domingo, 14 de octubre de 2012

Tan lejos de Dios. Poesía mexicana en la frontera norte


Dentro de su incansable y riquísima labor de difusión poética y cultural, Uberto Stabile nos trae en este libro un amplísimo muestrario de poetas de la parte mexicana de la frontera entre México y EEUU. El libro toma su título del célebre dicho de Porfirio Díaz, exiliado en París: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!” Se espera una segunda entrega que recoja poetas de la parte estadounidense de la frontera, y que tendrá lógicamente por título “Tan cerca de los Estados Unidos”.

Pero, en realidad, esta antología no recoge tanto poetas como poemas, porque Uberto Stabile no ha pretendido con su selección ofrecer al lector un panorama de la poesía de esa región, sino ofrecerle una visión poética de la dura y apasionante realidad social de la misma: “He buscado –explica en la introducción–, más que a los poetas, aquellos poemas que vertieran luz sobre el propósito del libro, componer un gran mosaico del complejo e intenso mundo que rodea este territorio, en ocasiones salvaje y siempre extremo, aunténtico paradigma de la globalización que padecemos.” No se trata, pues, de una antología con intención metapoética, como suele suceder con la mayoría de ellas, sino una en la que se concibe la poesía como un medio de reflejar e intervenir en una realidad desgarrada pero al mismo tiempo llena de fuerza y vitalidad. Hay, pues, dos maneras de leer este libro: una más tradicional, que yo recomendaría para una segunda lectura, en la que fijarse en las nombres y notas biobibliográficas de los 64 autores seleccionados (23 mujeres y 41 hombres), y así hacerse una amplia idea del mundo poético vivo en esa región; y otra que consistiría en leer, incluso sin seguir el orden del libro, poemas sueltos, de manera que se va formando en nuestra imaginación una imagen, compleja y profunda, de esa sociedad y de las preocupaciones, aspiraciones y miedos de sus habitantes. De este modo, además, nos daremos cuenta de que la poesía es un modo de conocer el mundo y crear efectos en él, especialmente cuando ese mundo parece escapar a una lógica esperable, y no sólo expresión de un ego sobredimensionado.


Tan lejos de Dios. Poesía mexicana en la frontera norte, Uberto Stabile (coord.), Tenerife, Universidad Autónoma de México-Baile del Sol, 2010, 396 páginas, ISBN 978-84-15019-23-7.




lunes, 8 de octubre de 2012

Las batallas silenciosas, cuentos que no cuentan cuentos


Once son los cuentos que aparecen en la recopilación Las batallas silenciosas, de Juana Cortés Amunarriz, publicada recientemente por Baile del Sol. Aunque variables en la temática, todas las historias del volumen escarban en la materia nada simple de los sentimientos, dando vueltas de tuerca a los universales del amor, la infancia, el deseo, la maternidad o la culpa, el recuerdo, la locura o la ensoñación, y construyendo con todos ellos sofisticados castillos de naipes.
Los cuentos de Juana Amunarriz no cuentan cuentos, no se andan con chiquitas, se hunden hasta el fondo en el acontecer para encontrar la pieza más suculenta y dársela a comer al lector, ya ávido, tras ser conquistado por una prosa clara y absorbente.
Todos los relatos de Las batallas silenciosas han obtenido algún premio o mención en diferentes certámenes literarios.

domingo, 7 de octubre de 2012

Antonio Orihuela: “Todo el mundo está en otro lugar”


Baile del Sol, 2011. 298 páginas

20 septiembre, 2012 por 
Antonio Orihuela entrega su poemario más extenso con esteTodo el mundo está en otro lugar. Esta obra recoge todos los registros, formas e inquietudes que ha explorado el autor, con la salvedad de la poesía experimental de sus primeros trabajos y su incisiva poesía visual. En ese sentido, Todo el mundo está en otro lugar puede entenderse como el libro más completo del escritor. Así, se alternan poemas muy extensos (los más largos que ha publicado nunca, de hecho) con otros brevísimos, y hallamos textos con su registro más habitual, de denuncia y desmontaje de la ideología capitalista, y también composiciones que abordan su veta lírica, su reflexión sobre trascendencia o un registro narrativo-documental que abarca igualmente lo autobiográfico.
La obra se centra en la idea, desarrollada por Debord, de que el espectáculo suplanta a la realidad (de ahí el título del libro): «La vida vacía / perdida en lo virtual». Desde ese punto de partida, Orihuela abarca sus problemáticas habituales: la crítica socioeconómica y la denuncia del sistema, de la miseria, de la opresión, del control de pensamiento, de la exclusión social y de la falta de conciencia de clase. A través de versos con referentes directos, manifiesta las contradicciones y las paradojas y desnuda la falsedad y la injusticia del capitalismo. Especialmente, Orihuela se centra en la sumisión, en la permisividad que los ciudadanos tienen con el sistema una vez que han asimilado su doctrina: «Recuerde, nuestras órdenes son sus deseos». Despliega una fuerte ironía, más pronunciada y más inclemente que en otras ocasiones. Además, esgrime un duro tono de acusación no exento de autocrítica, que busca revelar los mecanismos de sometimiento y activar la desilusión y la resignación.
Pone el acento en los mecanismos de control de pensamiento: «Nos educan con anuncios, / nuestros sueños están hechos de publicidad». Del mismo modo, presta mucha atención a la desmemoria, al olvido, como herramienta de control social; paso previo a la reescritura de la Historia.
Orihuela habla desde un posicionamiento explícitamente anarquista: «Que nadie te represente / ni tú te dejes representar (…) / sé beligerante contra toda forma de poder»; «¡viva la Anarquía!». Incorpora poemas incendiarios, que alientan la rebelión. Exhorta a la desobediencia, y ahí utiliza los imperativos. Postula una transformación radical: «Quien quiera poner arte en su vida / deberá cambiar de vida // intentar un modo propio de vida / será realizar la gran obra de arte con la propia vida».
Formalmente, en este volumen usa abundantemente los paralelismos, quizá en exceso, cayendo a veces en lo reiterativo lo que implica que pierdan fuerza los textos. Incluye algunos juegos experimentales, como el brillante poema “Manual de autoayuda”, donde los versos se corresponden con el hipotético índice de un irónico manual de sumisión y amoldamiento a la sociedad de consumo.
Por su parte, dispone muchas preguntas retóricas, que obligan a que el lector se implique y se cuestione. Y es que esa desestabilización de certezas constituye el pilar de la poesía crítica de Antonio Orihuela.
Es frecuente que Orihuela deje en sus versos hablar a otras personas que relatan sus vivencias con la injusticia y la represión, o bien el «yo» las expresa en tercera persona, o reproduce sus opiniones. En ese sentido, muchos textos aportan datos e informaciones sobre la desigualdad social. Sirven de material que pueda prender la indignación al constatar la injusticia y la desvergüenza sin escrúpulos del capitalismo. Por eso aparecen muchos nombres propios en estos poemas, bien de compañeros trabajadores o bien de los poderosos y sus cómplices.
También, incide en la perversión y manipulación del lenguaje por parte del Poder. Al respecto, en cuanto a la reflexión metapoética contenida en el volumen, Orihuela expresa su concepción de la poesía como agitación y como manifestación de intensidad. «La poesía es un incendio, / por eso no da para vivir / da para arder». Así, manifiesta que escribe «poesía en libertad hecha con la vida, / contra las reglas, para la vida». Apuesta por una poesía que rechaze «lenguaje de ataúd», accesible a todos, que esté «a la altura de los que jamás oyeron poesía / y no de los que escriben poesía». De este modo, finalmente, se presenta contrario a la endogamia poética existente en la actualidad.
Hay que reseñar que el libro contiene una sección con extensos poemas narrativos de corte autobiográfico, que adolecen de distensión poética.
Por otro parte, merece la pena detenerse en “Que el fuego recuerde nuestros nombres”; una de sus mejores obras y que muestra, a su vez, nuevamente, otras facetas de Orihuela. Este extenso poema, compuesto por más de quinientos versos, supone un acercamiento a lo real alejado de su ironía e inmediatez habituales. Fue publicado de manera autónoma, primero, como plaquette (Aullido, 2007), a continuación fue recogido en una antología mejicana de la obra de Antonio Orihuela y, finalmente, se ha integrado en este volumen  Todo el mundo está en otro lugar.
Sin embargo, se debe señalar que la ubicación en este volumen no le favorece, pues su situación (coherentemente al final del libro), detrás del grupo de poemas autobiográficos, puede provocar que el lector acceda a él con cierta saturación, y que interprete este texto como una pieza más de esa serie. Sin embargo, “Que el fuego…” posee mucha mayor relevancia, y podría arriesgarme a aconsejar leer esta pieza antes que aquellas.
En el poema, el autor ubica al «yo poético» en una posición más distante en su punto de observación, con lo que adquiere una serenidad escalofriante. De esta manera, ejecuta una retrospectiva de los hechos que construyeron sus días, su forma de pensar y de sentir desde la desolación de la derrota ante la inminencia del desastre: «estoy agotado / y el mundo se ha vuelto viejo y polvoriento / (…) / así que adiós / (…) / os regalo este saco de huesos y estos ojos azules». A partir de ahí, presenta un largo recorrido de despedida.
A pesar de ello, lo que a priori podría constituir un texto autobiográfico, individualista, gracias a la amplitud de la mirada del poeta supera la perspectiva personal, la cercana, y se convierte en un condensado repaso a la historia y cultura de la segunda mitad del pasado siglo. De esta forma, mediante la continua anáfora «adiós», al mismo tiempo que consolida la peculiar cadencia y ritmo y la especial intensidad del poema, Orihuela rememora todo lo que ha constituido la vida del siglo XX, aludiendo a referencias concretas, despidiéndose de ellas. Así, la reconstruye para anunciar su irremediable destrucción, su relatividad ante la inminencia de la muerte. Por tanto, consigue trascender su resignación inicial y se convierte la pieza en una despedida metafísica, en un «todo caerá» (explícito en los últimos quince versos) que se enlaza con el tema clásico de la muerte, la cual arrasa con todo sin concesiones, con igualdad e idéntica frialdad.
Por otra parte, resulta muy significativo que apele a hechos colectivos, a acontecimientos históricos o a personajes de relevancia, fuera de su esfera exclusivamente particular. La vida que recorre Orihuela es la de los habitantes de la sociedad, con los que haya más semejanzas que diferencias. De este modo, nuevamente se difuminan las barreras entre la vida privada (inconexa, aislante, egotista) y la colectiva (abierta, enriquecedora, generosa), redimensionado al tratarse, precisamente, de una despedida individual del mundo. De esta forma, además, consigue implicar al lector en el texto, puesto que este puede hacer suyas las referencias, y que se coloca, entonces, junto al «yo poético» en su recorrido. Así, el poeta también aquí recoge sus habituales interpelaciones, las alusiones directas al lector. Sin embargo, no hay en esta ocasión preguntas retóricas que descuadren al público o ironía que precise de su colaboración, sino que se le invita directamente a enriquecer el texto compartiéndolo, exponiendo las piezas que lo sustentan con el fin de que el lector añada otras o las conceda la forma definitiva. Por tanto, en absoluto consiste ese discurso en un mero juego referencial. No busca el guiño cómplice del reconocimiento del lector. La severidad y la contundencia de la despedida constituye el ancla que permite no interpretar el texto como un banal ejercicio lúdico, y la desoladora conclusión que vertebra el poema es incapaz de dar lugar a ello.
De “Que el fuego recuerde nuestros nombres” destaca especialmente su intensidad y su ritmo, que se mantienen de manera continua. Una de sus puntales consiste en el aporte continuo de información, que, por un lado, alude doblemente al lector, y, del mismo modo, por otro, le resitúa en la plataforma emocional desde donde va descendiendo la voz del poema. Además, hay que tener en cuenta los citados paralelismos que estructuran el verso libre de la composición.
Es muy significativo, por otro lado, que, a pesar del tono y sentido del texto, incluso del distanciamiento inicial, los versos contienen la habitual crítica social con buenas dosis de síntesis inherentes a Orihuela. La alternancia de sencillas alusiones culturales (que son valoraciones más que descripciones) con contundentes conclusiones inconformistas sobre otras referencias potencia en gran medida la fuerza sus condensados análisis críticos, y conjugan un mosaico ante todo no complaciente con lo establecido.
Así, resulta especialmente remarcable que el poema ofrece múltiples lecturas: una filosófica, base de todo él; una cultural, como recorrido por toda una experiencia vital (que es personal-colectiva, como he indicado); una puramente lírica, de la impresión individual del autor sobre el mundo; otra crítica sobre la sociedad global (pues enjuicia de manera disidente el conglomerado que forma el statu quo). Así, avanza en la poética de Antonio Orihuela, y revela nuevas capacidades técnicas y expresivas del poeta, aunque coherentes en todo momento con sus propuestas.
De este modo, Todo el mundo está en otro lugar ofrece una visión bastante completa de la poesía de Antonio Orihuela. Contiene una pieza especialmente brillante y otras muy remarcables, pero también un conjunto de poemas prescindibles. Por todo ello, se constituye como un conjunto irregular, aunque sus aciertos lo convierten en un libro muy recomendable.

viernes, 5 de octubre de 2012

“Música para torpes”: poesía para organizar el pesimismo


En su último libro, el poeta leonés Luis Miguel Rabanal escribe sobre los límites impuestos al cuerpo y el valor de lo cotidiano


El poeta leonés Luis Miguel Rabanal (Riello, León, 1957) ha publicado este año “Música para torpes” (en Editorial Baile del Sol), un poemario en el que se expresan los límites impuestos al cuerpo, pero también lo valioso de la existencia, su fugacidad, su imprevisible declive, su valor en los vínculos y atenciones: esa música de los placeres tan nimios como fundamentales. Por Víktor Gómez Ferrer.



“Música para torpes”: poesía para organizar el pesimismo
Tengo rabia, pero no sé cómo expresarla. De zen no tengo nada. Estoy furioso con la noticia de mi enfermedad pero pongo cara larga de Hus Puppies. 

El tumor me extrae de la actualidad. 

La felicidad es una musiquilla de radio en la querida pieza vecina.
 

Gonzalo Millán (El veneno del escorpión azul). 


(antecedentes musicales) 

El poeta Luis Miguel Rabanal (Riello, León, 1957) insiste con la poesía en la poesía... gran labor, la de exponer una palabra sin herraduras... una música que recupera el mito órfico de las sirenas, la locura, el vacío (léase aEugenio Trías El canto de las sirenas, 2007 o a Blanchoten El libro que vendrá, Cap.I, "El canto de las sirenas"). La poesía al límite. Larga cabalgadura inmóvil: Barranco y ¿… quién habla aquí? ¿A quién? Se cruzan ruidos y voces. Pero no la música, decía Vladimir Holan … circula por tu sangre un veneno antiguo de música y muerte… 

(casi una sinfonía) 

La torpeza de estorbarse a sí mismo. ¿En qué mundo vivimos? En un mundo que desdeña la salud y que enfermo no tiene coraje de enfrentar el reto de escuchar la música de lo vivo… 

Oh tú, viajero que yerras y yerras 
y no te has tragado mi ipratropio, mi ambroxol.
 

El poemario de Luis Miguel Rabanal está lleno de agudezas, de minucias, de desvelos. Su paciente lápiz escribe con afilada tristeza sobre los límites impuestos al cuerpo y sobre la ineptitud de los que en el camino de la cotidianeidad no somos capaces de discernir lo valioso de la existencia, su fugacidad, su imprevisible declive, su valor en los vínculos y atenciones. 

el cuerpo lisiado que resulta ser el tuyo 
y acaso lo sea,
 

Los poemas se suceden como los precisos cortes de un cirujano, que quisiera devolverle la vista al ciego. Ciego mundo el nuestro. No ve la música de los placeres más nimios y fundamentales, la aventura del roce de la piel o el sentir en los pies la arena, el frío, la sombra del camino. 

Toda poesía acaba siendo un duro combate contra las infamias. En el caso de Música para torpes se trata de una lucha de la conciencia en un campo de batalla vencido sobre una cama, el cuerpo, que es el alma, que es el ausente, el que reclama la voz del poeta, su herida inteligencia, su dignidad en juego macabro de sinsentidos y renuncias, de claridad en el fondo más abisal de la aporía. 

Nunca hubiera escrito esta reseña con tanta torpeza como en la ingenuidad de quien no se asoma al abismo liberador de la inexistencia, del abandono al castigo de una vida desesperanzada. Ese último umbral, el de nuestro presente enfermo, queda enmarcado aquí en la confusión y en el deseo hasta hacernos ver, ver una música de olvido que rememora sin miedo, que suena como una canción sin héroe tras una larga batalla. 

Y un espejo donde los ojos 
suelen encontrar cariños extraviados 
que se mofaron de los cariños extraviados, 
quizá debido a una sombra espuria 
que se encarama en tu cabeza 
para hincarte allí el odio y la melancolía.
 

El odio y la melancolía tensan estos poemas, nos muestran desnuda de fingimientos y de moralinas la voz de un hombre cansado. ¿no es este el signo de nuestra ahoridad? Una mujer/hombre tan cansado de lo atroz que ya se empieza a cuestionar su lucha, su resistencia. 

La biopolítica es el gran escenario que el capitalismo decidió invadir, asolar, conquistar, domar, el cuerpo, la intimidad, de cada persona. Domar el cuerpo, castrarlo para la música, acostumbrarlo a vivir enfermo, a ser casi un zombie. 

Sí, en la frontera del sentido último está la cuestión del zombie, del no muerto. Es ahí a donde nos lleva el poeta, con su naturalidad expresiva, sin hipérboles ni elipsis, con una rotundidad propia de la poesía que vehicula un sentir consciente y comprendido, el sentir de la existencia áptera, ensordecida, torpe. Vale para uno, para muchos, para lo íntimo, para lo público. Sus equivalencias son una auténtica e incomoda 
hipótesis sobre los modos de habitar el mundo hoy. 

Con las mejillas llorosas no se te reconocería, 
podrías viajar sin mayores amarguras al país 
que prefieras, 
caminarías para abandonarte 
y decir: parece que mi salud no da para más.

¿Y no da para más…? Ay, claro que da para más, este “organizar el pesimismo” de Luis Miguel Rabanal es deconstructor de una realidad impositiva y falaz en sus argumentos. 

Cuando tu cuerpo no se interesa 
por el mundo infalible que aviva tus sentidos
 

Es su necesaria reacción ante los despropósitos existenciales acabar con los mitos, en primera instancia, así como reformular la vida sin los tabúes y convencionalismos, liberar a la vida de los fármacos que atontan, para afinar el oído, centrar la mirada en lo desenfocado, en el silencioso y muchas veces oculto sufrimiento cotidiano de los anónimos. 

Además, emergen la ironía y el sarcasmo, concebidos como desarticuladores de lo trágico-religioso que avoca a la muerte humillando la vida. 

Y así, la vidamuerte, ya no religada a un sentimiento de deuda con un Dios, puede medirse y concebirse, simple existencia, como un don imprevisto, enigmático pero propiedad del sujeto, que es en primer y último término quien tiene la responsabilidad y libertad para decidir sobre su permanencia en el mundo, sobre su actitud y sobre las despedidas. 

El gran valor, hallazgo, en este poemario es el valor insustituible de la auto-ética. Punto crucial para el ser humano, asumir la responsabilidad de su vida, es decir escuchar la música sin la torpeza de esclavo, el narcotizado, el iluso, el desalmado. Atravesar el dolor físico, psíquico, indeseado, y mantener la lucidez es un reto quizá excesivo, pero vivir es un exceso de la materia, una irregularidad en un cosmos mayormente inorgánico y mayormente envuelto en la materia oscura, tan desconocida para nosotros como los reglamentos del cuerpo tullido. 

Es ahora el momento para agradecer 
con chillidos al que todo lo discierne
 

Poemas claros para un tiempo oscuro… desconfianza en los límites de las palabras, de las retóricas, de los símiles. E insistencia en escuchar la música del mundo-cuerpo, de la historia-dolor: 

Por supuesto, también hoy se manifiestan 
los cobardes, 
banderas y alaridos igual que cada sábado, 
grAznar minuciosamente: 
suyo será el reino de los cienos, 
son hermanos de sangre de la barbaridad
 

Luis Miguel Rabanal es un poeta osado, de huesos a la intemperie que al sacudirse contra el dolor generan una música de sentido, de fracturas, de dislocaciones, que antes de hundirle y ensimismarle exploran nuestra ahoridad golpeada, humillante. Es política e intima, sin distinción. Es poesía desde el dolor, desde el cuerpo, desde la música. 

Vértigos y “nada de nostalgias, nada de presumir” advierte. El modo de recordar de Luis Miguel es el de los desaparecidos en las fosas, en los rincones de los basurales o a las afueras de los hospitales (tan actual hoy con las medidas ultra-neoliberales contra los emigrantes en España, por ejemplo). 

Se sabe ya a estas alturas, que la poesía desde el sufrimiento, la memoria personal, es la de un yo-multitud, tan próximo a César Vallejo, Gonzalo Millán, Roque Dalton. Es la memoria no historicista (de los vencedores) sino la historia de los abajados, de los vencidos o expatriados. 
Este libro anticipa y corrobora, une el presente en su triple constitución (pretérita, inminente, porvenir) 

Porque llega el niño con su torpedero 
de cartón a partir la memoria 
en tres mitades, tú creces hacia atrás, tú 
reúnes los amargos requisitos del enfermo, 
tu boca solamente sangra.
 

Y reconoce en la ternura, en el cuidado, la validez de los vínculos, la constitución del ser humano y su limitado sentido de esperanza y dignidad. Su contra es la soledad impuesta por los que ni miran al mundo quebrarse ni al enfermo hundirse en su apozada rutina. Respirar no basta, ser persona es compartir tiempo, lugar, memoria, afectos. Y reírse de la pobredumbre propia, aristotélicamente: 

Choca esas cinco, hombre, que no hay dos 
sin tres, que ya no hay esperanza, 
que te favorece ese rictus ahora mismo 
en la cara. 
Quién te iba a decir a ti que denigrarías 
tu cuerpo la tarde nublada de tu muerte. 
No seas crío, 
no te vas a poner a vocear con desgarro 
que todo se acaba, qué sublimes escorias.
 

(últimos acordes. Movimiento grave) 

Música para torpes es un poemario muy valiente y en la madurez expresiva de un autor veraz y feroz con las premisas convencionales. “Ahí hay un hombre que dice algo”, leemos hacia el final del libro. No se lo voy a revelar, atrévanse a escuchar con atención y lentitud. Solo constatar que la fragilidad no es sinónimo de imposibilidad, mucho menos de invalidez, pues en las manos de un poeta con el don suficiente es la única voz válida para sopesar el mundo, el presente, el yo. Hagan la prueba. 

Tú sí me escuchas, 
envuelves mis palabras en papel de aluminio, 
las alineas seguidas en nuestra caja 
de recuerdos y se produce el milagro
 

Leer en este momento a Luis Miguel Rabanal cuestiona la propia relación de la poesía con los significados, e implica una resistencia a dar por vivido solo lo que pertenece al ámbito de lo ocurrido, de lo memorable, de lo fichado, pues entre el deseo, lo que pudo ser y no ha sido y lo que será (que anticipa la escritura) solo hay un testigo: tú. Tú y tu lectura.

martes, 2 de octubre de 2012

Música para torpes en Crónicas para decorar un vacío 2


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siempre me quedarán las palabras de Luis Miguel Rabanal, aunque ya no sepa escuchar ni bailar al sol de la luna llena… siempre me quedará su música para mí, ese torpe que pergeña notas oscuras y dice que busca luz mientras se emboza en una capa de niebla… ese que en estas noches aúlla a una luna, y se piensa declamando, unos versos sin fin pues el final es el principio y en cada vuelta crecen y crecen como la memoria que se descubre, la que enseña sus raíces pudendas sin sonrojarse y sin preámbulos, que ya todo parece andado si no recordamos y tropezamos en las ingratitudes que reposan al borde del camino, igual que aquellos mineros acribillados, los mismos, son los mismos en el vértigo de estos días que olvidamos pero el poeta no, el poeta aguza aún más la palabra que nos alumbra, de la que somos sombras que oscilan como dobles disolutos… sombras de la memoria.
así son sus versos siempre en mí, versos púrpura que dan la luz en mis noches… música que engancha por los adentros haciendo que algo vibre en mí, música negra que llama a la emoción, al emovere latino: a moverse, que alborota mis anquilosados miembros occidentales, y me hace crecer hacia dentro, hacia lo oscuro, el territorio denostado que me enculturaron los que mienten como mienten sus neones
MUCHEDUMBRES
Las palabras no describen el pesar
que nos aterra, es como si quisiesen descubrir
lejos de nosotros nuestra desmesura, así
nos hallamos un atardecer
ante el espejo que no refleja sino la sombra
de una sombra que bien podría asemejarse
a esto que ahora podría ser que somos,
un cuerpo aborrecible
o el envoltorio desempolvado de un tapir.
Ya ves que desde un principio
se desvanecen tus euforias por momentos
de miserias, no en vano dilucidas
escenas donde el temblor consideraba
ser menos cortés
que carterista, que loco cómitre en la niebla.
Cada vez que se asoma a la terraza
el rencor, cada vez que mira
bajo su desnudez y confirma que hay pus
y secretos, y techados de lata y una lluvia
formidable como la enfermedad que extrañas,
algo se trastorna de súbito.
Por supuesto, también hoy se manifiestan
los cobardes,
banderas y alaridos igual que cada sábado,
grAznar minuciosamente:
suyo será el reino de los cienos,
son hermanos de sangre de la barbaridad,
ya sabes, lo que a ti
más te divierte cuando los oyes gritar
viva cristo rey, viva la hostia puta.
Por eso decía que las palabras transcurren
conforme a tu desolación, se acercan a tu cuello
y te arañan cual muchacha, sí, sí, encantadora.
reflejos de la sombra de una sombra que el poeta no olvida y al no hacerlo nos recuerda que, si recorremos el camino sin nosotros, el cómitre con su látigo nos regresa a los tiempos de galeras en los que… adivina si quieres quiénes son los forzados en este reino de los cienos…
Si te apetece leerlo entero, aquí.
Gracias, siempre, Alfonso.

lunes, 1 de octubre de 2012

Geometría del azar - Fernando Palazuelos


Por segundo año consecutivo la obra de Fernando Palazuelos consigue, por méritos propios, entrar a formar parte de los diez finalistas del Premio Setenil. Si el anterior año lo hacía con Ficcionarium, libro de microrrelatos, este año el finalista es el título que nos ocupa.

Este último libro de Palazuelos gira en torno al azar, a la casualidad, a lo fortuito. A través de experiencias que vivió el propio autor, no sabemos si enmascarándolas de ficción o no (ni importa) el escritor bilbaíno construye una serie de relatos, o crónicas, de diversas situaciones donde el azar es el protagonista.

Dividido en tres partes (La danza del poliedro, La lentitud del péndulo y La rúbrica del azar), la primera y la tercera se basa en la casualidad más fortuita, si bien es cierto que en la tercera parte me parece vislumbrar una casualidad más inesperada. La segunda parte del libro me parece la más interesante. Esta parte se centra, como indica el título, en el tiempo, en las relaciones entre el ahora, o el antes, y el después. Palazuelos plantea a través de estos cuentos lo inevitable del reloj de la vida. Allí donde hay un "tic" habrá un "tac" en el futuro que complete ese movimiento pendular. El paso del tiempo hace que se cierre el círculo de algo que sucedió.

Más allá de las historias que cuenta Palazuelos, con una gran capacidad para narrar, lo que me parece más importante en este libro es, por un lado, las conjeturas que va desarrollando a lo largo del libro a modo de introducción a las tres partes en las que se divide, más el epílogo; de otro lado, el poso filosófico que rezuma sus páginas. De poco sirven estos cuentos si no te detienes en cada uno de ellos para reflexionar sobre ellos, sobre el azar, sobre el tiempo, sobre la vida.

http://conlmayuscula.blogspot.com.es/2012/09/geometria-del-azar-fernando-palazuelos.html