miércoles, 28 de diciembre de 2011

Recomendación de lectura navideña de El Periódico

Una obra maestra clásica y puraTítulo: Stoner
Autor: John Williams
Editorial: Baile del sol
Poco a poco y sin más publicidad que la que le han dado sus entregados lectores, esta novela se ha abierto paso a través del olvido desde su escritura en 1965. Con una prosa conmovedora por su clasicisimo y la pureza de su concisión, relata la vida de un profesor desde sus orígenes campesinos, trasunto de su autor. Una joya. ELENA HEVIA

http://www.elperiodico.com/es/noticias/ocio-y-cultura/unas-fiestas-con-cultura-1286519

martes, 27 de diciembre de 2011

Lanzamos la 3ª edición de “Stoner”, de John Williams


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Tenemos el placer de comunicarte que la semana pasada salió a la venta la 3ª edición de “Stoner”, de John Williams. Con la satisfacción de haber alcanzado el número uno en ventas en La Central y haber gozado de un amplísimo éxito entre los críticos más prestigiosos del país, como Enrique Vila-Matas, que la califica “como una obra maestra ignorada” y entre los lectores y lectoras, lanzamos ahora una edición renovada y corregida.
“Stoner” ha mercido los elogios asimismo de escritores como Luis Antonio de Villena: “quiero recomendarles una estupenda y a la par muy sencilla novela de un escritor norteamericano del que yo sólo he sabido hace muy poco”,  o Rodrigo Fresán, quien afirmaba en el ABC Cultural: “Stoner es una obra maestra. Y punto”, y un poco más abajo escribe: “Repitan y tomen nota en sus cuadernos: Stoner… es… una… obra… maestra…”.
También Daniel Ruiz García afirma: “A estas alturas puedo decirlo: una de las mejores novelas que he leído este año. Y barrunto que en mucho tiempo”.
Juan Antonio González Fuentes: “Stoner es deslumbrante en su sencillez, fascinante en profundidad oceánica pero a media voz. Es una obra de arte en el sentido más estricto del término, alejada de lo pretencioso, de lo espectacular…, pero, quiero, necesito, insistir en ello, de una clarividencia sabia e inteligente, mezclada portentosamente con la emoción contenida, con una calidez que solo puede aportar quien ha amado y sufrido a partes iguales”.
Pues, ya sabes, si aún no tienes la novela ahora la oportunidad de hacerte con esta tercera edición de “Stoner”. Seguro que la disfrutarás.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Stoner de John Williams


Autor: John Williams
Baile del Sol
Tenerife (2011)
246 págs. 
15 €
Traducción: Antonio Díez Fernández.

John Williams (1922-1994) llegó a recibir el National Book Award en 1973, pero hasta la reciente publicación deStoner por Ediciones Baile del Sol, su obra había pasado desapercibida para los lectores españoles. Un descuido imperdonable, porque Stoner nos revela a un autor de aires clásicos, ajeno a modas pasajeras, que concilia fondo y forma con extraordinaria sabiduría.

William Stoner, hijo de padres campesinos, ingresa en la Universidad de Missouri para estudiar agricultura; pero no tarda en descubrir que su verdadera vocación son las letras. Tras doctorarse en Artes, le ofrecen una plaza de profesor a tiempo completo en la universidad, y queda ligado para siempre a la vida en el campus.
Con una linealidad casi cronológica, el libro reconstruye los principales hitos de su biografía, que se extiende desde 1891, cuando nace, hasta mediados de los años cincuenta. Ese marco permite a Williams tantear el contexto histórico y social de los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX, con las dos guerras mundiales y el crac del 29 como principales muescas, que influirán, sin duda, en la evolución del protagonista pero sin llegar a traspasar la burbuja en que se ha instalado.
Sus experiencias, como las de cualquier persona, se sintetizan en una serie de elecciones –de “síes” y de “noes”–, a través de las cuales Stoner se descubre como un hombre íntegro, retraído, más estoico (o indiferente) que insensible y, por encima de todo, un apasionado de la literatura y de su vocación profesoral. La llamada de la enseñanza será la que lo salve de los sinsabores de un matrimonio infeliz.
Tal como le advierte un amigo en su juventud, “siempre esperaste que el mundo fuera algo que no es”; y, en el curso del tiempo, Stoner, el hombre manso y corriente, tendrá ocasión de quitar la máscara a ese mundo, hasta aceptar las lecciones del desengaño y asumir su fracaso: “Se le había concedido la sabiduría y al cabo de largos años había encontrado ignorancia”.
Con un estilo nítido y depurado, sobrio, sin retórica, Williams, que también ejerció como profesor en la Universidad de Missouri, hace querer a este personaje. Comprendemos sus debilidades y renuncias porque son reales. Lo acompañamos en el ensimismamiento de la juventud y en las convicciones de la madurez, y aprendemos, con él, que “la guerra es una condena sin sentido” o que “el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra”.
La publicación de Stoner, que vio la luz por vez primera en 1970, nos descubre, cuatro décadas después, una voz secreta y turbadora, a veces demasiado taciturna, pero siempre lúcida y perspicaz.

Alberto de Frutos. ACE Prensa 21 diciembre 2011- n.º 94/11

jueves, 22 de diciembre de 2011

La perfección tranquila


En un artículo publicado en Revista de Libros, Justo Navarro nos cuenta la ambición de Mark Twain de escribir una autobiografía absolutamente sincera; se había empeñado en la tarea de decir toda la verdad sin reservas en lo referente a su vida, a sus contemporáneos y a su tiempo. Para conseguirlo estipuló que no se publicara hasta un siglo después de su muerte con el fin de concederse a sí mismo una libertad total: nada de lo que dijera podría perjudicar ni herir los sentimientos de sus contemporáneos, sus hijos y sus nietos. Tras varias décadas de intentos y miles de páginas de anotaciones llegó a la conclusión de que “un hombre no puede decir toda la verdad sobre sí mismo, aun cuando esté convencido de que nadie leerá lo que escriba”: acabó por convencerse de que para decir la verdad servía mejor la ficción.

John Williams (1922-1994)
El escritor norteamericano John Williams (Texas, 1922 – Arkansas, 1994) también estaba convencido de esa idea; así lo dice en el prefacio de la última de sus cuatro únicas novelas, Augustus (1973): “si en esta obra hay algunas verdades, son las verdades de la ficción más que las de la historia”. En esta ambición de contar la verdad a través de la ficción podemos enmarcar su tercera novela,Stoner (1963), una historia de tintes autobiográficos rescatada de la indiferencia de los lectores por la editorialNew York Review of Books, en el año 2003, con la desinteresada colaboración de dos escritores irlandeses, Colum McCann (que dice haberla regalado más de 50 veces) y John McGahern (que ejerce de prologuista y a quien debo el título de esta entrada) y elevada a la categoría de obra maestra sin paliativos por nueve de cada diez reseñistas all over the world. En España la ha publicado la pequeña editorial tinerfeña Ediciones Baile del Sol, en alabada traducción de Antonio Díez Fernández (2010).
Supongo que a este deseo de llegar a la verdad se debe la extraordinaria sensación de realidad que uno experimenta durante la lectura de la novela. La historia, estructurada en torno a unos pocos acontecimientos de la vida de William Stoner y contada en una prosa depurada y precisa, queda despojada de todo lo innecesario y adquiere una intensidad que hace imposible el despegarse de su lectura. John McGahern habla de la imposibilidad de parafrasearlo, pues sus oraciones han sido destiladas hasta quedarse en su esencia última. También, esa búsqueda de la verdad se percibe en una persistente intención de alejamiento de todo pensamiento tópico, de toda opinión generalizada, que es, o debería ser, el primer mandamiento de la escritura.
Esta es una novela que deberían leer todos los profesores, sobre todo aquellos que todavía fantasean con El club de los poetas muertos, pues John Williams, sin caer en el sentimentalismo barato, es capaz de sacar tensión emocional de escenas pertenecientes al mundo académico en las que uno nunca sospecharía nada conmovedor: un examen oral con tribunal, por ejemplo, o en la disposición de los alumnos de un seminario por un tema tan poco prometedor como la influencia de la Tradición Latina en la literatura del Renacimiento inglés (“todos tenían esa sensación de descubrimiento que le sobreviene a uno cuando siente que el tema que tiene delante está en el centro de un asunto mucho más amplio, cuando siente intensamente que indagar en ese asunto puede llevarle a uno hacia algo desconocido”).
Y también todo lector debería leerla, valga la redundancia, pues aunque aparentemente es la historia de un hombre sencillo, el hijo de unos adustos granjeros de Missouri que acude a la universidad a estudiar agricultura y acaba enamorado de la literatura y convertido en profesor, en realidad es la historia de un lector, un tipo de lector para quien la lectura no es sólo una forma de entretenimiento, o de adquisición de cultura, o de evasión: para William Stoner, la lectura forma parte esencial de la vida. Es el refugio al que siempre vuelve cuando el fracaso o la depresión se ciernen sobre su vida, es el motor de la pasión. No es extraño, pues, que se enamore de Katherine Driscoll leyendo su tesis doctoral. No sólo eso, sino que en un momento dado de su historia de amor Katherine le dice a Stoner: “El deseo y el saber; en realidad eso es todo lo que hay, ¿verdad?” Entonces Stoner reflexiona sobre la opinión generalizada de que el mundo de la mente y el de los sentidos son incompatibles, que hay que elegir uno a expensas del otro. Ellos han descubierto que ambos se intensifican mutuamente y reconocen este descubrimiento como una verdad, una verdad que sólo les pertenece a ellos. Stoner vislumbra una vida plena en ese momento, una vida que el mundo no les dejará disfrutar.
También puede decirse que es la historia de un hombre que nunca alcanza esa vida plena, enredado en algunas decisiones equivocadas. Y es reconfortante encontrarse con personajes así, sobretodo cuando uno no deja de escuchar las lerdas cantinelas del tipo “yo no me arrepiento de nada en mi vida”. William Stoner sí tuvo de qué arrepentirse, pero nadie se arrepentirá de haber leído su historia.

http://brandymostaza.wordpress.com/tag/john-mcgahern/

Oxígeno en lata



OXÍGENO EN LATA
Alberto García-Teresa

Editorial Baile del Sol
126 páginas


A Alberto García-Teresa le falta el oxígeno en medio del latir absurdo de la sociedad de este siglo. Todas las incomodidades que no nos gusta airear, el trágico acostumbrarnos a un funcionamiento discorde y chirriante. Ahí se encuentra la voz de Alberto, alta y clara, para convertir de nuevo en inaudita una situación a la que nos habíamos hecho, bien que nos pese, por mirar a otro lado.
Álvaro Tejero Barrio, prologuista de esta recopilación, dice muy acertadamente: “Detenerse en silencio y pensar. Detenerse en silencio y hablar. Detenerse en silencio y amar. Detenerse en silencio es ya en sí mismo un acto subversivo. Detenerse en silencio es no producir y no consumir.”  (…) “Es la perspectiva radical del mirar hasta el corazón de las cosas.” El mundo es ya un “horizonte desbrujulado.” (…) “Alberto nos convoca a la resistencia en plural.”

Sus versos interpretan dos papeles: los sutiles, vaporosos, cálidos; y los ácidos, cortantes, cuchillas disparadas al ego sin ninguna piedad.

Imágenes potentes, ideas redondas, pasos de gigante a partir de miguitas que seguimos completamente embobados. Milagroso.


BUSCAR poesía
entre los tubos de escape,
entre el bullicio de una avenida
o bajo el cemento de un parque,
hundiendo el latido como azada
en grumos de tierra seca
puede parecer un acto poético
de cartón-piedra.
Pero es posible; es necesario
como respiración en la tormenta.

Buscamos versos como comida entre la basura.

Cuando sólo se vislumbra el arco iris
en los charcos gastados de aceite,
cuando se vende oxígeno en lata
a diez euros el paquete,
¿dónde quedan la mujer y el hombre?
¿Cuándo desaparecieron y fueron reducidos
a consumidores, votantes, espectadores?

Perdidas las palabras, el presente
se deletrea en humo, cruces y ganancias.
Es un gran vacío envuelto en celofán
de felicidad producida en serie
que con un decálogo de insatisfacciones avanza.

Pero lo inútil aún es factible;
lo improductivo, lo irreductible a mercancía.

Sin embargo, hasta la disidencia
se mercadea como grifo.
La salida sólo es una puerta de entrada trasera;
la puerta de servicio.

Nacemos con un número y una esquela
y el dogma asimilado como víscera
de que no existe lo que no está en venta.

Ya no hay luz
en nuestras manos.
Sólo hallé
un interruptor a pilas
oxidado.


·

NOS reconocimos
por el trazado curvo
de nuestros destinos.

Pintábamos distintos idiomas.
Abrigábamos diferentes semillas.
Tú caminabas por cables eléctricos
y yo desdoblaba metódicamente esquinas.

Evitábamos certidumbres
con voluntad de huracanes.
Nos bebíamos a cada paso
todos los navegantes de las calles.

Éramos patinadores de niebla,
aguaceros de incógnitas.
Plegábamos las mareas
arrollando sin piedad las olas.

Nos creíamos poderosos
por permanecer tristemente solos,
abandonados, alimentados con soberbia
de desidia y aparente aplomo.

Pero nuestros días pasaron
como una pastilla efervescente:
burbujeante, espectacular,
aunque condenada a muerte.

Sin rumbo, no supimos que habíamos llegado.
Sin sueños, ignoramos de dónde zarpábamos.
Por evitar la esperanza,
carcomimos las cuadernas del barco.

Ahora nos reconocemos por nuestro vacío;
por la mirada hueca
y ese aliento a desengaño
que nos aterra de frío.


*

YO no elegí
saltar de muro en muro, de derrota en derrota,
andar de puntillas entre los automóviles,
apurar el humo de las farolas.
Pero esta alambrada es mi territorio;
es la aguja que empuja mis horas.
A su hedor me debo,
y dedicaré mi empeño
a estirar su plegada caracola.


*

ES por la aniquilación por lo que renacemos;
la fuga absoluta de luz, de esperanza.
Cuando no puede existir más caída,
con la mente y los ojos a ras de suelo,
los pies entonces ya pisan firme
y recuerdan los átomos de los que están hechos.
Como el agua, que busca en lo profundo su morada,
así nuestro ímpetu se relanza de cero,
y comienza a transitar su descenso
para hallar en el nadir su razón
y su secreto.


*

EL MÚSICO AMBULANTE

Ha entrado un hombre con su guitarra
y una armónica en el vagón de Metro.

Hiede a indiferencia el ambiente.

Arranca unos acordes y entona una balada
sobre libertades manchadas de muerte.

Cerca, a unos pasos
de ese mástil que también intenta serlo
para una dignidad escuálida,
un niñito en su carro lo contempla asombrado.

No habla.

Han sido aspavientos y baba,
su afán por reconocer todo a cada instante,
hasta este momento sus únicas palabras.
Ahora inclina su dulce cabecita,
entreabre, como queriendo mamar la tonada,
los labios con brillante sorpresa
y permanece inerte, hechizado por la melodía.

El músico sólo tiene notas para esa mirada:
es magia lo que relampaguea en sus pupilas.
Con su entrega ilumina de ternura toda la estancia.

Sus dedos ya no retuercen el aire
tratando de capturar animales invisibles,
sus cejas ya no marcan continuos interrogantes.
Su cara ahora irradia paz,
admiración por el hombre y su lenguaje.

Qué estará pasando en nuestro mundo
para que, años más tarde,
esos hipnotizados ojos no sean capaces
de ver a ese músico,
no se detengan en ese abrazo fraternal
y prefieran el desdén y el olvido
a la comunicación, el amor y la humildad.


*

UMBRALES

Ahí te quiero.
Exactamente
en la palpitación previa.
En la vibración inminente
de la ebullición del agua.
En el asomo del amanecer
que por el horizonte se aclara.
En la inspiración –el aire
está batiendo inmóvil los pulmones–
que precede a una exhalación pausada.

No tenerte; sentirte
a unos milímetros, a unos
pasos de la realización total.
Ser la burbuja que tiembla
ante el irremediable estallido.
La escarcha que se agita
aún intacta en la brisa.
La cromación del arco iris que aletea
antes de posarse en el rocío.

Ahí te quiero,
en el instante preciso
donde la posibilidad madura
y, efímera inmensidad,
intenso atisbo,
está mudando,
y lo real es intangible,
puro
e interminable gerundio.


*

TESOROS

Julieta escarba en la basura.

Mientras el Sol carcome la cal,
ella busca afanosamente, sin prisa,
en los contenedores de Triana
ropas impecables, objetos nuevos,
entre huesos, latas y mondas de patata.

Las personas la evitan con desprecio.

Un calcetín de Papá Noel sin un solo remiendo
o una serie de estampitas embolsadas
para ella son estrellas de mar varadas en el asfalto.
Están algo sucias, sí, pero con esmero
las bruñe y así revelan su excelente estado.

Matará luego los microbios con limón.

Agrupa sus hallazgos en una pirámide
y los alisa con delicadeza.
Sin embargo, en vez de empaquetarlos
y cargarlos a su espalda cuarteada,
se detiene y mira de lado a lado.

Una pátina brillante cubre sus ojos.

Lentamente, a las gentes
que marchan por la calle apresuradas,
Julieta les regala las maravillas
que ha salvado de la avaricia de la escombrera.
Generosamente, se desprende sonriendo de la mercancía.

Relucen los objetos con su entusiasmo.


Irónica vida la del propietariado:
Sus desechos y desprecios son joyas perfectas
en su océano de escaparate
para quien irradia humildad y cordura,
para el que cede amor y esfuerzo sin recompensa
y sabe discernir qué y quiénes son, en verdad, la basura.


*

CAMINAMOS hacia adelante
olvidando que dejamos atrás a los muertos.
Pero no avanzamos, retrocedemos,
y nos codeamos con los cadáveres
tuteándolos con orgullo, desviviendo
desde la desmemoria su trance;
recorriendo sus pasos de nuevo,
sucumbiendo en los mismos finales.


*

LECCIONES DE RESISTENCIA

Basta mirar y seguir naciendo, viviendo.
María Ángeles Maeso

Donde la naturaleza resiste
(una planta que brota entre los adoquines,
el Sol que se cuela entre la polución,
un nido en una torre de teléfono,
las aguas que devuelven su tierra al río),
basta mirar y seguir naciendo, viviendo,
basta posar el oído en lo pequeño,
admirar el grano de lo sencillo;
            sentir bullir la sapiencia de lo primigenio.



No me extenderé más. Sólo destacaré algunas estrofas cuyas imágenes hacen a uno volver a sentir lo que es la poesía:

(…)

Como globos que se desinflan lentamente
nuestra vida se vierte sin prisa
del cuerpo a los objetos expuestos
en los escaparates de nuestros trasteros.

(…)

El Sol desaparece
bajo líneas intermitentes
de rectas geométricas humanas.

Qué horizonte tan asfaltado nos vence…

Parece que quisiéramos apuntalar el cielo,
levantarle opacas paredes
para anclarlo a nuestra sombra,
a nuestra altura de percebe.

(…)

Y se quedaba en los umbrales
como un perro a la puerta de la panadería;
cauteloso, aburrido y sin determinación.

Su entierro no pasó
de comidilla en el supermercado.



Alberto García-Teresa (Madrid, 1980) Licenciado en Filología Hispánica, ultima su tesis doctoral sobre “Poesía de la conciencia crítica”. Ha sido coordinador de la revista de crítica sobre ficción especulativa Hélice, codirector de Jabberwock y redactor jefe de Solaris. Escribe crítica literaria en diferentes medios y ha seleccionado distintas antologías de relatos fantásticos y de terror.
Es autor de los poemarios Hay que comerse el mundo a dentelladas (Baile del Sol, 2008) y Oxígeno en lata (Baile del Sol, 2010) y de la plaqueta Las increíbles y suburbanas aventuras de la Brigada Poética (Umbrales, 2008).
Sus poemas han sido traducidos al inglés, al francés, al serbio, al macedonio y al rumano, y ha sido recogido en varias antologías también por sus cuentos y microrrelatos y publicado en revistas de Europa y América.