martes, 15 de diciembre de 2020

Reseña de EL AGUA DEL BUITRE, de Andrés Ortiz Tafur en EL PESO DE LAS PALABRAS

 

EL AGUA DEL BUITRE, UN LIBRO HECHO FUEGO

Cuando comienzo a escribir la reseña de un libro, en ningún momento me planteo si lo que escribo cuadra con la intención del autor. Sepan los autores que sus libros, una vez caen en las manos de cada lector, dejan de pertenecerles, y que un libro, una vez escrito, su único fin es la lectura y eso lo convierte en un elemento polisémico, con cientos de miradas que ojean y se apropian de cada palabra, de cada historia y de cada interpretación.

'El agua del buitre' (Edit. Baile del sol), de Andrés Ortiz Tafur, es un libro de cuentos para leer despacio, porque, a veces, es tal su brutalidad que requiere detenerse y digerir su intensidad. He leído todos los libros que ha escrito Andrés Ortiz Tafur (me gusta este segundo apellido), y siempre que edita uno nuevo, vengo a él  con la certeza de que me voy a encontrar con el disparate, un cruento disparate o un irónico disparate, con un surrealismo amable, porque ¿quién no querría patear una piedra y que, mientras rueda, recitase versos de Machado?, y otras cruel, como ese hombre que yace con la cabeza cortada y deambula entre recuerdos, a la espera de ser echado en falta y de que su cadáver sea hallado. Y casi siempre, cuando acabo cada cuento, suelo decir en voz alta: "¡Qué cabrón!", porque, en los relatos de Tafur, el giro inesperado surge en cualquier momento y sus finales son el cierre de todo drama, como dice el protagonista del relato Sábado noche, sé que la película termina mal. 

Si Cortázar hablaba de la coma como la puerta giratoria del pensamiento, el estilo Tafur (ya dije que me gustaba este apellido, este fenómeno) encierra la posibilidad de todos los finales, y siempre va a elegir el más descabellado y el que mejor aderece el drama, ya sea un conflicto de pareja, en El hundimiento o en San Antonio, o los miedos infundados a ser atacados por una amenaza que ni tan siquiera existe, en El espejismo. 


Nadie piense encontrar en esta lectura realidades edulcoradas, no, cada historia es un caramelo amargo por la realidad que expone, porque constatamos que existe ese alguien dispuesto a lanzar una piedra que acaba matando lo que nos une e ilusiona, en Golpe a golpe. Porque la enfermedad, la vejez y el abandono de los hijos pesa y envilece, y la ausencia de amor destruye, y la soledad comba colchones, y el deseo materializado, a veces, es una la realidad que salta en pedazos, y el engaño mata, y el miedo conduce a la locura...


Andrés Ortiz Tafur es otra forma de escribir cuentos, 'El agua del buitre' es la prueba indiscutible de ello.

https://viviendoenlaspalabras.blogspot.com/2020/11/el-agua-del-buitre-un-libro-hecho-fuego.html?spref=fb&m=1&fbclid=IwAR3Ej_y9ZXfrd9Ob36yhfuJdT-yMy577LLOrutqStCJxfJ4RQT50pwwXDG4


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martes, 8 de diciembre de 2020

Sobre LA MUJER QUE HUYE, de Anaïs Barbeau-Lavalette en leDroit Numerique

 El camino hacia ti desde La Mujer que Huye

Valérie Lessard


Anaïs Barbeau-Lavalette


Cuando se presentó en Ottawa para inspeccionar los barrios donde creció y murió su abuela, Anaïs Barbeau-Lavalette no podía prever que su pluma la traería de vuelta a la región como presidenta honoraria del próximo Salon du livre de l'Outaouais.

"Es como si siguiera el camino del salmón, que está volviendo a su fuente", afirmó alegremente al otro lado del teléfono.

Porque fue aquí donde dio sus primeros pasos como novelista, siguiendo los pasos de Suzanne Meloche, la abuela que nunca conoció. Esposa del pintor Marcel Barbeau. Casi un firmante de la "Denegación Global". Poeta y artista. De mujer a hombre. Y una madre que abandonó a sus dos hijos en 1952.

"Cuando me propuse penetrar en el secreto de esta mujer, no había ninguna línea de modestia", dice. "Todo lo que encontré, lo escribí. Todo lo que me perdí, me permití imaginarlo."

Si no se censuró a sí misma, es porque estaba impulsada por la "ternura", alimentada por "el combustible de la reconciliación".

"Me encontré amando a esta mujer por escrito", admite Anaïs Barbeau-Lavalette. "Porque terminé conociéndola al indagar en su historia. No era solo una niña que abandonaba."

Como cineasta, Anaïs Barbeau-Lavalette se describió a sí misma como una "visitante" del mundo literario. Ya había firmado Je voudrais qu'on m'efface y Embrasser Yasser Arafat. Sin embargo, fue La mujer que huye la que la "enraizó" en el medio. "Gracias a los lectores", dice.

Un año y medio después del lanzamiento de su novela, que ha ganado varios premios (el Prix littéraire France-Québec y el Prix des libraires), la escritora dice que está tan sorprendida como conmovida por la reacción del público ante su viaje y el de su abuela.

"Nunca podría haber imaginado la magnitud del fenómeno", dice. Cada día recibo cuatro o cinco testimonios de personas que me han leído. Todavía es algo muy conmovedor para mí, estos momentos de compartir."


Está aún más encantada de que La mujer que huye haya tocado un amplio espectro de personas, desde los primeros lectores hasta los más experimentados, de todas las edades y orígenes.

Como si el libro fuera oportuno, dice.

"Hay algo universal en la paradoja que encarna mi abuela. Todo el mundo está, en algún momento, dividido entre la necesidad de libertad total y la voluntad de echar raíces, de involucrarse. Pero estas dos sedes, estos dos impulsos, no siempre van bien juntos..."

Anaïs Barbeau-Lavalette también cree que su forma de sumergirse en un Quebec poco conocido cuenta mucho en la cálida acogida de la gente.

"El Refus (manifiesto antisistema y antirreligioso publicado el 9 de agosto de 1948 en Montreal por un grupo de dieciséis jóvenes artistas e intelectuales quebequenses) global raramente se ha mencionado, estos hombres y mujeres que crearon y aspiraron a cambiar la sociedad a su manera, diciéndolo desde dentro." Un ardor que atrae a las nuevas generaciones.

Hoy en día, La mujer que huye se lee en unos 40 colegios. "Cuando voy a su encuentro, veo cómo los jóvenes se identifican con el ardor de estos artistas, sin importar si nacieron aquí o vienen de otro lugar: se reconocen en este deseo de salir del molde." 

Como ella misma se reconoció en él, escribiendo "sin manipular" su impulso, transportada por la sinceridad y el ardor de sus propias palabras.

 "Ofreces un libro al mundo que termina resonando en la intimidad de la persona que lo lee. Por lo tanto, cada libro vive en un espacio único, ya que aborda la individualidad del lector, que es un país en sí mismo...".

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Reseña de Caja de Bestias/Caixa das bestas, de Begoña Paz en Diario Nós

 


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domingo, 29 de noviembre de 2020

Entrevista a Andrés Ortiz Tafur en Diario de Jaén

 

“Mi estilo es muy particular y es mi seña de identidad”

ANDRÉS ORTIZ TAFUR, POETA Y ESCRITOR





FRAN MIRANDA
30 SEP 2020 / 14:17 H.


El amor y su crudeza son dos de sus temas recurrentes. En su última obra, El agua del buitre, vuelve al cuento, un género en el que, además de sentirse cómo, está más seguro de sí mismo. Espera que los lectores aprecien su evolución, aunque inconscientementes intenta que se note el cambio entre sus primer y últimas obras.

—Regresa al cuento en El agua del buitre. ¿Qué se encontrará el lector conocedor de su obra anterior?

—Sin tener demasiada conciencia de ello, creo que eso ha sido lo que más me ha preocupado en la escritura de estos cuentos, seguir avanzando, intentar que a los que ya son mis lectores les cueste reconocerme a la primera. Y digo de manera inconsciente, porque ese intento de no repetirme, de no descubrirme en los personajes e historias, sí ha sido mi principal ocupación, casi una obsesión. Escribí mis tres anteriores libros de relatos en muy poco espacio de tiempo, menos de cuatro años. Y cuando inicié la aventura de El agua del buitre, muy al principio, me llegó a suceder eso: sentarme a escribir y sentir que, de algún modo, me estaba reescribiendo, sin romper el hilo de esos otros tres libros. Así que decidí parar, darme unos meses, un año, dedicarlo a leer, y afrontar, ya sí, estos nuevos relatos.

—¿Y los que no conozcan su obra?

—Dicho lo anterior, mi estilo es muy particular. Esto, por más vueltas que le dé, y a Dios gracias, se ha convertido en una de mis señas de identidad. Hace algunos días, el escritor Luis Foronda, que me acompañará en la presentación de Úbeda, el próximo 16 de octubre, me decía que él me calificaría como “surrealismo sucio”. Y sí, creo que da en la tecla, que encierra muy bien por dónde van mis creaciones. No hay fantasía, ni ciencia ficción; pero sí empleo mucho el absurdo, situaciones poco verosímiles, para terminar dibujando mi visión de la realidad. Ojalá a esos nuevos lectores les guste. Ya se sabe, uno siempre quiere sumar y espero que El agua del buitre venga a incrementar ese número. Y, en cualquier caso, ambos, los que ya me venían leyendo y los nuevos, se van a topar con una imagen maravillosa del Nono Guirado en la portada. Un regalo impagable, que ya me acompañará siempre.

—¿Es el género en el que se siente más cómodo a la hora de crear?

—Eso me empeño en decir. Pero también me sentí muy cómodo escribiendo Mensajes en una botella que estoy acabando, el poemario que publiqué en 2018 con Juancaballos, el brazo editorial de la Fundación Huerta de San Antonio. E igual me ocurre con mis colaboraciones en prensa. Cómodo no sé. Sí es cierto que se trata del género en el que me siento más seguro, que no es poco.

—¿Cuáles son los temas más recurrentes de su obra en general y de esta última en particular?

—Hay mucho lío amoroso en mis cuentos, muchos conflictos de pareja. Siempre. Y personajes que no cesan de deambular en busca de la felicidad o de los motivos por las que esta se les fue. No obstante, en El agua del buitre, hago una especie de compendio de los males de nuestro tiempo, de esos dramas que nos sacuden a diario, tanto en lo personal como en lo colectivo. Hay gente mayor sola, hay violencia de género, bullying... En fin, sin engaños: no es la alegría de la huerta esta compilación de relatos. Pero, aun sin moralejas de ninguna clase, porque siempre intento huir de ellas, creo que, en la medida de mis posibilidades, su lectura puede venir a enfrentarnos a ese espejo, el de nuestra realidad, y tratar de reconducir camino.

—¿Cuándo estará a la venta, en qué formato y dónde se podrá adquirir la obra El agua del buitre?

—Ya está en librerías. Y si no se encuentra en alguna, se puede encargar sin problemas, que en cosa de uno o dos días te lo traen. Cuenta con muy buena distribución “Baile del sol”, la editorial que ha apostado por el libro, a la que aprovecho para agradecer la confianza aun en este año tan malo. El formato: papel. Supongo que dentro de unos meses llegará en formato digital, pero, por ahora, papel.

—Se define, al menos en su biografía de Twitter, como escritor y vago. ¿Qué hay de verdad? ¿Cuánto tiempo le ha costado que El agua del buitre salga a la venta?

—Es que me echa para atrás esa manía por ensalzar la capacidad de trabajo y esfuerzo de las personas. El trabajo no es importante, es indispensable, porque nos permite comer, ya está. Sin embargo, nos empecinamos en encumbrarlo por encima de otros quehaceres o circunstancias, a la hora de valorar a la gente. En fin, de ahí mi amor y mi idolatría hacia la vagancia. La escritura de El agua del buitre me la he tomado con mucha calma. La compaginé con la de Mensajes en una botella que estoy acabando. Y le he dado muchas vueltas a los descartes. Finalmente, lo componen 18 cuentos, pero en la carpeta llegó a haber más de treinta.

—No es la primera vez que presenta una de sus obras en Linares, su ciudad natal. ¿Le provoca eso un sentimiento especial?

—Todos mis libros, y siempre con los amigos de la librería Entre Libros. Ellos promueven un certamen anual de cuentos, y aunque no fue el primero que gané en mi vida, sí fue el primero que se transformó en un libro. Linares es mi casa, mi vida, allí tengo a mis amiguitos del alma. Y este sábado sé que me voy a dar una buena borrachera de ellos. Lo mejor, en realidad, de este camino.

—¿Es difícil ser profeta en la tierra de uno como suele decirse?

—No me quejo. Cobro por mis colaboraciones en prensa, algo bien difícil en estos tiempos. Hasta el momento, consigo que distintas editoriales apuesten por los manuscritos que les envío, algo también sumamente complicado en la actualidad, en la que prima tanto la autoedición. Me hacéis caso, prueba de ello es esta entrevista... En fin, me abro camino, sin ninguna aspiración. A mí, aunque suene a mentira, me basta con que mis perros muevan el rabo cuando me ven volver a casa.

—¿En qué ha cambiado su manera de contar historias desde su primera obra hasta la última?

—Esta pregunta la contestarían mejor los lectores. Yo trato de mejorar, de leer mucho para conseguirlo, porque pienso que no existe mejor manera. Como apuntaba más arriba, me empeño en reinventarme, en seguir divirtiéndome. ¿Evoluciono? Quiero pensar que sí. Pero el tiempo lo dirá.

—¿Cree que cobra más importancia la palabra escrita en los tiempos que corren? Me refiero al auge de las nuevas tecnologías y a que se prime el valor de las imágenes, la importancia del directo y el “cuanto antes mejor”.

—Lo tenemos muy, muy difícil los que nos dedicamos al oficio de escribir. Existen tantas maneras de pasar el tiempo, además de con un libro, que casi se me antoja una heroicidad y un acto de rebeldía cuando veo a la gente joven leyendo. Pero no nos vencerán; no hay plataformas televisivas, etcétera, que puedan con algo tan mágico como los libros.

—¿Es cierto eso de que vale más una imagen que mil palabras?

—Depende de la imagen y de las mil palabras. A veces, una palabra aplasta a un millón de imágenes.

—¿Cómo se siente en sus incursiones al Periodismo a través de la ventana que le da Diario JAÉN?

—De maravilla, sin peloteo de ninguna clase. No es la primera vez que colaboro en este y otros medios, casi siempre sobre temas políticos, candentes. Pero esta ocasión en concreto está resultando muy especial porque Juan Espejo, pese a pedirme al principio que tratara de escribir sobre temas relacionados con la provincia, me consiente que le desoiga y que lo haga sobre la que se me antoja; un hecho que, en la medida de mis posibilidades, me permite crear un espacio que yo, al menos, echo en falta en la mayoría de periódicos: la literatura, historias exentas de rabiosa actualidad.

—¿Cuál cree que es el mayor problema de una provincia como Jaén, tan rica y tan dispar?

—El negacionismo que las instituciones emplean con nosotros. Todas, sin librarse ni una, actúan como esos locos que se empeñan en decir que la covid-19 es un invento. Todas, con el favor de todos los partidos políticos —de nuevo sin salvar a ninguno—, nos ningunean. Necesitamos gritar basta. Unidos, sin las clásicas luchas estúpidas y estériles que se crean entre Linares y Jaén, o Úbeda y Baeza, Segura y Cazorla.


https://www.diariojaen.es/cultura/mi-estilo-es-muy-particular-y-es-mi-sena-de-identidad-KK7480873



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domingo, 22 de noviembre de 2020

Reseña de EL DISCURSO, de Tirso Priscilo Vallecillos en Secretolivo

 LITERATURA

‘EL DISCURSO’, MANUAL DE INSTRUCCIONES


Abrir El discurso (Baile del sol, 2019) y empezar a leerlo es entrar en un mundo complejo, pleno y a punto de desbordarse. Tirso Priscilo Vallecillos nos deja asomarnos a ese mundo a través de una ventana que ha escrito para nosotros, lectores ansiosos por conocer su mundo narrativo. Hace ya años que nos había dejado entrar en el poético, recorriendo mapas de metro imaginarios, deteniéndonos en paradas sorprendentes: aforísticas, e incluso en relatos con los que alimentarnos. Así, SubwayViejos o Libro de cocina tradicional caníbal iban dando forma a ese mundo propio tan particular que ahora se vuelca entero en El Discurso.

En una de las primeras páginas de esta novela leemos la premisa en torno a la que girará toda la obra: Es muy poético decir que la muerte más terrible es el olvido total. Pero muerte solo hay una, lo otro es olvido: no tiene nada que ver. Además, la muerte siempre es terrible, pero el olvido nunca es total, depende del capricho de la memoria y la memoria puede ser fosilizada bajo estratos y milenios, que siempre habrá alguien que la encuentre y despierte. Muerte solo hay una y, por tanto, es la peor y más terrible. El resto de muertes solo son metáforas. Y nadie conoce metáfora que resulte mortal. Y a partir de aquí se despliega una baraja de cartas que al autor se le han caído de las manos y ahora tenemos que ordenar.

La novela es una gran tienda de campaña. La narración se nos ofrece en secuencias breves, desordenadas, sin una linealidad temporal, por tanto, el esfuerzo lector debe ser pleno. No podemos bajar la guardia en ningún momento, pues llegará un momento en que esa tienda de campaña parezca que se levanta sola, cuando en realidad su montador: Tirso, el autor, Dios, está tirando de un hilo invisible hacia arriba y la tienda se está levantando. Pero insisto, nosotros, los lectores debemos hacer los deberes. A Dios hay que ayudarlo, no basta con rezar rogando.

Así pues, con el armazón ya levantado entramos en esas vidas que pivotan en torno a un discurso: una ilusión, un objetivo en la vida. En torno a unos suicidios, en torno a unos delitos, unos abusos, unos hijos, unos padres… en torno a los recovecos más difíciles y sucios de la vida, al fin y al cabo. Esos a los que Vallecillos pone palabra en estas páginas. Casi quinientas páginas de literatura en el significado más pleno de esta palabra. Quinientas páginas que el autor ha querido que sean una sola novela cuando bien podían haber sido cuatro, o cinco… pues Claudio, Andrés, Teresa, Roberto, Cristina, e incluso Amparo tiene su propia novela dentro de esta. Aquí están trenzados, la red tejida por la araña que tanto miedo produce a uno de los protagonistas, en realidad sirve de coadyuvante: la historia, es decir, la novela, existe gracias a ella. Gracias al miedo. Gracias a sus finos hilos que mantienen unidos a los personajes entre sí mientras, como decía, cada uno pivota sobre sí mismo, e intenta reinventar su vida cada mañana a partir de unos desajustes particulares tan drásticos que la dificultad es máxima. 

Cada vez que he dicho últimamente cuánto me estaba gustando leer este libro, cuánto necesitaba leer otra página para saber qué pensaba alguno de los personajes en la siguiente secuencia, me preguntaban ¿de qué va El Discurso? Y creo que nunca he respondido lo mismo. En realidad, creo que cada vez he dicho que va de una cosa diferente, y es que El Discurso no va de algo, El Discurso es la vida puesta sobre el papel, como piensa Claudio en un momento dado: Últimamente, defiende que no hay diferencias entre ficción y realidad sino prejuicios espaciotemporales. Todo existe, pero no tiene por qué ser en un “aquí” y en un “ahora”. A los hombres les cuesta mucho aceptar la existencia de realidades que no se pueden controlar (…).

El Discurso son las ambiciones, las tristezas, las asfixias y los miedos, muchos miedos, de unos personajes con los que Tirso Priscilo Vallecillos nos hace identificarnos hasta sentirnos conmovidos por su dolor. Entendemos el mundo que nos rodea de un modo diferente mientras leemos estas páginas, hay asuntos complejos que leídos a través de estas páginas pasan a ser cristalinos. El Discurso es como una manual de instrucciones para la vida: De todas las fuerzas del mundo, la más importante e imparables es la voluntad de vivir. A veces nos engañamos y pensamos que es el amor ¡Chorradas! El amor solo nos rompe en pedazos, podemos leer en una de las secuencias para ir entendiendo el mundo que nos rodea y a nosotros en él a partir de estas páginas.

https://secretolivo.com/index.php/2020/10/08/el-discurso-manual-de-instrucciones/


viernes, 9 de octubre de 2020

Entrevista a Andrés Ortiz Tafur en El Observador

«A la vida le quitas el sexo y las alegrías y los berrinches del amor y se queda en nada»

23 de septiembre de 2020



Andrés Ortiz Tafur (Linares, 1972) acaba de lanzar al mercado su quinto libro. Lleva por título El Agua del Buitre (Editorial Baile del Sol) y en él aborda con visión pedagógica la figura del perdedor.

Urbanita hasta que se mudó a la Sierra de Segura, en la que ha encontrado el hábitat perfecto para desarrollar de manera plena y libre su faceta de escritor, este linarense es un tipo duro con corazón sensible y alma alborotada por las cicatrices de la vida.

Su sociabilidad lo convierte en un animal observador y detectivesco. Sus gestos nacen de la mirada de un hombre que ama lo cercano y aprecia las cosas sencillas.

Es uno de los autores jiennenses más apreciados del momento, gracias a esa química que ha conseguido establecer con el público. Habla rápido, alternando sentencias lapidarias con un humor algo exasperado muy presente en sus tuits, no tan oscuros como parecen al primer vistazo.

Conversamos sobre su nueva obra, el amor, la cultura, la sociedad, la sierra, su Linares natal… para acabar descubriendo que en su trabajo tiene bastante claro cómo quiere hacer las cosas: a su manera.



—¿Qué nos vamos a encontrar en El Agua del buitre?

—Regreso al cuento. Justo ahora se cumplen cuatro años de la publicación de Tipos duros, mi última incursión en el género. Y tenía muchas ganas.

Personajes en tránsito. Con eso se van a encontrar los lectores. A veces, mudamos de piel y nos sentimos tan a gusto con la nueva que no echamos cuenta de dónde quedó la anterior; otras muchas sucede lo contrario: vivimos añorando lo perdido y, lo que es peor, averiguando por qué lo perdimos. Ya lo dije: necesitamos una escuela que en la que se nos enseñe a perder y, sobre todo, a saborear lo perdido.

También hago mi propia radiografía de este tiempo: nuestros fracasos, nuestros logros. Hay una montaña y un cráter profundo en cada cuento, en algunos el viaje es de ida y en otros de vuelta.

No obstante, me cuesta trasmitir ahora qué lugares comunes comparten los 18 relatos que componen el libro. Siempre me pasa, necesito un tiempo para digerir la creación; probablemente, porque son los lectores los que terminan de indicar qué encierra una obra.

—¿Cuándo lo podremos tener en nuestras manos?

—Ya. Por fin ha llegado a las librerías. He pasado miedo: Tito Expósito, el editor de Baile del Sol, me dijo que sí, que apostaba por el manuscrito, a finales de enero, y que hablábamos en abril, para cerrar los detalles. De inmediato, llegó la pandemia, el parón generalizado, y temí que el proyecto se fuera al traste. Pero qué va, el 23 de abril, día internacional del libro, recibí un correo suyo con las primeras galeradas. Nos poníamos en marcha… Y ya estamos aquí.

—Es su quinto libro. ¿Qué diferencia hay entre el primero y el último? ¿Ha madurado como escritor? ¿Se siente más libre?

—Espero que mucha, porque haya conseguido eso, madurar como escritor y mejorar el estilo literario y la calidad de las historias que lo componen. Sin embargo, he buscado cierto paralelismo entre Caminos que conducen a esto, mi primer libro de cuentos, y El agua del buitre. Abunda el surrealismo de entonces, lo echaba de menos. Y se trata, además, de un libro más dispar que Yo soy la locura o Tipos duros, en los que me obsesioné bastante con el sentido de unidad. Siempre me he sentido completamente libre a la hora de escribir. En ese plano ni Dios me pone límites.



—¿Cuántos pinchazos de nostalgia tienen sus obras?

—Cicatrices. Hasta hace poco insistía en que ni yo ni mi vida protagonizaban mis libros, que todo obedecía a la ficción. Y sigo penándolo; reivindicando la ficción, la inventiva, como el arma más poderosa de la que disponemos los escritores. Pero también soy consciente de que voy encontrando trazos gruesos de mi existencia en las historias que escribo. Supongo que me hago mayor, y que el abuelo cebolleta que todos llevamos dentro acaba asomándose también en mis cuentos.

—El amor, los amores, es un tema recurrente en sus relatos.

—No venimos al mundo para ninguna otra cosa. Lo demás son solo añadidos para poder superar el tiempo que no pasamos enamorándonos o desenamorándonos. A la vida le quitas el sexo y las alegrías y los berrinches que da el amor y se te queda en nada.

—Destaca también ahora por su faceta periodística. ¿Qué le aporta?

—Lo primero y más importante: un dinerico que me viene de perlas para alcanzar el final de cada mes. Sin bromas, carajo.

Y tengo muchísima suerte, además. Diario JAÉN me permite escribir sobre lo que me place. Empecé colaborando con unos reportajes sobre la sierra que habito. De ahí pasamos a los artículos; y recuerdo que Juan Espejo me comentó entonces que intentara que versaran sobre la provincia y tal. No sé exactamente cuántos llevo: 60, 70…

El caso es que ninguno se ciñe a Jaén ni a la rabiosa actualidad. Disfruto mucho: es un reto entregar un texto cada semana, en el que pretendo que prime el valor literario al informativo. Y, por otra parte, me aporta rutina, algo que para mí, que soy la indisciplina personificada, pesa lo suyo.



—¿Qué le ha dado la Sierra de Segura?

—Perspectiva. Tiempo. Paz. Los paseos más hermosos de mi vida. Un paisaje que me enamora a cada rato. Un mundo nuevo: con menos recursos económicos, pero también con cero urgencias, sin lunes. Sí, justo, eso me ha dado, un mundo sin lunes.

—Dejar atrás Linares, ¿fue una huída hacia adelante?


—Dejé un empleo, Linares nunca. Me independicé, me fui a vivir a una casa distinta a la de mi mamá. Eso es todo: Linares es la mamá, no se puede dejar.

—¿Qué responsabilidad tiene un escritor en los tiempos que corren?


—La misma que el resto: toda. Solo varía el altavoz. Fíjese, en la actualidad casi todas las personas, al menos en nuestro país, contamos con la posibilidad de expresar nuestra opinión. Lo malo está en los medios de comunicación y en la clase política, que no dejan de empujarnos hacia los polos. Así nos quieren: divididos en dos, no en cien, ni doscientos, ni trescientos, en dos. Y precisamente para que perdamos nuestra opinión, para que se difumine y nos alineemos en un bando u otro.

—¿El mundo está cada vez un poco más loco?

—El mundo se ha ido a la mierda. Le voy a contar un secreto: solo cuando tengo la certeza de que un puñado de cuentos pueden conformar un nuevo libro los agrupo en una misma carpeta. Y encontrar un nombre para esa carpeta es muy importante para mí, porque comienzo la búsqueda de un título. Bien, pues El agua del buitre, hasta poco antes de ponerle el punto y final, se llamó Un mundo de mierda.

—¿Sigue componiendo canciones en la intimidad o ya lo ha dejado?


—Muy poco. Quiero regalarme una guitarra acústica para incentivar las ganas. A ver si ahorro.

—¿Cuándo lo veremos en su ciudad natal con El agua del buitre?

—Pronto, en apenas unos días, el próximo sábado 3 de octubre, a las 12 de la mañana, con los amigos de la librería Entrelibros. Pero debido a la Covid-19 lo haremos en el patio del Centro Cultural Poveda, en la calle Pontón, 51. Y me acompañan Isabel Padilla y Alfredo Márquez, ese regalazo me hago.


domingo, 4 de octubre de 2020

Entrevista a Begoña Paz en Praza

Entrevista | Begoña Paz
Cultura

“A cuestión é que queda despois da ferida. Bostela, cicatriz? Vida, de calquera xeito”

Montse Dopico @montsedopicoViernes 28 de agosto de 2020


Begoña Paz, poeta CC-BY-SA Santos Díez y Eduardo Castro Bal (AELG)



Begoña Paz publica o seu segundo poemario, ‘Caixa das bestas’, en edición bilingüe, e reflexiona sobre as bestas, o corpo, a dor 

La pasión. La fiebre. La intuición del monstruo, de la bestia. Sumisión, abuso. Entregas aprendidas. La negación del yo. De nosotros. Admisión de heridas. Una bostela. La piel renovada, endurecida. La liberación. Solo, íntegro y más sabio. Este es el proceso que describe Begoña Paz en 'Caixa das bestas' (Baile del Sol), su segundo poemario, publicado en edición bilingüe. Hablamos con ella.

'Caixa das bestas' fue publicada en edición bilingüe en gallego y castellano por la editorial Baile del Sol. Has publicado previamente tus libros en gallego en editoriales gallegas. ¿Pasó algo para que no salieras antes?

Dio la casualidad de que lo envié a una decena de premios de poesía -la forma más fácil de publicar poesía en Galicia- y a varias editoriales gallegas. Que la obra no ganó ningún premio y que las editoriales o no respondieron o lo hicieron diciendo que no encajaba en sus colecciones, que se habían comprometido a publicar poesía durante varios años, o que era un libro caro de publicar. El libro, que ya tiene unos años, fue traducido mucho más tarde para que BK, mi hermana malagueña, pudiera leerlo. Su primer comentario sobre el libro fue una maravillosa maldición que restauró mi fe.

Fue ella quien me animó a enviárselo a Baile del Sol, una editorial canaria que ya publicó mis poemas -también bilingües- en una antología de poesía, 23 Pandoras. Envié el pdf a la editorial un viernes y el lunes tenía el contrato en mi buzón. "-¿Original y traducción?" "-Seguro." "-¿Con collages de colores?" "-Seguro." Aquí está la diferencia entre frío y calor. Pero ese calor ya se siente. Mi primer libro de poemas, 'A mala vida', fue publicado por una editorial mallorquina, La Baragaña. El editor había leído mis poemas en antologías editadas fuera de Galicia y me propuso publicarlos. Tan simple, a veces, todo.

El texto va acompañado de collages y, como dice el propio libro, ambos son tuyos. ¿Qué papel querías que desempeñaran los collages?

La primera idea de 'Caixa das bestas' fue visual. Llevaba un tiempo despertando para recuperar mi afición por los collages, una amiga me pidió que le dedicara uno de mis libros, y como detesto dedicar, pegué un collage en la contraportada del libro. Ese collage es el primero en aparecer en el libro. De ella nació el primer poema. De otros collages, más poemas; de otros poemas, más collages, en los que se cruzan reflexión y herida, desconcierto, pasión y ferocidad. Con los títulos añadiendo ironía al conjunto. Para mí son un todo indivisible.
'Caja de las Bestias' (Baile del Sol), de Begoña Paz, publicado en edición bilingüe © Baile del Sol


'Caixa das bestas'’ se enuncia en plural, a partir de un nodo femenino que podría ser mujeres en general. Especialmente en un principio parece conectar con la literatura clásica: el lenguaje de la mitología… ¿Por qué lo hacemos y cuál sería la posible influencia de la literatura clásica?


“A mitoloxía grega está presente no libro porque fun unha nena namorada dos deuses mesquiños e arroutados do Olimpo”

La mitología griega está presente en el libro - la gorgoniana Medusa, una palabra que se niega a salir de la boca de piedra, la caja de Pandora - porque yo era una chica enamorada de los mezquinos y duros dioses del Olimpo. Y sí, algunos de los poemas tienen aire de coro griego, de hecho se pueden leer en varias voces. Pero la razón de esa voz plural es tanto la complejidad humana -tantas dentro de mí, tantas dentro de ella- y la sensación de que lo que estaba contando era hasta cierto punto extrapolable a otras experiencias de vida, no exclusivamente al amor, de las mujeres de mi generación.

Los versos son de longitud variable pero los más cortos caen como cascadas, verticalmente, y así la palabra gana intensidad. Hacia el final, cuando la voz poética se recupera del dolor, el verso crece. ¿Qué importancia tiene esta parte visual, la disposición del verso, en esta colección de poemas? ¿Por qué esta evolución?


“Nos últimos poemas o ritmo cambia. Quizais porque, rematado o soño, faise inventario das feridas. E reflexionamos”

Cuando las escribía me abrumaban los puntos y comas, quería que el texto fluyera, que el ritmo se arrastrara, pero también que la palabra -con todo su significado- pesara. Como una niña que arroja piedras al río; no impide su curso, sino que causa una perturbación. La disposición vertical responde de forma natural a ese ritmo. Mi pregunta, habiendo terminado el libro, era si esa lectura funcionaría en la otra.

En los últimos poemas el ritmo cambia. Quizás porque, una vez terminado el sueño, se hace un inventario de las heridas. Y reflexionamos. La reflexión necesita más personajes que fiebre. La disposición del verso también tiene una función estética, por supuesto -si fuera por mí, todavía serían espacios en movimiento en algunos poemas- pero no es la principal.


'O Feirón do amor' comienza con un poema pasional de gran belleza. Aunque insinúa un concepto, la entrega, del que luego vemos las consecuencias. 'A caixa das arelas' y 'O Feirón do Amor' exploran la pasión, pero deja que el monstruo intuya. Es como si esa voz colectiva sintiera el desastre, y al mismo tiempo se dejara arrastrar por algo que no puede y no quiere controlar. ¿Ese era un poco el objetivo?


“Aínda que a voz poética ve con claridade as bestas que a arrodean, fica inmóbil nunha situación da que non sabe/quere fuxir”

Era. El hambre indica deficiencias, la fiebre, una palabra que se repite en el texto, es a menudo una señal de que algo anda mal; fragmentación, de inseguridad. Y aunque la voz poética ve claramente a las bestias que la rodean, permanece inmóvil en una situación de la que no sabe / quiere escapar.

Es un libro construido sobre imágenes y de hecho es fácil imaginar lo que cuenta. Con seres mitológicos y de carne y hueso. ¿Por qué la imagen de las bestias? ¿Y las cajas? ¿Por qué la imagen como figura literaria dominante? (Con lenguaje sencillo y directo, en cambio).


“Coido que todos agochamos dentro algunha besta. Unhas son terribles e devórannos, outras son asumibles, afacémonos a convivir con elas”

Creo que todos escondimos alguna bestia dentro. Algunas son terribles y nos devoran, otras son llevaderas, nos acostumbramos a vivir con ellas. El problema es cuando entramos en contacto íntimo con las bestias de los demás. Y la lobada decide, consciente o no, que somos comestibles. Y esa intimidad de la relación, esa caja, esa casa, ese espacio cerrado compartido se convierte en una amenaza; y la tierra debajo de tus pies, en arenas movedizas.

Hablo de la caja y la casa porque en el libro hay un juego constante entre ambas palabras. La casa, la intimidad de la pareja. La caja, todo lo que hay en la relación que debe ocultarse a los demás. La caja y la casa se abren y cierran a voluntad. Lo único que puede abrir es la puerta de salida. ¿Por qué las fotos? Porque prefiero mostrar para contar, aunque no siempre lo consigo. Y porque las imágenes visualizan magníficamente la pasión, el dolor; y se distancian cuando necesitas poner distancia. 

Collage del libro de Begoña Paz © Begoña Paz


En 'Caixa das bestas'’, la tercera parte, ya está claro que estamos hablando de una relación de sumisión, dominación y abuso por lo que parece ser una especie de Dios caprichoso, egocéntrico, que los quiere sumisos y disponibles. Y ese parece, de hecho, ser el tema subyacente: dominación y abuso. ¿Fue la idea?


“Elas están nacendo ao amor; a ese ideal do amor romántico que mestura paixón e entrega incondicional, que alimenta en nós a idea de que só estamos vivas cando amamos”

Al comienzo del libro hay un poema que coloca el relato en el útero, con esa voz poética plural que aguarda, descrita, su nacimiento: "sabemos que / allá afuera / nadie / va a pegar / por nosotros". Pero no están naciendo para vivir. Están naciendo para amar; a ese ideal de amor romántico que mezcla pasión y entrega incondicional, que alimenta en nosotros la idea de que solo estamos vivos cuando amamos, que necesitamos amar por encima de todo. Por encima de nosotros.

Y sí, como todos los dioses, ocupa el centro de la imagen. Pero me interesan. Descubriendo la devoción, el amor. Perplejo. Reflexivo. Inmóvil ante la inminencia del desastre. Los masoquistas siguen huyendo. Contando las heridas. Reconociéndose a sí mismos. Tratando de entender.

La voz poética habla aquí más directamente de herida, como en "parte de heridas". Y esas heridas, que ya en la parte anterior faltaban en la piel, ahora parecen más abiertas. ¿Por qué el dolor recorre tanto el cuerpo, en este libro de poemas?

Te podría decir que hay relaciones en las que el cuerpo se conquista territorio. Y sería verdad. Pero también me equivoco. La devoción transfiere al otro cierto poder sobre su cuerpo. Amor no correspondido, influye en tu estado de ánimo. La sandía, el miedo a la pérdida, puede ser intensamente físico. Tanto poder, en las manos equivocadas, puede ser devastador.


Pero lo más relevante del poema es que ocurre en la cuarta parte: caja de bostelas. Porque la voz poética renueva la piel después de las heridas. Porque aprenden a ser ellos mismos (solos y completos) y no a alguien basado el uno en el otro. ¿Querías que siguiéramos con esa idea, sobre cómo volver a ser libres después de la presentación?

Si. Esa fue la idea. El caso es que queda después de la lesión. Bostela, cicatriz? La vida, de todos modos.

¿Cómo fue la redacción de esta obra? ¿Cómo fue volver a la poesía después de tanto tiempo sin publicar?

Lo único difícil fue encontrar y mantener el tono tras unos años sin escribir. La idea fue muy clara. Por suerte los collages fueron una gran ayuda en los bloqueos y una inspiración permanente en los poemas. Quizás por la libertad que me dio para trabajar sin ideas preconcebidas. Simplemente tome recortes de revistas, papel de regalo usado, cuerdas, cartón, papel de desecho, cajas de madera y vea qué sale. Siempre salía 'Caja de bestias'.

En 'Las mejores intenciones' ya había amor y odio, amores obsesivos... Parece que vuelves esta vez para cuestionar la perspectiva socialmente dominante del amor, con todos sus peligros. ¿Cuál es la conexión, a este respecto, entre los dos libros?

La conexión soy yo y mis obsesiones. Soledad, incomunicación, dolor, la idea, sí, del amor romántico como veneno, pero también la esperanza de que haya otra forma de amar (a nosotros). Incluso con todos nuestros desastres detrás de nosotros.

Collage de 'Caixa das bestas' © Begoña Paz