Itziar Mínguez
Título: Brazos, Piernas, Cielo. Autora: Isabel Bono. Editorial Baile del Sol. 2012. 82 páginas. 10€
Siempre espero con ganas la llegada de un nuevo poemario de Isabel Bono. En un tiempo donde resulta tan común que nada esté a la altura de una expectativa, resulta que la poeta malagueña Isabel Bono, nunca me defrauda. Su anterior incursión en la poesía, Pan Comido, era un poemario agotadoramente bello, con largos corredores por donde las emociones avanzaban siempre en sentido unidireccional, exento de la reciprocidad que en muchas ocasiones suele lastrar la poesía. Ya me extendí en su día sobre Pan Comido, que traigo a colación ahora porque su último poemario, Brazos, Piernas, Cielo, publicado por la editorial tinerfeña Baile del Sol, se sitúa en las antípodas de aquel “Pan Comido”. Si entonces la poeta dio rienda suelta a la versión maratoniana de sí misma (en sentido poético) con poemas de larguísimo recorrido, brutales, vertiginosos… en su nuevo poemario nos encontramos a una poeta que avanza con pasos cortos, medidos, certeros. Poemas punzantes, geniales. Ráfagas breves y concisas de luz que se ciernen sobre la oscuridad a la que parece estar abocada la poesía. Avanza a saltitos Isabel Bono, dejando huellas aquí y allá para dejar constancia de que ha pasado por ahí, señalando un camino que lleva a alguna parte o, tal vez, marcando su recorrido para poder volver atrás y no olvidar desde dónde inició la trayectoria. Es un poemario que se presta a eso, a caminar por él, hacia adelante para ver qué nos espera o hacia atrás, retrocediendo hasta algunos poemas que dejan una marca de fuego en la memoria. Cada poema es una huella: marca y guía. Una instantánea. Con su lenguaje claro y conciso, las palabras -una vez leídas y pasadas por el filtro- son devueltas en forma de imagen. El poemario consta de dos partes diferenciadas e identificadas cada una con su respectivo título. La primera parte: La chatarra del silencio, la componen poemas breves, muy directos, sin truco. Son lo que son, no lo que parecen ni lo que pretenden aparentar. Un ejemplo: tenemos derecho a equivocarnos// sin defensa/ sin móvil/ sin coartada. Otro: desde el principio lo sabes/ vas a caer// la luz/ el paisaje/ dejan de importar. Así 39 fotos polaroid, 39 huellas que nos conducen hasta llegar a la siguiente parada: Distrito Rojo. Título con el que se abre la segunda parte del poemario. Acostumbrada a la concisión de los poemas que componen la primera parte, confieso que me costó cambiar la marcha y adaptarme al paso largo, casi zancada, que son los poemas de esta segunda parte de Brazos, Piernas, Cielo. Pero la poeta sabe conducir al lector, sabe guiarlo y enseguida me vi inmersa en la espesura de una poesía, más boscosa sí, pero por la que se cuelan reveladoras haces de luz entre tus ramas frondosas. Una poesía más furiosa, menos contemplativa, de otra casta, la que destilan 21 poemas menos centrados en la contemplación pero mucho más físicos, orgánicos. Algunos, muy cortos, de solo tres versos, dejan temblando: incendiad girasoles/ doblegad la razón/ comed de mis manos. No se puede decir más con menos. Tal vez en esta segunda parte reconozco más la voz con la que asocio a Isabel Bono. Menos lírica y contemplativa que en la primera parte, haciendo uso de artillería más pesada, de ese abrirse las venas que suele ser su poesía. Un flujo constante de emociones, que en el mismo poema pueden hacerte pasar por todos los estadios posibles. Versos que tiran a dar, como la poeta reconoce: mi casa dispara/ minúsculas garamond catorce/ a un paisaje renovado por el fuego. Lo que no varía y se mantiene constante, es el paisaje. Pájaros, antenas, charcos… Isabel Bono siempre muestra de forma diferente el mismo paisaje y por eso, tal vez, su poesía tiene algo de refugio, de lugar de paso donde apetece quedarse mientras ahí afuera la luz varía, decrece, mengua en los charcos, sin desaparecer nunca del todo.
http://www.agitadoras.com/Febrero%202013/itziar.html
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