jueves, 19 de diciembre de 2019

Reseña de LA MALA ENTRAÑA, de Elena Alonso Frayle en Un espacio para la emoción

martes, 10 de diciembre de 2019









LA MALA ENTRAÑA, Elena Alonso Frayle


Conocía el nombre de Elena Alonso Frayle por ser la ganadora de diversos certámenes de cuentos. El hecho de que este año su libro La mala entraña haya recibido el Premio Setenil, que se concede al mejor libro de cuentos editado en España, me ha llevado a adquirirlo. Lo he leído de un tirón y puedo decir que he disfrutado mucho. Sin duda, el aspecto que más me interesa es la capacidad para narrar las historias con una agilidad casi inusitada y una incuestionable facilidad para indagar en la materia psicológica y conductual de los personajes. Acabado el libro, tiene uno la sensación de que Elena Alonso es una escritora que aborda cuestiones cotidianas –turbias pasiones y extraños pensamientos– y las narra impecablemente. Diría que sabe capturar al lector con las primeras líneas y llevarlo hasta las últimas. Esta era –y recuerdo de memoria– una de las más eficaces cualidades que debía poseer un cuentista, según el maestro Horacio Quiroga. Y Elena Alonso sabe hacerlo.
         Bastaría con leer el cuento “La buena hija”,  ganador del LXVI Concurso Literario de “La Felguera” –certamen de incuestionado prestigio–, para comprobar por qué vale la pena leer estos relatos. No sin cierto temor, me atrevo a decir que este cuento es un relato excepcional, un cuento que plantea el sinsentido del terrorismo etarra y cuestiona el valor de los afectos en un mundo destruido por los odios. Es el cuento perfecto para expresar las secuelas de la violencia etarra, así como Patria de Aramburu es la obra que desvela esa anomalía histórica que muchos han padecido.
         Con una mayor ambición constructiva, en “La mujer promiscua”, la autora recrea dos mundos: por un lado, el declive creativo de un escritor que acude a Zagreb para dar una charla en el Instituto Cervantes; y, por otro, el impacto que su intérprete (Silvija) le produce: una mujer que aúna entereza y sensualidad, belleza y misterio, y que poco a poco le va descubriendo el origen de un secreto que oculta, un material narrativo que descubre las violaciones de todo tipo cometidas durante la guerra de los Balcanes, porque se trata de un dolor que necesita ser narrado.
         En “Misericordia” se combinan varios elementos temáticos: la exuberancia corporal de una bella mujer que amamanta a su hijo; sus fantasías sexuales en las que tienen cabida una extraña compasión hacia un discapacitado, que llega incluso a excitarla y a sentir que la culminación de ese deseo sería algo así como un ejemplo de misericordia y generosidad; y la tensión y el miedo que ella siente también ante la imprevisible obsesión de Jonás (el joven discapacitado), quien la desea. Estos aspectos, perfectamente encajados, van tensionando el argumento de un relato que se cierra con un final abierto.
         En “La calle de Mary Quant”, quizá uno de mis preferidos, asistimos a la frustración que siente una mujer al descubrir que un antiguo amante no la reconoce, o tal vez sea todo una confusión o un error de Mabel, una mujer casada y con dos hijas que aprovecha un fin de semana sola para invitar a su antiguo amante, un relevante filósofo. Ella asiste a escuchar la conferencia que Horacio va a impartir y decide invitarle a su casa a tomar un vino francés especialmente comprado para la ocasión. Pero Horacio no la reconoce ni recuerda nada, mientras al otro lado de la puerta se escucha la parada del ascensor que anuncia que Juan, el marido de Mabel, ha regresado de manera inesperada. Un final sugerente en un cuento en el que las palabras de Mabel pueden ser certeras: “A lo mejor todos vivimos equivocados con nuestros recuerdos y con la trama de añoranzas con la que fraguamos nuestros anhelos” (p. 167).
         El cuento que da título al libro, “La mala entraña”, es un ejercicio narrativo sobresaliente, pero basado en un argumento ciertamente vacuo: la conciencia del mal acaba apareciendo en unos personajes que se cuestionan el dolor que provocan sus reiteradas bromas y maldades.
         Con un estilo limpio y cuidado, ajeno a ciertas florituras estilísticas, desenreda los argumentos de sus relatos con una gran maestría. En el cuento que cierra el volumen, “El ojo de Dios”, se crea una atmósfera inquietante que sugiere un final trágico, si bien el elemento mágico de un “ojo” en el techo del baño introduce cierta polisemia en un final otra vez abierto. Además, desliza también algunos aciertos expresivos: “Enseguida se formaba una cordillera de espuma algodonosa sobre el lecho del agua, y a Irene le gustaba sumergirse hasta que le brotaban arrugas en las yemas de los dedos” (190).   
         Para quienes quieran saber más de esta escritora tan premiada, les recomiendo que consulten su cuidada página web: http://www.elenaalonsofrayle.com/


miércoles, 18 de diciembre de 2019

Reseñas de CORAZONES Y CEREBROS, de César Martín Ortiz en Con VE de libro





El insólito caso de César Martín Ortiz


Tendría que pensarlo largo tiempo y por escrito, y, francamente, me da pereza, pero intuyo que la razón última de ser del fenómeno literario, al menos desde la perspectiva del autor, de quien escribe, se debe de encontrar en buena medida en el insólito caso de César Martín Ortiz, autor salmantino afincado en Jaraíz de la Vera que dejó tras de sí, al fallecer inesperadamente en 2010, varias novelas y libros de relatos escritos que no llegó a publicar no porque no pudiera, sino porque ni siquiera se molestó en intentarlo, quizá porque, como apunta Gonzalo Hidalgo Bayal en la contraportada de De corazones y cerebros novela publicada hace pocas semanas por la editorial Baile del Sol– citando un pasaje del propio libro, pensaba “que publicar pensamientos o novelas tiene algo de banal, es inferior a escribirlos, y que escribirlos también es inferior a pensarlos. Que escribir y publicar son actos de reciclaje respecto a pensar e imaginar: algo que se hace con fines distintos y cuyo resultado también es distinto, más gris y menos fino”. Doy fe de sus reticencias porque cuando, hace ya bastantes años, alrededor de quince, contactamos con él para que publicara algo en nuestra pequeña colección de libros, la de la Asociación Cultural Alcancía, nos costó trabajo que nos cedieran los cuentos que al final integraron Paso de contarlo. Extrañamente, y en contra de lo que es habitual, César Martín Ortiz no tenía necesidad de ver editados sus libros, quizá ni siquiera necesidad de que lo leyesen, y en esa falta de necesidad, en esa renuncia, y en el hecho de que en ningún momento dejase, a pesar de todo, de escribir (fue un Bartleby de la publicación, no de la escritura), puede que se encuentre, como digo, la razón última de ser de la Literatura, de la Literatura de verdad, quiero decir.
Porque, además, escribía divinamente. Ya lo había demostrado con los libros de relatos Un poco de ordenNuestro pequeño mundo y el ya mencionado Paso de contarlo, publicados en vida (de los libros de poemas Dedicatoria o despedida y Toques de transito nada puedo decir, porque no los he leído), con los que se había ganado un notable grupo de lectores fieles y entusiastas, y lo sigue demostrando con los libros que la editorial Baile del Sol, de manera póstuma, ha venido publicando estos últimos años, Cien centavosNecrosfera (títulos ambos reseñados en este mismo rincón de PlanVE) y el reciente De corazones y cerebros, que es del que quería hablar hoy.
Resumiendo mucho el argumento, podríamos decir que la novela cuenta la historia de Manuel Medina, un profesor de Bellas Artes que rehace su vida en un pueblo después de sufrir un doble fracaso, amoroso y profesional, al ver cómo se desmoronan, casi a la par, su matrimonio y una especie de falansterio educativo, una suerte de electrizante utopía pedagógica en la que se había visto enrolado durante algunos años. Así contado, podría parecer que hablamos de una novela rosa o de un telefilme alemán de sobremesa, pero lo que sucede es que lo que mejor se presta a ser resumido del libro es justo la trama cordial, la que habla de corazones. Faltaría la parte más cerebral, que tiene que ver, a parte de con la trama pedagógica, con la forma de narrar esos sucesos, más complejos e interesantes de lo que pueda parece a simple vista, pero también con las numerosas digresiones que jalonan la narración, en las que, con rigurosa vocación de ensayo, el autor diserta sobre asuntos de lo más variado, pedagógicos, psicológicos y sociológicos en su mayor parte, demostrando tener, además de una prosa magnífica, una aguda, certera, envidiable capacidad de análisis, un repertorio ensayístico este que, lejos de lastrar la trama, la enriquece, otorgándole al libro una suculenta sustancia.
Aun así reconozco que quizá esos devaneos puedan resultar, en ocasiones, excesivos, y que si a mí no me lo parecen es porque me gusta tanto el autor que hubiera querido leer hasta sus listas de la compra, pero también es probable que el exceso se deba al hecho de tratarse de una obra pensada y escrita, tal vez, no para ser publicada y leída, sino para ser disfrutada a lo largo de todo el proceso de escritura aprovechando sus vericuetos para pensar, de paso, un poco el mundo por escrito, circunstancia por la que quizá no sea una novela perfecta, pero sí un perfecto modo de comprobar la inteligente manera que tenía César Martín Ortiz de asomarse a la realidad.
Ahora solo queda esperar que la editorial Baile del Sol siga adelante con la encomiable empresa de publicar la obra inédita de este insólito escritor, y que no tardemos de ver, en papel, como quizá nunca se molestó en pensarlo, A sus negras entrañas.

De corazones y cerebros
César Martín Ortiz
Editorial Baile del Sol
28 euros