosa, pero es bien cierto que en ciertos momentos transitorios, sobre todo en los inicios de la época llamada «de los cambios», a partir del 10 de Noviembre de 1989, la poesía era el género literario predominante.

Sin embargo, la narrativa, ya en forma de cuento, relato, novela breve, o de novela propiamente dicha, no dejó mucho tiempo de estar notablemente presente en el panorama literario búlgaro. A veces son los mismos escritores los que cultivan tanto el género «breve» como el «extenso» e incluso la poesía, y alguno de ellos ha logrado el éxito y popularidad literarios en Bulgaria, pero también fuera de ella, ya en Europa Occidental u Oriental, y con frecuencia en ambas, a través de la traducción, ya a mediados de los años ‘90 del siglo pasado.

Además de la repercusión editorial y lectoral, un nuevo factor ha venido a sumarse al estímulo de la narrativa búlgara más reciente: los premios literarios. Casas editoriales, instituciones y mecenas varios han decidido animar el mundo literario búlgaro otorgando diversos galardones:
En 1999 el Ministerio de Cultura de la República de Bulgaria fundó los premios nacionales «Hristo G. Dánov» en varias categorías, entre las cuales, «Literatura artística búlgara». Probablemente son los premios más prestigiosos de Bulgaria, pero no los únicos.
En 2002, a los diez años de su fundación, la cadena búlgara de librerías Helicón (Хеликон), inauguró el «premio Helicón a la nueva prosa artística búlgara» (se han premiado hasta ahora novela, cuentos, ensayo, memorias...). Se hacen tres candidaturas para cada estación del año, con doce títulos en total.
Con el objetivo de «apoyar, desarrollar y promover» la novela búlgara se fundó en 2004 la Fundación Vick, o Vick Foundation, cuyos premios a la novela del año (con seis finalistas, y alguna vez premios ex aequo) y la novela más popular del año comportan una suma en metálico y la traducción del libro al inglés. Es decir, una recompensa económica y la oportunidad de penetrar en los mercados literarios extranjeros.

La novela de Georgi Ténev Casa del Partido (Партиен дом), publicada en Sofía por Altera en 2006, obtuvo el premio a la novela búlgara del año en la cuarta edición del concurso literario de la Fundación Vick en 2007.
Sin duda, en esa edición de los premios Vick, la bri-llante y provocadora novela de Georgi Ténev (Sofía, 1969) fue la más ambiciosa, la más elaborada, la más estética, y probablemente la más atípica de las candidatas.

La estructura de Casa del Partido es muy vanguardista, lo que se refleja en sus recursos narrativos particularmente sofisticados. La polifonía discursiva se combina con la fragmentariedad estructural, que alterna el dialogismo, particularmente vivo y tenso entre los protagonistas —no olvidemos que G. Ténev destacó inicialmente como dramaturgo—, pero también con el público lector: a veces son reconocibles las técnicas del radiodrama, el monólogo interior de distintos yoes narradores.
Comparecen en la composición de la novela la epistolografía, la memorialística autobiográfica —de distintos personajes—, así como también cuestionarios, vocabularios, pasajes de evocación de vivencias colectivas prácticamente documentales, periodísticos, de divulgación científico-técnica...
La faceta poética de Ténev se refleja en presencia en la novela de la poesía —también la musicada—, habitualmente en uso intertextual-paródico... 
G. Ténev, en su novela Casa del Partido, partiendo de un encuentro amoroso, de una historia de amor íntima —de ahí el erotismo y la pasión—, desarrolla temas sobre los que «los demás escritores preferimos callar» y cuyos «prohibidos pestillos... Ténev ha logrado hacer pedazos» (M. Bodákov): el pasado socialista de la «República Popular de Bulgaria», y la «época de los cambios» o imperfecta transición.
Aunque se reflejan de manera señalada otros períodos, incluido el fin del siglo XX, el núcleo de la novela gravita fundamentalmente en torno a la década de los años ’80 del siglo pasado, el socialismo desarrollado o socialismo tardío (развитият социализъм, «късният соц»), «que parecíamos haber olvidado, con el que creíamos haber cortado hace tiempo, que a veces nos sorprende, clamando desde los sótanos de nuestra alma. Ese socialismo, el de dentro,» (Yávor Gárdev) marcó la generación de los nacidos en los años ’60 de una manera especial, pues «no siendo maduros entonces, no éramos formalmente «responsables» de lo que sucedía. Sólo percibíamos con nuestra intuición que había falsedad y error. También con nuestra intuición sabíamos qué era verdad entonces. Y somos libres para hablar de eso [...] sin los complejos y autoacusaciones de nuestros padres» (G. Ténev).
La novela «sigue una técnica al estilo de Kafka, que se vale del absurdo, la acumulación de detalles que descubren un mundo privado de esencia» (Amelia Lícheva), y de hecho son recurrentes en ella como Leitmotiv expresiones como «sinrazón», «sinsentido», «desatinos», «disparatado», «no tiene sentido» aplicados al llamado socialismo y sus totalitarias circunstancias.

La citada historia de amor reúne en sí misma un elemento crucial de la novela: el choque entre los privilegiados hijos de los funcionarios del Partido y los jóvenes «normales y corrientes», con el fondo de instituciones que alimentan el absurdo vital: los campamentos de pioneros, el Komsomol (en Bulgaria llamado DKMS), las brigadas de trabajo «voluntario», el servicio militar y el ejército... todo ello en franca decadencia en la crucial década de los ’80.
La novela Casa del Partido, ya desde su propio título, presenta, a menudo con negra ironía, buena parte de los símbolos y mitos del socialismo y del post-socialismo, como las relaciones con la Unión Soviética, el Gran Hermano al que la República Popular de Bulgaria estuvo a punto de anexionarse administrativamente, si no lo estaba ya de facto como «república tomatera». Siendo la formulación oficial la de «amistad búlgaro-soviética», imperan la sumisión y el seguidismo, disfrazados de manera más o menos lograda de admiración ante los éxitos de la tecnología soviética, ya nuclear, ya espacial, en permanente carrera emulatoria con el hostil Occidente: Gagarin, el Cosmódromo de Baikonur, el proyecto único —en muchos sentidos— «Burán-Energía»...
Un ajuste de cuentas con el propio pasado, con el totalitario régimen anterior, con la «casta» del funcionariado del Partido, se encarna en la figura estereotípica de la nomenklatura comunista, en el semiproducto —Ténev dixit— inventado del Número Uno, el omnipresente compañero K...shev (la inquietante abreviatura de un nombre ficticio que provoca el imposible, infructuoso intento de identificación con algún personaje real por parte de los lectores), y su difusa familia, síntesis del aparátchik a la soviética y de distintos gerifaltes históricos (Georgi Dimitrov (1882-1949), Tódor Zhívkov (1911-1998) alias Tato, alias bay Tosho, et al.), antiguo guerrillero de pasado revolucionario no tan íntegro y virtuoso a pesar del mito, de presente pleno de privilegios —residenciales, sanitarios, económicos— extendidos a sus allegados, de futuro de desfalcador corrupto, megalómano y narcisista (su estatua, su mausoleo...).
«La época de los cambios» se retrata de manera especialmente despiadada: las tribulaciones ínsitas a la juventud se ven agravadas por el inquietante estado de cosas, las restricciones físicas (agua caliente, electricidad), la miseria moral (el gamberrismo, las condiciones de vida en los barrios-dormitorio de paneles de hormigón armado) y la dejadez de las autoridades de la ciudad hostil (las repugnantes imágenes del «Canal» de Sofia), el ascenso imparable de la mafia emergente, que ocupa socialmente el vacío de poder dejado por la nomenklatura totalitaria (reflejado simbólicamente en los cochazos negros, conocidos en búlgaro como limusinas, con sus matrículas especiales, de encargo), mezclado con las pulsiones sexuales, el derrumbe del sistema y sus símbolos (el Komsomol, «y después, ¿qué?»), las manifestaciones y los mítines.
El conflicto Este-Oeste se manifiesta en la novela tácita —durante el régimen— y explícitamente —después de su caída— con la supremacía occidental en una peculiar forma de paradójico confort a la sajona, encarnado en el renombrado barrio chino de Hamburgo, y otros variopintos parajes de su particular paisaje urbano.
Dos metáforas extensas revisten la novela entera, materializadas en dos instantes de mediados y finales de los años ‘80, en el Gran País Soviético y en la pequeña república balcánica: la silenciada catástrofe nuclear de Chernóbyl de 1986 y el misterioso y sospechoso incendio de la Casa del Partido de Sofía de 1989. En ambos casos, un denominador común: la ocultación de la verdad.

Georgi Ténev escenifica su novela no sólo en imágenes, sino también en sonidos: en ella se despliega una serie de sensaciones sonoras expresadas a través de la palabra, la descripción, la onomatopeya, pero también a través del recurso cinematográfico de la banda sonora. La sonidos de la época de «los cambios» los representan las canciones, y las alusiones a las «canciones de la democracia», sobre todo el rock de Los Grillos, el grupo musical de la modernidad búlgara desde mediados de los años ‘60, a veces en clave paródica. Los momentos de imitación, formal, pero poco más —no hubo ni cambio de «personal»—, de la perestroika de Mihaíl Gorbachov, bautizada en Bulgaria como preustroystvo, resuenan en los versos del romántico dance de los Hermanos Argírov. Y la autopropaganda de las rocambolescas hazañas de los guerrilleros, dignas —nunca mejor dicho— de un telefilm en los sones, podríamos decir «en blanco y negro», de la popularísima serie televisiva «A cada kilómetro».

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