martes, 4 de septiembre de 2012

Stoner



Por fin dejamos atrás este apestoso mes de agosto y parece que también esas terribles temperaturas que hacen de este secarral llamado Valencia un espacio poco apto para la vida humana. Aunque septiembre no solo trae buenas noticias. Hoy sábado, es el día elegido por el Gobierno para poner en práctica su última ocurrencia: subir el IVA de la luz, el gas, el teléfono, la gasolina, los libros electrónicos, las entradas a conciertos o al cine, la ropa... Supongo que con ello el listo de la barba y sus secuaces complacen a Frau Merkel y al puto Bundesbank. En fin, para que seguir. No quiero ponerme de mala leche tan pronto, así que mejor pasar a cosas más agradables. Porque la intención de esta entrada no era retratar a la cuadrilla de mónguers que nos desgobiernan (eso ya lo hacen ellos solitos), sino recomendaros un magnífico libro que se titula “Stoner” (nada que ver con Kyussy el resto de bandas de rock que participan de tan gloriosa corriente musical).
William Stoner entró como estudiante en la Universidad de Missouri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años más tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título de Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases.
Este Stoner es el personaje de vida trivial y escasas ambiciones que protagoniza la novela que me acabo de terminar. Escrita en 1965 por un profesor tejano de nombre John Williams, está tan bien contada, que se hace difícil entender por qué es tan poco conocida hoy día. Porque es una novela preciosa, emotiva pero sin caer en la cursilería y sencilla, muy sencilla, lo cual aún la hace mejor. Y es que, según yo lo veo, es todo un logro conseguir que una obra como esta, que lo único que nos cuenta es la escasa resonancia de una vida pequeña y corriente, nos interese. La historia de un tipo gris cuyas aspiraciones se colman impartiendo clases de inglés en una universidad de medio pelo, renunciando a cualquier tipo de promoción (y también a otro tipo cuestiones extra-profesionales). Ahí está la gracia, el que John Williams haya conseguido que comprendamos, que (por momentos) nos sintamos identificados con un hombre que pasa de puntillas por la vida y que, en lugar de enfrentarse a los problemas, agacha la cabeza y rehuye la lucha (atado a una mujer que no le quiere, alejado de una hija a la que no puede querer, con una amiga/amante a la que no le dejan querer, con unos compañeros de trabajo que… bueno, ya veréis).  

Existe un pasaje al comienzo del libro, cuando Stoner está asistiendo a clase de literatura inglesa con el profesor Sloane, que define lo que será su vida. Su mentor recita un soneto clásico y es entonces cuando dirigiéndose a nuestro protagonista este le increpa tal que así: “El señor Shakespeare le habla a través de trescientos años señor Stoner, ¿le escucha?”.
William Stoner se dio cuenta de que por unos instantes había estado conteniendo el aliento. Lo expulsó suavemente, siendo entonces consciente de la ropa moviéndosele sobre el cuerpo mientras el aliento le salía de los pulmones. Desvió la vista de Sloane hacia otro punto de la sala. La luz penetraba por las ventanas y se posaba sobre los rostros de sus compañeros de manera que la iluminación parecía venir de dentro de ellos mismos para salir hacia la oscuridad; un alumno pestañeó y una sombra delgada cayó sobre una mejilla cuya parte inferior había recogido la luz del sol. Stoner advirtió que sus dedos se estaban soltando de su firme agarre al escritorio. Volteó las manos frente a sus ojos, maravillándose de lo morenas que estaban, de la intrincada manera en que las uñas se adaptaban al romo final de los dedos. Pensó que podía sentir la sangre fluir invisible a través de sus diminutas venas y arterias, pulsando delicada y precariamente desde las yemas de los dedos a través de su cuerpo.
Así será como quedará atrapado por las garras de la literatura para el resto de su vida, y comprenderá que, al margen de eso, todo aquello que le ocurra será secundario. Stoner sabrá desde ese preciso momento que si algo tiene que ocurrir, va a ocurrir, y por ello es inútil dedicarle más tiempo del necesario a asuntos triviales como la vida. Esta idea, que puede parecer una chorrada pero que define claramente al personaje, se ejemplifica muy bien en diferentes pasajes del libro, como en este ya hacia el final del libro, en el cual conversa con su médico:
“Sí”, dijo Stoner. “¿Cuándo quiere operar?” 
“Tan pronto como sea posible”, dijo Jamison aliviado. “En los próximos dos o tres días”. 
“Eso es pronto”, dijo Stoner casi ausente. Después miró fijamente a Jamison. “Déjeme preguntarle algo, doctor. Debo decirle que quiero que me responda sinceramente”. Jamison asintió.
“Si solo es un tumor, benigno, como dice ¿daría igual retrasarlo un par de semanas?” 
“Bien”, dijo Jamison con renuencia, está el dolor, y… sí, daría igual, supongo”. 
“Vale”, dijo Stoner. “Y si es tan malo como piensa... ¿daría igual retrasarlo en ese caso un par de semanas?" 
"Después de un rato largo Jamison dijo, casi con amargura: “Sí, supongo que sí”.
Pues eso es “Stoner”, un gran libro. 
Otro más. 
Anda que si no fuera por ellos…

domingo, 2 de septiembre de 2012

miércoles, 29 de agosto de 2012

John Williams, Stoner

John Williams, Stoner. Traducción de Antonio Díaz Fernández.
Ediciones Baile del Sol. Tenerife, 2012.


¿Qué hace que nos guste un libro? ¿Qué nos engancha a leer con deleite durante horas? ¿Qué convierte a un texto narrativo en excelente a ojos del lector?

 Después de leer esta novela del escritor estadounidense John Williams (1922-1994), me sigo haciendo las mismas preguntas. Creo sin ninguna duda que esta es una buena novela, su lectura resulta conmovedora, reconfortante para el lector que busca en un libro la plasmación de una vida, una existencia que como tantas otras discurre por los meandros de la grandeza y la miseria, y todo ello contado de manera tal que avanzas por las páginas como dejándote llevar, de la manera más natural, sin extraños recovecos y artificios, y así, casi sin darte cuenta, llegas a la última página y la novela se termina, pero te deja un regusto, un sabor que sigues paladeando durante un tiempo, como si una especie de eco permaneciera después de cerrar el libro y dejarlo sobre la mesa, al igual que sucede cuando los niños abandonan el parque a última hora de la tarde y sobre los columpios y los paseos queda una especie de pálpito, el eco de un murmullo que parece que se resistiera a abandonar el lugar.

¿Qué tiene este libro?, te dices. Y concluyes que no hay nada en él que llame poderosamente la atención. En lo formal, es una narración estrictamente lineal, con un narrador omnisciente en tercera persona, y resulta que en lo que se refiere a lo temático, la cosa es bien simple: la vida de un tal William Stoner, desde el día de su nacimiento hasta el día de su muerte.

William Stoner nació en 1891, sus padres eran unos pobres granjeros de Missouri. Vive en la granja ayudando en las tareas del campo hasta que después de acabar la secundaria su padre decide que vaya a estudiar a la Facultad de Agricultura de la Universidad de Columbia, Missouri. Una de las asignaturas que todos los estudiantes de la universidad debían cursar era Literatura Inglesa. La asignatura la impartía el profesor Archer Sloane con aparente desdén y apatía, e impactó al joven Stoner de tal manera que toma la decisión de abandonar sus estudios de Agricultura y empieza a estudiar Letras. A la mitad del cuarto año de sus estudios, en una entrevista en el despacho de Sloane este le dice que vislumbra que su destino es ser profesor. Ante la perplejidad de Stoner, que pregunta ingenuamente cómo los sabe, cómo puede estar seguro, Sloane le dice: «Es amor, señor Stoner. Usted está enamorado. Así de sencillo».

En 1914 Stoner se licencia en Artes por la Universidad de Missouri. Nunca más volvería a la granja salvo por breves periodos en vacaciones.

El profesor Sloane consigue que Stoner imparta dos clases de inglés inicial para alumnos nuevos mientras empieza a preparar su doctorado.

A partir de este momento (página 29 de la novela, capítulo 2) la vida gris del profesor Stoner, enmarcada por las dos grandes guerras, en ninguna de las cuales participó pero que lo marcaron profundamente, discurre ante los ojos del lector como un río poderoso. A medida que vamos leyendo, vemos cómo encontró el amor y cómo fracasó en él, cómo algún compañero de la universidad le hace la vida imposible en un intento cruel de destruirlo, cómo se dedica a sus estudios, sus clases y sus alumnos sabiendo que nunca ascenderá en el escalafón universitario aun siendo un intelectual brillante y sensible.

Y el lector atento pronto percibe que este hombre gris no es una persona mediocre, ni mucho menos, sino un hombre virtuoso, un hombre con una integridad que le viene de lejos, de sus orígenes campesinos, con esa dignidad que lo hace diferente a los demás, sobre todo a quienes de ella carecen, como sucede con el profesor Lomax, un auténtico cabronazo de pura cepa.

Hay momentos en que el lector se subleva ante este carácter, y le gustaría enfrentarse al personaje, agarrarlo por los hombros y decirle: ¡Ya está bien, Stoner! ¡Rebélate y mándalos a todos a la mierda!... Pero la grandeza del personaje radica precisamente ahí, en su resignación y en su humildad, en su actitud ante los zarandeos de la vida.

Stoner es el relato de la vida anodina y vulgar de un hombre a quien no le sucede nada extraordinario, pero hay algo más que el lector poco a poco va descubriendo, y ahí radica una de las claves de esta novela, asistir a la construcción de un carácter, de una personalidad que hoy en día nos parecería casi imposible. Por otra parte, otra de las claves del texto es el talento del autor a la hora de narrar los acontecimientos desde la perspectiva y la mirada del protagonista de una manera extrañamente sencilla y natural. Los sutiles matices de los distintos personajes se van desgranando poco a poco casi imperceptiblemente, como esa fina lluvia que acaba por empapar la hierba sin que te des cuenta.

El buen lector sabrá disfrutar de esta novela, merece realmente la pena ser leída. Y me pregunto (una pregunta más) cómo un texto de esta dimensión no ha tenido más presencia entre nosotros. En fin, gracias a la editorial canaria Baile del Sol.

lunes, 27 de agosto de 2012

STONER



En la contraportada de Stoner, libro del escritor norteamericano John Williams, del que me hablo hace unos días Niko Ariel Crispino, y que acabo de leer, aparecen una serie de comentarios admirativos realizados por personalidades importantes dentro del campo de la cultura.
Repasándolos, me doy cuenta de que tengo poco que añadir a ellos. Quizá unirme a la sorpresa de Enrique Vila-Matas, cuando afirma no entender por qué una obra de esta categoría, publicada en 1965, no ha tenido mayor trascendencia.
Aunque tal vez sea dicha categoría la que no hace de Stoner una obra apta para el “gran público”. No porque su lectura resulte complicada ni porque utilice un lenguaje que no pueda entender el lector medio. Todo lo contrario, se trata de un relato sencillo en apariencia con muchos diálogos e intriga, en el que John Williams nos cuenta la vida de un profesor universitario, hijo único de unos humildes agricultores de Missouri, desde que nace en la deprimida granja paterna, es enviado por sus padres a la universidad para estudiar agricultura; allí descubre por medio de un profesor y en una especie de deslumbramiento, el mundo de la literatura, convirtiéndose en profesor de esta materia y ejerciendo su profesión, al igual que el resto de los quehaceres y afectos que surgen en su vida, con total integridad, hasta que muere en las últimas páginas de la novela.
Volviendo al estudio comparativo que realicé en la anterior entrada, Juan Marsé crea un personaje con una clara intencionalidad y lo convierte en protagonista del libro El amante BilingüeCharles Dickens actúa de igual modo, la Esther de Casa Desolada reúne todas las virtudes que el autor considera debería tener una mujer en la sociedad victoriana de la que forma parte; por lo tanto, tampoco se percibe como real.
El profesor Stoner creado por John Williams, sus padres, su mujer, su hija, sus compañeros, etc. son seres reales, con sus dudas, contradicciones, sueños frustrados, mezquindades, grandezas…
El autor no hace pedagogía, a pesar de haber sido profesor, también lo sea el protagonista principal del relato, y éste se desarrolle, sobre todo, en la universidad de Missouri. No pretende aleccionar a nadie ni exorcizar los propios demonios. Se limita a desplegar ante nosotros la vida de unos seres humanos con tal maestría, que terminas compartiendo cada segundo de esas existencias y te implicas en ellas y sufres y te enfadas. Y al final piensas que el desenlace que el autor elige en la conclusión de su libro no podía ser otro y es lo más hermoso que has leído en mucho tiempo.
Sí, puede que sea la sencillez, la autenticidad y la maestría con la que John Williams construye la historia de Stoner lo que ha impedido su mayor difusión. Libros de esta clase remueven por dentro, consiguen que te impliques y te cuestiones. No puedes evadirte leyéndolos. 
Aún así, agradezco a Niko la posibilidad de conmoverme que me ha ofrecido con su lectura. Quizá hoy me sienta un poco triste; pero también, y se lo debo a él, un poco más consciente y más sabia.

http://lecturasadosvoces.opticks.es/2012/08/stoner.html

viernes, 24 de agosto de 2012

20 AÑOS DÁNDOTE LA PALABRA / EL BAILE DE LA LUZ/LA BÚSQUEDA, Carlos García (1992)

     
PortadaEsta noche
intento rescatar el mejor skech
que he grabado en mi cerebro,
para embobinarlo en mi sueño
y dejar de lanzar mis ojos
por la ventana.
Esta noche,
creada par la luz,
con su perturbancia de líquidos,
intentaré
rescatar mi vida
en la bombilla de un sueño,
para despertar con la fuerza
de mil hombres,
forjados en el umbral
de lo onírico.

jueves, 23 de agosto de 2012

20 AÑOS DÁNDOTE LA PALABRA/ CANTOS DEL SAHEL, Varios autores [niños de instituto de Níger] (1992)


PortadaMadre África

He aquí que brilla el sol sobre aceite
de nuestras almas adormecidas
He allí que vienen los orfeos los ojos
lucientes de júbilo para cantar tu lindeza
Porque tu belleza despierta al amor y la poesía.

Lleva madre África tu traje real
Derrama tu perfume de ámbar
Ponte sobre esta columna totémica
Mi corazón se ha encaramado sobre
el árbol de ceremonias para presentarte su jugo
Se ha encaramado sobre el árbol para filtrarte
su humilde panegírico...

miércoles, 22 de agosto de 2012

20 AÑOS DÁNDOTE LA PALABRA/ EL GRILLO ROJO, Juana Santana (1992)

PortadaHubo un tiempo remoto y vertiginoso en el que existían fabulosos personajes de leyenda. Sápera lo sabía, por eso giró el pomo de la puerta lentamente, saboreando, viviendo el instante en que se encontraba con el fantástico mundo de la fantasía. Allí estaba la muñeca de todas las películas de miedo, sus ojos tétricos amenazaban movimientos inusitados y su cara pálida, inmóvil, dio un respingo bajo su chaqueta, y se aferró al recuerdo de Magda. Ella sabría calentarle el agua para el té en su justo punto. No creas que era un sujeto extraño, no, nada de eso, sólo que Magda era la madre que todo adulto necesita para sobrevivir. Al adulto un día le asusta la idea de la libertad. Sápera, sin ir más lejos, descubre asustado que es libre, lo que significa, que nadie en el mundo puede darle un centavo sin hacerlo sentir un pequeño y mezquino buscavidas. Qué terrible perspectiva la del adulto que, únicamente con sus manos y su cerebro se tiene que labrar un porvenir. Créame, es más grande que la plaza Roja de Moscú, muchísimo más grande, esa gran llanura solitaria donde Sápera patea una y otra vez, arriba y abajo, de un lado a otro...