¿Cómo llegaste a la poesía?
A
través de cantautores como Silvio Rodríguez, Aute, Serrat, Pablo
Milanés o Víctor Jara, que uno de mis hermanos mayores ponía
constantemente en casa y he escuchado desde muy pequeño. Fueron ellos
los que me aproximaron a la palabra y a la poesía. De hecho, en
principio, yo iba encaminado a ser cantautor, pero como lo de cantar no
se me daba demasiado bien, aparqué la guitarra y me dediqué
exclusivamente a las palabras. Tendría unos 16 años, aproximadamente,
cuando ya lo tuve medianamente claro y comencé a escribir poesía con
regularidad y siendo más o menos consciente de lo que hacía.
¿Cómo nació este poemario “Transformaciones”?
El
relato de las transformaciones de Nietzsche (Camello-León-Niño) siempre
lo he tenido, desde que lo leí por primera vez, dando vueltas en mi
cabeza. Forma parte de mis obsesiones particulares. Creo que ese relato
retrata muy bien una realidad social y antropológica: cómo comenzamos
cargando con un mundo que no es el nuestro (Camello); cómo nos revelamos
para decir No a ese mundo (León), y cómo intentamos construir, a partir
de esa negación, otro mundo distinto, otra identidad, esgrimiendo el
poderoso y creativo Sí del niño. Y de esta constatación, de su necesidad
y, sobre todo, de mi mencionada obsesión, surge el libro.
Y Nietzsche ¿cómo se coló en esta aventura poética?
El
libro, como indico en la pregunta anterior, se inspira en su relato de
las Tres Transformaciones, dentro del “Así habló Zaratustra”, con lo que
Nietzsche estaba presente desde el principio. Digo que se “inspira”,
con lo que hay mucho de libertad posterior en los temas que trato y en
el libro en general. El libro, eso sí, se estructura en tres partes,
siendo cada parte una de las transformaciones y respondiendo cada parte
al tono que exige cada transformación. Por otro lado a Nietzsche lo
llevo leyendo y releyendo desde la adolescencia. Creo que era un poeta
que escribía filosofía, o viceversa, como se quiera; en cualquier caso
era del tipo filosófico que gustaba a María Zambrano. El “Así habló
Zaratustra” es en este sentido, en mi opinión, un poema largo que no
deja de impresionarme, al margen del contenido, muchas veces
controvertible, claro. Pero yo recomiendo al que lo lea que lo lea en
esa clave poética, y además que lo lea en voz alta; esto último parecerá
una tontería, pero todo lo contrario: es, como todo poeta sabe,
imprescindible (y si se lee en el original en alemán mejor que mejor).
Este poemario no deja indiferente al lector, lo transforma ¿Cómo cambió este poemario a su autor?
Cada
proceso creativo transforma al autor (o debería hacerlo). Y es así
porque el autor intenta conseguir también una transformación en el
lector-espectador (o debería hacerlo). El arte debe ser algo distinto de
un entretenimiento para ociosos. Debe servir para transformar los
espíritus y, por ende, para transformar el mundo y la vida. Esto ya lo
propugnaban las vanguardias, por lo que no digo nada original, pero sí
insoslayable. Es una cuestión de principios tanto estéticos como éticos.
Y volviendo a mi transformación: sí, claro, también me vi transformado,
porque además de la toma de posición estética, cada proyecto que
afronto lo hago poniéndolo todo en juego, abismándome. No me gustan las
medias tintas. Mi arquetipo es el funámbulo.
¿Qué lugar ocupa la enfermedad en tu vida?
Soy
asmático. Padecer una enfermedad crónica siempre determina o, como
poco, condiciona la vida, más si se trata de los pulmones y, en el caso
del asma, de unos pulmones que a menudo no quieren funcionar.
Afortunadamente hoy disponemos de los inhaladores, que para los
asmáticos es algo imprescindible (vital, más bien), y que hacen que
siempre se nos vea como con un bultito sospechoso sobresaliendo de uno
de los bolsillos del pantalón, (creo que fue Benedetti, también
asmático, el que escribió un cuento sobre este fenómeno). A mí el asma
me recuerda todos los días mi vulnerabilidad y que el sistema puede
fallar en cualquier momento, lo que ha acabado por convertirme,
inevitablemente, en todo un neurótico.
¿Qué le duele a Juan Manuel Uría por la infancia perdida?
Sin
recurrir al mito fácil y manido de la infancia sí he de reconocer que
vivo el recuerdo de mi infancia con nostalgia y, efectivamente,
considero que siempre es una pérdida la infancia que se va, sea ésta
buena o mala. Voy a emplear una expresión muy manoseada pero, perdóneme,
ahora no se me ocurre otra más reveladora: es un paraíso perdido. Ser
niño es algo irrepetible de lo que no nos damos cuenta cuando está
sucediendo, en donde la magia existe verdaderamente (recuerde,
recuerde), y donde el tiempo se dilata o se contrae hasta desaparecer. A
su vez todas las posibilidades las creemos abiertas, y todos los
poderes alcanzables o en nuestras manos (que en los niños van parejas a
la imaginación). No en vano, la tercera transformación de la que nos
habla Nietzsche es precisamente la del niño, la del Sí, la de la
creación, la de lo nuevo.
¿Por qué es Dios tan mencionado en este poemario?
Supongo
que será por mi educación católica. Hasta los 13 o 14 años yo era de
rezo diario, imagínese. Luego ya empecé a sospechar, a tomar conciencia,
hasta llegar a mi ateísmo razonado actual. En todo caso Dios sigue ahí
como concepto, materia literaria, y temo que como un poso psicológico
difícil de obviar.
¿Crees que los escritores (en especial los poetas) sienten la vida de manera distinta que los demás?
No,
no creo que los poetas sintamos la vida de otra forma. Lo que sí
hacemos es mirar el mundo con curiosidad, con otros ojos quizá, y
después lo que intentamos es describir lo que vemos en un papel, aunque
muchas veces lo que veamos sea algo inexpresable. Varía cierta actitud y
óptica, cierto comportamiento, cierto filtraje, pero no sentimos de
otra manera u otras cosas que no sienta el común de las personas; decir
lo contrario es totalmente pretencioso y elitista.
¿En qué trabajas últimamente?
Estoy
corrigiendo un poemario y pergeñando una novela. Además quiero escribir
una serie de obras de teatro poéticas muy breves. Como miembro del
grupo “Gatza” (www.gatza.org), codirijo
la revista de pensamiento y literatura “Solïloquïo” y el cuaderno de
poesía “Pidgin”, de los que queremos sacar sendos números antes de que
finalice el año.
Recomiéndanos dos libros de poesía.
¿Sólo dos? A ver, a vuelapluma: “A la misteriosa. Las tinieblas”, de Robert Desnos, y cualquiera de René Char.
Pedro Crenes Castro
Hi,
ResponderEliminarI would like the mail of JM Uria.
Tanks.
Julie