“Stoner” es magia. Empezar a leer esta novela es ser cómplices de un hechizo maravilloso: el que nos permite, como lo hace la literatura de verdad, ser testigos y, a la vez, partícipes de una vida, la del protagonista, que deja de ser ficción para pasar a ser una persona real, quizá más real y más querida para nosotros que mucha de la gente de carne y hueso con la que nos cruzaremos a lo largo de los días de nuestra vida. El escritor, John Edward Williams (no usaba su segundo nombre, pero es útil saberlo para quienes, como me pasó a mí, quieran saber algo más sobre este genial autor y lo busquen en Google), nos hace la crónica de toda la vida de su protagonista, William Stoner, desde que nace en 1891, en una deprimida granja de Missouri, hasta que fallece en 1956. Ya en la primera página nos advierte el autor: Stoner jamás pasó de ser profesor adjunto, y nadie, ni colegas ni estudiantes o exestudiantes, lo recuerda de manera especial. En otras palabras, ha sido un hombre que parece haber pasado por la vida sin pena ni gloria.
Muchos críticos, estudiosos y lectores de “Stoner” coinciden en afirmar que el tema de esta novela es la futilidad última de la vida, pues William Stoner habrá de pasar por innumerables pequeños y grandes calvarios vitales, y no porque en su vida acontezca nada fuera de lo común: es precisamente por lo corriente y común de lo que le pasa por lo que resulta tanto más descorazonador presenciar esas derrotas vitales. La impresión de futilidad radica en que toda su lucha vital no produce ningún logro memorable.
En ese sentido, la lectura de “Stoner” puede resultar indignante, pues habremos de asistir a verdaderas injusticias infligidas por las personas que rodean a nuestro protagonista. Sin embargo, parte de la belleza y del misterio de esta, a mi parecer, obra maestra radica en que somos nosotros, lectores, quienes debemos decidir el sentido último que la obra nos quiere trasladar o, quizá, sólo sugerir. La última escena, el último puñado de páginas de la novela, donde asistimos a la muerte de Stoner, es de una belleza y de un misterio sobrecogedores: todo desaparece… todo, salvo él, William Stoner, un ser humano íntegro, lleno de virtud, de bondad.
“Stoner” encierra, en páginas que pasan demasiado deprisa, toda la magia del saber contar, y toda la belleza inexplicable, inabordable, de la literatura. Es tan novela como poema como es canción de amor: amor en estado puro, amor a la literatura, a la palabra y al lenguaje humano; amor por la enseñanza y por el aprendizaje; amor por las mujeres que se aman y por los hijos que uno tiene, aunque luego los pierda o se los arranquen; amor por la rectitud, por la integridad, por el afán de hacer el bien por sí mismo; en fin, amor por un mundo que no es el de los poetas ni el de los hombres virtuosos y nobles, pues los traiciona a cada momento y sin contemplaciones, pero cuya belleza también sólo a ellos les es dado ver. Como admite el propio protagonista en un momento de la novela, “deseo y aprendizaje, eso es todo”.
“Stoner” encierra, en páginas que pasan demasiado deprisa, toda la magia del saber contar, y toda la belleza inexplicable, inabordable, de la literatura. Es tan novela como poema como es canción de amor: amor en estado puro, amor a la literatura, a la palabra y al lenguaje humano; amor por la enseñanza y por el aprendizaje; amor por las mujeres que se aman y por los hijos que uno tiene, aunque luego los pierda o se los arranquen; amor por la rectitud, por la integridad, por el afán de hacer el bien por sí mismo; en fin, amor por un mundo que no es el de los poetas ni el de los hombres virtuosos y nobles, pues los traiciona a cada momento y sin contemplaciones, pero cuya belleza también sólo a ellos les es dado ver. Como admite el propio protagonista en un momento de la novela, “deseo y aprendizaje, eso es todo”.
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Durante aquella década, cuando los rostros de muchos hombres se tornaron permanentemente duros y fríos, como si miraran hacia un abismo, William Stoner, para quien esa expresión le era tan familiar como el aire que respiraba, advirtió los signos de la desesperanza generalizada que conocía desde niño. Vio hombres buenos caer en una lenta decadencia de desesperanza, destruidos al ver destruido su concepto e una vida decente, les veía caminar desanimados por las calles, con la mirada vacía como añicos de cristal roto; les veía encaminarse hacia las puertas de atrás, con el amargo orgullo de los hombres que avanzan hacia su propia ejecución, a mendigar el pan que les permitiera volver a mendigar, y vio hombres que una vez caminaron erguidos por efecto de su propia identidad mirarle con envidia y odio por la débil seguridad que él disfrutaba como empleado de una institución que, no se sabe por qué, no podìa caer. No expresó esta consciencia pero conocer la miseria común le afectó y le cambió profundamente y sin que nadie lo apreciara. La tristeza por los apuros ajenos le acompañó en todos los momentos de su vida.
Mencionaba el criterio más extendido sobre “Stoner”; y otra reacción generalizada es el asombro por el desconocimiento del público de una obra tan brillante, tan honesta y tan hermosa como ésta, así como de John Williams. Seguramente no le ayudó, en términos de marketing y ventas, el que fuera publicada en 1970, y englobada –erróneamente– dentro del realismo sucio de la novela norteamericana. Se trata de una obra extemporánea, alejada del tiempo y de las modas que entonces triunfaban, con una elegancia y una introspección que casaban mejor con épocas anteriores. Sin embargo, hoy, en medio de la gran crisis material y moral que vivimos, el mundo de Stoner nos resulta muy familiar: un mundo, aquél, arrasado por dos guerras mundiales, por una gran crisis financiera y bursátil, y tomado por la desesperanza y la desorientación. Ante ese mundo, el profesor Stoner nos muestra que es posible y deseable seguir siendo uno mismo, mantenerse fiel a quien uno es, y cultivar la compasión, el amor y la belleza, aunque el mundo parezca olvidarnos.
“Stoner” es una obra maestra, diferente, inolvidable, que esta vez nos viene de la mano de una editorial para mí hasta ahora desconocida, Baile del Sol. Me alegra mucho que hayan apostado por esta joya desconocida, y que nos den la oportunidad de disfrutarla.
“Stoner” es una obra maestra, diferente, inolvidable, que esta vez nos viene de la mano de una editorial para mí hasta ahora desconocida, Baile del Sol. Me alegra mucho que hayan apostado por esta joya desconocida, y que nos den la oportunidad de disfrutarla.
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