lunes, 5 de agosto de 2013

RICARDO VIRTANEN Cuaderno de interior (Diarios 2003-2004). Editorial Baile del Sol. Tenerife, 2013

Carlos Alcorta

Cuaderno de interior recoge las anotaciones que  Ricardo Virtanen ha escrito en un periodo de tiempo relativamente corto, el que va desde finales de mayo de 2003 hasta finales de diciembre de 2004 y, a pesar de ello, el volumen sobrepasa las trescientas páginas,  por lo que uno, consciente como es del rigor y la disciplina necesarias para llevar a cabo una empresa de estas características, no puede menos que llenarse de asombro y preguntarse, parafraseando a P.D. James, por las causas que inducen a alguien a embarcarse en “una tarea tan tediosa como ésa” —y lo digo, no porque el libro sea aburrido, todo lo contrario, se lee, gracias a una prosa ágil, no afectada, y carente de retórica, con fruición— porque cualquiera que haya intentado mínimamente llevar a cabo algo semejante conoce el esfuerzo y la dedicación que son imprescindibles para salir bien librado del intento, los conflictos interiores que debe librar contra el carácter indolente, la pereza, o el cansancio cotidianos.  Es sin duda mucho más fácil meditar, pensar que escribir lo pensado.
Un diario es una especie de autobiografía, por eso el autor ha de tratar los acontecimientos que vive, y esta tarea es del todo inalcanzable, con la mayor objetividad que le permita su conciencia, no sólo los de orden externo,  sino, algo más arduo todavía, los que atañen más directamente a su intimidad, una intimidad —como no podía ser de otra forma, puesto que  en el acto de escribir, por muy inmediato que éste sea a la sensación percibida, ya estamos rememorando, recurriendo a la memoria—  “traicionada” por la arbitrariedad de los recuerdos. Pero, ¿hasta qué punto estas anotaciones contribuyen a crear una identidad idealizada o a justificar las experiencias propias? No es fácil contestar ninguna de estas cuestiones porque no existe baremo alguno que pueda medir estas variables. Sólo las peripecias compartidas pueden ser objeto de examen por parte de los demás, entendiendo que la complicidad es un requisito imprescindible para otorgar carta de veracidad a lo que el diarista ha escrito en las páginas. Sin embargo, para verificar lo que ocurre dentro de sí, no hay otro juez que el compromiso con la verdad que haya adquirido el yo consigo mismo. Ambos casos, además, suscitan en el lector una duda permanente. Aun suponiendo que todo lo escrito goce del crédito de la autenticidad, no podrá ser sino un mínimo fragmento de esa verdad universal, porque por enorme y crudo que sea el grado de confidencialidad que se pacte con uno mismo, éste siempre nos hurtará una fracción importantísima y concluyente para aprehender la realidad en su conjunto, por lo que habremos de concluir que la escritura de un diario no se diferencia mucho del ejercicio novelístico  porque la novela también utiliza como materia prima la propia vida, aunque, en la mayor parte de los casos, desde una distancia suficiente como para parecer una experiencia ajena (recordemos que Caballero Bonald ha reunido sus libros memoralísticos bajo el epígrafe Novela de la memoria), es decir, en ambos casos, hay una parte relevante de invención de la realidad que va tomando forma a medida que avanza la escritura, una construcción que encuentra  su defensa en el legítimo deseo de combatir el caos de la existencia, de ordenar el mundo en el que se vive, de idear una coartada moral que haga más soportable la vulnerabilidad de todo ser humano. Ricardo Virtanen lo confirma en las palabras preliminares del libro: “Hay tanto de narcisismo en estas páginas como de verdad a medias”.
Existen personas para las que el ejercicio de la escritura supone la forma más irrefutable de llegar al conocimiento personal, porque sólo cuando escriben el pensamiento toma cuerpo y el acontecimiento se escenifica, y presumo que Ricardo Virtanen, como escritor de diarios que es, pertenece a esta especie particular de letraheridos para quienes, además, ningún día es anodino, todos poseen un interés, aunque no se haya hecho nada reseñable —“Pero no hay manera de concluir nada. Ojeo, escribe Virtanen, con insistencia el mismo poema de antes…y ni siquiera soy capaz de avanzarlo en ningún sentido”—, porque están poblados de recuerdos, de intenciones, de miradas de soslayo tanto al presente como al futuro.
Gracias a las páginas de este diario somos testigos del itinerario vital de un hombre que, lejos de mostrarse vanidoso, mantiene a duras penas una lucha cuerpo a cuerpo con sus contradicciones de la que generalmente sale victorioso, aunque a veces la tentación sea grande y las fuerzas de contención sean diezmadas momentáneamente.  Virtanen es músico, veterano baterista de un grupo de rock y experto en Musicología, y esto se nota en muchas de las entradas de este diario, pobladas de leyendas del rock (Dylan, Rolling Stones o Van Morrinson) y del jazz (Miles Davis o Marc Russo), de audiciones de ópera —  coincido con el autor en la devoción por Orfeo y Eurídice de Gluck—, pero también de compositores contemporáneos como Hindemith, Cage, Luigi Nono o Stokhausen. Reflexiona sobre la poca importancia que en nuestra tradición literaria ha tenido la música, aunque reseñe algunas excepciones notables como Baroja, Lorca o Gerardo Diego (con este último es un poco injusto, porque además de dedicar muchos poemas, la música fue objeto de miles de páginas del poeta que actualmente la Fundación Gerardo Diego está reeditando) y olvide otros nombres más recientes —José Hierro, por ejemplo— para quienes la música estaba indisolublemente ligada a su creación poética.
Abundan, como no podía ser de otra forma, las reflexiones sobre la propia escritura, las conversaciones con otros poetas, los problemas para editar un libro, el estado de la crítica literaria (con cierta ingenuidad, Virtanen se pregunta: “¿Por qué siempre las mismas obras en uno u otro suplemento? ¿Obligan los directores o directoras de estos medios a que sus críticos opinen  en torno a una obra concreta? ¿Carecen estos críticos, pues, de libertad para escribir sobre el libro que les viene en gana?”) o las reflexiones sobre la obra de otros poetas como el valenciano Vicente Gaos, Margarit o Cernuda y es que, como él mismo afirma, “un diario es un saco sin fondo donde el espíritu de uno se consola a sí mismo. Quien no escribe un diario, al menos lo piensa”. No me atrevo yo ser tan tajante como para asegurar esto último, pero supongo que para alguien que dice escribir “para matar los instantes repetidos del día” sea imprescindible llevar hasta sus últimas consecuencias su planteamiento. Este compromiso íntimo es el que empuja al autor a dedicar las últimas horas del día a escribir sus meditaciones íntimas junto con aquellos sucesos cotidianos e irrecuperables que, a su modo de ver, son dignos de perpetuarse en las páginas de un cuaderno. Personalmente, agradezco a Ricardo Virtanen su constancia y el que haya tenido la generosidad de ponerlas en manos del lector, un lector que será partícipe de las alegrías y de las incertidumbres del autor y compartirá, en suma, su soledad, y ya se sabe que una soledad compartida es menos soledad.

2013 de Poesía. Día 216. Carla Badillo

Día 216. Carla Badillo. Por donde pasa la poesía (2011)



SONORAN DESERT

Llevo días desentendida del tiempo.
Aquí, en el Lejano Oeste,
las horas caminan distinto,
lentas como los pasos del forastero
que cruza Fountain Hills cada mañana.

El calor azota a todo el pueblo.
La gente insiste que debo aclimatarme,
que necesito permanecer en casa,
que Sonora no es broma,
que hay gente que ha muerto
por jugar en el desierto.

Yo los escucho en silencio
y sonrío desde mi banca.

A lo lejos un coyote aúlla.

Lo único que necesito
es mirar los saguaros
coquetear con el polvo.
Ver como envejecen
los guardianes de la arena.

Todos me advierten lo implacable
que es el sol en Arizona.
Y tienen razón, es implacable,
pero es el único que me acompaña.




domingo, 4 de agosto de 2013

2013 de Poesía. Día 215. Ana Pérez Cañamares

Día 215. Ana Pérez Cañamares. 23 Pandoras (2009)



DÍA DE LIMPIEZA

De qué sirve que limpie el polvo
de las estanterías.
De qué sirve recoger las pelusas
de los rincones.
Para qué sacudir las sábanas
barrer bajo la cama
pasar la aspiradora.

Hay un polvo que viene de afuera
que la ciudad expulsa con sus toses.
Y hay otro desprendiéndose de mí
que cae como terrones de barro
cada vez que abro el puño
y suelto una certeza.


viernes, 2 de agosto de 2013

2013 de Poesía. Día 214. Silvia Rodríguez

Día 214. Silvia Rodríguez. 23 Pandoras (2009)


CONTIGO

Contigo llegó el océano
de una ola nos llevó de la plaza al pub
ni el eructo de cerveza de la moqueta
ni los tortellini pasados por microondas
borraban del olfato la intensidad del mar.

Tu mirada atlántica
pudo con el Ojo de Londres
desde la Torre 42
adivinamos un horizonte en la urbe infinita.

Por mucho que te fueras
ya el Támesis estaba de tu parte
las torres verdes de cristal
custodiadas por enormes mariposas
nos acogieron en el festín de los modernos:
se vestían de muerte para darle sentido a la vida
buscaban en la vida para darle sentido a la muerte.


Un motivo para NO ver la televisión: Graceland.

Autor: Chris Abani.
Editorial: Baile del sol.
Reconozco que comencé a leer este libro porque había sido publicado por la misma editorial que “Stoner” (John Williams), una de esas maravillas que descubrimos muy de cuando en cuando. Y acerté…
“Graceland” no tiene nada que ver con “Stoner”, excepto que cuenta una historia apasionante de manera magistral. En el caso que hoy nos ocupa, un periodo de la vida de Elvis, un chaval de 16 años que se gana el sustento de mala manera imitando al cantante de Tupelo, Misisipi, por las calles y bares de Lagos, Nigeria. Nuestro Elvis es un superviviente que vive en un gueto, con toda la miseria que eso implica. Su padre le trata a golpes, sus amigos le meten en líos, sus gurús son mendigos y fulanas. Le acosan el hambre y la policía.
Como la narración va y viene en el tiempo, su madre en algunas ocasiones está viva y en otras muerta. Elvis adora a su madre, y guarda sus escritos en una bolsa fulani que lleva siempre consigo. Las recetas de cocina que ella apuntaba abren los capítulos de un libro en ocasiones doloroso, a veces vitalista, siempre emocionante. Una frase de la página 155 lo  define a la perfección: “La gente es importante”.
“Graceland” cuenta la violencia que vivió Nigeria, el miedo de sus habitantes, la violencia irracional de un ejército corrupto y la lucha por llegar al día siguiente de los habitantes de los suburbios miserables de una gran ciudad africana. Imprescindible.




2013 de Poesía. Día 213. Gabriel Cruz

Día 213. Gabriel Cruz. Memoria de las piedras (2011)



Gotas de mar

Siempre dijeron los más viejos que en los sueños de luz despierta la memoria del tiempo hondo y oscuro. Que primero está y no se nota, pero poco a poco los ojos ven y los oídos oyen, y cuando terminas de ver y de oír ya nada es igual a como era; sientes que creces y te ahondas y la vida se hace ancha. De un sueño sé que hubo un tiempo en que no existía cielo ni tierra sino un vacío sin aliento en el que no latía la vida. Un mundo salido de la negrura se estableció en las llanuras del vacío y del eco de su latido nació el cielo que
fue su techo. En el cielo maduraron las piedras, que cayeron para formar la tierra, con sus montañas y barrancos; y las piedras sangraron hasta llenar los mares, y las caídas en la mar crearon las islas. Gotas de mar alcanzaron el cielo y lo salpicaron de estrellas.




jueves, 1 de agosto de 2013

2013 de Poesía. Día 212. Verónica García

Día 212. Verónica García. La fiesta del innombrable (2009)


CANELA

Pregúntame por el hueco
que abre la tarde entre las nubes,
la pisada sin huella
o la humedad en los tejados.

Nada sé de la medida que cincela
los nombres en la noche, ignoro
qué palabra abrirá los ojos al letargo.

Un amor de cerezas en la axila
imagino placer de mujer en hombre
o niebla en estómago vacío.

Sólo se desgasta mi mirada
entre contornos que permanecen:

la cúpula del aire tiene forma
de virgen inclinada,
sus manos de canela destilan
cerezas en la lluvia.