martes, 30 de noviembre de 2010

Reseñas de libros de Baile del Sol en el blog Desde la ciudad sin cines


VIERNES 9 DE JULIO DE 2010


Contraluces, por Leoncio Robles


Editorial Baile del Sol. 126 páginas. Primera edición de 2009.

Paseando entre los anaqueles de la Casa del Libro de Gran Vía me encontré con el lomo azul y rojo de la editorial Baile del Sol en una de las estanterías y, al haberse convertido ésta en mi editorial, sentí curiosidad y tomé el libro. De pie leí el cuento más corto del volumen,Torero. En apenas dos páginas (de letra apretada, eso sí, como suelen ser las ediciones de Baile del Sol), el escritor peruano Leoncio Roblesperfilaba un personaje y también una voz narrativa adolescente, que era, esta última, la que posaba su mirada sobre ese torero soñador que en realidad trabajaba como acomodador de cine. Me pareció que en un espacio muy corto el autor conseguía retratar una sugerente porción de realidad.

Unas semanas después, el sábado 12 de junio, me encontraría con el autor en la caseta de Baile del Sol de la feria del Libro de Madrid. Yo pasaba de nuevo por allí para recoger al poeta, y ahora también novelista, Javier Cánaves, alojado en mi casa, que había venido de Mallorca a Madrid para firmar libros (o intentarlo) en la feria de Madrid. Ese día fue bastante lluvioso y la caseta de Baile del Sol, la 262, compartida con la editorial La Escalera se encontraba abarrotada. Con tres escritores de Baile del Sol, si no recuerdo mal, otro de La Escalera, y tres editores. Leoncio Robles se apoyaba en el quicio de la puerta, mirando hacia fuera, hacia la lluvia. Me pareció una mirada triste (una mirada que podría ser la de un personaje de sus historias, pensaría más tarde). Le dije que yo había leído uno de sus cuentos y que éramos compañeros de editorial. Intercambiamos libro.

Empecé a leer Contraluces el último domingo, descansando del calor y una caminata por la ciudad, en un bar del jamón, en una calle aledaña a la Gran Vía. Pronto me olvidé de la amenaza de los jamones colgados del techo y el primer relato, Se está haciendo tarde, me trasladó a los conflictos del campo peruano, a través de los ojos de un fotógrafo de ciudad. Me gustó la inteligente composición, la ordenación temporal de un relato sustentado por el ritmo narrativo y la sensación constante de amenaza. En 14 páginas Robles nos muestra un mundo primitivo, donde la mayoría de las cosas tienden a no funcionar o a estropearse, plagado de injusticias, y en el que el ciudadano de a pie no puede pedir ayuda a la policía o el ejército, normalmente una fuente de abusos. Me atrajo también de este cuento el lenguaje cuidado, poético, y la captación del detalle realista que da más entidad y presencia a lo narrado, como ese adolescente a caballo que aparece en la página 16 y que cabalga en paralelo al autobús en que viaja el protagonista con la intención de adelantarle, pero que se ve forzado a desistir.

Como ya he comentado alguna vez en este blog me gusta bastante el género del relato realista norteamericano. En este tipo de narrativa los personajes suelen estar retratados en el momento en el que van a descubrir alguna clave sobre su vida (momento epifánico) y cuyo máximo exponente sería Raymond Carver. En la nueva narrativa breve hispanoamericana ya hay autores que componen sus cuentos siguiendo esas directrices, que podríamos llamar del cuento norteamericano (aunque su origen seguramente se remonte al ruso Anton Chejov); estoy pensando en escritores como Roberto Bolaño o Juan Villoro. Una tendencia también seguida en España por autores como Jon Bilbao, por ejemplo.

Los cuentos de Leoncio Robles pertenecen a una tradición más puramente hispanoamericana, y que podría remontarse hastaHoracio Quiroga -aunque el trabajo de éste depende más de la pura narración anecdótica o de aventura-; pero sobre todoContraluces entronca con El llano en Llamas de Juan Rulfo. Libro, este último, cuya influencia benefactora gravita sobre el de Robles. Son cuentos -los de esta tendencia que he querido identificar- que basan su fuerza en la muestra de un breve momento en las vidas de sus personajes, y el lector siente el empuje de toda una realidad detrás, así como las condiciones de vida del entorno. No son epifánicos, porque los protagonistas no están descubriendo nada nuevo sobre sus vidas, seguramente abocadas a la repetición y a la insatisfacción.

Robles nos habla de personajes principalmente urbanos, aunque en algún relato abandona Lima y se desplaza hasta el campo o la sierra. Yo, hasta ahora, conocía la ciudad de Lima a través de la narrativa de Mario Vargas Llosa o la de Alfredo Bryce Echenique. La Lima de Leoncio Robles es más pobre y caótica que la mostrada por sus dos compatriotas, y me ha recordado a La Habana decadente y en ruinas que encontramos en los cuentos del cubano Pedro Juan Gutiérrez.

Leoncio Robles posa su mirada, en la mayoría de las ocasiones, sobre personajes solitarios y marginales: borrachos, mendigos, dueñas de negocios ruinosos, viejos que viven solos, niños carcomidos por la pobreza… “En esta tierra todo se había vuelto muy duro para la gente como ellos” (p. 103), “¿en qué lugar encontrarían refugio los dañados por la vida” (p. 109), escribe el autor, como una declaración de principios sobre sus intenciones narrativas.

En sus cuentos Robles nos refleja una porción de la vida de sus personajes y entre las junturas del relato se filtra la vida de unas calles de Lima. Tiende a usar un lenguaje poético para mostrarnos la suciedad y la pobreza, y en este contraste encontramos uno de los mayores logros del conjunto de cuentos. Usa para narrar la primera persona o la tercera, lo que no es nada extraordinario, pero a veces también la segunda, con la intención de transmitir la existencia de una especie de conciencia que dicta la actuación de sus personajes; como he leído en una entrevista en Internet al autor (para leerla pinchar aquí).

Ya he destacado el cuento Se me está haciendo tarde, me gustaría también resaltar el titulado Maratonista, donde un hombre malvive corriendo por las calles de Lima y pasando el platillo, pidiendo una ayuda para el maratonista; un cuento que me ha recordado bastante a los de Pedro Juan Gutiérrez. Destacaría el titulado Josefina (¿un homenaje a Josefina, la cantaora de Kafka?), donde una peluquera que regenta un pobre local se dedica a escribir lo que ella llama poesías con absoluto desconocimiento de cualquier referente. El tituladoCastillo, sobre la visión de las mujeres de un latin lover. Y el titulado Dalia, cuya desesperación ante la pobreza me ha recordado a algunos de los cuentos de Juan Rulfo.

Otros cuentos me han parecido menos conseguidos, como el titulado Ishaco, sobre la pobreza de un pueblo minero, vista a través de los ojos de un niño. Aquí la necesidad de hacer un relato de denuncia ha lastrado la fuerza de la historia, que acaba por caer en el sentimentalismo. Un cuento demasiado deudor del naturalismo conductivista que practicaron autores como Émile Zola; estoy pensando en su novela sobre mineros Germinal. (Lo terrible, también, es pensar que las condiciones de los mineros de Perú en la actualidad son muy parecidas a las de los mineros franceses en el siglo XIX.) Y me han gustado menos cuentos comoDía normal o Crónica de un domingo, donde se abandona la anécdota que sustentaba el cuerpo narrativo de los otros relatos y estos se basan casi exclusivamente en la posible fuerza del lenguaje poético.

En general ésta ha sido una interesante lectura, con un buen puñado de cuentos repletos de fuerza, poéticos, vitales…, que me han sorprendido gratamente y me han dado una visión del Perú diferente a la que tenía a través de otros escritores más cercanos a las clases medias o altas de este país.

DOMINGO 6 DE JUNIO DE 2010


Alfabeto de cicatrices, por Ana Pérez Cañamares


Editorial Baile del Sol. 110 páginas. Primera edición de 2010.

De la poeta Pérez Cañamares había leído en 2008 su anterior poemario,La alambrada de mi boca, un primer libro que se vertebraba en torno a tres temas principales: la relación de la autora con su madre y su hija, la relación con su pareja, y la relación consigo misma enfrentada a un entorno ante el que siente que no le queda más remedio que tomar el camino de la resistencia.

En Alfabeto de cicatrices, Pérez Cañamares retoma los temas de su anterior poemario, pero se pueden percibir algunas diferencias de tonos y enfoques.
Si en La alambrada de mi boca la mayoría de los poemas eran extensos (casi siempre por encima de una página) y el tono muy directo y narrativo, transmitiendo al lector un impacto inmediato y contundente, en Alfabeto de cicatrices el tono se torna más sosegado, aunque no por ello menos reivindicativo frente a una realidad que no acaba de agradar a la poeta y ante la que de nuevo debe tomar una actitud resistente. Así, por ejemplo, leemos en la página 55: “Pelear no estaba escrito / en mi carácter / -ese guión escrito por otros. // Estas patadas al aire / que llevo dando toda la vida / sólo pretendían desprender / las etiquetas pegadas a las suelas del zapato. // Ahora que lo necesito / tengo al menos / aprendido el gesto.”

En Alfabeto de cicatrices, a diferencia de en La alambrada de mi boca, el poder sugestivo de la metáfora acaba tomando el cuerpo principal de muchos poemas, dotando a los versos de una realidad simbólica, que hace ganar profundidad y belleza a la obra de Pérez Cañamares. Esto se puede observar en poemas como el titulado Al aire, página 63: “Amo tanto mi intimidad / que la arranco de cuajo / y la muestro / la muestro / aun sabiendo que sus raíces / como peces que bucean en el lodo / no aguantarán mucho al aire // si no recuerdo a tiempo / que sólo la alimenta / el aire envenenado de mis galerías / tendré que darle un buen entierro / buscarle plañideras / entre nuestros conocidos // así que la tapo y la guardo deprisa / sin tiempo de mecerla / antes de hundirla en mi vientre // en un parto sin sorpresas / ni alegrías / aquel en que te pares a ti mismo.”

La vida cotidiana y urbana (metros, autobuses, vecindarios, ascensores que conducen a la oficina…) siguen siendo el soporte físico de la geografía poética de Pérez Cañamares, pero enAlfabeto de cicatrices me ha parecido observar una influencia de la poesía oriental más contemplativa y deudora de la naturaleza; y es en esta mezcla de temas antiguos y nuevos donde considero que el poemario alcanza sus mayores logros. Dentro de esta tendencia destacaría el poema Los árboles, en la página 23, uno de mis favoritos del conjunto y que transcribo aquí:

LOS ÁRBOLES
Somos inocentes, gritan los pinos
Adam Zagajewski


El autobús que nos lleva al metro
pasa en su trayecto por un parque.
A cada lado de la carretera
nos escolta una fila de árboles
que cada día asisten a la misma escena:
mi hija desayunando las galletas
yo viendo con la misma tristeza
cómo mi hija desayuna
frente a extraños, en un autobús.

Giro la cabeza y ahí están,
los árboles. Tristes y dignos
como profesores prejubilados
que han de callarse lo que saben.
No conozco sus nombres
ni cómo se llaman los viajeros
con los que coincido cada día.
Sólo sé que los árboles
con su tronco negro por el humo
me están susurrando:
nuestro sitio no es éste.


La poesía de Pérez Cañamares está creciendo, y cada vez se acerca más, desde una perspectiva propia, al trabajo, a la vez íntimo y reivindicativo, de artistas como Sharon Olds; poeta a la que Ana admira. Creo que a diferencia de lo que Pérez Cañamares afirma en un verso de la página 92 de este libro donde escribe que “Ahora el hueco es otra cosa. / Es un vacío conquistado”, su “hueco” se está llenado de hondura y verdad poética.

VIERNES 11 DE DICIEMBRE DE 2009


La historia que no pude o no supe escribir, por Javier Cánaves



Editorial Baile del Sol. 79 páginas.

De Javier Cánaves había leído los libros de poemas Al fin has conseguido que odie el blues (premio de poesía Hiperión, 2003. Editorial Hiperión) y El peso de los puentes(Premio Ciudad de Palma Rubén Darío, 2005. Editorial DVD), y he leído ahora La historia que no pude o no supe escribir, libro con el que se estrena (al menos de forma pública) en la narrativa.

Cito los libros de poesía porque me parecen muy significativos a la hora de entender la narrativa de Cánaves. Leyendo su novela breve, de apenas 80 páginas, los cortos capítulos me remitían continuamente a su mundo poético, y sobre todo a Al fin has conseguido que odie el blues, donde los temas propuestos más relevantes serían el estudio de las relaciones de pareja, su entusiasmo, su incomprensión, su tedio… y a partir de estos supuestos de partida Cánaves monta La historia que no pude o no supe escribir.

En esta novela nos encontramos a un narrador sin nombre, aunque hacia el final del relato se hará llamar C, y que frisa la media edad (a punto de cumplir treinta y cuatro años, nos dice) que se ha propuesto escribir en el ordenador, en una sola noche, la historia que se inició ocho años antes en las Islas Canarias (principalmente en Fuerteventura) y que le obsesiona desde entonces. Una historia, como en los poemas de Cánaves (los poemas de C), de amor, desamor, desencuentros y extravío, con algún misterio añadido.
El narrador dejó entonces la comodidad de su casa para vivir algo que se saliese de lo cotidiano. Deseaba ser escritor, nos enteraremos, y quería experiencias; se define como un Bandini (el protagonista con aspiraciones de escritor de las novelas de John Fante) de clase media. “Había estudiado derecho contra mi voluntad, para satisfacer a mis padres. Había sido un buen hijo, un novio modélico (o eso me gustaba pensar), y era el momento de cobrárselo todo”, nos dice en la página 12. Y esta será una historia de juventud, o del fin de la juventud.

En Fuerteventura conocerá a Alicia. “Estas mujeres que nos parecen diferentes a las demás suelen ser las más peligrosas, las que nos cambian la vida y casi nunca para bien.”, página 17. No mucho después ella desaparecerá, tras haber sembrado la incertidumbre vital en el narrador a través de sus frases enigmáticas y de la intuición de una historia dolorosa, inconclusa, en la ciudad de Cardiff.
El narrador, años más tarde, iniciará su búsqueda; y de esta búsqueda, junto a la descripción de los días que vivieron juntos en Fuerteventura, se nutre el relato que pretende escribir en una sola noche.

La novela se inicia con una cita de Juan Carlos Onetti, escritor que, como se puede percibir curioseando en el blog de Javier Cánaves (“Tu cita de los martes”), éste admira, y su influencia queda latente en la construcción cadenciosa de la frase y en el gusto por la adjetivación poética.
Otra influencia que he percibido en el texto es la del escritor chileno Roberto Bolaño -también un narrador procedente del mundo de la poesía-, de los más admirados y leídos por la nueva generación de escritores tanto en España como en Hispanoamérica.
Cito de la página 42: “Un modo elegante, pienso de estar junto al abismo, ese abismo de todos los que escriben y empiezan a sospechar que nunca llegarán a ser lo que soñaron.
Me imagino a Roberto con un maletín de piel marrón caminando por una ciudad infinita y deshabitada”
En Los detectives salvajes de Roberto Bolaño aparece un personaje escritor que echa de menos una cartera de cuero con la que viajaba antes de ser famoso. Este párrafo acerca de un aspirante a escritor llamado Roberto parece un homenaje directo a Bolaño; cuyos personajes, por cierto, también suelen moverse al borde del abismo, y, como en la novela de Cánaves, evocan su juventud perdida; o sus sueños nocturnos se insertan en el cuerpo del relato como un capítulo más, desasosegante, alucinatorio…

En resumen, una novela corta sobre el fin de los sueños de juventud que se lee de un tirón, escrita con un cuidado lenguaje poético, y que hace albergar serias esperanzas sobre el futuro como novelista de J. Cánaves cuando se enfrente a empeños de envergadura más extensa.
http://desdelaciudadsincines.blogspot.com/search/label/Z.3%20Editorial%20Baile%20del%20Sol
 

lunes, 29 de noviembre de 2010

Déborah Vukušić, la poesía sin límites en La voz en espiral


no puede comprarse un vestido
de tirantes
ni camisetas cortas
ni faldas por encima de la rodilla
él se encargó de eso
su madre la había avisado.
Déborah Vukušić


Ayer el día era frío en Mérida, pero estaba despejado y el sol nos acompañó como de costumbre en estas tierras. A las 17,30 horas teníamos cita en el Centro Cultural Alcazaba con Déborah Vukušić, para acompañarnos en nuestro programa. Cuando llegamos estaba acompañada por nuestro querido amigo Elías Moro, después de los saludos de rigor (un tanto fríos como el día), entramos en el Centro Cultural y me sorprendió la reacción de Déborah cuando vio los restos romanos que florecen entre tanto hormigón, pero que hacen del lugar un sitio increíble.

Subimos al estudio de Radio Forum pero ya habíamos iniciado nuestra charla a tres (Déborah, Mª Paz y yo) en gallego, y por lo tanto resultaron más familiares esos momentos previos. En el estudio hicimos un pequeño repaso de vidas, gustos y disgustos, además de las fotografías de rigor.

Mientras esperábamos el momento de entrar en antena, me sorprendía la postura adoptada por Déborah en la silla, sentada como una budista e intentando protegerse de no sé que o quién, pero enseguida me dí cuenta que lo tenía todo controlado y que esta hora con nosotros no suponía ningún problema para ella.

Durante la charla hablamos de algunas cosas, se quedaron muchas más en el guión que habíamos preparado, pero me sentí muy cómodo y no dejamos de compartir sonrisas, gestos, expresiones que deshicieron ese frío primerizo y nos adentraron en su poesía, en su obra y como no, disfrutamos muchísimo con sus lecturas tan genialmente interpretadas y que terminaron por darle el calor que necesitábamos en una típica tarde de otoño emeritense.

Resulta difícil encasillar a las personas, mucho más cuando esas personas son jóvenes y cuando hablamos de la Generación Blogger, a la que sin duda Déborah Vukušić pertenece; se sintió más identificada, pero no tanto con esa generación que denomino "Yo, mi, me, conmigo", supongo que es cuestión de concepto como se suele decir en Galicia cuando no se tiene muy claro cual es el concepto.

Tras recibir en antena vía telefónica la llamada de José María Cumbreño, en el programa tuvimos tiempo para recordar la vida y obra de Carlos Edmundo de Ory, del que escogimos el libro "Metanoia" y leí su poema "La tierra es de las caricias".

Déborah había escogido para nuestra sección "versos galaico-portugueses" un poema de Begoña Paz, que recitó como una caricia recién llegada de Galicia.

Cuando terminamos el programa seguimos nuestra interesante tertulia en una cafetería (en galego), y le dimos un poco la vuelta a ese mundo que nos da vida y nos mata.

Déborah tenía cita con el "Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo" a las ocho y media en el Parador Vía de la Plata, y después de un paseo placentero por el centro de la ciudad llegamos a su cita donde esperaban ya un montón de amigos y conocidos que estaban deseosos de escucharla. Resultó curioso ver las caras de sorpresa cuando seguíamos expresándonos en gallego imbuidos por la interesante tertulia que habíamos mantenido en esas apenas dos horas previas.

Luego lo que sucedió en la capilla del Parador, resultaría muy largo para este post, pero os aseguro que la profesionalidad de esta "escritriz" es indiscutible, y ha sido un placer compartir esos momentos con Déborah Vukušić a la que le deseamos lo mejor y a la que siempre estaremos agradecidos por ese hermoso tiempo que nos ha regalado. Moitas grazas.






El viaje del idiota, Miguel Paz Cabanas en La tormenta en un vaso

Baile del Sol, Tenerife, 2010. 174 pp. 12€

Amadeo Cobas
Miguel Paz Cabanas, escritor que ha obtenido un montón de premios literarios, nos propone en El viaje del idiota un viaje, en efecto. Uno en el que la fórmula anodina que preside el deambular por la vida de mucha gente se ve reflejada aquí en Santiago, el protagonista principal.
Su hija adolescente, a la autosuficiencia de esa edad, añade el desprecio hacia su padre separado, culpabilizándolo de todos sus males, comparándolo con los triunfadores de la familia materna, tan unidos, tan ideales, tan infalibles (…más o menos, si no fuera por una oveja negra, primo de la adolescente, que en sus ratos libres es chapero). Santiago, por su parte, está disfrutando, entre comillas, de un veraneo con su díscola hija. Ella lo escruta con desdén para censurar cualquier decisión que tome. Su padre, el censurado, porta sobre los hombros el hastío. El escritor nos lo presenta como un hombre apocado al que a veces le sale un ramalazo de genio, conformista porque la vida que lleva no le gusta aunque nada hace para salir de ese pozo, descolocado porque ni se ve separado ni trabajando en la funeraria donde se gana el pan ni criando a su hija.
Ya el padre del protagonista, apocalíptico, le decía: «Todo lo que tiene que hacer un hombre para rodar por el abismo es confiar en que las cosas le irán mejor». Aquí radica uno de los éxitos de la obra: porque son chispeantes las conversaciones profundas que se traen Santiago y su padre. Al tiempo que hacen un repaso a hechos del pasado, buscando sus causas, enunciando sus resultados, se embarcan en predicciones futuras, se aconsejan el uno al otro, se reconvienen, disputan al fin: mientras el hijo se desahoga de la presión que lleva en su vida, el padre narra «confidencias ultraterrenas». Porque, eso sí, dado que es desvelado desde las primeras páginas, nada les estropeo si les digo que el padre de Santiago está muerto…
El autor es exquisito en las descripciones, minucioso en los pormenores, utiliza un vocabulario preciso y amplio que orna con suficiencia la novela. Sin olvidar el destello de algún que otro deje poético, «ecos oblicuos de secretos sin compartir».
Sólo hay una pega…
En sus estertores la obra se pierde en una compleja trama mafiosa —como su hija, «secuestrada por unos pijos», esto es, por la familia política—, con afloramiento de personajes secundarios que distraen al lector para aportarle más bien poco. Es mi opinión personal que el argumento se le escapa de las manos a Paz Cabanas porque arrima ingredientes que vuelven grumosa la mezcla, la entorpecen innecesariamente y restan frescura a lo que hasta entonces era un plato de mérito. Así, sufre la novela en su final a causa de esta derivación.
 

Instantáneas de la Fil

 panorámica desde nuestro stand

 con Talía y Daniel, editores de Escalera

con el editor mexicano Alejandro Zénker

Voces del Extremo en Logroño


domingo, 28 de noviembre de 2010

Los que llegaron. ARDER EN EL INVIERNO de Marcelo Luján

 M-109. Narrativa. 2010. 104 páginas. ISBN: 978-84-92528-93-6. 10 €.

Hace unos años recibí en mi correo electrónico una nota de un joven autor que me escribía desde España y me proponía, como presentación, un texto de su blog. Como tengo el defecto de ser buena corresponsal, me cuido mucho de iniciar cualquier tipo de intercambio de mensajes. Leí el texto, que se llamaba «Anillos», y decidí que me encontraba frente a un narrador meritorio, con el que valía la pena establecer comunicación. Había leído el primer texto de lo que sería, con el tiempo, este libro.
Arder en el invierno es breve pero intenso. Está estructurado en tres partes en las que aparece un texto por cada letra del alfabeto. En las secciones del libro se repite la estructura, retomando los títulos y excavando en los temas. A través de un clima onírico, cargado de melancolía, se cuenta y no se cuenta una desoladora historia de amor, que es también una historia de nostalgia por el terruño, que es también poesía, que es también pasión por la mujer y por el fútbol, por la infancia y por el mate, y contiene ese delicado entusiasmo por el fracaso que define la buena literatura: Marcelo Luján sabe, como cualquier escritor de raza, que ninguna historia humana termina bien.
Hay zonas geográficas en que las fronteras se vuelven difusas y uno no puede estar tan seguro de que está en un país y no en el otro. Así nos sucede a los buenos lectores con ciertos libros a los que es difícil encasillar en un género determinado. ¿Poesía? ¿Minificción? ¿Prosa poética? ¿Cuento breve? ¿Qué importa, en tanto los
textos sean de alta calidad literaria, en tanto la lectura sea profunda, gozosa, perturbadora y feliz? Ese es el efecto que propone Marcelo Luján con Arder en el invierno.
Ana María Shua

3. Cartografías
Soy el mapa que no conviene consultar: el que desvía y desorienta y pierde. El mapa de la ciudad que no existe, de la capital que no gusta, del pueblo perdido en medio de la provincia más olvidada. Soy el croquis de una villa hundida en la mejor miseria. La Vía Láctea que se apaga cuando me mirás. Si no te entiendo,
si no sé leer en el papiro chamuscado de tu geografía, tampoco sabré caminar hasta la entrada del convento donde una vez fuiste estrella. Saco la lupa del bolsillo y miro bien el sonido de la cruz: ahí está la guarida. Y es ahí adonde tengo que ir. Pero me cuesta porque me vendieron un GPS trucho. Falso. En realidad no me
lo vendieron sino que lo robé: no tenía plata y pegué el manotazo certero y salí disparado como una flecha del negocio de las oportunidades. Es importante la brújula en las noches de tormenta. Camino erróneo, camino equivocado, camino descaminado. Abro el planisferio y lo extiendo sobre la mesa: la luz del candil
es amarilla y me recuerda letra por letra a tu nombre: también amarillo y pegajoso. El frío me ciega: el pasado es el frío. Y yo soy el mapa que nadie (en su sano juicio) debería tener en cuenta.

52. Xenofobias
El chino que vende los pollos flacos —asados— en la esquina de tu casa no es chino: es tailandés. Pero te da igual. El otro día fuiste a decirle que a ver cuándo iba a traer pollos de tamaño normal y el chino soltó una sonrisa que lo mismo valía para decir sí que para decir por qué no te vas a comprar a otro chino. Después
le pediste una lata de gaseosa de regalo. El chino te la dio: la oferta era esa y te la dio. Pero tuviste que pedírsela. Vende barato el chino. Y pregunta poco. Nada, no te pregunta nada y comprarle los pollos flacos con la guarnición y la lata de regalo es facilísimo y rapidísimo. Tiene una calculadora en el cerebro que le impide equivocarse aun bajo cualquier tipo de presión, sea ésta económica o espacial. También vende carne. Carne de vaca. Pero eso ya no se lo comprás porque el mito te lo impide y porque de la cocina —siempre que vas— salen miles de chinos y chinas y chinitos constantemente. No saludan y se empujan bastante cuando coinciden detrás del mostrador. Ah, y no son chinos sino tailandeses. En la otra esquina de tu casa hay una rotisería atendida por sus dueños. Son argentinos. Gritan y hacen chistes absurdos mientras
atienden a la clientela. Fuiste una vez: era invierno y la noche se te había venido encima como una nube de polvo. Compraste empanadas y una fugazzeta chica. No regalaban nada. Ni la hora. Y te cobraron caro: pagaste con un billete de cincuenta y al otro día, cuando quisiste pagarle al chino de los pollos flacos, caíste en la cuenta de que los compatriotas te habían dado mal el vuelto.

www.arderenelinvierno.blogspot.com

http://www.marcelolujan.com/ 
http://ellaberintodenoe.blogspot.com/2010/06/arder-en-el-invierno-nuevo-libro-de.html

LA VIDA DESPUÉS por Carmen Moreno


Marina Sanmartín Pla
Baile del sol
116 páginas
10€
ISBN: 9788492528363




He ido leyendo La vida después en el metro estos tres últimos días. Durante este tiempo siempre ha habido alguien que se me ha acercado para preguntarme de qué trata el libro y puedo prometer que es la primera vez que me pasa. La interrogación era causada por la portada del libro y el título. Es decir, Baile del sol hizo bien su trabajo, y reconozco que no suele hacerlo ni siquiera regular. De hecho, cuando abrimos el libro ya vemos la mano inequívoca de una editorial que no ha mantenido la calidad de su catálogo como seña de identidad. Ellos han apostado más por la cantidad que por la calidad.
Pero, en ese paisaje desierto de literatura que ha conseguido crear la editorial canaria, puedes encontrar pequeñas joyas. Esto es lo que pasa con el libro de Marina Sanmartín, conocida por algunos de vosotros como Fallera Cósmica. Si obviamos las erratas que tan amablemente nos ha cedido Baile del Sol para que juguemos a las diferencias (qué está bien escrito y qué mal), las historias que narra Sanmartín están llena de susurros y estímulos para los sentidos.
El cielo de la ciudad se convierte, curiosamente, en un protagonista más. Los techos abuhardillados son los testigos presenciales de un dolor que se repite en todas las historias, el del abandono, el de la pérdida, el del desamor. Todos los personajes están abocados a convertirse en perdedores profesionales. Todos y cada uno tienen una forma de ser propia que les condiciona, les subraya.
En todo el libro hay un homenaje nada velado a alguno de los autores más importantes de la historia de la literatura: Cortázar, Nabokov, ¿Auster? La radical forma de llamar a las cosas por su nombre que tiene la narradora valenciana acercan aún más unas historias que ya nos tocan como algo personal, antes incluso que en su forma, en su fondo.
El modo que tiene Sanmartín de trasladar la melancolía a un terreno que nos es común, pero que, a la vez, nos es incómodo de mirar. La soledad de todas las vidas se convierte en la desesperación del que va caminando sin esperar más que un cielo que le sea propicio.
Así nos dibuja la autora la vida después del amor. Y el camino que se comienza a raíz de lo perdido es un camino marcado por el temblor de los cuerpos frente a otros cuerpos a los que asirse, sacar el máximo provecho, exprimir hasta la muerte o el desconsuelo.
Lo más impactante de este libro es que, como le ocurre al Miró minimalista, todos conocemos este tipo de historia, todos las hemos vivido, cualquiera podría haberlas escrito, pero sólo a ella se le ha ocurrido y, no sólo eso, las ha dotado de la capacidad de los sentidos. El amor nos es cosa de follar, ni siquiera de sexo, ni siquiera del propio amor, sino que es la suma de todos los sentidos hasta conformar un único sentimiento que es contradictorio e impredecible.
La narrativa de Sanmartín no está hecha a base de retazos, sino que todo el libro está cosido con un mismo hilo maleable y único que no encuentra orillas mal cosidas, ni pespuntes mal dados.
El de Marina Sanmartín es un nombre más a tener en cuenta en la nómina de cuentistas españoles que están surgiendo en los últimos tiempos y que rubrican una obra primeriza de una solidez inusitada.


Te descubro por casualidad, al entrar en la habitación en busca de unas braguitas que llevarme a la ducha. No te das cuenta de que abro la puerta y me quedo observándote en silencio. Estás en la ventana, todavía en pijama, mirando a la calle sentado sobre el baúl azul, estampado de flores amarillas. Fumas. Te has liado un pitillo antes de llegar hasta aquí para salirte del mundo y contemplarlo desde fuera con esa expresión tan tuya de cargar con el peso de todos los secretos.
Mientras me acerco a ti para abrazarte, sé que te gustaría que esto pasara en blanco y negro; que tú y yo nos moviéramos dentro de una película de la Nouvelle Vague. Como Seberg y Belmondo, sin otra cosa que hacer en este domingo de otoño que enredarnos entre las sábanas de nuestra cama deshecha y perdernos en un diálogo que, de tan cotidiano, sonaría al público artificial... sí, tendríamos público y actuaríamos “al margen”. Me lo explicaste una vez, seguro que ya no te acuerdas, cuando nos queríamos con la fuerza del principio de las historias. Hacíamos cola delante de la taquilla de la filmoteca y, para entretenerme, me explicaste que con frecuencia los personajes de la Nouvelle Vague actúan en circunstancias de excepcionalidad, “dentro de un paréntesis”. En aquel momento me pareció que salía con el hombre más culto del planeta; ahora estoy detrás de ti y voy a abrazarte para contarte al oído lo que se me acaba de ocurrir, pero tú te adelantas y me pides que te deje solo.
Si fueras Belmondo, ese “déjame” querría decir cuánto me quieres; equivaldría a la petición solapada de un abrazo que, aunque también sería rechazado, en el fondo me agradecerías. Sin embargo no voy a adivinar más.
Me pides que me vaya y me despiertas, así que salgo hacia la ducha y te dejo descalzo con la tarde que cae, envasado al vacío, fuera de tiempo mientras empieza la vida después de nosotros. 

Presentación del NUEVO PUNTO DE LECTURA 'OTRA POESÍA' de la BIBLIOTECA PÚBLICA DE VALENCIA

MIÉRCOLES 1 DE DICIEMBRE


Recital de Poéticas desde la periferia

Lugar: Biblioteca Pública de Valencia. Calle Hospital, 13
Fecha: Miércoles, 1 de diciembre, 19:00H.

Presentación del Punto de Lectura, a cargo de la Directora de la Biblioteca Pública, Mª Jesús Carrillo y de Alicia Martínez, Activista Cultural de El Dorado-Espacio MAE
Recital y presentación de poemarios de Víktor Gómez, Laura Giordani, Mar Benegas, Arturo Borra, Eddie (J.Bermúdez), Antonio Martínez i Ferrer y Nacho Meseguer

Organiza: Biblioteca Pública de Valencia. con la colaboración de EL DORADO-ESPACIO MAE, librería Primado y Asociación Poética Caudal








sábado, 27 de noviembre de 2010

Dante Medina obtuvo el Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero con "Ya nadie es perfecto"


Dante Medina (Dolores, Jalisco, 1954) obtuvo el Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero con Ya nadie es perfecto. El jurado compuesto por Cristina Rivera Garza, Eugenio Partida y Sergio Ramírez, lo otorgó “por la novedad y el desenfado en el manejo del lenguaje, no exento de humor”.
El Instituto Nacional de Bellas Artes y el Instituto Michoacano de Cultura del Gobierno del Estado de Michoacán lanzaron en 1978, por primera vez, la convocatoria para el Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero, con el propósito de promover e impulsar la actividad literaria de los escritores mexicanos.
Esta presea ha sido recibida por David Martín del Campo, Cristina Rivera Garza, Arturo Azuela, Queta Navagómez y Gerardo de la Torre, por mencionar sólo algunos autores.
Dante Medina es doctor en Letras Románicas por la Universidad Paul Valéry; cultiva la novela, el cuento y ensayo. Fue fundador y primer director del Departamento de Estudios Literarios y del Doctorado en Letras, además de director general de Extensión Universitaria de la Universidad de Guadalajara. Ha impartido clases y conferencias en diversos países, como Francia, los Estados Unidos, Italia y España.
Ha recibido importantes premios y reconocimientos: mención en el Premio Juan Rulfo que otorga Radio Francia Internacional en 1984; el Premio OCA en Letras, en Jalisco y la Condecoración de Chevalier de Tir Douzil de Francia, además de la Beca Guggenheim. Con la obra Te ve, mi amor, TV, obtuvo por segunda vez el Premio Casa de las Américas de cuento, que ya antes lo había recibido por su libro Cómo perder amigos en 1994.
Entre sus títulos de ficción más conocidos se encuentran: Léére. Manual para hispanoandantes (cuento, 1990); La Dama de la Gardenia (novela, 1992); Ciudades de por sí (cuento, 1997); Yo soy Don Juan, para servir a usted (teatro, 1998); Del amor que te di (canciones y poemas, 2000). Como ensayista ha dado a conocer:Homenaje a Juan Rulfo (1989); Algunas técnicas narrativas de la novela latinoamericana contemporánea (1990); Zonas de escritura (1994) y La seducción y sus espejos (2000), entre otros.

En Baile del Sol tiene editadas: Odiosoyo (poesía) y Te ve, mi amor, T.V. (cuentos).

Estamos en la Fil de Guadalajara


stand HH43

jueves, 25 de noviembre de 2010

LA TURISTA

Era la hora del almuerzo
y la cafetería estaba repleta.
Entre las cortinas de visillo
de la entrada
el sol irrumpió junto a ella
y traspasó su vestido de gasa azul.
Se hizo el silencio.
El inicio de la primavera
nos cogió a todos por sorpresa.

Pablo Casares. De “Días prestados”. Baile del sol. 2009.


Baile del Sol, un puente entre Canarias y África

El sello, que tiene un amplio catálogo de todos los géneros, ha brindado la oportunidad de publicar a multitud de autores noveles

MARTA CABALLERO/EL CULTURAL.ES | Publicado el 24/11/2010

Detrás de la editorial Baile del sol hay más de diez años de dedicación a la difusión de la cultura. Sus fundadores se iniciaron en el mundo editorial a través de la creación de fascines y revistas, pero llegó un momento en el que la evolución les pidió dar un paso más allá: "Decidimos primero crear un colectivo y, pocos años después, una estructura empresarial", recuerdan hoy estos editores que a la vez eran jóvenes autores en busca de alguien que publicase sus textos. "Queríamos trabajar para que la escritura de los autores canarios fuera tomada en consideración sin que se tuviera en cuenta dónde se escribe, sino lo que se cuenta".

"Todos éramos noveles y no teníamos un bagaje previo que nos diese impulso, así que comenzamos la andadura buscando ver editadas nuestras obras, pero siempre abiertos a nuevas voces, no sólo de nuestra tierra, Canarias, sino de cualquier parte", explican los fundadores Tito Expósito y Ángeles Alonso.

Durante sus primeros años, África y su creación poética tuvieron un espacio notable en el sello, tal y como lo habían tenido antes en la revista, dada la vinculación que tenían con el continente y con su cultura. Y a pesar de las dificultades la empresa va "venciendo muchas resistencias", sobre todo las relacionadas con la distancia geográfica que les impide estar en los lugares en los que un editor puede relacionarse, darse a conocer y crear vínculos de difusión y de trabajo. Pero, en general, se alivian pensando que no han sufrido más vicisitudes que las que pueda padecer cualquier editorial independiente.

En este sentido, reconocen la sensible crecida en los últimos cinco años de este tipo de nuevas editoriales pequeñas, pero advierten que otra cosa diferente es que puedan mantenerse y consolidar un nombre. Ellos, por su parte, combaten la crisis volcando un mayor esfuerzo en difusión y comunicación y de momento, les va saliendo bien. "Seguimos con los dedos cruzados, pero hemos conseguido sortear la crisis sin perderla de vista. Hay que ser prudentes y aportar una buena dosis de creatividad y de riesgo", concluyen.

Sus colecciones se dividen en Poesía, Dando Pata, Especiales, Sitios de Fuego, Biblioteca Roque Dalton, Textos del Desorden, Teatro, Biblioteca Punto Grote, Deleste, Macaronesia, Serie Negra y África.



http://www.elcultural.es/noticias/LETRAS/1103/Baile_del_Sol_un_puente_entre_Canarias_y_Africa

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ana Pérez Cañamares y el grado cero de la poesía


La empresa de desensamblar ese artefacto que es la obra de arte y refinarlo hasta dejarlo en un puro esqueleto (la versificación más escuálida, la presencia de aquellas figuras sintácticas y semánticas realmente imprescindibles o la mínima arquitectura interna), de aproximarse al "grado cero" poético que muestra su objeto con la mayor transparencia, con el menor artificio, casi como si se tratara de un documental que esconde su montaje y realización extremadamente complejo, es uno de los aspectos más destacables de Alfabeto de cicatrices.

Huelga decir que, obviamente, el gusto de uno está vinculado a ese principio elemental que dice que cuando al leer un poema piensa que ojalá se le hubiera ocurrido a él, que ojalá lo hubiera escrito él, está ante un poema que le gusta. En ese sentido, muchos poemas de Ana (por ejemplo "En el avión", "Tarde de verano", Llos aludidos", "Todo eso" o "Mi padre se llamaba Daniel") entran en esa categoría y sólo ello valdría para que lo juzgara como uno de los libros más bellos y luminosos que he leído este año.

Es evidente que también la circunstancia de que el primer apartado, parte, capítulo o libro de Alfabeto... pueda leerlo como los poemas que hubiera escrito una de las voces protagonistas de mi Filosofía de la minucia (pueden enlazarse "Día de limpieza" con "Verdad y método", "Londres" con "Leviathan", "Tarde de domingo" con "Así hablo Zarathustra", "La agenda" con "Teoría estética" o "Bueyes" con "Crítica de la razón práctica") ayudan a este juicio.

Mas estos dos elementos subjetivos y egocéntricos se enriquecen con ese más objetivable que tiene que ver con esa capacidad de aproximarse al "grado cero". Tan sólo, desde otro lugar, había leído en estos últimos años una poesía tan capaz de suspenderse a sí misma en el empeño de mostrar la verdad de lo que acontece, del modo en que acaece: la de Gsús Bonilla (excepción hecha, por supuesto, del "maestro" Antonio Orihuela).

Ana consigue que su narratividad -o la ausencia de ella en algunos momentos- no quede presa ni en el flujo de la historia ni tampoco en las redes de las trópicas. Poesía casi instrumental como diría Barthes, limpia, cristalina por la fuerza de su desnudez, casi transparente gracias ese trabajo sobre sí misma que, insobornable, acepta llegar hasta el desvanecimiento para otorgar el espacio al mundo que abre, humilde porque no se pretende inaugural ni originaria, bella por su sobriedad, auténtica porque lo que dice está enunciado desde la conciencia que todo decir es respuesta a una interpelación.

Tan sólo le cabe a uno esperar que el reconocimiento que ya tiene perdure y que sus próximos trabajos persistan en ese camino antes de abrir nuevas rutas. Diría que, verdaderamente, tiene -como su Blog reza- el alma disponible. Que nadie se la estropee.

http://jjorgesanchez.blogspot.com/2010/11/22-de-noviembre-de-2010-ana-perez.html

Minimás de Carmen Camacho


Por Ernesto García López/CULTURAMAS

La tradición aforística en castellano tiene en las voces de Antonio Porchia una de sus figuras señeras. Con él el fogonazo de expresión y pensamiento madura hasta alcanzar la cota de reverencia intelectual, inoculando en los nuevos escritores que se aventuran por esos derroteros un cierto pasmo. La sombra del maestro es alargada. Porque no se trata sólo de sombra, sino de una forma de entender el “estar en la lengua”, un modo de racionalidad que abandona (como pidiera María Zambrano) la pura “superficie del mundo” para intentar acceder a esa otra verdad no excluyente, “que quiere un todo desde el cual se posea cada cosa”. Un lenguaje, o un decir intersticial, cortado por la precisión de sus conceptos. El aforismo, las formas breves del pensamiento lírico (greguerías, aforemas, máximas, etc.) se revelan así casi como el sancta santorum de la memoria poética. Guardan el testimonio último de la especificidad de este modo de escritura, distinto al narrativo, al periodístico, al puramente informativo.
Y es que lo aforístico encarna también otra dimensión nada desdeñable. Aquello que el gran escritor Macedonio Fernández (por seguir con el linaje argentino) llamaba la “poemática del pensar”, un camino que procura a través de las palabras el surgimiento de una realidad literaria, añadida al presente, irreal, concienzudamente no realista, artificial, autorreferencial (en palabras del profesor de Teoría de la Literatura Fernando Rodríguez Lafuente). Esta “poemática del pensar” otorga especificidad a las formas hiperbreves, y alimenta buena parte del vigor que aún mantienen dichas formas.
Pues bien, Minimás de Carmen Camacho trata de insertarse en dicha hendidura. La segunda edición del libro nos indica la buena acogida que ha tenido entre el público, lo cual hace intuir hasta qué punto el género aforístico cuenta aún con apasionados lectores. Digamos para empezar que estas “minimás” presentan una textura heterogénea. Por un lado nos encontramos con aforismos en la línea anteriormente esbozadas, ambiciosos desde el punto de vista conceptual y estético. Por otro lado juegos verbales, reescrituras de modos y topos del lenguaje coloquial que, al redimensionarse, adquieren nuevos sentidos. También nos topamos con poemas humorísticos, costumbristas, vivos y ávidos de dar cuenta de la contemporaneidad andaluza, menos potentes desde el punto de vista ideacional, pero llenos de inteligencia y burla hacia las formas dominantes de poder. Pero la heterogeneidad no sólo guarda relación con sus formas, estas minimás se desplazan temáticamente del amor a la denuncia social, pasando por la indagación existencial, generacional, la pura aventura del lenguaje, sin renunciar a ningún territorio de lo vivo. Y es que, en mi opinión, por encima de la ortodoxia de las formas breves, la mirada de Carmen Camacho se nutre de la mejor tradición goliárdica, que concibe la farsa (y la insubordinación hacia lo dominación que comporta) como instrumento posible al servicio de la “poematización del pensamiento” (siguiendo la estela señalada de Macedonio Fernández). Quizá no estemos ante un libro de aforismos en sentido estricto. Quizá se intercalen algunos desmayos conceptuales que debilitan la apuesta global. Pero de lo que no creo que haya duda, es que estas minimás de la autora jienense apuestan por un modo de aprehender “concienzudamente” lírico, disuelto en la palabra, que desestabiliza y rearma los modos alternativos de acercamiento a la realidad.
Decía Eduardo Milán en su En crítica de un extranjero en defensa de un sueño: “Desde la experiencia de mayor interioridad posible (la experiencia del vacío) pasar a la mayor posibilidad de evidencia exterior del lenguaje. O sea: el pasaje evidenciado del conocimiento de la materia (conocimiento límite) al límite de posibilidad referencial, dejando testimonio puntual del proceso. Es decir: si matas algo dentro también lo matas fuera. Es imposible escribir poesía sobre un cardenal sin mancharse las manos de cardenal.” Carmen Camacho se mancha las manos en cada minimás. Evidencia ese conocimiento de la materia en el límite de la posibilidad referencial. Incluso en su des-nacerse: nuevos límites para nuevas referencias emergidas a través de nuevas palabras (las que inventa la poeta). Lo cotidiano, lo subjetivo, lo global empapan el nombre y lo transustancian, dando como resultado unas formas híbridas, a medio camino entre los aforemas y las alucinaciones. Donde el sueño y el insomnio y la materialidad de la razón conviven con las inconsistencias latentes de lo otro. Pues la voz de Carmen Camacho no entiende de jerarquías ni seguridades ontológicas. Simplemente se lanza a la madrugada del mundo con la calentura de la palabra. Y el resultado son estos filos burlescos y desnudos.

Minimás
Carmen Camacho
2ª Edición revisada y ampliada
130 páginas. Baile del Sol, 2009. ISBN: 978-84-92528-89-9
http://www.bailedelsol.org/
http://www.carmencamacho.net/
http://ernestogarcialopez.blogspot.com/

http://www.culturamas.es/blog/2010/11/24/minimas/