domingo, 16 de febrero de 2014

Sobre Brazos, piernas, cielo, de Isabel Bono

Ya desde el título, Brazos, piernas, cielo, hay una alusión doble, a lo anatómico y a lo elevado y espiritual. Una posición de nominar, de darle un sentido a las cosas desde lo que las nombra. Una poesía que se siente desgajada y fuera de arquetipos, que circula por lo fragmentario, y lo enumerativo. Piezas de encaje que se exponen para ser articuladas y para que quien las lea las reconstruya y una individualmente.

Ignoro si casualmente -y casi como una contradicción-, el libro comienza con un descenso, a la franqueza de una aceptación de lo mortal y lo efímero:

desde el principio lo sabes
vas a caer

la luz
el paisaje
dejan de importar


En la página 28 vuelve a incidir en ello. Su voz es un temblor fijado al detalle. Se advierte entre poemas una continuidad: un hilo de funambulista.

perdido el equilibrio
queda la tierra
bajo mis costillas

el verano era mi casa
diré antes de caer


Hay en Brazos, piernas, cielo poemas que parecen postales y textos breves dominados por la imagen, como éste, que se asemeja a un haiku:

el tiempo posa los pájaros negros
en las últimas antenas

ningún sol
es capaz de evaporarlos


Sabe cortar. Elegir y seleccionar, reducir. Hacer pausas. Su poesía es el arte de decir y no decir. Potencial evocativo. De mencionar. De señalar. Hay en todo ello una apuesta por la elipsis, por saber, como diría Castilla del Pino, qué no leer.

Mediante un lenguaje minimalista y una serie de figuras poéticas recurrentes (pájaros, cielo) evoca sutilmente los temas más personalísimos. Isabel Bono es una lectora de sentimientos. Una amiga de la cotidianidad pasada por el diorama de la ironía, como en este verso: se acumula el trabajo de pasear más juntos y doloridos que nunca (página 21)

He advertido y subrayado algún que otro aforismo, que aprovecho para aislar y traer aquí:

entretener el miedo / se convierte en superstición

Brazos, piernas, cielo carece de aditivos. Les ha quitado todo lo que sobra. Un esencialidad casa con su poética. Los poemas están desnudos, como descubriendo las dimensiones del cielo. La intensidad aquí se acompaña de brevedad. La poeta se ha vaciado.

Una maravillosa portada (de Luciano lozano) acompaña a la ya de por sí estupenda y pulcra edición de Baile del sol. Una mujer con forma de jaula abierta, de la que se liberan unas cometas. Todo un acierto.


Isabel bono es una poeta prolífica, franca, dinámica. Hace libros contundentes -a pesar de su aparente fragilidad- para salvar al mundo. Decía De Quincey que él tenía que saber lo que era la felicidad. Yo le contestaría que una primera lectura siempre sabe a poco.

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