martes, 30 de diciembre de 2014

Encuentro azul

Siento curiosidad por este escritor. Hemos intercambiado alguna frase que ahora no consigo recordar. He leído fragmentos de sus obras. Pero, sobre todo, me he emocionado  -hasta experimentar casi una reacción física- con las píldoras literarias que suelta cuando menos te lo esperas en su muro de Facebook. Estoy hablando de Juan Pardo Vidal.
Al fin llega el día. Una mañana cualquiera de este mes de diciembre. A las doce. En el Café París, en el Paseo Marítimo de Almería. Un encuentro azul porque el Mediterráneo lo envuelve todo. No trae su último título, Arquímedes está en el tejado (Baile del Sol, 2014), porque todavía no ha llegado a las librerías (en el momento en el que leáis este post sí que estará disponible). Sin embargo, tiene sobre la mesa un MacBook con todo tipo de resúmenes de la obra que me ofrece amablemente para facilitar mi labor. Pasamos de ellos y nos enfrascamos en ese viejo género periodístico llamado entrevista. Viejo y al mismo tiempo tan nuevo como lo hace cada uno de sus protagonistas.
Pronto el gran sentido del humor y la absoluta modestia de este filólogo nacido en Almería en 1967 rompen el hielo. Para quien no lo conozca (¿de verdad hay alguien que todavía no lo conoce?), diré que es licenciado en Filología Hispánica y trabaja como educador social. Ha escrito poesía, novela y cuentos, muchos cuentos. Es autor de títulos como ‘Poemas de amor a una piedra’, ‘35 maneras de sentirse solo’ y ‘La luz de la mesita de noche’.
Juan Pardo Vidal
Aquí reproduzco, sin colorantes ni conservantes, lo que dio de sí aquella conversación. Y me despido no sin antes advertiros de que estaréis dejando pasar una gran oportunidad si no lo leéis. Para muestra, las páginas iniciales de su último trabajo que nos ha cedido a modo de generosa propina.
Arquímedes está en el tejado supone tu incursión en la novela histórica. ¿Tenías ganas de adentrarte en este género?
Sí, precisamente por el afán de adentrarme en géneros que no controlo. Como nunca había escrito una novela histórica, me apetecía hacerlo. La literatura no está profesionalizada, salvo algunas excepciones. Yo tengo mi trabajo y, por muy en serio que me la tome, me gusta más juguetear con ella que dedicarme a ella. Enfrentarme a algo que no había hecho me ponía mucho. 

En la forma no es una novela histórica al uso, pero sí en el rigor con el que te has documentado.Sí, esa es la clave. Intentar hacer una novela histórica que no sea una novela histórica. El Quijote es un libro de caballerías que no es un libro de caballerías, Anna Karenina es una novela sobre adulterios, algo que estaba de moda a finales del siglo XIX, que en realidad es mucho más. Porque, ante todo, las dos eran intentos de hacer una novela que no fuera realmente la que se estaba haciendo.
Yo, en mi humilde situación, porque no soy nadie, he intentado hacer una novela histórica que no responda a los patrones y clichés del género. Y dentro de lo que a mí me gusta, que es moverme en el territorio de la ciencia. Quería hacer una novela histórica que fuera ágil. No quería de ninguna manera que sobrepasara las 200 páginas y me costó. Quitando las 20 primeras páginas en las que he querido dármelas de escritor y son un poco más lentas, después el ritmo se acelera. Quizá en exceso. Al lector le debe de agradar de esto. No me cabía todo lo que quería contar en 200 páginas.
En esta obra, cada palabra es trascendental. Yo he publicado novelas cortas y soy cuentista, entre otras cosas porque me gusta que cada palabra sea esencial. Y lo he conseguido a base de revisar mucho y corregir mucho. No se trata de contar una anécdota sino de contarla cómo yo quiero. Eso no quiere decir que acierte, sino que es adrede.
Para documentarte has pedido ayuda a una profesora. ¿Cómo ha sido?No me ha ayudado tanto en la documentación como en la corrección porque tenía miedo de meter la pata, ya que soy filólogo, no historiador, y hay cosas que se me escapan. Cuando lo revisé con la profesora de Historia Antigua de la Universidad de Almería María Juana López, efectivamente había muchas cosas que no estaban bien. Fuimos corrigiendo y acepté sus sugerencias.
¿Cómo nace tu interés por Arquímedes?Hace años escribí un cuento sobre Arquímedes y, al leer su biografía, me di cuenta de que estaba llena de lagunas, obviamente porque hace mucho tiempo de su existencia. Pero hay espacios de su vida en los que no se sabe qué ocurrió, lo que me permitía novelar. Y por otro lado, era matemático y me encantan las matemáticas aunque sea de letras, lo que es paradójico. Él fue el mayor ingeniero e inventor de la historia, más grande que los que vinieron después, pues descubrió e inventó cosas que eran impensables en el año 200 antes de Cristo. Mi intención era hablar de alguien que me dejaba espacio para moverme y luego inventarme una solución para un par de enigmas sobre su muerte. Varios historiadores dicen que murió haciendo círculos en el suelo y que dijo una frase: “No molestéis a mis círculos”. Simplemente he pretendido dar una versión de qué pudo pasar, de qué quería decir. 
El gran protagonista de esta historia es Vinci, un personaje de ficción. Háblame de él.Sí, es un personaje inventado. Es un niño que al ser raptado y vivir de una forma determinada se convierte en una bestia, una máquina de matar que no tiene muchos sentimientos, pero sí cierta inteligencia para controlar sus emociones. Tiene buen corazón, pero a la vez ha sido educado para matar. Es muy contradictorio.
Vinci representa lo que hemos sido en todo el Mediterráneo porque ésta es una novela sobre el Mediterráneo. Un niño fenicio que es raptado en Cádiz, termina sirviendo en Messana, en Italia, y habla griego. Encarna todo el mestizaje que había en aquella época en la que la gente andaba de un lado para otro. El mar no era un obstáculo, era un camino por el que se podía comunicar porque por tierra tardaban la vida entera. El Mediterráneo era un país donde se tenía más en común con la gente de Creta o Sicilia que con la gente del centro de la Península Ibérica.
En esta novela, he jugado con algo con lo que no había jugado antes: ambientar una historia que podría ocurrir en el oeste americano o en Andrómeda en la Sicilia de la época de Arquímedes. Porque al final siempre cuentas lo mismo, son historias de personas a las que le pasan cosas y piensan cosas. Dónde las piensan y cómo las cuento son los únicos elementos que varían. Las historias son todo lo sencillas o complejas que tú quieras.
¿Cuáles son los temas que palpitan en las páginas de Arquímedes está en el tejado?
Hay varios temas centrales. Uno es el deseo del hombre de perdurar porque tampoco se sabe si Arquímedes tuvo hijos. Ese deseo que todos tenemos de tener hijos como si fuera una manera de quedarse o ser trascendental. Esto está en la novela. Aunque el tema principal es si la ciencia nos hace más felices y para qué sirve. Arquímedes tenía esa duda, un hombre que vivió hasta los 70 años cuando nadie duraba tanto, que estuvo con todos los grandes en Alejandría y con una mente que estaba lejos de los de su generación se preguntaba: “¿Nos hace más felices la ciencia? ¿Hacia dónde vamos a través de ella? ¿Nos está llevando por un buen camino?”.
¿Por qué la editorial Baile del Sol?Nunca había publicado con ellos y es una editorial que me gusta mucho. De hecho, nunca he repetido con el mismo sello y mira que tengo libros. Lo mismo que me gusta cambiar de género, también me gusta cambiar de editorial.
¿Cómo tomas la decisión de compartir las primeras páginas de este libro con los lectores de LA VOZ después de ofrecerles gratis hace un año tu novela corta completa La memoria de los peces?Me siento orgullosísimo de lo que hicimos con La memoria de los peces porque hubo muchas descargas. No siempre te tienes que sujetar al mercado. Yo estoy en contra de la piratería en Internet, pero estoy a favor de que haya muchas cosas ahí para compartirlas. Esto es otra cuestión, otro pequeño experimento, pero me parece bien que alguien que quiera comprar la novela pueda leer antes el principio. Nadie se casa con otra persona si no han salido antes.
Esta novela en realidad son dos novelas.Sí, una es la historia de los nueves meses que duró el sitio a Siracusa (en realidad duró cuatro años, pero me centro en los últimos nueve meses). Estaban en plenas guerras púnicas y quien controlase Siracusa, controlaba el Mediterráneo. Al final de ese asedio, muere Arquímedes. Esto ocupa los capítulos impares.
Y luego hay otra novela, la de Vinci. Los capítulos pares cuentan la historia de ese niño que es raptado y que termina siendo el legionario. No me vuelvo loco como Cortázar en Rayuela. Es muy evidente los capítulos que se refieren a cada parte. Son dos novelitas distintas en el tono y en la forma de estar escritas. La del niño es más breve y está gustando mucho a mi círculo más cercano.
Hay una parte de la novela que transcurre en el siglo II antes de Cristo, pero está narrada en presente. ¿Por qué?
Sí, eso ha sido una pesadilla para mí porque no puedes reflexionar apenas, se reflexiona en pasado. Cuando estaba escribiendo la novela, me di cuenta de que lo mismo había bajas y podía asfixiar a algún lector. Eso era una pesadilla. Todo ocurría en presente demasiado rápido. Era ágil, pero podía morir alguien. Cuando iba hacia la mitad, me inventé hablar de la historia del chico, con lo cual ya podía usar el pasado como contrapunto.
Y luego otro detalle. A la comunidad gay le puede gustar mucho. Hay un par de personajes muy leales en los que el protagonista puede confiar y ambos son homosexuales. 
Trabajas en un centro de menores. ¿Te inspiras en tus propias vivencias a la hora de escribir?
Bueno, en La memoria de los peces hay un niño que va a un centro de menores. Todo lo que haces te pertenece, entonces no es que te inspires es que es tuyo y ya está digerido. Yo he estado muchos años trabajando con niños delincuentes y la violencia es algo que no me incomoda. En Arquímedes está en el tejado hay mucha violencia y probablemente venga de digerir todo eso.

viernes, 19 de diciembre de 2014

EL LIBRERO RECOMIENDA Librería Leo

Librería Leo

Nuestras vidas no serían iguales sin las librerías y sin los libreros. Por eso, este año, hemos querido que sean los protagonistas navideños de Verlanga. Cada día lectivo (hasta la víspera de Reyes), uno de ellos se asomará a nuestras páginas para recomendar un libro. No necesariamente tendrá que ser una novedad. La única condición es que no esté descatalogado. Esperemos que os sirva de ayuda cuando tengáis que hacer un regalo.

Clara Moltó Gisbert

Librería Leo (abierta en septiembre de 2011) recomienda:
Foto: Eva Muñoz.
Foto: Eva Muñoz.
Stoner, de John Williams (Baile del Sol)Stoner
«Hemos seleccionado como recomendación “Stoner”, ya que es uno de nuestros libros emblema. Fue una de nuestras más intensas lecturas al poco tiempo de abrir la librería. Cada uno y una de los que trabajamos en Leo, hemos llegado a la misma conclusión: Stoner es un personaje entrañable que no nos ha dejado indiferentes, un espejo donde reflejarnos o una pregunta certera acerca de las elecciones.
John Williams era un autor que fuera de Estados Unidos, a priori, pasa desapercibido, pero que en su país ha sido galardonado en vida con el National Book Award por su novela “Augustus”.
“Stoner” es un libro que pasa de boca en boca, llegando a calar hondo en cada lector».

miércoles, 17 de diciembre de 2014

JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ. LLEGADA A LAS ISLAS

JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ. LLEGADA A LAS ISLAS
(Baile del Sol, Tenerife, 2014)



por DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR

No estoy cantando, ¿no lo ves?
Sólo trato de hablar de cómo hacerlo.


Llegada a las islas, el último poemario de José Óscar López, es un libro inmenso, ambicioso y, como ya habrán deducido de los adjetivos anteriores, arriesgado. Más de cien páginas, combinación de verso y prosa, citas infinitas, samplers, poemas de tres páginas y poemas de un verso... Podría pensarse en una anomalía, en un libro raro de alguien que ha tenido un repentino rapto de inspiración delirante. Pero no. Tomemos su anterior libro de poemas. Pongamos Vigilia del asesino junto aLlegada a las islas, y nos daremos cuenta de que, lo que pasa, es que José Óscar López es de una especie de poeta que escasea. Es de la especie de los genios, de los grandes de verdad. De esos que conciben la poesía como un proyecto infinito, como un arte inmenso y sin límites; que no se conforma con exprimir una imagen brillante, o con mimar un sentimiento íntimo entre los algodones de un estandarizado concepto de belleza. José Óscar pertenece a la estirpe de los grandes vanguardistas, de los osados, de los héroes exploradores que, alucinados, cavan trincheras en la noche, mientras todos duermen, y disparan contra eso que, invisible, se mueve ahí delante, en la oscuridad.

Pero lleguemos a las islas. Los primeros islotes que nos encontramos en esta alucinada travesía tienen nombres propios; estamos en el arrecife de las citas previas: Barthes, Ashbery, Deleuze, Derrida, Valente, P.I.L., Rimbaud… A través de estas citas, o mejor dicho, de las firmas de esas citas, podemos entresacar, de entre la gran sinfonía de ruido que es Llegada a las islas, algunos de los vectores que suenan ahí dentro y que sostienen los principios estéticos de la obra.



Empecemos por Derrida, y metamos ahí también a Deleuze y a Barthes. Con estos nombres como brújula podemos intentar entender un poco el planteamiento filosófico y literario de esta obra. Y ahí está la primera clave. Significado y lenguaje. Los tres autores citados pertenecen a esa corriente de la filosofía de la sospecha y la deconstrucción, empeñada en demostrarnos que no hay pensamiento sin lenguaje, que no hay realidad que no sea construcción; que ese mito de un significado previo, ideal, que luego el escritor intenta plasmar de la mejor manera posible a través de la “herramienta” de la palabra, es una ingenuidad heredada del platonismo que llevamos de serie. La manera de escribir de José Óscar, el estilo de Llegada a las islas responde de una manera radical a ese planteamiento, en mi opinión. El significado se genera después de cada verso, de cada imagen, de cada giro. El significado se va creando y destruyendo verso a verso, el significado es un mito, una Ítaca inexistente que hace zarpar nuestro barco y lo mantiene en un movimiento perpetuo, en un continuo cambio de rumbos, para llegar, finalmente, no a Ítaca, sino a las islas, porque el hogar, o el sentido inamovible, son siempre una ficción.

Si Derrida ha sido durante mucho tiempo el filósofo favorito de los escritores, es porque nosotros, más que los filósofos, hemos sabido eso desde siempre. Y para José Óscar, ese ha sido su principio estético: el lenguaje manda. El significado siempre va detrás, y siempre es una cadena infinita de referencias, de metáforas que hacen referencia a otras metáforas; y cuando encontramos tierra firme, seguimos avanzando y nos encontramos de nuevo con el mar, y nos damos cuenta de que estamos en otra isla.

(pero se trata de buscar un río y no un muro, y todo va a seguir moviéndose igual que un río que no existe, y sin embargo fluye)

Así nos sentiremos en este libro, que lleva esa propuesta también al estilo, a las interrogaciones continuas, preguntas que no esperan respuesta alguna, que son simplemente una forma de enunciar un contenido que se niega a sí mismo, que revela la ignorancia. Y también a las oraciones larguísimas, infinitas, llenas de paréntesis, de digresiones que postergan el sujeto del predicado, que predican sin sujeto, que se enredan en sí mismas y progresan hacia lugares en espiral o en fuga y que terminan muy lejos de donde parecía que iban a llevarnos al comienzo.

(Una inquietud mueve las fontanelas de la Tierra. Una conversación que no se acaba está abocada, irremediablemente, al estertor de los monólogos. A todo lo que dice, imperturbable, su vacío. Parto en la multiplicidad, voces imaginarias, que suplen al que espera.)


© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

Pasemos a otro de los islotes que nos daban la bienvenida al libro. Elijo ahora a Rimbaud. Es decir, elijo la imagen. El poeta francés ha quedado como el liberador de la imagen. El visionario que desliga el poder de la imagen de su anterior trabajo de ejemplificadora o ilustradora de un pensamiento previo. El alucinado. Y José Óscar es un poeta (y un narrador) de una imaginación inmensa. Lo demuestra en cada uno de sus libros. Este está lleno de ellas.

(Pasaban cielos como escualos sin dientes)

Imágenes que se suceden y abren de repente cielos, mares y tierras con la velocidad de un relámpago, que iluminan trozos de rutas que desaparecen inmediatamente, para dar paso a otras posibles rutas, porque todo es posible e imposible a la vez en esta travesía. Cada imagen inventa un mundo, pero los mundos son infinitos, y no hemos de esperar estar mucho tiempo en ellos, ni conocer su historia y leyes.

(Y un tipo con orejas puntiagudas nos instaba a volar)

Podríamos, no obstante, destacar la cantidad de imágenes referidas al origen, a la fuente, al manantial, a la raíz, así como a lo ambiguo, lo anfibio, lo que es al mismo tiempo una cosa y otra. Me interesa destacar ese conjunto de imágenes, que van surgiendo en el libro una y otra vez, en muy variadas formas, y que estarían ya anunciadas por la cita inicial de José Ángel Valente, uno de los grandes poetas del espacio del origen. En este viaje extraño estas imágenes nos sitúan en un espacio muy conocido también para los escritores que no aceptan que sus palabras deban traducir un sentido previo. El espacio en que la imagen libre, sin el horizonte de una Itaca a la que dirigirse, crea ella misma un espacio de indeterminación que abre mil caminos y, a la vez, destruye cualquier posibilidad de un camino o un sentido único. Muchas veces ese espacio vacío y múltiple a la vez, es el propio yo, la individualidad del poeta que intenta afirmarse, definirse como algo sólido, como un sujeto estable, pero que se convierte una y otra vez en ausencia, en caos, en vacío en el que caben todas las voces, payaso y carnaval. En este libro habitamos muchas veces ese espacio, que es confuso, peligroso, caótico, pero es también un espacio donde se puede sentir una especie de revelación, aunque la revelación sea al final la de la insignificancia, la de la ausencia.

(Antes de entregarle un ligero trozo de ébano, le dijo: escucha y luego agárralo bien, pues ésa es toda tu porción del misterio. // Y al estrellarlo contra el basamento de unas columnas cercanas, se escuchaba hueco.)


© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

Por último, está el islote de P.I.L., el grupo punk. Más adelante encontraremos también la isla de Jesus and Mary Chain. Caos, ruido, música. La negación convertida en música, el caos convertido en arte; el ruido, convertido en melodía. Sería la música de este libro. Una música, si se me permite, derrideana. Para Derrida, el problema de los filósofos idealistas es que pensaban que el lenguaje era un “ruido” que molestaba la pureza de la idea: él reclamó el ruido del lenguaje como única realidad del pensamiento. Así la música de José Óscar (Él amaba el ruido, lo amaba enfebrecido) y de este libro, el punk y el noise: el ruido de la guitarra no es el problema que hay que evitar, sino el auténtico cuerpo de la música, que hay que hacer sonar a todo volumen. Uno de los versos más sintéticos del libro, con el que cierra gloriosamente un poema, dice simplemente: Guitarrazos, guitarrazos. Este es un libro punk, un libro noise.

El ruido y la confusión llegan también al género. Yo estoy hablando todo el tiempo de poemario, de conjunto de poemas. Pero José Óscar López siempre ha tenido problemas con los géneros. Aquí los ha vuelto a tener, y la editorial, ante lo inclasificable y radical del texto, optó por publicarlo en su colección de narrativa, en lugar de la de poesía. Y en cierto modo han acertado, por varias razones.

La primera, es que José Óscar, casi siempre, es un poeta épico. Lo era en Vigilia del asesino, y lo es también enLlegada a las islas. Este libro es épico en varios sentidos. En primer lugar, ya desde el título, y desde las referencias de muchos de los poemas (a La Odisea, a La Ilíada, a La Eneida…), puede considerarse este texto como una variante de una epopeya originaria. Una epopeya del lenguaje y de la poesía, una epopeya individual que, como la variante de James Joyce, asume que todo viaje, y que todo lenguaje, que toda narración, ya está contada, que la vida es un conjunto de personajes y de voces que no son nuestras, o lo son como parodia, como imitación o variación. También es fácil ver la idea borgiana de El inmortal, todos somos Homero, la cadena del lenguaje y sus mitos es infinita y múltiple.

No obstante, no solamente es un libro épico por estas referencias a la épica clásica. Es una épica del ruido, o el ruido de la épica. Porque el libro está lleno de personajes, de escenas de cine o de literatura de género: detectives, novela gótica, terror, cómics, ciencia ficción…

(¿Y si, después de todo, esta nada apacible, hospitalaria, constituyese/ una nueva y paranoide Eneida, formulación nueva y a la vez antigua/ de vistas fulgurantes bajo el cuádruple atardecer de Star Wars/ mientras tú, sencillamente, la estabas jodiendo -que es lo mismo que decir/ que te preocupabas en vano, tontamente- todo el rato?)


© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

Pero no hay historias, sino fragmentos de historias, como si el barco de todas las ficciones literarias o fílmicas de la historia se hubiera hundido, y José Óscar fuera recogiendo fragmentos, a veces grandes y con cierto sentido: un planteamiento completo (Se conocieron una noche en el desierto, en un club de jazz del Sahara), o un desenlace (Salió del trullo, le dio un libro ilustrado de Jack London / y un poco de dinero, antes de afeitarse y despedirse.//Las tardes son largas en los aeropuertos, desde entonces); a veces mínimos, extraños, piezas de algo mayor que no sabemos realmente para qué pueden servir, pero que explotan en la imaginación (Él vacilaba en las preguntas pero parecía honrado. / Ella era peligrosa como un jaguar en nochebuena).

Este libro es, en definitiva, un viaje que hay que hacer, un peligro que hay que correr.



por HÉCTOR TARANCÓN ROYO

La selección de la información tergiversa, en alguna medida, los libros y condiciona al lector. Si esto es cierto, lo es en la medida en que cualquier recuento -reseña, crítica o artículo académico- implica una selección interesada de la información (…) Toda lectura, como nos enseña la Escuela de Yale, es una misreading, una lectura sesgada, y toda interpretación es, en alguna medida, ficcional.

Eloy Fernández Porta


Falsa, el teatro de esta conversación se abre una vez más como una caja diminuta. La vida es una acumulación de imposturas y errores de los que sólo te acabas dando cuenta después, de manera parcial, cuando los cimientos han cedido y la torre ha caído haciendo un ruido sordo del que deja, apenas, unos pocos marcos rotos y unos cristales demasiado afilados, senderos sin oxígeno: un recorrido anfibio, abierto por cuchillos. Sin hogar, te llegaría una carta que pondría: destinatario ausente / desconocido. Esto sería, efectivamente, un camino por recorrer y, lamentablemente, los obstáculos serían numerosos. No importaría nada más que la mirada puesta en el horizonte. El futuro es pura incertidumbre,sé justo, porque sé que no serás benévolo.

Por eso, quizá, era mejor centrarse en el pasado. Todo, incluso la escritura, parte de la experiencia. Me veía escribiendo sobre el propio acto de escribir mientras intentaba recordar algo que valiera la pena ser contado a la vez que transformaba todos aquellos recuerdos en algo ficticio que fuera capaz de imprimir un movimiento acorde con la historia de, a saber, una suerte de persona que, matando monos y animales, llegaba al final del camino, apesadumbrado por su dificultad lingüística (mataba para expresarse), y entre sollozos se convertía en un escritor que, transformando la sangre y el dolor, relataba la vida normal en un pueblo haciendo un retrato de costumbres, añadiendo por encima de todo, por algún devenir azaroso, la necesidad de dar vueltas para no decir la verdad, la injusticia, la necesidad del amor, y la dificultad para expresar lo inexpresable, por algún casual, quién sabe, todo lo que intentamos traducir de nuestras experiencias a las palabras, sean escritas o habladas, no importa, si al final no ¿va a quedar nada? (añade en su delirio esquizo-paranoide).

Como aquel viaje, sí. El callejón estaba oscuro, no había nadie en aquella zona. Si me llegara a pasar algo, lo cual era muy probable, serviría de pasto en un kebap, lo que confirmaría aquello de “lo que no te mata engorda”. Estaba buscando una solución para los numerosos problemas que me estaban asaltando últimamente. Situaciones desesperadas requieren medidas urgentes. Tenía la dirección apuntada en aquella carta, llamé a la puerta con cierta reserva, que no miedo, un asesino nunca lo tiene, y me abrieron. Estoy bien jodido esta vez.


Fue muy extraño, la puerta estaba entornada y al fondo de la habitación había alguien en un sofá, pero no había nadie más. Ni un alma. ¿Quién me había abierto? Pero con el primer paso que di la voz del fondo me llegó por resonancia: «me llamo Ulises, encantado de conocerle».

Podría haber salido corriendo, pero eso habría significado caer en lo normal: me gustaban demasiado las paradojas. Me senté junto a él, aunque su mirada estaba dispuesta hacia el infinito, como si pudiese ver el cielo, las estrellas brillar, o una zarza sagrada llameante que le hablaba revelándole el sentido de la vida. Sin previo aviso comenzó a hablar, de manera nerviosa e ininterrumpida, sobre muchas cosas. Yo apunté lo que pude, acaso un leve fragmento de todo: «me atropello sin parar, no sé por dónde empezar y me está dando la sensación de que ya lo he dicho todo, No puedo hablar con nadie, ni verlos —a ellos, a ninguno de ellos, pero sé qué están ahí, al otro lado, que aguardan resultados, y trabajo: sumo, resto, rehago; me esfuerzo, se me va la vida en ello—. Doy por finalizado, y vuelvo a comenzar, ¿el qué? Y vuelvo, sí, ¿pero hacia dónde?

Me pasó algo envuelto en una servilleta, «es la sustancia definitiva, Ítaca, pero es altamente volátil, así que ten cuidado. No sé si lo sabes, pero es una pasada, ir y volver, partir hacia la Nada, ir hacia algún lugar, llegar a una dimensión completamente distinta, terminar en otro sitio diferente, sufrir la iluminación, el instante de revelación. Merece la pena. A veces lo ves claramente, es decir. No sé. A ver. Casi siempre, después de vagar y vagar, haces un círculo, el último lugar es el inicial. La casilla de salida siempre es el punto cero».

Aquella persona estaba obsesionada por algo, se llevaba algo entre manos, y hasta que no terminara de decirlo todo no se iba a quedar tranquilo. Yo creía que era un escritor, pero ahora no lo sé, rememorarlo es como destapar la fragancia de un sueño. Con la droga, eso sí, había algo escrito: sólo si olvidas que has llegado habrás llegado. Me estaba empezando a cabrear, me habían prometido la solución a todos mis problemas y lo único que me estaba entrando era un dolor de cabeza descomunal. Le dije, ya un poco cabreado, invierte la energía que te dicte costumbre o corazón. Era una frase tonta, lo sé, pero tampoco me veía capaz de interrumpirle del todo. Se ataba y desataba, y mi intervención lo había abierto en canal.

Las gotas de la tubería caían al suelo.

«¿Me estás escuchando? siento borracho de palabras, como entonces febril y agradecido, lejos de mí, hablando por hablar, brillando para nadie. Estoy comenzando a dudar, me paro pero eso es peor, retrasa el discurso y luego no sabes cómo concluir aquello porque tus amigos están aburridos, tú has perdido el ritmo y el tema se ha difuminado. Y seguimos moviéndonos, viajando, tan despacio, pero también tan necesariamente».

Una rata corría por alrededor buscando comida.

«Espera, lo estoy viendo. Todavía no la ha consumido. Guárdala, buscaste una mentira que ayudase a vivir, ¿verdad? ¿En qué estabas pensando, qué todo se iba a solucionar, así, mágicamente? Si sólo pueden decirse fragmentos, ¿no debiera recurrirse a aquellos que mejor explican todo o nada?».

La luz no paraba de parpadear.

Estaba ahí sentado, en ninguna parte, ¿qué puede hacer cualquiera?, pensé, ¿había salvación?

El rumor del calefactor acompañaba el discurso.


© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

«No he terminado. Por favor, no sigas el camino de la enésima generación de héroes mandados de vuelta a casa. No es una buena idea. No sé. Sí. Vale. Quizá. Ya no sé cuál es mi voz. Oigo demasiado, y guardo silencio en demasiadas ocasiones. Ni habla plena ni círculo perfecto. Más y menos, ni más ni menos. Acaso una pregunta completamente diferente».

La respiración se hacía más intensa.

«Lo sé, lo sé, aquí no hay nadie. Apunto sin parar en mi cuaderno rojo».

Y el ambiente se estaba cargando.

«Te lo prometo, iba a hacerlo todo en mi cabeza: no me llevé papel, piedras, tijeras, nada. Ahí estaba yo, era lo único que iba a construir».

Guitarrazos. Guitarrazos.

Ficción y realidad se estaban fusionando, si es que alguna vez llegaron a estar separadas. El cuarto era una gigantesca caja de resonancia en la que los ritmos se habían convertido en una serie de sonidos remezclados que acompañaban toda aquella situación en conjunto, in crescendo, impulsándolo todo hacia una última nota que, sin embargo, como buena historia de iniciación, no sería el final de sus días sino el principio de todo un universo que respirar, experimentar y tocar, algo así como…

«¿Un sampleo? Una cierta deficiencia que todavía no es, o no es ya ausencia, la simulación es la mejor arma para penetrar en la complejidad del mundo. ¿A decide marchar en dirección a B o es B quien deja que A se acerque? ¿Puede A atraer a B y hacerlo A, o viceversa? ¿Han sido A y B siempre distintos?».

«¿Puedes imaginar mi soledad mientras creaba el mundo? En realidad, la vida sólo dura cierto tiempo, ¿entiendes? Todo lo demás está aquí en este cuarto, con mi oscuridad, con mi lenguaje, mis gritos y mi sufrimiento. Aquí lo soy todo, algo hermoso que brilla y lo inunda todo. Quizá pueda recordar algo que merezca la pena, no lo sé. Soy José Óscar López. Ése no es mi verdadero nombre. Muchas gracias».

Se había hecho ya de noche en el cuarto.

© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

--Me miró como si fuese idiota. Papá, todo eso está muy bien pero no se parece mucho a un cuento, la verdad. Redactas como el culo, y no se entiende nada (risas), ni siquiera tiene ecos poéticos. ¿No me ibas a contar cómo os conocisteis?

—Sí, llevas razón, em, lo siento. Me he embrollado, hay tanto que contar y tan poco tiempo que a veces… No sé. La verdad. He intentado explicar todos los efectos colaterales, los problemas… Para llegar a esto. Allá va, esta vez de verdad.

«Había un faro, al fondo, aquella torre, ¿no presagiaba a un mimo bajo la luna dando una vuelta por un campo de minas falsas?, se oía el rumor de las olas, las estrellas parecían brillar, esta vez sí, por nosotros. Quizá no fuera nada, aunque en nuestro interior sabíamos que aquello iba a ser para toda una vida. Los obstáculos, y las malas experiencias, nos habían servido para desembocar aquí, en esta isla tan particular. Sucedió de pronto, en esa típica iluminación cotidiana, cuando le dije: solamente los actos expresan un sentido, y yo te he amado con todo lo quehe tenido».




© JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ

http://elcoloquiodelosperros.weebly.com/la-biblioteca-de-alonso-quijano/llegada-a-las-islas

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Llegada a las islas, José Óscar López

Baile del Sol, Tegueste (Tenerife), 2014. 102 pp. 9,36 € 

Pedro Pujante 

Cuando lees un libro de José Óscar López no sabes qué te vas a encontrar. Ya sea poesía, relato… A veces tampoco se tiene claro en qué género te estás adentrando. Y quizá estas afirmaciones previas estén revestidas de más conveniencia y sean más oportunas cuando nos referimos a Llegada a las islas. Un libro que recién ha visto la luz pero que su autor revela haber comenzado hace ahora ya diez años. No obstante es imposible detectar algún anacronismo, inmadurez o vestigio del paso del tiempo en él.
En Llegada a las islas observamos algunas de las obsesiones que pueblan el imaginario delJosé Óscar más extraño, oblicuo e introspectivo. El viaje como metáfora de ese otro desplazamiento que sufrimos al confrontar nuestra experiencia con la razón; un "mundo flotante", frágil, onírico que se desmorona, explota y nos sumerge en una oscuridad repleta de luces, músicas y brillos inconcebibles. El tiempo, los dioses, la metarrealidad, las pesadillas. Ciudades posmodernas que quizás estén habitadas por un solo ser, por el poeta insomne que las ha fundado, por el lector desprevenido que se acerca a sus barrios. Alguien desde un rascacielos puede estar observando un ocaso, el fin del mundo, la estela de un avión que jamás regresará. Un ángel bostezando en la parada de autobús. Dioses marinos, lectores de Jung, video juegos…
López es un lecto-escritor caleidoscópico, que todo lo retiene, lo asimila y lo convierte en experiencia literaria. Desde los clásicos, el posestructuralismo, el cómic o la música de vanguardia. Nada escapa del vórtice de su escritura, todo confluye y se transmuta en otra cosa, en poema, flash, quimera o sentencia. De Homero, por ejemplo, rescata ese personaje, Tersites, el antihéroe, el único ser con defectos que aparece en La Ilíada, y que tan bien refleja la decadencia de un mundo indefinido y lejano. También desfilan por sus poemas personajes de la Marvel, directores de cine, hombres y mujeres sin nombre. Quizá tú, lector. La intertextualidad, la reflexión filosófica y la ironía son algunas de las señas de identidad de JOL. Pero hay en la ironía de este poemario un rasgo de seriedad, de solemnidad que soslaya todo indicio de broma casual. Y si ese intento de trivializar está (que lo está), palpita bajo una gruesa capa de sinceridad, de emoción, de mirada aguda e inmediata. Todo es inmediato aquí. Todo fluye y nada queda en reposo. Hay una fuga hacia… cada lector habrá de encontrar su punto de llegada.
Leemos estos fragmentos, estas bocanadas de fuego comprimido, y comprendemos que nunca llegaremos a la isla, que Heráclito tenía razón, porque siempre somos otro. Y también le damos la razón a Zenón, porque nuestro viaje es en vano. No hay viaje que no sea hacia nosotros mismos, nos advierte JOL, viajamos por ríos que no existen. Soñamos que dormimos…
En Vigila del asesino, su anterior poemario, un viaje alucinógeno nos conducía por las avenidas mentales de una ciudad extraña. En estas Islas, el viaje es cósmico, plural, sin brújula, y jamás albergaremos la certeza de hacia dónde vamos, qué intenciones nos mueven.
Quizá toda buena literatura debiera de apostar por fórmulas desconcertantes, por vías nuevas como las aquí sugeridas.


martes, 9 de diciembre de 2014

4 imprescindibles de Baile del Sol

Sin ninguna duda, hay ciertos libros en determinadas editoriales que nos llaman más la atención que otros. En este caso no hemos tenido que rebuscar demasiado entre el maravilloso catálogo que tiene Baile del Sol. Hemos rescatado para vosotros cuatro títulos que tenéis que apuntaros para el próximo regalo que tengan que haceros. Cada uno en su temática y género son especiales, y estamos seguros de que vais a encontrar vuestra próxima lectura entre alguno de ellos, sino en todos.

m154Caídos del suelo, de Ramón Betancor
Sinopsis: ¿Hasta dónde estarías dispuesto a caer y dejar caer para que tus libros sean los más leídos, tus canciones las más escuchadas o tus cuadros los más admirados? ¿Qué harías si supieras de la existencia de una organización internacional que conoce el secreto para convertir en alimento los sentimientos de quienes les rodean y, de esta forma, crear obras de arte maravillosas? A través de estas páginas, hasta la fecha inéditas y ahora en tus manos, el escritor Mario Rojas nos descubre la cara oculta de un mundo que deslumbra a la misma velocidad y tiempo en que lo cubre todo de ceniza. Un relato que te atrapará a medida que vaya avanzando y en el que nada es lo que parece ni nadie es quien aparenta ser. Ni siquiera el propio protagonista de la historia.
Valoración: La primera novela siempre es un duro paso que los escritores dan, la mayoría sin pena ni gloria. Pero en el caso de Ramón Betancor ha sido muy diferente. El éxito conseguido hace que sea recomendada por cada uno de sus lectores. Nos encantan los libros que se escriben sobre escritores. Es como si inconscientemente creyéramos estar leyendo las propias vivencias del autor. Y es que Mario Rojas, el protagonista, está vivo, muy vivo para todos. Porque primero le conocimos en las redes. El mismo Mario nos iba relatando ciertos aspectos de él mismo. Y quedamos enganchados por siempre. Y cuidado, en esta novela no todo es lo que parece; no os imagináis las cosas que pueden llegar a hacer algunos por conseguir lo que quieren… Ésta es la primera entrega de la trilogía El Reino de los Suelos, que lo completarán los dos siguientes títulos: Colgados del suelo y Camino del suelo.

 La inmortalidad del cangrejo, de Fernando J. López
Sinopsis: Septiembre 2001. Alfredo tiene veintitrés años, un novio al que apenas ve, un trabajo basura que odia y una familia a la que no soporta. La noche en que Álex, su mejor amigo, desaparece sin dejar rastro, se siente obligado a intentar dar con él. Su búsqueda  lo llevará a adentrarse en una realidad cada vez más violenta  y peligrosa, hasta que su mundo amenace con derrumbarse con la misma saña que las Torres del 11S. Un mundo obcecado en ser cangrejo y donde los titulares ya nos anunciaban, sin que lo supiéramos, cuánto habríamos retrocedido diez años después.
Valoración: Llevo tiempo diciendo lo que me atrae todo cuanto escribe Fernando. Novela, teatro, relatos… Es uno de esos escasos escritores que prueban cualquier cosa y salen con éxito de la empresa que se habían propuesto. Un gran talento español al que desde ya deberíamos seguir la pista. Leer La inmortalidad del cangrejo es como mirar a un espejo y ver en él nuestra actual sociedad. No siempre sabemos lo que nos depara el destino. Más bien nunca, por mucho que creamos que vamos por el camino correcto. A veces, como el protagonista del libro, nos encontramos a nosotros mismos buscando otras cosas. Una novela dura, impactante, enmarcado en el trágico atentado de las Torres Gemelas de NY, un suceso que nos quedó grabado a todos. Un relato contado con pasión, que habla por sí solo, que nos lleva a acompañar a Alfredo por un mundo que va derrumbándose delante de nosotros. Una historia que nos hará darnos cuenta de lo importante que es dejar de pensar en la inmortalidad del cangrejo (frase hecha que suele significar que estamos distraídos fantaseando), incluso dejar atrás nuestro deseo de seguir siendo cangrejos y mirar hacia adelante, seguir dando pasos hacia el futuro real, uno que podamos decir que hemos contribuido a crear.

thOcho cuentos y medio, de Javier Morales Ortiz
Sinopsis: Bajo el influjo de una profecía maya, un niño asiste al fin de año más importante de su vida. Una plaga de chinches pone patas arriba una relación de pareja. El mito de la caverna de Platón es el punto de partida para el encuentro de dos seres solitarios. Una escritora canadiense trata de llegar a Guantánamo para reescribir el viaje a Sajalín de Chéjov. Tras su debut en la novela con Pequeñas biografías por encargo, Javier Morales regresa al relato corto con ocho cuentos en los que nos habla de la pérdida de la inocencia, del amor y del trabajo, de la soledad y el desarraigo, de las zonas quebradizas de nuestras vidas, sin perder nunca de vista un presente que nos desconcierta y nos revuelve. Un libro donde el lector escribe el medio cuento que falta.
Valoración: No es el primer libro de cuentos de este autor. Javier Morales es un escritor que se descubre y se le hace a uno imprescindible. Un libro en el que no se puede elegir el mejor relato. Todos y cada uno de ellos tienen su importancia y su valor. Apenas ocho páginas como máximo por historia, y apreciamos más fundamento que en otras obras de cientos de páginas. La madurez narrativa de Morales queda plasmada en cada cuento. Contiene ocho cuentos más un cuento en el epílogo de Gonzalo Calcedo. ¿El otro medio cuento? El que el lector quiera añadir. Amor, soledad, trabajo… nuestra vida plasmada en las letras breves de Javier Morales.

viaje-con-una-burra-por-los-montes-de-cevennes-r-l-stevenson-trabalibrosViaje con una burra por los montes de Cévennes, de Robert Louis Stevenson

Sinopsis: En 1878, Robert Louis Stevenson quiso huir de sus numerosos problemas -salud escasa, amores tormentosos, dificultades económicas-, emprendiendo un viaje a través de los montes Cévennes, en Francia, acompañado por Modestine, una burra algo especial. Los apuntes que Stevenson recogió durante el viaje dieron origen a este libro, una entretenida descripción de los franceses y de su país.

Valoración: Cómo no incluir a Stevenson entre los autores recomendados de Baile del Sol. Este libro de viajes nos narra la experiencia del viaje que emprendió Stevenson por Cévennes, Francia, cuando necesitó huir de sus problemas amorosos, de salud y económicos, acompañado por una peculiar burra. Vemos un fiel retrato de los franceses de la época, bellos paisajes por los que nos perdemos durante la narración, sitios que nos apuntaremos para recorrer algún día nosotros mismos.


domingo, 7 de diciembre de 2014

Stoner - John Williams

Título: Stoner
Autor: John Williams
Publicación: Baile del sol, 2010
Páginas: 240

'Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he encontrado.' Tom Hanks, Times
'Stoner de John Williams es algo más que una gran novela, es una novela perfecta, bien contada y muy bien escrita, de manera conmovedora, que quita el aliento.' The New York Times Book Review
'Stoner está escrito en el más franco de los estilos… la razón. Su héroe es un oscuro académico que soporta una serie personal y profesional de agonías. Sin embargo, la novela es absolutamente fascinante y sencilla ya que su autor, John Williams, trata a sus personajes con una sencillez y honestidad brutales que no podemos dejar de amarlos.' Steve Almond, Tin House
'Williams no escribió mucho en comparación con algunos novelistas, pero todo lo que hizo fue excelente… es una pena que hoy en día no se le lea más a menudo… Pero es genial que por lo menos dos de sus novelas [Stoner y Butcher's Crossing] hayan vuelto a reimprimirse.' The Denver Post
'Un retrato magistral de un hombre virtuoso y verdadero.' The New Yorker
'¿Por qué no es más conocido este libro?… Muy pocas novelas o escritos literarios de cualquier tipo, han llegado como Stoner a estar tan cerca de un alto nivel de sabiduría humana o a una obra de arte.' CP Snow
'Formal, espléndida y conmovedora. Lo que hace que Stoner sea tan impresionante es la intensidad de la figura y el carácter de un autor de altura.' Irving Howe, New Republic
'Una sencilla pero vibrante obra.' The Times Literary Supplement

Mis impresiones

Supongo que no hay mejor y más poderosa campaña de marketing que el boca a boca o el boca a oreja como solemos decir, capaz de infundir nueva vida y colocar de actualidad a una novela publicada ya hace tiempo de forma tan discreta que pasó totalmente desapercibida tanto para la crítica así como los lectores. Esto sucedió con Stoner, que originalmente vio la luz por primera vez en 1965  en estados Unidos pero no ha sido hasta hace poco que se ha empezado a reconocer su valor humano y literario hasta el punto de contar actualmente con gran prestigio y consideración.

“WILLIAM Stoner entró como estudiante en la Universidad de Missouri en el año 1910, a la edad de diecinueve años. Ocho años más tarde, en pleno auge de la Primera Guerra Mundial, recibió el título de Doctorado en Filosofía y aceptó una plaza de profesor en la misma universidad, donde enseñó hasta su muerte en 1956. Nunca ascendió más allá del grado de profesor asistente y unos pocos estudiantes le recordaban vagamente después de haber ido a sus clases. Cuando murió, sus colegas donaron en su memoria un manuscrito medieval a la biblioteca de la Universidad. Este manuscrito aún puede encontrarse en la Colección de Libros Raros, portando la siguiente inscripción: «Donado a la Biblioteca de la Universidad de Missouri, en memoria de William Stoner, Departamento de Inglés. Por sus colegas».”

Stoner me ha parecido una obra sumamente curiosa y mi percepción sobre ella ha ido variando a lo largo del transcurso de la novela. Esta narración no es más que la vida de una persona como otra cualquiera, un simple profesor de universidad que, ni siquiera después de morir, ha dejado un gran recuerdo entre los que le conocieron. ¿Dónde está entonces la grandeza de esta obra o de su personaje? Su autor, John Williams, nos introduce en la historia de forma contundente. Son pocas las palabras iniciales que ya van a marcar ya de entrada la impresión del lector con respecto al personaje y que resumen casi de principio a fin la vida de este personaje.

Después vamos entrando poco a poco y en detalle en la vida de William Stoner, el hijo de unos granjeros de Missouri nacido en 1891 en un pequeño pueblo cercano a Columbia, la sede de la universidad. Con dieciocho años, animado por su padre, se marcha a la facultad a estudiar agronomía, conocimientos que más tarde podrá aplicar en su propia granja. Pero poco tiempo después de llegar a la misma se enamora irremediablemente de la literatura inglesa hasta el punto de abandonar sus estudios, a escondidas de sus padres, para matricularse en la facultad de Artes.

Con este pequeño acontecimiento surcando su vida, Stoner se replanteará su futuro en otra dirección y comenzará simplemente a vivir la vida que ha elegido. Embarcado en un desgraciado matrimonio, una hipoteca que se escapa a sus posibilidades y un empleo para el que tampoco tiene un don especial, aprenderá a afrontar los reveses diarios, a soportar las desgracias venideras y quizás en algún momento a aprovechar una chispa de suerte.

Mi historia con Stoner no fue amor a primera vista. Empecé a leerlo con emoción y las expectativas muy altas. Tan altas que a los pocos capítulos me preguntaba, un poco perdida, donde estaba la magia de la novela. Su comienzo es algo vulgar y un tanto lento. No es un libro que narre una gran historia  con grandes aventuras ni acontecimientos prodigiosos, tampoco presenta demasiada complejidad y confieso que al principio tampoco le encontré la gracia al personaje (William Stoner tardó en conquistarme) pero lo cierto es que a medida que iba avanzando me apetecía adentrarme cada vez más en la vida de este personaje hasta llegar a un final memorable que me dejó con las emociones a flor de piel y profundamente emocionada.

“Pero William Stoner conocía el mundo de una manera que pocos de sus colegas más jóvenes podrían comprender. Por dentro, bajo su memoria, yacía la experiencia de la dureza, el hambre, la resistencia y el dolor”

Como protagonista seguramente Stoner no destaque en nada. Más bien se trata de un tipo gris, anodino y desapasionado. Un aburrido profesor de literatura inglesa (ni siquiera es un buen profesor) que no tiene carisma ni otra característica que le haga diferente. Quizás  lo único destacable en su persona es la capacidad de asumir los problemas de forma estoica y continuar hacia adelante. No es un personaje con el que simpatizar o al que querer desde el principio pero poco a poco es capaz de hacerse un hueco en el corazón hasta el punto de que cuando le suceden cosas buenas nos alegramos sinceramente por él y cuando sufre lo hacemos también con él,  por cada injusticia que le toca vivir y como a pesar de ello no pierde un ápice de su integridad.

Son pocos los personajes que interactúan con Stoner en la novela y sus relaciones están marcadas, como el resto de la novela, por la sencillez y definidas por una característica principal. Si es verdad que hay figuras muy complejas e interesantes entre ellas también es cierto que en ocasiones he echado en falta alguna que otra explicación sobre sus comportamientos para poder concretar porque actuaban de esta o aquella manera.

“En su año cuarenta y tres de vida, William Stoner aprendió lo que otros, mucho más jóvenes, habían aprendido antes que él: que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra.”

Me gusta la forma en que está contada esta novela. La gran magia de Stoner es su sencillez y cercanía, la veracidad con que nos muestra la vida misma. Nos habla de amor, desamor, amistad, los lazos familiares, las consecuencias de los actos, la competitividad laboral, el alcance y las consecuencias de las enemistades y venganzas personales entre muchos otros. Tiene momentos maravillosos, increíblemente intensos e inteligentes y otros terriblemente prosaicos. No es una lectura para aquel que espere acción, intrigas y  sorpresas. Su autor simplemente nos narra y me gusta el tono que le infunde al relato. No evalúa a ninguno de sus personajes ni siquiera pretende que tal o cual caiga bien o mal al lector. Es una voz narrativa en tercera persona la que de forma lineal conduce el relato.

La novela se desarrolla a principios del siglo XX en Columbia. De fondo vamos viendo algunos de los acontecimientos que marcaron la sociedad del momento. Tales como la Primera y Segunda Guerra Mundial o el Crack del 29, unas circunstancias que rodean al personaje pero que él parece vivir de forma ajena inmerso en sus asuntos. La novela termina en el año 1956 con la muerte del protagonista (no descubro nada porque en la primera página se desvela este hecho).

Conclusión

Stoner me ha resultado una gran novela de comienzos discretos pero un final absolutamente maravilloso. Entre estos dos puntos una historia sencilla que va atrapándote y conquistándote poco a poco y un personaje de los que al final dejan huella.  Completamente recomendable.