Lo fascinante de leer a autores de tu generación es que te puede sentir identificado muy fácilmente. O no. Lo fascinante es leer novelas que hablan de tu tiempo, de los momentos que viviste en primera persona.
Leo La inmortalidad del cangrejo (Baile del sol, 2013) de Fernando J. López, un autor de la cosecha del 77, al igual que yo. Esta novela se sitúa en el 2001, cuando el protagonista, el autor y yo mismo teníamos 24 años. Y el contexto son los atentados del 11S en Nueva York. Todo el mundo recuerda donde estaba en esos momentos. Yo, un recién llegado a Madrid, trabajaba, para pagarme un curso de literatura creativa, en un restaurante italiano en el barrio de Salamanca que se llenaba de ejecutivos, maridos de infantas, gente de la alta sociedad madrileña y Ana Obregón. Aquel mediodía fue normal hasta que, de repente, la gente comenzó a pagar sus cuentas y a marcharse sin terminar de comer. Algo pasaba en Nueva York, un avión había chocado contra una torre gemela. Eso decían. Todo fueron rumores hasta que, una vez en casa pude ver que las dos torres habían desaparecido del skyline neoyorquino. No tuve nunca sensación de crisis y amenaza. No en ese momento. Por eso me sorprende La inmortalidad del cangrejo. Esta escrito por una persona de mi generación, prácticamente en tiempo real, y habla de nosotros (también de mi). Pero si yo hubiera escrito una novela sobre la misma época el resultado sería diametralmente diferente. Mi vida estaba llena de ilusión, de proyecto, en construcción, y ni siquiera el asunto 11S y otras oscuridades más personales pudieron hundirme. Tuve otras crisis, seguramente en momentos en los que Alfredo (y López), vivían épocas de optimismo. Por eso siento cierta extrañeza al leer esta novela; está más cerca de mi 2013 que de mi 2001.
López cita en el libro de una película de Luis Buñuel, El ángel exterminador, en el que todos querían irse y ninguno podía. Esa es una sensación universal, que Alfredo sufre en 2011 y que muchos sufrimos ahora, en 2013. No podemos abandonar este barco, aunque hablemos constantemente de hacerlo. Pero también podría haber puesto de banda sonora la canción del mismo nombre de Carlos Berlanga:
Harto de seguir las modas, harto ya de todas todas,
harto de estar harto, me harté de ti.
Harto de escuchar consejos, harto de romper espejos,
harto del exceso, harto de mí.
La inmortalidad del cangrejo es un grito de rabia. El cangrejo no tiene que afrontar más miseria -ni más Historia- que la ya conocida. Pero siempre hay más. Siempre puede haber más miseria. Alfredo inicia en 2001 una busqueda. Busca a su amigo desaparecido, y en el camino encuentra a un amigo que desconocía, se adentra en sus oscuridades y se descubre a sí mismo. Esta es una novela dura, poco complaciente, llena de escenas morbosas; una viajes a los bajos fondos, al infierno que, a veces, nos espera a la vuelta de la esquina, en la oscuridad de un parque justo a las espaldas de Príncipe Pío.
Leerás esta novela con pasión, y cerrarás el libro con la amarga sensación de que los destinos de nuestras vidas tienden a ser inexplicables.
http://extranomd.blogspot.com.es/2013/07/el-grito-de-fernando-j-lopez.html
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