Baile del Sol, Tenerife, 2010. 174 pp. 12€
Amadeo Cobas
Miguel Paz Cabanas, escritor que ha obtenido un montón de premios literarios, nos propone en El viaje del idiota un viaje, en efecto. Uno en el que la fórmula anodina que preside el deambular por la vida de mucha gente se ve reflejada aquí en Santiago, el protagonista principal.
Su hija adolescente, a la autosuficiencia de esa edad, añade el desprecio hacia su padre separado, culpabilizándolo de todos sus males, comparándolo con los triunfadores de la familia materna, tan unidos, tan ideales, tan infalibles (…más o menos, si no fuera por una oveja negra, primo de la adolescente, que en sus ratos libres es chapero). Santiago, por su parte, está disfrutando, entre comillas, de un veraneo con su díscola hija. Ella lo escruta con desdén para censurar cualquier decisión que tome. Su padre, el censurado, porta sobre los hombros el hastío. El escritor nos lo presenta como un hombre apocado al que a veces le sale un ramalazo de genio, conformista porque la vida que lleva no le gusta aunque nada hace para salir de ese pozo, descolocado porque ni se ve separado ni trabajando en la funeraria donde se gana el pan ni criando a su hija.
Ya el padre del protagonista, apocalíptico, le decía: «Todo lo que tiene que hacer un hombre para rodar por el abismo es confiar en que las cosas le irán mejor». Aquí radica uno de los éxitos de la obra: porque son chispeantes las conversaciones profundas que se traen Santiago y su padre. Al tiempo que hacen un repaso a hechos del pasado, buscando sus causas, enunciando sus resultados, se embarcan en predicciones futuras, se aconsejan el uno al otro, se reconvienen, disputan al fin: mientras el hijo se desahoga de la presión que lleva en su vida, el padre narra «confidencias ultraterrenas». Porque, eso sí, dado que es desvelado desde las primeras páginas, nada les estropeo si les digo que el padre de Santiago está muerto…
El autor es exquisito en las descripciones, minucioso en los pormenores, utiliza un vocabulario preciso y amplio que orna con suficiencia la novela. Sin olvidar el destello de algún que otro deje poético, «ecos oblicuos de secretos sin compartir».
Sólo hay una pega…
En sus estertores la obra se pierde en una compleja trama mafiosa —como su hija, «secuestrada por unos pijos», esto es, por la familia política—, con afloramiento de personajes secundarios que distraen al lector para aportarle más bien poco. Es mi opinión personal que el argumento se le escapa de las manos a Paz Cabanas porque arrima ingredientes que vuelven grumosa la mezcla, la entorpecen innecesariamente y restan frescura a lo que hasta entonces era un plato de mérito. Así, sufre la novela en su final a causa de esta derivación.
Amadeo Cobas
Miguel Paz Cabanas, escritor que ha obtenido un montón de premios literarios, nos propone en El viaje del idiota un viaje, en efecto. Uno en el que la fórmula anodina que preside el deambular por la vida de mucha gente se ve reflejada aquí en Santiago, el protagonista principal.
Su hija adolescente, a la autosuficiencia de esa edad, añade el desprecio hacia su padre separado, culpabilizándolo de todos sus males, comparándolo con los triunfadores de la familia materna, tan unidos, tan ideales, tan infalibles (…más o menos, si no fuera por una oveja negra, primo de la adolescente, que en sus ratos libres es chapero). Santiago, por su parte, está disfrutando, entre comillas, de un veraneo con su díscola hija. Ella lo escruta con desdén para censurar cualquier decisión que tome. Su padre, el censurado, porta sobre los hombros el hastío. El escritor nos lo presenta como un hombre apocado al que a veces le sale un ramalazo de genio, conformista porque la vida que lleva no le gusta aunque nada hace para salir de ese pozo, descolocado porque ni se ve separado ni trabajando en la funeraria donde se gana el pan ni criando a su hija.
Ya el padre del protagonista, apocalíptico, le decía: «Todo lo que tiene que hacer un hombre para rodar por el abismo es confiar en que las cosas le irán mejor». Aquí radica uno de los éxitos de la obra: porque son chispeantes las conversaciones profundas que se traen Santiago y su padre. Al tiempo que hacen un repaso a hechos del pasado, buscando sus causas, enunciando sus resultados, se embarcan en predicciones futuras, se aconsejan el uno al otro, se reconvienen, disputan al fin: mientras el hijo se desahoga de la presión que lleva en su vida, el padre narra «confidencias ultraterrenas». Porque, eso sí, dado que es desvelado desde las primeras páginas, nada les estropeo si les digo que el padre de Santiago está muerto…
El autor es exquisito en las descripciones, minucioso en los pormenores, utiliza un vocabulario preciso y amplio que orna con suficiencia la novela. Sin olvidar el destello de algún que otro deje poético, «ecos oblicuos de secretos sin compartir».
Sólo hay una pega…
En sus estertores la obra se pierde en una compleja trama mafiosa —como su hija, «secuestrada por unos pijos», esto es, por la familia política—, con afloramiento de personajes secundarios que distraen al lector para aportarle más bien poco. Es mi opinión personal que el argumento se le escapa de las manos a Paz Cabanas porque arrima ingredientes que vuelven grumosa la mezcla, la entorpecen innecesariamente y restan frescura a lo que hasta entonces era un plato de mérito. Así, sufre la novela en su final a causa de esta derivación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario