sábado, 7 de julio de 2012
viernes, 6 de julio de 2012
jueves, 5 de julio de 2012
miércoles, 4 de julio de 2012
martes, 3 de julio de 2012
Lectura excluyente: 'Stoner' de John Williams
Por esas cosas del destino, estuve hace algunos días en Chile, en donde ofrecí una charla sobre literatura peruana actual en el Centro Cultural de España de Santiago. Días antes del viaje, me contacté con algunos libreros de la ciudad y Sergio Parra de Metales Pesados me dijo que podía separarme el último ejemplar que le quedaba.
Y así fue, llegué a esta referencial librería y la compré; luego Sergio y yo tuvimos una conversa interminable e intensa, sobre la poesía y la vida, en un café al lado de MP. Sobre este libro de Williams, también me había hablado muy bien mi amigo Antonio Díaz Oliva, con quien dicho sea, tuve un recorrido libresco de horas, de esas caminatas animadas por la insaciable voracidad lectora.
En mi última noche en la ciudad, abrí Stoner (Baile del Sol, tercera edición, 2012). Y para cuando arribaba la mañana del jueves, las primeras lágrimas caían por mis mejillas. Tuve ganas de emborracharme y fumar marihuana. Es que Stoner te deja así, al borde de las emociones. Tiene la capacidad de quebrar tu bravura de lector, te vuelve mierda y a la vez te vigoriza como ser humano. La prosa de Williams es dueña de un hechizo, me recordaba en más de un párrafo a la potencia catalizadora de Emily Dickinson. Cada frase no es más que una fiesta asentada en los detalles, en el día a día de un común profesor de literatura y filosofía llamado William Stoner.
De lejos, un argumento ordinario sobre un hombre que encontró en su juventud la pasión por la enseñanza de la literatura, pasión de arrebato que le obligó a dejar la carrera de Agricultura en La Universidad de Missouri, luego de una clase de un curso, de relleno del programa académico, sobre literatura inglesa en la que el profesor Sloane le formula una pregunta sobre la poesía de Shakespeare, traicionando de esta manera el deseo de sus padres. Y de cerca, la radiografía de un hombre idealista que lucha contra la banalidad y mediocridad por medio de un desmedido amor por el trabajo intelectual, signado por una generosa sapiencia que inculca en sus alumnos; aún así, Stoner no es libre del descuido de su vida personal.
Novelas como esta hay que aprehenderlas en lo que no se dice, en la magia existente entre líneas, en la especulación imaginativa, en las inquietas preguntas que nos generan las acciones de este superfluo protagonista. En estos aspectos descansa la sal de la prosa de Williams. Por momentos, el lector atento podría estar pensando en un silente vástago de Chejov y Dickinson, pero no, no es así. Williams es fruto de la más pura y dura tradición de la narrativa gringa, pero que a diferencia de sus nombres capitales,Stoner nos sitúa en un oscuro y extenso viaje interior del que no saldrás siendo el mismo, te enfrentas a los secretos y miserias de tu intimidad. No hay mucho que pensar: todos somos Stoner.
Cerré el libro. Y me hago la misma pregunta que los que han escrito de él. Resulta alarmante que haya pasado desapercibido durante muchas décadas. Y no tengo duda alguna sobre su rescate, llevado a cabo por lectores que editan, lectores que reseñan y lectores que saben leer. Stoner es una obra maestra que deberíamos leer y atesorar, es dueña un gran poder, del suficiente para cambiar y recrear determinadas vidas.
lunes, 2 de julio de 2012
Un cronista de los tiempos oscuros
Radicado en Estados Unidos, el escritor Jorge Majfud ejerce en la Universidad de Jacksonville y es respetado y consultado por medios del mundo que difunden su obra y pensamiento.
Por CARLOS ALBERTO PARODíZ MáRQUEZ

”Hay quien me niega el derecho de hablar de Dios, porque no creo. Y yo digo que tengo todo el derecho del mundo.
Quiero hablar de Dios porque es un problema que afecta a toda la humanidad”, rezongaba José Saramago, en sintonía con el entrevistado de esta nota, iguales como emigrados, pensadores y preocupados personajes de la vida. El futuro está por escribirse y él trata de explicarlo.
–¿Cuáles son tus primeros recuerdos?
–Si los confieso, alguien diría que alucino, pero por mucho tiempo recordaba la sensación de estar en el vientre de mi madre y un gran estrés en mi ombligo.
Ahora comprendo el estrés que vivían mis padres, especialmente mi madre, como consecuencia de los acontecimientos políticos de principios de los ‘70 en Uruguay.
–¿Cómo llegás a Estados Unidos?
-Decidí finalmente aceptar la invitación de un profesor de la Universidad de Georgia para hacer una maestría en literatura allí.
Él era un experto en ensayo latinoamericano, había leído mis libros, por lo cual manteníamos contacto y discusiones desde años antes.
La primera semana que llegamos con mi esposa, nos quedaban US$ 5 para resistir hasta mi primer sueldo, que prácticamente me pagaron por adelantado.
Al final seguí hasta completar un doctorado y por el momento seguimos por aquí.
–¿Qué grado de libertad tienes en tu trabajo como escritor?
–Siempre he sido muy crítico de muchos aspectos de la cultura y, sobre todo, de las políticas internacionales de Estados Unidos , con frecuenc i a brutales. Pero es un error simplificar un país con una etiqueta, como se hace desde afuera.
Es atractivo pensar que todo funciona por orden y agrado del Poder, con mayúscula, pero esto es una percepción simplista y metafísica.
En lo personal, he escrito innumerables ensayos sobre cómo el poder se filtra en el lenguaje, en las actitudes individuales, históricas, en la cultura popular.
–¿Y donde está el poder?
–Eso es universal y trágico. El poder está en todas partes pero no lo puede todo. No puedo negar que las universidades norteamericanas (creo que las europeas también) son de los pocos lugares donde se puede hacer investigación.
Por muchos motivos: porque hay recursos y tiempo (¿cuánta investigación puede hacer un profesor que está corriendo de una clase a otra, enseñado 30 horas como a veces ocurre en América Latina?).
Como profesor integro el gobierno de mi actual universidad y sé por experiencia propia que si un país poderoso como Estados Unidos es el escenario de choque de diferentes grupos de intereses heterogéneos.
–¿Cuáles son los intereses que no deben perderse de vista y cuán oscuro seguís viendo el tiempo inmediato?
-Los primeros intereses que no se deben perder de vista son los del bien común de un grupo, de una sociedad y, en su máximo ideal, los intereses comunes de la humanidad.
Esta es, además de previsible, una respuesta políticamente correcta. No se desmerece por esto sino, a veces, por otra razón.
El problema de una respuesta tan arraigada en la cultura popular es que se subestima otro valor importante, más existencialista: una libertad que para el individuo no sea una libertad concreta es una libertad ficticia.
-¿Cuales son, hoy, tus dos orillas?
-Una es mi memoria, mi identidad, que ha quedado anclada en el Rio de la Plata, llena de buenos recuerdos y de tristes desencuentros.
La otra es el futuro de mi esposa y de mi hijo, que han reemplazado casi totalmente mis preocupaciones por mi propio futuro.
Su recorrido por los medios
Es Máster en literatura y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Georgia en 2008.
Fue colaborador habitual de Milenio Diario de México, La República de Montevideo, Panamá América, Cambio 16 de España, La Vanguardia de Barcelona, Hispanic Culture Review of George Mason University, El Nuevo Herald de Miami, Página/12, Radio Uruguay, Radio Nacional de Argentina, Radio Exterior de España, Radio Popolare Roma entre otros.
Es miembro del Comité Científico de la revista Araucaria de España y de The Honor Society of Phi Kappa Phi de Estados Unidos, Obtiene su Master y PhD grado en la Universidad de Georgia.
Además de enseñar en University of Georgia, ha sido profesor en Lincoln University y en Jacksonville University.
Majfud ha recibido premios en concursos literarios internacionales.Entre ellos, Mención Premio Casa de las Américas, La Habana, Cuba 2001, por la novela La Reina de América Excellence in Research Award’, University of Georgia 2006, finalista Premio Juan Rulfo 2011.
Sus novelas y ensayos son objeto de estudio en diferentes universidades de Europa, Estados Unidos y América latina.
Es coautor de decena de libros. Sus obras han sido traducidas al inglés, francés, portugués, alemán, italiano, vasco y griego.
Obras
–Hacia qué patrias del silencio (Memorias de un desaparecido) Grafitti, novela, 1996.
–Crítica de la pasión pura, Graffiti, ensayos, 1998.
–La Reina de América, Baile del Sol novela, 2001.
–El tiempo que me tocó vivir, ensayos, 2004.
–La narración de lo invisible / Significados ideológicos de América latina, CEPAL, ensayos, 2006.
–Perdona nuestros pecados AG Ediciones, cuentos, 2007.
–La ciudad de la Luna Editorial: Baile del Sol novela, 2009.
domingo, 1 de julio de 2012
“Hola Fondo Sur”, de Daniel Ortiz Peñate
Por Miguel Baquero | Destacados | 29.06.12
Daniel Ortiz Peñate (Gran Canaria, 1975) es editor de Ediciones Escalera, un sello editorial que lleva ya varios años rescatando pequeñas joyas, entre otras, de la generación beat (imprescindible, por ejemplo, la edición de Tristessa, de Kerouac). Esta admiración por aquel mítico grupo de escritores al margen de los convencionalismos, inconformistas que convirtieron el viaje, como expresión máxima de la búsqueda, en todo un género literario, se refleja, como no podía ser de otra forma, en esta su tercera novela,Hola Fondo Sur. Concebida como la crónica de un viaje, en este caso en torno a Sudamérica, para acabar llegando al centro, la novela de Daniel Ortiz no se limita a ser una crónica de paisajes o anécdotas, sino que, del mismo modo que sus referentes norteamericanos, el viaje alcanza un sentido trascendental, como manera de vivir y de escribir.
Escapado de una mala experiencia amorosa y vital en Sudáfrica, Tirzo, el protagonista (traslación, como se aprecia, del propio Ortiz), se traslada al Cono Sur sin una idea muy clara, más que unos vagos referentes, de adónde quiere ir ni en realidad qué ha ido a hacer en aquel subcontinente. Un verdadero mundo que pronto descubre plagado de tipos humanos y paisajes insólitos para él. Sólo acierta a saber que está viajando en busca de algo que, como le hace notar uno de los personajes con los que se encuentra, sabrá lo que es cuando lo haya encontrado. Y así, casi en constante movimiento, expelido de un lugar a otro, va trazando una gran curva en torno a Sudamérica y en torno a sí mismo, hasta que se encuentra preparado para lanzarse hacia el centro, para adentrarse en la espesura.
Por el camino le suceden anécdotas, como no podía ser de otra forma, pero estas siempre han sido y siempre fueron lo de menos en los vagabundeos beat. Acaso, y porque estos son otros tiempos más burdos, en que se atiende más al incidente que al hecho, a la historieta que a la historia, en su recorrido Tirzo, el protagonista, se ve rozado por una difusa trama de espionaje. Pero al fin, como se ha dicho, esto carece de importancia. Lo esencial es el viaje.
Un viaje magníficamente narrado, con un estilo que pretende ser propio y único en todo momento, porque, como también descubrieron los beat, la escritura ha de ser también, y siempre, un viaje continuo, un escapar de lo cómodo, un “intentar descubrir”. A fuerza de este genuino estilo, Daniel Ortiz va, poco a poco, ganándose la atención y la complicidad del lector, que acaba viéndose concernido es ese viaje hacia alguna parte. Y ello es gracias, insisto, a la sinceridad y la verdad con que el autor se vuelca en su novela.
Así, nos identificamos con Tirzo cuando define su vagar como “un asunto iniciático para reinventar mis relaciones con el mundo, con la gente, conmigo mismo…”. El viaje en Hola Fondo Sur, igual que en los escritores beat, es una reformulación de ese ancestral mito del morir y volver a nacer, limpio por completo y congraciado con uno mismo. Descubrir entretanto que “somos inmortales, al menos por un tiempo”, o que “la gracia del sur está en llegar, no en quedarse”, o que “no tengo prisa por llegar a ningún sitio, sólo el deber de disfrutar la travesía”. Frases rotundas y auténticas que inevitablemente nos tocan dentro.
A lo largo del camino (en el que se incluyen observaciones y pensamientos de otros personajes que asisten al vagar de Tirzo) surgen dudas, como no podía ser de otra forma, sobre el sentido último de estar haciendo tantos kilómetros. “No tiene nada de heroico mi viaje, menos de legendario”. En la ruta, se abandonan varias ideas preconcebidas: “No buscaba realizarse como ser humano, había descubierto que bastaba el trayecto”. Prueba de la sinceridad del autor es que no pretende, en último caso, darle a su viaje ningún barniz literario, descubriendo incluso, a mitad de periplo, su incompatibilidad con el oficio de escritor: “Demasiada exposición a la maldad ajena, falta de creatividad para narrar algo que no me concierne o indisciplina para emprender lecturas sistemáticas; vehículos imprescindibles si quieres aprender el cómo. En suma, un pudor atroz”. Así, podría decirse que la literatura (que hay a espuertas) en este Hola Fondo Sur surge de la forma más cercana a lo espontáneo, sin imposturas de escritor viajero y engolado.
Un libro, en resumen, magnífico que recupera en gran parte esa ingenuidad y esa magia de los escritoresbeat, vagabundos que perdieron en su día la pelea contra lo práctico y el viaje organizado.
Miguel Baquero
El mundo es oblongo
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