De vez en cuando aparecen libros en el camino que nos atraen sin saber muy bien por qué: desconocemos al autor, la sinopsis no cuenta demasiado, el título no es para tirar cohetes y la portada no puede ser más minimalista. Y, sin embargo, algo tienen que despiertan la curiosidad del lector, deseoso de conocer qué es lo que lo hace tan llamativo a sus ojos. Esto mismo me pasó hace poco con el libro que les traigo hoy, titulado Qué bien, qué bonito y escrito por el croata Ivica Prtenjača: cuando lo vi en el boletín de novedades de Baile del Sol no sé qué clase de hechizo hizo que me fijara en él que no pude reprimir el deseo de leerlo de inmediato. Gracias a la generosidad de la editorial pude adentrarme en esta magnética novela esperando descubrir una historia diferente.
Qué bien, qué bonito narra el día a día de Ivica, un joven croata de provincias que decide cambiar su vida mudándose a Zagreb, la capital de su país. Sin dinero ni demasiadas esperanzas, logra alojamiento en un cochambroso piso en el que espera dar un vuelco radical a su anodina existencia. Cuando consigue trabajo en una pequeña librería parece que empieza a salir del pozo de indiferencia en el que ha estado sumido en los últimos tiempos, aprovechando dicha coyuntura para rememorar un pasado que pocas veces fue mejor y forjar relaciones duraderas con nuevas personas que le ayuden a encontrar su lugar en el mundo.
Ivica (trasunto del propio autor), es el protagonista central de esta historia, que será contada por él mismo: conoceremos de primera mano su carácter un tanto arisco y socarrón, su adaptación a la gran ciudad, sus recuerdos más y menos dolorosos y, en general, los pensamientos que mueven sus instintos. No se puede decir que sea un personaje excesivamente carismático: se trata de un chico normal con las ilusiones de cualquiera a su edad y con un pasado marcado por la guerra que atisbamos ligeramente, pero que en ningún momento toma las riendas de la historia. De sus amigos sabemos poco más de lo que Ivica nos cuenta, aunque podemos adivinar a medida que avanza la historia cómo se estrechan sus incipientes lazos y la importancia que empiezan a cobrar en la vida del protagonista.
El estilo del autor es sencillo pero hermoso; cuenta el devenir de Ivica de una manera accesible, incluyendo tanto expresiones muy actuales como evocadoras metáforas para explicar determinados acontecimientos, conectándolos incluso con la mitología propia de su país. Hace uso, en general, de una prosa cuidada y bella que influye positivamente en la lectura de la novela. Asimismo, he de decir que el libro presume en su sinopsis de destilar ciertas dosis de humor con las que yo no me he topado o bien no he comprendido. La historia se conforma a lo largo de 21 capítulos cortos que, aunque mantienen al mismo actor principal como hilo conector no están directamente relacionados entre sí, actuando casi a modo de colección de relatos independientes con un personaje en común. En una nota previa, el autor aclara que su intención era conformar una trama introspectiva, sin grandes acontecimientos que la marquen, queriendo plasmar las vivencias cotidianas de Ivica a modo de fotografías aisladas, sin una continuidad argumental y ni siquiera temporal: Prtenjača crea una estructura con saltos hacia delante y hacia atrás en el tiempo, con nuestro "héroe" como nexo en común pero sin intención de someterlo a un suceso decisivo que marque sus acciones.
Creo que hay momentos en la vida de todo lector en los que otras lecturas previas condicionan la apreciación que se tiene de una nueva historia que cae en sus manos, y puede que ésto es lo que me haya sucedido a mí con Qué bien, qué bonito: al haber leído en los últimos meses varias novelas con una premisa similar (joven con pasado más o menos tortuoso que comienza una nueva vida con esperanzas e ilusiones pero con el lastre de los fantasmas interiores llenando el equipaje), ésta no me ha aportado nada nuevo, pareciéndome otra ración de más de lo mismo. Me da la sensación de que hay toda una generación de escritores treintañeros traumatizados por una infancia - adolescencia de esas que no se ven en las series de Disney Channelque se han puesto de acuerdo para recordar ese pasado y escribir cómo un cambio de aires y un futuro prometedor puede remediar todos estos males. En el caso de este libro, lo notable de la prosa del autor, lo "exótico" del escenario (nunca hasta ahora había leído una obra de ficción situada en Croacia) y la perfecta edición de Baile del Sol, que ha optado por un diseño sencillo pero eficaz a la par que agradable, salvan a una historia que, por lo demás, es tan discreta como aparentaba a primera vista. En conclusión, sólo puedo recomendar esta novela a aquellos lectores que se identifiquen especialmente con estos relatos intimistas de muchachos taciturnos que psicoanalizan su pasado y ponen sus esperanzas de superación en un no muy lejano porvenir; yo, de momento, me abstendré de volver pasear entre estas narraciones que campan a sus anchas por el bulevar de los sueños rotos. Nota: 5´5/ 10.
"Tenía una cama estrecha de la que pronto nos resbalamos a una alfombra suave y limpia. Tenía dos sillones que viajaban por el parqué brillante y lustroso. Tenía una mesa de trabajo de la que se cayó la lámpara halógena. Tenía un espejo grande en la puerta del armario que se empañó con el vapor de nuestros cuerpos. Y tenía una ventana grande, con un banquito ancho delante, que daba a la calle de la tarde, a Tuga y Buga, al océano, a los colmillos del jaguar en la selva virgen, a la tribu desdichada y a los ángeles negros guitarristas que viajan en el tranvía por Lisboa y cantan:
I´d rather be a devil, than that woman´s man..."http://eladofriodemialmohada.blogspot.com.es/2013/07/que-bien-que-bonito.html
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