sábado, 22 de julio de 2017

Reseña de SOBRE LA MARCHA, novela de Juanjo Barral en Zenda

La vida sobre raíles

La vida sobre raíles
Subir a un tren para perseguir la vida, el afán de un destino diferente y el descubrimiento ilimitado. Sobre la marcha, del escritor y periodista Juanjo Barral (Oviedo, 1962), rememora entre el recuerdo y la ficción su aventura  juvenil de InterRail en agosto de 1987. Este libro me da la oportunidad de cerrar un capítulo que comenzó hace veinticinco años, cuando yo hacía mis primeras incursiones periodísticas y Barral debutaba con la novela Londres. La ocasión mereció una entrevista. Y ambos quedamos unidos para siempre por la amistad y la literatura.
"Las enormes alas de la Generación Beat cubren sin disimulo la novela de Juanjo Barral y Sobre la marcha nos sienta de nuevo frente al mandamás de aquel grupo salvaje y contracultural, frente a Jack Kerouac y su novela En el camino."
Improvisación. Búsqueda. Hedonismo. Es lo que mueve a los dos protagonistas. Leo y Sal tienen veinticinco años y consiguen embarcarse antes de que su oportunidad caduque. El libro discurre por el viaje que muchos jóvenes de mi generación soñábamos olfateando la modernidad desde la barrera, atrapados como estábamos en la autopista que conecta Oviedo, Gijón y Avilés. A Leo y Sal la vida les invita a acomodarse en un vagón. Realmente no saben a dónde van. Y tampoco parece importarles. Sobre la marcha exploran, aman y se emborrachan. París, Londres, Florencia… La ruta tiene en realidad otro destino. Un destino que no es físico: “Un mes como éste puede alterarte la vida para siempre”.
Las enormes alas de la Generación Beat cubren sin disimulo la novela de Juanjo Barral y Sobre la marcha nos sienta de nuevo frente al mandamás de aquel grupo salvaje y contracultural, frente a Jack Kerouac y su novela En el camino. En ambas obras narrador y protagonista comparten nombre, incluso ciertos detalles en la construcción de los personajes de Barral parecen inspirarse en Sal Paradise y Dean Moriarty. Leo, como Dean, se deja llevar despreocupado y ardiente, mientras que Sal insiste racionalmente en la necesidad de “controlar los límites”. Canutos y dexedrina en sus mochilas. El laboratorio de cualquier “Walter White” de la época para acompañar las subidas y bajadas de otros viajes más intensos y menos reales: “La percepción campa a capricho por un territorio reinventado por la lisergia”. Sin embargo no hay confusión posible. Sobre la marcha es en realidad una historia de amistad contada con ironía y humor, a ratos triste y en ocasiones desesperada, con esa prosa cortante y afilada con la que Barral convierte los pensamientos en palabras y las palabras en literatura. Y por momentos, con una profunda carga poética. Ahí es donde se cuela el Barral poeta, el autor de los poemas de andar por casa, sencillo y cotidiano: “Dentro de mí también hace bueno”.
"Emociona Barral porque es creíble y suena a verdad. Porque resulta fácil empatizar con esa pareja de soñadores en busca de no se sabe qué."
Objetivo alcanzado si el escritor quería hallar la forma de contarlo como lo haría un chaval en la veintena, esperando a que las olas le den el primer revolcón en una playa aún sin explorar. “Conoces la belleza, pero no conoces esta belleza”, confiesa Sal mientras pasean por las calles de Amsterdam. En otro momento reconoce, al borde del síndrome de Stendhal, que los sentidos “necesitan reposo, dejar de sentir tanto, tan intensamente”.
¿Es la emoción una terminación nerviosa de la verdad o de nuestra capacidad de identificarnos con un texto bien escrito? Emociona Barral porque es creíble y suena a verdad. Porque resulta fácil empatizar con esa pareja de soñadores en busca de no se sabe qué. “Aquí estamos de nuevo, con los raíles por delante y otro destino por alcanzar”. Es una mutación casi imperceptible. Un proceso profundo, como suelen ser los cambios importantes que marcan nuestra vida. Como esa primera noche en la que ya no necesitas la luz del pasillo encendida para dormir sin amenazas.
"Entonces no había móviles ni tabletas y la estela que se le escapa al mundo por la ventanilla del tren se quedó en los ojos de aquel que mira para siempre."
En el tránsito experimentan momentos dramáticos magistralmente narrados. Lo sentimos cuando Sal regresa a casa de madrugada por una desierta calle londinense con un coche de policía respirándole en la nuca. También compartimos la angustia de verle al borde de la muerte en el infierno griego de una ola de calor. Tampoco se explicaría la transformación de Sal y Leo sin la mujeres que se cruzan en el camino. Salvo María, la yonqui de Santander, e Isabelle, la recepcionista de un  hotel de París, todas aparecen de dos en dos para alimentar espejismos  y acompañarles al otro lado. Tratándose de un Barral (miembro de una incombustible estirpe cultural asturiana), la música es un personaje con un gran poder de sugestión. Te ayuda a perdonar,  te aloja en la nostalgia y te muestra la senda de la felicidad total. Sobre la marcha invoca a The Cure, Billy Bragg, New Order, The Smiths… Alguien me dijo que con Juanjo y sus hermanos llegaron a Oviedo los primeros discos de la banda de Morrissey.  Por algo los protagonistas de esta historia, jóvenes con mochilas cargadas de química, no son “ninis” sin inquietudes. Leen a Julio Cortázar y Salman Rushdie, y se plantean preguntas sin respuesta frente a un cuadro de Rothko o el porqué de tanta miseria cuando atraviesan la antigua Yugoslavia: “De repente es como si se hubiera apagado la vida, como si Yugoslavia mirara hacia abajo, negándose a ver. (…) Aquí casi nadie ríe y pocas cosas hay que hagan gracia”. O también la sinrazón del “thatcherismo” que dejó en la estacada a millones de trabajadores.
Barral recorre con nosotros una Europa que ya no existe, estampada en un cuaderno de viaje lleno de vidas. Todavía no ha caído el telón de acero. El muro de Berlín sigue en pie. No ha estallado la guerra de los Balcanes y Felipe González gobierna en España. Entonces no había móviles ni tabletas y la estela que se le escapa al mundo por la ventanilla del tren se quedó en los ojos de aquel que mira para siempre.
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Autor: Juanjo Barral. TítuloSobre la marchaEditorial: Baile del Sol

viernes, 7 de julio de 2017

Entrevista a Alberto García-Teresa en Vallecas VA

“Ninguna poesía es inocente” [entrevista a Alberto García-Teresa], en Vallecas VA nº 258 (julio-agosto de 2017)


ALBERTO GARCÍA-TERESA·VIERNES, 7 DE JULIO DE 2017
Roberto Blanco Tomás, “Ninguna poesía es inocente” [entrevista a Alberto García-Teresa], en Vallecas VA nº 258 (julio-agosto de 2017).
>‘Ninguna poesía es inocente’. Alberto García-Teresa, poeta de conciencia crítica y vecino del PAU de Vallecas
// Roberto Blanco Tomás


Alberto García-Teresa se define como “una persona que entiende que la poesía y la literatura son una forma de construir el mundo, de construir otros mundos posibles y también de enfrentarnos al mundo que nos rodea”. Poeta, estudioso de la poesía, microrrelatista, crítico literario, antólogo… nos recibe en su piso del PAU de Vallecas, donde mantenemos una apasionante conversación sobre literatura. Lo que sigue es solo un pequeño fragmento de la misma. 

¿Cómo definirías tu poesía?
Intento hacer una práctica de escritura poética que busque enjuiciar cómo está hecho el mundo. Cómo funciona este sistema de dominación, cómo lo hemos interiorizado y por qué sigue perviviendo a pesar de que mucha gente nos oponemos a él… Por un lado es eso, una poesía que critica al sistema, y por otro lado busca celebrar a esas personas que estamos oponiéndonos a él, los vínculos, la comunidad, desde un vitalismo radical consciente de las posibilidades de transformación, que aunque sean limitadas siguen estando ahí, y por eso hay que apostar por ellas… Es una poesía que intenta conjugar ambas vertientes desde un posicionamiento claro, de oposición, sabiendo que la poesía es una herramienta de construcción de mundos, de construcción ideológica, y que ninguna literatura, ninguna poesía, es inocente: no hay nada apolítico. Está claro que no estamos hablando de compartimentos estancos, estamos llenos de contradicciones, pero la cuestión es ser conscientes de las repercusiones ideológicas que tiene nuestra escritura: hacia dónde queremos ir, a quién queremos hablar y cómo le estamos hablando. La poesía por sí sola no puede cambiar el mundo, pero en una suma de procesos puede ayudar a que terminen de encajar las cosas.
Creo además que una de las cuestiones más importantes, e intento llevarlo a cabo, es el ser consciente de que la poesía, como decía Lautréamont, debe ser hecha por todos. Y yo añado: “debe también ser escuchada y tener la posibilidad de ser recibida por todos y todas”. De ahí ese empeño especial que tengo en hacer recitales en la calle, en llevar la poesía a sitios donde habitualmente no se escucha.

¿Por qué la poesía?

Buscando una literatura que sirva para cohesionar una forma de ver el mundo y una forma de articular respuestas a cómo está organizada la sociedad, tiene sentido apostar por la poesía como un elemento de agitación, o por lo menos que nos sirva para cuestionarnos cosas. Pienso que el poema, frente a otros géneros literarios, lo bueno que tiene es la brevedad y la capacidad de ponerse en funcionamiento muy rápido en vivo. Solo necesitas un poema, o a veces simplemente la memoria, la viva voz y ya está. No necesitas un escenario u otra serie de cosas. En un cuento necesitas más tiempo para desarrollarlo, no digamos una novela… pero un poema, a lo mejor en tres o cuatro minutos eres capaz de formularlo, de ponerlo en circulación. Lo puedes hacer esperando en la fila del SEPE para fichar, o en un transporte público, o directamente vociferando desde un balcón. Creo que tenemos que ser conscientes de que la poesía no es algo para leer en la intimidad solamente, que también.

Háblame de lo último que has publicado…
Eso nos lleva a unos años atrás: después de terminar y publicar mi tesis doctoral sobre la Poesía de la conciencia crítica. Ese trabajo, estudiar toda la poesía que a mí como lector y también como poeta más me interesaba, fue un magma importante para dar forma a otras cosas. Después de la tesis me embarqué en Disidentes, la antología, que digamos que era la “parte práctica”, el compendio de todos los autores y autoras que había estado estudiando, una selección de lo que consideraba más brillante dentro de su producción. Claro, cuando tienes que leer absolutamente todo lo que han escrito esos autores más todo lo que han escrito sobre ellos, eso te va enriqueciendo muchísimo, es un aprendizaje estupendo.
De esta forma brotaron dos proyectos paralelos. La casa sin ventanas, publicado en 2016 en Baile del Sol, que es un libro que trabaja sobre ese concepto: que simulamos o creemos que estamos viviendo en una casa sin ventanas, y en el libro hablo constantemente de lo que está ocurriendo en esa casa, cómo funciona el mundo allí, en qué lugar quedan los otros, dónde estamos nosotros mismos, dónde puede estar la empatía… Si te fijas, en La casa sin ventanas son la mayoría poemas muy breves, pero al mismo tiempo comencé a trabajar en un poema-río, El alba se asoma entre los cerrojos, que finalmente ha aparecido en mi último libro, A pesar del muro, la hiedra, publicado hace un par de semanas en Huerga y Fierro. Este poema intenta hablar de la inminencia de un cambio y de lo que esto implica. Releyendo este último libro, en el que la mitad es ese poema largo y otros son poemas más convencionales, me di cuenta de que había subido el nivel de violencia, verbal por lo menos, que corresponde con unos años de escritura en los que los recortes han sido especialmente duros, y además al sistema se le ha caído la careta en cuanto a la represión en la calle. Esa rabia y ese dolor ahí se reflejan, sin perder nunca la esperanza de la hiedra: yo creo que mientras siga habiendo semillas y las posibilidades de sembrar una hiedra, habrá que seguir intentándolo, porque nos va la vida en ello.

Una vez publicado este último libro, ¿con qué estás ahora?
Pues con Jimena Cuerva, fotógrafa, y surgió la idea de construir lo que llamamos Escombros, que es un proyecto de ficción lírica audiovisual con una línea muy oscura; siniestra. Y ahí estamos, trabajando con una serie de fotografías que ha hecho ella de edificios en ruinas. A partir de las fotos yo escribo la historia en torno a esos edificios, y el siguiente paso es cómo lo vamos a poner en marcha: la idea es hacer un recitado de esos textos, proyectando las fotos y con música… Estamos en pleno proceso creativo ahora mismo, vamos a ver cómo va saliendo…
¿Algún mensaje para los lectores?
Que sigamos apostando por la poesía puesta en común, comunitaria, celebrada en público, y que sigamos también quitándonos esos prejuicios negativos acerca de la poesía, de lo que puede ser o no poesía, de lo que nos dice, de lo que tengo que adivinar en un poema, y dejémonos seducir también por lo que el poema nos propone y por lo que nosotros aportamos al poema… A disfrutar…


RECUADRO: Obra publicada
Alberto García-Teresa (Madrid, 1980) es autor de los poemarios Hay que comerse el mundo a dentelladas (Baile del Sol, 2008), Oxígeno en lata (Baile del Sol, 2010), Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas (Umbrales, 2012), Abrazando vértebras (Baile del Sol, 2013), La casa sin ventanas (Baile del Sol, 2016) y A pesar del muro, la hiedra (Huerga & Fierro, 2017), así como de la plaqueta Las increíbles y suburbanas aventuras de la Brigada Poética (Umbrales, 2008), Premio Ignotus a la mejor obra poética de contenido fantástico editada en 2008, de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror. También ha publicado el libro de microrrelatos Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos (Amargord, 2013).

Es doctor en Filología Hispánica con Poesía de la conciencia crítica (1987-2011) (Tierradenadie, 2013), y ha publicado también Para no ceder a la hipnosis. Crítica y revelación en la poesía de Jorge Riechmann (UNED, 2014). Ha confeccionado antologías como Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (1990-2014) (La Oveja Roja, 2015), Novo mondo en kiaj koroj (Calumnia, 2016. Recopilación en esperanto de poesía crítica actual española) o de los poemas de Enrique Falcón (Aluvión; La Oveja Roja, 2017) o de Antonio Méndez Rubio (Abriendo grietas. Poemas de, desde, hacia la utopía; Amargord, 2017), entre otras.