Baile del Sol.- Tu nuevo poemario nos invita a descubrir "Momentos estelares", ¿con qué intención?
Javier Cánaves.- La intención
no varía de un poemario a otro, al menos en mi caso. Busco provocar en los
lectores lo que otros autores provocaron en mí: desde un momento de placer estético
hasta ese otro mágico de reconocimiento y golpe, ese leerse a uno mismo en
versos de otro. Supongo que todo libro, todo poema, busca su lector ideal. No
concibo otra intención.
BdS.- Roque Dalton,
Bukowski, Dostoyevsky, Panero, Hölderling, Scelsi, Fonollosa... se cuelan en
tus poemas, ¿referentes o excusas para seguir poetizando?
J.C.- No creo que
ninguno de los autores mencionados suponga, hoy por hoy, un referente para mí.
Por otro lado, tampoco me gusta la palabra “excusa” para hablar de su presencia
en mis poemas. Los nombres de escritores llegan a mis poemas del mismo modo en que
lo hacen o pueden hacerlo determinados paisajes, los sueños, los cafés con
leche o los recuerdos. Forman parte de mi vida. Si dedico una cantidad diaria
de minutos a la lectura, es normal que esto se acabe reflejando en mi
escritura, especialmente en mis poemas, que buscan apresar y compartir instantes,
sensaciones, reflexiones…
BdS.- Dices en tu nota
previa que los 40 son un buen momento para pararse y reflexionar, ¿te han servido
estos poemas para hacerlo?
J.C.- En realidad,
cualquier edad es buena para pararse y reflexionar. Los cuarenta no tienen nada
de especial, pero se dio la casualidad y me hizo gracia. Con este libro de
cuarenta poemas publicado el año de mi cuadragésimo aniversario me quedo,
poéticamente hablando, vacío. Lo necesitaba. Hacía tiempo que no me sentía así.
Ya no hay poemas pendientes de publicación; no tengo por qué mirar atrás, nada
que revisar o corregir. A partir de ahora, todos los poemas que escriba serán
para ese libro futuro que de momento sólo existe en mi imaginación. De ahí la
reflexión con la que abro el libro.
Bds.- Encuentros,
pérdidas, espacio doméstico, la literatura, la música, los miedos, el amor, los
hijos... Todo eso y qué más encontramos en este poemario.
J.C.- Algunos de
estos poemas fueron escritos en 2008. Cinco años dan para mucho. En realidad,
dan para lo que uno quiera, desde una novela de dos mil páginas hasta un haiku.
El lector que se acerque a Momentos
estelares encontrará una variedad considerable de momentos vivenciales, en
el sentido más amplio del término. Al fin y al cabo, es un libro que se ha ido
haciendo casi sin querer, a golpe de vivencia, sin conciencia de pertenencia a
un proyecto mayor, unitario, de ahí ese aire algo heterogéneo del conjunto.
Bds.- ¿Cómo te
relacionas con la poesía?, ¿y con la narrativa?
J.C.- Mi relación
ha ido variando con el tiempo. Durante la última década del pasado siglo y los
primeros años del actual tuve a la poesía de esposa y a la narrativa de amante.
Fruto de esa relación extramatrimonial nació mi primera novela, La historia que no pude o no supe escribir.
Esto, de algún modo, cambió las cosas. Digamos que ahora practico una especie
de poligamia literaria, si bien es cierto que en algún momento de los últimos años
la poesía se ha mostrado algo celosa, ya que considera que no distribuyo el
tiempo entre ellas de forma equitativa.
BdS.- ¿Cómo definirías
este último poemario en relación con los anteriores?
J.C.- Creo que es
un poemario aglutinador, de final de camino. Entronca con Limpieza y absorción, mi poemario más desatado, pero también con
mis libros anteriores, más comedidos o adscritos a un canon concreto. No sé
cuánto tiempo pasará hasta que vuelva a sacar un libro de poemas. Tampoco tengo
muy claro hacia dónde quiero ir. Como ya he dicho, es un buen momento para
pararse y reflexionar. Momentos estelares
pone el broche final a unos años intensos en lo que a escritura de poemas se
refiere.
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