Día 261. Bibiana Padilla Maltos. Tan lejos de Dios (2010)
Good-bye five-o five
Adiós a todos los sueños guajiros que apenas comenzaban a ser. Ya no es suficiente admitir que en la ciudad que vivimos no hay nada que hacer mientras nos preparamos psicológicamente para sentarnos tres horas empinando por lo menos un par de martinis bajo los efectos de las mismas canciones setenteras que Cashío siempre entona miércoles, jueves, viernes y sábados, ah y en el mismo orden. No soportamos el punchis-punchis de ningún bar, menos el falso ambiente europeo que dura hasta la una de la mañana, ni las incómodas sillas del restaurante kitch del que tanto nos gusta su comida...
Cinco-cero-cinco era cool. Un chaleco de maquiladora colgando de una de las paredes cerca de la barra. Sólo aceptamos efectivo. La mesera levis-malilla que le encantaban las rolas aceleradas en inglés pero que su condición le impedía cantarlas porque no sabía inglés pero que me cerraba el ojito cada que me traía un vodka tonic. La mesera que jugábaselas de “IN” porque te decía morro y se hacía en la espalda un nudito con la camiseta negra del semáforo -tan distintiva- dejándo enseñar sus apenas lonjitas sin vergüenza alguna. Era llegar a tu recámara, tirarte, prender el radio, ver la tele y comerte un sandwich...
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