Koundara es el primer libro de relatos de David Pérez Vega (1974), profesor de Economía y de Matemáticas, y autor de las novelas Los insignes (2015), El hombre ajeno (2014) y Acantilados de Howth (2010); de los poemarios El bar de Lee (2013) y Siempre nos quedará Casablanca (2011); así como de un sinfín de reseñas que ha ido publicando o bien en su blog (Desde las ciudad sin cines) o en la Revista Eñe. Con la excepción de la última novela, todas sus obras han visto la luz en Baile del Sol, una editorial prestigiosa, alternativa, que lleva veinticinco años dando a conocer nuevas voces de la literatura española.
El libro lo integran siete relatos organizados en dos secciones («Los viajes» y «Bajo determinadas circunstancias»). Me han gustado mucho cuatro de ellos: «Koundara», «Maestro», «Cazadores» y «Tetras de ojos rojos». Sin embargo, voy a comenzar mi reseña por los tres restantes.
«Acrópolis» tiene un arranque sorprendente (el gerente de una empresa abandona, con precaución y nervios, la nave donde trabaja, por temor a un atraco), pero la abrumadora retahila de datos que ofrecen –a continuación– narrador y personajes frena la historia. Las intervenciones de los interlocutores, por otro lado, son demasiado largas, lo que resta credibilidad a los diálogos. Así y todo, me gusta el sentido del relato, si bien no su construcción: la mirada nostálgica hacia el pasado donde el protagonista sentía una seguridad que ahora le falta.
«La balada de Upton Park» toca un tema interesante y actual: la emigración de españoles por culpa de la crisis. El prólogo promete una entretenida historia de terror, pero el relato que lo sigue frustra enseguida las expectativas de los lectores. El desarrollo de la historia es lento por la profusa aparición/desaparición de personajes, y por la meticulosidad con que describen escenas al margen de la trama principal.
«Quitasol» es un relato anodino, en el fondo y en la forma; que desmerece al lado de sus compañeros. Y es que dentro de la colección hay cuatro relatos realmente muy buenos. A saber:
«Koundara» tiene el atractivo de la localización espacial (Guinea Conakry); de unas descripciones muy plásticas, de gran poder evocador, que apelan a cada uno de los sentidos («El olor es lo primero en África; un olor carnal, igual que una gasa invisible sobr el cuerpo. Nada más bajar del avión, una presencia de cuero y sudor rancio»); de la sutil ironía a la que recurre el autor para criticar la actividad que desarrolla la Iglesia en Koundara (escolarización en sus centros únicamente de estudiantes ricos), así como de los privilegios de los que disfrutan sus representantes (instalación de tendido eléctrico y suministro de agua); el último aliciente del relato descansa en la aparición de personajes a los que estamos poco habituados (monjas que conducen todoterrenos de aspecto militar).
«Maestro» destaca por el tema: la denuncia de las precarias condiciones laborales en las que realizan su trabajo los maestros y profesores de un colegio privado (para el nivel de bachillerato) y concertado (para las etapas de primaria y secundaria). El narrador nos relata los esfuerzos de la dirección del centro por despedir a docentes con contrato indefinido, por minar su moral completando su horario con asignaturas para las que no están cualificados, por presionar al claustro para que los estudiantes aprueben sin abrir un libro, o por colocar a dedo a un representante sindical afín a sus intereses. Se nota que Pérez Vega conoce el oficio desde dentro.
«Cazadores» se sustenta en una estructura muy bien trabajada, donde varios relatos se insertan unos dentro de otros, como en las antiguas colecciones árabes de cuentos. Dos hombres divorciados se citan en un restaurante chino para cenar, y en la conversación se confiesan en qué momento se percataron de que sus matrimonios no les satisfacían. Este segundo estrato de la historia, que gira en torno a un perro, desemboca en un tercer recuerdo del protagonista, esta vez situado en un bar de Malasaña. Esta nueva charla con otro amigo, gemela a la de la historia-marco, sirve para rememorar un lance de la infancia en la facultad de Veterinaría de la Complutense, donde experimentó el horror de ver animales amputados y agonizantes. Estos flashback freudianos nos perfilan a un personaje inseguro, temeroso de los hombres que conforman su mundo. De ahí que el desenlace del relato nos reconforte.
«Tetras de ojos rojos» es el texto más lírico –simbólico– de las siete piezas. Su fuerza radica en la espléndida caracterización psicológica del personaje principal, la madre de un alumno diagnosticado con TDA (Transtorno por Déficit de Atención). Relatada, ahora, por un narrador omnisciente, la obra pasa revista a las emociones que Mónica padece tras entrevistarse en varias ocasiones con el tutor del chico y luego con éste: ira, desconcierto, desconsuelo, impotencia, miedo, furia, decepción. Pérez Vega, de nuevo, recurre a su experiencia docente para añadir al retrato del personaje la pintura de los obstáculos que dificultan la concentración de los adolescentes de hoy: los videojuegos, internet, el móvil y la televisión. Un acuario de peces servirá de remanso de las pasiones, banco de pruebas de madurez, y de metáfora de la extrañeza incómoda que siente una madre cuando asiste a los cambios de sus hijos. La incorporación de los diálogos al texto me parece una fórmula acertada, pues dota al texto de agilidad.
En resumen, Koundara es un buen libro de relatos, con cuatro piezas excelentes en las que el autor demuestra que tiene oficio, domina la técnica y posee una aguda mirada para observar el mundo. David Pérez Vega radiografía nuestra sociedad para ofrecernos un mosaico de personajes entre los treinta y los cuarenta años cuyas vidas, lejos de estar asentadas, zozobran en la incertidumbre. Raro será que los lectores no se identifiquen con alguno de ellos.