domingo, 28 de noviembre de 2010

LA VIDA DESPUÉS por Carmen Moreno


Marina Sanmartín Pla
Baile del sol
116 páginas
10€
ISBN: 9788492528363




He ido leyendo La vida después en el metro estos tres últimos días. Durante este tiempo siempre ha habido alguien que se me ha acercado para preguntarme de qué trata el libro y puedo prometer que es la primera vez que me pasa. La interrogación era causada por la portada del libro y el título. Es decir, Baile del sol hizo bien su trabajo, y reconozco que no suele hacerlo ni siquiera regular. De hecho, cuando abrimos el libro ya vemos la mano inequívoca de una editorial que no ha mantenido la calidad de su catálogo como seña de identidad. Ellos han apostado más por la cantidad que por la calidad.
Pero, en ese paisaje desierto de literatura que ha conseguido crear la editorial canaria, puedes encontrar pequeñas joyas. Esto es lo que pasa con el libro de Marina Sanmartín, conocida por algunos de vosotros como Fallera Cósmica. Si obviamos las erratas que tan amablemente nos ha cedido Baile del Sol para que juguemos a las diferencias (qué está bien escrito y qué mal), las historias que narra Sanmartín están llena de susurros y estímulos para los sentidos.
El cielo de la ciudad se convierte, curiosamente, en un protagonista más. Los techos abuhardillados son los testigos presenciales de un dolor que se repite en todas las historias, el del abandono, el de la pérdida, el del desamor. Todos los personajes están abocados a convertirse en perdedores profesionales. Todos y cada uno tienen una forma de ser propia que les condiciona, les subraya.
En todo el libro hay un homenaje nada velado a alguno de los autores más importantes de la historia de la literatura: Cortázar, Nabokov, ¿Auster? La radical forma de llamar a las cosas por su nombre que tiene la narradora valenciana acercan aún más unas historias que ya nos tocan como algo personal, antes incluso que en su forma, en su fondo.
El modo que tiene Sanmartín de trasladar la melancolía a un terreno que nos es común, pero que, a la vez, nos es incómodo de mirar. La soledad de todas las vidas se convierte en la desesperación del que va caminando sin esperar más que un cielo que le sea propicio.
Así nos dibuja la autora la vida después del amor. Y el camino que se comienza a raíz de lo perdido es un camino marcado por el temblor de los cuerpos frente a otros cuerpos a los que asirse, sacar el máximo provecho, exprimir hasta la muerte o el desconsuelo.
Lo más impactante de este libro es que, como le ocurre al Miró minimalista, todos conocemos este tipo de historia, todos las hemos vivido, cualquiera podría haberlas escrito, pero sólo a ella se le ha ocurrido y, no sólo eso, las ha dotado de la capacidad de los sentidos. El amor nos es cosa de follar, ni siquiera de sexo, ni siquiera del propio amor, sino que es la suma de todos los sentidos hasta conformar un único sentimiento que es contradictorio e impredecible.
La narrativa de Sanmartín no está hecha a base de retazos, sino que todo el libro está cosido con un mismo hilo maleable y único que no encuentra orillas mal cosidas, ni pespuntes mal dados.
El de Marina Sanmartín es un nombre más a tener en cuenta en la nómina de cuentistas españoles que están surgiendo en los últimos tiempos y que rubrican una obra primeriza de una solidez inusitada.


Te descubro por casualidad, al entrar en la habitación en busca de unas braguitas que llevarme a la ducha. No te das cuenta de que abro la puerta y me quedo observándote en silencio. Estás en la ventana, todavía en pijama, mirando a la calle sentado sobre el baúl azul, estampado de flores amarillas. Fumas. Te has liado un pitillo antes de llegar hasta aquí para salirte del mundo y contemplarlo desde fuera con esa expresión tan tuya de cargar con el peso de todos los secretos.
Mientras me acerco a ti para abrazarte, sé que te gustaría que esto pasara en blanco y negro; que tú y yo nos moviéramos dentro de una película de la Nouvelle Vague. Como Seberg y Belmondo, sin otra cosa que hacer en este domingo de otoño que enredarnos entre las sábanas de nuestra cama deshecha y perdernos en un diálogo que, de tan cotidiano, sonaría al público artificial... sí, tendríamos público y actuaríamos “al margen”. Me lo explicaste una vez, seguro que ya no te acuerdas, cuando nos queríamos con la fuerza del principio de las historias. Hacíamos cola delante de la taquilla de la filmoteca y, para entretenerme, me explicaste que con frecuencia los personajes de la Nouvelle Vague actúan en circunstancias de excepcionalidad, “dentro de un paréntesis”. En aquel momento me pareció que salía con el hombre más culto del planeta; ahora estoy detrás de ti y voy a abrazarte para contarte al oído lo que se me acaba de ocurrir, pero tú te adelantas y me pides que te deje solo.
Si fueras Belmondo, ese “déjame” querría decir cuánto me quieres; equivaldría a la petición solapada de un abrazo que, aunque también sería rechazado, en el fondo me agradecerías. Sin embargo no voy a adivinar más.
Me pides que me vaya y me despiertas, así que salgo hacia la ducha y te dejo descalzo con la tarde que cae, envasado al vacío, fuera de tiempo mientras empieza la vida después de nosotros. 

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