jueves, 28 de abril de 2011

Frágil, de Eva Vaz

EL CAMINO DE LA ESPERANZA

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Frágil (Antología 2001-2009)
Eva Vaz
Prólogo de Fernando Beltrán
Editorial Baile del Sol
Tenerife, 2010
         Hay ocasiones en las que para comprender un libro plenamente hay que conocer algo de la vida del autor. No sé si ocurre eso con Frágil, el último libro de Eva Vaz, publicado en la editorial tinerfeña Baile del Sol (2010), pero el libro se parece mucho a la persona que lo ha escrito: frágil, desde luego, y expuesta, como pocas personas que haya conocido, a la mirada de los demás. Frágil, expuesta e impúdica, como a ella le gusta decir. En este libro se nos ofrece toda una vida con sus bellezas, sus miradas, sonrientes o no, y sus tristezas.
       
         Hay autores de antologías y otros de poesías completas. Eva Vaz ha publicado, antes que este, cuatro libros y, especialmente en los dos primeros se ha tratado de poemas que entraban en la línea de la llamada poesía de la conciencia que, en nuestra opinión, generalmente miraba el mundo sin demasiada profundidad. No era una poesía de autor, sino una poesía que trataba de acoplarse a cómo debía ser el mundo. Las relaciones humanas, el sexo como motor de ellas, será el principal de sus temas. En esto se anticipaba Eva Vaz, bastantes años, a lo que ahora escriben algunas de los poetas más jóvenes que quizá crean que innovan. El otro tema que comparten estas primeras páginas es la mirada sobre una infancia con momentos tristes, en los que ya, aun siendo una niña fuerte físicamente, se anticipa tanta fragilidad. En los dos poemarios siguientes nos encontramos el contacto con nuevos mundos poéticos, que le asoma a la poesía de la experiencia, mucho más obvia en el cuarto libro, Metástasis, su mejor libro hasta el momento. Porque Frágil recoge y ensambla los mejores momentos de toda su poesía, a la que ha añadido algunos poemas, hasta hoy inéditos, que ha estado elaborando estos últimos meses.
       
         Para los que somos del sur, Eva Vaz ha sido una presencia que recordamos de toda la vida. Sin embargo es una poeta joven (Huelva, 1972), que ha destacado en el grupo onubense, primero, y a nivel nacional, luego, desde hace ya algunos años, aunque no publicó su primer libro, Ahora que los monos se comen a las palomas, hasta 2001, con casi treinta. De este libro aparecen en Frágil trece poemas. En ellos, la poesía es el remedio para dejar de sufrir en una vida en la que no se reconoce, en un cuerpo que no siente nada suyo, pero que le sirve para “conquistar el mundo / en un abrir y cerrar / de piernas.” El texto busca el prosaísmo para acompañar una situación desgarrada, donde nada era como le habían prometido. Ni la vida, ni los escritores, ni la muerte, ni el amor. Su segundo libro es La otra mujer (2003), quince historias de mujeres ficticias en las que descubrimos datos que nos evocan a la autora. Tanto en las mujeres protagonistas, como en los hombres antagonistas. Se trata de hombres insensibles, incapaces de satisfacer, ni siquiera de comprender, a las mujeres. Feminismo, yo diría que tópico, en el que el hombre siempre es el culpable de todo, y que se resume en los tres versos siguientes: “Yo amo. / Tú dañas. / Él goza.” De estas historias ha escogido cinco, de las que yo prefiero las dos últimas, que hablan de la niña que ella fue: de sus dolores, sus ilusiones y sueños, y el precio que hubo de pagar por ellos. Un precio que ella exhibe donde más duele, donde más se ve. Y, también, una forma de comenzar a ver la poesía que se parece ya más a la de los siguientes libros: el dolor.
       
         Nueve son los poemas que aparecen de Leña (2004), su tercer libro publicado. Una cita de Carver nos adelanta alguno de sus temas. El desarraigo en cualquier lugar, incluso en aquel en el que se supone que has sido más feliz, porque la felicidad es un cuento chino que nos contaron de niños para engañarnos. Y desde luego el motivo de la felicidad no va a ser el matrimonio. Las escenas de matrimonio que nos ofrece son desoladoras. La idea de la escayola: “Todo el mundo tiene / escayola.” Uno no puede ser diferente. Si trata de serlo, ya va a ser imposible reintegrarse al rebaño. Y hay que ser muy valiente para vivir solo. O muy cobarde. Las cosas nunca son como parecen. Las relaciones humanas se enmarcan en complicadas luchas de poder. ¿Quién somete a quién? ¿Somos todos iguales? La cita de Carver no muestra sólo el tema principal: también la forma. La frase desnuda. Las acciones. Lo que realmente nos importa de la historia. Porque sus poemas son historias. Eso no ha cambiado. La que más me interesa es “Estigmas”, otra de sus historias de matrimonios que continúan siéndolo no sabemos por qué. Aún no han dado el salto definitivo, el de la ruptura, que vendrá con el cuarto y su mejor libro, hasta el momento: Metástasis (2006).
       
         Digo con demasiada precipitación que Frágil es más interesante que Metástasis. Lo es y no lo es. Lo es porque en Frágil tenemos los mejores de todos sus poemas, con solución de continuidad y, además, algunos poemas inéditos que son tan buenos o más que los mejores. Pero Metástasis es ya un libro diferente, singular. Ya tenemos la voz de la poeta: completa, rotunda, subjetiva. Ella es como es y así aparece en el libro: completa y rota, rotunda y dubitativa, subjetiva y elegíaca. Desde luego no encontramos resquicios de la poesía de la conciencia. Al contrario, aquí la experiencia personal es la base de todo. Ni encontramos máscaras ni generalizaciones. Incluso el título de uno de ellos: “La banca defraudó 236 millones de euros a la Seguridad Social”, supone un poema  íntimo  elegíaco. En Metástasis, ya desde el título, están muy presentes la enfermedad y la muerte. “La mujer de los huesos pequeños” es la autobiografía del dolor. No sólo dolor de existir, también dolor físico. El lado del erotismo sucio, porque el erotismo en sus poemas nunca es inocente, siempre es sucio y culpable, también se encuentra aquí. Pero ya la responsabilidad no es exclusiva del hombre. Ahora la mujer también reconoce que hay una historia que la ha llevado a ese final poco amable. Y si en algún poema encontramos atisbos de ese mundo hermoso, todo termina en sarcasmo. “Uni-2” es un buen ejemplo. Sarcasmo mezclado con esperanza. Siempre volvemos y se supone que siempre volveremos a caer. Pero, ¿y mientras? ¿Qué hacemos con los buenos momentos vividos? Compartirlos. ¿Y con los malos? También compartirlos. La voz del poeta no nos va a engañar. Ni va a tratar de hacernos el camino más fácil. Pero nos cuenta que vuelve a aparecer el amor, y que ahí está su hija marcando definitivamente el camino de la esperanza.

http://minombre.es/rafasuarez/archives/1269

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miércoles, 27 de abril de 2011

Frágil (Antología 2001-2009), por Eva Vaz

Editorial Baile del Sol. 126 páginas. Antología 2001-2009. 1ª edición de 2010.

Yo estaba en realidad leyendo los Cuentos completos de Fogwill en la edición de Alfaguara, pero no conseguí acabarlos antes del miércoles 20 de abril, día que volaba a Roma hasta el domingo. El formato del libro de Fogwill (cuentos de unas 30 páginas) no me pareció el más adecuado para un viaje en que sabía que iba a patear una ciudad y acabaría por las noches cansado en el hotel. Así que me decidí por este Frágil de Eva Vaz (Huelva, 1972), que la editorial Baile del Sol me envió la semana pasada como parte del pago de los magros derechos de autor generados por las ventas, durante 2010, de mi novela Acantilados de Howth.

Frágil es una antología que toma poemas de 4 libros publicados por Eva Vaz: Ahora que los monos se comen a las palomas(2001), La otra mujer (2003), Leña (2004) y Metástasis(2006), más un grupo final de nuevos poemas inéditos. Ya conocía alguna muestra de la obra de Eva Vaz gracias a la antología 23 pandoras (2009), publicada también por Baile del Sol, y a poemas colgados en el blog Hankover.

La poesía de Eva Vaz se caracteriza por la creación de una potente voz femenina, que explota casi todos los conflictos de su intimidad, desde una perspectiva desencantada y en la mayoría de los casos angustiante; y, que sin embargo, posee un gran vitalismo.
Ya desde el primer poema, Mi credo, a modo de introducción, asistimos a la sustitución de una religiosidad convencional por un catecismo propio, basado en el consumo de pastillas tranquilizantes: “Esta oración es para vosotras / pequeñas píldoras de paz” (pág. 11).

La realidad impone un duro peso sobre la voz poética en esta antología: la soledad de la pareja, del sexo, “Porque el amor no me arreglo la vida. / Y tampoco era para tanto” (pág. 13).
Eva Vaz sucumbió durante años, siendo niña, a la tortura personal de la gimnasia rítmica, lo que le condujo a una autoexigencia alienante: trastornos alimenticios, como la anorexia, ingresos en hospitales… Este trauma iniciático planea sobre el poemario más de una vez: “Mi cuerpo es el mejor sitio / para mi dolor” (pág. 41), y deja en los versos un rastro de palabras recurrentes como una letanía: huesos, muerte, esternón…

En esta poesía confesional son varias las personas con las que dialoga la voz poética: su madre o su abuela, su hija, su pareja (luego ex pareja), y una nueva pareja (ya hacia el final del libro).

Los poemas, sin métrica ni rima, suelen estar formados por versos cortos, y la construcción poética es de corte narrativo; si bien  se hace uso de anécdotas pequeñas de las que se desprende una idea mayor –como en el interesante poema El gorrión (pág. 53)-, en general predomina la narración de una historia amplia (una relación sentimental, por ejemplo) y en unos cuantos versos se poetiza hablando de toda la historia entre los amantes, y en este caso los versos operan y cobran su fuerza por el método de la sustracción. También, y sobre todo en los poemas correspondientes al poemario La otra mujer, Eva Vaz crea personajes, y en ellos especula sobre estados de ánimo. Dentro de este grupo destacaría algún poema, como el titulado Historia de la mujer del internauta.

Tanto en las composiciones más íntimas, como cuando crea personajes, la poesía de Eva Vaz intenta romper los tabúes de lo convencional, un espacio humano que parece no poder contener su nervio vital. Para corroborar esta idea, observemos estos versos: "A L. le preguntaron / si quería poner escayola / en el piso. / L. no sabía para qué servía / la escayola. / M. tampoco. // Pusieron la escayola. // Todo el mundo tiene / escayola". (pág 45).

Durante los últimos poemarios, los diálogos con la madre muerte se van haciendo más intensos, y también las reflexiones a las que le invita su hija.
El poemario Metástasis y los poemas inéditos pueden leerse casi como una composición narrativa, en la que asistimos a la ruptura de una pareja, la soledad, la deriva del sexo y la formación de otra pareja.
Dentro de la reivindicación de una feminidad antimachista de Eva Vaz no faltan versos sobre el pobre papel que a veces la sociedad confiere a la mujer: “He  necesitado licenciarme / en Filosofía / y perseguir un doctorado / y despellejar mi paciencia / en unas oposiciones / para descubrir que lo más apreciable, / mi mejor joya: / mi coño” (pág. 14)


Reproduzco aquí uno de mis poemas favoritos del libro, donde se reúnen bastantes de las características comentadas:

Para gritar

Mi madre siempre deseó             
                                      
una parcela en el campo:                  
                                          
«Descansar                                
                                          
es invertir en calidad de                  
                                          
vida».                                    
                                          
                                          
                                          
Para su último hogar                      
                                          
improvisó un alquiler                      
                                          
de cinco años y flores de                  
                                          
plástico.                                  
                                          
                                          
                                          
La muerte también tiene                    
                                          
fecha de caducidad.                        
                                          
                                          
                                          
Ha vencido el alquiler                    
                                          
y mi padre le ha comprado                  
                                          
su propia parcela en el campo,            
                                          
en el pueblo.                              
                                          
                                          
                                          
La muerte también entiende                
                                          
de clases.                                
                                          
                                          
                                          
Vuelven a encontrarse,                    
                                          
por arte del negocio inmobiliario.        
                                          
Su última cita,                            
                                          
en el paraíso del cementerio municipal:    
                                          
mi padre asiste al siniestro desnudo      
                                          
de huesos desordenados.                    
                                          
Y el anillo de matrimonio.                
                                          
                                          
                                          
Su esposa, mi madre,                      
                                          
en una paz brutal como nunca tuvo.        
                                          
Todo en una bolsa de plástico.            
                                          
Sin más mística:                          
                                          
el espanto en una bolsa de basura.        
                                          
                                          
                                          
Mi padre volvió a sentar                  
                                          
a su amante                                
                                          
en el asiento del copiloto.                
                                          
Con cariño. Con la tragedia                
                                          
instalada en el volante.                  
                                          
Con arcadas. Con amor.                    
                                          
                                          
                                          
Depositó la bolsa,                        
                                          
como el que regresa del supermercado,      
                                          
en la propiedad,         
                                          
en una bolsa de basura                    
                                          
de plástico.                            
                                                                    
Tantas bocas viven                        
                                          
de la muerte.                              
                                          
Hasta mi poema vive de la muerte.          
                                          
Mi ego liba de tu muerte.                  
                                          
                                          
                                          
Perdóname.                                
                                          
mamá,                                      
                                          
has tenido una nieta. 


En resumen: una recomendable antología que ha acompañado mis paseos por Roma; de una poeta, desgarrada, demoledora, y aún así vitalista y repleta de fuerza poética.
 
 
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“Stoner”: una gran novela, según Luis Antonio de Villena

Temo que pase casi inadvertida y la muy emerita labor de las pequeñas editoriales más o menos nuevas tiene aún la cortapisa de una distribución defectuosa. Y claro, si el producto no se ve, mal se vende. Con los libros (y en España) no cabe el viejo refrán de que “El buen paño en el arca se vende”. No. Por eso quiero recomendarles una estupenda y a la par muy sencilla novela de un escritor norteamericano del que yo sólo he sabido hace muy poco. Ese autor se llamó John Williams (1922-1994) y había nacido en Texas.  Inició algo tarde su carrera de novelista y poeta -en 1948- y temo que no trascendiera mucho del ámbito anglosajón. “Stoner” (el título viene del apellido del protagonista) se publicó originalmente en 1970 y tuvo muy buena crítica en su país. Es la historia -narrada con eficacísima maestría- de un muchacho de campo, William Stoner, que cuando va a la Universidad de Missouri a estudiar Agricultura, se enamora de la literatura inglesa y  de su orbe clásico y termina convirtiéndose en un gran profesor de literatura del Renacimiento en conexión  con sus fuentes latinas. Pero ese no es el tema del libro. Stoner es un hombre sencillo, acostumbrado a trabajar y a aguantar; si las cosas -la vida- le hubieran ido medianamente bien se habría convertido en un hombre no genial, pero sí muy brillante. Pero casi todo se le pone en contra, se casa con una puritana que no le entiende, en la Universidad su honestidad le crea problemas con profesores ególatras y mediocres y él apenas se sabe defender: lo ladean. Cuando conoce al amor de su vida, una joven profesora inteligente y vivaz, vive un apasionado romance, pero no es capaz de iniciar una nueva vida (de nuevo el puritanismo yanqui aúlla a su alrededor). Su disparatada mujer lo aleja de su única hija, envejece prematuramente, pero cuando cerca de la jubilación, algunos empiezan a considerar que ha sido un profesor excelente y maltratado y una buena persona ( no hay tantas) un cáncer acaba rápidamente con su vida. Su pregunta final a sí mismo es : “¿Qué esperabas?” Como diciendo la vida es lo que es y si uno no es un truhán, un desalmado o tiene la suerte de cara, nunca saldrá de mediocre. Pudo haber sido mucho (incluso feliz) y casi no ha sido nada. Esta es, a grandes rasgos la historia de Stoner. ¿Cuántos y cuántas no se sentirán retratados en este personaje tan rico y tan pobre? Las consecuencias son miles: la injusticia social, la maldad humana, la mediocridad que se impone al talento… El lector sacará las suyas. Pero no debe perderse esta muy buena novela escrita con sabia economía de medios que se titula sencillamente “Stoner” de John Williams y que ha editado en España  Ediciones Baile del Sol de Tenerife. De veras, muy recomendable.
 
 
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martes, 19 de abril de 2011

Entrevista a Marcelo Luján, autor de Arder en el invierno

Marcelo Luján nació en Buenos Aires (Argentina) en junio de 1973. Justo hace diez años, a principios de 2001, decidió cambiar Argentina por España y trasladarse a Madrid, donde reside actualmente. Ha publicado las obras Flores para Irene, En algún cielo, El desvío La mala espera. Su última obra se titula Arder en el invierno. Gestiona un blog de misceláneas literarias titulado El concepto de ficción. Además, también podéis encontrar más información sobre este autor y sobre todas sus obras en su página web personal: http://www.marcelolujan.com/

-¿Cómo y cuándo supiste que querías ser escritor?
-A los ocho o nueve años le pedí a los Reyes una patineta y me trajeron la patineta y dos libros. Siempre digo que todavía los conservo en mi biblioteca y es cierto. Corazón, de Edmundo de Amicis y La isla misteriosa, de Julio Verne. Eran unas ediciones juveniles que venían con algunos dibujos. Me impactaron tanto esos relatos (sobre todo Corazón, el diario personal de un chico de la misma edad que tenía yo en ese entonces) que me dije: “yo tengo que hacer esto, es lo más grande que hay”. Mi madre prefería que me dedicara a la ingeniería... alegando que su futura nuera se lo iba a agradecer.
 

-¿Por qué te hiciste escritor?
-Pues por eso: porque al leer los primeros libros de mi vida supe que probablemente sería feliz contando historias (eso no quita que mi madre haya tenido razón, desde luego).

-¿Dónde buscas y encuentras la inspiración?
-Básicamente en la ciudad donde vivo. Quiero decir en la gente, en las personas, que son el verdadero motor de una ciudad. Aunque sería un cretino si ocultara que uno también encuentra ganas de contar cuando lee buenas historias.

-¿Eres maniático a la hora de escribir: lo haces siempre a la misma hora, el mismo sitio, sigues algún tipo de ritual o por el contrario te dejas llevar por la inspiración, estés donde estés?
-Soy maniático antes que nada. Por lo tanto, sigo casi escrupulosamente absurdos ritos a la hora de construir una ficción. La noche, por ejemplo, es un momento mágico. Eso me convierte en una especie de zombi cuando tengo entre manos una historia: escribo de noche y duermo de día. El mundo entero se fastidia mucho conmigo. Y me lo hace saber.

-¿Cómo definirías Arder en el invierno?
-Uh… Arder es un libro muy particular. Un ejercicio literario y una prueba de que los escritores estamos todos locos. El truco está en hacer creer que nuestra locura es una herramienta, un puente para alcanzar ciertos objetivos más o menos intelectuales que, después de todo, a nadie le interesan.

-¿Hay algo de autobiográfico en esta obra?
-En todas las obras de todos los autores hay algo autobiográfico. Una escena, el carácter de un personaje, una descripción espacial concreta, etcétera. Saber disolver las aristas autobiográficas en la sopa de la ficción propiamente dicha, es la clave de la literatura (a mi juicio).

-¿Qué es lo mejor y lo peor que has oído de Arder en el invierno?
-Creo que todas las críticas y comentarios sobre este libro coinciden en un punto: es un libro especial, incluso muy especial. Incluso delirantemente especial. Me alegro de todo eso.

-¿Cómo se te ocurrió crear una historia a partir de 81 pequeños relatos, tres partes con un texto por cada letra del abecedario?
-Tiene gracia pero Arder surgió por una casualidad. Supe que había allí un libro, una historia, un hilo conductor, mucho tiempo después de haber empezado a escribirlo. Los primeros textos de Arder aparecieron en mi blog y fueron escritos exclusivamente para eso. Recibí demasiados comentarios halagadores (algunos de autores consagrados a los que no conocía) como para abandonar esos parrafitos algo cabrones pero que me daban tantísima libertad narrativa. Cuando llevaba escritos unos treinta o cuarenta, me propusieron que fuese un libro. Eso me llevó a reescribir algunos fragmentos pero siempre intenté que mantuviesen el espíritu inicial. Luego, todo lo demás es estructura.

-¿Se puede leer Arder en el invierno siguiendo los tres relatos de cada letra o, por el contrario, sólo admite una lectura en orden, de cada una de las tres partes?
-He visto que al reseñarlo hablabas de esto. La verdad, no se me había cruzado por la cabeza esa posibilidad rayuelística. Que decida el lector.

-¿Qué quieres expresar con estas historias?
-Que pertenecemos y formamos parte de un mundo que está patas para arriba y al que nunca vamos a poder poner en su sitio. Y que la memoria es la única prueba de que estamos vivos.

-¿Eres tan intenso, onírico, melancólico, nostálgico, poético y entusiasmado por el fracaso como tu obra?
-Suelo ser un absoluto militante de las cosas que me gustan. A veces rozo el fanatismo. Y los libros que escribimos son como nuestros hijos: se parecen mucho a nosotros.

-¿En qué estás trabajando ahora?
-En una novela venenosa.

-¿Qué buscas a la hora de leer?
-Que el texto tenga alma. Aunque estoy convencido de eso que se suele decir por ahí: los escritores sólo leemos para saber cómo está escrita una historia.

-¿Y al escribir?
-Sonará egoísta pero prefiero ser sincero: sentirme a gusto conmigo mismo. También pagar el alquiler o las cartitas de amor que me manda, todos los meses sin excepción alguna, Visa y MasterCard.
                                                                                                   
-¿Cuáles son tus escritores favoritos? -Uh, eso va por rachas. Lo importante es no perder la pista de los maestros, tener siempre presente las historias que nos marcaron, los libros inolvidables. Me apasionan los tipos que se dejan la piel escribiendo, los que se lo toman en serio. Los que se rompen la cabeza tratando de regatear los estereotipos y las construcciones clásicas (aunque luego no lo consigan). Hay autores algo escasos a los que respeto muchísimo porque sé que su vida entera es o fue la literatura.

-¿Cómo ha sido tu experiencia personal a la hora de publicar y, en general, en el mundo literario y editorial?
-Bueno, yo entré por la puerta de los premios literarios. No conseguí vislumbrar otra entrada. Creo que el acceso al mundo editorial, para un autor novel, es difícil y muy cruel. A veces pienso cuántos autores que iban a ser grandes, se perdieron en el intento; cuántos se hartaron de recibir las mismas e insolentes respuestas. De todos modos, y no me contradigo con esto, hoy en día cualquiera puede ser escritor.

-En Arder en el invierno hablas de fútbol, de mate, en la escritura dejas notar tu acento. Se te nota muy orgulloso de ser argentino. ¿Me equivoco?
-No es orgullo la palabra. Argentina, Buenos Aires, siempre están en mi corazón. Eso no se puede evitar. Soy argentino. Y ya que mencionas el fútbol, te cuento: veo los partidos del Barça solamente para ver jugar a Messi. Y no por que Messi sea el mejor jugador del mundo sino porque el mejor jugador del mundo es argentino. ¿Entendés? La idiosincrasia de algunos países se manifiesta de modos inescrutables. En cualquier caso, llevo muchos años viviendo en el extranjero. Antes era peor. Y volviendo al libro: Arder está escrito en argentino. Forzado, a veces. Fue un objetivo que me propuse al comenzar con esos textos. Por eso te había dicho que es un ejercicio literario.

-¿Por qué cambiaste hace diez años tu Buenos Aires natal por Madrid?
-Porque quería saber si la vida era igual en otras partes del mundo.
 
 
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'Verano en la otra orilla', de Mª Ángeles Teixeira


La editorial Baile del Sol ha sido tan amable de enviarme unos libros, que iré reseñando a media que los vaya leyendo. ¡¡Muchas gracias!! 

Y he comenzado por este libro de Mª Ángeles Teixeira Cerviá, autora de la que no había leído nada  y que ha sido una muy grata sorpresa. "Verano en la otra orilla", es un conjunto de 14 relatos, fruto de la estancia de la autora en Inglaterra hace ya unos años. La realidad, la irrealidad, lo sobrenatural se entremezclan, arrastrándonos a través de los relatos y haciendo de la lectura de cada uno de ellos un momento único y especial.

Con un lenguaje sencillo, pero con destellos oníricos, mágicos, la autora nos transporta a "la otra orilla", a Inglaterra, y vamos de su mano conociendo distintos personajes. Todos ellos (bueno ellas, pues todas son mujeres, y la mayoría de cierta edad) tienen, a mi ánimo, un toque de ternura envuelta, en unos casos, de tristeza y soledad, en otros, de sentido del humor, en otros, de desesperanza y locura... (con la excepción de un relato que, a mi entender, desentona un poco en el conjunto).
Conoceremos en estas 85 páginas a Violet Hogson, con sus ojos azules y su pelo blanco, y a su enigmático hijo Walter; nos pasaremos a tomar el té por la casa de la señora Cock, un castillo estilo Tudor; sufriremos con Mary Steward su triste vida; descubriremos el secreto de la viejita Lucy Cooper y su cita de los jueves; conoceremos la historia de Jenny Robertson y su gusto por la muñecas, en especial por la que perteneció a la Reina Mary; sabremos de Tracy Davies y su amor por los gatos...
"Sus carnes sonrosadas semejan cualquiera de las muñecas victorianas que conserva el museo del pequeño pueblo."
"Mary Steward no sabía por qué todas las cosas malas tenían que ocurrir en días señalados. No sabía por qué el mundo era redondo en vez de cuadrado."
Si os decidís a leer el libro (yo os animo a ello) cada uno de vosotros se sentirá atraído por uno u otro personaje; ahí nuestros miedos, nuestras sensibilidades, nuestras obsesiones y preferencias jugarán su parte.

Me ha encantado leerlo; si acaso, un "pero", si me lo permitís: hubiese deseado que fuese más largo y poder disfrutar de su lectura por más tiempo. De todos modos, es uno de esos libros que volveré a leer en cualquier momento. Me ha dejado un  muy buen sabor de boca y un poso de serenidad y ternura muy digno de agradecer.


Marcapáginas 6

http://carmenyamigos.blogspot.com/2011/03/verano-en-la-otra-orilla-de-m-angeles.html

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lunes, 18 de abril de 2011

A los ojos de... Alberto García-Teresa

HAY QUE COMERSE EL MUNDO A DENTELLADAS 


Hay que comerse el mundo a dentelladas. 

Hay que sacar los dientes, pulirlos,
clavarlos con ahínco y rabia. 

Hay que comerse la vida a dentelladas; 

con mordiscos secos, intensos,
de puro y reluciente hueso.
Con bocados de corazón hambriento. 

Hay que defender el mundo a dentelladas. 

Hay que danzar entre rechinar de espadas;
de espadas a pecho descubierto.
Hay que vivir en permanente guardia,
defendiendo la vida cuerpo a cuerpo,
defendiendo la vida cara a cara. 

Hay que descubrir la vida a dentelladas. 

Hay que desenterrar estrellas de la arena,
hay que dibujar trazos de arco iris con los dedos
machacados por la rutina, el trabajo y el tedio.
Hay que apartar niebla de las cabezas
con gritos de silencio y de conciencia. 

Hay que sumergirse en el mundo a dentelladas. 

Hay que escurrirse de las sombras sonoramente,
con estruendo de ideas y palabras.
Hay que escurrirse sonoramente
con redobles de actos y pasiones,
con puños de carcajadas. 

Hay que atacar la vida a dentelladas; 

caminar en la penumbra precaria,
caminar frente al poder y las pirañas.
No ceder terreno nunca al terror y la ignorancia.
Levantar la vista ácida hacia el mañana. 

Hay que acariciar la vida a dentelladas; 

arrebatarles el tiempo robado cada jornada,
esparcir abrazos entre timbres y pagas,
regalar ternura y devolver pedradas. 

Hay que comerse el mundo a dentelladas. 

Hay que comerse el mundo a dentelladas. 



Con esta declaración de principios, casi un manifiesto vital o un manual de instrucciones del poeta, Alberto García-Teresa se descubre como un sano devorador de la vida. Parece renegar del equilibrio o la medición que a veces se le exige al artista, dejando atrás los impulsos. Pero no es un sencillo carpe-diem, el poeta también se exige un compromiso, una coherencia con sus ideales en estas líneas. El poeta bebe de esa fuerza y arrojo de los primeros momentos, pero sus textos no dejan de lado la necesidad reflexiva ni el cuidado propio de los versos. Además de una amplia obra publicada, es asiduo colaborador de revistas como Culturamas (ya recomendada en este espacio), blogs, y actividades culturales. 

Podíamos ver bien diferenciada hasta ahora lo que se consideraba la poética íntima, y la social. En tu caso hay un claro maridaje, una convivencia del yo y del nosotros ¿Cómo coexisten estos dos compromisos?
Creo que realmente no hay diferencia entre el yo y el "nosotros", puesto que ese "yo" se encuentra irremediablemente insertado en un "nosotros" concreto, en un momento histórico concreto, y en un tipo de sociedad concreta. Verdaderamente, lo individual es político (para ser más exactos, todo es político si está desarrollado en una sociedad o dirigido hacia ella; toda comunidad humana implica la politización de toda acción de quienes conviven en ella), y en mi poesía simplemente saco a relucir esos vínculos de una manera más explícita.

Lo que ha ocurrido y ocurre con un nutrido grupo de escritoras y escritores es que han evadido su mirada de las condiciones en las que han vivido, en las que se ha desarrollado su escritura (aunque también son rastreables porque han quedado reflejadas en sus textos). Así, han omitido esa parte parte de su propia personalidad (dado que un individuo está compuesto también por todos los otros que le rodean, con quienes se coeduca continuamente).

Me parece esto especialmente grave puesto que considero que la principal potencia de la poesía reside en su mirada; una mirada penetrante, paciente, detenida, atenta, indagatoria, interrogadora, que ahonda tras la superficie de las cosas, de la gente, de los hechos; de la realidad.

En ese sentido, en una sociedad dominada por la apariencia, por la falsedad, por lo espectacular, siguiendo a Debord, la poesía puede llevar a cabo una función extraordinariamente útil para el resto de personas, además de para la propia y el propio poeta.

¿Consideras esto una nueva vía intermedia de expresión? ¿Más realista quizás?

Aspiro a desarrollar una síntesis, a poner de manifiesto que cuando hablo desde el "yo" estoy hablando de un "nosotros" al que no puedo renunciar (mi condición de trabajador, por mucho tiempo precario, además, en medio de una agresiva sociedad de consumo, que busca la insatisfacción permanente para ilusionariamente solventarla con mercancía, que ejerce posición de dominación en un mundo desigual que sufre una desbocada crisis ecológica).

Por ejemplo, los poemas de amor de mis poemarios (casi un tercio del total) no pueden obviar la circunstancia social en la que las dos personas de la relación están inscritas. ¿Cómo compaginar el amor con un horario laboral largo y extenuante? ¿Cómo hablar de él sin tener en cuenta que se potencia especialmente al ser el encuentro y la pasión uno de los pocos momentos de máxima vitalidad en la rutina alienante en la cual vivimos? Está claro que la manera de enforcarlo no puede obviar todas estas circunstancias, pues son las que las dotan de especificidad.

En cualquier caso, no considero que sea especialmente novedosa esa práctica de escritura. Recordemos que la conciencia de individualidad en la literatura es cosa de menos de una decena de siglos, y aún perviven las lecturas colectivas y/u orales.

En nuestro territorio, más concretamente, muchas otras autoras y muchos otros autores han buscado manifestar esa (indisociable, insisto) unión entre su vivencia y la de su comunidad o su grupo social, desde la denominada "poesía social" de posguerra o las diversas manifestaciones de la "poesía de la conciencia crítica" de nuestros días. Son maneras de abordar en poesía parcelas de la realidad que son ocultadas, o aparecen de soslayo o bajo estereotipos, tratando de desvincular su conflicto con el público.

¿Qué dentelladas darías dentro del propio mundo de la poesía y la cultura?

Pienso que la principal estribaría en demostrar que es radicalmente falsa (y peligrosa, pero muy eficaz para el Poder) esa pretensión de separar la poesía y la cultura de la esfera sociopolítica, de la realidad en que la cual viven quienes la llevan a cabo y quienes la reciben.

Por otro lado, su mercantilización también merece un trabajo arduo de denuncia y, al mismo tiempo, de construcción de alternativas para desmontarla y mostrar otras vías posibles para un desarrollo de la cultura como expresión de la sabiduría individual y colectiva. Una herramienta fundamental para el desarrollo de las personas, como son el arte y la literatura, no puede estar supeditada a una lógica que busca el beneficio económico y, en última instancia, el mantenimiento del estado actual (donde ese pensamiento es dominante).

Así, pienso que es muy importante no llevar a cabo prácticas literarias cómplices con el estado de la sociedad, ensimismadas, y apostar, por tanto, como dice Riechmann, por una "poesía que no cede a la hipnosis".

En definitiva, creo que es fundamental seguir esos versos de Günter Eich que indican: "Sed incómodos. / Sed la arena / y no la grasa / en el engranaje del mundo".
página web de Alberto García-Teresa: http://www.albertogarciateresa.com/

Los chicos están bien (5) -Acantilados de Howth-

Acantilados de Howth (David Pérez Vega)

David Pérez Vega. David escribe el blog llamado Desde la ciudad sin cines, donde sólo salen argentinos y un poco Bolaño, y otra vez un argentino. Acantilados de Howth es su primera novela publicada. Trata de un tipo que estuvo en Irlanda porque su autor estuvo en Irlanda y uno siempre cree que de eso se puede hacer una novela. No, si se puede. La obra cojea sin embargo de que estar en Irlanda se torna categoría literaria, y no anécdota, y el autor nos narra Irlanda como si las peculiaridades de los putos irlandeses nos importaran más que el corazón de David. No, el corazón del autor, su intimidad, siempre nos resultarán más interesantes que toda Irlanda junta, porque las calles de Dublín y sus bares y sus modos de servir las copas vienen ya en las guías de viaje y la literatura no cuaja bien con el dato turístico, así lo escriba uno con esforzado afán. Asina, lo mejor de esta novela son las reflexiones del personaje, sus cosas más privadas y sus casos más nuestros, desarrollados en Madrid y sin necesidad de informar de cómo se tiran las cañas en Madrid, ni de dónde queda el bar. La novela tiene un escritura centrada y correcta y sobria, y un vuelo puntual en algunas páginas, de querencia bolañesca, pero le falta desmelene y una estructura de mecánica más natural. Todo llegará. El autor nació en 1974.

http://lector-malherido.blogspot.com/2011/03/los-chicos-estan-bien.html?zx=3f5e8b323f613782

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Stoner, de John Williams

Título: Stoner
Autor: John Williams
Editorial: Baile del sol
Año de publicación: 2010
Páginas: 242
ISBN: 9788415019343

Lo primero que quiero hacer es confesar que no conocía ni este libro ni a su autor, John Williams, hasta que, muy amablemente, Baile del sol me lo envió a casa hace unos meses. Y lo segundo que quiero hacer es precisamente darle las gracias a esta editorial por haberme dado la oportunidad de descubrir un autor y una obra con la que he disfrutado muchísimo.

Stoner es el título del libro y el apellido de su protagonista. William Stoner es un joven gris, simple, triste, un hombre del montón, que pasa desapercibido, que nunca se mete en líos y no hace daño a nadie. Vive con sus padres en Missouri, donde les ayuda a trabajar en la granja y los campos que dan de comer a toda la familia. Obedeciendo los consejos de su padre, en 1910, con 19 años, se convierte en estudiante de la Facultad de Agricultura de la Universidad de Missouri. Su idea es estudiar los cuatro años de la carrera y regresar a la granja para seguir ayudando a su familia.


Pero un profesor muy especial y particular, Archer Sloane, se cruza en su camino y cambia completamente sus planes, su vida, su presente y, sobre todo, su futuro. Obedeciendo a Sloane, porque da la sensación de que Stoner no sabe decir que no, cambia la Agricultura por la Literatura, se doctora y se convierte en profesor.

No sabe si le gusta o no, no sabe lo que quiere, lo que desea, Stoner se deja llevar, arrastrar por los acontecimientos. Unos acontecimientos marcados primero por la Primera Guerra Mundial y después por la Segunda e incluso por la Guerra Civil española. Unos acontecimientos que marcarán no sólo a Stoner, sino también a sus dos únicos amigos: David Masters y Gordon Finch.

Lo único que sabe, lo único que tiene claro es que le gusta dar clases, tratar con los alumnos, enseñar y estudiar, investigar, escribir. Pero, sobre todo, Stoner tiene claro que le gusta la universidad, un espacio y un ambiente que le resultan familiares, agradables, que le ayudan a sentirse seguro y protegido de todo lo que hay ahí fuera, de todo lo que rodea el exterior de la Universidad de Missouri. Para Stoner la universidad es un refugio, como también lo es el despacho de su casa en el que, rodeado de libros, se siente a salvo de su mujer y de su hija.

Stoner se enamora locamente de Edith nada más verla y sin importarle su alta posición social y económica ni conocerla decide casarse con ella. Sin embargo, su matrimonio fracasa desde el primer día, o quizá sería mejor decir desde la primera noche, y a lo largo de los años Stoner será víctima de la guerra que Edith emprende contra él, una guerra de desgaste, llena de desprecios, insultos y ataques que, por mucho que Stoner intente evitarlos, le van afectando cada vez más.

Como siempre, Stoner busca refugio en la universidad para huir de sus problemas personales y familiares sin sospechar que precisamente allí encontrará el amor, la salvación, pero también el dolor, el fracaso, la pérdida y el desamor.

Porque la vida de Stoner es una continua agonía, una sucesión de problemas, enfrentamientos, luchas, peleas, dolor, sufrimiento y pérdidas. Y lo que más duele de todo esto es ver cómo el protagonista de esta novela no hace nada para defenderse, no reacciona, no intenta cambiar su vida, enfrentarse a su mujer, a su hija Grace, a sus alumnos o a su principal enemigo en la universidad, Lomax, quien, cada vez con más poder y más fuerza, tratará de hacerle la vida imposible a Stoner.

Stoner es una novela sencilla, pero no por ello simple, todo lo contrario. Es franca, fascinante, honesta, intensa, vibrante y, sobre todo, conmovedora. Conforme pasamos las páginas, nos sentimos cada vez más cercanos a su protagonista y al final lo vemos como un amigo o un familiar, alguien a quien conocemos desde hace muchos años y con el que compartimos la vida, lo bueno y lo malo, alguien que nos provoca un gran cariño y una gran compasión e, incluso, en muchas ocasiones, lástima. Sufrimos con Stoner cuando lo vemos sufrir, porque lo admiramos, porque lo queremos y, sobre todo, porque su historia es entrañable, cálida y hermosa.
 
 
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