Que pasados casi veinte años, otra editorial tenga el inteligente y buen gusto de volver a editar un poemario, es síntoma de que ese autor y libro merecen la pena. Es el caso de Antonio Jiménez Paz y suTratado de ornitología, que ha editado Baile del Sol. En su prólogo, su anterior editor, Ernesto Suárez, nos avisa de cómo se gestó aquella primera edición en La calle de la costa, y los problemas que ya entonces tuvieron con la distribución de esta, de otros autores y obras. Es una pena, una injusticia, que libros que merecen ser leídos como éste, se topen con los obstáculos de la distribución. Y lo curioso es que ese fenómeno continúa ocurriendo no solo entre escritores insulares, también lo padecen los peninsulares y de otras latitudes. Se sobre edita en España y en el mundo, los procesos de selección editorial pierden calidad. A eso cabe sumar otra lacra: en países como España hay temor a publicar a autores con talento y sensibilidad en editoriales de prestigio, acomodadas a los autores ya consagrados. Y salvo algunas pequeñas o medianas editoriales dignas de mención, las otras están haciendo una labor de coedición que también está poniendo diques a que lo valioso emerja y vaya creciendo con armonía. Parte de la comunidad lectora también tiene que tomar consciencia sobre lo que está comprando y leyendo.
A esos y otros avatares se ha tenido que enfrentar Antonio Jiménez Paz con este poemario que os reseño y con el resto de su obra. Nos encontramos con un artista con una visión integral de la vida y del proceso creativo. Eso se manifiesta en esta obra, ya que se implicó entonces y ahora en todo el proceso de creación, edición, presentación y distribución. Seleccionó no solo su material lírico si no también las artísticas fotografías, se implicó en el diseño y en toda esa labor que supone relacionarse con distribuidores, libreros y público. A veces, hay personas que se extrañan de que un escritor vaya de un sitio a otro dando a conocer su obra: no es capricho ni ego, es, por un lado, la realidad cotidiana de difundirla cuando no se dispone de grandes medios de comunicación de la misma. Y, por otro, la necesidad de encontrarse cara a cara con los lectores, que si hay sensibilidad y nobleza por ambas partes, acaba enriqueciendo como personas. Y en esa interrelación, unos y otros pueden contribuir a mejorar la sociedad en la que conviven.
Tratado de ornitología es un canto al amor, al vivido y al soñado. A esas relaciones que por diferentes motivos se rompen cuando se viven. En versos como éstos…
De nada sirve mi treta,/saber de ti/si jamás nos han presentado,/pájaro de mis adentros.
… se aprecia una reminiscencia del amor platónico, ese deseado por algún detalle que se percibe en la otra persona, que en realidad no se conoce en la cercanía. Apenas unas páginas después, vislumbramos en otro poema, …
Podríamos jugar en serio,/podríamos hacerlo, mi amor,/de vez en cuando,/que no parezca pájaro/la vida.
… los problemas de anidamiento que aquella ave presenta, se escapa, no quiere compromiso. Y, a pesar de todo, en la composición siguiente, el poeta enamorado invoca a vivir aunque sean tres o cuatro noches de sus mil y una noches.
Esa concatenación de poemas, me lleva a pensar, ¿qué está pasando desde hace demasiado tiempo con la educación sentimental? ¿Qué sentido tiene amar a quien no te ama? Os dejo ahí la pregunta.
Porque tanto los malos como los errados amores, como toda vicisitud, pasan factura. Y he ahí que el poeta recurre a dormir, al sueño, hechos escritura, como terapia. A pesar de los sinsabores, se libera del tiempo de la coraza emocional. Con su pausa canaria en la piel comienza a otear el horizonte y a lanzar una serie de poemas en los que refleja ese deseo de volverse a enamorar. Si eso se produce, volverán la escritura y los colores en homenaje a la pareja. Ésta en el lenguaje de Jiménez Paz es sinónimo de equilibrio, al menos del deseado, lo que nos recuerda a Cernuda. Y como Bécquer, se percata de la fragilidad de la relación ante las propuestas y circunstancias de cada uno de los dos. Hay un elemento místico en su lírica, el cuerpo es jaula, y el alma es pájaro…
Caramba, amor,/cuán breve es el pájaro/de tu nombre.
En estos sencillos, sentidos y vividos versos, recuerda la temporalidad de nuestra vida que convirtió en un maestro a Jorge Manrique. Y el poeta tinerfeño asume la enorme carga de incertidumbre que la existencia implica. Se siente pájaro, vampiro, padece la alucinación del rayo, el estruendo del trueno. Se pregunta si Dios es un ave entre buitres. Invoca a la luz divina y su energía eterna. Los matices de este poemario llegan, invitan a hacerse preguntas y preguntar al propio poeta, OBLIGADO A SER PÁJARO, pero en realidad sintiéndose PAJARILLO.
Apreciados lectores del Rick´s Café, allá donde estéis, viendo mar, monte, ciudad o campo, pondrás poesía en tu vida leyendo a este poeta y poemario.
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