oscarseron 12 octubre 2021
La novela está compuesta por tres partes en las cuales la verdadera protagonista es la ciudad de Estambul y sus calles.
Así en la primera parte nos encontramos a un padre desesperado y angustiado por la desaparición de su hija Fátima en la antigua Constantinopla, de la que él es natural aunque la abandonó cincuenta años atrás para crecer en Brasil. Y como sucede en estos casos, al regresar no recuerda nada conscientemente aunque su cuerpo reacciona al contacto con sus calles. Y a pesar de lo complicado en ciertas ocasiones de su lectura, pues algunas escenas están repetidas por triplicado y con diferentes resultados, se nota la angustia del familiar desaparecido en un texto con falta de puntos para terminar las frases. Y exceso de comas que hacen que si no se está muy centrado en la lectura, el lector termine perdiendo el significado y el hilo del relato.
Mientras en la segunda parte, Fátima, la hija desaparecida, se nos presenta como el enlace entre los tres protagonistas, a la vez que cuenta el proceso vital que le lleva a visitar la patria chica de su progenitor y conocer por fin la idiosincrasia de la familia. Además de encontrarse con otro artista atormentado que le pondrá en contacto con la historia familiar, y que será muy importante dentro del global de la novela. En esta pare de la novela dedicada a Fátima, la puntuación vuelve a ser la normal, es decir con sus puntuaciones correspondientes sin exceso ni defecto de nada, aunque vuelve a aparecer esa estructura de repetición por triplicado en diferentes momentos y con distintos resultados en cada argumentación.
Por último, la tercera parte dedicada a Robert, otro padre que busca comprender a su hijo, cumplimenta las dos anteriores y añade el vacío existencial de un padre (que pueden ser la mayoría de padres) que ha perdido el contacto con su hijo, y también la manera de acercar su manera de pensar al comportamiento de su vástago tanto hacía él como hacia el mundo. Es Robert el que nos adentra en el mundo artístico postmoderno y demasiado conceptual del arte contemporáneo donde, al menos en la novela, lo más importante está enterrado bajo la simpleza de las imágenes que están en primer plano o a primera vista, y que intenta hacer al espectador o lector llegar más adentro de la obra buscando entre líneas.
En su conjunto la novela trata, de un modo un tanto complicado, la deriva de las relaciones humanas inter-generacionales en el mundo actual, donde la juventud (y quizás hasta los menores de cincuenta años) tienden hacia una virtualización excesiva de su contacto con otras personas, frente a sus padres y abuelos, especialmente estos últimos, que buscan más el contacto piel con piel, o en otras palabras a proximidad con otras personas como toda la vida se ha hecho.
En general es necesaria una lectura reposada de la novela para seguir el hilo de la narración, pues parece como las obras de arte, en este caso fotografías, que relata en su interior, que es quizás algo experimental y nada habitual en las novelas.
UnaiGoiko74 11 octubre 2021
“¿Qué lees?, preguntó
Una novela.
¿Sobre qué?
¿Qué quieres decir?
¿Qué cuenta la novela?
No estoy segura, es difícil de decir.
Pero ¿cuál es la historia?
No sé, es difícil decir cuál es la historia, no hay mucha.
¿Es bueno?
A mí me gusta.”
Esta conversación, extraída de la novela, describe a la perfección mis sentimientos una vez finalizada su lectura.
Para analizar de un modo objetivo “Barrera” deberíamos de centrarnos en dos aspectos: el Qué y el Cómo.
El Qué (la trama principal o hilo conductor de esta historia no lineal) nos narra la búsqueda emprendida por Ibrahim Erkaya, brasileño de origen turco, que se ve obligado a viajar a su madre patria para tratar de investigar sobre la desaparición de su hija Fátima, cuya última pista desaparece en Estambul. Paralelamente o, mejor dicho, de un modo concomitante, Bettega nos describe la vida errática de Robert Bernard, un escritor francés de guías de viajes, atrapado en la urbe turca e incapaz de verbalizar un dolor, un duelo, una gestión de la ausencia (íntimamente ligado a lo que le acaeció a su hijo Lucas) que emponzoña su alma y espíritu.
Otros personajes también entrarán y saldrán repetidamente de la historia, pero serán Ibrahim y Robert los que, en última instancia, focalizarán el relato.
Mención aparte merecen dos personajes especiales. El primero de ellos es Ahmed, un artista turco rodeado de un halo de misterio absoluto, alguien al que se le menciona pero no se muestra (como fue el caso de Kaiser Soze en “Sospechosos habituales”), del que se dice que es “un artista tan delicado como misterioso, una especie de camaleón capaz de moverse en varios registros, en varias gramáticas” y de cuyo paradero indicarán que “unos dicen que se hizo monje y se fue a vivir al Tíbet, otros que se fue a Nueva York y trabaja en Wall Street, otros que nunca existió y que toda su obra es el resultado de un colectivo de artistas internacionales cuyo objetivo y obra mayor es precisamente la construcción del mito Ahmet”. El destino de Ahmed está íntimamente ligado al de Fátima y Lucas, de ahí la necesidad que Ibrahim y Robert sienten por encontrarle.
El segundo personaje no es un personaje al uso, sino que un lugar: el Gran Bazar de Estambul. En el hilo narrativo hace la función de vaso comunicante entre todos los actores implicados y guarda una relación directísima con el dolor que arrastran.
El Cómo adquiere en esta novela una importancia mayor que el Qué, me atrevería a decir. Bettega divide su obra en tres partes: Bariyer (barrera en turco), Entre y Barrera. En Bariyer nos introduce a Ibrahim Erkaya y sus pensamientos, en unos capítulos no aptos para el común de los lectores porque el escritor brasileño esgrime la licencia literaria de prescindir de la puntuación ortodoxa: cada capítulo únicamente contará con un punto; el final. de modo que nos adentramos en la lectura de hasta treinta páginas sin poder apoyarnos en el descanso habitual del punto. Este es el primer reto que el lector tendrá que afrontar, pero no el último. El segundo capítulo, Entre, nos describe dos escenas que entran en bucle y que se repiten obsesivamente hasta en tres ocasiones con sutiles variantes en todas ellas. Son imágenes, situaciones en las que lo onírico y lo real se entremezclan, dejando al lector con una sensación de aturdimiento de la que solo se podrá salir si nos ceñimos al hilo narrativo, excluyendo el resto de las imágenes y símbolos indescifrables. Barrera, por último, es un capítulo en el que el juego consistirá en cambios de la voz del narrador, sin previo aviso, como por ejemplo en “Él no sabe lo que hace allí. Él tiene cincuenta y cuatro años. Él pesa setenta y ocho kilos. Él es francés. Él tiene un hijo. Él soy yo”.
A modo de curiosidad, he de indicar que Amílcar Bettega se marca un cameo como los que hacía Alfred Hitchcock en sus películas.
Creo identificar en la conceptualización narrativa de Bettega influencias de Heráclito, aquel filósofo griego que aseguraba que todo fluía, y para quien la realidad era una, pero al mismo tiempo múltiple. Esta influencia se aprecia en muchos pasajes, pero en ninguno más que en este: “Es raro. Es como que uno nunca está en el mismo tiempo de los demás. O, mejor dicho, que la gente, en conjunto, nunca vive el mismo pedazo de tiempo. Como si hubiera varios tiempos al mismo tiempo. ¿Se entiende lo que quiero decir? Siempre hay un desfase, nunca coincide. Una permanente falta de sincronía.”
En conclusión, “Barrera” es un ejercicio literario transgresor, que sacude al lector y que a nadie dejará indiferente. Estamos ante una literatura creativa, experimental, nada ortodoxa, que requiere de un lector de larga distancia, capaz de asumir los retos planteados por el escritor, y que no se desanime si, en algún momento, se siente desorientado.
lucialopezgar 19 noviembre 2021
Aunque la historia tenía muy buena pinta, la búsqueda frenética de Fátima no me ha llegado a convencer ni a enganchar en ningún momento. Supongo que el mayor problema que he tenido ha sido con la manera en la que está escrito este libro, son parrafadas interminables, lo que hace que la lectura sea muy densa (demasiado para mi). Lo que me ha gustado del libro es cómo el autor transmite esa sensación de desarraigo del protagonista, que llega a la ciudad de la que salió hace cincuenta años, y en la que ahora es un completo extraño. Creo que ese sentimiento de soledad, unido a la búsqueda de su hija y de su propia identidad es lo más interesante de esta historia.
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