miércoles, 21 de agosto de 2019

Reseña de CANCIONES ACUSADORAS, de Miguel Ángel Gómez en Todo Literatura

Canciones acusadoras
Canciones acusadoras

“Canciones acusadoras”: el particular tributo a Bob Dylan de Miguel Ángel Gómez

domingo 18 de agosto de 2019, 12:43h
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Que la poesía escrita le debe su esencia rítmica a la música, es un hecho que desde la época de los juglares queda constatado. Poemas cantables, como las antiguas cantigas portuguesas, demuestran que la línea que separa al poema de la canción es muy fina, si es que no son la misma cosa. Obviando las diferencias entre ambas disciplinas y centrándonos en sus textos, tanto la música, como la poesía, poseen una función estética común pero sin embargo parece que articulan un discurso literario diferente.
Miguel Ángel Gómez
Miguel Ángel Gómez
El germen de todo poema es musical, o debería serlo. Si la poesía medida, regida por la métrica, busca una armonía sonora —además de con los consabidos recursos literarios— a través de la prosodia que deviene de su arquitectura, el verso libre del sector en el que se inscribe la poesía de Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980) en la poesía contemporánea —priorizando mucho menos el rasgo prosódico— hace lo propio a través de la acentuación, puntuación, pausas o encabalgamiento. Aunque tras la lectura del libro este aspecto no parece haber sido una de las prioridades del autor, pues el fondo se antepone con claridad a los andamios de la forma.

¿Qué ocurriría si se publicase como un poemario las letras de las canciones de cualquier cantante? Como mínimo, en el plano formal, encontraríamos impostura, demasiada aliteración, sobrecarga de clichés, además de frases forzadas por su adaptación al ritmo. Todos estos factores devienen sistemáticamente por defecto al utilizar este formato, por lo que la pericia del poeta que pretenda ser original y auténtico con él deberá ser mayor que, por ejemplo, quien se exprese a través de poesía discursiva.
La poesía de Miguel Ángel Gómez en Canciones acusadoras es descriptiva y muy narrativa, libre formalmente pero dependiente del carisma y la personalidad de su hablante lírico: al que podemos considerar un epígono de Bob Dylan que mira de reojo a Shakespeare. Estos dos elementos referenciales tienen un peso específico en el decir poético de este autor: del primero, la variedad de temas sociales y el punto de vista de una estrella mediática; del segundo, un romanticismo trágico puntual que trata de adaptarse a las exigencias del guion.
Marcelo García en el alegre prólogo del libro llama `aullante convulso´ a Miguel Ángel Gómez y relata, además, como una proeza el hecho de que el poeta haya publicado siete libros en tres años. Ni que decir tiene que la poesía es libre de todas las cláusulas que queramos atribuirle, por más que queramos definirla o acotarla, tarde o temprano llega alguien que hace lo contrario que tú en un poema y su texto alza el vuelo poético. Si algo nos queda claro a los que intentamos escribir poesía es que tras el rapto de la inspiración y su apresurado dictado viene el verdadero oficio de poeta, el trabajo de pulir y seleccionar los versos. Muchas veces este proceso requiere más tiempo que el que requeriría corregir un trabajo académico, por poner un ejemplo. Los versos exigen una respiración sin su autor, una maduración, una fermentación en el silencio, un regreso a ellos tras un tiempo para asegurarnos de si existen o no inconsistencias, volver a ellos para volverlos a enfrentar y sentir tras su lectura si nos seguimos reconociendo, si debemos modificar algo o suprimirlo. Este importantísimo paso es imposible llevarse a cabo con un ritmo de publicación como el que tiene Miguel Ángel Gómez, lo cual no quiere decir que su autor se equivoque, cada cual escoge su forma de versar; su vertiginosa inspiración se encomienda a la intuición y, de alguna manera, esta y otras decisiones de su poética señalan en la dirección del lector que este libro busca.
A esta misma costumbre de someter los versos a una hibernación se refiere el poeta en uno de sus textos recordando a Henry Miller: «La imaginación lo es todo: / en espera de que me arponeen / los critiquillos hago esto: / dejo los nuevos poemas en un / cajón / ¿es que los voy a someter al suplicio / de Tántalo toda la noche? / Mejor así / es mi forma de dar el rapapolvo». Por tanto, nos encontramos ante una estrategia premeditada de destrucción de la convención y la particular dosis de extrañamiento devengada de ello.
El prólogo lleva por título “Anatomía de una convulsión” y a la palabra `convulsión´ precede la palabra `compulsión´ pero deliberadamente tachada, lo cual devela la vocación torrencial e improvisada del discurso. Esta naturaleza puede advertirse en poemas como “Mi buena chica”: « ¿No ves / cómo me hallo? / Hum, hum, hum. Oigo tu voz, / caigo en trance, me recuesto en un blando / cojín, / aflojo la mano y no retiras la tuya. / Los comunistas acechan fabricando / chistes morbosos».
El poemario se estructura en tres partes; las dos primeras se equiparan en extensión (14-12 poemas), mientras que la tercera se culmina con cinco poemas, por tanto, los apartados van adelgazando progresivamente la cantidad de poemas que contienen hasta el final. Las partes constituyentes llevan por título “Primera parte” y así sucesivamente, epígrafes impersonales que no anuncian un cambio temático y tal vez sí de tono. A su vez, las páginas que contienen estos epígrafes separadores contienen poemas sin título, los cuales podemos considerar como paratextos.
El título del libro apunta tanto a su condición de libreto o partitura lingüística, como a la tentativa de denuncia ante hechos sociales injustos. Esta actitud inconformista y vindicativa se corresponde con la de los primeros años musicales de Dylan, unos sesenta que le permitieron desafiar al sistema e incluso al género musical que utilizó para retratarlo. Miguel Ángel Gómez, filólogo y profesor de Lengua y Literatura de formación, conoce a la perfección la tradición y sin embargo opta por un discurso arriesgado que rompe muchas convenciones y de alguna manera se hermetiza para el profano. Este libro busca a su particular lector. Sin duda, hará las delicias de los seguidores del genio de Minnesota, ya que conocen su imaginario y comparten su cultura; y por lo mismo, aquellos más alejados a todo ello no terminarán de hacer pie.
Imbuido por completo en la cultura anglosajona, el poeta despliega su repertorio de acusaciones a la manera de “Blowin' in the Wind” y “A Hard Rain's a-Gonna Fall”: «Shaw y Hauptmann y Lewisohn pelean / en el Cuerno de Oro mientras músicos lastimeros / se lavan las manos cuidadosamente». La metáfora y la ironía se mezclan coloquialmente en una ideología culturalista que podría interpretarse como canción protesta: «Bailaste con el conejo blanco de Alicia y Worsworth, / Amy Lowell / y F. Scott Fitzgerald. / Ven, querida mía, y manda todo al cuerno / para dormir al raso conmigo».
En el poema titulado “Un poni indio” diez textos monoestróficos y breves se suceden separados por un asterisco. Parece que entre ellos no hay conexión alguna. Al leer uno por uno encontramos verdaderos aforismos, como estos: «El optimismo / es una especie / de hemorragia / extática»; «A quien vive en un paraíso / la serpiente le pregunta / dulcemente». La noción genológica desdibuja sus bordes, el poeta atribuye a la extensión de los versos medidas muy desiguales, utiliza prosa poética en algunos poemas, puntúa con comas de manera arbitraria, abunda la irreverencia ortográfica y hace de los límites del género sus cables de funambulista.
En ocasiones, la lectura del poemario, por todos los rasgos citados anteriormente, da la sensación de que nos encontramos antes canciones, sí, pero que han sido traducidas de otra lengua libremente perdiendo coherencia y sentido. La aglomeración de recursos deviene en impersonalidad, en agramaticalidad, como también en la desactivación del clímax. El estilema del poeta impide una lectura rápida y complica su etiquetado debido a su eclecticismo. De alguna manera, estas canciones desertizan y desacralizan con su asimetría la idea romántica del poema como tal para constituirse un artefacto molotov compuesto con pedazos de realidad.
Con alevosía o sin ella, la arriesgada propuesta de Miguel Ángel Gómez requiere valor, habilidad y una determinación dignas de un artista libre al que le importa poco lo que digan de él. Collage de surrealistas combinaciones, la urgencia por decir queda por delante de la necesidad de expresión en un poemario que se justifica por sí mismo en un contexto social que necesita de voces discordantes como la suya.

Puedes comprar el poemario aquí:

viernes, 9 de agosto de 2019

reseña de LA MALA ENTRAÑA en Librario íntimo

La mala entraña




Otra sorpresa agradable para empezar el mes de agosto: los magníficos relatos que forman La mala entraña, de Elena Alonso Frayle, publicados por la editorial isleña Baile del Sol, donde se analizan con escrupulosa exactitud y con encomiable belleza literaria multitud de emociones del ser humano.
Aquí nos encontramos con chicos aburridos y malévolos, que no dejan de planear y ejecutar gamberradas (telefónicas y personales), hasta que su líder pergeña una que incluso a ellos les provoca un escalofrío (“La mala entraña”); o descubrimos la inquietante electricidad sexual que se genera entre una madre lactante y su joven vecino discapacitado (“Misericordia”); o contemplamos qué siente y cómo se comporta la hija de un etarra cuando su progenitor se encuentra en los últimos días de una enfermedad terminal (“La buena hija”); o nos desasosiega el corazón el modo en que una mujer madura aprovecha el fin de semana en que sus hijos y su marido se encuentran fuera para recuperar la relación con un viejo amante parisino de su juventud (“La calle de Mary Quant”); o nos subimos en avión con una madre amargada, triste e iracunda, que viaja a Nueva York para acompañar a su hija antes de que sea tarde (“Amados hijos muertos”); o nos enfurecemos con la crueldad sádica de una sirvienta, que atormenta a una niña rica con imágenes perturbadoras (“El ojo de Dios”).
El volumen, elegante y airoso, no decae en ningún momento, y demuestra que la autora (varias veces finalista del premio Setenil, además de ganadora de premios como el Alandar o el Ala Delta) es un valor firme de la narrativa actual, con un impresionante futuro. Conviene estar pendiente de sus libros: nunca defraudan.


LO QUIERO

martes, 6 de agosto de 2019

Reseña de LA RANA DE SHAKESPEARE, de Ricardo Reques




Un eminente biólogo español lleva diez años recorriendo diferentes rincones del mundo con el propósito de determinar el efecto del cambio climático en los anfibios. Las ranas, en concreto, son un termómetro preciso a la hora de medir la calidad medioambiental de una zona geográfica, y hoy por hoy, muchas especies de batracios han desaparecido del planeta.
Esta investigación conduce al herpetólogo al norte de Argentina durante la estación de verano. En su fuero interno, el viaje se le presenta como una liberación. Abandonar por un tiempo el departamento de Biodiversidad del Museo de Ciencias Naturales de Madrid significa olvidar por un tiempo a Libelia, su ayudante de postdoctorado, de quien está enamorado. Una relación imposible ya que Libelia mantiene una relación sentimental con un joven filósofo, “ese novio que tanto se parece a Wittgestein”. Por tanto, un cambio de escenario en un país que aún no conoce, y la toma de contacto con nuevos colegas, a nuestro biólogo se le presenta como una oportunidad llena de incentivos.
“El mundo es del tamaño de lo que recorres, su extensión se limita a lo que has visto y vivido; pero no es todo lo que recorres, solo lo que recuerdas de ese recorrido.”
Ya en Argentina, el equipo científico seleccionado como grupo de apoyo está integrado por Teresa, Felisberto y Arcadio, todos miembros del Centro de Ecología Aplicada del Litoral, quienes viajarán por carretera hasta los humedales del Gran Chaco.
Durante los tiempos muertos, el biólogo madrileño se sumerge en la escritura. Su cuaderno personal se llenará de confesiones en torno al amor que siente por Libelia, como sus obsesiones sexuales con las mujeres que irá conociendo durante esta nueva experiencia y que, sin embargo, nunca llegarán a ser satisfechas. Sus páginas además contienen pensamientos filosóficos respecto a un mundo que no comprende:
“El lugar inhóspito y temeroso no es un bosque frío lleno de sombras. Tu lugar temido es un supermercado, una gran superficie llena de largos pasillos estrechos con estanterías repletas de alimentos y objetos infinitos.”
Gracias a estos cuadernos también el lector aprenderá algunas características curiosas que poseen algunas especies de ranas; las particularidades de los pueblos aborígenes: tobas y wichis que el científico acaba de descubrir;  ciertos datos históricos relevantes, así como la descripción de los paisajes y la fauna de los lugares que explora entre el Gran Chaco y la selva misionera de Argentina.
Su único contacto y sostén emocional será su amigo Vogli,  un biólogo experimentado como el protagonista, pero hace algunos años abandonó la ciencia para recluirse en el mundo de la literatura. Vogli le envía con regularidad numerosas citas literarias de escritores de todos los siglos, desde Shakespeare, Cervantes, Leopoldo Lugones, Bioy Casares, Juan Rulfo, Bolaño, Patricio Pron, Vila-Matas, Murakami o Houllebecq que en sus obras dedicaron cierta atención a los batracios.  
Entre los investigadores locales y el jefe español se establece una tensa relación de poder. Felisberto aprovechará las circunstancias para llevar de forma paralela un negocio relacionado con drogas, mientras  Arcadio y el biólogo español mantienen una pugna silenciosa por conquistar el cuerpo de Teresa. Siguiendo con su tónica de mala suerte con las mujeres, una vez más, el madrileño resultará perdedor.
En un momento dado, el grupo debe dividirse en dos. Teresa y Felisberto permanecerán en el Gran Chaco para terminar las pruebas de tolerancia térmica de los renacuajos  seleccionados, para más tarde, recabados los datos, devolverlos a sus charcas de origen. El investigador jefe junto con Arcadio viajarán hasta la selva misionera y repetirán el mismo experimento en una de las zonas más calientes del planeta.
Esta decisión sobre el equipo en apariencia intrascendente, fruto de una venganza personal más que por razones objetivas, influirá de alguna manera en la muerte de Felisberto.

El autor: RICARDO REQUES (Madrid, 1967)
Nacido en Madrid, pero reside en Córdoba desde los once años. Biólogo, editor, divulgador científico, autor de tres libros de relatos: Fuera de lugar (2011), El enmendador de
corazones (2011) y Piernas fantásticas (2015),  Ricardo Reques ha dado el salto a la novela con un libro de envergadura. No solo por su extensión (309 páginas) sino también por la originalidad del planteamiento narrativo.
La rana de Shakespeare es un viaje científico y de ficción, de ahí su título, donde el escritor juega con los códigos del lenguaje característicos del ensayo, el cuento o la crónica histórica.
La intención de la novela queda explicada con claridad en la voz del científico protagonista. Este, en un momento dado, cuenta a unas de las investigadoras quién es y a qué se dedica su amigo Vogli:
“Está escribiendo una especie de novela construida con citas literarias sobre anfibios, una historia en la que suceden cosas que, de un modo extraño o no explicado, tienen relación con las citas. Es un rompecabezas, una acrobacia que nace de sus múltiples lecturas, de las que ha ido seleccionando fragmentos de historias en las que nombran a los anfibios. Ya tiene un título pensado: La rana de Shakespeare. (…) El hecho de que alguien como Shakespeare dedicara varias líneas a los anfibios, justifica, según él, una atención literaria hasta ahora reconocida”.
Y así es, la novela está repleta de citas literarias que van influyendo en el desarrollo de la trama principal. Con gran habilidad de estilo, gracias al humor y  la ironía, y en otros momentos, gracias a un profundo lirismo, el autor va hilando ciertos paralelismos entre el comportamiento de distintas especies de animales y la compleja relación que entablan los personajes de caracteres muy distintos, donde el sexo y la lucha soterrada de poder tienen especial protagonismo.
El carácter del biólogo español, entregado en cuerpo a la ciencia y, en alma a la literatura, poeta malquerido, descarnado en sus delirios, cínico depresivo, obseso sexual, tiene bastante en común con los personajes de Houellebecq, uno de los escritores admirados por el autor.
Sexo, ranas y literatura son las tres pasiones que mueven los hilos de esta magnífica novela que Vila-Matas recomienda en su blog.

“Reques es un narrador solvente que utiliza una prosa cuidada y diáfana, y que domina con soltura los mecanismos de la fabulación”. Diego Prado, Librújula.

“Ricardo Reques propone una lectura intenta y amena, plagada de referencias y guiños, en un recorrido por diversos estilos y técnicas literarias, del que el autor sale muy bien parado y con el que, además, consigue casi siempre arrancar al lector una sonrisa cómplice”. Javier Menéndez Llamazares, El Diario Montañés.

“Ricardo Reques, con maestría, se mueve entre los ambiguo y lo real, lo abstracto y lo imaginario pero, sobre todo, con su escritura evidencia gestos que obligan al lector a convertirse en un cómplice permanente”. Pedro M. Domene. Diario Córdoba.


Yolanda Delgado


sábado, 3 de agosto de 2019

LA MUJER QUE HUYE de Barbeau-Lavalette en Fantasymundo

“La mujer que huye” de Barbeau-Lavalette, el mapa de una figura ausente

Barbeau-Lavalette plantea una obra biográfica furiosa, emotiva y reconfortante que plasma la vida y misterio de su abuela, la artista Suzanne Barbeau