viernes, 31 de diciembre de 2010

TRES DE STONER


I.
Hemos estado dando la vara sin casi respirar a los amigos, enemigos y desconocidos. Llevamos el Stoner a cuestas. Posiblemente, muchos pensarán que si un editor te dice que el libro que acaba de publicar es bueno, pero bueno bueno, de los buenos de toda la vida, muchos insisto, no se lo van a creer. Hasta cierto punto, se comprende. Y aunque dentro del oficio de editor, también está el de tratar de vender la obra en la que cree, en este caso los que así piensan, cometen un error. Y de verdad que es una pena que se la pierdan, porque esta novela es absoluta. Así que a mí, lo único que se me ocurre, lo único que puedo añadir es PON EN ESTA NAVIDAD UN STONER EN TU VIDA (JA!). (Y si no es en la navidad, es en fin de año, (por si te aburres con el tema de las uvas) o en reyes, o pasadas todas estas fiestas, Stoner no caduca).
Simplemente, date el gusto.
II.
“Stoner, una novela sobre la integridad. Escrito por INMA LUNA” http://lacomunidad.elpais.com/usuarios/inmaluna66

Cerré el libro y pensé: me hubiese encantado conocer a este tipo.
Conocerlo y preguntarle. Sentarme en el cubículo vital al que fue recluido y charlar. Que me hablara de esa mujer de corazón metálico con la que se casó, de la literatura con olor a tinta espesa en donde recalar, de la tierra que se le quedó entre las uñas de la infancia, del amor que no da para más, que se conforma, que sucumbe también, de los ojos de una hija que se aleja perdiéndose en el desaliento…
Stoner es una novela. Lees la última página y eres consciente. Una novela que cuenta una historia. Así, una historia de vida, una historia que te permite escarbar en el interlineado existencial de un profesor de literatura. Te deja acompañarlo desde el principio al fin, como si resultases necesario para darle sentido a su trayectoria, como si pudieras redimirlo de algún modo.
Enviado por su padre campesino a la Universidad de Missouri para estudiar Agricultura, William Stoner es arrastrado por un amor obsesivo a la literatura que lo convierte en profesor y su autor, John Williams, convierte al lector en cómplice de este hombre unido a un personaje femenino que aúna todas las perversidades propias de una mente egoísta o alguna más.
Williams nos sumerge, a través de una prosa fluida y eficaz, en todas sus contradicciones, sus perplejidades, sus cobardías, dibujando un personaje de una humanidad hiriente.
En el libro, publicado por la editorial Baile del Sol, se hace referencia a una cita del actor Tom Hanks publicada en la revista Times: “Se trata simplemente de una novela sobre un tipo que va a la universidad y se convierte en un maestro. Pero es una de las cosas más fascinantes que jamás he encontrado”.
Tan simple es la cita como aparentemente lo es esta novela, una de las obras literarias que más me ha atrapado en los últimos tiempos por su carencia de artificio y su capacidad conmovedora.
Por eso me hubiese gustado hablar con Stoner para mostrarle mi solidaridad con sus debilidades, mi admiración a su lucidez, para decirle cuatro cosas sobre Edith y alguna más sobre su hija, sobre sus compañeros de trabajo, sobre el capítulo de amor que iluminó el espacio que resultó posible.
Protagonizada por un héroe cultivado en la adversidad de la pérdida, Stoner es una novela sobre la integridad.
III.
…” Durante los primeros días el vacío de la casa era extraño e inesperadamente inquietante. Pero se acostumbró al vacío y empezó a disfrutar de ello. En una semana sabía ya que era tan feliz como no lo había sido en años y cuando pensaba en el inevitable regreso de Edith era como un remordimiento tranquilo que ya no necesitaba esconderse.
Grace celebró su sexto cumpleaños la primavera de aquel año y empezó su primer curso de colegio aquel otoño. Cada mañana Stoner la preparaba para el colegio y estaba de vuelta cuando ella volvía a casa.
A los seis años Grace era una niña alta y esbelta con un cabello que era más rubio que pelirrojo, su piel era perfectamente suave y sus ojos eran azul oscuro, casi violetas. Era calmada y alegre y disfrutaba de las cosas, lo cual daba a su padre un sentimiento que era casi como una reverencia nostálgica.
A veces Grace jugaba con niños del vecindario, pero con más frecuencia se sentaba con su padre en su gran estudio y le observaba mientras corregía ejercicios, o leía o escribía. Le hablaba y conversaban –tan tranquilamente y con tanta seriedad que William Stoner se emocionaba con una ternura increíble-. Grace pintaba dibujos desgarbados y fascinantes en hojas de papel amarillo y se los presentaba solemnemente a su padre, o le leía en voz alta su libro de lectura de primer curso. A la noche, cuando Stoner la metía en la cama y regresaba a su estudio, notaba su ausencia en el estudio y se consolaba sabiendo que ella dormía segura arriba. De manera casi inconsciente había empezado a educarla y observaba, maravillado y con amor, que crecía ante él y que su rostro empezaba a mostrar la inteligencia que le atesoraba dentro.
Edith no regresó a Columbia hasta primeros de año, así que William Stoner y su hija pasaron las navidades solos. La mañana de navidad intercambiaron regalos, para su padre, que no fumaba, Grace había modelado en la conservadora escuela infantil adjunta a la universidad, un tosco cenicero. William le regaló un vestido nuevo que había elegido para ella en una tienda del centro, algunos libros y lápices de colores. Se quedaron casi todo el día junto al arbolito, hablando, mirando las luces parpadear sobre los adornos y el oropel destellando como fuego encendido sobre el verde oscuro del abeto."
((Un trocito navideño de Stoner. John Williams. Baile del Sol))

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