sábado, 23 de febrero de 2013

La transparencia de los otros y la opacidad propia ATLANTIS, Boris Pintar


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ATLANTIS, Boris Pintar, Baile del Sol, 2013

Si alguien busca pruebas de fraude en una organización, la organización le responderá: "En la contabilidad que le puedo enseñar no aparecen". Si alguien acusa a una empresa de utilizar trabajo infantil para fabricar sus productos, la empresa responderá con los índices de crecimiento de la zona. Si un gobierno aprueba la construcción de una megaciudad del juego, te intentará convencer de que no hay mayor problema en eso, que si miras bien, sólo verás puestos de trabajo saliendo del suelo como setas.

   Todos pedimos constantemente transparencia a los demás, pero nos hemos acostumbrado a vivir en la opacidad. En una opacidad interior, más nuestra, más propia. En una oscuridad que nos oculta de la mirada de los otros, de esa mirada que examina, juzga y dictamina. Creemos que tenemos un perfil bueno y es el que explotamos en nuestra vida social. Porque estamos seguros que seríamos despreciados si mostráramos todo lo que somos, esos otros tan complejos, extraños y poco sociables. Lo cual, probablemente, es cierto.

   Hasta que brota. Con la violenta energía con la que se manifiesta lo que transgrede toda convención, lo que pervierte las costumbres. De esto tratan los relatos del esloveno Boris Pintar. Especialmente el relato central, el más extenso, el más rotundo: "Yo, Claudia". Absténganse de leerlo los que piensan que los locos siempre son los otros y que la literatura ya sólo sirve para entre-tenerse.
  
   "La familia entera esperaba el vástago, trabajaban más cuidándolo que nosotros dos. Nos colmaron tanto de consejos y objetos que ya no teníamos donde guardarlos, ni unos ni otros. Todo el mundo entiende de educación, qué permitir, qué ofrecer, qué exigir, también aquellos que nunca han tenido hijos. ¿Por qué existen tantas historias tristes cuándo todos saben cómo transformar a un nuevo hombrecito en un miembro agradable, útil y servicial para la comunidad de la isla en un reality show? ¿Por qué tantos abusos a niños? ¿Por qué tantos muertos de sobredosis y tantas desviaciones sexuales, tantas que necesitamos un club secreto para poder socializar con otros depravados potenciales? Una montaña entera de consejos sobre la justa medida ha sobrepasado cualquier medida. Demasiados deseos bien intencionados, apoyos llenos de comprensión, peticiones equilibradas. La vida perfecta es agotadora, la necesidad del libertinaje, la tortura de sí mismo y de los demás, y si no lo conseguimos podemos volvernos criminales o locos. Para nosotros no existen válvulas de escape, que solo existen para los niños, los viejos, los enfermos o los minusválidos. Para los adultos el mundo no puede derrumbarse porque todavia no hemos cotizado lo bastante en la renta de la compasión, una pensión que nos calentaría los pies amoratados por el frío que sobresalen de los cartones a los indigentes tendidos ante las rejas de acero que ponen en los escaparates iluminados de las boutiques."

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